TERCERA PARTE

MINISTERIO EN JERUSALÉN

 

XI. PURIFICACIÓN DEL TEMPLO Y CONTROVERSIAS

 

Entrada del Mesías en la Ciudad Santa

   28Dicho esto, caminaba delante de ellos subiendo a Jerusalén.

   29Y cuando se acercó a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos discípulos, 30diciendo:

-Id a la aldea que está enfrente; al entrar en ella encontraréis un borrico atado, en el que todavía no ha montado nadie; desatadlo y traedlo. 31Y si alguien os pregunta por qué lo desatáis, le responderéis esto: Porque el Señor lo necesita.

   32Los enviados fueron y lo encontraron tal y como les había dicho. 33Al desatar el borrico sus amos les dijeron:

-¿Por qué desatáis el borrico?

34-Porque el Señor lo necesita -contestaron ellos.

   35Se lo llevaron a Jesús. Y echando sus manos sobre el borrico hicieron motar a Jesús. 36Según él avanzaba extendían sus mantos por el camino. 37Al acercarse, ya en la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llena de alegría, comenzó a alabar a Dios en alta voz por los prodigios que habían visto, 38diciendo:

-¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!

¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!

   39Algunos fariseos de entre la multitud le dijeron:

-Maestro, reprende a tus discípulos.

    40Él les respondió:

-Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.

Llanto de Jesús sobre Jerusalén.

   41Y cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró por ella, 42diciendo:

-¡Si conocieras también tú en este día lo que te lleva a la paz! Sin embargo, ahora está oculto a tus ojos. 43Porque vendrán días sobre ti en que no sólo te rodearán tus enemigos con vallas, y te cercarán y te estrecharán por todas partes, 44sino que te aplastarán contra el suelo a ti y a tus hijos que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de la visita que se te ha hecho.

Jesús en el Templo.

   45Entró en el Templo y comenzó a expulsar a los que vendían, 46diciéndoles:

-Está escrito: Mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones.

   47Y enseñaba todos los días en el Templo. Pero los príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban acabar con él, lo mismo que los jefes del pueblo, 48pero no encontraban cómo hacerlo, pues todo el pueblo estaba pendiente escuchándole.

 

20

 

Potestad de Jesús.

   1Un día, mientras enseñaba y evangelizaba al pueblo en el Templo, se acercaron los príncipes de los sacerdotes y los escribas con los ancianos 2y le dijeron:

-Dinos: ¿con qué potestad haces estas cosas? ¿O quién es el que te ha dado tal potestad?

   3Les respondió:

-También yo os voy a hacer una pregunta. Contestadme: 4el bautismo de Juan ¿era del cielo o de los hombres?

   5Ellos razonaban entre sí: Si decimos que del cielo, replicará: ¿Por qué no le creísteis?. 6Pero si decimos que de los hombres, todo el pueblo nos apedreará, porque está convencido de que Juan es un profeta. 7Y respondieron que no sabían de dónde era.

   8Entonces Jesús les dijo:

-Pues tampoco yo os digo con qué potestad hago estas cosas.

Parábola de los viñadores homicidas.

   9Comenzó a exponer al pueblo la siguiente parábola:

-Un hombre plantó una viña, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos de allí mucho tiempo. 10A su debido momento envió un siervo a los labradores, para que le dieran del fruto de la viña. Pero los labradores, después de golpearlo, lo despacharon con las manos vacías. 11Y volvió a enviarles otro siervo. Pero ellos lo golpearon y lo ultrajaron y lo despacharon con las manos vacías. 12Y volvió a enviarles un tercero, pero ellos lo hirieron y lo echaron. 13Dijo entonces el amo de la viña: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; tal vez a él lo respetarán. 14Pero los labradores al verle comentaron entre ellos: Éste es el heredero; lo mataremos, para que sea nuestra su heredad. 15Y lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. ¿Qué hará, pues, con ellos el amo de la viña? 16Vendrá, exterminará a esos labradores y entregará la viña a otros.

   Al oírlo dijeron:

-¡Que no pase nada de eso!

   17Pero él, fijando en ellos su mirada, dijo:

-Entonces, ¿qué significa lo que está escrito:

La piedra que rechazaron los constructores,

ésta ha llegado a ser la piedra angular?

   18Todo el que caiga sobre aquella piedra se despedazará, y al que le caiga encima le aplastará.

   19Los escribas y los príncipes de los sacerdotes quisieron echarle mano en aquel mismo momento, pero tuvieron miedo al pueblo: comprendieron que había dicho aquella parábola para ello.

El tributo al César.

   20Y ellos, estando al acecho, enviaron espías que simulaban ser justos, para sorprenderle en alguna palabra, y así entregarlo a la potestad y autoridad del Procurador. 21Le preguntaron:

-Maestro, sabemos que hablas y enseñas rectamente, y no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios según la verdad. 22¿Nos es lícito dar tributo al César, o no?

   23Pero él, percatándose de su falsedad, les dijo:

24-Mostradme un denario. ¿De quién es la imagen y la inscripción que tiene?

-Del César -contestaron ellos.

25Él les dijo:

-Pues bien, dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

   26Y no pudieron sorprenderle en ninguna palabra ante el pueblo y, admirados de su respuesta, se callaron.

La resurrección de los muertos.

   27Se le acercaron algunos de los saduceos -que niegan la resurrección- y le preguntaron:

28-Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si muere el hermano de alguien dejando mujer, sin haber tenido hijos, su hermano la tomará por mujer y dará descendencia a su hermano. 29Pues bien, eran siete hermanos. El primero tomó mujer y murió sin hijos. 30Lo mismo el segundo. 31También el tercero la tomó por mujer. Los siete, de igual manera, murieron sin dejar hijos. 32Después murió también la mujer. 33Entonces, en la resurrección, la mujer ¿de cuál de ellos será esposa?, porque los siete la tuvieron como esposa.

   34Jesús les dijo:

-Los hijos de este mundo, ellas y ellos, se casan; 35Sin embargo, los que son dignos de alcanzar el otro mundo y la resurrección de los muertos, no se casan, ni ellas ni ellos. 36Porque ya no pueden morir otra vez, pues son iguales a los ángeles e hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. 37Que los muertos resucitarán lo mostró Moisés en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor Dios de Abrahán y Dios de Isaac y Dios de Jacob. 38Pero no es Dios de muertos, sino de vivos; todos viven para Él.

   39Tomando la palabra, algunos escribas dijeron:

-Maestro, has respondido bien.

   40Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas.

Divinidad del Mesías.

   41Les preguntó:

-¿Cómo es que dicen que el Cristo es Hijo de David? 42Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos:

Dijo el Señor a mi Señor:

Siéntate a mi derecha,

43hasta que ponga a tus enemigos

como escabel de tus pies.

44Por lo tanto, David le llama Señor. Entonces, ¿cómo va a ser hijo suyo?

Censuras a los escribas.

   45Mientras todo el pueblo estaba escuchando, les dijo a sus discípulos:

46-Guardaos de los escribas, a los que les gusta pasear vestidos con largas túnicas y anhelan que les saluden en las plazas, los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes. 47Devoran las casas de las viudas y fingen largas oraciones. Éstos recibirán una condena más severa.

 

21

 

La ofrenda de la viuda.

   1Al levantar la vista, vio a unos ricos que echaban sus ofrendas en el gazofilacio. 2Vio también a una viuda pobre que echaba allí dos monedas pequeñas, 3y dijo:

-En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos; 4pues todos éstos han echado como ofrenda algo de lo que les sobra, ella, en cambio, en su necesidad ha echado todo o qu etenía para su sustento.

Anuncio de la destrucción del Templo.

   5Como algunos le hablaban del Templo, que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas, dijo:

6-Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida.

Comienzo de las tribulaciones. Persecuciones por causa del Evangelio.

   7Le preguntaron:

-Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder?

   8Él les dijo:

-Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: Yo soy, y el momento está próximo. No les sigáis. 9Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato.

   10Entonces les decía:

-Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11Habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: 13esto os sucederá para dar testimonio. 14Así pues, convenceos de que no debéis  tener preparado de antemano cómo os vais a defender; 15porque yo os daré palabras y sabiduría que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. 16Seréis entregados incluso por padres y hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, 17y todos os odiarán a causa de mi nombre. 18Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. 19Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

La gran tribulación en Jerusalén.

   20Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed que ya se acerca su desolación. 21Entonces los que estén en Judea huyan a los montes, y quienes estén dentro de la ciudad que se marchen, y quienes estén en los campos que no entren en ella: 22éstos son días de castigo para que se cumpla todo lo escrito. 23¡Ay de las que estén encinta y de las que estén criando esos días! Porque habrá una gran calamidad sobre la tierra y habrá ira contra este pueblo. 24Caerán al filo de la espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles.

La venida del Hijo del Hombre.

   25Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra angustia de las gentes, consternadas por el estruendo del mar y de las olas: 26y los hombres perderán el aliento a causa del terror y de la ansiedad que sobrevendrán a toda la tierra. Porque las potestades de los cielos se conmoverán. 27Entonces verán al Hijo del Hombre que viene sobre una nube con gran poder y gloria.

   28Cuando comiencen a suceder estas cosas, erguíos y levantad la cabeza porque se aproxima vuestra redención.

Certeza del fin: la lección de la higuera.

   29Y les dijo una parábola:

-Observad la higuera y todos los árboles: 30cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis por ellos que ya está cerca el verano. 31Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios. 32En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo se cumpla. 33El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Necesidad de la vigilancia.

   34Vigilaos a vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén ofuscados por la crápula, la embriaguez y los afanes de esta vida, y aquel día no sobrevenga de improviso sobre vosotros, 35porque caerá como un lazo sobre todos aquellos que habitan en la faz de toda la tierra. 36Vigilad orando en todo tiempo, a fin de que podáis evitar todos estos males que van a suceder, y estar en pie delate del Hijo del Hombre.

Jesús enseña en el Templo.

   37Durante el día enseñaba en el Templo, y salía a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos. 38Y todo el pueblo acudía a él muy de mañana al Templo para oírle.

 

XII. PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESÚS.

 

22

 

Traición de Judas.

   1Se acercaba la fiesta de los Ázimos, que se llama Pascua, 2y los príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban cómo acabar con él, pero temían al pueblo. 3Entró Satanás en Judas, el llamado Iscariote, que era uno de los doce. 4Fue y habló con los príncipes de los sacerdotes y los magistrados sobre el modo de entregárselo. 5Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero. 6Él se comprometió, y buscaba la ocasión propicia para entregárselo a espaldas de la gente.

Preparación de la Última Cena.

   7Llegó el día de los Ázimos, en el que había que sacrificar el cordero pascual. 8Envió a Pedro y a Juan, diciéndoles:

-Id a prepararnos la cena de Pascua.

   9Ellos dijeron:

-¿Dónde quieres que la preparemos?

   10Y les respondió:

-Mirad, cuando entréis en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidle hasta la casa en que entre, 11y decidle al dueño de la casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está la sala donde pueda comer la Pascua con mis discípulos? 12Y él os mostrará una habitación en el piso de arriba, grande, ya lista. Preparadla allí.

   13Marcharon y lo encontraron todo como les había dicho y prepararon la Pascua.

Institución de la Sagrada Eucaristía.

   14Cuando llegó la hora, se puso a la mesa y los apóstoles con él. 15Y les dijo:

-Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, 16porque os digo que no la volveré a comer hasta que tenga su cumplimiento en el Reino de Dios.

   17Y tomando el cáliz, dio gracias y dijo:

-Tomadlo y distribuidlo entre vosotros; 18pues os digo que a partir de ahora no beberé del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.

   19Y tomando pan, dio gracias, lo partió, y se lo dio diciendo.

-Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía.

   20Y del mismo modo el cáliz, después de haber cenado, diciendo:

-Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.

Anuncio de la traición de Judas.

   21Pero mirad que la mano del que me entrega está conmigo a la mesa. 22Porque el Hijo del Hombre se va, según está decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! 23Y empezaron a preguntarse entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer tal cosa.

Discusión entre los Apóstoles.

   24Entonces se suscitó entre ellos una disputa sobre quién sería considerado el mayor. 25Pero él les dijo:

-Los reyes de las naciones las dominan, y los que tienen potestad sobre ellas son llamados bienhechores. 26Vosotros no seáis así; al contrario: que el mayor entre vosotros se haga como el menor, y el que manda como el que sirve. 27Porque ¿quién es mayor: el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de vosotros como quien sirve.

   28Vosotros sois los que habéis permanecido junto a mí en mis tribulaciones. 29Por eso yo os preparo un Reino como mi Padre me lo preparó a mí, 30para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Jesús predice las negaciones de San Pedro.

   31Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. 32Pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos.

   33Él le dijo:

-Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y hasta la muerte.

   34Pero Jesús le respondió:

-Te aseguro, Pedro, que no cantará hoy el gallo sin que hayas negado tres veces haberme conocido.

Exhortación a los Apóstoles.

   35Y les dijo:

-Cuando os envié sin bolsa ni alforjas ni calzado, ¿acaso os faltó algo?

-Nada -le respondieron.

   36Entonces les dijo:

-Ahora, en cambio, el que tenga bolsa, que la lleve; y lo mismo con la alforja; y el que no tenga, que venda su túnica y compre una espada. 37Porque os aseguro que debe cumplirse en mí lo que está escrito: Y fue contado entre los malhechores. Porque lo que se refiere a mí llega a su fin.

   38Ellos dijeron:

-Señor, aquí hay dos espadas.

   Y él les dijo:

-Ya basta.

Oración y agonía de Jesús en el huerto.

   39Salió y como de costumbre fue al monte de los Olivos. Le siguieron también los discípulos. 40Cuando llegó al lugar, les dijo:

-Orad para no caer en tentación.

   41Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, de rodillas, oraba 42 diciendo:

-Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

   43Se le apareció un ángel del cielo que le confortaba. Y entrando en agonía oraba con más intensidad. 44Y le sobrevino un sudor como de gotas de sangre que caían hasta el suelo. 45Cuando se levantó de la oración y llegó hasta los discípulos, los encontró adormilados por la tristeza. 46Y les dijo:

-¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación.

Prendimiento de Jesús.

   47Todavía estaba hablando, cuando de pronto llegó un tropel de gente. El que se llamaba Judas, uno de los doce, los precedía y se acercó a Jesús para besarle. 48Jesús le dijo:

-Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?

   49Los que estaban a su alrededor, al ver lo que iba a suceder, dijeron:

-Señor, ¿atacamos con la espada?

   50Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. 51Pero Jesús, en respuesta, dijo:

-¡Dejadlo ya! -y tocándole la oreja, lo curó.

   52Dijo después Jesús a los que habían venido contra él, príncipes de los sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos:

-¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos? 53Mientras estaba con vosotros todos los días en el Templo, no alzasteis las manos contra mí. Pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.

Las negaciones de San Pedro.

   54Después de apresarlo, se lo llevaron y lo metieron en casa del sumo sacerdote. Pedro le seguía de lejos. 55Habían encendido fuego en medio del atrio y estaban sentados alrededor. Pedro estaba sentado en medio de ellos. 56Una criada, al verlo sentado a la lumbre, fijándose en él dijo:

57-También éste estaba con él.

    Pero el lo negó:

58-No lo conozco, mujer.

   Al poco tiempo, viéndole otro dijo:

-Tú también eres de ellos.

   Pero Pedro replicó:

-Hombre, no lo soy.

   59Y pasada como una hora, otro aseguró:

-Cierto, éste estaba con él, porque también es galileo.

   60Y dijo Pedro:

-No sé, hombre, lo que dices.

   Y al instante, cuando todavía estaba hablando, cantó un gallo. 61El Señor se volvió y miró a Pedro. Y recordó Pedro las palabras que el Señor le había dicho: Antes que cante el gallo hoy, me habrás negado tres veces. 62Y salió afuera y lloró amargamente.

Ultrajes a Jesús

   63Los hombres que custodiaban a Jesús se mofaban de él y le golpeaban. 64Entonces, tapándole le cara, le preguntaban:

-Profetiza, ¿quién es el que te ha pegado?

   65Y decían contra él otras muchas injurias.

Interrogatorio ante los príncipes de los sacerdotes.

   66Al hacerse de día se reunieron los ancianos del pueblo, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y le condujeron al Sanedrín. 67Y le dijeron:

-Si tú eres el Cristo, dínoslo.

   Y les contestó:

-Si os lo digo, no me creeréis; 68y si hago una pregunta, no me responderéis. 69No obstante, desde ahora estará el Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios.

   70Entonces dijeron todos:

-Por tanto, ¿tú eres el Hijo de Dios?

-Vosotros lo decís: yo soy -les respondió.

   71 Pero ellos dijeron:

-¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.

 

23

Jesús ante Pilato.

   1Se levantaron todos ellos y llevaron a Jesús ante Pilato. 2Entonces empezaron a acusarle diciendo:

-Hemos encontrado a éste soliviantando a nuestra gente y prohibiendo dar tributo al César; y dice que él es el Cristo, el Rey.

   3Pilato le preguntó:

-¿Eres tú el Rey de los Judíos?

-Tú lo dices -le respondió él.

   4Dijo Pilato a los príncipes de los sacerdotes y a la muchedumbre:

-No encuentro ningún delito en este hombre.

   5Pero ellos insistían:

-Subleva al pueblo, enseñando or toda judea, desde que comenzó en Galilea hasta aquí.

Jesús ante Herodes.

   6Pilato al oírlo preguntó si aquel hombre era galileo. 7Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que estaba también aquellos días en Jerusalén. 8Herodes se alegró mucho de ver a Jesús, pues deseaba verlo desde hacía mucho tiempo, porque había oído muchas cosas sobre él y esperaba verle hacer algún milagro. 9Le preguntó con mucha locuacidad, pero él no le respondió nada. 10También estaban allí los príncipes de los sacerdotes y los escribas, acusándole con vehemencia. 11Herodes, junto con sus soldados, le despreció, se burló de él poniéndole un vestido blanco y se lo remitió a Pilato. 12Herodes y Pilato se hicieron amigos aquel día, pues antes estaban enemistados entre sí.

Jesús condenado a muerte.

   13Pilato convocó a los príncipes de los sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, 14y les dijo:

-Me habéis presentado a este hombre como alborotador del pueblo. Mirad: yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ningún delito de los que le acusáis; 15ni tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto; por tanto, nada ha hecho que merezca la muerte. 16Así que, después de castigarle, lo soltaré.(17)

   18Pero toda la multitud clamó diciendo:

-¡Fuera con ése, y suéltanos a Barrabás! 19-éste había sido encarcelado por cierta sedición ocurrida en la ciudad y por un homicidio.

   20De nuevo Pilato les habló queriendo poner en libertad a Jesús. 21Pero ellos continuaban gritando:

--¡Crucifícalo, crucifícalo!

   22No obstante, por tercera vez, él les dijo:

--¿Y qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito de muerte; por tanto, después de castigarle, lo soltaré.

   23Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que lo crucificaran, y sus gritos eran cada vez más fuertes. 24Pilato entonces decidió que se cumpliera su petición: 25soltó al que pedían -el que había sido encarcelado por sedición y homicidio- y a Jesús lo entregó a la voluntad de ellos.

Crucifixión y muerte de Jesús.

   26Cuando le llevaban echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le obligaron a llevar la cruz detrás de Jesús.

   27Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que lloraban y se lamentaban por él. 28Jesús, volviéndose a ellas, les dijo:

-Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos, 29porque mirad que vienen días en que se dirá: Dichosas las estériles y los vientres que no engendraron y los pechos que no amamantaron.

   30Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotras; y a los collados: Sepultadnos; 31porque si en el leño verde hacen esto, ¿qué se hará en seco?

   32Llevaban también con él a dos malhechores para matarlos. 33Cuando llegaron al lugar llamado Calavera, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34Y Jesús decía:

-Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.

   Y se repartieron sus ropas echando suertes. 35El pueblo estaba mirando, y los jefes se burlaban de él y decían:

-Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si él es el Cristo de Dios, el elegido.

   36Los soldados se burlaban también de él; se acercaban y ofreciéndole vinagre 37decían:

-Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo

   38Encima de él había una inscripción: Éste es el Rey de los judíos.

   39Uno de los malhechores crucificados le injuriaba diciendo:

-¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros.

   40Pero el otro le respondía:

-¿Ni siquiera tú, que estás en el mismo suplicio, temes a Dios? 41Nosotros estamos aquí justamente, porque recibimos lo merecido por lo que hemos hecho; pero éste no ha hecho ningún mal.

   42Y decía:

-Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.

    43Y le respondió:

-En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso.

   44Era ya alrededor de la hora sexta. Y toda la tierra se cubrió de tinieblas hasta la hora nona. 45Se oscureció el sol, y el velo del Templo se rasgó por la mitad. 46Y Jesús, clamando con una gran voz, dijo:

-Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

   Y diciendo esto expiró.

   47El centurión, al ver lo que había sucedido, glorificó a Dios diciendo:

-Verdaderamente este hombre era justo.

   48Y toda la multitud que se había reunido ante este espectáculo, al contemplar lo ocurrido, regresaba golpeándose el pecho.

   49Todos los conocidos de Jesús y las mujeres que le había seguido desde Galilea estaban observando de lejos estas cosas.

Jesús es sepultado.

   50Había un hombre llamado José, varón bueno y justo, miembro del Consejo, 51que no estaba de acuerdo con su decisión y sus acciones. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el reino de Dios. 52Éste se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53Y lo descolgó, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido colocado todavía. 54Era el día de la Parasceve y comenzaba a brillar el sábado. 55Las mujeres que habían venido con él desde Galilea le siguieron y vieron el sepulcro y cómo fue colocado su cuerpo. 56Regresaron y prepararon aromas y ungüentos. El sábado descansaron según el precepto.

 

24

Resurrección de Jesús. El sepulcro vacío.

    1El día siguiente al sábado, todavía muy de mañana, llegaron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado; 2y se encontraron con que la piedra había sido removida del sepulcro. 3Pero al entrar, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. 4Estaban desconcertadas por este motivo, cuando se les presentaron dos varones con vestidura refulgente. 5Como estaban llenas de terror y con los rostros inclinados hacia tierra, ellos les dijeron:

-¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? 6No está aquí, sino que ha resucitado; recordad cómo os haló cuando estaba en Galilea 7diciendo que convenía que el Hijo del Hombre fuera entregado en manos de hombres pecadores, y fuera crucificado y resucitase al tercer día.

   8Entonces ellas se acordaron de sus palabras. 9Y al regresar del sepulcro anunciaron todo esto a los once y a todos los demás. 10Eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago; también las otras que estaban con ellas contaban estas cosas a los apóstoles. 11Y les pareció como un desvarío lo que contaban, y no les creían. 12Pedro, no obstante, se levantó y echó a correr hacia el sepulcro; y al inclinarse vio sólo los lienzos. Entonces se marchó a casa, admirándose de lo ocurrido.

Aparición a los discípulos de Emaús.

   13Ese mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén setenta estadios. 14Iban conversando entre sí de todo lo que había acontecido. 15Y mientras comentaban y discutían, el propio Jesús se acercó y se puso a caminar con ellos, 16aunque sus ojos eran incapaces de reconocerle. 17Y les dijo:

--¿De qué veníais hablando entre vosotros por el camino?

   Y se detuvieron entristecidos. 18Uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:

--¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?

    19Él les dijo:

-¿Qué ha pasado?

   Y le contestaron:

-Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y ante todo el  pueblo; 20cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. 21Sin embargo nosotros esperábamos que él sería quien redimiera a Israel. Pero con todo, es ya el tercer día desde que han pasado estas cosas. 22Bien es verdad que algunas mujeres de las que están con nosotros nos han sobresaltado, porque fueron al sepulcro de madrugada 23y, como no encontraron su cuerpo, vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles, que les dijeron que está vivo. 24Después fueron algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como dijeron las mujeres, pero a él no le vieron.

   25Entonces Jesús les dijo:

-¡Necios y torpes de corazón para creer todo lo que anunciaron los Profetas! 26¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria?

   27Y comenzando por Moisés y por todos los Profetas les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. 28Llegaron cerca de la aldea adonde iban, y él hizo ademán de  continuar adelante. 29Pero le retuvieron diciendo:

-Quédate con nosotros, porque se hace tarde y está ya anocheciendo.

   Y entró para quedarse con ellos. 30Y cuando estaban juntos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su presencia. 32Y se dijeron uno a otro:

--¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?

   33Y al instante se levantaron y regresaron a Jerusalén, y encontraron reunidos a  los once y a los que estaban con ellos, 34que decían:

-El Señor ha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón.

   35Y ellos se pusieron a contar lo que había pasado en el camino, y cómo le habían reconocido en la fracción del pan.

Aparición a los discípulos en el Cenáculo.

   36Mientras ellos estaban hablando de estas cosas, Jesús se puso en medio y les dijo:

-La paz esté con vosotros.

   37Se llenaron de espanto y de miedo, pensando que veían un espíritu. 38Y les dijo:

-¿Por qué os asustáis, y por qué admitís esos pensamientos en vuestros corazones? 39Mirad mis manos y mis pies: soy yo mismo. Palpadme y comprended que un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.

   40Y dicho esto, les mostró las manos y los pies. 41Como no acababan de creer por la alegría y estaban llenos de admiración, les dijo:

-¿Tenéis aquí algo de comer?

   42Entonces ello le ofrecieron un trozo de pez asado. 43Y lo tomó y se lo comió delante de ellos.

   44Y les dijo:

-Esto es lo que os decía cuando aún estaba con vosotros: es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.

   45Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras. 46Y les dijo:

-Así está escrito: que el Cristo tiene que padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día, 47y que se predique en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las gentes, comenzando desde Jerusalén. 48Vosotros sois testigos de estas cosas. 49Y sabed que yo os envío al que mi Padre ha prometido. Vosotros permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto.

La Ascensión del Señor.

   50Los sacó hasta cerca de Betania y levantando sus manos los bendijo. 51Y mientras los bendecía, se alejó de ellos y comenzó a elevarse al cielo. 52Y ellos le adoraron y regresaron a Jerusalén con gran alegría. 53Y estaban continuamente en el Templo bendiciendo a Dios.