V. SIMÓN DE CIRENE AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ


TEXTO BÍBLICO

« Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz».

(Mc 15,21)


OTROS TEXTOS

Paralelos: Mt 27,32; Lc 23,26.

Sal 22(21): «No te quedes lejos, que el peligro está cerca y nadie me socorre».

Sal 69(68): «La afrenta me destroza el corazón y desfallezco. Espero compasión y no la hay, consoladores y no los encuentro».

Is 65,1: «Me he hecho encontradizo de quienes no preguntaban por mí; me he dejado hallar de quienes no me buscaban...».

Gal 6,1-4: «Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo».

Col 1,24: «... me alegro de los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia».

Mt 16,24-26: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (también en Mc 8,34-37 y Lc 9,23-25).

Fil 1,29: «Pues a vosotros se os ha concedido la gracia de que por Cristo, no sólo creáis en él, sino también que padezcáis por él».


PUNTOS

  1. Simón de Cirene es obligado a llevar la cruz.

  2. Siguió a Jesús por el camino.


MEDITACIÓN

1. Simón de Cirene es obligado a llevar la cruz

Los soldados temen que Jesús caiga desplomado una vez más, pero ya sin fuerzas para levantarse. Tratan de encontrar algún amigo del condenado que quiera prestarle la ayuda caritativa de llevarle la cruz. Pero no se encuentra ninguno. Por eso tienen que requisar a un desconocido, un pobre campesino de origen extranjero.

Tu Maestro ha recorrido todo el país haciendo el bien y aliviando el sufrimiento y necesidad de los pobres y atribulados.

Ahora, en pago, no hay nadie, ni uno solo, que quiera socorrerlo a él. Los corazones de quienes lo rodean están cegados por el odio o paralizados por el miedo. Sin embargo, a Simón, que protesta y lo hace a regañadientes, el Señor lo mira con gratitud.

Porque el Maestro —óyelo bien— ha querido hacerse ayudar en su Pasión, ha querido que los hombres colaboremos en su gran obra redentora. El dulcifica nuestras cruces de cada día —que si no causarían espanto— dándonos a entender que, cuando las aceptamos, es la suya la que cargamos, a él a quien ayudamos.

Pero no te quedes sólo con «tu» cruz, cristiano satisfecho, pues él no cargó una cruz que fuera suya. Abre los ojos y mira cuidadosamente a tu alrededor. A tu lado pasa, tal vez, Cristo agotado, entristecido y solo en la persona de tu hermano.

¿Ofrecerás tus espaldas a las cruces de los otros? En esto está la perfección de la caridad, porque «cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).


2. Siguió a Jesús por el camino

Simón se queja de su poca fortuna, y de mala gana toma la cruz de tu Maestro. Sin embargo, ante la mirada de agradecimiento de Jesús, se siente bañado en su amor, y nota que algo se le rompe, se le transforma en su interior.

Con esa mirada se considera largamente pagado. Y, ya en silencio, abrazado respetuosamente a la cruz, sin sentir su peso, siguió a Jesús por el camino. Como discípulo.

¡Qué generosa y excesivamente pagó el Maestro al que hizo tan poco, y obligado, por él! Simón llora en su primer «vía crucis», no sólo por los sufrimientos del Señor, sino por sus pecados; porque sus ojos se abrieron, como los del ciego curado en la piscina de Siloé. Y sus lágrimas van borrando su vida pasada, paso a paso.

Consuélate, amigo de Jesús, pensando que nunca jamás llevarás solo la cruz, sino siempre detrás de alguien. Y que ese alguien te aliviará con alegrías íntimas que sobrepasan todos los placeres del .hundo.

Porque, si así recompensó a Simón, ¡qué no dará a los que se le ofrecen voluntariamente, a los que se le entregan generosamente en cuerpo y alma! El mismo nos lo dice en el Evangelio: «cien veces más y además la vida eterna» (Mt 19,28-29).


ORACIÓN

¡Oh Señor!, después del brevísimo encuentro con tu Madre la soledad del camino parece más dura y amarga. Con ella desaparecieron también las pocas fuerzas que te quedaban y tienes necesidad de ayuda.

Pero no se encuentra ninguno que quiera hacerlo, que quiera aliviar tus espaldas llagadas. Todos te han abandonado. Yo también lo hice en muchas ocasiones en que pasaste a mi lado implorando mi socorro: me desentendí y seguí mi camino, que no era el tuyo.

Tantas ocasiones perdidas, tantas negativas, y tú sigues llamándome con paciencia, y continúas solicitando mi esfuerzo y colaboración.

Y cuando yo, discípulo indigno, me veo obligado a llevar una cruz de la que me quejo y protesto, ni aun entonces me dejas. Suavizas mi carga, tú, el amigo fiel; o me das fuerzas y esperanzas en los momentos de dolor más oscuros, solitarios y amargos por los que pasa mi vida.

¡Qué misterio insondable el que tú quieras tener necesidad de tus criaturas, de la poca fuerza de sus brazos, de la piedad de sus corazones!

Señor mío, concédeme lo que otorgaste a Simón: la gracia de una verdadera conversión a ti; el arrepentimiento de toda mi vida pasada; la posibilidad de consolar tu Corazón con mi trabajo y sufrimiento aceptado, el amor a tu Pasión; el seguimiento como discípulo.

Tan sin méritos propios estoy yo como él, cuando fue requisado. Pero, pues me lo pones de ejemplo, fuérzame tú mismo, Maestro, a tomar la cruz.

Yo acepto de tu mano la parte de ella que quieras darme, las contrariedades ordinarias y las graves contradicciones, tristezas y privaciones, penas y sinsabores que permitas que me lleguen. Las acepto para unirme a ti en el camino del Calvario, y para ofrecerlas en reparación de mis abandonos pasados.

Ayúdame también, Señor, a ponerme al lado de mis hermanos que sufren, a aliviar la carga de los que no pueden más. Y a darme cuenta, cada día mejor, de que yo también tengo necesidad de los otros, como tengo necesidad de ti.


ORACIONES BREVES

«Obligaron a Simón a llevar la cruz».

«El que quiera servirme, que me siga».

«Cuanto hiciste a tus hermanos, a mí me lo hiciste».

«Señor, no te quedes lejos».

«El que quiera seguirme, que cargue con su cruz».

«Niégate a ti mismo y me encontrarás».

«Se os ha concedido la gracia de padecer por Cristo».