«El Séptimo
día Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó en ese día de todo lo
que había hecho. Bendijo Dios el Séptimo día y lo hizo santo, porque
ese día descansó de sus trabajos después de toda esta creación que
había hecho» (Gn
2, 2-3).
«Cuida de santificar el día sábado,
como Yavé, tu Dios, te lo manda. Seis días tienes para trabajar y
hacer tus quehaceres. Pero el día séptimo es el Descanso en honor de
Yavé, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu
hija, ni tu servidor, ni tu sirvienta, ni tu buey, ni tu burro u otro de
tus animales. Tampoco trabajará el extranjero que está en tu país. Tu
servidor y tu sirvienta descansarán así como tú, pues no olvides que
fuiste esclavo en la tierra de Egipto, de la que Yavé, tu Dios, te sacó
actuando con mano firme y dando grandes golpes; por eso Yavé, tu Dios,
te manda guardar el día sábado» (Deu
5, 12-15).
Si Dios descansó y el tercer mandamiento
dice «Acuérdate del sábado para santificarlo» (Éx
20, 8),
¿por qué los cristianos santificamos el domingo y lo consideramos el día
del descanso? Y en todo caso, ¿cuándo ocurrió el cambio?
Ambas preguntas están respondidas en la
Carta Apostólica Dies Domini,
de 25 de mayo de 1998, en la que Juan Pablo II quiere llamar la atención
de la Iglesia acerca del sentido y el valor del domingo. Invito a todos
a leerla, y mientras tanto, trataré de resumir las respuestas a ambas
cuestiones.
Los cuatro Evangelios
coinciden en ubicar la resurrección del Señor en «el primer día de
la semana» (Mt
28, 1; Mc
16, 1-2; Lc
24, 1; Jn
20, 1.19). Es notable la insistencia en subrayar que los
acontecimientos pascuales tuvieron lugar ese "primer día",
"el mismo día": la resurrección
de Jesús, la manifestación a los suyos,
la aparición a los discípulos de Emaús, el don del Espíritu Santo, e
incluso la aparición a Tomás, «ocho días después», es decir, el
domingo siguiente... (cf. Jn
20, 19. 26-27; Lc
24, 13).
Para los judíos (y también por supuesto
para los cristianos) el primer día era y es el día del inicio de la
creación (Gn
1, 1-3).
Por lo tanto, Cristo, al resucitar «el primer día», indica que
comienza una nueva creación, un mundo nuevo. Así lo testimonian las
oraciones que reza el Celebrante en la Solemne Vigilia Pascual:
"Dios que de modo mara-villoso creaste al hombre y más
maravillosamente lo redimiste..." (es decir: 'lo creaste y lo
re-creaste'): "que tus redimidos comprendan que la creación del
mundo hecha al comienzo, no es obra de mayor grandeza que el sacrificio
pascual de Cristo... ".
Marcos y Mateo señalan que había «pasado el sábado» (Mt
28, 1; Mc
16, 1). Se trata de algo más que una
mera indicación cronológica. Es una manera de decir que el mundo
"viejo" había pasado, porque la Pascua de Cristo inaugura un
mundo "nuevo". Y esa novedad debía manifestarse también en
el culto.
La analogía entre el primer día del Génesis
y el primer día en que Cristo resucitó se hace aun más profunda si
consideramos dos cosas: a) El "sexto día" del Génesis tuvo
lugar la creación del hombre, y de la mujer, sacada de su costado
mientras aquel dormía; también el "sexto día" ( = Viernes
Santo), del costado abierto del Hombre Nuevo, "dormido en la
cruz", salió «sangre y agua» (Jn
19, 33-34),
que ya los Santos Padres consideraron como un signo admirable de la
Iglesia, Esposa de Cristo; b) El "séptimo día" del Génesis,
Dios descansó; también el "séptimo día" ( = Sábado Santo)
Cristo descansó... en el sepulcro. Pero después del descanso, viene la
acción: «Este es el día en que actuó el Señor», canta el salmo
117, que la Iglesia refiere
naturalmente al domingo.
Según los testimonios de la Escritura, la
Iglesia naciente tuvo conciencia enseguida de que, así como la
resurrección de Cristo es el centro de la fe cristiana (cf. 1
Cor 15, 12-25),
así también el «primer día de la semana» (1
Cor 16, 2) tiene un significado especial en relación
con el culto cristiano. No olvidemos que la Primera
Carta a los Corintios
data del año 56 ó 57, es decir, es más antigua que los Evangelios.
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