MISTERIO
NDL


SUMARIO: I. Terminología bíblica; lenguaje helenístico - II. Los padres y la liturgia antigua: 1. Afirmaciones de los padres; 2. Testimonios de la liturgia antigua - III. Afirmaciones en la edad media - IV. Retorno al significado originario: 1. Casel; 2. "Mediator Dei"; 3. El Vat. II; 4. Reforma litúrgica posconciliar - V. Contribución de la teología actual: 1. Vagaggini; Neunheuser; 2. Guardini; 3. Warnach; 4. Marsili; 5. "Mysterium salutis" - VI. Valoración conclusiva.


Formando parte de la expresión mysterium paschale, también el término mysterium (originariamente en griego mystérion, en español misterio) viene a ocupar una posición central en la constitución sobre la liturgia Sacrosanctum concilium (nn. 5 y 6; 2) y en la reforma litúrgica posconciliar. Justamente la instrucción ínter oecumenici señala como nieta de tal reforma el compromiso pastoral que, a través de la debida celebración de la liturgia, lleve a esto: "Ut mysterium paschale vivendo exprimatur" Con la expresión mysterium paschale los padres del concilio, sin meterse en una discusión teológica todavía abierta, quisieron indicar algo muy central: acogían una formulación "ya de uso común", hacían referencia a "una sacratísima tradición doctrinal patrístico-litúrgica: la liturgia, en el misterio, hace presente para cada creyente, de cualquier época, la plena realidad del
opus salutis".

Que las realidades centrales que se nos han dado en Cristo se indiquen con el término misterio es sin duda un dato tradicional, pero nosotros hemos adquirido de nuevo clara conciencia de él sólo en el curso del movimiento litúrgico de este siglo. Fue ocasión concreta para ello la reflexión sobre la traducción precisa de conceptos del Missale Rorrtunum, en particular de los términos sacramentum/sacramenta y mysterium/mysteria. Fue sobre todo Odo Casel quien mostró en numerosos trabajos que, para comprender bien el significado de sacramentum, había que tener siempre presente que, con este término, el latín de los ss. II-III y del período siguiente había querido reproducir el griego mystérion; por tanto, había que recuperar el rico contenido del término griego originario. Esta hipótesis de trabajo marcó el comienzo de una larga y a veces violenta controversia, que al final condujo a la adquisición de nuevos y preciosos conocimientos, si bien la crítica acabó modificando algunas posiciones iniciales. Querríamos exponer aquí los resultados permanentes de tales trabajos y de la nueva concepción que presentan.


I. Terminología bíblica: lenguaje helenístico

El NT, en los evangelios, emplea el término sólo en Mc 4,11 y par.: "misterio del reino de Dios"; en cambio, en las cartas del Apóstol asume una posición centralísima para indicar el acontecimiento salvífico en Cristo; cf, por ejemplo, 1 Cor 2,1 (íen caso de que mystérion sea aquí la lección justa!) y 2,7; sobre todo en las cartas tardías, como en,Ef y Col, mystérion llega a ser incluso un concepto básico, capaz de expresar todo el contenido de la predicación de Cristo: el Apóstol quiere proclamar el "misterio de Dios", "la sabiduría de Dios en el misterio" (1 Cor 2,7); "descubrir cuál es la riqueza de la creencia de este misterio entre los gentiles, el cual es Cristo entre vos-otros, la esperanza de la gloria" (Col 1,27); y poco más adelante dice todavía más expresamente que quiere introducir en el "conocimiento del misterio de Dios, que es Cristo" (2,2). Al punto se ve que aquí se trata del contenido central de la predicación apostólica sobre Cristo; pero ¿por qué se emplea el término mystérion?, ¿cuál es su sentido? En el lenguaje profano del helenismo, cierta-mente el término significaba ante todo las celebraciones rituales de diferentes cultos que prometían la salvación a través de la iniciación en el destino de sus dioses (míticos). Los cristianos, sin embargo, dada su decidida oposición a las costumbres paganas, no lo tomaron de allí, sino de los LXX, del texto griego de la Sagrada Escritura, del lenguaje de la apocalíptica y principalmente del judaísmo contemporáneo. Aquí significaba un "arcano escatológico, la predicación velada de los acontecimientos futuros establecidos por Dios"'. Enlazando con tal sentido y desarrollándolo, mystérion viene luego a significar en el NT "el designio escondido de Dios, manifestado sólo mediante la revelación y destinado a ser llevado a cabo al final... El mystérion de Dios es, por tanto, en definitiva Jesús mismo como Mesías", "una historia preparada en la esfera de Dios y llevada a cumplimiento". Siempre se pone un acento especial en la perspectiva escatológica en que tal historia se cumplirá, como aparece de modo clarísimo, por ejemplo, en Ef 1,9: Dios nos ha dado a "conocer el misterio de su voluntad según su beneplácito, que se propuso en él [en Cristo] en la economía de la plenitud de los tiempos al recapitular todas las cosas en Cristo". Para comprender y valorar estos nexos no hace falta remitirse al significado cultual del término, como quería la tesis exagerada de Casel. Sin embargo, también es verdad que tal referencia al significado cultual permite comprender el sentido concreto de la palabra, que indica en primer lugar una acción salvífica de Dios y no, ante todo, sólo el carácter de ocultamiento en el sentido de un misterio doctrinal abstracto

El significado originario del término resuena también en los LXX y en la literatura apocalíptica y general.


II. Los padres y la liturgia antigua

1. AFIRMACIONES DE LOS PADRES. Este significado originario permite la sorprendente utilización del término griego mystérion en el período inmediatamente posapostólico y en toda la época patrística. También aquí es Bornkamm, en su calidad de observador neutral, el que nos proporciona un cuadro objetivo. El término es usado todavía raramente por los padres apostólicos; sin embargo, "a partir de los primeros apologistas" se convierte en un concepto "de capital importancia para la teología y la liturgia bajo el impulso de las controversias con la gnosis y la religiosidad mistérica.

Recapitulando, podemos decir que mystérion indica acciones salvíficas, especialmente figuras (typoi), acontecimientos y personas veterotestamentarios de carácter tipológico, que aluden al futuro cumplimiento en Jesucristo; especialmente en los alejandrinos indica también las verdades de la religión cristiana que se refieren a la actuación de la salvación en Cristo; en fin, sirve habitualmente también para indicar los sacramentos. Misterio es el concepto que abarca tanto la acción salvífica (de Dios en Cristo) como su representación cultual '. Por tanto, ahora indica a Cristo, tal y como él y su obra salvífica han sido preanunciados en el AT, su vida y su muerte para salvación nuestra; luego, la actualización de todo esto en la iglesia y en sus ritos salvíficos. Aun reconociendo la distancia que media entre esta salvación (del AT y del NT) querida y realizada por Dios y los cultos mistéricos helenísticos, hay que levantar acta, sin embargo, del paralelismo (Justino lo llama un remedo diabólico). Clemente es ya mucho más desenvuelto en la presentación del misterio cristiano como cumplimiento supremo de los presagios paganos y en su explicación estableciendo comparaciones. El carácter de ocultamiento ocupa aquí una posición secundaria; la acción salvífica arranca de Dios, él la manifiesta y revela, y luego de nuevo la proclama y comunica de forma velada en la celebración cultual. Para Orígenes, toda la historia de la salvación es misterio. Dios obra la salvación en el símbolo profético, en el typos del AT; la lleva a cabo en la vida, muerte y resurrección de Cristo, y la comunica a través de la palabra y los ritos cultuales de la iglesia hasta que todo esto encuentre cumplimiento escatológico en la manifestación clara de la realidad de Dios, que estaba y está detrás de cada uno de los misterios. Los padres posteriores se mueven todos en la misma dirección. Bajo el punto de vista sistemático, Gregorio de Nisa representa en algún modo el vértice. El mystérion es, en el sentido de la teología paulina, la acción salvífica de Dios en Cristo, y precisamente en su triple gradación: AT-Cristo-iglesia. Luego, en sentido todavía más general, es la realidad salvífica escondida bajo el signo, símbolo o typos externo, sea en las formas históricas del AT y del NT, sea en su reproducción cultual, destinada a comunicar a los fieles la participación en la misma acción salvífica reproducida. Este sigue siendo, si bien con matices diversos, el sentido y el significado de mystérion en los padres griegos: acción salvífica de Dios en Cristo y su reproducción comunicadora de salvación al creyente a través del rito.

Entre tanto, la predicación ha invadido el área lingüística latina. El término latino mysterium, tomado del griego, se conoce ya desde los tiempos de Cicerón; aquí, sin embargo, ha perdido forma más neta su significado cultual, y en el campo cristiano indica más bien la verdad revelada y la prefiguración (typos) veterotestamentaria. Sin embargo, dado que en cierto modo sigue evocando el significado cultual, y por tanto recordando los ritos paganos, sobre todo en el campo de la primera formación de un latín cristiano (en Africa), se dio la preferencia a una traducción latina del mismo: al término sacramentum. Tertuliano, aunque no es el autor de tal traducción, sintió por él una decidida preferencia. Partiendo del significado bíblico, el término sacramentum cobra una rica variedad de sentidos: en el plano litúrgico concreto significa sacrificio y rito sagrado (en el sentido actual de sacramento y sacramental); de modo especial indica el bautismo con sus obligaciones de fidelidad (evocando el sentido profano de sacramentum, es decir, de juramento del recluta mediante una consagración a la divinidad). Luego, en un plano más abstracto, significa el typos del AT, la revelación del NT, es decir, la economía de la salvación obrada en Cristo, la religión cristiana, una verdad escondida. Así Tertuliano habla del "felix sacramentum aquae nostrae" (De bapt. 1); del "eucharistiae sacramentum" (De corona 3); afirma que "caro abluitur..., ungitur..., signatur..., vescitur..., quam Deus..., sacramentis suis disciplinisque vestivit" (De resurr. 9); "vocati sumus ad militiam Dei vivi iam tunc, cum in sacramenti verba respondemus" (Ad martyres 3).

Sin embargo, poco a poco fueron desapareciendo completamente las sutiles distinciones entre el latín mysterium y su traducción sacramentum.

En el tiempo posterior reviste una importancia particular Agustín, que con el término sacramentum indica cada vez más hechos, acciones, ritos cristianos y también ritos del AT. El desarrolla de manera autónoma y creativa cuanto había afirmado la teología griega —y particularmente la alejandrina— y orienta toda la teología latina posterior a ver en el sacramentum un rito sagrado, un signo santo, un signo visible (signum) de cosas divinas, en el que se nos muestran realidades invisibles. Esto ha de entenderse ante todo en un sentido muy intelectualista: "[El signo] da a conocer, algo diverso de sí" (Doctr. christ. 2, 1.35). Estos signos son, sin embargo, de tal naturaleza que poseen también una semejanza ontológica con la cosa indicada: "En efecto, si los sacramentos no tuvieran cierta semejanza con aquellas cosas de las que son sacramentos, no serían en absoluto sacramentos" (Ep. 98,9). Pero la cosa indicada, la res, la realidad, en el fondo es siempre la misma, es decir, Cristo y su acción ,salvífica. Y aquí Agustín se coloca plenamente en la línea de la antigua concepción del misterio: los misterios/ sacramentos son aquellos signos arcanos 'que aluden a la última realidad salvífica de Cristo. Los 'typoi del AT son los sacramentos de la futura acción salvífica de Cristo, de su pasión, muerte y resurrección; a su vez, también los ritos del NT son sacramenta que aluden a Cristo, a la economía salvífica global de Cristo, en cuanto que ella espera todavía verse realizada plenamente en el futuro. Por tanto, los sacramenta son, por un lado, "signa praenuntiativa" (en el AT), y en consecuencia "promissiva" (en el NT) de la salvación escatológica; pero también, desde ahora, "signa contemplativa", "dantia salutem" (Ctr. Faust. 19,14). Por ello, no son simplemente signos intelectuales alusivos, sino que en cierto modo comunican lo que indican. Para los griegos (por ejemplo, para Orígenes) tal aspecto realista del símbolo era más intenso e importante; pero también Agustín era todavía tan neoplatónico como para percibir, en el sacramento y en su carácter de signo, de imagen, la participación en la realidad originaria de Cristo. Esto tanto más cuanto que para él el símbolo material se completa con la palabra: "Accedit verbum ad elementum, et fit sacramentum" (In Joh. 80,3). Esta palabra es la palabra de Cristo, transmitida por medio de la iglesia y de su fe, de suerte que es Cristo quien, en el fondo, obra en el signo y hace partícipes de su acción salvífica. Agustín no dice todavía que el signo sea un "signum efficax". Su concepto de sacramento es demasiado amplio como para limitarse a este aspecto; el sacramento alude, indica la realidad salvífica de Cristo en todo su alcance y hace partícipes en ella.

Este rico concepto de sacramentum (mysterium) reaparece con particular frecuencia en León Magno. El es el predicador festivo que muestra con insistencia cómo en la celebración cultual, en el "hodie" del culto divino, el memorial de las acciones salvíficas pasadas nos hace participar precisamente en ellas. "Salvator noster, dilectissimi, hodie natus est, gaudeamus" (Sermo 21,1); "Hodie... auctor mundi editus est utero virginali" (Sermo 26,1); "Cuius facti memorian merito placuit honore annuo celebrara" (35„1). La celebración memorial hace en cierto modo revivir aquel acontecimiento: "Renovat tamen nobis hodierna festivitas nati Jesu ex Maria virgine sacra primordia" (26,2); "Reparatur enim nobis salutis nostrae annua revolutione sacramentum, ab initio promissum, in fine redditum, sine fine mansurum; in quo dignum est nos... divinum adorare mysterium" (22,1). En una mezcla característica, los términos mysterium y sacramentum indican las acciones salvíficas históricas y su celebración litúrgica, el último sentido escondido de tales acciones y la doctrina cristiana que nos habla de ellas y de la salvación que se nos ha conferido por su medio. Con tales términos se entiende toda la obra de la redención, el plan salvífico y su realización en la historia, su celebración cultual, la fiesta, el rito, el signo sagrado. "Excellens Passionis dominicae sacramentum celebramus" (Sermo 42,1); "Celebrantes paschalis festi inaestimabilis sacramentum" (66,4); "Baptismi sacramentum celebretis" (16,1); "Solemnitatum vicina sacramenta" (31,1); "De salutis suae sacramentis gaudeat ecclesia" (25,5); "Caelestis militiae sacramenta servaveris" (22,5); "In dispensationibus sacramentorum Christi" (37,1); "Sacramentorum non est neganda communio" (Ep. 12,11). En fin, una singular combinación de los dos conceptos: "Ut sacramentorum paschalium divina mysteria digno suscipiantur officio" (Sermo 45,2). Estos pocos ejemplos bastan para mostrar cómo León, con la ayuda de los conceptos fundamentales de mysterium (mysteria) y sacramentum (sacramenta), está en condiciones de sintetizar la unidad del acontecimiento salvífico que a lo largo del tiempo se ha desplegado de muchos modos. El mysterium (sacramentum) del plan salvífico de Dios se realiza en los acontecimientos de la historia del AT; tales acontecimientos son los signos (sacramenta) de la acción salvífica de Cristo y de todos sus misterios. Estos a su vez nos salen al encuentro en los sacramenta de la iglesia, en los que se celebra su memoria, y así se comunican en el presente a los fieles; el evangelio los anuncia; la doctrina de la fe los da a conocer. Misterio es todo esto: plan salvífico, acción salvífica, acciones históricas-salvíficas de Cristo, celebración memorial de tales acciones, símbolo (typos), ritos del AT y del NT, contenido de fe y doctrina que transmite tal contenido, santa obligación.

2. TESTIMONIOS DE LA LITURGIA ANTIGUA. Este lenguaje se encuentra también en los antiguos sacramentarios romanos, siendo indiferente que León y otros obispos hayan compuesto las oraciones recogidas en los sacramentarios, o bien que las hayan encontrado ya compuestas. Se trata del patrimonio común de la iglesia romana en el campo de la oración. En el Veronense leemos: "Omnipotens sempiterne Deus, qui paschale sacramentum quinquaginta dierum voluisti mysterio contineri: praesta, ut gentium dispersio... congregetur" (n. 191); "Adesto... populo tuo, et quem mysteriis caelestibus imbuisti... defende" (n. 214); "... hoc die, quo ipsum salutis nostrae sacramentum in lucem gentium revelasti..." (n. 1247); "... mysterium, quod extitit mundo salutare, principalis recordatione muneris adsequamur" (n. 1255); "Deus, qui nos sacramenti tui participatione contingis, virtutis eius effectus in cordibus nostris operare..." (n. 1256); ` ... conscientiam..., quae salutaris mysterii veritatem toto etiam mundo testificante non sequitur. Ut enim in principio difficile videretur, cum ad hoc sacramentum genus humanum diceretur esse venturum..." (n. 1262); "Da nobis, Domine, quaesumus, ipsius recensita nativitate vegetara, cuius caelesti nativitate pascimur et potamur" (n. 1267).

Añadamos todavía algún ejemplo del Gelasiano antiguo: "... respice propitius ad totius ecclesiae tuae mirabile sacramentum et opus salutis... operare, totusque mundus experiatur et videat deiecta erigi, inveterata novari, et per ipsum redire omnia in integrum, a quo sumpseret principium" (n. 432); "Deus, qui nos ad celebrandum paschale sacramentum utriusque Testamenti paginis imbuisti, da nobis intelligere misericordias tuas, ut ex perceptione praesentium munerum firma sit exspectatio futurorum" (n. 437) ".


III. Afirmaciones en la edad media

La antigua herencia patrística, acogida así en el lenguaje de la liturgia (romana), siguió siendo un patrimonio vivo de la gran teología medieval ", aunque no se haya expresado con idéntica claridad terminológica. La identidad e intercambiabilidad originaria y casi pendular de los conceptos de mysterium y sacramentum se hizo cada vez más rara. El término sacramentum empezó a indicar cada vez más, aunque no de modo exclusivo, el aspecto ritual; más aún, en una progresiva clarificación, se reservó para aquellos ritos que son los siete sacramentos en el sentido verdadero y propio del término (como estamos acostumbrados a llamarlos sobre todo de Trento en adelante)''. En cambio, mysterium comenzó a indicar cada vez más, si bien tampoco de modo exclusivo, las acciones salvíficas históricas de Jesús, así como los arcanos de la fe que superan toda capacidad de comprensión ".

Para la historia ulterior del término mysterium fue determinante la orientación de nuestra teología específicamente católica hacia el conocimiento ontológico de la esencia de Dios. Se trata indudablemente de una posibilidad legítima, pero podemos decir con G. Sóhngen: "Isaías y Pablo no ven en el ocultamiento de Dios -- o, al menos, no en primer término-- los misterios de la esencia divina, sino el ocultamiento de los caminos de Dios, de la actividad divina en la historia de la salvación" En el contexto de sus afirmaciones sobre la relación entre fe y razón, el concilio Vat. 1 (ses. XIII) tiene un texto clásico: "La iglesia católica ha sostenido siempre y sostiene (perpetuus consensus ecclesiae catholicae tenuit et tenet) también esto: existe un doble orden de conocimiento, distinto no sólo en cuanto al principio, sino también en cuanto al objeto: en cuanto al principio, porque en uno conocemos mediante la razón natural, en el otro mediante la fe divina; en cuanto al objeto, porque, además de las cosas a que puede llegar la razón humana, se proponen a nuestro asentimiento creyente los misterios escondidos en Dios, los cuales no pueden conocerse a menos que sean divinamente revelados. A propósito de esto afirma... el Apóstol: Predicamos una sabiduría divina, misteriosa (in mvsterio), oculta, que Dios predestinó antes de los siglos... (1 Cor 2,7-8)... Pero la razón, iluminada por la fe..., por gracia de Dios (Deo dante) alcanza una cierta inteligencia fructuosísima de los misterios... En efecto, los misterios divinos por su naturaleza rebasan de tal modo (sic excedunt) el entendimiento creado..." (DS 3015s). Tales verdades son fundamentales para la teología católica, pero en la teología de la edad moderna se las ha visto a menudo de forma demasiado aislada. La "sabiduría divina, misteriosa" (1 Cor 2,7, que ha de leerse en el contexto más amplio de 1 Cor 1,18-2,16) es mucho más vasta: "El objeto o contenido del misterio de la sabiduría de Dios no es (o al menos no en una perspectiva primera y directa) la naturaleza del ser divino, sino la voluntad salvífica de Dios, la estructuración y organización temporal dentro de la historia de la salvación, del plan salvífico eterno"''. De todos modos, la edad moderna ha visto en el misterio/misterios casi sólo el arcano entendido en sentido doctrinal y abstracto ".


IV. Retorno al significado originario

La recuperación de la concepción histórico-salvífica de nuestra existencia es fruto de varios factores: por ejemplo, de reflexiones exegéticas, de una más profundizada conciencia de la interpretación escriturística medieval, así como de un renovado retorno a las fuentes por parte de una teología dogmática que hace prospecciones más hondas. Pero el hecho de que esta perspectiva histórico-salvífica se haya concebido especialmente a través del concepto de misterio, hay que adscribirlo en medida decisiva a la indagación teológica efectuada en el marco del moderno I movimiento litúrgico, sobre todo al simple ahondamiento en el sentido pleno de las expresiones correspondientes de las oraciones romanas.

1. CASEL. O. Casel ha llamado la atención insistentemente sobre la riqueza encerrada en tales oraciones. El estudio de textos patrísticos, por ejemplo de las afirmaciones contenidas en las Apologías de san Justino mártir sobre la celebración de la eucaristía, las analogías entre celebraciones cultuales helenísticas y cristianas, así como el estudio de la traducción del término griego mystérion con el latino sacramentum le habían llevado a comprender más a fondo las celebraciones litúrgicas y su expresión lingüística en el Missale Romanum y luego a formular a grandes líneas su propia concepción en escritos como Die Liturgie als Mysterienfeier, Mysterium und Martyrium in den rómischen Sakramentarien, Die Messe als heilige Mysterienhandlung, escritos que darían el impulso inicial a la llamada "teología de los misterios" 20, que aparecerá posteriormente. Casel subraya que los antiguos, cuando hablaban de misterios, no entendían sólo doctrinas teológicas, verdades reveladas y nociones teológicas deducidas de éstas, sino "también algo completamente diverso, algo que les afectaba y cautivaba todavía más profundamente que aquellas verdades o, mejor, algo en lo cual solamente tales verdades llegaban a ser vida, acción y realidad eficaz; es decir, [entendían] la celebración litúrgica de las realidades salvíficas cristianas, la sagrada acción mistérica, por tanto una realidad muy concreta, visible, tangible y audible, consistente no sólo en objetos concretos, sino también en una acción que se desarrolla ante los ojos de los espectadores y en la que ellos mismos toman parte activamente" (Die Messe als..., en Mysterium [1 nota 19], 32s). "El espectáculo sagrado (heilige Schauspiel), en el que se representa la acción salvífica divina, es un memorial (anámnesis, commemoratio). Sujeto del culto es originariamente todo el pueblo... El memorial se convierte... en el misterio. La acción mistérica, por tanto, es sólo un tipo particular de acción sagrada y precisamente la que celebra un círculo elegido, habilitado para ello por una iniciación particular, y que permanece absolutamente inaccesible a los profanos. Cuanto más sagrada es una acción, tanto más introduce en la vida de la divinidad según la fe de los participantes, tanto más se guarda el hombre de exponerla ante los ojos del mundo profano... Así, tanto en la antigüedad como en el cristianismo, las acciones sagradas más profundas y complejas toman el nombre y el carácter de los misterios; a través de una santa iniciación el hombre es habilitado para acercarse a los misterios más altos, para entrar en una unión mística con la divinidad y hallar en ella la salvación para la eternidad" (l.c., 38). Esto es verdad en grado sumo precisamente en el caso de la celebración de la misa (ib). El acontecimiento que en ella "se representa y se lleva a cabo..., es nada menos que la obra de la redención realizada por Cristo, que tuvo su comienzo en la encarnación, su cima en la muerte y resurrección del Señor y su cumplimiento en la iglesia. Se trata, pues, de una acción histórica única, que sin embargo, al haber sido realizada por el más noble de todos los hombres, por el segundo Adán, por el progenitor espiritual del nuevo género humano, reviste una importancia para todo el género humano; y puesto que este hombre era al mismo tiempo Dios, alcanza la esfera de la santidad divina, es una acción divina..." (l.c., 38s). Casel se pregunta: "¿Se autodefine la misma liturgia como misterio? Y en caso afirmativo, ¿en qué sentido?" (l.c., 46). "Incluso el que utiliza sólo el actual Missale Romanum puede responder afirmativamente" (l.c., 46).

Basándose en sus estudios, afirma ante todo que el término sacramento no significa otra cosa que misterio. "Sacramento tiene el mismo... significado de misterio y en los textos litúrgicos posee el mismo amplio sentido". "Originariamente no indicaba sólo los siete medios de gracia que obran ex opere operato; más bien para los antiguos todos los ritos litúrgicos, también los sacramentales, mejor dicho, toda la liturgia, son sacramenta, misterios" (l.c., 48). Se puede ver ante todo ya por algunos textos del sacramentario Veronense 2': "Vere digrium...: quamvis enim semper in tui gaudeamus actione mysterii, copiosius tamen eius munere gratulamur, cum pro martyrum solemnitate... offertur" (Ve 806). "Siempre nos gozamos por la acción de tu misterio". Luego, después de haber discutido algunos otros ejemplos, continúa Casel: "Una oración breve pero extraordinariamente preñada de sentido —que se encuentra ya en el mismo Veronense, y por tanto pertenece a la más antigua liturgia romana, figura dos veces en el Gelasianum y falta en el Gregorianum; pero, tomada del Gelasianum, ha sido introducida en el actual Missale Romanum como secreta del noveno domingo después de pentecostés—dice: Concédenos, te rogamos, oh Señor, celebrar con frecuencia estos misterios; ya que cada vez que se celebra la memoria de este sacrificio agradable a ti se lleva a cabo la obra de nuestra redención. Por tanto, el mysterium que se celebra continuamente (frequentare) consiste en una celebración sacrificial, la cual es un memorial; tal memorial es al mismo tiempo la ejecución actual de la obra de la redención" (l.c., 49)". "El memorial no es un simple recuerdo, sino un símbolo preñado de realidad en el sentido antiguo del término. Por tanto, contenido y objeto de la celebración cristiana de los misterios es la redención obrada por Cristo" (l.c., 49). Puesto que la oración se pronunció originariamente en la fiesta de pascua, de ello se deriva que "la celebración de la pascua, la cual encuentra su vértice en la misa, es un verdadero misterio redentor. Por eso ruega así la iglesia el jueves de la semana de pascua "' Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales (mysteria paschalia...). La liturgia cristiana... es, pues, una acción sagrada mistérica, en la que el sacrificio de Cristo y su obra redentora —que culmina en el sacrificio de la cruz y en la resurrección, así como en la consiguiente glorificación de la iglesia— se hace continuamente presente; es un símbolo pleno de realidad divina. Una secreta del Gelasianum en la octava de pentecostés expresa bien y con claridad este pensamiento: Dejadas a la espalda las imágenes y sombras de los sacrificios de carne [de animales], ofrecemos en humilde servicio a ti, sumo Padre, una víctima espiritual, que por un misterio maravilloso e inefable se inmola continuamente y continuamente se ofrece en su identidad" (l. c., 50; Ge V 679).

En las oraciones del nuevo Missale Romanum de la reforma posconciliar encontramos el mismo lenguaje. Lo demuestran estos pocos ejemplos (no siempre la edición castellana corresponde a la edición típica latina). "Mysteria tua, Domine, debitis servitiis exsequentes..., rogamus ut quod... offerimus, nobis proficiat" (7.a dom. per annum, super oblata). El sentido de las palabras es: "La realización de tus misterios...", es decir, la acción sagrada en la que se realiza el sacrificio como sacrificio de Cristo presente (cf 9.a dom., super oblata; 13.a, super oblata; 15.a, post comm.).

"Altaribus... munera... inferimus, quae, placatus assumens, sacramentum nostrae redemptionis efficias" (4.a dom. per annum, super oblata). Sentido: nuestro don, acogido por Dios, se convierte en sacramento de nuestra redención, es decir, signo eficaz (lignum sacrum efficax) (cf 5.a dom., super oblata; l l.a, super oblata; 19.a, super oblata; 23.a, super oblata).

"Mysteriis caelestibus imbuisti" (I6.a dom. per annum, post comm.). Sentido: nos has colmado, saciados con los misterios celestes, es decir, con el alimento mistérico, con el pan eucarístico (cf 19.a dom., post comm.; 23.a, post comm.; 25.a, post comm.; 27.a, post comm.; 31.a, post comm.; 33.a, post comm.).

"Quod agit mysterio, virtute perficiat" (22.a dom. per annum, super oblata): la acción sagrada (= sacra semper oblatio) realice poderosamente en nosotros cuanto lleva a cabo en el mysterium, es decir, en la sagrada acción simbólica, en la acción mistérica, en la que, bajo los signos exteriores, se hace presente la acción salvífica.

La idea de que en la acción mistérica se hace presente el misterio salvífico, la acción salvífica de Cristo, no está ciertamente expresada con toda claridad, pero está no. obstante aludida de modo que hace que aparezca justificada la interpretación dada por Casel en una amplia visión de conjunto. El miércoles de la semana santa oramos (super oblata): "Suscipe... munus oblatum, et dignanter operare, ut, quod gerimus Filii tui mysterio passionis, piis effectibus consequamur": lo que celebramos en el mysterium de la pasión de Cristo, en la acción mistérica, en la sagrada acción simbólica, nos suceda a nosotros en realidad y plenamente. El lunes santo oramos (super oblata): "Respice... propitius sacra mysteria quae gerimus": dirige tu mirada propicia a los sagrados misterios que celebramos. El martes santo, en la colecta: "... da nobis ita dominicae passionis sacramenta peragere, ut indulgentiam percipere mereamur": concédenos celebrar la acción mistérica (los sacramenta, los mysteria, la acción simbólica) de tal modo que obtengamos la remisión de los pecados. Esta perspectiva destaca todavía con más claridad en la liturgia pascual. Las oraciones de la vigilia pascual hablan de "paschale sacramentum" (después de la segunda lectura); "praesentium temporum declarasti mysteria" (después de la quinta lectura); "respice propitius ad totius ecclesiae sacramentum" (después de la séptima lectura); "nos ad celebrandum paschale sacramentum utriusque Testamenti paginis instruis" (otra oración ad libitum, ib); "adesto magnae pietatis tuae sacramentis" (después de las letanías de los santos). En la liturgia eucarística reza así la oración super oblata: "... paschalibus initiata mysteriis... proficiant"; y la oración post comm.: "... quos sacramentis paschalibus satiasti...". Sábado de la octava de pascua, super oblata: "... semper nos per haec mysteria paschalia gratulari...".

En un lenguaje algo fluctuante, pero con suficiente claridad, con los términos clásicos de mysteria y sacramenta se indican aquí las acciones sagradas de la liturgia pascual: la acción salvífica pascual de la muerte y resurrección del Señor; la participación en ella mediante los sacramentos de la iniciación, bautismo, confirmación y sobre todo eucaristía; y aquí el acento a veces cae más sobre las acciones, singulares o en su conjunto, mientras que otras veces se significa el sagrado alimento de la eucaristía. El nuevo Missale Romanum hace suya esta concepción en las palabras introductorias de la celebración de la vigilia pascual (antes de la bendición del fuego) cuando dice: "Si ita memoriam egerimus Paschatis Domini, audientes verbum et celebrantes mysteria eius, spem habebimus participandi triumphum eius de morte...". En la introducción a la renovación de las promesas bautismales se dice: "Per paschale mysterium... in baptismo consepulti sumus cum Christo, ut cum eo in novitate vitae ambulemus".

Casel ha tratado incesantemente de poner de manifiesto la realidad significada con estas palabras. En un ensayo " resume así el resultado conseguido: "En el mysterium... el sacrificio de Cristo, punto culminante de su obra salvífica en el que se recapitulan todas sus acciones, se hace presencia, y precisamente una presencia que siempre se renueva... Copia mistérica e imagen originaria se funden de tal modo, que a la misa se la llama redención originaria en una benedictio super populum post comm. [GeV 1280]: "Familia tua, Deus, et ad celebranda principia suae redemptionis desideranter occurrat et eius dona perseveranter acquirat". Casel expresó estos pensamientos en primer lugar para ilustrar el sentido profundo de los sacramentos de la iniciación y sobre todo de la celebración de la misa. Pero de ellos deriva también una interpretación profunda de la liturgia en su conjunto: "Toda la liturgia no es otra cosa que un -> memorial, en sentido objetivo, de las acciones del Señor, y por tanto un despliegue y un efecto de la anamnesis de la misa. Cristo y la iglesia, en la liturgia, realizan juntos la obra de la redención, santificación y glorificación de Dios". La importancia decisiva de esta concepción, según Th. Filthaut, estriba en esto: "Esta concepción ha expuesto con sorprendente seguridad toda la realidad de Cristo en una única visión unitaria, en un concepto que subraya lo esencial y abarca al mismo tiempo todos los detalles"". Este concepto es el de misterio cultual, misterio del culto. La exposición más conocida del misterio cultual figura en el volumen de Casel, Das Christliche Kultm_vsterium, donde leemos, entre otras cosas: "La religión del evangelio, la religiosidad del NT, el servicio litúrgico de la iglesia no pueden subsistir sin el misterio del culto. Si concebimos la liturgia en su significado antiguo y auténtico, no en el sentido de un ritualismo amplificado y estetizante o de una ostentación llena de magnificencia y calculada, sino en el sentido de una actuación y realización del misterio neotestamentario de Cristo en beneficio de toda la iglesia a través de los siglos, para su santificación y transfiguración, entonces la liturgia mistérica constituye la actividad central y esencial de la religión cristiana".

En el mismo libro de Casel, la siguiente breve definición del misterio del culto: "El misterio es una acción sagrada de carácter cultual, en la que un acto salvífico se hace presente bajo forma de rito; por el hecho de llevar a cabo este rito, la comunidad cultual toma parte en el acto salvífico y obtiene de este modo la salvación.

Partiendo del estudio del lenguaje de la liturgia romana, Casel había ampliado su perspectiva. Habla de "vía del retorno al misterio". Se busca de nuevo "la antigua figura de Dios, que en majestad sublime y grandeza infinita deja ampliamente tras de sí todo lo que es humano... El Dios poderoso, como lo describieron los profetas, y el infinito amor de Dios, como se manifestó en la cruz de Cristo, revelan de nuevo al espíritu atónito del hombre su esplendor... El misterio divino está de nuevo ante nuestros ojos provocando temblor y, al mismo tiempo, lleno de atracción y de invitación". "Triple, y sin embargo único, es el sentido del misterio divino". "Misterio es ante todo Dios en sí, Dios como aquel que está infinitamente lejos..." El anhelo de los hombres por acercarse a este Dios fue satisfecho por el advenimiento de Dios en la carne. "En ese momento, la palabra misterio cobra un significado nuevo, profundizado. Para Pablo, el misterio por excelencia es la maravillosa revelación de Dios en Cristo... Cristo es el misterio en su forma personal... Las acciones de su existencia humillada, y sobre todo su muerte sacrificial sobre la cruz, son misterios... Pero sobre todo son misterios su resurrección y su glorificación, porque en el hombre Jesús se hace manifiesta la majestad de Dios... Este misterio de Cristo fue anunciado por los apóstoles a la iglesia primitiva, y la iglesia lo transmite a todas las generaciones... no sólo a través de la palabra, sino a través de las acciones sagradas... Así llegamos al tercer significado de la palabra misterio, significado que está estrechamente unido a los dos primeros, los cuales, a su vez, son una sola cosa... Encontramos en los misterios del culto su [de Cristo] persona, su obra salvífica, su eficacia de gracia, como dice san Ambrosio: Yo te encuentro en tus misterios (Apologia prophetae David 58).

Dios-Cristo/iglesia-acciones sacramentales: ésta es la tríada que el término mysterium (sacramentum) quiere comprender y compendiar.

Casel ha tratado de ilustrar en muchos trabajos la riqueza de tal concepción". Su punto de vista ha provocado discusiones, pero precisamente esta controversia larga y difícil le ha permitido madurar y demostrar su validez. El punto que todavía hoy más se discute es el intento de Casel de explicar el significado del misterio, del eidos cultual misterio, remitiéndose a los misterios paganos helenísticos. Case] partió ciertamente también de aquí; para él el misterio pagano era sumamente importante para comprender el sentido genuino de las acciones cultuales cristianas. Comoquiera que sean las cosas, tal posición no es en absoluto esencial para explicar la liturgia cristiana, incluso en el sentido dado por Casel.

2. "MEDIATOR DEI". También Pío XII, en la encíclica Mediator Dei, se expresó de forma crítica cuando, después de haber valorado positivamente el propósito esencial de la teología de los misterios, dice: "El año litúrgico... no es una fría e inerte representación de hechos que pertenecen al pasado o una simple y desnuda reevocación de realidades de otros tiempos. Es más bien Cristo mismo que... prosigue el camino de inmensa misericordia por él iniciado..., a fin de poner a las almas humanas en contacto con sus misterios y hacerlas vivir por ellos, misterios que están perennemente presentes y operantes, no en la forma incierta y nebulosa de que hablan algunos escritores recientes, sino... como nos enseña la doctrina católica... La discusión que se desató en torno a este pasaje ha hecho ver que piensa en las oscuridades y dificultades de la misma concepción caseliana. La crítica ha sido y es un estímulo para ahondar en el modo de la presencia, que en cuanto presencia es reconocida sin más, y para llegar a una mayor certeza y claridad. Podemos afirmar esto tanto más cuanto que el mismo papa, con palabras que recogerá el Vat. II (SC 7), subraya con fuerza la idea de la presencia de Cristo: "En toda acción litúrgica..., juntamente con la iglesia, está presente su divino fundador. Cristo está presente en el augusto sacrificio del altar, bien en la persona de su ministro, bien, en forma máxima, bajo las especies eucarísticas; está presente en los sacramentos con la virtud que en ellos transfunde..." (Mediator Dei, l.c., en la nota 28).

No en último término, por razón de esta exhortación papal, las ideas sobre las que se apoyaba la teología de los misterios se examinaron de nuevo críticamente, y en este trabajo adquirieron un mérito particular diversos estudios franceses.

Aquí se reveló de particular importancia la conexión entre misterio y pascua/celebración pascual, conexión que ya Casel había advertido: "La antigua celebración pascual cristiana en su conjunto es la fiesta de la redención mediante la muerte y la glorificación del Señor, es decir, la fiesta de la oikonomia, del plan salvífico de Dios con los hombres..., la fiesta de Cristo por excelencia" i0. La formulación que define esta fiesta como mysterium paschale (sacramentum paschale en su forma latina) aparece por primera vez en León Magno, por ejemplo: "Non ignoramus paschale sacramentum esse praecipuum" (Trae'. 47; Chavasse, 274); "passionis dominicae sacramentum celebremus. Debebatur quidem tantis mysteriis ita incessabilis devotio" (Tract. 42,1; Chavasse, 238).

3. EL VAT. II. La expresión mysterium paschale se la apropió la constitución conciliar sobre la liturgia, SC, en los artículos fundamentales que tratan de la naturaleza de la liturgia, en los que está bien expresado lo esencial de la teología de los misterios. Dios quiere la salvación de todos los hombres y, después de haber hablado por medio de los profetas, en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo como instrumento de nuestra salvación para reconciliarnos plenamente y para instituir un culto perfecto. "Esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la antigua alianza, Cristo el Señor la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos y gloriosa ascensión... Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la iglesia entera" (SC 5). La constitución afirma luego que este "opus salutis" no sólo debían los apóstoles, enviados por Cristo, anunciarlo con la palabra, sino también realizarlo (exercerent) "mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica... Y así, por el bautismo los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con él, son sepultados con él y resucitan con él...". Y tras haber mencionado los otros sacramentos de la iniciación, prosigue: "Desde entonces, la iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual: leyendo..., celebrando la eucaristía, en la cual se hacen de nuevo presentes la victoria y el triunfo de su muerte" (SC 6). Luego, reanudando estas afirmaciones, la constitución habla de la presencia del Señor y cita el pasaje de la Mediator Dei arriba mencionado desarrollándolo: "Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente a su iglesia sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa... Está presente con su virtud en los sacramentos... Está presente en su palabra... Está presente, por último, cuando la iglesia suplica y canta salmos... En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la iglesia, es acción sagrada por excelencia" (SC 7).

Recientemente se ha pensado que los padres conciliares, al preferir hablar de mysterium paschale (en vez de mysterium), habrían escogido una "locución innocua... que era ya de uso común", para no entrar en conflicto con la Mediator Dei, "explícitamente reacia a aceptar la teoría caseliana" J1. Es verdad que los padres conciliares no quisieron meterse en una controversia teológica acerca de cuestiones todavía abiertas; sin embargo, asumieron en toda su importancia teológica el concepto preparado por Casel, madurado ahora en el diálogo entre los teólogos y reconocido universalmente, para transmitir con él, como el autor que acabamos de citar afirma justamente, "una sacratísima tradición doctrinal patrístico-litúrgica: la liturgia, en el misterio, hace presente a todo creyente, de cualquier época, la plena realidad del opus salutis".

Por tanto, aunque persisten distinciones teológicas de matiz, por lo que se refiere al núcleo están todos de acuerdo: la expresión mysterium paschale pretende abarcar, concentrándose expresamente en el vértice de la acción salvífica de Cristo, el mysterium beatae passionis et gloriosae resurrectionis, toda la obra salvífica de Cristo: el misterio de la voluntad salvífica divina (conforme a Ef 1,9), los misterios de los magnalia Dei en el AT, el misterio de la encarnación, el misterio del paso de la muerte a la vida en la pasión, resurrección y elevación a la derecha del Padre, el misterio de la efusión del Espíritu Santo y el misterio de la parusía del Señor (que aguardamos esperanzadamente); todo ello hecho ahora presente a los fieles en los misterios del culto, en los sacramentos de la iniciación, en el misterio del memorial eucarístico, en los sacramenta paschalia, en una palabra, en las actiones sacrae de todas las celebraciones litúrgicas. "Toda la liturgia, globalmente, está al servicio del cumplimiento del designio salvífico de Dios en la vida de la iglesia, en la vida de cada hombre que, habiendo escuchado el mensaje de Cristo, quiere aceptar la vocación divina que lo llama a una vida eterna"".

4. REFORMA LITÚRGICA POSCONCILIA.R. Esta concepción de la vida cristiana, que tiene por eje el término y el sentido de misterio, sigue siendo determinante para toda la reforma litúrgica posconciliar. Así reza con toda claridad la intención del concilio: éste "se propone acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana... Por eso cree que le corresponde... proveer a la reforma... de la liturgia" (SC 1). "En efecto, la liturgia, por cuyo medio se ejerce la obra de nuestra redención, sobre todo en el divino sacrificio de la eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera iglesia" (SC 2). En esta perspectiva la iglesia desea que "se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano, linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido (1 Pe 2,9; cf 2,4-5)" (SC 14).

En perfecta sintonía con tal intención conciliar se expresa, por tanto, también la instrucción Inter oecumenici, citada al comienzo de esta voz: "Ante todo es conveniente que todos se convenzan de que la constitución del concilio Vat. II sobre la sagrada liturgia no tiene como finalidad cambiar sólo los ritos y los textos litúrgicos, sino más bien suscitar en los fieles una formación y promover una acción pastoral que tenga como punto culminante y fuente inspiradora la sagrada liturgia" (n. 5). "El esfuerzo de esta acción pastoral centrada en la liturgia ha de tender a hacer vivir el misterio pascual, en el que el Hijo de Dios, encarnado y obediente hasta la muerte de cruz, es exaltado de tal manera en la resurrección y en la ascensión que puede comunicar al mundo su vida divina, para que los hombres, muertos al pecado y configurados con Cristo, ya no vivían para sí, sino para aquel que murió y resucitó (2 Cor 5,15). Esto se obtiene por medio de la fe y de los sacramentos de la fe, principalmente por el bautismo y por el misterio de la eucaristía, al que son ordenados los otros sacramentos y sacramentales, y el ciclo de las celebraciones, mediante el cual la iglesia desarrolla, durante el año, el misterio pascual de Cristo" (n. 6).

Recapitulando, podemos decir que, más allá de ciertas opiniones de cada escuela y más allá de las cuestiones teológicas controvertidas, la palabra clave misterio —patrimonio común de la tradición eclesiástica y de la liturgia romana tanto en sus textos originarios como en los restaurados de la reforma posconciliar— está en condiciones de sintetizar el plan histórico salvífico de Dios, su realización en la historia del pueblo de Israel y, llegada la plenitud de los tiempos, en Jesucristo, en particular en su muerte y resurrección, y luego la actualización de tal realización en la iglesia y en las acciones sagradas de su liturgia: el misterio de Dios en Cristo y en la iglesia para salvación nuestra y gloria de Dios.

Sin necesidad de adherirse a una determinada escuela y conservando plena libertad por lo que se refiere a la formulación y solución última de cuestiones particulares todavía controvertidas, podemos decir que este concepto clave y el despliegue de su contenido ha dado un nuevo impulso a la comprensión del mensaje de la fe y a su exposición teológica, aparte de conferirle una extraordinaria unidad sin menoscabo de su amplitud.


V. Contribución de la teología actual

1. VAGAGGINI: NEUNHEUSER. Entre las obras que, aunque conservan la propia libertad y autonomía en puntos particulares, van sin embargo en la misma dirección, recordemos en primer lugar la ya clásica obra de C. Vagaggini Il senso teologico della liturgia". En un marco más modesto, pero rico en indicaciones bibliográficas, traza el camino que se puede recorrer en busca de la unidad de la teología a la luz de la historia de la salvación, del misterio de Cristo, el ensayo de B. Neunheuser Der Beitrag der Liturgie zur theologischen Erneuerung's, donde, entre otras cosas, el autor afirma: "La renovación litúrgica ha perseguido desde el comienzo como su primer y supremo objetivo la concelebración de la liturgia por parte de la comunidad creyente. Esto significa y ha significado desde el comienzo que la liturgia es acción sagrada de la iglesia, y precisamente de la iglesia que está congregada aquí como pueblo de Dios, como cuerpo de Cristo, bajo Cristo cabeza suya, en el Espíritu Santo, en el Espíritu de Cristo. En la celebración comunitaria y jerárquicamente ordenada de tal acción sagrada la comunidad celebrante hace propios los misterios salvíficos de Cristo, se hace partícipe del misterio de Cristo. Aquí, misterio de Cristo es la síntesis de todo lo que el Padre ha realizado en Cristo para nuestra salvación". Una vez más, Casel ha explicado así el significado de la expresión: "El cristianismo, en su significado pleno y originario, es el evangelio de Dios o el evangelio de Cristo, y por tanto no es una visión del mundo (Weltanschauung) con fondo religioso, ni un sistema doctrinal religioso o teológico, ni meramente una ley moral. Es, por el contrario, misterio en el sentido paulino de la palabra, una revelación de Dios a la humanidad a través de acciones humano-divinas llenas de vida y de fuerza; es el paso, hecho posible por esta revelación y participación de gracia, de la humanidad a Dios; es el encuentro de la iglesia redimida con el Padre eterno a través del ofrecimiento de la entrega total y de la glorificación que de ahí deriva..."

2. GUARDINI. De otro modo nos guía en la misma dirección R. Guardini. Su primer escrito, Vom Geist der Liturgie", fue un verdadero fogonazo. En 1922 había resumido el desarrollo teológico de aquellos años en la conocida frase: "La iglesia se despierta en las almas". Guardini afronta expresamente esta problemática en el ensayo Vom liturgischen Mysterium, donde dice: en la celebración eucarística, "aquella relación directa, aquella coexistencia metahistórica del Redentor que existió históricamente, con el presente entra en la realidad de una manera particular. Y esta manera particular no se deduce a priori, sino que se toma de la liturgia misma... Estamos ante el elemento más íntimo de la liturgia, ante la realidad del misterio. Quiero decir con esto que en una forma determinada, precisamente la cultual-litúrgica, se lleva a cabo una representación real —no una duplicación histórica— del Redentor y de su vida, que en otro tiempo existieron históricamente. Así afirmamos que, además del modo de existencia histórico-concreto y del representado psicológicamente, hay también otro modo de existencia". Partiendo de aquí escribió aquellas obras que lo dieron a conocer por toda Europa: El Señor (1937; Rialp, Madrid 1954), La imagen de Jesús, el Cristo, en el NT (1936; Guadarrama, Madrid 1960). La introducción teológica a ellas es en cierto modo el libro La esencia del cristianismo (1939; Guadarrama, Madrid 1959), como dice el autor mismo. Sus reflexiones aspiraban a captar lo que es específico en el cristianismo. "El análisis, sobre todo, de las palabras Jn 14,6 ha puesto de manifiesto que no se trata de algo psicológico o pedagógico-didáctico, sino de la forma misma en que lo cristiano es cristiano. Se puede rechazar lo expuesto en las páginas anteriores, e incluso se puede declarar que se trata de un absurdo total. Ello querrá decir, empero, que o bien no se ha entendido exactamente lo expuesto o bien se ha sufrido escándalo con ello. Lo que no se puede, sin embargo, es extraerlo de la totalidad de lo cristiano y afirmar que el resto sigue siendo cristiano". "Aquí... se trata... de la aparición de una realidad especial: del misterio. En ella lo histórico-individual se transforma en un transhistóricopermanente, que surge, sin embargo, de nuevo en la historia, siempre que los ministros realizan la ceremonia instituida por el Señor, al que compete todo el poder, cuando dijo: Haced esto en memoria mía. En la realización de la acción litúrgica, Cristo, con su vida, muerte y resurrección, se encuentra pneumática-realmente entre aquellos que se reúnen en su nombre, es comido por ellos y se halla en ellos. Es el fenómeno del culto cristiano. Ya en san Pablo se muestra la íntima relación entre la fe y el misterio. Todavía más claramente, sin embargo, en san Juan" (La esencia del cristianismo, respectivamente 59 y 80-81).

Cuanto Guardini ha ilustrado aquí desde el punto de vista del filósofo de la religión (obviamente en cuanto creyente y teológicamente preparado), es decir, la realidad intimísima del misterio, del misterio como acción cultual, del misterio de Cristo, que en tales acciones es hecho accesible en toda su amplitud, ahora lo considera también la teología propiamente tal como el tema central y el punto de partida de todo el sistema teológico.

3. WARNACH. Partiendo del motivo del misterio, V. Warnach ha tratado de trazar una vasta síntesis de la teología en su obra Christusmysterium "Lo que nos interesa no es tanto una teoría sobre el sentido de la vida y del mundo o sobre la relación entre Dios y el hombre cuanto la persona viva de Jesucristo y la salvación obrada por él. Del núcleo de la realidad cristiana no forman parte ni demostraciones exteriores de poder ni una ciencia sublime, sino el mensaje de la salvación de los pecadores mediante la cruz de Cristo... El misterio de Cristo, más precisamente el misterio de la cruz y resurrección del Señor, está en el centro de la predicación apostólica, ya que sin estos acontecimientos nuestra fe se reduciría a nada". Warnach sigue las indicaciones de Casel; define el misterio, según el NT, como "la acción creadora y salvífica de Dios en Cristo y en la iglesia hacia la humanidad histórica, acción que constituye el contenido del consejo eterno, de la revelación divina, de la promesa veterotestamentaria, así como de la predicación apostólica, y que se hace accesible a los creyentes a través del símbolo cultual, para conducirlos al cumplimiento escatológico". "En síntesis [él] distingue, desde el punto de vista objetivo, los siguientes significados principales del término mystérion en el NT: 1) el misterio como designio divino sobre el mundo y sobre la salvación, el misterio originario; 2) el misterio de la creación; 3) la obra salvífica de Cristo o el misterio de Cristo en sentido estricto; 4) el misterio de la iglesia; 5) el misterio del culto en la palabra y en el sacramento; 6) la realidad salvífica en los fieles; 7) la consumación escatológica; 8) el misterio del mal como antagonista del misterio divino".

En el sentido de tal interpretación neotestamentaria ordena luego Warnach los capítulos de su libro: el misterio originario; el misterio de la creación; el hombre y el misterio del mal, la obra salvífica de Cristo; el misterio de la iglesia; el misterio del culto; el misterio de la salvación; el cumplimiento de la salvación. Y, como conclusión, resume: en la consumación de la eternidad, Cristo es, "a través del misterio de su iglesia, el pléroma que lo llena todo en todos. En él el gran misterio del agape llega a la conclusión, que supera todas nuestras presuposiciones más atrevidas, aquel misterio sublime que el Padre estableció al comienzo, el Hijo ha revelado en el tiempo y el Espíritu Santo lleva a plenitud en la eternidad".

4. MARSILI. S. Marsili ha construido de otro modo una síntesis en el manual Anámnesis, dirigido por él". Destaquemos los motivos que nos interesan. En el párrafo "La liturgia, misterio de la salvación" parte del punto de vista teológico de Casel, toma posición frente a él y lo valora. "En la posición teológica que la liturgia había tomado con Beauduin, si bien muchos habían interpretado de forma diferente el componente eclesial, ninguno había ahondado en una idea que el mismo autor había presentado y no solamente rozado, aunque luego no había insistido en ella. Nos referimos a la obra de la salvación, vista como realidad sobrenatural siempre presente y activa en la liturgia. Aunque no se refiera a esta afirmación de Beauduin, y procediendo por vías totalmente propias, será precisamente éste el aspecto de la liturgia que ocupará durante largos años la investigación del benedictino alemán O. Casel (1886-1948)... Casel... quedó impresionado por el hecho de que la acción litúrgica recibe, en las fuentes litúrgicas, los nombres de mysterium-sacramentum. Marsili ilustra brevemente el punto de partida de Casel, sobre todo sus análisis histórico-religiosos, y luego dice: "La importancia de esta posición de Casel es enorme, si bien en un primer momento no todos lo comprendieron. En efecto, haciendo que la liturgia se remonte, como a punto de partida suyo, al acontecimiento salvífico de Cristo, la liturgia no es sólo una institución que nos ha venido de Cristo, sino que es la continuación ritual del misterio de Cristo. En otras palabras, en la liturgia —es decir, en la forma ritual (signo-realidad)— el acontecimiento mismo de la salvación es hecho presente y activo para los hombres de todo tiempo y lugar, y consiguientemente toda acción litúrgica representa un sucederse de momentos en la historia de la salvación. Hemos llegado finalmente a la teología de la liturgia. Insertando ésta como misterio cultual en el mismo misterio de Cristo, que constituye el punto de llegada y la realidad misma de toda la revelación, Casel hace de la liturgia un momento que actualiza siempre la misma revelación, y por tanto le confiere un puesto central en la teología. Más aún, por esta vía relanza Casel poderosamente la visión económica de la teología en general, es decir, lleva a ésta a ser antes que nada reflexión, no sobre una determinada cantidad de verdades abstractas, sino sobre la actuación progresiva del designio divino de salvación". Estas ideas serán valoradas y completadas en lo sucesivo. Marsili ilustra "la historia de la salvación"", "la liturgia, último momento en la historia de la salvación"", "la liturgia, presencia de Cristo"'". Este último párrafo es particularmente importante. En él se dice, entre otras cosas: "La liturgia está totalmente orientada hacia la historia de la salvación, que no es sino el misterio de Cristo, y sus ritos son siempre signos de este misterio... Tenemos así: a) a Cristo, que es signo-realidad, o sea, realización de la palabra profética de anuncio; b) el rito profético del AT, signo-sombra del Cristo venidero; c) el rito-imagen del NT, realidad en signo del Cristo que ha venido. En suma, el rito litúrgico cristiano tiene como elemento diferenciador de toda otra forma ritual el hacer siempre referencia a una realidad plena, o sea, a nivel de acontecimiento que ya se ha realizado, y de esa misma realidad es él propiamente la imagen... El rito-imagen del NT no es sólo signo, sino que es presencia real del acontecimiento de salvación al que se refiere" ". Esto se concreta luego en el párrafo "La liturgia, actuación del misterio pascual". Partiendo de SC 5, Marsili sostiene: "Introduciendo la idea de misterio pascual y especificándolo con los genitivos de la pasión, de la resurrección y de la ascensión, el concilio prácticamente da a estos momentos de la obra de Cristo el común denominador de misterio pascual. Con esta afirmación la pascua de Cristo, o sea, la realidad de la redención obrada por Cristo, se pone: a) en el centro de la historia de la salvación, y b) en el centro de la liturgia Por último, concluye: "La liturgia consiste fundamentalmente en la actuación de la salvación realizada por Cristo. Pero como esta salvación realizada en Cristo no es otra cosa que la pascua como hecho real, es claro que la liturgia será la actuación de la pascua por medio del misterio, o sea, por medio de signos reales, es decir, eficaces".

5. "MYSTERIUM SALUTIS". LO que el estudioso de liturgia dice sobre la importancia del término misterio para la valoración teológica de la liturgia y para su colocación dentro de la teología general se desarrolla ahora en amplia medida en la exposición de toda la teología a la luz de la historia de la salvación. Este trabajo se ha emprendido sobre todo en la obra en varios volúmenes Mysterium salutis. Grundriss heilsgeschichtlicher Dogmatik. Ya en el título manifiesta la obra su intención de hacer teología explicando el misterio histórico-salvífico, que tiene en su centro el acontecimiento Jesucristo. En la introducción al vol. 1 se nos remite a una afirmación de los trabajos preparatorios del Vat. II, que en la redacción definitiva del decreto conciliar "sobre la formación sacerdotal" reza así: "Dispóngase la enseñanza de la teología dogmática de manera que en primer lugar se propongan los temas bíblicos... Tras esto, para ilustrar de la forma más completa posible los misterios de la salvación, aprendan los alumnos a profundizar en ellos y a descubrir su conexión...; enséñeseles a reconocer estos misterios siempre presentes y operantes en las acciones litúrgicas y en toda la vida de la iglesia... Las restantes disciplinas teológicas deben ser igualmente renovadas por medio de un contacto más vivo con el misterio de Cristo y la historia de la salvación" (OT 16). Toda la obra está construida según estas directrices. Vol. I: Los fundamentos de la dogmática como historia de la salvación. "El vol. II trata de Dios como fundamento primero de la historia de la salvación, de los orígenes de la historia de la salvación y de la historia de la humanidad antes de Cristo. El vol. III estudia la realidad central, que es Cristo. En el vol. IV se habla del acontecimiento salvífico en la comunidad del Dios-hombre. El vol. V se ordena a la exposición del camino que recorre el hombre salvado en el tiempo intermedio y estudia los problemas básicos de la moral cristiana. Se pone término a la obra con una mirada a la consumación de la historia de la salvación.

Es obvio que los motivos de la teología de los misterios en el sentido verdadero y propio del término se expresan sobre todo en los volúmenes III: Cristo, y IV: La iglesia: el acontecimiento salvífico en la comunidad cristiana.

Naturalmente, los especialistas, interesados preferentemente por la investigación, encuentran a veces difícil reconocer el hilo que une todo. Al exponer la "Cristología del NT"", se pregunta R. Schnackenburg: "¿Puede hablarse, a la vista de semejante profusión y variedad, ante semejante riada evolutiva, de que hay una cristología neotestamentaria homogénea, la cristología del NT?". Pero al final da una respuesta positiva: "Estamos ahora en disposición de referirnos nuevamente al tema del fundamento unitario de la cristología del NT, la resurrección de Jesucristo, el crucificado y, partiendo de aquí, a los hechos y palabras de Jesús de Nazaret, tal como los guardó e interpretó la iglesia primitiva a la luz de su fe. Tal es el principio originario sobre el que se levanta toda la cristología más primitiva y sobre el que fueron creciendo y estructurándose las varias ideas cristológicas que hemos estudiado. En todas ellas se mantiene la confesión de Jesucristo, es decir, la confesión de que el Jesús histórico es también el Cristo de la fe pascual, sean cuales fueren los intentos de formulación, desarrollo y comprensión concreta de dicha fe". Para poder hacer esto, como bien dice A. Hamman, hay que buscar en el NT "enunciados" con los cuales se intenta "expresar en palabras el misterio de Cristo"; al mismo tiempo hay que concretar y desarrollar el acontecimiento de Cristo como obra del Hijo, reflexionando sobre "los misterios de la vida de Jesús, ya que el acontecimiento-Cristo en cuanto obra del Hijo no se reduce a su venida a la historia, sino que abarca también su paso por la historia y su vuelta al Padre en el misterio pascual". La tarea se desarrolla de manera excelente en el capítulo "Los misterios de la vida de Jesús"", con una primera sección dedicada a la "Panorámica histórica de los misterios de Jesús en general", de A. Grillmeier, con una segunda sección sobre "Los misterios de la prehistoria de Jesús", de R. Schulte ", y con una tercera sección sobre "Los misterios de la vida y actividad pública de Jesús", de Chr. Schütz ", y en el siguiente capítulo sobre el tema central del "Mysterium Paschale", escrito por H.U. v. Balthasar 51. Aun teniendo en cuenta la necesidad de una profundización de los temas cada vez más diferenciados de la cristología y de la soteriología, los autores de esta dogmática siguen siendo conscientes de que hace falta "una visión retrospectiva constante, tal como se nos ofrece en la predicación de la iglesia primitiva y en la teología patrística más antigua"" y se insiste conscientemente en "la coherencia de los distintos temas". Esto resalta en particular en el vol. IV/2, que habla del culto y de los sacramentos como de los modos concretos de la actualización de la acción de Cristo. Aquí hay que hablar necesariamente "ante todo y por principio del misterio cultual de Jesucristo, cabeza de su cuerpo" En la segunda sección, R. Schulte trata de "Los sacramentos de la iglesia como desmembración del sacramento radical" 61 (del sacramento radical, es decir, de la iglesia, había tratado ya O. Semmelroth en el vol. IV/ 1). Aquí se ilustra ampliamente "la historia del término y del concepto mystérion y sacramentum en relación con la teología de los sacramentos. Aunque algunos detalles podrían explicarse diversamente, el autor dice justamente que en los sacramentos de la iniciación, "cada uno en la forma que le es propia, sólo realizan cultualmente el único mystérion. Y con él se refieren, en suma, al único acontecimiento-Cristo, llamado enfáticamente mystérion en el NT"". Un punto culminante de tal perspectiva es el capítulo "La eucaristía, misterio central", de J. Betz h5, "ya que el misterio de la iglesia alcanza su mayor densidad en la eucaristía""; la eucaristía es el misterio central. "El término presencia es apropiado para desarrollar toda la realidad del sacramento... La presencia de Cristo en la eucaristía presenta tres aspectos: 1) presencia espiritual y personal de Cristo glorificado como agente principal...; 2) presencia memorial de su obra de salvación...; 3) presencia corporal sustancial de la persona de Cristo bajo las especie. "Es convicción antiquísima de la iglesia que en la eucaristía está presente y actúa como agente principal el mismo Cristo glorificado. Esta convicción, que se había debilitado en la época moderna y fue fortalecida de nuevo por la teología de los misterios, tiene su más sólido fundamento en la Escritura, en la tradición y en el magisterio de la iglesia"". "La eucaristía se muestra así como suma del cristianismo" y, en el lenguaje de la teología de los misterios, el mysterium-sacramentum en que se actualiza, de la manera más plena y densa, el misterio de Cristo, el acontecimiento salvífico irrepetible Jesucristo.


VI. Valoración conclusiva

Sea cual fuere el modo como la etimología explique los últimos orígenes del término mystérion (y del latín sacramentum), la palabra griega sirvió ya a los apóstoles para explicar la voluntad salvífica del Dios eterno y las acciones salvíficas divinas en Cristo Jesús. En la teología de los padres llegó a ser muy pronto un concepto central, que logró abarcar todo el fenómeno de la realización de la salvación divina en Cristo y en la iglesia, especialmente en las acciones cultuales de ésta, y al mismo tiempo indicar la grandeza de tales acciones salvíficas divinas y su inescrutabilidad (cf Ef 3,8). Por eso no es de extrañar que los teólogos actuales y el mismo magisterio hayan reasumido este concepto, siguiendo sobre todo las afirmaciones de la liturgia romana, para ilustrar la acción salvífica de Cristo y su proclamación y realización en el culto de la iglesia, en toda la actividad eclesial y en la vida diaria de los cristianos, como gran realidad central y unitaria de la fe cristiana y de toda la existencia cristiana: "Esta obra de la redención humana... Cristo el Señor la realizó principalmente por el misterio pascual" (SC 5); "los hombres son injertados en el misterio pascual de Cristo"; "la iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual" (SC 6). Fin supremo de toda la reforma litúrgica posconciliar es, en el fondo, éste: "Ut mysterium paschale vivendo exprimatur" (Inter oecumenici 6).

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B. Neunheuser

BIBLIOGRAFÍA: Álvarez A., Las religiones mistéricas, Revista de Occidente, Madrid 1974; Barsotti D., Misterio cristiano y año litúrgico, Sígueme, Salamanca 1965; Misterio cristiano y Palabra de Dios, Sígueme, Salamanca 1965; Casel O., El misterio del culto cristiano, Dinor, San Sebastián 1953; El misterio de la cruz, Guadarrama, Madrid 1961; Cuesta R., Misterios redentores y sacramentos según Santo Tomás de Aquino, en "Escritos del Vedad" (1973) 281-298; Daniélou J., Mitos paganos, misterio cristiano, Casal y Vals, Andorra 1967; Díaz de Tuesta J., Los misterios litúrgicos, en "Liturgia" 3 (1948) 237-241; 274-277; Filthaut Th., Teologia de los misterios. Exposición de la controversia, Desclée, Bilbao 1963; Neunheuser B., Misterios, Teología de los, en SM 4, Herder, Barcelona 1973, 718-723; Misterio, en DE 2, Herder, Barcelona 1983, 614-619; Oñatibia 1., La presencia de la obra redentora en el misterio del culto, Eset, Vitoria 1954; Participar en el misterio salvador, en "Phase" 144(1984) 471-486; Prümm K., Misterio, en DTB, Herder, Barcelona 1966, 664-679; Rahner K., Misterio, en SM 4, Herder, Barcelona 1973, 710-718; Rubio Morán L., El misterio de Cristo en la historia de la salvación, Sígueme, Salamanca 1967; Schulte R., Los términos "mystérion" y "sacramentum", en MS IV/2, Cristiandad, Madrid 1975, 76-97. Véase también la bibliografía de Iglesia, Jesucristo, Memorial, Misterio pascual y Sacramentos.