Cielo nuevo y Tierra nueva
Esperanza de un pueblo que sufre
El Apocalipsis de San Juan: Una clave de lectura 2


Carlos Mesters oc




LAS VISIONES DEL APOCALIPSIS 
NO CONOCEN EL TERMINO MEDIO
En las visiones del Apocalipsis todo o es claro o es oscuro. O es 
bueno o es malo. No hay término medio. ¡Sólo contraste! Por un lado 
el dragón y la bestia (13,1-18); por otro, el Cordero y su ejército 
(14,1-5). Por un lado Roma, la gran prostituta; por otro Jerusalén, la 
novia del Cordero (21,1-22,5). Y así sucesivamente.
Juan sabe muy bien que las cosas no son así en la vida. Sabe que el 
bien y el mal conviven mezclados en la vida de las comunidades 
(2,1-3,22). Sabe que el Imperio Romano tiene muchas cosas buenas. 
¿Por qué entonces en las visiones habla como si de un lado sólo 
hubiese cosas buenas y del otro sólo cosas malas?
1. La situación política era confusa
En los Hechos de los Apóstoles, Lucas había presentado al Imperio 
Romano de manera atractiva a los cristianos (Hch 13,7; 18,12-15; 
19,33-40; 25,13-27). Además de eso, Paulo había escrito a los 
cristianos de Roma que ellos debían obedecer a la autoridad 
constituida (Rom. 13,1). "De modo que el que se rebela contra la 
autoridad se opone al orden establecido por Dios" (Rom. 13,2). Pero la 
situación había cambiado. Ahora esa misma autoridad constituida 
estaba persiguiendo a los cristianos (13,7). Llegó hasta infiltrarse en 
las comunidades para forzar a las gentes a adorar a los falsos dioses 
del imperio (2,14.20).
¿Qué hacer? ¿Quién era el culpable de esa nueva situación? ¿El 
imperio en sí, o sólo algunos malos funcionarios del imperio? Las 
cosas no estaban claras. Había varias opiniones. Debía haber mucha 
discusión y hasta peleas en las comunidades en torno a este asunto 
político.
2. La luz que aporta el Apocalipsis
Juan da su opinión bien clara. Para él, el culpable no son algunos 
malos funcionarios del imperio, sino el imperio en sí: su organización 
económica-política y su pretensión de ser el Señor del mundo 
(13,1-18). Por eso Juan condena al Imperio Romano de cabo a rabo. 
¿Por qué Juan piensa así?
Juan aprecia y juzga las cosas a partir del futuro, esto es, a partir de 
la contribución que ellas están dando para la victoria futura del bien y 
de la justicia. La victoria ya es segura, garantizada por el poder de 
Dios (11,17-18; 21,6-8,27; 22,3-5). Aquello que contribuye a la victoria 
es bueno, viene de Dios. Aquello que impide la victoria viene del 
diablo.
Ahora bien, el Imperio Romano no estaba contribuyendo a la victoria 
del bien y de la justicia así como estaba organizado. ¡Al contrario! 
Impedía la victoria, pues perseguía a los que querían contribuir con el 
bien y la justicia. Por eso en la descripción que hace del imperio 
(13,1-8) y de la ciudad de Roma (17,1-8), Juan no encuentra nada de 
bueno. ¡Ahí todo es maldad! El imperio es obra de Satanás, del 
Dragón (13,1-2). La ciudad de Roma, la grandiosa sede del imperio, la 
capital del mundo, no pasa de ser una gran prostituta que lleva al 
mundo entero a su perdición (17,1-2).
Y Juan recomienda: los cristianos no pueden ser ingenuos y 
alimentar un régimen cuya organización está en contra del Evangelio 
(18,4). No pueden permitir que la falsa propaganda penetre en las 
comunidades (2,14-20). Al contrario, deben permanecer firmes en la 
lucha y resistir hasta la muerte (2,10), a pesar de las persecuciones 
(3,10-11). Es en esta lucha humilde y penosa del pueblo de las 
comunidades donde está la semilla de la futura victoria del bien y de la 
justicia (2,7.11.17.26; 3,5.12.21). Resistiendo a toda costa y sin 
dejarse desviar, ellos serán el ejército del Cordero que enfrenta al 
imperio (14,1.4.5) y lo vencerá (17,14). Es por todo esto que Juan 
habla en términos blanquinegros. Es para ayudar a los cristianos a 
percibir con claridad la política del Imperio Romano y a definirse 
delante de esa situación.

BREVE EXPLICACION DE ALGUNOS SIMBOLOS
No es tarea de este pequeño libro explicar todas las visiones y todos 
los símbolos del Apocalipsis. ¡No alcanzaría! Sólo vamos a dar una 
muestra. Esto ayudará a descubrir el sentido de los otros símbolos. La 
explicación será breve. Sólo una llave. Sin explicar cómo se hizo la 
llave, ni cómo funciona. Esto lo descubrirá cada uno por sí mismo.
1. La mujer embarazada (12,1-2): es el pueblo de Dios, María, 
engendrando al Mesías, el Libertador.
2. Dragón o Monstruo (12,3-9): es el poder del mal que opera en el 
mundo, Satanás.
3. Bestia (13,1): es el Imperio Romano, el poder que encarna el mal, 
matones del Dragón.
4. Bestia con apariencia de cordero y voz de dragón (13,11): son los 
falsos profetas que se ponen al servicio del Imperio Romano para 
legitimarlo delante del pueblo.
5. Cordero (14,1): es Jesús, el cordero pascual, cuya sangre 
produce la liberación del pueblo.
6. Siete: totalidad.
7. Doce: perfección
8. Siete cabezas (12,3): son las siete colinas de la ciudad de Roma 
(17,9), o siete reyes (17,9-10).
9. Diez cuernos (12,3): cuerno es señal de poder o de rey (17,12); 
diez indica que no es total, mitad entre 7 y 12.
10. 1260 días (12,6), 42 meses (11,2), un tiempo, dos tiempos y 
medio tiempo (12,14): es la mitad de 7 años. Indica un tiempo limitado 
e imperfecto. Dios limita el tiempo del perseguidor.
11. Alas de águila (12,14): es la protección con que Dios conduce a 
su pueblo (Dt 32,11; Ex 19,4).
12. Pantera, oso, león (13,2): símbolos de voracidad y de 
explotación.
13. 144.000 vírgenes (14,1-4): es el número completo: 12x12 x 
1000; doce del Antiguo Testamento y doce del Nuevo Testamento. Son 
vírgenes, es decir, que nunca anduvieron detrás de las faltos dioses 
del Imperio Romano.
14. Babilonia (14,8; 18,2): es Roma que explota a los pueblos para 
enriquecerse (18,3.9-13).
15. Hijo del Hombre (14,14): imagen de Jesús Mesías, tomada del 
profeta Daniel (Dan 7,13).
16. Harmaguedón (16,16): símbolo de derrota de los ejércitos 
enemigos, sacado de Zac 12,11.
17. Color blanco (19,14): símbolo de victoria.
18. Mil años (20,2-7): es el tiempo completo entre el fin de la 
persecución y el fin del mundo.
19. Lago de fuego (20,14): símbolo del destino que tendrá todo el 
que se opone al plan de Dios.
20. Segunda muerte (20,14): es la muerte de la propia muerte. Al 
final sólo va a quedar la vida.
21. Nueva Jerusalén (21,2): símbolo del nuevo pueblo de Dios.
22. Bodas del Cordero (21,2; 19,9): victoria y fiesta final de la unión 
de todos con Dios.
23. Alfa y Omega (21,6): primera y última letras del alfabeto griego: 
principio y fin.

SIETE SUGERENCIAS PARA ENTENDER MEJOR 
LAS VISIONES DEL APOCALIPSIS
1. Para entender bien un cuadro, no basta con mirarlo una sola vez. 
Hay que retornar siempre y quedarse ahí, mirando, meditando. Y cada 
vez, tú descubrirás cosas nuevas.
2. Delante de un paisaje bonito no te fijes primero en los detalles. 
Deja primero que la belleza y la paz del conjunto del paisaje entre en ti. 
Después, estudia los detalles.
3. Procura descubrir lo que viene del Antiguo Testamento. Ve a 
verificarlo al mismo Antiguo Testamento. Esto ayuda a descubrir en la 
visiones la fuerza que viene del pasado del pueblo.
4. Haz una lista de las comparaciones que aparecen en las visiones. 
Intenta descubrir de dónde fueron sacadas: de la vida, de la historia o 
de la religión del pueblo. Procura descubrir la fuerza y el sentido de 
cada comparación, para la vida del pueblo.
5. Compara las visiones con los sueños que tú has tenido o que 
otros tuvieron. Ambos tienen un sentido oculto, muy importante para la 
vida.
6. Para los pasajes más difíciles, consulta con alguien, o busca las 
explicaciones en los pie de página de tu Biblia. Si es posible, consulta 
algún comentario, o algún diccionario de la Biblia.
7. No te olvides de verificar cómo las visiones correspondían a la 
situación de persecución en la que se encontraba el pueblo de las 
comunidades.


CUARTO CAPITULO
EL VELO SE VA QUITANDO Y EL ROSTRO DE DIOS REAPARECE

El otro instrumento usado por el Apocalipsis para quitar el velo de 
los acontecimientos es la manera de dividir la historia en etapas y de 
presentar como futuro lo que ya pertenece al pasado.

DIVIDIR LA HISTORIA EN ETAPAS
Una comparación ayuda a entender este primer punto. Imagina lo 
siguiente: tú estás de viaje. Hace ya tiempo que el autobús está 
caminando por la carretera. Afuera está oscuro. Tú no sabes todavía 
cuánto más va a durar el viaje, ni por dónde estás pasando. 
Finalmente te preocupas y preguntas: "Chofer, ¿dónde estamos? 
¿Falta mucho para llegar a Encarnación?". El responde: "Ya dejamos 
atrás Santa Rosa. Pero tuvimos que ir muy despacio a causa del mal 
tiempo. En un momento más estaremos en Coronel Bogado". 
Entonces, tú te tranquilizas y dices: "Todo está correcto. Falta poco 
para llegar, ¡gracias a Dios!"
El Apocalipsis es como un conductor que ayuda al pueblo de las 
comunidades a situarse en el largo caminar del plan de Dios, hecho en 
la oscuridad de las persecuciones. La caminata ya tiene mucho 
recorrido. Nadie sabe cuánto tiempo va a durar todavía, ni por dónde 
está pasando. Angustiados, preguntan: "¿Dónde estamos? ¿Vamos a 
demorar mucho todavía?" (6,10). Juan, el conductor, explica a los 
cristianos cuántas son las etapas del camino e informa en qué etapa 
se encuentra la comunidad. ¿Cómo hace esto? La respuesta nos lleva 
al segundo punto.

PRESENTAR COMO FUTURO 
LO QUE YA PERTENECE AL PASADO
Las visiones transportan al autor del Apocalipsis al pasado. Al inicio 
del plan de Dios, o al inicio de alguna etapa importante de ese plan. 
Estando allá, en el pasado, él mira hacia el futuro y anuncia lo que a 
va suceder, a partir de aquel momento en adelante. Una parte de ese 
"futuro" ya pertenece al pasado. Otra parte está apenas sucediendo y 
otra va a realizarse. Juan describe el itinerario del camino que el 
pueblo de Dios tendrá que hacer desde el inicio, hasta la victoria final. 
El Apocalipsis tiene dos itinerarios de este tipo.

Primer itinerario del camino del pueblo (4,1-11,19)
En el año 95, época de la persecución del Domiciano, Juan tiene 
una visión. El ve una puerta abierta en el cielo (4,1). Entra y allí dentro 
ve el trono de Dios (4,2-11). A continuación ve un Cordero con una 
herida mortal (5,6), que recibe de Dios un libro cerrado con siete sellos 
(5,7-12). Es el momento de la resurrección de Jesús y de su entrada 
gloriosa en el cielo a la derecha del Padre. Por tanto, viviendo en el 
año 95, Juan fue transportado en el espíritu al año 33, al año de la 
muerte y resurrección de Jesús. 
Allá en el pasado, al comienzo de la última etapa del plan de Dios, 
Juan mira ahora al futuro y "describe las cosas que deben suceder" 
(4,1). Describe el itinerario del camino del pueblo, que va desde el año 
33, hasta el fin de la historia. El itinerario está en el libro cerrado con 
siete sellos (5,1). Los siete sellos son las siete etapas del camino.
Las primeras cuatro etapas (6,1-8) describen cosas que ya 
sucedieron entre el año 33 y el año 95 y que el pueblo ya conocía. La 
quinta etapa (6,9-11) describe la persecución que estaba sucediendo 
en el año 95. En la apertura del quinto sello, Juan dice: "Vi debajo del 
altar las vidas de los que habían sido muertos por causa de la Palabra 
de Dios y del testimonio que habían dado de ella" (6,9). De esta quinta 
etapa se dice que va a durar sólo "un poco más de tiempo" (6,11). La 
sexta etapa (6,12-7,17) describe las cosas que aún van a suceder 
entre el año 95 y el fin de los tiempos. La apertura del séptimo sello 
(8,1-11,19) marcará el fin del camino. Ahí "ya no habrá más tiempo" 
(10,6). ¡Será el final!
Mirando este itinerario, el pueblo perseguido de las comunidades se 
sitúa en el camino y se tranquiliza: "Estamos en la quinta etapa. 
¡Nuestro camino está de acuerdo con el plan de Dios! ¡Es él quien nos 
conduce! ¡Falta poco para que lleguemos a la meta! ¡Vamos a 
resistir!

Segundo itinerario del camino del pueblo (12,1-22,21)
El capítulo 12 es un nuevo comienzo. Juan tiene una visión: ve dos 
signos en el cielo, una mujer embarazada que grita con dolores de 
parto (12,1-2) y un dragón enorme (12,3-4), que es Satanás, "la 
antigua serpiente" (12,9). Los dos están en lucha (12,4). Es la lucha 
anunciada por Dios en el Paraíso Terrenal, en el comienzo de la 
creación (Gen. 3,15). El dragón quiere devorar al niño que está por 
nacer (12,4). Pero el niño, a la hora de nacer, es arrebatado al lado de 
Dios, en el cielo (12,5) y el dragón es derrotado (12,7-9). Es la victoria 
de Jesús, que resucita y entra victorioso al cielo (2,10-12). Por lo tanto, 
viviendo en el año 95, Juan es transportado en espíritu, al mismo 
tiempo, al comienzo de la creación del mundo y al comienzo de la 
nueva creación, iniciada por la resurrección de Jesús.
Allá en el pasado, desde lo alto del cielo y al lado de Jesús 
victorioso, él mira nuevamente hacia el futuro y hace un segundo 
itinerario para el camino del pueblo perseguido de las comunidades. 
Primero (12,13-17) describe las cosas que ya sucedieron entre los 
años 33 y 95. El explica en esta parte el origen de la persecución que 
asola a las comunidades. A continuación (13,1-14,5) describe la 
persecución que estaba sucediendo en el año 95. Por un lado está el 
Imperio Romano, la bestia, que recibió todo el poder del dragón 
(13,1-18). Por otra parte está Jesús, el Cordero, que recibió todo el 
poder de Dios y que tiene un ejército de 144,000 vírgenes (14,1-5). 
Finalmente (14,6-13), Juan trae el anuncio final de las cosas que van a 
suceder entre el año 95 y el fin de la historia. Todo lo que sigue 
después (14,14-22,21) como luego veremos, no es más que la 
ejecución minuciosa de ese anuncio final que predice la condenación y 
la derrota total de las fuerzas del mal.
Así, por medio de estos dos itinerarios, Juan va quitando el velo de 
los acontecimientos de la persecución y revela dentro de ellos la 
presencia de la Buena Nueva de Jesús. Los itinerarios ofrecen al 
pueblo de las comunidades la visión de conjunto del plan de Dios y del 
camino a través de la historia. Muestran cómo la misma persecución 
forma parte de ese plan. La persecución es sólo una etapa del camino, 
necesaria para llegar al final. Leyendo los dos itinerarios, el pueblo 
mira como en un espejo y descubre allí mismo en qué altura o paso del 
camino se encuentra. La oscuridad de la persecución se ilumina por 
dentro, el velo va cayendo y el rostro de Dios reaparece, de nuevo, en 
la historia del pueblo.

LOS SIETE CONSEJOS QUE JUAN NOS DEJO
Antes de que comencemos la lectura del Apocalipsis, capítulo por 
capítulo, conviene recordar los siete consejos que nos dejó Juan 
regados en las páginas del Apocalipsis. Son consejos que enseñan 
cómo debemos de hacer esta lectura.
1. Leer y escuchar en comunidad. Juan dice: "Feliz el que lee y los 
que escuchan las palabras de esta profecía" (1,3). Es uno solo el que 
lee. Son más de uno los que escuchan. Por tanto, Juan sugiere que la 
lectura sea hecha en comunidad. Además, él escribe el Apocalipsis 
para las comunidades (1,4.11).
2. Sin aumentar ni quitar nada: Muchas veces la persona no conoce 
el texto del Apocalipsis. Nunca lo leyó; sólo oyó hablar de él. Lo conoce 
adornado o a medias. ¡Eso no vale! Es preciso mirar bien lo que está 
escrito, sin aumentar ni quitar nada. Juan dice: "A todo el que oye las 
palabras de la profecía de este libro, yo declaro: ¡Si alguien aumenta 
alguna cosa, Dios le aumentará las plagas descritas en este libro! Y si 
alguien quitara alguna cosa de las palabras del libro de esta profecía, 
Dios también va a quitarle su parte del árbol de la vida y de la Ciudad 
Santa, que están escritas en este libro" (22,18-19).
3. Usar la inteligencia. Juan escribe para el pueblo de las 
comunidades, que no era un pueblo muy instruido. El cree en la 
inteligencia del pueblo. Por dos veces pide que las personas usen su 
inteligencia para descubrir el sentido de las cosas que él escribe 
(13,18; 17,9). La inteligencia y la sabiduría del pueblo que se reúne en 
comunidad, mantienen la imaginación dentro de la línea correcta.
4. Tener sed de verdad y de vida. Juan dice: "¡Que venga el 
sediento y el que quiera reciba gratuitamente agua de vida!" (22,17). 
O sea, el que va a leer el Apocalipsis no se debe dejar llevar por los 
intereses de nadie. Por el contrario, debe buscar sólo aquella verdad 
que sirve para mejorar la vida. Ahí, el sediento encontrará el agua de 
vida de la que Juan habla. De acuerdo con Jesús, el amor a la verdad 
está en los pequeños. Ellos entienden mejor (Mt 11,25-26).
5. Abrirse a la acción del Espíritu Santo. El Apocalipsis no es una 
palabra cualquiera. Es una profecía venida del Espíritu Santo 
(22,6.10.13). Por eso, la comunidad debe abrir los oídos para 
escuchar lo que el Espíritu tiene que decir: "Quien tiene oídos para oír, 
oiga lo que el Espíritu dice a las comunidades" (2,7.11.29; 3,6.13,22). 
La inteligencia humana sola no es capaz de entender la palabra de 
Dios. El Espíritu es un don de Dios que se alcanza únicamente por la 
oración (Lc 11,13).
6. Hacer que el mensaje se vuelva oración. Juan dice: "El Espíritu y 
la Esposa dicen: ¡Ven! Que el que oiga, diga también: ¡Ven!" (22,17). 
La esposa es la Iglesia, la comunidad. Animada por el Espíritu, ella 
reza. Los miembros de la comunidad deben hacer la misma cosa. En la 
medida en que van "oyendo" y entendiendo el mensaje del Apocalipsis, 
deben expresarlo en oración. Esto es, deben rezar para que Jesús 
venga a realizar en ellos el mensaje que han escuchado. Sin su ayuda, 
nada se hace (Jn 15,5).
7. Practicar la palabra oída. No basta sólo con oír, ni basta sólo con 
rezar. Tenemos que practicar la palabra. Juan dice: "Feliz el que 
practica las palabras de la profecía de este libro" (22,7). Y aún más: 
"Feliz el que lee y los que escuchan las palabras de esta profecía, si 
practican lo que en ella está escrito" (1,3). El mensaje de Dios no 
puede quedarse escondido en el secreto de la conciencia, sino que 
debe de recorrer el mundo (22,10). Es la práctica de las comunidades 
la que lo divulga.

LA PUERTA DE ENTRADA AL LIBRO DEL APOCALIPSIS
Finalmente un último consejo. Juan escribió el Apocalipsis en forma 
de carta. Mandó esta carta a siete pequeñas comunidades 
perseguidas por el Imperio Romano (1,4.9.11). Ahora bien, la mejor 
manera para que tú entiendas el mensaje de una carta es que estés 
en casa del destinatario de esa carta en el momento en el que él la 
recibe y la lee. Ahí sientes muy de cerca la amistad que une al escritor 
y al lector de la carta y entiendes mejor el consuelo que ella trae. ¿No 
es así?
Esto es exactamente lo que Juan quiere. El pide que su carta sea 
leída en grupo, en la misma comunidad (1,3). Por esto, aquellos siete 
consejos sólo funcionan si tú lees la carta del Apocalipsis en una casa 
de las comunidades perseguidas. Esto es, si te colocas al lado de los 
pobres y de los oprimidos de nuestras comunidades de hoy en día; si 
sabes entender y defender la causa de los que son perseguidos por la 
justicia. Esta es la mejor puerta de entrada al libro del Apocalipsis. Los 
que se quedan del lado de aquellos que oprimen y persiguen al 
pueblo, no van a poder entender nada del mensaje que Juan tiene hoy 
para nosotros.


QUINTO CAPITULO
"QUIEN TIENE OIDOS, OIGA LO QUE EL ESPIRITU
DICE A LAS COMUNIDADES" LA CARTA A LAS SIETE COMUNIDADES 

(Apocalipsis 1-3)

LA HISTORIA DE COMO NACIO Y CRECIO 
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS
Un albañil experimentado es capaz de contar la historia de una casa. 
El examina la construcción y dice: "La baranda de la entrada fue hecha 
después. Basta ver los signos en la ventana y en la puerta. La cocina 
fue agrandada. Vea el piso y aquella viga de concreto allí, en el techo. 
En el dormitorio de los niños se levantó el tejado, se aumentaron dos 
paredes y se aprovechó el ángulo vacío que había allí. Al principio sólo 
había dos cuartitos, una pequeña cocina y un baño". El albañil sabe, 
porque entiende de construcciones.
El Apocalipsis es como una casa popular. Creció poco a poco, de 
acuerdo con las necesidades del pueblo de las comunidades. Algunos 
albañiles experimentados examinaron las señales en las paredes, en el 
piso, en el techo y en el tejado del Apocalipsis y concluyeron lo 
siguiente:
Primero Juan hizo los capítulos 4 hasta el 11. Fue el comienzo. 
Probablemente en el año 64, época de la persecución de Nerón. Pero 
la persecución aumentaba y los problemas crecían. Ya no cabían en 
los capítulos 4 al 11. Era necesario aumentar la casa. El pueblo estaba 
pidiendo una reflexión más profunda sobre la persecución y sobre la 
política del Imperio Romano. Para responder a este problema, Juan 
escribe los capítulos 12 hasta el 22. Esto fue en el año 95, época de la 
persecución de Domiciano. Finalmente se hizo el pórtico del frente, los 
capítulos 1 al 3. Arregló el patio de atrás (22,21) y, ¡la casa quedó 
lista!
Ustedes preguntan: "¿Cómo es que nosotros podemos saber todo 
esto?" Y yo pregunto: "¿Cómo es que el albañil sabe acerca de las 
construcciones?". Pero esta conversación de albañiles no es el asunto 
de nuestro libro. Son cosas que se discuten en la escuela profesional, 
en un curso de albañilería.
El pórtico de entrada hace a la casa acogedora. Los capítulos 1 al 3, 
o sea, la "Carta a las siete comunidades", sirven como puerta de 
entrada a todo el libro. Es la percha donde se cuelga el resto. Estos 
capítulos transforman el Apocalipsis en una carta cariñosa y 
acogedora, con una dirección precisa. Son el pórtico de entrada del 
Apocalipsis donde Juan recibía al pueblo perseguido de las 
comunidades. ¡Vamos a penetrar en ese pórtico!

TITULO Y RESUMEN DEL APOCALIPSIS (1,1-3)
El título es "Revelación de Jesucristo" (1,1). El resumen (1,1-3) 
explica el origen de esa revelación: viene de Dios, a través de Jesús 
(1,1). Explica su valor: es Palabra de Dios, confirmada por Jesús (1,2); 
su exigencia: debe de ser escuchada y practicada (1,3); su 
recompensa: la felicidad (1,3); su urgencia: "¡El tiempo está cercano!" 
(1,3).

SALUDO INICIAL (1,4-8)
Juan inicia el libro deseando al pueblo de las comunidades de Asia 
"gracia y paz" de parte de la Santísima Trinidad (1,4). Hoy decimos: 
"Padre, Hijo, Espíritu Santo". Juan dice lo mismo, pero de manera 
diferente. El dice "El que era, que es y que viene, los Siete Espíritus y 
Cristo Jesús" (1,4-5). En el nombre uno dice lo que piensa y espera de 
una persona. Vamos a ver lo que Juan piensa y espera del Padre, del 
Hijo y del Espíritu Santo:
1. El Padre: "El que era, que es y que viene". Al principio, el Padre 
es llamado "El que era, que es y que viene" (1,4.8; 4,8). Al fin de la 
historia, su nombre es ya: "El que era y es" (11,17). Al final él ya no 
viene más, pues ¡ya vino! Ya realizó su plan. O sea, el Apocalipsis 
describe la venida de Dios en la historia de su pueblo. No es un Dios 
distante, fuera de la historia, sino que es un Dios que tiene historia. 
¡Tiene pasado, presente y futuro! ¡Era, es y viene! La historia de Dios 
es la historia de su pueblo ¡Dios está con él, camina con él!
El nombre era, es y viene, recuerda la frase con la que Dios explicó 
a Moisés el sentido de su nombre. Yavé: "¡Yo soy el que soy!" (Ex 
3,14). Para Juan, el Dios de las comunidades continúa siendo el mismo 
Dios que, a la hora de liberar al pueblo de Egipto, cambió de nombre y 
se dio a conocer presentándose como Yavé, Dios presente, Dios 
liberador "¡Este es mi nombre para siempre!" (Ex 3,15).
2. El Espíritu Santo: "Los siete espíritus que están delante del trono 
de Dios". Son espíritus, esto es, son la acción invisible de Dios en la 
vida y en la historia de los hombres. "El Espíritu del Señor llena el 
universo" (Sab 1,7). El número siete representa la plenitud de acción 
con la que Dios actúa en el mundo para realizar su plan. Están delante 
de su trono, es decir, están siempre listos para atender a cualquiera 
orden del Padre (5,6).
3. El Hijo: Cristo Jesús, Testigo fiel, Primogénito de entre los 
muertos, Rey de reyes. Jesús recibe muchos nombres. Cada nombre 
revela un aspecto de su rostro. Testigo fiel: Jesús dio la prueba de que 
Dios es fiel en el cumplimiento de sus promesas. Primogénito de entre 
los muertos: Jesús, nuestro hermano mayor, venció a la muerte y está 
vivo (1,18). En él ya está realizada la promesa que el Padre hizo para 
todos. Rey de los reyes de la tierra: Jesús tiene el poder de realizar la 
promesa del Padre. Los reyes de la tierra y el emperador de Roma no 
conseguirán impedirlo. Jesús es más fuerte, está muy por arriba de 
ellos y los domina.
Este Jesús fuerte, fiel y hermano, nos ama (1,5). Llegó a derramar 
su sangre para liberarnos (1,5) y hacer de todos nosotros un "reino de 
sacerdotes" (1,6). El tiene "el dominio por los siglos de los siglos" (1,6). 
Al final de los tiempos, él volverá sobre las nubes. ¡Todos lo verán y se 
golpearán el pecho! Incluso aquellos que lo clavaron en la cruz (1,7).
Y todo esto es lo que Juan piensa y espera del Padre, y del Hijo y 
del Espíritu Santo. El saludo inicial es un breve resumen de toda la 
Buena Nueva del Apocalipsis.

EL ORIGEN DEL LIBRO, LA VISION DE JESUS (1,9-20)
El Apocalipsis nació de una visión que tuvo Juan de Jesús. Juan 
hasta recuerda el día y el lugar. Fue un domingo, "un día del Señor" 
(1,10), allá en la Isla de Patmos (1,9). Jesús apareció y dijo: "Escribe 
en un libro lo que veas y manda ese libro a las siete comunidades" 
(1,11). Al final de la visión Jesús repite la misma orden (1,19). Fue una 
visión importante. Conviene estudiarla más de cerca.
1. Una llave de lectura para entender mejor 
la visión que Juan tuvo de Jesús
Una visión es como un sueño. No puede ser tomado al pie de la 
letra, palabra por palabra. ¡Sería imposible y hasta inútil! ¿Cómo 
entender, por ejemplo, pies de bronce (1,15), rostro como el sol (1,16), 
una espada saliendo de la boca (1,16)? ¡Juan es más artista que 
técnico, y más poeta que profesor! Su visión es fruto de una 
experiencia. Juan debe de haber tenido una experiencia profunda del 
poder, del amor y de la santidad de Jesús. Y ahora, por medio de 
imágenes, trata de comunicar a otros lo mismo que él experimentó. Usa 
imágenes conocidas, que el pueblo entendía. El pueblo tal vez no 
llegará a entender todos los detalles, pero adivinará el sentido del 
conjunto, pues tiene la misma fe en el mismo Cristo Jesús.
Conclusión: el solo estudio no basta para entender las visiones; es 
necesario tener la misma fe y la misma experiencia de Dios y de Jesús. 
¡Las visiones son un verdadero desafío para nosotros!
2. Algunas pistas para entender mejor los detalles de la visión
Los siete candeleros (1,12) son las siete comunidades (1,20). El hijo 
del hombre (1,13) es Jesús, el Mesías. La túnica larga (1,13) es signo 
de su sacerdocio. El cinturón de oro (1,13) nos dice que él es Rey. Los 
cabellos blancos (1,14) sugieren su eternidad. Los ojos como llamas 
de fuego (1,14) indican su ciencia divina. Los pies de bronce (1,15) 
son señal de firmeza y de estabilidad. Su voz fuerte, como el estruendo 
de aguas torrenciales (1,16), revela majestad y poder. Las siete 
estrellas en su mano (1,16) son los siete coordinadores o ángeles 
protectores de las comunidades. La espada que sale de su boca 
(1,16) es su palabra, que tiene el poder de Dios. Su rostro como el sol 
(1,16), sugiere autoridad. Al ver a Jesús, Juan cae como muerto a sus 
pies (1,17). Esto refleja la situación de las comunidades, que tenían 
miedo a la persecución y a la muerte.
A esta altura de la visión, Jesús comienza a actuar. Coloca su mano 
derecha sobre Juan (1,17) y dice: "¡No tengas miedo! Soy Yo, el 
Primero y el Ultimo! ¡Yo soy el que vive! Estuve muerto, pero ahora 
estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo en mis manos las llaves 
de la muerte y del infierno!" (1,17-18). Este gesto y esta frase de Jesús 
explican mucho más que todo lo que yo antes intenté hacer 
comprender.

LAS SIETE CARTAS A LAS SIETE COMUNIDADES (2,1 - 3,22)
Son cartas muy pequeñas, sencillas y personales, para las 
comunidades de Efeso (2,1-7), Esmirna (2,8-11), Pérgamo (2,12-17), 
Tiatira (2,18-29), Sardes (3,1-6), Filadelfia (3,7-13), y Laodicea 
(3,14-22). No vamos a explicar cada carta. Damos sólo algunas 
informaciones generales para todas las cartas.
1. Las siete divisiones de cada carta
Las siete cartas tienen la misma forma, el mismo estilo. Tienen las 
mismas siete partes:
A. Todas ellas son dirigidas al "ángel de la comunidad" (2,1.8.12.18; 
3.1.7.14).
B. Todas se presentan como palabra de Jesús: "Así habla..." 
(2,1.8.12.18; 3.1.7.14).
C. En cada carta Jesús recibe un título (2,1.8.12.18; 3,1.7.14).
D. En todas las cartas, Jesús comienza diciendo: "Yo conozco..." y 
describe las cualidades positivas de la comunidad (2,2-3.9.13.19; 3,8). 
La comunidad de Laodicea no tiene nada de positivo; ella no es ni fría 
ni caliente (3,15).
E. Jesús describe lo que cada comunidad tiene de negativo y hace 
advertencias (2,4-6.14-16.20-25; 3,2-3.15-19). Dos comunidades no 
tienen nada de negativo: Esmirna y Filadelfia. A éstas, Jesús les da 
consejos de perseverancia (2,10; 3,11). En la comunidad de Sardes, lo 
negativo es más fuerte que lo positivo (3,4). Por esto, allá se invierte el 
orden.
F. Todas ellas tienen la advertencia final: "¡El que tenga oídos, 
escuche este mensaje del Espíritu a las comunidades!" (2,7.11.17.29; 
3,6.13.22).
G. Todas ellas terminan con una promesa al vencedor 
(2,7.11.17.26-28; 3,5.12.21).
2. Siete sugerencias para la lectura y el estudio de las siete cartas
A. Conocer la situación de las comunidades. ¿Qué es lo que cada 
comunidad tiene de positivo y de negativo? ¿Cuál es el punto en que 
cada una debe de esforzarse más? ¿Cuáles son los peligros que la 
amenazan? Comparar con la situación de hoy en día.
B. Enfrentar la situación. ¿Cómo pide Juan que estas comunidades 
enfrenten la situación? ¿Cuáles son los recursos que cada comunidad 
dispone para superar sus problemas? Y ¿cómo enfrentamos hoy los 
problemas?
C. Alimentarse del Antiguo Testamento. ¿Cuáles son los textos y 
acontecimientos del Antiguo Testamento que son citados y recordados 
en cada carta? ¿Cuáles son las fuerzas del pasado que Juan quiere 
despertar en el pueblo? ¿Qué hacemos hoy para recuperar la 
memoria y hacer despertar en el pueblo la fuerza de su pasado?
D. Profundizar la fe en Jesús. ¿Cuáles son los títulos que Jesús 
recibe en cada carta? ¿Cuál es el sentido y cuál es la fuerza de cada 
título para la vida del pueblo? Comparar éstos, con los títulos que 
Jesús recibe hoy en día.
E. Saborear las imágenes y las comparaciones. ¿Cuáles son las 
imágenes o comparaciones usadas en cada carta? ¿De dónde fueron 
sacadas: del Antiguo Testamento, de la vida, de la naturaleza, o de la 
cultura del pueblo? ¿Cuál es el sentido y la fuerza de cada imagen 
para la vida? Tan sólo en la "promesa al vencedor", las siete cartas 
usan las siguientes imágenes: árbol de vida (2,7), paraíso de Dios 
(2,7), segunda muerte (2,11), maná escondido (2,17), piedra blanca 
(2,17), nombre nuevo (2,17; 3,12), cetro de hierro (2,27), vaso de 
barro (2,27), estrella de la mañana (2,28), vestido blanco (3,5), libro de 
la vida (3,5), columna en el templo de Dios (3,12), nueva Jerusalén 
(3,12), sentarse con Jesús en el trono del Padre (3,21). Esta muestra 
da una idea de la riqueza contenida en las siete cartas.
F. ¡Animarse con la promesa al vencedor! ¿Cuál es la promesa que 
cada carta ofrece al vencedor? ¿Cómo ayuda ésta a perseverar en la 
lucha y a aguantar la persecución? ¿Cuál es la promesa que hoy 
anima al pueblo en su caminar?
G. Imitar el ejemplo de Juan. Informarse sobre la situación concreta 
de las comunidades de hoy que ustedes conocen. De vez en cuando, 
reúnan a su comunidad y en nombre de Jesús escriban una pequeña 
carta a una comunidad que esté necesitada de una apoyo en su 
caminar.


SEXTO CAPITULO
"¡SABRAN QUE YO SOY Yavé, SU DIOS Y SU LIBERTADOR!" 
PRIMER ITINERARIO DEL CAMINO DEL PUEBLO
(Apocalipsis 4 - 11)

Después de la comunicación de las siete cartas, Juan lleva al pueblo 
de las comunidades al cielo. Allá, desde lo alto, ellos van a mirar a la 
tierra y presenciar "las cosas que deben suceder" (4,1). Van a estar 
presentes como si estuvieran en un teatro, en el que ellos mismos 
están actuando. ¡El teatro de la historia humana!
Nosotros también vamos a entrar junto con ellos. Vamos a entrar por 
la puerta que Juan encontró abierta (4,1). ¡Prepárense a entrar en la 
morada de Dios! No entren ahí como quien ya sabe todo. Entren más 
bien para encontrarse con Dios, para adorarle y recibir de él el 
entendimiento y la valentía que están buscando. Ahora entremos.

LA VISION DEL TRONO DE DIOS (4,1-11)
Entrando al cielo, la primera cosa que se ve es el trono: "En el cielo 
había un trono colocado y en el trono Alguien estaba sentado" (4,2). 
La visión del trono es el telón de fondo de todo el Apocalipsis, desde el 
comienzo (1.4), hasta el final (22,3). Esta visión revela la grandeza de 
Dios. Invisible desde lo alto del trono, Dios dirige la última fase de su 
plan, que va a iniciarse ahora (4,1).
La visión del trono es como un música tocada con muchos 
instrumentos. Comienza muy bajito, va aumentando y explota en la 
exclamación: "¡Santo, Santo, Santo! ¡Señor! ¡Dios todopoderoso!" 
(4,8). El nombre de Dios es proclamado. "ERA, ES Y VIENE" (4,8). Es 
el nombre que viene del Exodo: Yavé, Dios con nosotros, Dios 
liberador! (Ex 3,14-15). Al iniciar la última fase de su plan de salvación, 
Dios mantiene el mismo nombre con el que inició la primera etapa. Y él 
va a mantener su nombre hasta el final (11,17). ¡Dios no cambió! Y no 
va a cambiar.
En el nombre Yavé está expresado el compromiso que Dios asumió 
de estar siempre con su pueblo para liberarlo. Y Dios es fiel al 
compromiso. Dios dio prueba de ello. El Exodo fue la primera prueba: 
"Ustedes sabrán que Yo soy Yavé" (Ex 6,7). Los hechos que van a ser 
relatados ahora, serán la última prueba, prueba definitiva de que él es 
Yavé, Dios liberador.
El nombre Yavé es el armario abierto de la fe, de la esperanza y del 
amor del pueblo (Ex 34,6-7). El viento de las persecuciones cerró el 
armario y el pueblo se quedó desprotegido. Juan comenzó a abrirlo de 
nuevo, para poder ofrecer al pueblo la luz y la fuerza que estaba 
necesitando.

LA VISION DEL CORDERO HERIDO DE MUERTE (5,1-14)
La visión continúa. En la mano de Dios está un libro cerrado con 
siete sellos (5,1). Este libro contiene el itinerario de la historia, desde el 
año 33 hasta el fin. Nadie es capaz de abrir el libro (5,3). Juan llora 
(5,4). Es la situación de las comunidades. Ellas lloran porque 
encuentran que Dios ya no controla la historia. Alguien dice: "No llores. 
Mira, ha vencido el León de la Tribu de Judá, el Brote de David; el 
abrirá el libro de los siete sellos" (5,5). Juan mira, pero no ve ningún 
león, ni retoño alguno. El ve un Cordero degollado que está de pie 
(5,6). Es Jesús que acaba de entrar en el cielo, llevando en su cuerpo 
las señales de la pasión (Jn. 20,27). Jesús recibe el libro de la mano 
de Dios (5,7) y se convierte así en el Señor de la historia (5,13). Es él 
quien va a asumir el control de los acontecimientos y ejecutar el plan 
de Dios.
En el pasado, la sangre del cordero liberó al pueblo de Egipto (Ex 
12,13-14) e hizo de él un "reino de sacerdotes" (Ex 19,6). Ahora es la 
sangre de Jesús, el nuevo Cordero, la que está liberando al pueblo, 
haciendo de él un "reino de sacerdotes" (5,9-10). La liberación ya está 
en camino. ¡El éxodo ya comenzó! Resucitando de la muerte, Jesús 
recibió todo el poder y asumió el liderazgo (5,12-13). Si el Imperio 
Romano no quiere reconocerlo, peor para el imperio. Pues va a ser 
derrotado por el Cordero, (17,14). Y, como en el antiguo éxodo (Ex 
15,1-22), también ahora todos estallan en un "canto nuevo" de 
alabanza (5,9.12-14).
Se canta mucho en el Apocalipsis. Juan retoma la letra de muchos 
himnos y aclamaciones (4,8.11; 5,9-10.12.13; 6.10; 7,10.12; 
11,15.17-18; 12,10-12; 15,3-4; etc.). ¿Será sólo para informar de lo 
que se cantó allá en el cielo? No, sino para animar al pueblo 
perseguido (y a nosotros también) a cantar el mismo canto de victoria 
y de alegría. El Apocalipsis es una gran celebración, desde el 
comienzo hasta el fin. Celebra y enseña a celebrar la vida y la lucha 
del pueblo. Para Juan, la caminata del pueblo de Dios a través de la 
historia, en la noche oscura de las persecuciones, es como una larga 
procesión luminosa que sigue cantando a las fuentes de la vida (7,17). 
Es como si nos pidiese a todos nosotros: "¡Enciende tu vela tú 
también! ¡Entra en la procesión del pueblo! ¡Participa en la celebración 
y canta con nosotros!".
Así, poco a poco, va apareciendo ya el orden en que Juan colocó los 
cuadros en la pared del Apocalipsis. El va sugiriendo que el éxodo, la 
liberación, no es un hecho del pasado o algo que se queda en sentida 
nostalgia. Sino que es una realidad presente, vivida por el pueblo de 
las comunidades. Sí, Juan comenzó a quitar el velo de los 
acontecimientos y el pueblo ya está percibiendo en ellos los trazos del 
rostro de Yavé.

LA APERTURA DE LOS SIETE SELLOS (6,1-17)
La visión continúa. Jesús, el Cordero, rompe los sellos del libro 
cerrado (6,1) que contiene el itinerario de la historia del pueblo. 
Conducida por Jesús, la historia comienza a avanzar, sello tras sello, 
etapa tras etapa, del año 33 en adelante. Juan y el pueblo quedan 
atentos, asistiendo a todo. Quieren entender el sentido de la 
persecución que los arrasa.
Cuatro sellos son abiertos (6,1.3.5.7), cuatro etapas pasan. En el 
quinto sello aparece la persecución del año 95. Aparece el pueblo 
perseguido que clama por justicia y venganza (6,9-10). Juan y el 
pueblo se reconocen: "¡Somos nosotros! ¡Es nuestro tiempo! ¡Vamos a 
ver qué va a pasar!". Oyen el aviso: "Aguanten un poco más de 
tiempo, hasta que se complete el número de sus compañeros y 
hermanos" (6,11). La persecución tiene un plazo fijo para terminar. 
Señal de que Jesús controla la situación.
En la apertura del sexto sello (6,12), ellos pasan a contemplar el 
futuro que vendrá después de la persecución. Este futuro va a dar 
sentido a la persecución, pues viene a revelar la misión del pueblo 
perseguido.
La primera cosa que aparece en el sexto sello es una tremenda 
calamidad (6,12-14). "Los reyes de la tierra con sus ministros, los 
generales, los ricos y los poderosos y toda la gente, así esclavos como 
hombres libres, fueron a esconderse en cavernas..." (6,15). Huyen de 
miedo y gritan despavoridos: "¡Llegó el gran día de la ira de Dios! 
¿Quién va a poder quedarse en pie?" (6,17).
La situación cambió totalmente. Los que en la quinta etapa todavía 
dominaban y perseguían, ahora ellos, en la sexta etapa, huyen 
despavoridos. Y al pueblo de las comunidades, ¿qué va a sucederle 
en el sexto sello? ¿Va a escapar de la calamidad, va a tener que sufrir 
todavía más? La respuesta viene enseguida, en las visiones del censo 
(7,1-8) y de la multitud sin número (7,9-17). Sin embargo, conviene 
antes explicar el sentido de esta división de la historia en siete 
etapas.
Los siete sellos del itinerario de la historia abiertos por el Cordero no 
deben de ser calculados en etapas de meses, años o siglos. 
Dividiendo toda la historia en siete etapas, Juan quiere enseñar lo 
siguiente: todo, todos los acontecimientos, todos los pueblos, todas las 
personas, aun las que se dicen neutrales, aun el emperador con su 
imperio, queriéndolo o no, todo y todos estamos dentro de la gran 
lucha entre el bien y el mal, entre la justicia y la injusticia, entre la 
libertad y la opresión, entre Dios o Satanás. No existe una gradería 
para asistir, como desde afuera del campo, al juego de la historia. 
Todos estamos dentro de la cancha, jugando a favor o en contra del 
plan de Dios. ¡Sepamos elegir el lado correcto: el lado de la justicia y 
de la libertad, el lado de Dios y de la victoria! ¡Tú también!

LA MISION DEL PUEBLO DE LAS COMUNIDADES (7,1-17)
1. El censo en el desierto (7,1-8)
La visión del sexto sello continúa. Juan cuelga un cuadro más en la 
pared del Apocalipsis. Un cuadro lindo, traído del pasado, del éxodo. 
En el pasado, después de la salida de Egipto, hubo un censo de las 
tribus (Núm 1,20-43). Aquel recuento del pueblo, hecho allá en el 
desierto, fue el inicio de la nueva organización igualitaria y fraterna del 
pueblo, de acuerdo con la ley de Dios. Lo opuesto a la organización 
opresora del Faraón de Egipto.
Ahora bien, en el sexto sello Dios decreta un nuevo censo. Es el 
censo de los "siervos de nuestro Dios" (7,3), que soportaron la 
persecución sin contaminarse con los falsos dioses del imperio (14,4). 
Un ángel es enviado para marcarlos (7,3). Todos reciben la marca de 
Dios, que es señal de protección (9,4). El número de los marcados es 
144,000 (7,4). De cada tribu, 12,000 (7,5-8). Ahora el número está 
completo. Ya no falta nadie más (6,11).
De hecho, la situación cambió en el sexto sello, y por completo. Los 
opresores huyeron despavoridos (6,15-17). Y el pueblo que vivía 
aplastado y disperso (6,9-10), se presenta ahora al mundo en una 
organización perfecta, unidos entre sí (7,5-8), ¿Cuál es el sentido de 
todo esto?
2. La lección del censo
Mirando en este espejo de su pasado, el pueblo perseguido de las 
comunidades descubre su futuro. El sexto sello va a destruir el poder 
de los grandes con la "ira de Dios" (6,17) y va a proteger la vida de los 
pequeños con la "marca de Dios" (7,3). Por eso, los pequeños no 
deben tener miedo de la calamidad que se abate sobre los grandes 
(6,12-15), ni del poder que persigue a las comunidades. En vez de 
gastar energía combatiendo directamente ese poder, deben aplicar su 
esfuerzo en preparar el futuro, imitando al pueblo del antiguo éxodo. 
Esto es, ¡deben comenzar a organizarse, desde ya, de manera 
igualitaria y fraterna, de acuerdo con la Ley de Dios! Pues cuando el 
poder de los grandes cae en el sexto sello por podrido, destruido a 
causa de las plagas de la historia (6,15-17), entonces los pequeños 
deben estar listos para presentarse al mundo, unidos entre sí, en una 
nueva organización, contraria a la organización opresora del Imperio 
Romano.
3. La multitud que nadie podía contar (7,9-17)
La visión sigue. Juan ve "una gran multitud que nadie podía contar" 
(7,9). Todos vestidos de blanco, con palmas en la mano, delante del 
trono, alaban a Dios, formando coro con los ángeles del cielo (7,9-12). 
Juan no sabe quiénes son. Se extraña y pide una explicación 
(7,13-14). La multitud no viene de las doce tribus ya marcadas con la 
señal de Dios (7,3-8). Viene de la humanidad entera, "de todas las 
naciones, tribus, pueblos y lenguas" (7,9).
Se trata de los que vienen de la "gran tribulación" (7,14), de la 
persecución del imperio. Lavaron sus vestidos en la sangre del 
Cordero (7,14). Como las doce tribus, ellos salieron de Egipto y ahora 
están como en el desierto, delante del trono de Dios (7,15). Dios 
extiende sobre ellos su tienda de campaña (7,15) y enjuga todas las 
lágrimas (7,17). Bajo la protección del Cordero, no pasan hambre ni 
sed, ni sufren con el calor del sol (7,16). Jesús los conduce a las 
fuentes de la vida (7,17). Su vida es un servir, alabando a Dios 
(7,15).
Esto quiere decir que el nuevo éxodo no es sólo de las 
comunidades, sino que es de la humanidad entera. Las comunidades 
no pueden pensar que ellas son las únicas que resisten contra el 
imperio. Ni pueden querer controlar la acción de Dios en el mundo. 
Yavé, el Dios liberador, no es propiedad de las comunidades. Las 
comunidades sí son propiedad de Yavé (Ex 19,5). En medio de la 
humanidad oprimida que lucha y resiste contra la opresión, ellas deben 
ser un signo de Dios. Por su organización fraterna, nacida de Dios, 
deben presentarse al mundo como un servicio, como una posible 
alternativa para la libertad y para la justicia.
Por eso, mientras dure la persecución del quinto sello, el pueblo de 
las comunidades debe aguantar firme (2,13.25; 3,11; 6,11). Debe 
resistir hasta la muerte (2,10). Pues por su resistencia y lucha, ellas 
preparan el futuro que deberá aparecer a los ojos del mundo en la 
apertura del sexto sello. ¡Y falta poco tiempo para realizar esta misión! 
(6,11).

LAS SIETE PLAGAS DEL SEPTIMO SELLO (8,1 - 10,7)
La visión continúa. El itinerario va siguiendo su curso. El nuevo 
éxodo progresa y avanza en lo recóndito de la historia, bajo la 
protección de Yavé. Finalmente el Cordero abre el séptimo sello (8,1). 
¡Es el comienzo del fin! Aparecen siete ángeles con siete trompetas 
(8,2). Son las siete plagas finales de la historia y van a "exterminar a 
los que exterminaron la tierra" (11,18). Y van también a recompensar a 
los santos que temen a Dios (11,18).
En medio de una celebración (8,3-5), los siete ángeles se preparan 
para tocar sus trompetas y lanzar las plagas (8,6). Las cinco primeras 
plagas son: granizo (6,7), sangre (8,8), aguas amargas (8,11), 
oscuridad (8,12) y langostas (9,3-7). Son una nueva edición, revisada 
y aumentada, de las plagas de Egipto (Ex 7,8-10,29). La sexta plaga 
(9,13-19) viene del libro de la Sabiduría, donde se describe a su modo 
las plagas de Egipto (Sab 11,15-19).
A pesar de ser severo el castigo, Dios no niega el perdón. El invita a 
los opresores del pueblo a la conversión. Es por eso que las primeras 
seis plagas nunca son completas. Destruyen "sólo una tercera parte" 
(8,7.8-9.10.11.12; 9,18). Dios limita el poder destructor de las plagas 
(9,4-5). De acuerdo con el libro de la Sabiduría. El "dispone todo con 
medida, número y peso" (Sab 11,20). El castiga a unos pocos "para 
que los pecadores se alejen del mal y crean en Ti, Señor" (Sab 12,2). 
Pero no consiguió nada. Los hombres se obstinaron en seguir a los 
falsos dioses del imperio (9,20). No abandonaron "el asesinato, la 
magia, la corrupción y el robo" (9,21). ¡No se convirtieron! (9,21).
Por eso, terminada la sexta plaga del séptimo sello, el ángel de Dios 
da un grito (10,3) y hace un solemne juramento (10,5-6) diciendo: "¡Ya 
no habrá más tiempo!" (10,6). Se agotó el plazo del perdón. El tiempo 
de la conversión terminó. La séptima plaga marcará el fin (10,7). Será 
la aplicación de la justicia sin apelación. La condenación total del 
imperio. Al toque de la séptima trompeta, "se habrá cumplido el plan 
misterioso de Dios" (10,7). Será la llegada definitiva del Reino de Dios 
(11,15).

LA LLEGADA DEFINITIVA DEL REINO DE DIOS (11,14-19)
Se abre la última página del itinerario de la historia. El séptimo ángel 
toca la trompeta (11,15). Se oye un grito fuerte: "Ahora el mundo ha 
pasado a ser Reino de nuestro Dios, y de su Cristo y él reinará por los 
siglos de los siglos" (11,15). Los veinticuatro ancianos, o sea, los 
representantes de todo el pueblo, se arrodillaran, adoran a Dios y 
dicen: "Te damos gracias, Señor, Dios Todopoderoso, el que es y que 
era, por haber empezado a reinar, valiéndote de tu poder invencible" 
(11,17).
Es el inicio de la celebración final de la historia. En medio de la 
aclamación, el Nombre de Dios es proclamado: "¡El que es y el que 
era!" (11,17). Es el mismo nombre que fue proclamado al comienzo de 
la historia: "El que era, es y viene!" (4,8). Sólo que esta vez Dios ya no 
viene más. ¡El ya vino! La venida de Dios en la historia de los hombres 
es el nuevo éxodo que acaba de terminar. ¡El fin llegó! ¡Dios probó 
para siempre que él es Yavé, Dios con nosotros, Dios liberador!
Aquí termina el primer itinerario del camino del pueblo. El itinerario 
del nuevo éxodo. Esta fue la primera lectura que Juan hizo de los 
acontecimientos de la persecución.

PASANDO DEL PRIMERO AL SEGUNDO ITINERARIO
Juan supo quitar el velo y revelar, dentro de los acontecimientos, la 
presencia de la Buena Nueva de Jesús, los trazos del rostro de Dios. 
Pero el tiempo fue pasando. Llegó la persecución tan dura de 
Domiciano. La situación del pueblo cambió. El mensaje del primer 
itinerario ya no bastaba para enfrentar a los nuevos acontecimientos. 
Era necesaria una lectura más realista y ajustada a la realidad de lo 
que el pueblo estaba sufriendo.
Para responder al problema del pueblo sufrido y perseguido, Juan 
hizo el segundo itinerario (12 - 22). Amplió la casa del Apocalipsis para 
poder cobijar al pueblo y enfrentar la situación. Continúa o alarga el 
tejado de la séptima plaga (11,14-19), y construye la sala amplia del 
segundo itinerario, que va del capítulo 12, hasta el capítulo 22.
La séptima plaga es la plaga de la "ira de Dios" (11,18) contra las 
naciones que se revelaron. Es la plaga del "juicio" (11,18), en el que 
llegó la hora de "recompensar a los siervos de Dios" (11,18) y de 
"destruir a los que destruían la tierra" (11,18). El segundo itinerario, 
por así decirlo, es el eco prolongado del trueno que se oye al final de 
la séptima plaga (11,9). Es el itinerario del juicio y de la condenación 
de los que persiguen al pueblo de Dios. Con mucha valentía, Juan se 
coloca delante del emperador de Roma y, en nombre del pueblo 
perseguido, lo desafía y dice: "A pesar tuyo, mañana será un día 
distinto".
Para unir los dos itinerarios en un único libro, Juan hizo dos 
pequeñas modificaciones en las paredes del primer itinerario. Aumentó 
la visión del librito (10,8-11) donde recibió la orden: "Tienes que 
transmitir de nuevo las palabras de Dios, relativas a numerosos 
pueblos, naciones, lenguas y reyes" (10,11). Así, él advierte: "El libro 
no va a terminar después de la séptima plaga. Va a haber muchas 
otras profecías. Terminó el libro de los siete sellos, el primer itinerario. 
Ahora vamos a leer el segundo itinerario, descrito en el librito dulce y 
amargo". Además de eso, aumentó la visión de los dos testigos 
(11,1-3). Se trata de Moisés y Elías. Conforme a la esperanza del 
pueblo, Moisés y Elías debían volver para preparar la llegada del juicio 
final (Eclo 48,10; Mal. 3,23). Así, por medio de esta visión, Juan orienta 
la atención de los lectores al tema del juicio.
Al final de todo, después del juicio final, Juan retoma el tema del 
pueblo de las comunidades y cuenta cuál fue el resultado de su lucha. 
Describe cómo va a ser el nuevo futuro que las comunidades estaban 
preparando a través de su organización fraterna. Es la gran visión del 
nuevo cielo y de la nueva tierra (21,1 - 22,21).
Todo esto trae una lección muy importante. Juan quería ser fiel, no 
sólo a Dios, sino también al pueblo sufrido de las comunidades. Quería 
que su escrito fuera una respuesta real, concreta, a los problemas que 
el pueblo estaba sufriendo. Por eso él, buscando la manera más 
apropiada para expresarse, modificaba el itinerario y elaboraba otro. 
Lo importante para él era siempre lo siguiente: quitar el velo y revelar 
la Buena Nueva de Dios dentro de los acontecimientos de la marcha 
del pueblo.