F) ESCOLÁSTICA DEL BARROCO

La expresión «e. del b.» se ha formado en analogía con el arte y la literatura del estilo -->barroco, y designa la filosofía y teología escolares que se cultivaron en esta época. Como límite inicial puede señalarse, en el campo católico, a Francisco de Vitoria, fundador de la escuela de Salamanca, y, en el campo protestante, a Melanchton, padre de la ortodoxia; el límite final de la época eclesiástica de la escolástica dentro del protestantismo (la cual no pocas veces recibió herencia católica) coincide aproximadamente con la irrupción del -->pietismo, mientras que en el sector católico no cabe señalar un término fijo (cf. también -+ suarismo).

La e. del b. se distingue de las formas y épocas anteriores de la escolástica: en el aspecto lingüístico, por un latín cultivado; y en el aspecto metódico, por un uso sistemático de procedimientos históricos. Ninguna de estas dos cosas es una casualidad: la primera de ellas depende de la «apertura de la formación», y la segunda depende del concepto de tradición de ese estadio de la ciencia. La reforma obliga a una nueva reflexión sobre la ->tradición. La parte católica se entiende a sí misma como representante de la continuidad (véase ->reforma católica y contrarreforma); y la parte protestante discute esta pretensión y «canoniza» al mismo tiempo a los reformadores y su teología. Pero en ambas partes se hace necesaria una reflexión permanente sobre las fuentes canónicas y su autenticidad, sobre la tradición y su interpretación. Bajo este aspecto la e. del b. es la heredera inmediata del ->humanismo. La legitimidad se debe en ambas partes a la tradición: una tesis es legítima si se puede demostrar coincidencia con la sagrada Escritura y con las autoridades respectivas.

Así la e. del b. presenta un aspecto tradicionalista, en cuanto ella es producto de grupos con legitimidad tradicional; pero de ningún modo es tradicionalista desde el punto de vista de su contenido, pues ama abiertamente el progreso, y está siempre dispuesta a recibir las tesis más modernas, siempre que éstas puedan fundarse en autoridades. Son ejemplos conocidos la pronta aceptación de la imagen copernicana del mundo por la universidad de Salamanca y la de Tycho Brahe por la universidad de Coimbra. El progreso puede ir tan lejos como el arte de la interpretación, que hace posiblemente demostrar la legitimidad de nuevas doctrinas y, con ello, se convierte en un factor decisivo. Así surgen los más diversos sistemas teológicos como interpretación de las mismas autoridades, y ellos tienen conciencia de esta situación relativa al método. Y en analogía con la teología, también la filosofía, que incluye toda la ciencia sobre la naturaleza, tiene autoridades que le dan su legitimidad, sobre todo la de Aristóteles; en este punto reina plena unidad entre las confesiones.

Los conflictos entre la e. del b. y la cienda moderna, que había de salir victoriosa, seguramente no tenían nada que ver con el contenido de las doctrinas nuevas, sino que se debían a la negativa de los modernos a ejercitar el arte de la interpretación y a documentar sus tesis con autoridades. Lo cual no era una renuncia a elementos meramente accesorios, sino un ataque por principio a la «constitución», pues, quien no quería citar autoridades, se negaba a reconocer la tradición como norma y concentraba expresamente sus esfuerzos en la intuición de los hechos objetivos bajo la propia responsabilidad del sujeto racional. Este ataque a la constitución provocó el ataque contra los sistemas nuevos, ataques en que había de perecer la e. del b. Por muchas razones la ruptura fue menos violenta en la parte protestante que en la católica, en parte porque la tensa situación eclesiástica en los Países Bajos permitió el surgimiento de una escolástica cartesiana reformada (-->cartesianismo), y porque el protestantismo, en oposición al catolicismo, produjo en Leibniz un autor ecléctico que estuvo al nivel científico de los modernos y, sin embargo, se profesó intérprete de la tradición. Pero, junto con los fundamentos enraizados en la nueva autointeligencia de la persona, la perturbación de la relación con la tradición tuvo otros fundamentos prácticos: desde el siglo xvi la solución de los problemas sociales ya no era posible a base de los tradicionales medios de los hospitales y de las obras de beneficencia, y exigía una nueva medicina y técnica, así como la ciencia que las fundamenta y ésta tenía tantas más posibilidades cuanto más fácil fuera su aprendizaje. Pero tal aprendizaje solamente era fácil renunciando al extraordinariamente amplio aparato histórico de la e. del b.

En su relación con la tradición, que la llevó a un desenlace funesto, se basa la grandeza de la e. del b., que es su apertura a lo histórico. Los imponentes manuales sistemáticos, los cuales, con un giro absolutamente moderno, se desligan de la forma tradicional de los comentarios, no sólo son paradigmas de una fructífera discusión y coexistencia entre sistemas opuestos, sino, a la vez, una mina inagotable (que aún puede seguir usándose) para la historia de los problemas y de los conceptos. Las grandes ediciones y los comentarios de la Escritura hechos por la e. del b. traen constantes progresos metódicos. Sus sorprendentes ediciones de padres y autoridades han sido normativas durante siglos, y sus monumentales_ historias de la Iglesia y de la literatura cristiana merecen admiración. El uso de la e. del b. en cuestiones actuales relativas al derecho y a la filosofía del Estado, así como a la ética colonial y económica, ha llevado a un luminoso camino de solución.

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Rainer Specht