EMPIRISMO

En general se entiende por e. una dirección filosófica que, basándose en presupuestos epistemológicos, sólo admite la --> experiencia (externa e interna) como fundamento del verdadero -- conocimiento y de la ciencia. En este sentido el e. constituye el polo opuesto del apriorismo, no menos radical, que pretende basar la verdad y la certeza del conocimiento únicamente en principios ideales y deducirlas de ellos. Sin embargo, en esta simple oposición antitética, usual pero estereotipada, no aparece claramente ni el sentido ni la intención del empirismo.

Aun reservando el nombre de e. a la -> ilustración inglesa de los siglos XVII-XVIII, y especialmente a J. Locke (1632-1704) y a D. Hume (1711-1776), para caracterizar acertadamente al e. hay que verlo dentro de la historia del pensamiento o del espíritu. No es e. cualquier recurso a la experiencia. La tensión entre experiencia e idealidad atraviesa toda la historia de la filosofía. Ya en la antigüedad, particularmente en Aristóteles, se concedió gran importancia a la experiencia o percepción sensible del ente y a lo largo del medioevo occidental el recurso al conocimiento comprobado por los sentidos se convirtió cada vez más en una instancia correctiva frente a la metafísica y a la teología de la revelación. (Eso se observa, p. ej., en el -> nominalismo, en la escuela de Chartres, y luego en figuras como Tomás de Aquino, Alberto Magno, Rogerio Bacon, Guillermo de Ockham, etc.; Federico m osaba incluso decir: lides enim certa non provenit ex auditu [De arte venandi, c. 1].) Pero sólo en la filosofía de la edad moderna, bajo el poderoso influjo del rápido progreso en el conocimiento de la naturaleza (Copérnico, G. Bruno, Galileo, etc.), se desarrolla la reflexión programática sobre el experimento y la experiencia en general. Aquí hay que mencionar el Novum Organon Scientiarum (1620) d= Francisco Bacon de Verulam, el Essay concerning human understanding (1690) de Locke y los escritos críticos de Hume.

La cuestión de si existió jamás un e. total deberá decidirse por futuros estudios especiales. Locke y sobre todo Berkeley no pueden considerarse como representantes del e.; más fácilmente cabría ver un empirista en Hume. La actitud «empirista» de Condillac, Diderot, Voltaire, J. St. Mill, E. Mach y R. Avenarius (con su «criticismo empírico») está condicionada por varios motivos. Análogas tendencias se hallan en el sensualismo, positivismo y materialismo. Kant, con su tentativa de equilibrio mediante la -> «filosofía trascendental», no consiguió superar el clima empírico de la edad moderna y su preferencia por el modelo de las ciencias naturales.

Numerosas corrientes ideológicas de la actualidad respiran un clima básico de e.: el --> ateísmo que tiene como trasfondo las ciencias naturales, el materialismo mecanicista y en cierto sentido también el -> materialismo dialéctico, la excesiva confianza en la psicología y en la sociología (especialmente en la sociología de la ciencia). Algo semejante puede decirse en general sobre la postura racional y técnica con relación al mundo. En las diferentes escuelas de la moderna logística y de la analítica del lenguaje se establece como norma (con vigencia filosófica) para cualquier clase de conocimiento, la verificabilidad de una proposición a base de datos obtenidos en forma exclusivamente empírica.

Contra un e. decidido se puede objetar siempre que él no reflexiona suficientemente sobre las condiciones básicas de la experiencia. A pesar de esta necesaria advertencia en el plano filosófico, sería sin embargo estúpido rechazar sin más la intención y la mentalidad del e. La « hominización del mundo» (hecha posible por el cristianismo) lleva también consigo aquella orientación hacia el ente en que las posibilidades de éste se miden sobre una base experimental. En efecto, la fe bíblica en la creación, llevada a sus últimas consecuencias, conduce a la superación de un mundo divinizado, lo cual implica en principio la posibilidad de la ciencia y de la técnica en el sentido moderno. La concepción cristiana del --> mundo obliga, pues, a la experimentación y con ello conserva la verdad del e., pero sin aceptar su ingenua teoría del conocimiento.

Heinz Robert Schlette