TRABAJO
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SUMARIO: I. Nota previa - II. Fe, trabajo y liturgia - III. Liturgia y trabajo del hombre: 1. Un pequeño florilegio de textos; 2. Aproximación antropológica; 3. Aproximación teológico-litúrgica - IV. Conclusiones.


I. Nota previa

En estos últimos años la iglesia se ha comprometido a fondo en la renovación y adaptación de sus celebraciones litúrgicas, de modo que puedan expresar más auténticamente la fe y la vida de nuestro tiempo. Pero, no obstante los indudables resultados pastorales de la reforma litúrgica, son muchos los cristianos de hoy que se sienten extraños a la liturgia, hallan dificultad para comprenderla y les cuesta trabajo tomar parte en ella: se habla de "separación entre los ritos y la vida", de "ruptura entre celebración y ->  compromiso cotidiano"; hay quejas porque las "liturgias son asépticas, frías, que no interesan ni comprometen". Estas reacciones se registran sobre todo en el mundo del trabajo: de modo particular encuentran dificultades con la liturgia de la iglesia las personas metidas en ambientes industriales que pasan sus jornadas encerradas en una fábrica, insertas a menudo en ciclos productivos rígidamente automatizados. Quizá las dificultades dependen de esto: tales personas se caracterizan por una mentalidad técnica y funcionalista, a la que cuesta acoger una salvación dada por Dios a través de formas establecidas; tienen una sensibilidad que se pierde en un mundo de símbolos, como el de las acciones litúrgicas; están acostumbradas a un tipo de participación que está lejos del clima de comunicación que se respira en una asamblea cristiana; son demasiado concretas y están preocupadas por los problemas más agobiantes de la vida diaria para comprender y apropiarse el lenguaje de la oración de la iglesia.

Las reflexiones que propondremos sobre el tema trabajo y liturgia, aun abriéndose a un horizonte más vasto, se referirán en particular a ese tipo de trabajadores que viven "en una cultura obrera" y que a menudo encuentran casi imposible realizar una verdadera síntesis entre actividad mecánica y experiencia religiosa. El Vat. II, en un texto muy significativo, presenta el trabajo como una actividad que "es para el trabajador y para su familia el medio ordinario de subsistencia; por él el hombre se une a sus hermanos y les hace un servicio, puede practicar la verdadera caridad y cooperar al perfeccionamiento de la creación divina" (GS 67); pero estas personas lo sienten a menudo casi sólo como una dura e ineliminable necesidad de la vida.

Una experiencia litúrgica desenraizada de una eficaz evangelización y separada de todo compromiso de promoción social podría verdaderamente correr en tales contextos el riesgo de aquel triple extrañamiento que K. Marx atribuía a la religión: alienación, opio del pueblo e ideología. Además, las celebraciones litúrgicas, con su estructura ritual prefijada y su lenguaje típico, pueden ser percibidas, cuando no son expresión de una comunidad concreta y no implican a las personas a nivel de preparación y de participación, como emanación de una institución vinculada a la clase dominante y a un orden social impugnado.


II. Fe, trabajo y liturgia

1. Un camino que lleve a los cristianos de nuestro tiempo a comprender y a vivir la profunda conexión que en la experiencia cristiana puede establecerse entre compromiso diario en el trabajo y participación en la liturgia de la iglesia debe comenzar necesariamente por una evangelización que no esté desencarnada de los problemas concretos.

La ambivalencia del trabajo humano, hoy tan dramáticamente percibida y vivida (el trabajo puede realizar o bien enajenar e instrumentalizar al hombre), es asumida e iluminada por el mensaje bíblico, que sugiere el camino para purificarla y superarla proponiendo una concepción cristiana del trabajo: ésta puede llegar a ser, en la situación concreta del individuo, un fecundo término de comparación y un ideal de fe y de esperanza. Creado a su "imagen y semejanza", el hombre está llamado a colaborar en el trabajo de Dios y a tomar parte un día en su descanso, cuando haya acabado el tiempo de la fatiga y de la peregrinación. El aspecto doloroso del trabajo, indicado como fruto del pecado, es reintegrado plenamente en el horizonte de la salvación individual e histórica traída por Cristo, el cual asocia al hombre a su obra redentora.

2. La historia de la salvación, comprendida y vivida en el obrar diario concreto en el que Dios nos llama a ser protagonistas de un designio de amor y de liberación, es el terreno en el que liturgia y actividad humana convergen y pueden encontrarse. Para comprender la liturgia, y en especial para penetrar en el significado vital del misterio eucarístico, hay que ser hombres de fe; o, mejor, "hay que tener una fe como Dios quiere", es decir, esa fe —alimentada con los grandes pensamientos de la biblia— en el Dios viviente, siempre presente en medio de su pueblo a través de signos en los que se revela y obra la salvación. Para comprender la liturgia hay que sentirse parte de una historia de amor que ha culminado en la venida al mundo de Jesús salvador y que continúa hoy en la iglesia, donde Jesús nos sale al encuentro a través de gestos, ritos y acciones simbólicas, que constituyen precisamente nuestra liturgia. Entonces las celebraciones litúrgicas resultan ser momentos privilegiados de nuestra vida cristiana que nos recuerdan con fuerza las obras de Dios realizadas por nosotros, nos ponen en contacto con el Señor presente, dan orientación e impulso a nuestro compromiso y nos ofrecen ya, como en prenda, una anticipación de nuestro encuentro definitivo con el Señor en la vida eterna en que creemos y esperamos.

Ahora bien, los grandes pensamientos bíblicos que nos hacen comprender el sentido de la liturgia nos dan a entender también el significado cristiano del trabajo como lo ve la liturgia. La laboriosidad diaria de los hombres, a la luz de la fe bíblica, está profundamente vinculada a ese ayer, a ese hoy y a ese mañana que jalonan la historia de la salvación celebrada en la liturgia: en el trabajo, en efecto, se llama al hombre a continuar la obra creadora del Padre, a vivir en unión con Cristo salvador en el servicio a los hermanos y a construir un mundo nuevo, abierto al soplo del Espíritu.


III. Liturgia y trabajo del hombre

1. UN PEQUEÑO FLORILEGIO DE TEXTOS. Cuando leemos la biblia, tanto el AT como el NT, nos llama la atención la estima y la importancia que atribuye al trabajo humano incluso en sus expresiones más materiales y más duras. Cristo mismo trabajó durante treinta años con sus manos como un humilde carpintero.

También la liturgia cristiana, toda ella impregnada del espíritu de la biblia, revela en sus oraciones una gran consideración por el trabajo humano. La cuarta plegaria eucarística, por ejemplo, se expresa así: "Te alabamos, Padre Santo, porque eres grande, porque hiciste todas las cosas con sabiduría y amor. A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su creador, dominara todo lo creado...".

En cada misa, cuando se presentan al Señor el pan y el vino, se subraya que son "fruto de la tierra..., de la vid", y por tanto dones de la bondad de Dios, pero también "fruto del trabajo del hombre". De las dos misas para la santificación del trabajo afloran apuntes preciosos para una espiritualidad del trabajo °. Bastaría citar una de las colectas: "Dios y Señor nuestro, que, por medio del trabajo del hombre, diriges y perfeccionas sin cesar la obra grandiosa de la creación, escucha nuestras súplicas, y haz que todos los hombres encuentren un trabajo digno que ennoblezca su condición humana y les permita vivir más unidos, sirviendo a sus hermanos". Y en una oración sobre las ofrendas se pide: "Acepta, Señor, los dones de tu iglesia en oración, y haz que, por el trabajo del hombre que ahora te ofrecemos, merezcamos asociarnos a la obra redentora de Cristo". En otros lugares se pide "realizar fiados en tu providencia el trabajo que nos has encomendado" y "que entregados a nuestras tareas con espíritu cristiano, practiquemos la caridad sincera con nuestros hermanos y colaboremos al perfeccionamiento de tu creación".

Las invocaciones de la liturgia de las Horas están entreveradas de frecuentes referencias al trabajo humano: "Que el trabajo de hoy sirva para la edificación de un mundo nuevo y nos conduzca también a tu reino eterno" (laudes del viernes de la 2.a, 4.a y 6.a semanas de pascua); "Enséñanos a trabajar, con empeño y a conciencia, en nuestras propias tareas" (laudes de la fiesta de la Sagrada Familia); "Da a todos trabajo, pan y una condición de vida digna" (laudes de san José Obrero); perspectivas más amplias ofrece la oración conclusiva de la hora de tercia: "Oh Dios, Padre lleno de bondad, tú has querido que los hombres trabajáramos de tal forma que, cooperando unos con otros, alcanzáramos éxitos cada vez más logrados, ayúdanos, pues, a vivir en medio de nuestros trabajos sintiéndonos siempre hijos tuyos y hermanos de todos los hombres" (lunes del tiempo ordinario). Otros textos se refieren al trabajo de los campos: el Señor es invocado como "el verdadero autor de los frutos de la tierra y el labrador supremo de los dones del espíritu"; se ruega por la nueva cosecha: "Da fecundidad a nuestro esfuerzo para que consigamos abundante cosecha.

Son textos significativos que revelan una marcada atención de la liturgia por el trabajo humano. Pero la relación entre liturgia y trabajo se sitúa a un nivel más profundo y vital que el que puede revelar una serie de referencias explícitas.

2. APROXIMACIÓN ANTROPOLÓGICA. Liturgia y trabajo no son dos mundos incomunicados, aunque a menudo las condiciones sociales del trabajo condicionan duramente toda la vida del trabajador y contribuyen a alejarlo de la liturgia. Querríamos poner de manifiesto algunos aspectos de la experiencia litúrgica, perceptibles ya en una primera aproximación de carácter antropológico, que pueden ser significativos para el hombre que trabaja:

a) La liturgia de la iglesia no es algo puramente espiritual: implica toda nuestra persona; valora elementos materiales tomados de nuestra vida, transformados y preparados por el trabajo humano, que se convierten en primicias de un mundo nuevo que cada uno de nosotros se compromete a construir.

b) La experiencia simbólico-ritual, favorecida por la liturgia, tiene una función profundamente humanizante y equilibradora en la vida del hombre: nos abre a lo trascendente, promueve nuestra socialización, ofrece una referencia constitutiva a los grandes problemas de la existencia humana, nos ayuda a liberarnos de los falsos absolutos y de todos los ídolos de la historia

c) En particular es de gran significado social la dimensión de la fiesta, inherente a la vida litúrgica, con la celebración semanal del ->  domingo y con el rito anual de las fiestas cristianas: experiencia fuerte de libertad, de gratuidad, de renovación social, de vida comunitaria, de auténtica humanidad, de confianza y de esperanza.

d) Hay además en la liturgia una gran reserva de universalidad, de solidaridad, de apertura a los demás, que favorece la superación de todo particularismo mezquino y unilateral.

3. APROXIMACIÓN TEOLÓGICO-LITÚRGICA. Estas valencias de la experiencia litúrgica, perceptibles ya a nivel antropológico, cobran un significado mucho mayor a la luz plena de la fe cuando nos hacemos conscientes de participar, a través de los ritos de la iglesia, en el misterio pascual de Cristo. Es sobre todo en la eucaristía donde podemos comprender y vivir la relación que media entre la liturgia y nuestro trabajo diario'.

a) Celebración y vida están para los discípulos de Cristo íntimamente relacionadas: "Todas sus obras —escribe de los laicos el Vat. II—, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el cotidiano trabajo, el descanso de alma y de cuerpo, si son hechos en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida, si se sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo (cf 1 Pe 2,5), que en la celebración de la eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con la oblación del cuerpo del Señor" (LG 34).

b) A la luz de la liturgia de ‘la palabra, el trabajo humano entra en el horizonte de la acción de gracias, y en particular de la plegaria eucarística: con su actividad diaria el hombre está llamado a convertirse en protagonista de la historia de la salvación, a hacerse colaborador del proyecto de amor de Dios por la salvación del mundo.

c) Por eso el acto penitencial de la misa se refiere también a la responsabilidad con que el cristiano afronta (o no afronta) los compromisos de cada día: su seriedad profesional, su solidaridad con los demás, la actitud de ofrecimiento al Padre y de servicio a los hermanos, pero también su participación en los esfuerzos por la liberación y la promoción social, por la creación de condiciones de trabajo más justas y más humanas.

d) El ofrecimiento de los dones es también ofrecimiento del trabajo humano contenido en ellos y, por tanto, momento que da luz y fuerza a toda una actividad material, a menudo pesada y carente de impulso interior, pero capaz de ser asumida en el trabajo por la construcción de un mundo nuevo y definitivo.

e) El peso de la fatiga, la precariedad de las situaciones concretas, los desgarros de la lucha de clases y la falta de amor, que vuelven más dura la experiencia del trabajo, hacen sentir más aguda la necesidad de la redención de Cristo, de quien viene la salvación también para el mundo del trabajo, no liberado todavía totalmente del pecado, de las sacudidas de una creación que gime por los dolores del parto (cf Rom 8, 19-22).

f) En fin, la eucaristía, en su contexto festivo y en su dimensión escatológica, relanza siempre de nuevo la esperanza cristiana hacia los cielos nuevos y la tierra nueva, a los que tienden todos los acontecimientos de la historia y a todos los sectores de nuestra vida humana, incluido el trabajo.

g) En esta perspectiva aparece también todo el valor que puede cobrar para los trabajadores cristianos el ->  año litúrgico, en el que Cristo vuelve a revivir con nosotros sus misterios, a fin de que entremos cada vez más en ellos para hacerlos nuestros, para revestirnos de Cristo y crecer en su amor: el año litúrgico se convierte en un camino de gracia, de renovación continua, de progresiva unión con Cristo, para que su Espíritu anime toda nuestra vida.


IV. Conclusiones

No hemos agotado ciertamente todas las posibilidades de profundización y de interpretación de que es susceptible nuestro tema, y menos aún creemos poder proponer recetas pastorales y celebrativas para superar todas las dificultades que los trabajadores encuentran en su experiencia litúrgica. Al término de nuestras reflexiones, nos limitamos a ofrecer algunas consideraciones:

a) Es en el ámbito de la historia de la salvación donde se puede comprender la relación que trabajo y liturgia tienen en el plan de Dios, su profunda vinculación, en la existencia cristiana, con los problemas de la justicia y de una promoción humana más integral.

b) El mundo del trabajo tiene siempre necesidad de una experiencia simbólico-ritual que sugiera una concepción más humana y más integral del trabajo, que haga redescubrir la urgencia de comprometerse en una participación consciente y solidaria y favorezca "ese sentido existencial que no puede derivar sólo del tecnicismo ni del progreso, sino de la maduración sufrida y crítica de cada individuo, a la que las iglesias deben dar su específica contribución de conciencias críticas, en defensa del hombre, para que espere y proyecte fuera de sí sus esperanzas en el futuro"

c) La participación en la liturgia de la iglesia es para los trabajadores cristianos un gran recurso espiritual: una continua fuente de gracia, de fuerza, de generosidad, de esperanza; una experiencia de fiesta, siempre rica en humanidad; un continuo ensanchamiento de horizontes, un repetido encuentro con los hermanos, una constante apertura a los problemas de la iglesia y del mundo que orienta a comprender mejor el propio trabajo como servicio y guía para descubrir el valor de una fatiga y de un sufrimiento ofrecidos por los demás, en comunión con Cristo para la salvación de todos los hombres.

d) En fin, es evidente que la concreta celebración litúrgica, a nivel de adaptación, de preparación, de participación y de expresión, podrá convertirse en signo de una comunidad que acoge a los trabajadores, se hace cargo de sus problemas, sabe atesorar su sensibilidad y su experiencia humana; y podrá convertirse también en punto de convergencia de la vida de grupos pequeños, en los que categorías particulares de personas encontrarán más fácilmente un momento de comunión eclesial, de evangelización y de espiritualidad con vistas al compromiso cristiano en el mundo.

[-> Domingo; -> Evangelización y liturgia; -> Fiesta/Fiestas; -> Promoción humana y liturgia].

D. Sartore


BIBLIOGRAFÍA: Angelini G., Trabajo, en NDT 2, Cristiandad, Madrid 1982, 1885-1911; Campanini G., Trabajo, en DETM, Paulinas, Madrid 19752, 1094-1111; Mattai G., Trabajador. en NDE, Paulinas, Madrid 1979, 1368-1382. Véase también la bibliografía de Compromiso, Domingo y Promoción humana y liturgia.