¿Cuál esperanza?



NB: Se presentan aquí algunos aspectos de la encíclica «Spe salvi facti sumus» - "en la Esperanza hemos sido salvados" (Rm 8, 24) del Santo Padre Benedicto XVI.


 

¿En qué consiste la Esperanza cristiana?

La esperanza es la Virtud por la cual esperamos gozar, cuando muramos en gracia de Dios, la felicidad plena y eterna, que es el mismo Dios (cfr. Compendio, 207-216; 387).

La verdadera Esperanza, por tanto, no es una cosa sino Alguien: no está fundada sobre cosas que pasan y que pueden sernos quitadas, sino sobre Dios que se dona para siempre. La verdadera, "gran Esperanza del ser humano, que ha de superar todo lo demás, sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. (…) Dios es el fundamento de la Esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto" (Spe, 31).


 

¿A cuáles preguntas responde la Esperanza?

- A las preguntas fundamentales y existenciales, que brotan del corazón de todo ser humano, como por ejemplo: ¿Cómo se puede vivir? ¿Cómo es posible "afrontar nuestro presente" (Spe, 1), con frecuencia marcado por el desánimo y el dolor? ¿Cómo soportar cada día el cansancio de vivir? ¿Qué cosa queda mientras todo pasa?

- El ser humano cultiva muchas esperanzas durante su vida. Cuando algunas o todas se realizan, se da cuenta que aún desea algo más, en cuanto no está todavía plenamente satisfecho: intuye que "sólo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar" (Spe, 30).

 



¿Cuáles características tiene la Esperanza?

La Esperanza cristiana:

- Es un elemento distintivo de los cristianos: gracias a la Esperanza "ellos tienen un futuro: no es que conozcan los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío" (Spe, 2);

- "está precedida por la espera que Dios cultiva con respecto a nosotros. Sí, Dios nos ama y precisamente por eso espera que volvamos a Él, que abramos nuestro corazón a su amor, que pongamos nuestra mano en la suya y recordemos que somos sus hijos. Esta espera de Dios precede siempre a nuestra Esperanza, exactamente como su amor nos abraza siempre primero" (Benedicto xvi, Homilía en las Primeras Vísperas del Primer Domingo de Adviento, 1-12-2007);

- es llamada teologal, en el sentido de que Dios es la fuente, su sustento y su fin;

- no es sólo informativa, sino también performativa, es decir la Esperanza cristiana "no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida" (Spe, 2);

- es más fuerte que los sufrimientos, que la esclavitud y por esto transforma desde dentro la vida y el mundo (cfr. Spe, 4);

- "es siempre y esencialmente también Esperanza para los otros; sólo así es realmente Esperanza también para mi. Como cristianos, nunca deberíamos preguntarnos solamente: ¿cómo puedo salvarme yo mismo? deberíamos preguntarnos también: ¿qué puedo hacer para que otros se salven?" (Spe, 48) "La salvación ha sido considerada siempre como una realidad comunitaria" (Spe, 14). "Vivir para Él (Cristo) significa dejarse moldear en su «ser-para»" (Spe, 28) los otros.



¿Cuál es la fuente de la Esperanza?

La Esperanza proviene del encuentro con Jesucristo, quien:

- nos permite "conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir Esperanza." (Spe, 3), descubrir a Dios como Padre bueno y misericordioso, aquel Dios-Amor que Jesús nos ha revelado con su encarnación, con su vida terrena y su predicación, y sobre todo con su muerte y resurrección. La verdadera y segura Esperanza está fundada sobre la Fe en Dios Amor, como Padre misericordioso, que "tanto ha amado al mundo, que le ha dado su Hijo unigénito" (Jn 3, 16). La Esperanza cristiana es pues equivalente a la Fe, en el sentido que:

· «La Fe es fundamento (sustancia-hipóstasis) de las cosas que se esperan; prueba de las cosas que no se ven» (Hb 11, 1) "La Fe es la sustancia de la Esperanza" (Spe, 10);

· "la crisis actual de la Fe … es sobre todo una crisis de la Esperanza cristiana" (Spe, 17);

- nos hace verdaderamente libres: Cristo nos dice "quién es en realidad el hombre y qué debe hacer para ser verdaderamente hombre. (…) Él indica también el camino más allá de la muerte" (Spe, 6);

- "nos ha comunicado ya la "sustancia" de las realidades futuras y, de este modo, la espera de Dios adquiere una nueva certeza. Se esperan las realidades futuras a partir de un presente ya entregado. Es la espera, ante la presencia de Cristo, con Cristo presente, de que su cuerpo se complete, con vistas a su llegada definitiva" (Spe, 9).

- nos dona la vida eterna.

 



¿Qué es la vida eterna?

«Esta es la vida eterna: que Te conozcan, único y verdadero Dios, y a Aquel a quien has enviado, a Jesucristo» (Jn 17, 3) "si estamos en relación con Aquel que no muere, que es la Vida misma y el Amor mismo, entonces estamos en la vida. Entonces «vivimos» (Spe, 27), y vivimos para siempre.



¿A qué se opone la Esperanza cristiana?

Ésa se opone:

- al ateísmo de los siglos XIX y XX, que ha comportado "una protesta contra las injusticias del mundo", pero que se convirtió en "una protesta contra Dios". "Si ante el sufrimiento de este mundo es comprensible la protesta contra Dios, la pretensión de que la humanidad pueda y deba hacer lo que ningún Dios hace ni es capaz de hacer, es presuntuosa e intrínsecamente falsa. Si de esta premisa se han derivado las más grandes crueldades y violaciones de la justicia, no es fruto de la casualidad, sino que se funda en la falsedad intrínseca de esta pretensión" (Spe, 42);

- al marxismo, cuyas enseñanzas sobre la dictadura del proletariado han dejado "destrás de sí una destrucción desoladora", en cuanto "ha olvidado al hombre y ha olvidado su libertad. (…) Creyó que, una vez solucionada la economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el materialismo: en efecto, el hombre no es sólo el producto de condiciones económicas y no es posible curarlo sólo desde fuera, creando condiciones económicas favorables" (Spe, 20-21);

- al mito del progreso, entendido "como nueva forma de la Esperanza humana" (Spe, 20), como "un dominio siempre mayor sobre la naturaleza", que hace creer que el ser humano pueda ser redimido mediante la ciencia, y que ha encerrado cada vez más la Fe y la Esperanza en la esfera privada e individual.
Para eliminar "la ambigüedad del progreso" - ambigüedad debida al hecho que "ofrece nuevas posibilidades para el bien, pero también abre posibilidades abismales para el mal" (Spe, 22) -, es necesario que:

· Se de un crecimiento del hombre interior, un crecimiento moral de la humanidad: "Si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior (cf. Ef 3,16; 2 Co 4,16), no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo" (Spe, 22);

· la razón, "gran don de Dios al hombre", se abre a la Fe. No se puede de hecho olvidar que "la victoria de la razón sobre la irracionalidad es también un objetivo de la Fe cristiana" (Spe, 23).
"La ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad. Pero también puede destruir al hombre y al mundo si no está orientada por fuerzas externas a ella misma (...) No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor (…) El ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: «Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Rm 8,38-39). Si existe este amor absoluto con su certeza absoluta, entonces -sólo entonces- el hombre es "redimido", suceda lo que suceda en su caso particular. Esto es lo que se ha de entender cuando decimos que Jesucristo nos ha 'redimido'." (Spe, 24-26);

- al materialismo: "No son los elementos del cosmos, la leyes de la materia, lo que en definitiva gobierna el mundo y el hombre, sino que es un Dios personal quien gobierna las estrellas, es decir, el universo; la última instancia no son las leyes de la materia y de la evolución, sino la razón, la voluntad, el amor: una Persona (...) la vida no es el simple producto de las leyes y de la casualidad de la materia" (Spe, 5);

- al "nihilismo contemporáneo, que corroe la Esperanza en el corazón del hombre, induciéndolo a pensar que dentro de él y en torno a él reina la nada: nada antes del nacimiento y nada después de la muerte. En realidad, si falta Dios, falla la esperanza. Todo pierde sentido. Es como si faltara la dimensión de profundidad y todas las cosas se oscurecieran, privadas de su valor simbólico; como si no "destacaran" de la mera materialidad" (Benedicto xvi, Homilía en las Primeras Vísperas del Primer Domingo de Adviento, 1-12-2007);

- a la desesperación de la angustia de hoy, que se puede resumir en las palabras de un epitafio antiguo de los primeros siglos del cristianismo: in nihil ab nihilo quam cito recidimus ("en la nada, de la nada, qué pronto recaemos") (Spe, 2);

- a un cierto tipo de cristianismo moderno, el que está "en gran parte concentrado sólo en el individuo y en su salvación"; aquel en el cual "la Esperanza bíblica del reino de Dios ha sido reemplazada por la esperanza del reino del hombre, por la esperanza de un mundo mejor que sería el verdadero «reino de Dios»." Pero a propósito de ésto, aunque sea necesario reconocer que es grande cuánto este tipo de cristianismo ha hecho por la educación del hombre y la atención de los débiles y de los que sufren, "se plantea siempre la pregunta: ¿cuándo es «mejor» el mundo? ¿Qué es lo que lo hace bueno? ¿Según qué criterio se puede valorar si es bueno? ¿Y por qué vías se puede alcanzar esta «bondad»?" (Spe, 30).



¿Cuáles son los lugares de aprendizaje y de ejercicio de la Esperanza?

Son principalmente cuatro:

1.                 la oración:

o                                  "Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme-cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar-, Él puede ayudarme" (Spe, 32)

o                                  La oración debe ser "por una parte, muy personal, una confrontación de mi yo con Dios, con el Dios vivo. Pero, por otra, ha de estar guiada e iluminada una y otra vez por las grandes oraciones de la Iglesia y de los santos, por la oración litúrgica (...) En la oración tiene que haber siempre esta interrelación entre oración pública y oración personal" (Spe, 34).

2.                 El actuar: La Esperanza en el sentido cristiano "es Esperanza activa, con la cual luchamos" (Spe, 34) para que "el mundo llegue a ser un poco más luminoso y humano (...) Ciertamente, no «podemos construir» el reino de Dios con nuestras fuerzas, lo que construimos es siempre reino del hombre con todos los límites propios de la naturaleza humana. El reino de Dios es un don, y precisamente por eso es grande y hermoso, y constituye la respuesta a la Esperanza (...) No obstante, aun siendo plenamente conscientes de la «plusvalía» del cielo, sigue siendo siempre verdad que nuestro obrar no es indiferente ante Dios y, por tanto, tampoco es indiferente para el desarrollo de la historia. Podemos abrirnos nosotros mismos y abrir el mundo para que entre Dios: la verdad, el amor y el bien (...) Así, por un lado, de nuestro obrar brota esperanza para nosotros y para los demás; pero al mismo tiempo, lo que nos da ánimos y orienta nuestra actividad, tanto en los momentos buenos como en los malos, es la gran Esperanza fundada en las promesas de Dios" (Spe, 35).

3.                 El sufrimiento: es el otro lugar de aprendizaje de la Esperanza: "Conviene ciertamente hacer todo lo posible para disminuir el sufrimiento" (Spe, 36), sin embargo "Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito" (Spe, 37) (cfr. La ficha de fragmentos de verdad católica: La enfermedad: ¿cómo afrontarla cristianamente?).

4.                 El juicio de Dios: : "La imagen del Juicio final no es en primer lugar una imagen terrorífica, sino una imagen de esperanza; quizás la imagen decisiva para nosotros de la Esperanza (...) El Juicio de Dios es Esperanza, tanto porque es justicia, como porque es gracia. Si fuera solamente gracia que convierte en irrelevante todo lo que es terrenal, Dios seguiría debiéndonos aún la respuesta a la pregunta sobre la justicia, una pregunta decisiva para nosotros ante la historia y ante Dios mismo. Si fuera pura justicia, podría ser al final sólo un motivo de temor para todos nosotros" (Spe, 47). "Ambas -justicia y gracia- han de ser vistas en su justa relación interior. La gracia no excluye la justicia. No convierte la injusticia en derecho. No es un cepillo que borra todo, de modo que cuanto se ha hecho en la tierra acabe por tener siempre igual valor" (Spe, 44).

 



¿Qué dice la Esperanza acerca de las últimas realidades?

Los cristianos esperan las últimas realidades, llamadas también "los novísimos": muerte, juicio, infierno y gloria (cfr. La ficha de fragmentos de verdad católica: ¿Qué cosa sucede con y después de la muerte?).



¿Con cuáles imágenes se expresa la Esperanza?

- Las imágenes de la Esperanza más preferidas por la tradición cristiana son las del Evangelio, y son tres en particular:

o La espera humilde y silenciosa de Israel con el anciano Simeón y la profetisa Ana (cfr. Lc 2, 22-40);

o La figura del buen pastor, que era muy querida a la Iglesia primitiva: Allí "el pastor expresaba generalmente el sueño de una vida serena y sencilla, de la cual tenía nostalgia la gente inmersa en la confusión de la ciudad. Pero ahora la imagen era contemplada en un nuevo escenario que le daba un contenido más profundo: «El Señor es mi pastor, nada me falta... Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo...» (Sal 22,1-4). El verdadero pastor es Aquel que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte; Aquel que incluso por el camino de la última soledad, en el que nadie me puede acompañar, va conmigo guiándome para atravesarlo: Él mismo ha recorrido este camino, ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido, y ha vuelto para acompañarnos ahora y darnos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un paso abierto. Saber que existe Aquel que me acompaña incluso en la muerte y que con su «vara y su cayado me sosiega», de modo que «nada temo» (cf. Sal 22,4), era la nueva «Esperanza» que brotaba en la vida de los creyentes." (Spe, 6);

o La espera de María, en viaje para ir donde Isabel y que se apura por los montes de Judea: "imagen de la futura Iglesia que, en su seno, lleva la esperanza del mundo por los montes de la historia" (Spe, 50).

- "Hacia finales del siglo III encontramos por vez primera en Roma, en el sarcófago de un niño y en el contexto de la resurrección de Lázaro, la figura de Cristo como el verdadero filósofo, que tiene el Evangelio en una mano y en la otra el bastón de caminante propio del filósofo. Con este bastón Él vence a la muerte; el Evangelio lleva la verdad que los filósofos deambulantes habían buscado en vano. En esta imagen, que después perdurará en el arte de los sarcófagos durante mucho tiempo, se muestra claramente lo que tanto las personas cultas como las sencillas encontraban en Cristo: Él nos dice quién es en realidad el hombre y qué debe hacer para ser verdaderamente hombre. Él nos indica el camino y este camino es la verdad. Él mismo es ambas cosas, y por eso es también la vida que todos anhelamos. Él indica también el camino más allá de la muerte; sólo quien es capaz de hacer todo esto es un verdadero maestro de vida" (Spe, 6).

 



¿Cuáles modelos de Esperanza cita el Papa?

Entre millares de mujeres y hombres que han sabido testimoniar el nombre del Señor hasta el extremo, pero también en la pena y en el gozo de cada día, en las "pequeñas fatigas del cotidiano", el Papa Benedicto XVI recuerda en particular:

- La vicisitud de una pequeña esclava africana, santa Josefina Bakhita, nacida en 1869 en Darfur en Sudán, que reconoció finalmente en Dios un "padrone" non más terrible, sino verdaderamente "totalmente diverso" y que le cambió la vida. Ella decía: "yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda" (Spe, 3);

- El testimonio apabullante, conservado en una verdadera y propia "carta desde el infierno", del mártir vietnamita Paolo Le-Bao-Thin († 1857): incluso en el abismo de la cárcel y del odio desencadenado en las mismas víctimas, también este "prisionero por el nombre de Cristo" esperimentó la salvacción en la Esperanza (cfr. Spe, 37);

- El cardenal vietnamita Francisco Javier Nguyen van Thuân († 2002), durante 13 años en cárcel, de los cuales 9 en aislamiento, el cual llegó a decir que en una situación de desesperación aparentemente total, la escucha de Dios, el poder hablarle, era para él una creciente fuerza de Esperanza (cfr. Spe, 32).



¿Quién es la estrella de la Esperanza?

Maria SS.ma!
"Con un himno del siglo VIII/IX, por tanto de hace más de mil años, la Iglesia saluda a María, la Madre de Dios, como «estrella del mar»: Ave maris stella. La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su laquo;sí»abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cfr. Jn 1,14)? (...) Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino" (Spe, 49-50).

 

El Primicerio
de la Basílica de San Ambrosio y San Carlos en Roma
Monsignor Raffaello Martinelli

http://www.sancarlo.pcn.net/argomenti_spagnolo/MAR_0018.jpg

NB: Para profundizar el argumento, pueden leerse:

la Encíclica, publicada el 30 de noviembre 2007, de Benedicto xvi, Spe salvi facti sumus - "En la Esperanza hemos sido salvados" (abrev. Spe); y el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), 1020-1060; 1817-1821; Compendio del CIC, 207-216; 387.