SILENCIO
NDL


SUMARIO: I. El redescubrimiento del silencio en la liturgia - II. Conjunto de textos normativos posconciliares sobre el silencio - III. Significado y tipología del silencio litúrgico: 1. El silencio, elemento estructural; 2. Motivos del silencio litúrgico; 3. Tipología del silencio litúrgico: a) Silencio de recogimiento, b) Silencio de apropiación, c) Silencio meditativo, d) Silencio de adoración - IV. Conclusiones sistemáticas.


"Si alguien me preguntase dónde comienza la vida litúrgica, yo respondería: con el aprendizaje del silencio. Sin él, todo carece de seriedad y es vano...; este silencio... es condición primera de toda acción sagrada"'. La experiencia litúrgica de estos últimos años ha devuelto actualidad a esta afirmación de Romano Guardini. La iglesia del Vat. II, que ha redescubierto "en la celebra
ción litúrgica la importancia de la Sagrada Escritura" (SC 24) y ha reafirmado su fe en Cristo "presente en su palabra" (SC 7), también ha prestado una atención renovada al silencio como momento de la acción litúrgica (volviendo a tomar así los valores de una venerable tradición inspirada en la biblia: cf bibl.), en el ámbito de una situación socio-religiosa donde el silencio a menudo se siente como una necesidad vital.


I. El redescubrimiento del silencio en la liturgia

La constitución SC, tratando de las modalidades concretas de la participación activa de los fieles, destaca la importancia del silencio: "Para promover la participación activa se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos, y también las acciones o gestos y posturas corporales. Guárdese, además, a su debido tiempo, el silencio sagrado" (n. 30).

La referencia al silencio no estaba en el esquema originario de la constitución: la añadió la comisión según el deseo expresado en el aula conciliar, retomando y ampliando la prescripción de la instrucción De musica sacra, del 3 de sept. de 1958.

En los años precedentes, la necesidad y la función del silencio en la celebración litúrgica habían sido afirmadas con frecuencia. Aun subrayando el carácter de acción comunitaria de la celebración litúrgica y la posibilidad de colocar fuera de la liturgia el momento de la meditación, C. Vagaggini llamaba la atención sobre algunos aspectos significativos de la tradición más antigua, lamentando que en la misa ya no hubiera "ningún rasgo de semejantes momentos suspensivos oficiales de oración y de meditación privada"'. En vísperas del concilio la praxis litúrgica más común nos la describe así uno de los primeros comentaristas de la SC: el silencio es "el elemento más descuidado, o incluso sacrificado expresamente en nombre de una participación activa, concebida falsamente en el muy limitado sentido de voz o gesto. Se olvida que por la intensidad con que se vive este silencio se puede medir el grado de capacidad y de preparación de los fieles para la verdadera participación. Un punto de llegada de la reflexión y de la pastoral litúrgica anterior al Vat. II nos lo parece el Directoire pour la pastorale de la messe, del episcopado francés. Registrando el deseo de muchos fieles de tener momentos de silencio, considera la cosa "tal vez justificada por una falta de discreción en los comentarios, por las exigencias mal reguladas de la participación activa que ya no dejan sitio a un solo espacio de silencio (n. 140). Por eso se invita a "notar la diferencia profunda entre el silencio de inercia de asambleas individualistas e informales, que es necesario hacer desaparecer, y el silencio comunitario, alimentado y preparado por el canto y la catequesis. El silencio es la culminación de la oración; por su calidad se mide el esfuerzo de participación" (n. 141).


II. Conjunto de textos normativos
posconciliares sobre el silencio

La norma establecida por SC 30 acerca del silencio ha tenido una amplia resonancia en diversos documentos de la reforma litúrgica actual después del Vat. II. Presentamos aquí la serie de estos textos normativos, mientras que en el párrafo siguiente analizaremos su contenido. Para la explicación de las siglas nos remitimos al elenco de las mismas que se encuentra al comienzo del Diccionario.

Musicam sacram (instrucción de la S. Cong. de Ritos, 1967); en EDIL 275-291; tr. cast. en "Pastoral litúrgica" 9: "Se observará también, en su momento, un silencio sagrado. Por medio de este silencio los fieles no se ven reducidos a asistir a la acción litúrgica como espectadores mudos y extraños, sino que son asociados más íntimamente al misterio que se celebra gracias a aquella disposición interior que nace de la palabra de Dios escuchada, de los cantos y de las oraciones que se pronuncian y de la unión espiritual con el celebrante en las partes que dice él mismo" (n. 17).

Eucharisticum mysterium (instrucción de la S. Congr. de Ritos, 1967); en EDIL 320-351; tr. cast. A. Pardo, Liturgia de la eucaristía, 167-198; cf infra, Ritual de la sagrada comunión y del culto a la eucaristía fuera de la misa, que cita los textos de la instrucción.

RO (ed. typica lat., 1968); la ed. oficial castellana a cargo de la CEE, 1977: "El consagrante principal impone en silencio las manos sobre la cabeza del electo. Del mismo modo, a continuación, hacen los restantes" (c. VII, n. 24, p. 119). Cf c. V, n. 20, p. 73 (para los presbíteros), y c. IV, n. 20, p. 56 (para los diáconos). "Y todos oran en silencio durante un breve espacio de tiempo" (c. 1, n. 5, p. 33; c. II, n. 5, p. 37 [para los lectores y acólitos]).

RBN (ed. typica lat., 1969); ed. oficial castellana 1970, a cargo de la CEE (véase A. Pardo, Liturgia de los nuevos rituales y del oficio divino, 31-46): "Esta celebración de la palabra de Dios consta de una o varias lecturas de la Sagrada Escritura; de la homilía, que puede acompañarse de un momento de silencio..." (n. 17 de las Observaciones generales previas, II).

RE (ed. typica lat., 1969) ed. oficial castellana a cargo de la CEE, 1971 (véase A. Pardo, o.c., 263-270): "El celebrante introduce este rito [de la última recomendación y despedida] con una monición; siguen unos momentos de silencio..." (n. 10).

OGMR (1969; texto latino en el Missale Romanum, ed. typica altera, 1975); en el Misal Romano, ed. oficial cast. de la CEE: en la misa "también, como parte de la celebración, ha de guardarse en su tiempo silencio sagrado. La naturaleza de este silencio depende del momento de la misa en que se observa; por ejemplo, en el acto penitencial y después de la invitación a orar, los presentes se concentran en sí mismos; al terminarse la lectura a la homilía, reflexionan brevemente sobre lo que han oído; después de la comunión, alaban a Dios en su corazón y oran" (n. 23). "A continuación, el sacerdote invita al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar colecta"(n. 32). Cf n. 88. "La asamblea entera expresa su súplica o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con la oración en silencio" (n. 47). "La plegaria eucarística exige que todos la escuchen con reverencia y en silencio, y que tomen parte en ella por medio de las aclamaciones previstas en el mismo rito" (n. 55, h). "... El sacerdote se prepara con una oración en secreto para recibir con fruto el cuerpo y sangre de Cristo; los fieles hacen lo mismo, orando en silencio" (n. 56,f). "Cuando se ha terminado de distribuir la comunión, el sacerdote y los fieles, si juzgan oportuno, pueden orar un rato recogidos" (n. 56 j). Cf nn. 21, 121, 230.

Missale Romanum (1970; ed. typica altera, 1975); ed. oficial castellana a cargo de la CEE. Véase el Viernes santo, celebración de la pasión del Señor: "El sacerdote y el diácono... se dirigen al altar... y se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan, y todos oran en silencio durante algún espacio de tiempo" (n. 4). "La liturgia de la palabra se concluye con la oración universal, que se hace de este modo: el diácono, desde el ambón, dice la invitación que expresa la intención. Después todos oran en silencio durante un espacio de tiempo, y seguidamente el sacerdote, desde la sede o, si parece más oportuno, desde el altar, con las manos extendidas, dice la oración. Los fieles pueden permanecer de rodillas o de pie durante todo el tiempo de las oraciones" (n. 10). "El sacerdote... toma la cruz..., comenzando la invitación a la adoración de la cruz... Todos responden: Venid a adorarlo, y acabado el canto se arrodillan y adoran en silencio, durante unos momentos, la cruz, que el sacerdote, de pie, mantiene en alto" (n. 15). Cf nn. 17 y 19. Vigilia pascual, después de cada una de las lecturas: "... el sacerdote dice: Oremos y, después que todos han orado en silencio durante algún tiempo, dice la oración colecta" (n. 23).

RPR (ed. typica lat., 1970); ed. oficial cast. de la CEE, 1979: "Después el celebrante pide el auxilio divino [una vez que ha interrogado a los candidatos a la profesión religiosa], diciendo: Oremos. Y todos, oportunamente, oran en silencio unos momentos" (I, n. 29; II, n. 32).

RC (ed. typica lat., 1971); ed. oficial castellana a cargo de la CEE, 1975: "`El obispo... [antes de imponer las manos sobre los confirmandos], de pie, con las manos juntas y de cara al pueblo, dice... Todos oran en silencio unos instantes" (n. 31).

OGLH (1971; texto lat. en el vol. I de la Liturgia Horarum, ed. typica, 1972); ed. oficial castellana a cargo de la CEE en el primer volumen de la Liturgia de las Horas: "Igualmente, si se juzga oportuno, puede dejarse también un espacio de silencio a continuación de la lectura o de la homilía" (n. 48). "... concluido el salmo y observado un momento de silencio, se concluye con una oración que sintetiza los sentimientos de los participantes" (n. 112). "[En las preces]... la asamblea interponga una respuesta uniforme o una pausa de silencio, o que el sacerdote o el ministro digan tan sólo la primera parte y la asamblea la segunda" (n. 193). "Como se ha de procurar de un modo general que en las acciones litúrgicas se guarde asimismo, a su debido tiempo, un silencio sagrado, también se ha de dar cabida al silencio en la liturgia de las Horas" (n. 201). "Por lo tanto, según la oportunidad y la prudencia, para lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la oración personal con la palabra de Dios y la voz pública de la iglesia, es lícito dejar un espacio de silencio después de cada salmo, una vez repetida su antífona, según la costumbre tradicional, sobre todo si después del silencio se añade la oración sálmica (cf n. 112), o después de las lecturas, tanto breves como largas, indiferentemente antes o después del responsorio. Se ha de evitar, sin embargo, que el silencio introducido sea tal que deforme la estructura del oficio o resulte molesto o fatigoso para los participantes" (n. 202). "Cuando la recitación haya de ser hecha por uno solo, se concede una mayor libertad para hacer una pausa en la meditación de alguna fórmula que suscite sentimientos espirituales, sin que por eso el oficio pierda su carácter público" (n. 203).

RUE (ed. typica lat., 1972), ed. oficial castellana a cargo de la CEE, 1974: "Ahora el sacerdote, en silencio, impone las manos sobre la cabeza del enfermo" (n. 139).

RP (ed. typica lat., 1974); ed. oficial castellana a cargo de la CEE, 1975 (véase el rito para reconciliar a varios penitentes...): "El sacerdote invita a todos a la oración... Todos oran en silencio durante algunos momentos. Luego el sacerdote recita la siguiente plegaria" (n. 111). "... puede intercalarse [entre las lecturas] un salmo... o un momento de silencio para conseguir así que la palabra de Dios sea mejor comprendida por cada uno, y se le preste una mayor adhesión" (n. 117). "Es conveniente que se guarde un tiempo de silencio para examinar la conciencia y suscitar la verdadera contrición de los pecados" (n. 129).

Eucharistiae participationem (carta circular de la S. Congr. para el Culto divino a los presidentes de las conferencias episcopales sobre la plegaria eucarística, 1973); en EDIL 941947; tr. castellana en A. Pardo, Liturgia de la eucaristía, 216-223: "Dicha oración [eucarística] es recitada por el sacerdote ministerial, que interpreta la voluntad de Dios que se dirige al pueblo, y la voz del pueblo, que eleva los ánimos a Dios. Solamente ella debe resonar, mientras que la asamblea, reunida para la celebración litúrgica, mantiene un silencio religioso" (n. 8). "Para obtener, además, mayor eficacia de palabra y más abundante fruto espiritual, debe respetarse siempre, como muchos desean, el silencio sagrado, que se observará en los tiempos establecidos, como parte de la acción litúrgica, a fin de que los asistentes, en respuesta al momento particular en que aquél se coloca, entren nuevamente en sí mismos o bien reflexionen brevemente sobre todo lo que han oído, o alaben y rueguen al Señor en la intimidad de su propio espíritu" (n. 18).

DMN = Directorio para las misas con niños (ed. typica lat., 1973); ed. oficial castellana a cargo de la CEE, 1974 (cf A. Pardo, o.c., 225-238): "También en las misas con niños `debe guardarse un tiempo de silencio como parte constitutiva de la celebración' (OGMR 23) para que no se conceda lugar excesivo a la acción externa, pues también los niños a su manera son realmente capaces de meditar. Sin embargo, tienen necesidad de una cierta formación para que aprendan según los diversos momentos (por ejemplo, después de la comunión o también después de la homilía) a entrar en sí mismos y meditar y alabar y rezar a Dios en su corazón" (n. 37). "Entre las lecturas... nada impide que alguna vez reemplace al canto un silencio meditativo" (n. 46).

Ritual de la sagrada comunión y del culto a la eucaristía fuera de la misa (ed. typica lat., 1973); ed. oficial castellana a cargo de la CEE, 1974: "Las exposiciones breves del santísimo sacramento deben ordenarse de tal manera que, antes de la bendición..., se dedique un tiempo conveniente a la lectura de la palabra de Dios, a los cánticos, a las preces y a la oración en silencio prolongada durante algún tiempo" (n. 89). "... cuando la adoración ante Cristo, el Señor, se tenga con participación de toda la comunidad, se haga con sagradas lecturas, cánticos y algún tiempo de silencio, para fomentar más eficazmente la vida espiritual de la comunidad" (n. 90).

OLM = Ordo Lectionum Missae (ed. typica altera, 1981); ed. oficial castellana a cargo de la CEE, en las primeras páginas de los Leccionarios oficiales: "La liturgia de la palabra se ha de celebrar de manera que favorezca la meditación, y, por esto, hay que evitar totalmente cualquier forma de apresuramiento que impida el recogimiento. El diálogo entre Dios y los hombres, con la ayuda del Espíritu Santo, requiere unos breves momentos de silencio, acomodados a la asamblea presente, para que en ellos la palabra de Dios sea acogida interiormente y se prepare la respuesta por medio de la oración. Pueden guardarse estos momentos de silencio, por ejemplo, antes de empezar dicha liturgia de la palabra, después de la primera y segunda lectura y, por último, al terminar la homilía" (n. 28).


III. Significado y tipología del silencio litúrgico

Confrontando entre sí estos diferentes textos, intentamos ahora dar unas líneas maestras que ayuden a interpretar el significado y la función del silencio en la liturgia renovada después del Vat. II.

1. EL SILENCIO, ELEMENTO ESTRUCTURAL. Se presenta repetidamente el silencio como "parte de la celebración" (OGMR 23; OGLH 201; Eucharistiae participationem 18; DMN 37); condición para que los fieles "no se vean reducidos a asistir a la acción litúrgica como espectadores mudos y extraños" (Musicam sacram 17), para evitar a los niños dar "lugar excesivo a la acción externa" (DMN 37).

En clave pedagógica, se indica el silencio entre los "elementos litúrgicos", que deben tenerse presentes "en la formación litúrgica de los niños y en su preparación para la vida litúrgica de la iglesia" (DMN 13). De este silencio, recomendado "como muchos desean" (Eucharistiae participationem 18), se dan unas motivaciones positivas que analizaremos, pero para la liturgia de las Horas se señalan tres criterios negativos, oportunos en toda acción litúrgica: efectivamente, se afirma que el uso del silencio debe ser tal que no deforme la estructura del oficio, ni cause molestias o resulte fatigoso a los participantes (cf OGLH 202), de manera que el oficio no pierda su característica de oración pública (cf OGLH 203).

2. MOTIVOS PARA EL SILENCIO. "La naturaleza de este silencio depende del momento de la misa en que se observa" (OGMR 23), pero de los textos citados se desprenden también motivos de carácter general. El motivo más general del silencio litúrgico es "para promover la participación activa" (SC 30), para que los fieles "sean asociados más íntimamente al misterio que se celebra" (Musicam sacram 17). En particular, el silencio favorece la escucha de la palabra de Dios y la respuesta de la meditación y de la oración, "para lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la oración personal con la palabra de Dios..." (OGLH 202). Cf OLM 28. Las finalidades inmediatas del silencio en la liturgia están resumidas en la carta Eucharistiae participationem, de 1973: "... debe respetarse siempre, como muchos desean, el silencio sagrado, que se observará en los tiempos establecidos, como parte de la acción litúrgica, a fin de que los asistentes, en respuesta al momento particular en que aquél se coloca, entren nuevamente en sí mismos o bien reflexionen brevemente sobre todo lo que han oído, o alaben y rueguen al Señor en la intimidad de su propio espíritu" (n. 18).

3. TIPOLOGÍA DEL SILENCIO LITÚRGICO. Como ya hemos mostrado, la naturaleza y las funciones del silencio litúrgico dependen de los momentos en que entra a formar parte de la acción litúrgica. Algunos textos (OGMR 23; Musicam sacram 17; DMN 37; Eucharistiae participationem 18) dan una visión de conjunto de estos diversos momentos y sugieren una tipología del silencio litúrgico, que posteriormente se confirma con el análisis de todos los demás documentos citados: silencio de recogimiento: para la oración personal; silencio de apropiación: sobre todo durante la oración presidencial; silencio de meditación: después de la palabra o después de la homilía; silencio de adoración: en la comunión o en el culto eucarístico.

a) Silencio de recogimiento. Se produce cuando se invita a toda la asamblea a recogerse "para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas" (OGMR 32). El DMN habla de él como de una invitación a los niños "a entrar en sí mismos y meditar" (n. 37). Esta "recollectio silentiosa" asume en la liturgia renovada varias formas, unidas a muchos aspectos de la tradición:

• Comienzo de un rito: la forma más solemne es la de la postración que abre la acción litúrgica del viernes santo, pero encontramos otros ejemplos de ella en el rito de las exequias (RE 10) y en la celebración comunitaria de la penitencia (RP 111). Una variación intensa del mismo es el "acto penitencial" de la misa, cuyas finalidades se definen con toda claridad en las palabras que el RP refiere al silencio después de la homilía: "para examinar la conciencia y suscitar la verdadera contrición de los pecados" (n. 129).

• Oración silenciosa: se invita a la asamblea a un momento de oración silenciosa, que concluye con la oración del celebrante. Aparecen cuatro variantes: se exhorta a los fieles a orar por los hermanos que van a participar de un rito, como por ejemplo la confirmación (RC 31), la profesión religiosa (RPR I, 29; II, 32) o los ministerios (RO, c. I, n. 5, p. 33; c. II, n. 5, p. 37); antes de la colecta de la misa, al final de los ritos introductorios y al comienzo de la liturgia de la palabra, el celebrante invita a la asamblea a la oración silenciosa que él "recoge" en la colecta (OGMR 32); en la oración universal o de los fieles, de tipo griego, después de cada una de las intenciones propuestas puede sustituirse la respuesta de los fieles por una pausa de silencio: está previsto en la misa (OGMR 47) y en la liturgia de las Horas (OGLH 193); en las "oraciones solemnes" la plegaria de la asamblea se desarrolla de manera articulada: intención del diácono, plegaria silenciosa, oración del celebrante, "venerable tradición romana" en la que se indica el modelo más significativo en el viernes santo (Misal Romano 10-11).

b) Silencio de apropiación. Es un silencio de escucha y de interiorización durante las grandes plegarias presidenciales, en "unión espiritual con el celebrante en las partes que dice él mismo" (Musicam sacram 17). El ejemplo más frecuente de este silencio sagrado lo tenemos en la plegaria eucarística: "Dicha oración —señala la carta Eucharistiae participationem— es recitada por el sacerdote ministerial, que interpreta la voluntad de Dios que se dirige al pueblo, y la voz del pueblo, que eleva los ánimos a Dios. Solamente ella debe resonar, mientras que la asamblea, reunida para la celebración litúrgica, mantiene un silencio religioso" (n. 8); pero lo encontramos también durante la oración consecratoria de las ordenaciones (RO, c. VII, n. 24, p. 119; c. V, n. 20, p. 73; c. IV, n. 20, p. 56). A propósito de este gesto consecratorio, que en la ordenación episcopal y sacerdotal lo prolongan y repiten respectivamente los obispos concelebrantes y los sacerdotes presentes, ya comentaba Hipólito de Roma: "Todos estarán en silencio y rezarán en su corazón para que descienda el Espíritu Santo"8. En la misa crismal (RO, pp. 216, 217, 219), en la profesión religiosa (RPR, I, 29; II, 32). Es particularmente significativo el gesto silencioso de la "imposición de manos", acompañado de la oración de los presentes, en la unción de los enfermos (RUE 139).

c) Silencio meditativo. Es el silencio de respuesta a la proclamación de la palabra de Dios: invita a "reflexionar brevemente sobre lo que han oído" (OGMR 23); a "lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones y [...] unir más estrechamente la oración personal con la palabra de Dios" (OGLH 202); favorece "que la palabra de Dios sea mejor comprendida por cada uno, y se le preste una mayor adhesión" (RP 117). Cf OLM 28.

Varios textos recomiendan este silencio meditativo: después de la proclamación de la palabra: OGMR 23; OGLH 48; 202; Musicam sacram 17; DMN 46; Eucharistiae participationem 18; RP 117; después de la homilía: RBN 116; OGMR 23; OGLH 48; DMN 37; RP 129 9; después de los salmos: OGLH 112 ("sobre todo si después del silencio se añade la oración sálmica": OGLH 202). Semejante a las antiguas colectas salmicas [7 Salmos, V, 2, e] es la oración que cierra la plegaria silenciosa después de cada una de las lecturas de la solemne vigilia pascual: en ambos casos las oraciones resumen la plegaria de la asamblea y dan una interpretación actualizante a los textos bíblicos proclamados y rezados en la comunidad cristiana.

d) Silencio de adoración. El silencio orante, que brota de la palabra y hace más consciente nuestra vida "oculta con Cristo en Dios" (Col 3,3), asume una expresión más intensa en nuestro encuentro con el misterio eucarístico: sea que los fieles se preparan "para recibir con fruto el cuerpo y sangre de Cristo" (OGMR 56, f), sea que se detengan después de la comunión para "alabar y rezar a Dios en su corazón" (DMN 37; cf OGMR 56, j; Musicam sacram 17), sea cuando prolongan "la unión con él conseguida en la comunión" con la oración ante Cristo "presente en el sacramento" (Rito de la sagrada comunión y del culto a la eucaristía fuera de la misa 81). Esta adoración extra missam, en su forma más completa, se articula en "lecturas, cánticos y algún tiempo de silencio, para fomentar más eficazmente la vida espiritual de la comunidad. De esta manera se promueve... el espíritu de unidad y fraternidad de que es signo y realización la eucaristía" (Ib, 90). Semejante a este silencio de adoración es el que acompaña a la adoración de la cruz del viernes santo, sobre todo en la forma colectiva, cuando se presenta la cruz en silencio a toda la asamblea.

El análisis de estos textos que han interpretado y desarollado la directriz de SC 30 nos lleva a constatar que la reforma litúrgica ha puesto fin al mutismo de la asamblea cristiana y a la marginación de la palabra, y en cambio ha hecho florecer nuevamente el silencio como momento celebrativo y como forma plena de participación litúrgica. Se prevén formas diversas de este silencio litúrgico sin esquematismos rígidos y con amplios espacios de adaptación: toda asamblea, junto con su presidente, deberá encontrar los ritmos adecuados para una celebración que sea expresión de su propia fe y de su propia vida.


IV. Conclusiones sistemáticas

En los años en que se han promulgado los documentos que hemos citado y en los inmediatamente posteriores ha habido un reflorecimiento de publicaciones sobre el silencio en la liturgia (cf la bibl.). Sirviéndonos de estos autores y valorando la savia de la tradición, presentamos algunas conclusiones sistemáticas.

1. Es innegable un redescubrimiento del silencio litúrgico. Silencio sagrado: no como elemento absoluto e insustituible, de carácter mágico, necesario y significativo en sí mismo, sino silencio de participación: condición espiritual para la inserción en el misterio celebrado, para la escucha de la palabra y para la respuesta de la asamblea, momento privilegiado del Espíritu Santo, que hace crecer la comunidad como templo consagrado; silencio expresivo: que rodea la acción salvífica de Dios y su palabra, signo de fe y de reverencia profunda de la comunidad; silencio pedagógico: "silencio de iniciación", como decía Dionisio Areopagita, capaz de crear el clima y las actitudes espirituales necesarias para la experiencia litúrgica y de ofrecer a cada uno, comprometido en la acción comunitaria, un espacio vital para su inserción, apropiación e interiorización.

2. Esta renovada sensibilidad hacia el silencio es, ante todo, fruto de una familiaridad más profunda con la biblia: Dios se hace oír en el silencio (1 Re 19,11-13); precediendo, interrumpiendo y prolongando la palabra, el silencio inspira el diálogo entre Dios y los hombres, se hace manifestación del respeto debido al Señor que se revela, necesidad cultual para su presencia: de la liturgia del templo a la del cielo (Abd 2; Sof 1,7; Ap 8,1.3-4). Pero Cristo es el verdadero modelo de los cristianos en la búsqueda del Padre en el silencio (Mt 14,23; Mc 1,35; Lc 9,18; Jn 6,15); él ha venido para manifestar el misterio de salvación de Dios, "mantenido en secreto" durante siglos (cf Rom 16,25). Del Verbo "salido del silencio", Ignacio de Antioquía dirá que "también lo que callando hizo son cosas dignas de su Padre", afirmando que "el que de verdad posee la palabra de Jesús, puede también escuchar su silencio, a fin de ser perfecto" ". Por su parte, Ambrosio de Milán, que dedicó un amplio estudio al silencio, llegará a decir: "El diablo busca el estrépito; Cristo, el silencio".

3. La importancia del silencio va unida a la palabra, de la que es tierra privilegiada. "Hay que ejercitarse en el silencio para bien de la palabra. Porque la liturgia consiste en gran medida en palabras dichas por Dios o dirigidas a Dios..., estas palabras deben ser inmensas, llenas de calma y de silencio interior... El silencio abre la fuente interior de la que brota la palabra" ". Muchas liturgias antiguas conocieron moniciones diaconales que exhortaban a una escucha reverente antes de la proclamación de la palabra: "Silentium facite!"; "State cum silentio, audientes attente!" " En este silencio reverente y meditativo ante la palabra, la iglesia sigue el ejemplo de la Virgen María, primera discípula del Señor, que "guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (Lc 2,19).

4. Una mayor búsqueda del silencio en la liturgia es también signo de una mayor madurez celebrativa. "Una celebración que amontona un rito sobre otro, que procede con un ritmo sin paradas, cansa a la comunidad, sin edificarla" ". No se debe olvidar que "la liturgia está hecha de ritmos, de alternancias, es como una respiración" ". No se pueden establecer y programar taxativamente tiempos y espacios, sobre todo considerando que aquí no se trata de duración cronológica, sino más bien de duración psicológica, que se percibe y se vive en lo más íntimo del alma. Será también un problema de dirección, de programación ritual, que exige sensibilidad, tacto, sobriedad y discreción. Por otra parte, el silencio litúrgico es un silencio constructivo, coeficiente fundamental para edificar y formar la comunidad celebrante: "Llena el espacio con tanta fuerza como la palabra o el canto"; "no separa a los miembros del grupo, sino que más bien los une en un clima de compromiso común".

5. Finalmente, querríamos subrayar la correspondencia de esta nueva o, mejor dicho, renovada praxis litúrgica con la orientación contemplativa de la espiritualidad contemporánea, en la que se puede apreciar una fuerte exigencia de recogimiento, de silencio, de desierto, como condición de libertad, de escucha, de disponibilidad, para abrirse al Espíritu y recorrer nuevamente el camino de oración de Cristo. "Tibi silentium laus! —concluimos con monseñor A. Bugnini—. No queremos espectadores inertes y mudos, sino participantes activos, conscientes, orantes, que saben embriagarse y vivir el misterio con la plegaria, con el canto, con la acción, con el silencio de espera ansiosa y de adoración. Un silencio que no es índice de mutismo espiritual, sino un momento de gracia vivificante en el que calla la criatura, pero habla el Espíritu".

D. Sartore


BIBLIOGRAFÍA. Busquets P., El silencio en la celebración, en "Phase" 92 (1976) 144-148; Lack R., Desierto, en NDE, Paulinas, Madrid 1983, 336-348; VV.AA., Participación en la liturgia por el canto, la aclamación v el silencio. PPC, Madrid 1970, 63-65.