SAN BENITO DE NURSIA


SAN BENITO DE NURSIA es el gran padre del monaquismo occidental. Murió hacia el 547; había nacido en Nursia, y después de recibir una buena educación en Roma, comenzó a hacer vida de anacoreta, asentándose pronto en las cercanías de Subiaco y fundando doce monasterios; allí redactó, entre el 523 y el 526, su Regla de los monasterios; luego, a causa de unas intrigas, abandonó Subiaco y fundó el monasterio de Montecasino.

La obra que nos ha legado es la que se conoce como Regla de San Benito, en la que se funden armónicamente las tradiciones del monacato occidental anterior (las de San Agustín, Juan Casiano, el monasterio de Leríns, San Martín de Tours) con las del oriental (las de San Antonio, Pacomio, San Basilio el Grande). En ella se subraya que la comunidad monástica ha de crear un ambiente de oración y de trabajo, manual e intelectual, que ha de practicar el monje; para ello, éste ha de prometer la estabilidad en el monasterio, la conversión de las costumbres y la obediencia al abad. Esta Regla está en la base del esplendoroso desarrollo medieval del monaquismo.


La Santa Regla

Del trabajo manual cotidiano:

La ociosidad es enemiga del alma; por eso en determinados tiempos deben los monjes ocuparse en el trabajo manual y a ciertas horas en la lección divina.

Razón por la cual, juzgamos deber ordenar ambos tiempos con arreglo a este plan: desde Pascua hasta el 14 de septiembre, por la mañana, saliendo de prima, trabajarán en lo que fuere necesario hasta cerca de la hora cuarta. Mas desde la hora cuarta hasta la sexta aproximadamente, dedíquense a la lectura. Después de sexta, en levantándose de la mesa, descansarán en sus lechos con sumo silencio, y si quizá alguno quiere leer, lea para sí, de suerte que no moleste a otro. Dígase la nona más temprano, mediada la hora octava, y vuelvan a trabajar hasta vísperas en lo que fuere menester. Pero si las condiciones del lugar o la pobreza exigiesen que se ocupen en recolectar por sí mismos las mieses, no se contristen, pues entonces son verdaderamente monjes cuando viven del trabajo de sus manos, como nuestros Padres y los Apóstoles.

Mas hágase todo con moderación en atención a los débiles.

Pero desde el 14 de septiembre hasta principio de Cuaresma se aplicarán los monjes a la lectura hasta el final de la segunda hora; entonces récese tercia y luego trabajen todos hasta nona en la tarea que se les hubiere encomendado. Al oír la primera señal de esta hora, abandone cada uno su respectivo trabajo y estén prontos para cuando se haga la segunda señal. Después de la refección se ocuparán en sus lecturas o en los salmos.

Mas en los días de Cuaresma dedíquense a la lectura desde por la mañana hasta finalizar la hora tercera, y después trabajen en lo que se les mandare hasta la hora décima completa. En estos días de Cuaresma reciban todos su correspondiente libro de la biblioteca, que deberán leer por orden y enteramente: estos libros dense al principio de Cuaresma. Ante todo desígnense uno o dos ancianos que circulen por el monasterio a las horas en que los monjes se consagran a la lectura, y observen si acaso se halla algún monje perezoso que en lugar de atender a la lección, se entrega al ocio y bagatelas, y no sólo no aprovecha para sí, sino que disipa a los demás. Si alguien fuese sorprendido en semejante falta —lo que ojalá no suceda—, repréndasele primera y segunda vez y, de no enmendarse, aplíquesele el castigo regular de suerte que los demás teman. Y que ningún monje se junte con otro a horas intempestivas.

Asimismo, el domingo conságrense todos a la lectura, salvo los que tuvieren asignadas incumbencias particulares. Mas si hubiese alguno tan negligente y apático que no quiera o no pueda meditar o leer, séale impuesta alguna labor para que no esté ocioso. A los monjes enfermos o delicados encomiéndeseles una ocupación u oficio tal, que ni estén ociosos, ni el peso del trabajo les oprima y se vean precisados a abandon.lo. Tenga el abad consideración a la flaqueza de los tales.

(48; BAC 115, 563-569)

MOLINÉ