SEGUNDA PARTE

MORAL FAMILIAR Y MORAL SEXUAL

 

INTRODUCCIÓN

La moral de la familia abarca una amplia gama de relaciones, pues es la convivencia más común, profunda e íntima de la existencia humana. De más a menos se extiende a los siguientes ámbitos: al trato mutuo entre los esposos y de éstos con los hijos; a la relación de los hijos con los padres y de los hermanos entre sí; a los vínculos que cohesionan a los restantes miembros de la familia, tales como los abuelos y parientes, en general, así como a la intercomunicación de aquellas personas que están llamadas a integrarse en la familia, cual es el caso de los novios, etc. Este complejo y rico mundo de vínculos personales es tan íntimo, que alcanza el núcleo de la persona misma. Por consiguiente, es claro que este valioso contorno humano que envuelve a la familia ha de ser objeto de atención relevante por parte de la ciencia moral.

En riguroso paralelo con la importancia de la familia, se sitúan las dificultades, todas ellas proporcionadas a la trascendencia personal y social de esta institución. Los problemas y conflictos que han lugar, surgen precisamente de su riqueza: en concreto, de la diversidad misma de miembros que la constituyen, de la pluralidad de derechos y deberes que origina, de la intimidad de cuestiones que en ella se ventilan, así como de los problemas que suscita su puesto en el conjunto de la vida social. Estas complejas situaciones dan lugar a no pocos conflictos morales, por lo que se requiere que su solución también se ajuste a unos principios determinados de eticidad.

A estas exigencias éticas que acompañan a la convivencia familiar es preciso sumar las cuestiones doctrinales que en ella se ventilan, para algunas de las cuales aún no se dispone de una respuesta adecuada. Ya San Agustín ponía de relieve estas dificultades:

"No ignoro que la cuestión del matrimonio es muy oscura y muy complicada. No me atrevo a afirmar que haya explicado todas sus ¡aplicaciones en esta obra o en otras, ni que siquiera pueda hacerlo, si se me urge".

Cabe aún añadir que a este cúmulo de problemas que acompaña la vida, la doctrina y la misma institución social, se suma la dificultad del método a seguir en su estudio, pues el matrimonio y la familia tocan fronteras de diversos saberes. Citemos sólo dos niveles:

1. Relación entre la Teología y las "Ciencias del Hombre"

La institución familiar pertenece por igual al ámbito del saber profano y a la ciencia teológico. En efecto, el matrimonio es la más natural de las instituciones, pues toma origen en el ser mismo del hombre y de la mujer. De aquí que haya sido objeto de estudio por parte de la filosofía, de la psicología, del derecho, de la medicina, del arte, de la literatura, etc. Pero también la Biblia se ocupa de esta institución. Por ello, a partir de los datos revelados, el teólogo de todos los tiempos ha reflexionado sobre el ser del matrimonio así como acerca de las exigencias morales que comporta.

Pero la reflexión teológica debe incorporar los resultados válidos de esas otras ciencias. De aquí que la moral familiar ha de estar en diálogo con los distintos saberes. Especialmente se han de tener en cuenta los hallazgos de las ciencias auxiliares, en especial la psicología y la antropología filosófica. También ha de prestar atención a la sensibilidad cultural de cada generación en torno a estos temas, tal como se manifiestan, por ejemplo, en la literatura y en el arte. Asimismo, la ética teológico ha de tener a la vista la normativa jurídica que regula la familia en los diversos países y Estados.

2. La Teología Moral y otras ciencias teológicas

Pero aun en el ámbito de la teología, la institución matrimonial no es tema exclusivo de la Etica Teológica. En efecto, también es objeto de estudio por parte de la Teología Dogmática, que destaca el carácter sacramental del matrimonio así como la naturaleza de la gracia propia de este Sacramento. También es un capítulo destacado del Derecho Canónico, que estudia la naturaleza jurídica de este peculiar vínculo que une a los esposos entre sí y se ocupa de los efectos jurídicos que emanan de la institución matrimonial así como de las condiciones que lo anulan. Por su parte, la Teología Pastoral cada día se ocupa más de la familia y del matrimonio, hasta el punto de que surgen instituciones académicas nuevas que estudian esta parcela del saber teológico: los Institutos sobre la Familia, con la concesión de grados académicos propios, muestran que el matrimonio y la familia constituyen una parcela específica del saber teológico. Habría que añadir también el capítulo que la Teología Ascética dedica al matrimonio, si bien este tema está más cercano a la Teología Moral.

En resumen, la familia y el matrimonio son objeto de estudio de diversas "Ciencias del Hombre" y tocan, al menos, cinco fronteras del saber teológico: la Dogmática, la Pastoral, el Derecho Canónico, la Ascética y la Teología Moral.

En esta Segunda Parte, respetando los límites de cada una de las ciencias y aun de las disciplinas teológicas, es inevitable considerar algunos aspectos que son específicos de cada uno de esos saberes: nada de lo que es propio del matrimonio y de la institución familiar es ajeno a la ética teológico, si bien esta ciencia lo estudia siempre bajo la consideración moral que evocan los diversos temas y situaciones.

3. Metodología

En cuanto al procedimiento a seguir, también confluyen dos medotologías: la propia de las llamadas "Ciencias del Hombre" y la específica del saber teológico. Es evidente, tal como se menciona más arriba, que en la institución matrimonial se dan cita la "naturaleza" específica del hombre y de la mujer y el "querer de Dios". Y, dado que en el matrimonio convergen la "naturaleza" y el "sacramento" —la biología y la gracia, el "estado" y la "vocación"—, es preciso usar simultáneamente el saber racional y la ciencia de la fe.

Este ha sido, precisamente, el método seguido por el Vaticano II en la Constitución Gaudium et spes, tal como consta en las Actas del Concilio:

"Los problemas se declaran con un punto de vista pastoral y se exponen de tal manera que los no católicos y aun los no cristianos pueden acoger, o al menos entender, la doctrina que se propone a los católicos. El orden de exposición parte generalmente de los elementos llamados naturales, que luego se iluminan y se coronan por la doctrina sobre el sacramento y la vida específicamente cristiana".

Este método obedece a la estructura propia del matrimonio considerado como institución natural —¡la más natural de las instituciones!— y como sacramento. Al mismo tiempo, este método, válido en sí, resulta en la presente cultura de una especial eficacia dado que en la sociedad actual existe una pluralidad de modos de entender el matrimonio, por lo que la Iglesia, si quiere hacerse inteligible, ha de partir, ciertamente, del modelo de matrimonio que presenta la Revelación, pero, al mismo tiempo, ha de poner de relieve el valor del matrimonio como institución natural. De este modo, aun los no cristianos —como afirman las Actas Conciliares— serán capaces de entender las exigencias que la Iglesia predica sobre la naturaleza religiosa del matrimonio cristiano.

En consecuencia, a la vista de la pluralidad de concepciones acerca del matrimonio que se entrecruzan en la sociedad actual, la Etica Teológica ha de proponerse, al menos, dos objetivos: salvar lo específico del matrimonio como sacramento para los católicos y proponer a los no creyentes el valor perenne del matrimonio cristiano.

4. Sistematización

También en este tema cabe hablar de un legítimo pluralismo en la exposición doctrinal, tal como se dice en la Introducción de este Volumen. En efecto, la tradición teológica se reparte al menos en tres amplios esquemas posibles:

a) Modelo "Moral de los Mandamientos"

Algunos Manuales desarrollan la doctrina en torno a la familia en apartados correspondientes al cuarto, sexto y noveno Mandamientos. Este sistema es legítimo y tiene a su favor no pocos datos bíblicos. En efecto, la Sagrada Escritura ofrece diversas normas morales que regulan las relaciones de los esposos entre sí (Gén 2,18—25; Ef 5,22—33; Col 3,18—19; 1 Ped 3,1—7, etc.) y de los hijos con los padres (Ex 20,12; Lev 19,3; Ef 6,1—4), así como toma en consideración otros deberes éticos entre los diversos miembros de la familia (cfr. Col 3,18—25; 1 Tim 5,1—16; Tit 2,1—10, etc.). A estos preceptos es preciso añadir la amplia normativa que regula las relaciones sexuales entre el hombre y la mujer tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

b) Modelo de "Moral de Virtudes"

Por su parte, el desarrollo académico de la moral familiar sobre el esquema de las virtudes se extiende en los tratados sobre la caridad, la justicia, la fidelidad, la castidad, etc. Como es sabido, esta sistematización fue la elegida por Tomás de Aquino y es seguida por los comentaristas a la Suma Teológica.

c) Modelo del "seguimiento de Cristo"

Este esquema apenas si se ha desarrollado en los Manuales de Teología Moral. Sin embargo, ha de tenerse en cuenta siempre que se trate de iluminar desde la fe el matrimonio y la familia cristiana. En efecto, la existencia histórica de Jesús de Nazaret en el ámbito de una familia es una fuente inagotable de enseñanza moral. El modelo de Jesucristo, que desarrolla su existencia terrena como hijo de la familia de Nazaret, es ejemplo perenne de lo que ha de ser la familia cristiana.

Así lo afirmaba, por ejemplo, Mons. J. Tomko en el marco de un Congreso Internacional sobre la familia, preparación para el Sínodo de los Obispos sobre este mismo tema, en el año 1980:

"¿Cómo ha mirado el matrimonio y la familia Jesucristo, que pasó en familia nueve décimas partes de su vida? Hecho éste quizá no suficientemente valorado por la teología".

Y el moralista J. M. Aubert afirmaba en esta misma ocasión:

"A este propósito, hay un hecho que no acapara suficientemente la atención de los teólogos, y es la existencia de la sagrada Familia, en la cual pasó Jesús la mayor parte de su vida y en la cual encontramos la realización de los fines de la familia señalados (amor como don mutuo, actividad laboral como misión social, etc.), Ciertamente la familia de Jesús, María y José, revestía el esquema sociológico de una familia judía de su tiempo; y por ello su imitación debe ir más allá de los límites contingentes para fijarse en la enseñanza esencial, que hace a la familia la célula del Reino de Dios. Si Jesús quiso vivir tanto tiempo en el seno de una célula familiar, no es algo que carezca de significado para nosotros".

En consecuencia, el esquema moral fundamentado sobre el seguimiento de Cristo es plenamente aplicable a nuestro tema. Es cierto que, a las diferencias señaladas por Aubert entre la Sagrada Familia y el resto de matrimonios cristianos, es preciso añadir otras de especial relieve, cuales son, por ejemplo, las relaciones esponsales entre María y José, la vocación virginal de María, la condición divina de Jesús, etc. Tales singularidades se alejan notablemente de la condición normal de los matrimonios. Pero es evidente que el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret es el "lugar teológico" irrenunciable para la consideración teológica del matrimonio cristiano.

Pero, tal como señalábamos en la Introducción, con el fin de alcanzar una visión lo más completa posible del matrimonio y de la familia, simultanearemos ese triple camino: recogemos la doctrina contenida en los diversos preceptos del A. y N. Testamento; estudiaremos las distintas virtudes que han de practicarse en la comunidad familiar y atenderemos en todo momento el ejemplo de Jesús, que "vivió" y "enseñó" de modo especial cómo se ha de desarrollar la existencia humana en el seno de una familia. La precisión de San Lucas de narrar "todo lo que Jesús hizo y enseñó" (Hech 1,1), tiene en este tema su cabal cumplimiento.

5. Contenidos de este Apartado

En esta Segunda Parte estudiamos seis temas especiales, que se corresponden con sus respectivos Capítulos:

a) Panorama bíblico. Los datos de la Revelación sobre el matrimonio y la familia son tan abundantes que en ellos se encuentra la narración de su origen y desarrollo, se enumeran las propiedades esenciales y, a los elementos constitutivos, se añaden las novedades cualitativas que supone el sacramento del matrimonio (Capít. IV).

b) Doctrina de los Santos Padres. Asimismo, la enseñanza de la Tradición de los primeros siglos ilumina situaciones nuevas y por ello constituye un ejemplo de cómo cabe aplicar la doctrina perenne a las distintas situaciones históricas. También se estudia el largo proceso que llevó a la Jerarquía a regular jurídicamente el contrato matrimonial (Capít. V).

c) Enseñanza del Magisterio. Pocos temas como los relativos al matrimonio disponen de tanta doctrina en la Escritura, sin embargo es una de las cuestiones para cuyo estudio no es suficiente sola Scriptura. Ni siquiera cuando ésta es interpretada por los Padres. De aquí la necesidad de recurrir al Magisterio como instancia última para la interpretación de la enseñanza bíblica y patrística (Capít. VI).

d) Significado del amor humano. Como resumen, se vuelve a la realidad humana y cristiana del matrimonio. Para ello se expone lo que es constitutivo de la institución matrimonial, de forma que esos elementos —unidad e indisolubilidad—, como propiedades esenciales, son irrenunciables, y, consecuentemente, deben mantenerse en cualquier contingencia histórica. Por otra parte, el matrimonio es una convivencia de amor entre el hombre y la mujer, de forma que el amor humano encuentra su expresión normal en la vida matrimonial. El amor esponsalicio es un amor cualificado, lo cual enaltece el matrimonio y, al mismo tiempo, le impone algunas condiciones que deben ser respetadas. El amor matrimonial se presenta como el camino normal de la existencia cristiana de los esposos (Capít. VII).

e) Etica matrimonial. Del amor esponsalicio surgen derechos y deberes que atañen al comportamiento moral de los cónyuges. Al mismo tiempo, la procreación está sometida a exigencias éticas que condicionan el ejercicio de la sexualidad humana en el ámbito de las relaciones conyugales. Con este motivo, se estudia el amplio tema acerca del recto uso de la sexualidad (Capít. VIII).

f) Problemas actuales en torno a la familia. Los grandes cambios sociales de nuestro tiempo afectan especialmente a la familia, de forma que el término "crisis" se aplica a diario a la institución matrimonial. De hecho, el Magisterio de los Papas, así como el de los Obispos en sus respectivas diócesis, se ha intensificado en los últimos años con el fin de orientar la vida de la familia. En este Capítulo se exponen algunas orientaciones morales y pastorales con el fin de que el matrimonio y la familia se desarrollen de acuerdo con las enseñanzas de la Revelación cristiana, especialmente según la doctrina del Nuevo Testamento. Asimismo la convivencia de los padres con los hijos y de éstos con sus padres imponen deberes morales que deben ser cumplidos según el querer de Dios (Capít. IX).

A lo largo de estos seis capítulos se expone la doctrina moral en torno a la familia y al matrimonio. Quedan amplios apartados que deben completarse en los tratados sistemáticos de la Teología. En concreto, la Dogmática debe desarrollar con más amplitud el aspecto sacramental; el Derecho Canónico se ocupará de todo lo relacionado con los condicionamientos jurídicos; la Teología Pastoral de los medios para atender a la familia en la actual coyuntura de la Iglesia y la Teología Ascética desarrollará el camino de santidad marcado a los esposos.