CÁTAROS
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Desde las disputas doctrinales del cristianismo primitivo, por primera vez en el movimiento de los c. - la mayor secta de la edad media - se articuló y configuró nuevamente en forma socialmente importante una mentalidad que en manera latente ha constituido una perenne amenaza contra la fe cristiana. Esa amenaza consiste en que la relación dialéctica entre la afirmación del mundo presente y la superioridad sobre él en virtud de un más allá, sea suplantado por un -> dualismo falto de toda dialéctica, existencial e intelectualmente más cómodo, el cual establece una oposición ingenua entre el ámbito de la vida terrestre del hombre y su «auténtica» destinación a la divinidad.

La designación cátaros (katharoi = «puros»; origen de la palabra alemana «Ketzer», herejes) aparece en el s. xii. Aplícase a un movimiento de renovación religiosa que se presenta primeramente (1143) en Colonia, y luego sobre todo en el norte de Italia y en Francia, así como en Inglaterra y España. Sus iniciadores fueron emigrantes procedentes de los Balcanes, así como cruzados y comerciantes que volvían a casa desde aquellas regiones. Este movimiento, apropiándose impulsos anteriores hacia una renovación, en parte brotados fuera de la Iglesia, arremetió contra un cristianismo demasiado bien situado en el mundo bajo la forma de una Iglesia poderosa y propagó una vida apostólica de peregrinación, con renuncia a todas las ataduras terrestres. Frente al sacramentalismo oficial, enseñaba la superioridad de una vida de continencia, que consideraba necesaria incluso para la eficacia salvífica de los sacramentos. La fuerza persuasiva de los predicadores ambulantes, que vivían en una ascesis ejemplar, hizo populares a estos boni homines o christiani, tal como ellos se llamaban, en todas las capas sociales, sobre todo entre los artesanos. Además, todo eso dio tal fuerza expansiva al movimiento (a pesar de Bernardo de Claraval, entre otros), que éste hubo de organizarse jerárquicamente y creó sus propias diócesis con obispos y coadjutores elegidos, sobre los que estaba el concilio de todos los hermanos, la «comunidad de los santos».

Constituyó un cambio decisivo el concilio de cátaros celebrado en el sur de Francia, el año 1167, en el que Nicetas implantó la dogmática de los bogomilas (una herejía dualística surgida en el s. x en el mundo bizantino) como doctrina de fe de los cátaros, que hasta ese momento propiamente estaban unidos en virtud de un entusiasmo espontáneo por un nuevo estilo de vida

Esta doctrina hacía hincapié en un dilema que pesa sobre toda la historia del cristianismo y que se presenta tanto en la propia vida práctica como en la reflexión creyente sobre la redención. El dilema puede formularse así: o libertad en Cristo y victoria sobre el mundo, o vinculación a lo mundano. Los cátaros, ante la imposibilidad de conciliar los términos del dilema, establecieron una oposición contradictoria entre la libertad divina del espíritu y el encarcelamiento del alma por el pecado y la maldad, y atribuyeron las fuerzas opuestas a dos principios igualmente originales. Esta visión fundamental fue calificada por los adversarios eclesiásticos de neo -> maniqueísmo, aunque no guarde una relación de continuidad con la herejía maniquea. La doctrina de los c. se articuló en fabulosos mitos acerca de Satanás como creador del mundo y dios del AT, y de Cristo como dios del NT. Éstos aparecen en parte como hijos iguales o subordinados del Dios absoluto, y en parte como hijos de diversos dioses en pugna mortal, con una trinidad celeste y otra infernal. Cristo sucumbió en la cruz sólo aparentemente. Esos mitos hablan además de una caída de los ángeles, debida a la concupiscencia o a la soberbia, que los hizo demasiado pesados para la arquitectura vítrea del cielo. En consecuencia ellos se hicieron esclavos de Satanás, pero, guiados por el modelo de profetas ejemplares y sobre todo por el de Cristo, pueden liberarse de nuevo a través de una penosa peregrinación, ya como animales, ya como almas humanas, que les hace pasar por diversos cuerpos.

Adán, ángel enviado a los ángeles caídos, a quien por falta de vigilancia Satanás encerró en un cuerpo, es considerado como primer padre de los c. La consecuencia moral de esta visión del mundo fue una total renuncia a lo mundano como medio para liberarse de la cárcel satánica de la creación. Dada la oposición radical, elevada al ámbito de principios contrarios y sin posibilidad de mediación, entre el Dios bueno y el malo, la pertenencia al bien era identificada con la pertenencia a la comunidad de los cátaros, la cual implicaba una impecabilidad absoluta.

Al adoptar esta doctrina como sistema obligatorio, lo que inicialmente era un impulso espontáneo hacia una regeneración apostólica del cristianismo, comenzó a objetivarse y a convertirse en estructura eclesiástica. Momentáneamente esto llevó consigo un crecimiento numérico de los c., pero a la vez trajo su paulatina atrofia hasta convertirse en una confesión. Signos claros de este proceso son la valoración cuasi sacramental del consolamentum, del rito de recepción por la imposición de manos, como medio - si bien vinculado a la disposición del que lo administra - de perdonar los pecados, y la distinción entre los «perfectos», fieles al primitivo ideal absoluto, y los «credentes», obligados solamente a la doctrina. Con esta derivación confesional de los c., el ideal de la vida apostólica pasó a otros grupos más espontáneos (movimientos de -->pobreza), sobre todo los valdenses, y a las órdenes mendicantes, que después criticaron la vida social de los c., cada vez menos ejemplar.

Los c. se establecieron como Iglesia opuesta a la oficial en el norte de Italia y sobre todo en diócesis del sur de Francia como Albi («albigenses»), Toulouse, Carcasona y Valle de Arán, y consiguieron un fuerte apoyo político por la solidaridad de los condes de Toulouse y reyes de Aragón que defendían su independencia. Así resistieron a la cruzada papal de 1181, a la lucha contra los albigenses de 1209 hasta la paz de Meaux de 1229, guerra proclamada por Inocencio iii tras el asesinato de su legado Pedro de Castelnau, y que propiamente vino a ser un enfrentamiento entre Luis viir y los Estados del sur de Francia. Sólo la toma de Montségur en 1244 y, con ello, la liquidación de la resistencia de los países de lengua de oc dejaron el camino abierto para la --> inquisición, que diezmó ferozmente a los c. Simultáneamente el movimiento de los c. perdió a sus secuaces de la nobleza y pasó a ser asunto de gente «pequeña», con piedad obstinada y cavilosa, cuya apologética de tipo escolástico quitó, por otra parte, su fuerza atractiva a la doctrina original y con ello permitió éxitos importantes a la contramisión iniciada ya antes por Domingo. Tras un breve intento de revivificación hacia fines del s. x111, el movimiento de los c. quedó superado definitivamente en Francia hacia 1330 y en Italia lo más tarde desde 1412.

En conjunto los c. se presentan como uno de los movimientos de renovación de la alta edad media, como un movimiento que por una parte cayó en un dualismo cristianamente insostenible y, por otra, fue arrojado de la Iglesia a causa de la deficiente espiritualidad de la jerarquía. En efecto, su intento de síntesis entre una apertura «humanista» al mundo y una exclusividad «sobrenatural» se había atrofiado en un mal compromiso, y los jerarcas no estaban dispuestos a dejarse inquietar por una provocativa acentuación del aspecto de alternativa que había en dicha síntesis. Sin embargo, los c. no se extinguieron tanto por obra de la inquisición, cuanto por haberles tocado en suerte el destino de todas las revoluciones anteriores, el de tener que perecer a causa de su «establecimiento» en la vida social.

Konrad Hecker