ESCEPTICISMO
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La palabra e. deriva en su sentido clásico de skeptomai (= considerar comprobando). Se distingue entre un e. total (radical, absoluto) y un e. parcial (moderado, relativo); el parcial se manifiesta como e. religioso, ético, estético, etc., y además se habla también de un escepticismo metódico (duda metódica).

En occidente ya entre los presocráticos surgió por primera vez un e. parcial (Jenófanes, Parménides), el cual se desarrolló en la sofística y llegó a su primera cima como crítica al --> dogmatismo ingenuo de la filosofía presocrática. Gorgias discutió que algo exista, o que pueda ser conocido o comunicado; Protágoras acentuó en su principio del «hombre-medida» la subjetividad de todo conocimiento. Pero de ello surgió también un fructífero estudio del arte lógico y retórico de convencer, el cual encontró en Sócrates su punto metódico culminante y dio una respuesta a la sofística en la obra gnoseológica y metafísica de Platón y Aristóteles. Frente a esto, todavía pudo mantenerse un e. radical tal como lo propugnó Pirrón de Elis: A todo fundamento se opone otro fundamento contrario, y por tanto es necesario conservar la ataradsia y abstenerse de juicio (epoje). Arcesilao establece lo probable (eulogon) como norma de orientación práctica. En el e. medio de la antigüedad tardía Carnéades profundizó la problemática centrándola en la cuestión del criterio de verdad. Él dice: Toda prueba va hasta el infinito, pues ninguna frase se demuestra por sí misma. De ahí surgió la primera teoría de la probabilidad. El e. más reciente (Enesidemo, Agripa, Sexto Empírico) argumenta otra vez de manera más dogmática, en forma de diez tropos contra toda posibilidad de conocimiento. Entre las principales razones se aducen las contradicciones de los filósofos, las diferencias en la percepción sensorial, las influencias de los estados de ánimo y del ambiente; y en lugar del riesgo de buscar la verdad, se recomienda para la práctica la acomodación al uso general y a la insinuación del momento. Para la discusión antigua entre la filosofía escéptica y el cristianismo fue decisiva la cuestión de si se supera el e. al pasar a la certeza de la -->fe o, por el contrario, se da una convivencia legítima de ambos. Tertuliano establece una alternativa entre «Atenas» y «Jerusalén», pues la fe cristiana excluye una búsqueda con duda; un diálogo del creyente con el escéptico, a su juicio, es absurdo. Agustín niega igualmente (Contra Academicos) la autosuficiencia del buscar, pero, no obstante, intenta una refutación filosófica del e. Tampoco en el estado de la fe el conocimiento ha llegado a su final, pero en ella queda excluido el principio del e. radical. En el tránsito de la duda a la desesperación, el e. que supera la actitud de la ataradsia logra una dimensión que dispone a la fe. En la -> escolástica no aparece ningún e.; por primera vez en el escotismo y en Ockham hallamos intentos de convertir el e. en un argumento a favor de la autoridad de la revelación y en contra de una filosofía dogmatista. Montaigne enlaza con el pirronismo antiguo, para liberar al espíritu de dogmas y autoridades, dejándolo en un estado fluctuante y sin compromisos. Por el contrario P. Charron toma el e. como argumento a favor de la fe. El cogito del - > cartesianismo, que quiere superar todo e., es puesto en duda por B. Pascal y por P. Bayle. Hume tuvo gran influencia con su duda sobre la ética racional y sobre la fuente de conocimiento del principio de causalidad. La «crítica» de Kant quiso, por el contrario, devolver al conocimiento una objetividad limitada, pero redujo el conocimiento religioso al plano de un postulado. Hegel asumió el e. como un momento en la verdad del todo; y, contra esto, Kierkegaard sacó a la luz los componentes existenciales de la duda. En la filosofía reciente el e. se ha ramificado en las diversas direcciones del -+ positivismo, del --> vitalismo, del -> existencialismo y de la crítica a la -+ ideología.

El e. se entiende a sí mismo como oposición al dogmatismo. Un escepticismo total es absurdo, pues debería hacer problemática su propia posición y se convertiría en dogmatismo de la duda. En cambio, la duda metódica se ha hecho tan obvia, que ella ha pasado a equipararse con el pensamiento científico, es decir, la ciencia debe ser siempre pensamiento crítico, para distanciarse del dogmatismo ingenuo y resistir la prueba del entendimiento. Entre el e. metódico y el radical hay un tipo de e. que no puede sin más declararse absurdo. Ese e. se distingue del indiferentismo por el rigor del concepto, del -> agnosticismo por la búsqueda incansable de la verdad, y de toda ficción por su seriedad. Como fenómeno histórico el e. se presenta con una peculiar ambigüedad: como signo de decadencia y resignación en el ocaso de las culturas, y también como instrumento de la -> ilustración. En este último sentido presta un servicio a la discusión crítica con la -+ tradición y a la fundamentación metódica de nuevas experiencias, mostrándose así como una búsqueda de la verdad que duda mientras no la ha encontrado. De esa manera el e. parcial puede esclarecer la ambivalencia de ciertos fenómenos, en cuanto pone en duda lo que parece evidente y sale críticamente al encuentro de los teoremas transmitidos. El halla su justificación en los múltiples condicionamientos del conocimiento: duda sobre la posibilidad de un conocimiento fidedigno de la verdad, pues la historia de la filosofía se puede presentar como una serie de contradicciones insolubles; se escandaliza por la aporía lógica de que ningún enunciado se fundamenta a sí mismo; preguntando por la evidencia como última reducción de todas las premisas del juicio, muestra el límite de lo que puede fundamentarse racionalmente; ve la imposibilidad de encerrar plenamente la experiencia de la realidad en el pensamiento conceptual; o muestra el carácter relativo de la actividad racional del hombre partiendo de una revelación sobrenatural que se concibe a sí misma como -> absoluta. En este último punto convergen la fe y el e., dos dimensiones que, por lo demás, son contrarias. En efecto, lo mismo la fe que el e., como actitudes radicales, ponen en tela de juicio la confianza usual en la certeza de la ciencia. En cuanto la -> teología pretende ser -+ ciencia, también en ella tiene el e. parcial un campo legítimo de actividad, pues las formas a través de las cuales la teología transmite la fe, por estar sometidas a los condicionamientos de todo conocimiento, necesitan constantemente de una comprobación crítica (-> dogma). Finalmente, ni la fe misma puede considerarse como una posesión ajena a toda pregunta crítica; ya Mc 9, 24 expresa la primitiva experiencia cristiana sobre la tensa coexistencia de la ->fe con la duda y Pablo exige (2 Cor 13, 5) la comprobación de la propia fe. E incluso el e. filosófico, que es el polo opuesto a la fe, si no se compromete con el agnosticismo o no se refugia en el irracionalismo, por el cambio de la duda en desesperación y a través de ésta puede lograr una nueva apertura a la fe.

BIBLIOGRAFÍA: R. Richter, Der Skeptizismus in der Philosophic, 2 vols. (L 1904-08); R. Hünigswald, Die Skepsis in Philosophic und Wissenschaft (Go 1914); S. E. Rohde, Zweifel und Erkenntnis (Lund 1945); K. Jaspers, La fe filosófica (Losada BA 1953); J. Pieper, Philosophia negativa (Mn 1953); O. Marquard, Skeptische Methode im Blick auf Kant (Fr 1958); K. Lówith, Wissen, Glaube und Skepsis (Gó 31962); A. Diemer, GrundriB der Philosophic I (Meisenheim [Glan] 1962) 184-187; G. Schnurr, Skeptizismus als theologisches Problem (GS 1964); W. Stegmüller, Metaphysik, Skepsis, Wissenschaft (B-Hei 21969); idem, Wissenschaftliche Erklarung und Begründung I (B-Hei 1969).

Werner Post