IX. JESÚS ANTE PILATO


TEXTO BÍBLICO

«De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y así poder comer la Pascua. Salió entonces Pilato fuera, donde ellos, y dijo: —¿Qué acusación traéis contra este hombre? Ellos le respondieron: —Si este no fuera un malhechor no te lo habríamos entregado. Pilato replicó: —Tomadlo vosotros y juzgarlo según vuestra ley. Los judíos replicaron: Nosotros no podemos dar muerte a nadie. Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: —¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondió Jesús: —¿Dices eso por tu cuenta o es que otros te lo han dicho de mí? Pilato respondió: —¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿ Qué has hecho? Respondió Jesús: —Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí. Entonces Pilato le dijo: — ¿Luego tú eres Rey? Respondió Jesús: —Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. Le dice Pilato: —¿Qué es la verdad?

Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: —Yo no encuentro ningún delito en él».

(Jn 18,28-38)

OTROS TEXTOS

Paralelos: Mt 27,1-2.11-14; Mc 15,15; Lc 23,1-4.

Jn 3,14-18: «Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga por él la vida eterna».

Jn 1,9-14: «La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre... En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron...»

Jn 10,27-30: «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen...»

Sal 89(88): «Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David mi siervo: Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades...»


PUNTOS

  1. Nosotros no podemos dar muerte a nadie.

  2. Mi Reino no es de este mundo.

  3. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.

  4. Yo no encuentro ningún delito en él.


MEDITACIÓN

1. Nosotros no podemos dar muerte a nadie

Después de aquella noche sin dormir, tu Maestro es materialmente arrastrado al pretorio. Es de madrugada. Hay prisa por terminar: al atardecer comienza el sábado, y además esa noche es la Pascua, la gran fiesta que conmemoraba la liberación del pueblo.

Aunque es temprano, mucha gente se uniría a la comitiva, inquiriendo noticias, curiosa por saber en qué acabaría aquello.

Y en el pretorio, los que entregaban al esperado de Israel, al autor de la vida, se quedan fuera —soberana hipocresía— para no contaminarse y poder comer la Pascua.

Tras un diálogo tenso: «nosotros no podemos dar muerte a nadie». Al fin todo está claro. No hay acusación formal; seguramente dirían, a tenor de la pregunta de Pilato y lo que dicen los otros evangelistas, que Jesús se hacía pasar por rey, por su rey. No se pretende que Pilato juzgue nada. Se pretende, llanamente, que le condene a muerte; en cruz. Y que lo haga rápidamente.

El Maestro, inerme, con los ojos bajos, escucha en silencio. Seguramente tiene frío; está molido por los golpes propinados durante la noche, que le han producido cardenales en distintas partes del cuerpo, y agotado por la vigilia insomne. Y entre los curiosos no hay una sola presencia amiga, nadie que ose ponerse de su parte.

La forma en que ha sido conducido al tribunal, las huellas de los malos tratos, visibles para todos, las manos atadas, las palabras insultantes de los judíos, tienen que producir en el ánimo de Jesús una humillación terrible. El, que hasta hace muy pocos días era considerado un «rabbí» respetable, seguido entusiásticamente, venerado, escuchado, aclamado...

El Señor está en el último día de su vida mortal, ha llegado, al fin, su Hora. Lo sabe y siente más que nunca la necesidad de tu simpatía y amor. Exprésaselos de la mejor manera que puedas.


2. Mi Reino no es de este mundo

Tu Señor y Maestro acepta dialogar con este pagano escéptico. El no lo ha condenado de antemano: precisamente él, un romano, a quienes los suyos, Israel —principal beneficiario de su predicación y sus milagros— ha entregado. Pero Pilato no entiende a Jesús, ni tiene interés por entenderle. El no es de sus ovejas, por eso su pecado es menor.

«Mi Reino no es de este mundo.» Eso no significa que el Señor no quiera reinar aquí. El Padre lo ha puesto todo en sus manos (Jn 3,35), y él ansía ser recibido y aceptado en tu corazón y en tu vida como rey y dueño. Y en el de todos.

Pero su Reino no se basa en los fundamentos que tienen los reinos e imperios de este mundo, sean políticos o comerciales. No se apoya en el dinero, ni en las armas, ni en las ideologías, ni en las injusticias, ni en la voluntad de poder; es un Reino que se construye en el amor y el sacrificio, en la solidaridad y en el servicio, en la paz, en la verdad, en la vida.

El Reino del Señor no debe hacer temer a Pilato: él no quiere competir con el César. Su adversario es el Maligno, el Príncipe de este mundo de pecado, contra el que Jesús se ha enfrentado durante toda su vida.

Un Reino que no es de este mundo, pero que ya está en este mundo: dentro de nosotros (Lc 17,21), de cada discípulo que ha creído en Jesús y ha convertido su vida a los valores de ese Reino...

También en ti, amigo del Señor, aunque a veces no lo testimonies con claridad ante los Pilatos con quienes tienes que tratar en tu vida diaria...


3. Todo el que es de la verdad escucha mi voz

Aunque esta verdad resulte a veces dura de aceptar, aunque trastoque nuestros planes, aunque derribe nuestras conveniencias. Sólo desde esa actitud de desprendimiento profundo de nosotros mismos, que supone el aceptar la Verdad, podemos escuchar a Jesús.

A Pilato no le conviene la verdad. Tiene mucho que perder, y deja al Señor para volver con los judíos. Sale fuera, porque se niega a entrar.

Tú y yo tenemos alguna experiencia de ello. De lo fácil que es apartarse de la Verdad para quedarnos en nuestras verdades; de lo fácil que es engañarnos y dejar de escuchar la voz que nos habla sin ruido de palabras.

Por eso contempla bien esta escena. Fíjate en la humildad de tu Maestro que sólo ha reconocido su realeza cuando se encuentra maniatado, escupido, insultado ante el tribunal pagano, y nunca en los días triunfales. Fíjate en la arrogancia del procurador y en la soberbia de los acusadores judíos. Y aborrece de una vez por todas la «prudencia», la «sensatez» y el «termino medio» de este mundo, que llevan a tu Señor a la cruz. Desconfía de las apariencias y de las razones engañosas, que por ellas condenó Pilato al Justo; y apégate con todas las fuerzas de tu alma a aquel que es la Verdad, y a su único camino, que es el de la Pasión y Cruz.


4. Yo no encuentro ningún delito en él

Luego el Señor ha sido absuelto. Pero no... Aquí viene el mayor crimen de la Historia. Admitiendo la inocencia, no se decide Pilato a poner en libertad al preso. Conoce la verdad, pero no tiene la honradez para proclamarla y la valentía para defenderla.

Y así son muchos de nuestros pecados. Que conociendo nosotros su malicia, y cómo en ellos violamos lo mandado por Dios y le desagradamos en gran manera, no obstante no tenemos, ni fortaleza para resistir, ni sinceridad ni grandeza de ánimo para desecharlos.

Actuamos según nuestro capricho, creyendo que ello proporcionará paz a nuestro ánimo turbado. Pero después comprobamos lo contrario, porque el seguir nuestras pasiones y malas inclinaciones no lleva al descanso, sino al remordimiento y al pesar.

Tú te indignas de aquel proceder pusilánime de Pilato. Date cuenta, sin embargo, de cómo es tu conducta: que ni quieres romper del todo con Jesús y tu conciencia, ni buscas coraje para vencer tus indecisiones.

Pídele hoy con fuerzas al Señor que te libre de ese cuerpo que te lleva a la muerte (Rom 7,24), y humíllate —con su humillación—para obtener así misericordia.


ORACIÓN

Señor mío, acusado injusta y falsamente ante Pilato, pendiente de su juicio parcial e interesado, estás completamente indefenso y desamparado. Es un proceso que tiene múltiples acusadores, verdugos que actúan antes de que se dicte sentencia, pero que no tiene abogado.

Tú has querido entregarte a una situación tan desventajosa, y los tuyos —nosotros— no hemos sabido impedirlo, presos de pánico y vergüenza.

A ningún acusado, aunque fuera culpable, se le trató así en tu presencia. Cuando los judíos querían apedrear a aquella mujer adúltera, tú comenzaste a escribir con el dedo en tierra después de sugerir que, el que estuviera sin delito, tirara la primera piedra. ¿Por qué no haces algo así ahora? ¿Por qué no pones en fuga a tus acusadores confundiendo su soberbia?

Ya lo sé, Señor. La causa soy yo. No hay otra. Nada habrá tan decisivo para que te ame y siga como el verte levantado en la cruz.

Mis pecados, por los que merecía mil veces ser castigado, los has tomado sobre ti y has cancelado mi deuda. Ahora conviene que se cumplan las Escrituras.

Rey mío, líbrame de mi confusión aceptándome como al último y más inútil de tus súbditos. Que, puesto que te das entero, tan generosamente, por mí, yo no sabría vivir sin darme totalmente a ti.

Toma mi libertad, mi vida y todas mis cosas. Nada quiero reservarme, Señor, y mi gozo es que tú te dignes recibirlas como cosa tuya y disponer de ellas como te plazca.

Maestro mío, que has venido al mundo para dar testimonio de la verdad: haz que no sea nunca sordo a tu voz y llamamiento. Enséñame, Palabra eterna, sin ruido de palabras. Que no me deje seducir y arrastrar por el griterío de esos falsos maestros y doctores que han acudido, tan de mañana, a Pilato, en busca de tu ruina.

Instrúyeme interiormente para que yo sepa agradar como tú —contigo— al Padre; para que sienta siempre su voluntad providente y amorosa, y la cumpla en una entrega confiada como la tuya. Así sea.


ORACIONES BREVES

«Tú lo dices: Yo soy Rey».

«Yo soy la Verdad y la Vida».

«El que es de la Verdad escucha mi voz».

«Venga a nosotros tu Reino».

«Mi Reino no es de este mundo».

«No encontraron ningún delito en Él».