JUICIO
FINAL
DE KARIYE
KILISE
b) Iglesia
Kariye Kilise de Constantinopla
c)
Pintura del Juicio final de Kariye Kilise
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“El arte bizantino (324-1453) fue el continuador de los conceptos clásicos
de la Antigüedad, pero creando también su propio sistema de categorías”.
Son palabras de Núñez Rodríguez, que añade que Constantinopla supo afirmar
una cultura romana, griega, ortodoxa y oriental. Si la romanidad cobró
protagonismo con Justiniano (s. VI), tras la querella iconoclasta (ss. VIII-IX)
Bizancio despertó hacia una cultura menos urbana y más teológica y monástica
(ss. IX-XV), donde lo griego fue el hilo conductor[1].
En este largo periodo de tiempo artístico, Bizancio basará sus recursos
en unirse ante posibles cismas doctrinales, y defenderse del enemigo exterior
llamado Islam. Una línea dura de ortodoxia (el orden divino del Pantocrátor,
canónico en el centro de la fe), y otra línea más distendida (la piedad por
multitud de santas imágenes), llevarán
a Bizancio a conseguir este doble objetivo, por el periodo de más de 1.100 años.
Fueron focos de intensidad artística en estos 11 siglos[2]:
-Justiniano
(527-565), insistente en la romanidad y paleocristianismo,
-dinastía
Heraclia (610-617), retrocedora de la iconografía imperial y promotora de
lo griego,
-periodo
iconoclasta (726-843), fomentador del exilio de iconodulos hacia el
occidente,
-dinastía
de los Macedonios (867-1056), introductora de la acción del icono sobre su
receptor,
-dinastía
de los Paleólogos (1259-1453), gran restauradora de la vieja y triunfal
imaginería cristológica y mariana.
Tras el asalto de los turcos sobre Constantinopla, Moscú tomará el
relevo de Bizancio, y la 2ª Roma prácticamente desaparecerá.
Mas conocida como la Iglesia del Monasterio de San Salvador de Chora, en
el barrio Edirnekapi de Constantinopla, y monumento bizantino más importante
después de Santa Sofía[3],
su nombre griego significa “extramuros”, por haberse iniciado, hacia el 335,
fuera de las murallas construidas por Constantino, aunque dentro de las
fortificaciones-límite construidas por Teodosio en el 413.
La Iglesia quedó destruida con el terremoto del 6 octubre del 557, y
volvió a ser reconstruida por Justiniano en forma de basílica[4].
Otro terremoto del s. VIII la derribó de nuevo, y de nuevo fue reconstruida en
el 843, recibiendo a partir de entonces numerosos donativos:
-durante
el periodo de los Commenos,
-de
María Doukaina, madre de Alexios I (1081-1118),
-de
Miguel VIII Paleólogo (1259-1282),
-de
Andrónico II (1282-1328), bajo el arquitecto Teodoro Metoquides[5].
Es uno de los frescos más majestuosos y populares del arte bizantino,
tras la escena de la Anastasis[6].
Jesús aparece en su trono, especie de medallón gigante más que
almendra mística, en el centro de la escena. A su izquierda se sitúa la Virgen
María, y a su derecha San Juan Bautista (Deesis
oriental), ambos pidiendo perdón por los pecados de los seres humanos.
A
ambos lados de Jesucristo Juez aparecen sentados, en tronos en forma de bancos
de madera, los 24 ancianos: 6+6 apóstoles en la 1ª fila, a derecha e
izquierda, y 6+6 ángeles en la 2ª fila, a derecha e izquierda. Los 12 apóstoles
portan abierto el libro de la Vida, y los 1+1 representantes de los ángeles,
vestidos con rica dalmática, miran a sus 5+5 ángeles a quienes representan, y
abren el libro de la Vida[7].
Detrás
de Jesucristo aparece un coro incontable de santos, por encima de los cuales se
observa a un ángel llevando un gigante caracol[8],
símbolo del paraíso, y el pergamino donde los pecados están descritos.
Debajo
de la imagen de Jesús se observa un trono vacío o hetimasia[9],
y a ambos lados a Adán y Eva arrodillados y siguiendo la proskinesis. Los ángeles
discuten respecto a los hechos de los espíritus.
En
la parte inferior sucede el drama tras el veredicto final. Por la derecha, se
representa a los condenados yendo a parar al río de fuego del infierno, acompañados
por Satanás. Los tormentos de los condenados se dividen en 4 pequeñas escenas:
los ricos en el infierno, el fuego, la súplica a Abraham, Lázaro joven a los
pies de Abraham. Por la izquierda, los elegidos entran en el paraíso, donde la
Virgen María aparece en un trono, y custodiada por dos de sus ángeles.
En
la pechina este de la parte inferior se observa a los ángeles que tocan las
trompetas para el Juicio Final, y en la pechina oeste de la parte inferior se
observa al mar y tierra echando fuera de sí a los muertos.
Fueron elementos de esta persuasiva y floreciente iconografía bizantina,
y tal y como se desprende del Juicio Final constantinopolitano:
-la
gradación cromática, acentuándose el color luminoso en las figuras a
resaltar (Cristo, Adán…), y dejando casi en la penumbra a las que se quiere
menospreciar (como las de los condenados, Satanás…);
-la
composición ática, dándose preeminencia absoluta a las figuras, casi sin
referencia espacial (el fondo negro se esparce por el horizonte sin cortapisa);
-el
paisaje conceptual, en este caso sin fondo de oro, pero con algún paisaje
referente a pasajes evangélicos (como el del caracol gigante, imagen del paraíso
original);
-la
perspectiva invertida, dando a las figuras posteriores, en muchas ocasiones,
mayores dimensiones que a las delanteras (como en el caso de las puertas del
infierno, o el de los condenados, chiquititos);
-la
perspectiva abatida, o vista frontal y desde arriba (como en Satanás
encadenado, o las escenas intermedias del Ángel entre la Anastasis y el Juicio Final);
-el
recurso a la isocefalia, manteniendo todas las cabezas a la misma altura,
salvo la de la figura que se quiere resaltar (las de la Deesis
Virgen María-San Juan Bautista);
-la
perfección simétrica en la composición, con líneas y verticales en el
trazado de las figuras, siguiendo la idea de su desmaterialización;
-el
hieratismo de rostros y gestos, sin realismo ni tratamientos en los rasgos
faciales, y siguiendo el idealismo de figuras-esquema del s. X;
-el
ropaje semi-paralelepipedo, con la idea de suprimir la anatomía perfecta
del personaje (como es en el caso de los ángeles y apóstoles);
-el
clasicismo griego en las modas de vestir, con alguna variedad en el
tratamiento de los pliegues y tocados, y que dan cierto dinamismo a las líneas
estáticas alineadas (la ornamentación litúrgica de los representantes de los
ángeles siguen, en este caso, el modelo decorativista frigio).
Fue, sin duda, el gran patrimonio que nos legó el mundo bizantino, tal y
como se ha contemplado en el Juicio Final de Constantinopla. Y es que el fresco
bizantino, al igual que su mosaico, fue el instrumento por excelencia utilizado
por Bizancio para hacer visible, inamovible y entendible, todo su legado
civilizacional y espiritual.
Pero
no fue fácil de conseguir, ni tuvo demasiados precedentes con los que
inspirarse.
Fue animada a la causa por la paleocristiana y ya libre de culto Roma, y
sostenida por su colosal arquitectura basilical imperial, cuando Bizancio y su
Iconografía supieron ser las hijas adelantadas de un Imperio que agonizaba[10],
y que se dedicaba a poner en sus manos todo su legado cultural.
Pero vayamos al origen, a la técnica que originó este mosaico de
mosaicos que fue el decorado bizantino. Dos fueron los pasos dados, básicamente[11]:
-se
dibujaba el boceto del diseño, sobre una capa de revestimiento de yeso,
-se
pegaban por encima trocitos de piedra, ladrillo o vidrios coloreados.
Con la época de esplendor de Justiniano, el uso del fondo de oro dio a las composiciones una espectacularidad de la que ya no se volvería atrás, hasta terminado el reinado de los Paleólogos. La composición de colores, la naturalidad de la obra, la policromía y las inscripciones griegas que relatan el tema o al personaje, siguen impresionando, hoy en día, al espectador.
ed.
Mercaba
Diócesis
de Cartagena-Murcia
Indice
general: www.mercaba.org/GET/cartel-enciclopedia.htm
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[1] cf. NUÑEZ RODRIGUEZ, M; “Bizancio, a la búsqueda de una civilización propia”, en RAMIREZ, J.A (dir.); Historia del Arte, vol. II: La Edad Media, ed. Alianza, Madrid 2008, p. 19.
[2]
cf. NUÑEZ RODRIGUEZ, M., op.cit,
pp. 20-21.
[3] cf. MINISTERIO TURCO DE CULTURA; Región del Mármara, ed. Feed Back, Ankara 2008, p. 93.
[4] En su aspecto inicial, el edificio se formaba de un ábside y de un nártex. Durante las restauraciones fueron añadidos un nártex exterior y una capilla por encima del sótano, cuya extremidad terminaba con un ábside. Por fuera, los arcos, nichos y semi-pilares constituyen un aspecto masivo y armonioso de piedra y ladrillo. De 27,5 x 27 m. superficie, cuenta con 6 cúpulas, la mayor de las cuales con diámetro de 7,70 m, y numerosas ventanas en cada una de ellas. Por dentro, las paredes de la nave están cubiertas totalmente de mármol de distintos colores, y el eso-nártex llega a los 23,3 x 4 m. extensión. Los nichos en su Paraklesion, como se verá, sirvieron para colocar los sarcófagos (cf. ASKIT, I; Kariye Kilise, ed. Askit Kulture, Istanbul 2006, p. 8).
[5] Nacido en Nicea de familia pobre, TEODORO METOQUIDES fue sabio, astrónomo y político, y a la Iglesia de Chora dedicó todo su dinero e inteligencia, sin tocar la cúpula central, y añadiendo un esonártex en la entrada, y una capilla funeraria lateral llamada “Paraklesion”, dejando la Iglesia como esta hoy en día. Caído en desgracia por el nuevo emperador ANDRONICO III, volvió a la vida pobre y enferma en Bizancio, retirándose a “su” iglesia hasta el día de su muerte, en 1332. Fue enterrado en su capilla favorita Paraklesion (cf. ASKIT, I; op.cit, p. 6).
[6] cf. ASKIT, I; Kariye Kilise, ed. Askit Kulture, Istanbul 2006, p. 72.
[7] Los apóstoles hablan por parejas entre ellos, y los 4 más cercanos miran fijamente al Señor. Los ángeles reproducen el mismo rostro, con mirada incierta puesta en el espectador.
[8] Es la primera vez en el arte bizantino que se utiliza este símbolo del caracol, formado por el cosmos estrellado, junto a las figuras del sol y la luna en su interior, para representar al paraíso, y su base teológica es también incierta, o quizás se ha perdido (cf. ASKIT, I., op.cit, p. 72).
[9] La hetimasia, o trono vacío remitente a la presencia invisible de Cristo, fue usada desde el concilio de Efeso-431 como una referencia a la presencia de Cristo en medio de la asamblea, sobre recubrimiento de manto púrpura, con evangelios asentados sobre su trono imperial, y con la cruz gemada de piedras preciosas. Tras el s. VI empezó a dársele otro 2º sentido, el de preparar el trono para la 2ª venida de Cristo y para el juicio final (cf. RODRIGUEZ VELASCO, M; Arte bizantino, ed. SP-CEU, Madrid 2010, p. 25).
[10] Fundada en el 324-330 por CONSTANTINO I el Grande como la nueva Roma, sobre la antigua y estratégicamente situada colonia griega de Bizancio (s. VII a.C), Constantinopla fue fundada según los más avanzados sistemas militares y urbanos, desbordando en materiales constructivos y política privilegiada de arte e intelectualidad (cf. RODRIGUEZ VELASCO, M., op.cit, p. 4).
[11]
cf. ASKIT, I., op.cit, pp. 10-11.