CAPITULO II

La virtud de la prudencia


Sumario:
Naturaleza, funciones, división, partes de la prudencia y vicioso o pecados opuestos.

455. I. Naturaleza. La prudencia es una gran virtud que tiene por objeto dictarnos lo que tenemos que hacer en cada caso particular. Como virtud natural o adquirida fue definida por Aristóteles la recta razón en el obrar. Como virtud sobrenatural o infusa puede definirse: Una virtud especial infundida por Dios en el entendimiento práctico para el recto gobierno de nuestras acciones particulares en orden al fin sobrenatural.

Es la más importante de todas las virtudes morales, después de la virtud de la religión. Su influencia se extiende a todas las demás, señalándoles el justo medio en que consisten todas ellas, para que no se desvíen hacia sus extremos desordenados. Incluso las virtudes teologales necesitan el control de la prudencia, no porque consistan en el medio—como las morales—, sino por razón del sujeto y del modo de su ejercicio, esto es, a su debido tiempo y teniendo en cuenta todas las circunstancias, ya que sería imprudente ilusión vacar todo el día en el ejercicio de las virtudes teologales, descuidando el cumplimiento de los deberes del propio estado. Por eso se llama a la prudencia auriga de las virtudes, porque las dirige y gobierna todas.

456. 2. Funciones. Según Santo Tomás, los actos o funciones de la prudencia son tres:

  1. EL CONSEJO, por el que consulta, delibera o indaga los medios y las circunstancias para obrar honesta y virtuosamente.

  2. EL JUICIO o conclusión sobre los medios hallados, dictaminando cuáles deban emplearse u omitirse aquí y en este momento.

  3. EL IMPERIO u orden de ejecutar el acto, que aplica a la operación los anteriores consejos y juicios. Este último es el acto más propio y principal de la prudencia.

457. 3. División. Pueden distinguirse una prudencia falsa e inmoral y tres clases de verdadera prudencia.

a) PRUDENCIA DE LA CARNE. Es la prudencia falsa e inmoral, que tiene por objeto el pecado y se manifiesta en una hábil sagacidad en encontrar los medios más oportunos para entregarse a toda clase de concupiscencias desordenadas. Es, en el fondo, una verdadera imprudencia, ya que la prudencia legítima no puede ser inmoral, ni un hombre prudente puede ser moralmente perverso.

b) PRUDENCIA NATURAL O ADQUIRIDA. Es la que recae sobre el campo ético o de honestidad natural siguiendo el dictamen de la recta razón. Se adquiere y perfecciona por el ejercicio cada vez más intenso de los actos prudentes.

c) PRUDENCIA SOBRENATURAL O INFUSA. Es la que tiene por objeto la moralidad sobrenatural y procede de un hábito infundido por Dios y gobernado por las luces de la razón iluminada por la fe.

d) PRUDENCIA MíSTICA. Es la más alta prudencia sobrenatural que puede darse en esta vida. Procede no de la simple razón natural iluminada por la fe, sino de la inspiración directa e inmediata del Espíritu Santo, que imprime su modalidad divina al acto de la prudencia infusa reforzada por el don de consejo.

4. Partes de la prudencia. Como virtud cardinal que es, pueden distinguirse en la prudencia infusa las llamadas partes integrales, subjetivas y potenciales (cf. D.209). Vamos a examinarlas separadamente.

A) Partes integrales

458. Como su mismo nombre indica, las partes integrales son los distintos elementos que integran o ayudan a una virtud para su perfecto funcionamiento. Las relativas a la prudencia son ocho :

1. Memoria de lo pasado, porque nada hay que oriente tanto para lo que conviene hacer como el recuerdo de los pasados éxitos o fracasos. La experiencia es madre de la ciencia.

2. Inteligencia de lo presente, para saber discernir, con las luces de la sindéresis y de la fe, si lo que nos proponemos hacer es bueno o malo, lícito o ilícito, conveniente o inconveniente.

3. Docilidad para pedir y aceptar el consejo de los sabios y experimentados. Sería temeraria imprudencia pretender resolver por sí mismo todos los casos que se pueden presentar, incluso los mas difíciles e intrincados.

4. Sagacidad (llamada también solercia y eustoquia), que es la prontitud de espíritu para resolver por sí mismo los casos urgentes, en los que no es posible detenerse a pedir consejo.

5. Razón, que produce el mismo resultado que la anterior en los casos no urgentes, que le dan tiempo al hombre para resolver por sí mismo después de madura reflexión y examen.

6. Providencia, que consiste en fijarse bien en el fin lejano que se Intenta (providencia: de procul videre, ver desde lejos), para ordenar a él los medios oportunos y prever las consecuencias que se pueden seguir del acto que vamos a realizar. Es el elemento integral más importante de la prudencia, al que se ordenan todos los demás.

7. Circunspección, que es la atenta consideración de las circunstancias para juzgar, en vista de ellas, si es o no conveniente realizar tal o cual acto. Hay cosas que, consideradas en sí mismas, son buenas y convenientes para el fin intentado, pero que, por las circunstancias especiales, acaso serían contraproducentes o perniciosas (v.gr., obligar demasiado pronto a pedir perdón a una persona dominada por la ira).

8. Cautela o precaución contra los impedimentos extrínsecos que pudieran ser obstáculo o comprometer el éxito de la empresa (v.gr., el influjo pernicioso de las malas compañías).

Aunque en cosas de poco momento pudiera prescindirse de alguna de estas condiciones, cuando se trate de cosas o empresas de importancia, no habrá juicio prudente si no se tienen en cuenta todas. De ahí la gran importancia que en la práctica tiene su recuerdo y frecuente consideración. ¡Cuántas imprudencias se cometen por no haberse tomado esta pequeña molestia!

B) Partes subjetivas

459. Se llaman partes subjetivas (o esenciales) las diferentes especies en que se subdivide una determinada virtud. La prudencia se divide en dos especies fundamentales: personal, o monástica, y social, o de gobierno.

1. La prudencia personal es la que se encarga de dirigir los actos individuales del que la posee. Pueden distinguirse en ella los ocho elementos integrales que acabamos de examinar.

2. La prudencia social es la que se refiere al bien común de la sociedad. Admite cuatro subespecies distintas: gubernativa, políticas familiar y militar, según los diferentes grupos en que se puede dividir la multitud. Y así :

a) LA PRUDENCIA GUBERNATIVA es la que corresponde al príncipe que ha de regir a toda la sociedad civil encaminándola al bien común. Es la más perfecta de las prudencias sociales, y se llama también prudencia regnativa —o propia del rey—, por cuanto la forma de gobierno más perfecta es la monárquica, como dicen Aristóteles y Santo Tomás. Su acto principal es legislar, ya que, aunque este poder compete también a otros, es únicamente en cuanto participan de algún modo del gobierno del rey.

b) LA PRUDENCIA POLÍTICA (llamada también cívica) es la que corresponde a los ciudadanos para cumplir las órdenes de las autoridades y observar puntualmente las leyes dictadas por ellas en aras del bien común, al que han de encaminarse súbditos y superiores. El hombre—advierte profundamente Santo Tomás—no es un animal o una máquina, sino un ser libre; por eso necesita una prudencia especial—la política—para conducirse rectamente como ciudadano o miembro de la sociedad civil, además de la prudencia personal para el gobierno de sus acciones como individuo particular.

c) LA PRUDENCIA FAMILIAR es la que corresponde a los miembros de una familia para conducirse rectamente entre sí. Su fin último es la rectitud de la vida familiar en todas sus manifestaciones. Para abarcarla en su conjunto se requiere una vida virtuosa; por lo que no puede hallarse íntegra en los pecadores, aunque puedan tenerla con relación a un aspecto parcial de la vida familiar. 

d) LA PRUDENCIA MILITAR es la que debe brillar en el jefe de un ejército para dirigirlo rectamente en una guerra justa en defensa del bien común. El ejercicio militar de la guerra tiene mucho de arte—v.gr., para el buen uso de ciertos medios externos, como son las armas o los caballos—; pero, en cuanto orientado al bien común, pertenece de lleno a la prudencia.

C) Partes potenciales

460. Se conocen con este nombre aquellas virtudes derivadas de una virtud cardinal, que se parecen a ella en algunos aspectos parciales o recaen sobre actos secundarios, preparatorios o menos difíciles. Son virtudes esencialmente distintas de la cardinal correspondiente, pero se relacionan con ella como los satélites con su planeta. La prudencia tiene tres virtudes derivadas o partes potenciales:

1. Eubulia (o buen consejo), que inclina al hombre a encontrar los medios más aptos y oportunos para el fin que se pretende. Es virtud distinta de la prudencia—aunque se ordena a ella—, porque lo propio de la eubulia es aconsejar, y lo propio de la prudencia es imperar o dictar lo que hay que hacer. Hay quien sabe aconsejar y no sabe mandar.

2. Synesis (o sensatez), que inclina a juzgar rectamente según las leyes comunes y ordinarias. Es lo que el vulgo suele llamar «sentido común» o «sensatez»; y se distingue de la prudencia y de la eubulia por esta su misión judicativa, no imperativa o consiliativa, como la de aquéllas.

3. Gnome (o juicio equitativo), que desempeña el mismo papel que la anterior en los casos excepcionales y raros no previstos por la ley. Se relaciona íntimamente con la epiqueya (cf. n. 116,b),cuyo acto dirige rectamente.

461. 5. Vicios opuestos. Santo Tomás, siguiendo a San Agustín, los distribuye en dos grupos distintos: los que se oponen manifiestamente a la prudencia y los que se le parecen en algo, pero en el fondo son contrarios a ella.

a) Vicios manifiestamente contrarios a la prudencia

Son dos: la imprudencia y la negligencia.

I) La imprudencia, que afecta a la prudencia misma y a todas sus partes integrales y subjetivas y se subdivide en tres partes potenciales por oposición a las correspondientes de la prudencia, a saber:

a) LA PRECIPITACIÓN, que se opone al consejo o eubulia, obrando temeraria y precipitadamente, por el solo ímpetu de la pasión o capricho.

b) LA INCONSIDERACIÓN, por la cual se desprecia o descuida atender a las cosas necesarias para juzgar rectamente, contra el juicio, la synesis y el gnome.

c) LA INCONSTANCIA, que lleva a abandonar fácilmente, por fútiles motivos, los buenos propósitos y determinaciones dictados por la prudencia. Se opone directamente al precepto o mandato de la misma.

Todos estos vicios proceden principalmente de la lujuria, que es el vicio que más entenebrece el juicio de la razón por su vehemente aplicación a las cosas sensibles, opuestas a las intelectuales; aunque también intervienen de algún modo la envidia y la ira, como se advierte fácilmente en los hombres dominados por ellas.

2) La negligencia, no cualquiera, sino la que supone falta de solicitud en imperar eficazmente lo que debe hacerse y del modo que debe hacerse. Se distingue de la inconstancia, de la pereza y de la indolencia en que la negligencia no impera, la inconstancia no cumple lo imperado, la pereza no lo comienza a tiempo y la indolencia lo realiza flojamente, sin cuidado y sin esmero. Si lo que se omite es algo necesario para la salvación o se omite por desprecio, el pecado de negligencia es mortal.

b) Vicios falsamente parecidos a la prudencia

Son cinco:

I) La prudencia de la carne, que consiste en una habilidad diabólica para encontrar los medios oportunos de satisfacer las pasiones desordenadas de la carne, en las que se coloca el último fin de la vida. Es de suyo pecado mortal y supone un gran error en los principios mismos de la prudencia al colocar el último fin en los bienes del cuerpo, en los que de ninguna manera consiste.

2) La astucia, que supone una habilidad especial para conseguir un fin, bueno o malo, por vías falsas, simuladas o aparentes. Es pecado aunque el fin intentado sea bueno, ya que el fin no justifica los medios, y hay que obtenerlo por caminos rectos, no torcidos.

3) El dolo, que es la astucia practicada principalmente con las palabras.

4) El fraude, o astucia de los hechos.

5) La solicitud excesiva de las cosas temporales o futuras, que supone una imprudente sobreestimación del valor de las cosas terrenas y una falta de confianza en la divina Providencia.

Todos estos vicios proceden, principalmente, de la avaricia. El avaro pone su corazón en los bienes de este mundo, sobre todo en el dinero, y no repara en medios para acrecentar su capital; de donde nacen sus inquietudes presentes y sus preocupaciones sobre el porvenir.