Orar como el Hijo Orar
como Hijos ¡Upa papá! Elevaciones al Padre
Nuestro
Autor: P. Horacio Bojorge
Oración Inicial
¡Jesús, Hijo de Dios, Maestro de filialidad!
Jesús, Tú eres nuestro Maestro. Tú tienes
palabras de Vida eterna. En estos días nos
hemos fascinado con esa Palabra tuya tan
sencilla y sin embargo tan llena de misterio,
tan hermosa, en la que nos revelas nuestra
propia identidad, nuestra propia condición… No
sabíamos lo que éramos hasta que Tú nos lo has
revelado: ¡hijos del Padre!
Saber que soy Tu Hijo, Señor, alegra mi
corazón.
¡Padre! Tú eres mi Padre porque de Ti recibo
el ser, continuamente, en cada momento; porque
de Ti recibo la Vida, que es Tu Espíritu
Santo, en quien vives Tú y el Hijo, que
procede de Ti y del Hijo ¡Vida Divina! Y esa
Vida es la que me comunicas.
La herencia de los hijos eres Tú, ¡oh Espíritu
Santo del Padre y del Hijo!
Padre, derrama sobre nosotros el espíritu
filial, ese espíritu con el que Tú haces
corazones nuevos, como les prometiste a
Jeremías y a Isaías: “Yo quitaré de vosotros
el corazón de piedra y pondré en vosotros un
corazón de carne. Mi Espíritu lo cambiará. Y
andaréis por otros caminos”.
¡Claro! Por el Camino del Hijo. “Yo soy el
Camino. Nadie va al Padre si no es por Mí.”
Gracias, Jesús, por hacerte nuestro Camino
para ir al Padre, por hacerte nuestro Maestro
para ser hijos.
Hemos meditado, nos hemos iluminado con el
Sermón de la Montaña y volvemos a Ti hoy para
que nos sigas enseñando con Tu Enseñanza, con
la Luz de las Escrituras y de los Santos
Apóstoles acerca de este misterio de la nueva
vida, de la regeneración. Para que no sea para
nosotros solamente una verdad teórica,
puramente mental, una verdad que está en la
cabeza, que hemos aprendido en el Catecismo
pero que no ha bajado hasta nuestro corazón y
que todavía no gobierna nuestra vida.
Para que podamos rezar el Padrenuestro no sólo
con los labios sino con el corazón, con el
deseo. Llena nuestros corazones del deseo
filial, del deseo de los hijos.
¡Padre Nuestro!
Padre nuestro, que estás en el Cielo,
Santificado sea Tu Nombre. Que todos los
hombres sepan que Tú eres Padre y que los
creaste para que pudieran llegar a ser tus
Hijos. ¡Que ninguno se pierda esta oferta de
tu amor y tu dicha divina!
Venga a nosotros Tu Reino, el Reino de los
hijos, que nos hace ciudadanos de Tu Reino de
Padre.
Hágase Tu Voluntad. No la nuestra, Padre, la
tuya. Porque Ella es Gloriosa, porque Ella es
beatificante. Es Ella la que nos hace felices,
no nuestros caprichos.
Hágase Tu Voluntad así en la tierra como en el
Cielo, donde los Ángeles la hacen, donde el
Hijo la cumple eternamente, gozosamente.
Como en el Cielo, con el Gozo Celestial. Que
podamos vivir en la tierra por adelantado el
Gozo Celestial de hacer Tu Voluntad ¡oh Padre!
Y que ese Gozo Celestial con que cada uno
cumple Tu Voluntad nos una entre nosotros con
un Gozo fraterno, en la fiesta de los hijos.
El Pan nuestro de cada día dánosle hoy
Danos el Pan de tu Palabra que nos hace vivir
como Hijos; tu Palabra que nos da la vida, el
Pan de tu Palabra hecha carne y hecha
Eucaristía. Danos de ese Pan y agiganta el
hambre de hacer tu Voluntad: Danos tu Voluntad
como Pan que nos hace hijos.
Quítanos toda preocupación por el mañana. Que
podamos descansar en la seguridad de que Tú te
cuidas de nosotros más que nosotros mismos. En
Tus Manos ponemos nuestras inquietudes,
nuestras necesidades, nuestra gloria, nuestros
bienes, nuestros planes. A Ti nos entregamos,
¡oh Padre! También nuestro futuro lo ponemos
en Tus Manos porque está en las mejores manos.
Nosotros mismos nos ponemos en tus manos para
que nos hagas hijos.
Perdona nuestras ofensas, Padre. Perdónanos
sobre todo el vivir tantas veces de espaldas a
Ti, no reconociéndote como Aquél de quien
debemos recibir la vida e intentando ser
nosotros los padres de nosotros mismos,
engendrarnos a nosotros mismos según nuestros
propios planes, según nuestros propios deseos.
Perdónanos, Padre, nuestras ofensas como
nosotros perdonamos también a aquellos que no
nos reconocen a nosotros.
No nos dejes caer en la tentación. ¡Son tantas
las tentaciones que nos vienen de nuestra
propia carne herida por el pecado! ¡Tantas las
que nos vienen desde el mundo! Porque el
espíritu está pronto pero la carne es flaca.
Danos un espíritu de oración que nos mantenga
firmes en medio de las tentaciones que vienen
de la carne, que nos vienen del mundo, la
carne de los hombres organizada en reino del
pecado, y del príncipe de este mundo, Satanás.
Guárdanos de Satanás también, ¡oh Padre!, y de
las acechanzas de la raza de la serpiente.
¡Amén!