SAN EPIFANIO DE SALAMINA


EPIFANIO DE SALAMINA, que murió en el 403, había nacido hacia el 315 en Judea; allí, después de una estancia entre los monjes egipcios, fundó un monasterio y estuvo al frente de él casi treinta años. Fue hecho obispo de Salamina y, por tanto, metropolitano de Chipre, en el 367. Era hombre austero y de buena doctrina, pero agresivo y desmesurado; tuvo una intervención importante en la primera controversia antiorigenista y, sin advertirlo, se vio implicado en manejos contra Juan Crisóstomo. En su obra rechaza la cultura griega, la especulación filosófica y teológica, y la crítica histórica; sus obras son sin embargo importantes por las muchas citas que hace de escritos perdidos; las más conocidas son Ancoratus y Panarion, que contienen información abundante sobre las herejías contemporáneas; pero se conservan otras más, entre ellas tres muy breves contra el culto a las imágenes y que fueron usadas más adelante por los iconoclastas.

 

Ancoratus

San Pedro:

Pedro, el Príncipe de los Apóstoles, confirma (que el Espíritu Santo es Dios), él que fue digno de que el Señor le llamase bienaventurado, porque el Padre le reveló (la verdad acerca de la Divinidad de Jesucristo). El Padre, pues, le revela a Pedro, al Hijo verdadero, siendo llamado bienaventurado por esto; y él, a su vez, revela su espíritu (del Padre). Así le conviene al primero de los Apóstoles, la firme roca, sobre la cual fue edificada la Iglesia de Dios; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Las puertas del infierno son las herejías y los heresiarcas; porque de toda manera la fe está firmemente fundada en aquel que recibió las llaves del Cielo, quien desata en la tierra y ata en el Cielo. Pues en él hallamos resueltas todas las cuestiones sublimes de la fe cuya explicación emprendemos nosotros. Juan aprendió y recibió del Hijo la virtud del entendimiento, y la reveló; Pedro, en cambio, que debía cimentar la seguridad de la fe, recibió del Padre todo lo que necesitaba para este cargo... Pedro fue quien oyó del Señor la voz: Pedro, apacienta mis corderos; a él Jesucristo confió su rebaño, y él lo guía bien y lo apacienta en virtud del mismo Señor; él dio testimonio de la humanidad (de Cristo), profesando verazmente la revelación del Padre acerca del Hijo; y él manifestó al Espíritu y su esplendor en la Divinidad .

(9; Huber 1, 504-505)