SEXTA PARTE

LA SANTIFICACIÓN DEL TIEMPO 2:
LA CELEBRACIÓN DEL AÑO DEL SEÑOR


I

EL AÑO DEL SEÑOR: LA CELEBRACIÓN ANUAL
DE LOS MISTERIOS SALVÍFICOS DE CRISTO


La santificación del tiempo concierne no sólo a las veinticuatro horas del día a través del oficio divino, sino también al círculo del año en el que la Iglesia «desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y el Nacimiento hasta la Ascensión, el día de Pentescostés y la expectativa de la feliz esperanza y venida del Señor» (SC 102). Ahora bien, el comienzo del año del Señor en el rito latino con el primer domingo de adviento, a causa del trascurso de sus tiempos festivos y fiestas que pasa por la fiesta del nacimiento del Señor, por la celebración de la muerte y resurrección, de la ascensión y el envío del Espíritu, por el tiempo en el círculo del año, cuyos últimos domingos preparan ya de nuevo para el próximo adviento con la proclamación de la segunda venida del Señor, podría provocar la impresión de que el año del Señor pretende (al menos para el tiempo entre adviento y Pentecostés) celebrar anualmente en la celebración litúrgica el trascurso de la vida de Jesús y –si se cuentan además los domingos en el círculo del año– el tiempo de la Iglesia hasta la segunda venida. El sentido de la celebración del año del Señor no puede ser el de conmemorar cronológicamente los acontecimientos de la vida de Jesús en una reconstrucción historizadora. Todas las fiestas y días conmemorativos del año del Señor celebran la redención del hombre por medio del único gran hecho de redención del Hijo de Dios que se hizo hombre, fue crucificado, resucitó y ascendió al cielo, como se manifiesta y está presente en la celebración litúrgica t. Así, el círculo del año que se repite continuamente es ya una imagen de la

1. Cfr. Berger, Ostern und Weihnachten 17: «Si se acostumbra a decir conceptuosamente: el viernes santo y la pascua celebran lo mismo; en ese caso, se podría también decir en vista del núcleo de la fiesta: navidad y pascua celebran lo mismo. Detrás de ambas celebraciones, se encuentra la misma concepción básica: la elevación del Señor».

atemporal plenitud de vida de Dios, que se esconde detrás del decurso del tiempo. El contenido de la celebración del año es el misterio del encuentro de Cristo con su Iglesia, «es decir, se trata de la celebración de los hechos salvíficos del Señor en el hoy de este mundo y de la Iglesia. De este modo, el año eclesiástico contiene de hecho muchos aspectos de la vida del Jesús terrenal, si bien, el Cristo de la historia es uno con el Cristo elevado (Cristo de la fe). El año eclesiástico es, con ello, no un mero recuerdo de acontecimientos aislados entresacados de la vida terrenal de Jesús, sino la celebración de todo el misterio de Cristo». Con todo, ha de tenerse en cuenta la concepción del «memorial» en Casel como «conmemoración del misterio» (Anámnesis) y, con ello, como presencia del misterio, tal como se ha expuesto en la primera parte 2.

Según la Constitución sobre la liturgia, la misión de la Iglesia es «celebrar con sagrado recuerdo la obra de salvación de su divino esposo en días determinados a lo largo del año» (SC 102). Esta celebración conmemorativa es la anámnesis, «con ella se excluye toda posibilidad de restringir esa celebración a una conmemoración meramente psicológica. El Concilio no excluye la función pedagógico-educativa del año eclesiástico, pero la remite expresamente a una posición subordinada (cfr. 105). El contenido de la celebración conmemorativa es la obra de salvación del Redentor. No tanto la persona de Cristo es la que ocupa el lugar central, sino su obra redentora. Si bien en este contexto sólo se habla de obra salvífica de Cristo, para la Constitución está dada, con ella, toda la historia salvífica»3.

  1. Auf der Maur, Feiern im Rhythmus der Zeit I, 225.

  2. Ibid., 1, 226ss.


DESCRIPCIONES DE CONJUNTO Y BIBLIOGRAFÍA GENERAL

A. Adam, Das Kirchenjahr mitfeiern. Seine Geschichte und seine Bedeutung nach der Liturgiereform, Friburgo-Basilea-Viena 19915.

HJ. Auf der Maur, Feiern im Rhythmus der Zeit 1: Herrenfeste in Woche und Jahr. Gottesdienst der Kirche. handbuch der Liturgiewissenschaft. Dir. por H.B. Meyer, HJ. Auf der Maur, B. Fischer, A.A. Häußling, B. Kleinheyer. Vol. 5, Regensburg 1983.

J. Baumgartner, Das Kirchenjahr. Feiern christlicher Feste. Friburgo-Mödling 1978.

K.H. Bieritz, Das Kirchenjahr. Feste. Gedenk- und Feiertage in Geschichte und Gegenwart, Munich 1987.

P. Guéranger, Das Kirchenjahr. Trad. y ed. por J.B. Heinrich. 14 vols. Maguncia, 1 874 (1)- 1898 (14).

P. Jounel, La dinnanche et la semanine, L'Année, en Martimort IV, La liturgie et le tenzps, Paris 1983, 23-168.

S. Marsili y otros, L'anno liturgico. Anamnesis VI, Turin 1988.

D.R. Moser, Bräuche und Feste im christlichen Jahreslauf, Graz-Viena-Colonia 1993.

P. Parsch, Das Jahr des Heils. 3 vols. Klosterneuburg 1952-195314.

J. Pascher, Das liturgische Jahr, Munich 1963.

J. Pinsk, Gedanken zum Herrenjahr. Dir. por Th. Schnitzler, Maguncia 1963.

F. Reckinger, Gott begegnen in der Zeit. Unser Kichenjahr, Paderborn 1986.

M. Righetti, Manuale di storia liturgica II, L'Anno Liturgico -11 Breviario, Milán 1955.

E. Sauser, Heilige und Engel im Kirchenjahr, Regensburg 1979.

 

1. La celebración anual como tal

Precisamente no desde un punto de vista externamente historizante, sino partiendo del centro de los tres días pascuales, el nuevo ordo básico distingue siete períodos del año del Señor: I. El Sacrum Triduum desde la tarde del jueves santo hasta el domingo de resurrección. II. El tiempo pascual (desde el do-mingo de resurrección hasta el domingo de Pentecostés). M. El tiempo de la penitencia pascual (desde el miércoles de ceniza hasta el mediodía del jueves santo). IV. El tiempo de navidad. V. El adviento. VI. El tiempo ordinario. VII. Lunes, martes y miércoles de rogativas, y témporas 4. Por consiguiente, hay tres grandes períodos relacionados entre sí: a. El círculo de la festividad de la pascua (penitencia pascual o cuaresma, Sacrum Triduum, tiempo pascual de cincuenta días o Pentecostés), b. el círculo de navidad (adviento y tiempo de navidad) y c. el tiempo ordinario. Este abarca 33/34 domingos que carecen de una impronta especial, y dura desde el domingo después del seis de enero (que es siempre la fiesta del bautismo del Señor) hasta el último domingo antes del primer domingo de adviento, la fiesta de Cristo Rey. El tiempo ordinario es interrumpido por el gran bloque del ciclo de la fiesta de pascua, es decir, los domingos se siguen contando con el primer domingo después de Pentecostés (la solemnidad de la Trinidad) siguiendo el número de los «domingos del tiempo ordinario», de forma que el domingo de Cristo Rey siempre es el trigésimo cuarto domingo del tiempo ordinario. Junto a las solemnidades del ciclo de navidad las fiestas del Señor de la «presentación», «anunciación», «trasfiguración» y «exaltación de la cruz» tienen una fecha fija en el calendario (2.2., 25.3., 6.8., 14.9.); la fecha de las demás depende de la de la pascua.

Desde el breviario de 1568 y el misal de 1570, las fiestas del año del Señor se distinguieron según un complicado sistema, detrás del cual se hallaba una distribución de la fiesta que era usual en la Edad Media 5. Se distinguían los «do-mingos mayores» (Dominicae maiores) de primera clase (primer domingo de adviento, todos los domingos de cuaresma, domingo de resurrección, domingo in albis, domingo de Pentecostés) y segunda clase (segundo a cuarto domingo de adviento y los domingos del antiguo tiempo precuaresmal) de todos los de-más domingos del año como «domingos del tiempo ordinario» (Dominicae minores). Los días de la semana se dividieron en «mayores, feriae maiores» (a su vez, diferenciados entre sí entre «privilegiados» y «no privilegiados») y «corrientes,feriae minores». Además, hubo las siguientes clases de fiestas: «duplex de primera clase», «duplex de segunda clase», «duplex maius», «duplex»,

  1. Cfr. NUALC 18-47, Kaczynski nn. 1289-1318.

  2. Cfr. Eisenhofer 1, 589, donde p. ej. se menciona el ordo de los dominicos de 1267.

«semiduplex», «simplex». Numerosas fiestas duplex tenían octavas que se distinguían a su vez por su rango en octavas privilegiadas (ia su vez subdivididas en primero, segundo y tercer orden!), corrientes y sencillas. Así, la fiesta de pascua se distinguía como «duplex de primera clase con octava privilegiada de primer orden», de la fiesta de navidad como «duplex de primera clase con octava privilegiada de tercer orden» 6. El concepto de «duplex» deriva de la costumbre de celebrar un doble oficio divino nocturno en las solemnidades, el de la vigilia, al principio de la noche; el de la fiesta, después de medianoche. «Aunque esta institución desapareció, sin embargo la denominación "duplex" (sc. officium) persistió, y, en adelante, se utilizó también para la denominación del rango de las fiestas en las que jamás había tenido lugar un doble oficio» 7.

Este complicado sistema concernía sobre todo a la cuestión de la primacía de la celebración de un día festivo con preferencia sobre otro día litúrgico, y de la comenmoración en la misa y el oficio divino. Repetidamente, se intentó simplificar este sistema, aunque sólo se llegó a una verdadera reforma con el «Ordo fundamental del año eclesiástico y del nuevo calendario general romano» del año 19698, cuya elaboración la había solicitado la Constitución sobre la liturgia del concilio Vaticano I. 9 «Las celebraciones de las fiestas se dividen según su significado en: solemnidades, fiestas y conmemoraciones» 10. «Las conmemoraciones son o de precepto o de no precepto. Su celebración está ligada a la del respectivo día de la semana según las reglas de la Introducción General al misal y el libro de las horas 11.

También el ordo de los domingos y semanas de durante el año se sometió, mediante el ordo general del año eclesiástico y los nuevos libros litúrgicos, a una reforma fundamental. El sistema de cómputo contenido en el misal de 1570 procede del siglo VIII; anteriormente, los domingos se contaban conforme a las fiestas más importantes. Había de cuatro a seis domingos post Epiphaniam y veinticuatro post Pentecosten, con lo que, dependiendo de la fecha de celebración de la pascua (y, con ella, del comienzo del tiempo pascual de penitencia) los domingos de más post Epiphaniam (tercer a sexto domingo después de epifanía) se recuperaban e insertaban entre el vigésimo tercero y vigésimo cuarto domingo. Se renunció a la diferenciación establecida entre un tiempo después de la epifanía del Señor, y otro después de Pentecostés en favor

  1. Cfr. Adam, Kirchenjahr 31.

  2. Eisenhofer 1, 589.

  3. Cfr. Kaczynski nn. 1268-1332.

  4. Cfr. SC 107.

  5. NUALC 10, Kaczynski n. 1281.

  6. NUALC 14, Kaczynski n. 1285.

del genérico «tiempo en el círculo del año», una denominación que procede del Codex Rubricarum de 196012.

Aun en el caso de que se hable del círculo del año como del «tiempo no caracterizado», sin embargo, la celebración del misterio pascual determina este tiempo en domingo como la pascua semanal que es: «El centro propiamente dicho de la obra salvífica de Cristo es el misterio de la pascua, la muerte y resurrección. Éste se celebra los domingos en el ciclo de las semanas; en el ciclo anual, en la pascua. Por ello, el domingo y la pascua anual son el núcleo central de la configuración litúrgica del año» 13. Precisamente esta impronta pascual del círculo del año marcada por el domingo hace patente que ni en este caso ni en la misma celebración pascual ni en las demás fiestas se trata de celebraciones conmemorativas historizantes, sino de la representación actual de la salvación en una celebración sometida a la trasformación temporal. Esta concepción de la fiesta la comparte la fe cristiana con la de Israel.


2.
El calendario festivo judío

También el calendario festivo judío es una celebración del año. Junto al sabbat semanal, la caracterizan las diferentes fiestas, que tienen como tema la presencia salvífica de Yahvé, y celebran la presencia actual de su Dios y su fidelidad a la alianza en virtud de los hechos salvíficos en la historia de su pueblo.

Tres de estas fiestas eran en tiempos de Jesús todavía fiestas de peregrinación (Regalim de Regelpie, peregrinación a pie): pascua (o hebreo, Pesah), la fiesta semanal (Schavuot) y la fiesta de los tabernáculos (Sukkoth). Todo judío que había cumplido los doce años debía peregrinar al templo de Jerusalén cada año en una de estas fiestas. En la fiesta de la Pesah, el éxodo de Israel tras su huida de la esclavitud egipcia ocupa el centro de la celebración. Una fiesta sacrificial de orígenes nómadas (con el motivo del cordero sacrificado) y una fiesta de recolección de impronta agraria (la fiesta de los panes ácimos –mazzot– al principio de la cosecha de la cebada) se fusionaron y se asociaron, a través del motivo del éxodo de Egipto, a la religión de Yahvé. La fiesta semanal (Schavuoth) es el quincuagésimo día después del mazzot, una fiesta de acción de gracias por la cosecha del trigo. También esta fiesta agraria entró, con carácter historizante, en la religión de Yahvé como conmemoración de la alianza pactada en el monte Sinaí. Igualmente de origen agrario como fiesta de acción de gracias de la vendimia es la fiesta de los tabernáculos, que dura siete días (Sukkoth), en

  1. Cfr. Auf der Maur, Feiern im Rhythmus der Zeit I, 43-46.

  2. lbid., 1, 227.

la cual los fieles vivían en cabañas exiguamente construidas con ramas. Esta costumbre está igualmente justificada, desde el punto de vista de la historia salvífica, con el éxodo de Egipto (Lv 23, 42ss.). A comienzos de la Edad, Media se entrelazó con el día de finalización de la fiesta de los tabernaculos la fiesta de júbilo de la Torá Thora-Freudenfest (Simchath Thora), en la que concluye la lectura de los rollos de la Tora e, inmediatamente, vuelve a comenzar de nuevo 14.

Entre las tres fiestas de peregrinación, todas las cuales tiene su propia lectura de los rollos (el Cantar de los Cantares en la Pesah, el libro de Rut en el Schavuoth, y el Qohelet en Sukkoth), están emplazadas la fiesta de año nuevo y el día de expiación. Bajo influencia babilonia, se desplazó el día de año nuevo, originariamente situado en la luna nueva después del equinocio de otoño (Rosch Haschana), al día de luna nueva después del equinocio de primavera. En el núcleo central de la liturgia, se hace sonar el Schophar, un cuerno de carnero que recuerda el sacrificio de Isaac por Abraham, que Dios mismo impidió. Según Ben-Chorin, los israelitas conocieron en el exilio de Babilonia la fiesta del ascenso de Marduc al trono, que al mismo tiempo fue día de año nuevo, y lo asociaron a la religión de Yahvé. El día de año nuevo se convirtió en el día del ascenso al trono del Dios que administra justicia.

En la primera luna de otoño, se celebra la fiesta de la expiación (Iom Kippur). Sólo en ese día podía entrar el sumo sacerdote en el sanctasanctórum del templo, después de haber sacrificado un toro por sus propios pecados y los de los demás sacerdotes, para embadurnar la tapa del arca de la alianza con su sangre. En el sanctasanctórum, el sumo sacerdote ofrecía un sacrificio en forma de incensación. A continuación, se elegía a suertes uno de entre dos carneros y se ofrendaba como chivo expiatorio por el pueblo; su sangre se derramaba delante y detrás de la cortina del sanctasanctorum. Mediante la imposición de manos, el sumo sacerdote cargaba simbólicamente al segundo camero con los pecados del pueblo, tras lo cual se azuzaba al animal al desierto. Después de la destrucción del templo, la fiesta de la expiación se convirtió en un severo día de penitencia con un oficio divino penitencial en la sinagoga, al que precedía una preparación previa de diez días de penitencia 15.

En la fiesta de la dedicación del templo (Chanukka), se conmemora la nueva dedicación del templo profanado, llevada a cabo por Judas en el año 164 an-tes de Cristo, como está atestiguado en el primer libro de los Macabeos, el 25 de Kisleu, que coincide siempre con el adviento cristiano. En la semana de Chanukka, ocupa un lugar central el candelabro de Chanukka de ocho brazos,

  1. Cfr. Ben Chorin 159ss.

  2. [brd., 160ss.

en el cual cada día de la semana de fiesta se enciende una nueva luz. En el tras-fondo de la fiesta del purim en el último mes del año judío está la experiencia de la extraordinaria liberación de las penurias vividas en la persecución de la diáspora persa, como, literariamente, se manifiesta en el libro de Ester, que se lee en la sinagoga con motivo del servicio divino de esta fiesta. Tres de los cinco días de ayuno están relacionados con la destrucción de Jerusalén, también el día de duelo del 10 de Tebeth, que hoy día se ha convertido en un día general de duelo por las víctimas de las persecuciones contra los judíos. El día de duelo del 9 de Av que cae en verano y es el más severo de los días de ayuno se leen las lamentaciones de Jeremías; este día conmemora las catástrofes sufridas en la historia del pueblo judío 16.

Según Ben-Chorin, la teología cristiana, especialmente la teología dialéctica de Barth, ha contemplado, no infrecuentemente, la historia terrenal y humana, y la historia salvífica divina separadamente, como si trascurriesen por dos niveles dis-tintos. «Segregaciones de este tipo no son bíblicas y, por lo tanto, tampoco judías. Las fiestas del judaísmo son fiestas históricas que reconocen a Dios como al Se-ñor de la historia. Esto se hace patente también en la más reciente de nuestras fiestas, el Jom Ha-azmauth, el día de la independencia de Israel, que conmemora la fundación del Estado de Israel el 5 de Ijar, el 14 de mayo de 1948» 17.


3. Las denominaciones de la celebración anual cristiana

El primer testimonio conocido de una denominación específica de la celebración anual cristiana, que engloba todas las fiestas y tiempos festivos es la «Postilla» de Johannes Pomarius un predicador luterano que ejerció en Magdeburgo; ciudad en la que se publicó en el año 1585. Pomarius emplea el concepto de «año eclesiástico» y distingue, mediante él, el año de la Iglesia, que empieza con el primer domingo de adviento, del año que trascurre fuera de la misma 18. En tiempos posteriores, el concepto fue acogido tanto por parte evangélica como católica. Kranemann ve en el concepto de «año eclesiástico» la expresión de una «diferencia» que data de un tiempo que se remonta a una época muy anterior a la Reforma, a los siglos XIII y XIV, y que «va aumentando continuamente entre el tiempo de la Iglesia y el de los comerciantes», por consiguiente un distanciamiento de las festa hori que se han de celebrar en

16.lbid., 161-163.

  1. Ben Chorin 164.

  2. Cfr. B. Kranemann, Zu Geschichte und Bedeutung des deutschen Begriffs «Kirchenjahr», en ALw 33 (1991), 35-42. 37, donde, no obstante, se parte de la premisa de que también Pomarius puede haber heredado este concepto.

la Iglesia y la festa fori, los auténticos días festivos de la población. Las formas de organización cada vez más complicadas (sobre todo en el comercio organizado cada vez más detalladamente) exigen una división más exhaustiva del tiempo, como la hicieron posible los relojes de los campanarios. El calendario de fechas del mercado ya no se corresponde con el de la Iglesia. «En el futuro, para el comerciante creyente el tiempo de su actividad profesional es otro distinto al de su vida religiosa. El hombre del Renacimiento de los siglos XV y XVI se concibe, al fin y al cabo, como señor absoluto de su tiempo. Es evidente que en este período surge el concepto de "año eclesiástico"» 19. La marcha del mundo y la actividad litúrgica de la Iglesia se convirtieron en dos dimensiones distintas, y la primera tiene que concederle a la otra un rincón en su horario. Por consiguiente, el concepto de «año eclesiástico» expresa, precisamente desde un lado negativo, la dimensión anabática: el hombre es activo, él obedece a la invitación a la comunicación con Dios en la liturgia si el calendario le deja libre una fecha para ello –plazos extraordinarios frente a los restantes trascursos de la vida. A pesar de ello, la denominación de «año eclesiástico» se emplea todavía frecuentemente, entre otros por Karl Rahner 20.

Otras denominaciones son la de Année chrétienne, es decir, Christian Year, Anée spirituelle o Jahr des Heiles (P. Parsch). Los documentos oficiales se complacen en emplear la denominación de «año litúrgico» (annus liturgicus, anée liturgique), así en SC 107, igualmente Guéranger, cuyo traductor alemán tradujo en su lugar como «año eclesiástico» 21. El «año del Señor» expresa la dimensión preferencialmente catabática también de la celebración anual. El año del Señor con la pascua anual en el centro establece, de ese modo, una relación de analogía con el domingo como «día del Señor» (dies dominica, kyriake), como pascua semanal; todas las fiestas y tiempos festivos del año del Señor celebran bajo los muchos aspectos del misterio de Cristo su venida litúrgica y su presencia salvífica en la comunidad celebrante.

Junto al Calendario (general) romano, que constituye el fundamento del año del Señor, los calendarios particulares propios «en las Iglesias particulares y comunidades religiosas contienen celebraciones limitadas que se han de enlazar, conforme a su sentido, con el círculo general del año. Las Iglesias particulares y las comunidades religiosas deben venerar, de forma singular, a aquellos santos a los que particularmente están adscritos. Los calendarios particulares son elaborados por las autoridades competentes y aprobados por la Sede Apostólica» 22.

  1. Kranemann, 41.

  2. Cfr. K. Rahner, Das große Kirchenjahr. Geistliche Texte, Friburgo-Basilea-Viena 19882.

  3. Cfr. Auf der Maur, Feiern im Rhythmus der Zeit I, 211ss.

  4. NUALC 49. Cfr. sobre la totalidad de la cuestión Adam, Kirchenjahr 171 ss.


4. Fiestas de acontecimiento y de ideas

Precisamente bajo el aspecto de la presencia salvífica de Cristo en las di-versas celebraciones festivas con sus diferentes conmemoraciones de las fe-chas de salvación se establece la difícil diferenciación de las fiestas del Señor en fiestas de acontecimiento o de ideas.

Jungmann ve la presencia de la forma primigenia de la fiesta allí «donde un acontecimiento trascendente constituye su objeto» 23. El acontecimiento celebrado impele a la inclusión de lo religioso, la realidad última de Dios y, con ello, al culto, como afirma con razón Jungmann invocando la definición que Pieper hace de la fiesta24. La fiesta que se ha institucionalizado se distingue de este tipo primigenio: los valores permanentes han de volverse a evocar en la conciencia de vez en cuando; éstos pueden ser valores del orden natural (p. ej. fiesta de la cosecha) o también de la cultura (p. ej. día nacional de un Estado), pero siempre tiene que ser un valor de algún peso si ha de llegar a surgir una fiesta; como ejemplo valga la fiesta de fundación de una asociación en la que se conmemoran los propios fundamentos. «Las fiestas del año eclesiástico pertenecen a este marco –y estas fiestas son, a su vez, de una índole absolutamente singular» 25.

La esencia de la fiesta eclesiástica es la anámnesis. Es más que una concienciación individual del acontecimiento redentor, pues, por el contrario, en la celebración humana acontece la presencia causada por Dios del celebrado: «La obra de la redención misma se hace presente y eficaz de una nueva forma: opus redemptionis exercetur: se hace eficaz en la forma que nosotros intentamos concebir en el oscuro concepto del misterio» 26. Pero, en primer lugar, este tema primigenio se escinde en la división del tránsito, celebrado en la fiesta de pascua, a través de la muerte, y el descenso a los infiernos hasta la resurrección, el que san Agustín llamó triduum crucifixi (viernes santo) 27, sepulti (sábado santo), suscitati (domingo de resurrección); en segundo lugar, la ascensión al cielo y Pentecostés fraccionan el tema en su conjunto. El pensamiento que se concentra en torno a la epifanía y navidad, de la entrada del Redentor en este mundo trae consigo, reiteradamente, nuevos aspectos parciales del único tema de la redención. Esto tiene validez incluso para las fiestas de los santos; en la vida y muerte de los santos se muestra la redención acontecida en Cristo.

  1. Jungmann, Das Kirhcliche Fest 165.

  2. Cfr. J. Pieper, Muße und Kult. Munich 1955; idem: Zustimmung zur Welt. Eine Theorie des Festes. Munich 19642.

  3. Jungmann, Das kirchliche Fest 166.

  4. /bid., 167ss.

  5. San Agustín, Ep. 55, 24, CSEL 34/2. 195. De forma similar, se refiere ya Ambrosio al «triduum illud sacrum, ...intra quod triduum et passus est et quievit et resurrexit», Ep. 23, 13 - PL 16, 1030.

Pero cuanto más se despliega el acontecimiento de Cristo en las fiestas más diversas, tanto más desaparece el acontecimiento que está en el fundamento de la fiesta, tanto más desaparece la fiesta en absoluto. Falta el pueblo celebrante, son festa chori, ya no festa fori, se hace cada vez más escasa la influencia sobre la forma ritual de la misa diaria o del oficio diario de la liturgia de las horas. ¿Qué ocurre con las fiestas de ideas, en cuya base difícilmente se encuentra un acontecimiento histórico?

Jungmann analiza la tesis de Baumstark de que ninguna de las solemnidades de la cristiandad celebra el memorial de los acontecimientos de las historia salvífica, sino que cumple la función de expresar las grandes ideas religiosas. Por su parte, Botte, ha formulado una protesta en su contra: «Pascua, epifanía, navidad no son ` fites d'idées". No se trata de verdades eternas, sino de hechos de la historia salvífica». Para Jungmann ambas concepciones no son contrarias: «Las solemnidades van dirigidas a los acontecimientos salvíficos fundamentales»; pero la fiesta no va dirigida a los acontecimientos en sí, sino a la salvación que fundamentan y proporcionan. «Salvación y redención son, no obstante, conceptos abstractos, "ideas" con las que se manifiesta acertadamente el objeto de la celebración respectiva. Con ello, se expresa que en estas fiestas antiguas el interés principal no iba dirigido a la representación de los pormenores históricos, sino a la significación salvífica, al misterio permanente de Cristo» 28. Debajo del acontecimiento se «corporiza» la voluntad salvífica inmutable, eficaz como El se manifestó una vez en la historia salvífica, en las fechas particulares de la economía de salvación de Cristo, y se manifiesta en la celebración de estos acontecimientos cada vez de nuevo en el momento actual.

Distintas de éstas son las auténticas fiestas de ideas, que carecen del ele-mento anamnético, p. ej. la fiesta de la Santísima Trinidad como fruto tardío de las luchas arrianas de la fe: «Aquí nos encontramos ante una de las "verdades eternas" que tienen validez independientemente del acontecimiento salvífico» 29 Más fuertemente enraizada en los momentos de salvación son el Corpus Christi, la fiesta del Corazón de Jesús o Cristo Rey, pero también aquí ya no es el acontecimiento mismo (institución de la eucaristía, entrega en la cruz, reconocimiento de Cristo como rey ante Pilato) el objeto de la fiesta, sino la salvación en forma de una «idea». El entrelazamiento de idea y persona concierne especialmente a la veneración de los santos desprendida del lugar de su sepulcro, puesto que el santo celebrado es considerado menos como persona que como

  1. Jungmann, Das kirchliche Fest 17l ss.

  2. Jungmann, Das kirchliche Fest 173. Se hace referencia a la consecuencia interior de la fiesta de ideas. Malentender Pentecostés, como celebración desligada del acontecimiento salvífico como fiesta del Espíritu Santo, o querer introducir en el siglo XVIII una fiesta del Padre celestial.

«programa», como idea modélica de una vida cristiana. Con ello, la idea puede desligarse de la persona, cuya función en virtud de esa idea es la de ser su portadora; Jungmann aduce como ejemplo la fiesta de san José obrero como intento de la Iglesia de cristianizar la fiesta (de tinte socialista) del trabajo 30.


5. Datación de la fiesta como problema ecuménico

El calendario cristiano constituye una combinación del año lunar judeo-babilónico y del año solar corriente entre los egipcios y los romanos. Los días fijos del año se cuentan según el año solar romano, «con lo que los así llamados meses de la lunación real son reemplazados plenamente y tan sólo sirven como subdivisión artificial del año solar. Por el contrario, la fiesta de pascua y todas las fechas que dependen de ella están ligadas al año lunar-solar judío». El cómputo del año se remonta al «calendario juliano», introducido por Julio César en el año 46 a.C., el cual, en su exactitud, representa «el primer intento logrado de cronología. Este calendario se ajusta a los términos astronómicos en tan alta medida, que pudo tener validez sin sufrir ninguna variación hasta el año 1582 en todo el mundo cristiano» 31. En cualquier caso, el calendario juliano tenía un margen de error de once minutos y catorce segundos al año, que en ciento veintiocho años sumaban un día entero, de manera que el desequilibrio entre el calendario y el tiempo astronómico en el siglo XVI había aumentado hasta diez días; los dos equinocios (Aequinoctia) al comienzo de la primavera y el otoño tenían lugar diez días antes de lo computado. La corrección se llevó a cabo con la reforma del calendario del papa Gregorio XIII (1572-1585) en el año 1582, según la cual al cuatro de octubre de 1582 le siguió inmediatamente el 15 de octubre. Una puntualización a la regla de cómputo de los años bisiestos habría de reparar una incongruencia existente entre el año astronómico y el computa-do: los años que completan un siglo ya no pueden ser bisiestos, a no ser que el número del año sea divisible por cuatro.

La introducción de este «calendario gregoriano» fue muy difícil a causa de las escisiones que, entretanto, se habían producido dentro de la cristiandad. Los protestantes alemanes lo retomaron a partir del 1700; los ingleses, en el año 1752. Las Iglesias ortodoxas y orientales antiguas se aferraron al calendario juliano. La distancia entre el calendario gregoriano y el juliano sólo permaneció constante hasta el año 1700; mediante la regla de insertación renovada de años bisiestos aumentó la diferencia entre ambos calendarios hasta los 13 días de la actualidad. La fecha de la pascua se ve también afectada por ello, pues el

  1. Cfr. Ibid., 176.

  2. Plank, Zeitrechnung und Festdatierung 183.

cómputo de los equinocios tampoco estaba, en modo alguno, unificado. La forma juliana y gregoriana de computar la fecha de la pascua se diferenciaban, por una parte, en que el equinocio de primavera (21 de marzo) según el Antiguo Estilo es trece días posterior al del Nuevo Estilo. A causa de las inexactitudes, corregidas igualmente por Gregorio XIII, en el computo de los meses, se le han de añadir al cómputo de la fecha conforme al Antiguo Estilo cuatro días más. «En la fecha gregoriana de la pascua les irrita con frecuencia a los fieles ortodoxos el hecho de que coincida con la de la Pesah judía o que incluso la pueda preceder. Conforme a ello, en los calendarios ortodoxos frecuentemente también se indica la fecha de la Pesah judía, y, en cualquier caso, se presta atención al hecho de que la pascua propia se celebre posteriormente. En caso de que ésta coincidiese, según el cómputo habitual, por sí misma con la celebración judía, la pascua ortodoxa se aplaza una semana» 32. Por su mayor exactitud, los estados que se iban secularizando introdujeron también en países ortodoxos el calendario gregoriano en el siglo XX, así lo hizo la Unión Soviética en el año 1923, contra lo cual se opuso la Iglesia ortodoxa y persistió en el calendario juliano con la consecuencia de que se separó por completo del año civil 33. A iniciativa del Patriarcado Ecuménico de Melecio IV Metaxakes, se llegó a introducir en Grecia en el año 1924, el «calendario mixto meleciano», llamado así en honor del patriarca mencionado; conforme a este calendario, todas las fechas fijas se computan según el calendario gregoriano, y todas las fiestas que dependen de la fecha de la pascua, según el juliano. A pesar de las incongruencias de este calendario mixto, por cuya introducción llegaron incluso a producirse algunos cismas en Grecia («antiguos calendaristas — Palaioemerologítai»), su difusión en la ortodoxia está muy extendida 34.


6. La celebración anual en el rito bizantino

Como es natural, también en el rito bizantino el ciclo pascual, con la cuaresma que le precede (tessarakosté) y el ciclo festivo siguiente de cincuenta días, Pentecostés, sobresale por encima del trascurso del año litúrgico. La celebración de la muerte y resurrección del Señor acuña la teología, espirituali-

  1. Plank, Zeitrechnung und Festdatierung 188.

  2. Lo que también tiene validez para la Iglesia católica de rito griego de Ucrania, y precisamente ¡en medio de la diáspora occidental!

  3. Este calendario tiene validez en los patriarcados de Constantinopla, Alejandría, Antioquía, Georgia, Rumania y Bulgaria, para las Iglesias de Chipre, Grecia, Albania, la antigua Checoslovaquia, Polonia y América. Se aferran al calendario puramente juliano el patriarcado de Moscú, el patriarcado serbio, la Iglesia ruso-ortodoxa en el extranjero así como los monasterios del monte Atos. Observan el calendario puramente gregoriano la Iglesia ortodoxa de Finlandia y algunos sectores de la diáspora ortodoxa. Cfr. Plank, Zeitrechnung und Festdatierung 190.

dad y liturgia de la Iglesia bizantina tan persistentemente 35, que, además del domingo 36, también la celebración anual está determinada por ello: «Más allá del tiempo del pentekostárion, en el rito bizantino definitivo también cada domingo está, en suma, acuñado en la configuración de sus textos por la resurrección del Señor en la manera en que un ciclo de, respectivamente, ocho do-mingos reproduce la pentekoste en su totalidad, y, desde el primero hasta el octavo domingo, lleva a cabo consecutivamente ocho oficios completos de resurrección que obedecen a los ocho tonos eclesiásticos. El libro litúrgico que contiene estos oficios de resurrección recibe el nombre de oktoechos y es atribuido, a su vez, a san Juan Damasceno» 37. El libro litúrgico que contiene toda la semana que sigue al domingo con los textos que alternan según los tonos eclesiásticos, incluidos los del oficio divino, se llama parakletiké u «oktoechos mayor». Los textos propios específicos de las fiestas del año del Señor están contenidos en los doce volúmenes de los «libros de los meses» (Menáion); es-tos textos se diferencian en atención a las distintas clases de fiestas, que en las tradiciones eslavas se distinguen de la griega. El año del Señor comienza el uno de septiembre y concluye el treinta y uno de agosto.

Son fiestas de primera clase las doce solemnidades, que, si caen en do-mingo, desplazan al oficio de la resurrección prescrito por el oktoechos. Menos Pascua y Pentecostés, que caen siempre en domingo, éstas son: Natividad de la santísima Virgen María (8.9), exaltación de la santa cruz (14.9), presentación de la santísima Virgen María en el templo (21.11), navidad (25.12), epifanía (6.1), hypapanté: presentación de Jesús en el templo (2.2), anunciación (25.3), santos apóstoles Pedro y Pablo (29.6), transfiguración del Señor (6.8), dormición de María (15,8). También se celebran al día siguiente las fiestas asociadas (sináxis) a ellas, que están dedicadas a personas, que en el acontecimiento celebrado desempeñan un papel especial: san Joaquín y santa Ana (9.9), la madre de Dios (26.1), san Juan Bautista (7.1), san Simeón y santa Ana (3.2), arcángel san Gabriel (26.3) y la sináxis de los doce apóstoles (30.6). Las fiestas de segunda clase –¡aproximadamente setenta!– se unen al domingo, pero no lo desplazan; en ningún caso, el domingo es desplazado por las fiestas de tercera a quinta clase (todas, fiestas de los santos), en las

  1. Cfr. p. ej. J. Tyciak, Die Liturgie als Quelle östlicher Frömmigkeit. Friburgo de Brisgovia 1937 (Ecclesia Orans 20), Cap. 1: Vom Auferstehungsgeist der Ostkirche: 1-22; H.J. Schulz, Der österliche Zug im Erscheinungsbild byzantinischer Theologie, en B. Fischer/J. Wagner (Dirs.), Paschatis Sollemnia. Studien zu Osterfeier und Osterfrömmigkeit. Friburgo-Basilea-Viena 1959, 239-246.

  2. Cfr. P. Plank, Der Sonntag in den östlichen Kirchen. Österliches Erleben im Erhoffen, Hören und Schauen, en A.M. Altermatt/T.A. Schnitker/W. Heim (Dirs.), Der Sonntag. Anspruch-Wirklichkeit-Gestalt (Miscelánea en homenaje a Jakob Baumgartner). Würzburg-Friburgo 1986, 175-186.

  3. Schulz, Liturgie, Tagzeiten und Kirchenjahr 73.

que la clasificación se orienta según la proporción de los textos propios en la liturgia y el oficio divino 38


7. La celebración anual en las Iglesias de la Reforma

Ésta sigue, como es natural, la herencia de la evolución occidental, tal como trascurrió hasta la época de la Reforma. La herencia católica ha persistido con las más diferentes denominaciones en forma más o menos intensa, las fiestas de devoción o de ideas de la Edad Media no se adoptaron, o, en su caso, no se integraron las que surgieron nuevas.

Para Lutero y los demás reformadores, los tiempos festivos y los días de celebración tenían sólo un valor pedagógico; «nosotros sabemos ser dichosos sin pascua ni Pentecostés, sin domingo ni viernes, y no se nos puede condenar ni por la pascua ni por Pentecostés, ni por el domingo ni por el viernes, como enseña san Pablo» 39. Todas las fiestas para las que no existe ningún fundamento bíblico, habían de suprimirse; pero, por otra parte, se conservaban las fiestas que se referían a Cristo, aunque, según la concepción de la época, se tratasen de fiestas marianas, como la presentación de Jesús en el templo («la Candelaria») y la anunciación del Señor («anunciación de María»).

En un reglamento de inspección redactado por Lutero y Melanchton en el año 1528, la lista de fiestas abarca «aparte de los domingos, las fiestas de Cris-to, natividad, circuncisión, epifanía, pascua, ascensión, Pentecostés; además, los tres días de María de la purificación, anunciación y visitación; a éstas se añaden las fiestas de Juan, Miguel, los apóstoles y María Magdalena, en tanto que no hayan dejado de practicarse» 40. Este canon de fiestas se convirtió en normativo no sólo para los ordos eclesiásticos luteranos del siglo XVI, sino que influyó también en el calendario del Common Prayer Book de 1549, donde, por añadidura, se incluye también el día de los santos inocentes y de todos los santos. Para la Reforma suiza, Schulz supone una influencia de las témporas romanas cuando la celebración de la cena del Señor tiene lugar una vez respectivamente en cada una de las estaciones del año 41. La conservación más profunda del año eclesiástico tradicional en la Reforma luterana depende del hecho de que «Lutero, que inicialmente también había tomado partido por el sermón bíblico continuo, optó por poner como fundamento del sermón las perícopas ya dispuestas por la tradición. Puesto que en la misa el evangelio se lee

  1. Cfr. la clasificación de las fiestas y la diferente proporción de los textos litúrgicos en-Edelby, Liturgikon 563.569; Schulz, Liturgie, Tagzeiten und Kirchenjahr 75ss.

  2. Así se expresa Lutero en su Escrito «Von den Konziliis und Kirchen» del año 1539, WA 50, 559, 6-9, en Schulz, Ordnung 4.

  3. Schulz, Ordnung 7.

  4. Cfr. Schulz, Ordnung 9-11: «EI ritmo de las cuatro estaciones».

y comenta en la lengua del pueblo, la per copa del evangelio asumió un peso especial como proprium hegemónico de domingos y festivos» 42.

Un santoral reformador tiene la finalidad de hacer patente con el ejemplo de los mártires y los santos el evangelio vivido; la celebración litúrgica propiamente dicha cedió, ya muy pronto, a un desplazamiento hacia lo privado, pedagógico e histórico, de forma que las vidas –«purificadas» evangélicamente– de santos y mártires (también las de los testigos de sangre protestantes de la Reforma) tienen que considerarse más como literatura edificante, y la forma del servicio divino no se vio afectada por ello. Sólo la Iglesia anglicana poseía un santoral litúrgico. Es a partir del siglo XIX cuando se llegó a configurar un calendario evangélico de los santos en el dominio lingüístico alemán 43. La Agenda Prusiana de 1822 indica la readmisión de las tradiciones reformadoras del siglo XVI; no obstante, surgieron otras fiestas. Así, la fiesta de la Reforma (31 octubre), el «domingo de la eternidad», que fue introducido en el año 1816 por el rey de Prusia como día conmemorativo de difuntos en el domingo anterior al primer domingo de adviento, y el día de penitencia y oración, el miércoles anterior al domingo de la eternidad, que se introdujo en Alemania en el siglo XIX.

  1. Schulz, Ordnung 12.

  2. Cfr. Schulz, Ordnung 14-18.

 

BIBLIOGRAFÍA

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