CAPITULO II

 

LA LITURGIA CRISTIANA

HASTA EL

MOVIMIENTO LITÚRGICO

 

INDICE

 

La Edad de oro del Rito Romano (s. V-VII):

• Cultura de la época

• Liturgia de esta época:

Formación de los libros litúrgicos

Elementos del rito romano

Liturgia más ceremoniosa

• Líneas de fuerza

Las crisis medievales (s. VIII - XV):

• Cultura de la época

• Liturgia de esta época

• Líneas de fuerza

La obra de Trento:

• Cultura de la época

• Abusos en la celebración litúrgica

• La obra litúrgica de Trento

La era de las rúbricas (s. XVII - XIX):

• Cultura de la época

• Influencia en la liturgia

• Intentos de reforma

Apéndice:

• Cuadro de la evolución de la misa en rito romano

Cuestionario


4. La Edad de Oro del Rito Romano (s. V-VII)

 

1.- Cultura de la época

 

A partir del siglo V la liturgia cristiana se enriquece con gran número de fórmulas y de ritos. Destacan la bizantina en Oriente y la romana en Occidente, las dos capitales del Imperio. 

En este apartado cuarto nos limitamos a la liturgia romana. Esta época es conocida como "edad de oro del rito romano". Ya hemos anotado que no todo lo que se dio fue bueno para la calidad de las comunidades. Entre la parte positiva anotamos:

Libertad para la Iglesia. Una vez convertido el cristianismo en religión oficial hace que las comunidades cristianas crezcan y se esparzan por todas partes. Que el culto cristiano salga de las catacumbas y de las casas particulares y se establezca en las "basílicas", grandes locales inspirados en la arquitectura civil pero adaptados a las necesidades de la reuniones multitudinarias de la comunidad cristiana.

Prestigio de los obispos. Los obispos de Roma y de otras sedes van adquiriendo cada vez más prestigio y autoridad y su actividad como autores de plegarias y de ritos se caracteriza por un sentido innovador y dinámico, perfectamente adaptado tanto a las exigencias de la fe cristiana como al talante de la cultura de la época.

Equilibrio comunitario y personal. La participación del pueblo continúa siendo espontánea y viva, con lo cual, dado que aún hay una gran libertad en la selección de los textos, se realiza un admirable equilibrio entre los aspectos comunitario y personal.

Desarrollo del canto litúrgico. A partir del siglo VI, se desarrolla el canto litúrgico. Esto contribuye a dar al culto cristiano un tono de solemnidad y de elevación artística que atrae y conmueve al pueblo.

Gregorio Magno. A finales del siglo VI (años 590-604), es nombrado Papa el que había sido prefecto de Roma, monje y obispo: Gregorio Magno. Teniendo en cuenta la veneración del pueblo romano por las basílicas, Gregorio potencia y completa la iniciativa de sus predecesores y da un realce mayor al culto estacional. 

Statio es parada, estación. Se llamaba Misa estacional a la Misa en la que la asamblea litúrgica iba desde la iglesia donde se reunía a otra. Se trata de una práctica de esta época. Hoy día se llama Misa estacional la que celebra el Obispo en la catedral o con plena solemnidad.

Esta reunión litúrgica servía de marco adecuado para la catequesis del pueblo. A ello dedica sus homilías. Realizó reformas en el Leccionario, en el sacramentario (libro de oraciones) y en el antifonario (libro de cantos). Redujo el número de lecturas a dos, pero quería que ambas estuvieran bien coordinadas. Es conocido sobre todo por el esfuerzo que realizó en el área del canto.

Junto a estas ventajas también se dieron inconvenientes. No podemos dejar de mencionar dos cuestiones que han ejercido un influjo muy grande en la conciencia eclesial de toda la Edad Media y aun de la historia posterior de la Iglesia:

La justificación teológica del estado de cosas, realizada sobre todo por san Agustín. Con las salvedades que haya que hacer, con san Agustín el Reino de Dios de que hablaba Jesús deja de ser, en primer lugar, un proyecto de transformación del mundo y se desplaza al "más allá". 

Su obra "La Ciudad de Dios" es algo totalmente futuro. El platonismo subyacente de san Agustín abre un abismo entre el mundo de "aquí abajo" y el mundo de "allá arriba", e invita a huir de las "cosas temporales" para unirse y buscar "las cosas eternas". Esta mentalidad entra en las oraciones de la Iglesia y persiste aun hoy día. Basta leer las oraciones después de la comunión. "Concédenos, Dios todopoderoso, alcanzar un día la salvación eterna,... " (Oración de la 78 semana del Tiempo Ordinario).

• La gran convulsión que supuso para la Iglesia la invasión de los bárbaros, a finales del siglo VI. La cristianización de los pueblos bárbaros, que invadieron el imperio fue un gran reto para la Iglesia. Se convirtieron masivamente sin mayores dificultades al cristianismo. Naturalmente, se puede dudar razonablemente de la sinceridad y, sobre todo, de la profundidad de las convicciones cristianas de los nuevos convertidos, y, lo que es más importante, no se puede olvidar que los nuevos pueblos traen su bagaje de experiencias, de sensibilidad muy diversa.

Con este reto se encontró, a finales del siglo VI, el Papa Gregorio Magno. El desafío era una nueva inculturación del cristianismo, una nueva traducción del mensaje cristiano a pueblos ajenos a la cultura y pensamiento griegos. De aquí arranca la obra prodigiosa del Papa Gregorio I. Adapta la doctrina de los Padres a las preguntas y a la capacidad de comprensión de los pueblos bárbaros. Insiste en la supervivencia del alma después de la muerte. (De aquí nacieron las misas gregorianas que han perdurado hasta hoy).

 

2.- Liturgia de esta

Lo vamos a dividir tomando estos tres puntos: la formación de libros litúrgicos, los principales elementos del rito romano y el aspecto cada vez más ceremonioso que toma la liturgia.

a) Formación de libros litúrgicos 

En esta época empiezan a formarse los libros litúrgicos. Libros litúrgicos son los que contienen los textos para la celebración de la liturgia. Hasta entonces cada presidente de la celebración solía improvisar libremente las plegarias -siguiendo, eso sí, un esquema fijo- y no tenía necesidad de leerlas en ningún libro.

La causa del nacimiento de estos libros fueron varias: la necesidad de recoger por escrito las plegarias más logradas, el poder usarlas en otras ocasiones y la demanda de otras comunidades. Poco a poco se fueron seleccionando algunas de estas colecciones de plegarias, oraciones y fórmulas, por razón de su calidad literaria o doctrinal o por el prestigio de los autores. Estas colecciones dieron lugar a los libros litúrgicos. Reciben distintos nombres según su contenido y su finalidad.

Los sacramentarios. No son los que ahora llamamos Rituales de los sacramentos. Son los libros que tienen lo que tiene que decir el celebrante. Contenían las oraciones que debía decir el presidente de la celebración en la misa y en los sacramentos. Los más importantes son el Veronés o Leonino, que contiene recopilaciones de los Papas León, Gelasio y Vigilio; el Gelasiano, atribuido por error al Papa Gelasio; que contiene textos que se utilizaban en las iglesias de Roma; el Gregoriano, del Papa Gregorio.

Los leccionarios. Libros para las lecturas. Primero, se utilizaba directamente la Biblia, pero después se vio que era más práctico tener los textos escogidos para cada celebración. Así nacieron los leccionarios. Contienen los fragmentos bíblicos que se proclaman en la Eucaristía de los domingos y fiestas.

Los antifonarios. Libros que contienen los cantos. La palabra viene del griego "anti-foné", canto contrario o lo que se responde al canto del cantor o del salmista. En la Eucaristía los cantos de entrada, presentación del pan y del vino y comunión se llaman en el misal antífonas.

Los ordines. Ordine es orden, norma. Eran los libros de las rúbricas, de las normas o de las orientaciones para celebrar como es debido. Estos libros se redactaron para enviarlos a las Iglesias fuera de Roma, ya que querían celebrar al estilo romano.

 

b) Elementos del rito romano

• Procesiones. El rasgo característico de la misa romana es que al esquema tradicional de la Eucaristía -Liturgia de la Palabra y Liturgia de la Eucaristía- se añaden tres movimientos de la procesión para presentar el pan y el vino; y la procesión para la comunión. Cada procesión se acompaña con un canto y se termina con una oración presidencial y el Amén del pueblo. Los conservamos hoy día también, aunque el de la presentación del pan y del vino haya decaído. Aquí tienen su origen la Oración Colecta (Colecta de colligere,  recoger. Se llama a la oración presidencial que cierra los ritos de entrada y recoge las oraciones de todos los participantes. Por eso el presidente hace un pequeño silencio después de invitar a orar y decir "Oremos".) la de la presentación del los dones y la de después de la comunión.

Desaparece la Oración de los fieles. En el rito romano desaparece la oración de los fieles. Sólo se utiliza en la celebración del Viernes Santo. Hoy día se ha recuperado.

Fijación de la Plegaria Eucarística. La plegaria eucarística, si bien cuenta con muchos prefacios, permanece fija e invariable. Se le llama canon. Kanon es una palabra griega que significa regla, medida, norma.

La Misa estacional. Es la que celebra el Papa en las diversas iglesias y que suple a la antigua "asamblea única", ya que es imposible dado el elevado número de miembros de la comunidad. Ya hemos anotado que hoy día se llama así a la misa solemne que celebra el obispo.

El canto. Aunque la participación de la asamblea es plena, comienzan a advertirse síntomas de pasividad, sobre todo en los cantos. Éstos se hacen más difíciles y se reservan al coro.

El año litúrgico. El domingo es día de descanso. Los miércoles y viernes se estabilizan como días de ayuno y oración. 

Los tiempos litúrgicos adquieren un carácter propio y estable. Se fija el Nacimiento de Jesús en el día de fiesta del Sol, llamado "Natalis Solis Ínvicti ". 

Se forma el Adviento. 

El día de Pascua se estructura en Triduo Pascual (Viernes, Sábado y Domingo, no Jueves Santo). 

Se amplía la pascua cincuenta días, se termina con Pentecostés y se organiza la Cuaresma. 

Aparecen fiestas dedicadas a María y santos. Aquí hemos citado todos los tiempos litúrgicos, pero no en su orden cronológico, no en su orden de aparición, sino tal como hoy celebramos.

• Los sacramentos. La iniciación cristiana consigue la máxima solemnidad. Se prepara en Cuaresma. Los penitentes celebran la Reconciliación el Jueves Santo. Sigue siendo pública. Las ordenaciones se celebran siguiendo la tradición. El pueblo toma parte en la elección de los candidatos. Surgen las órdenes menores (lector, acólito y subdiácono).

 

c) Una liturgia más ceremoniosa

La liturgia cristiana más primitiva se caracterizaba por su simplicidad, tanto en ritos como en las plegarias. En esta época comienzan a introducirse elementos que se alejan de la sobriedad original. Los orientales ya lo habían realizado.

En ello tuvo mucha incidencia la protección de los emperadores. Anteriormente, los emperadores usaban el incienso para ellos. Al renunciar los emperadores a ello y convertidos al cristianismo, muchos de estos ritos de los palacios pasaron a la liturgia, como signos de honor y reverencia hacia los ministros sagrados.

Así, comenzaron los obispos a usar anillo, a ser saludados con genuflexión o con el beso en el pie, a usar trono, a ser acompañados con luces y con incienso.

Todos estos ritos procedentes del ceremonial de la corte imperial fueron adoptados en las celebraciones litúrgicas; con lo cual la liturgia romana fue adquiriendo un tono que no sintonizaba con los gestos muy simples de la Iglesia primitiva.

 

3.- Líneas de fuerza

A pesar de haber terminado el punto anterior recalcando que el rito romano se hizo más ceremonioso, si miramos y lo comparamos con el rito oriental, debemos afirmar, que: 

• el rito romano en sus oraciones tiene un estilo elegante, sobrio y preciso. 

• se destaca el aspecto de sacrificio que tiene la Eucaristía. Esta idea origina la conversión progresiva de la mesa eucarística en altar.

• las misas estacionales daban una imagen de la Iglesia como comunidad peregrina.

• se copiaron de la corte los vestidos y el ceremonial de la liturgia.

• las Iglesias locales, miraron a la liturgia romana como algo a copiar.


5. Las crisis medievales (VIII - XV)

 

La edad Media es un periodo de crisis profundas. La liturgia se vio muy afectada por estas crisis, tanto en los siglos de la alta Edad Media (VIII-XII), como en la baja Edad Media (XIII-XV).

 

1.- Cultura de la época

Veamos las causas culturales, políticas y eclesiásticas que configuraron la liturgia de esta época.

 • Culturales. Entran en el imperio los bárbaros con otra mentalidad y con lenguas que no son la latina. La liturgia romana es débil para afrontar el choque con este nuevo mundo. Se mantiene el latín, pero el pueblo ya no lo entiende, y así la liturgia pierde una de sus dimensiones más importantes: la capacidad de evangelización popular. La mentalidad religiosa de los pueblos bárbaros se caracterizaba por un terror ante la divinidad, un gran individualismo y un fuerte sentimiento de culpabilidad. Cosa a tener muy en cuenta.

Políticas. El Imperio romano en Occidente se fracciona y da lugar a la formación de la futuras naciones europeas. Esto produce un debilitamiento notable del prestigio de Roma. La invasión de los árabes hace que grandes sectores de Occidente se alejen de la influencia romana. Las luchas continuas entre príncipes cristianos y contra los invasores musulmanes no favorecen el desarrollo de la vida litúrgica. El imperio franco-germánico toma las riendas en lo político e influye en lo religioso.

Eclesiásticas. La institución papal pierde prestigio por culpa de la indignidad de bastantes papas. La vida cristiana decae en todos los estamentos: clero y pueblo. Se produce un cambio de mentalidad teológica en lo que se refiere a la comprensión de la esencia y la finalidad de la Iglesia. Como consecuencia de las luchas antiarrianas (Arrianismo es la doctrina que niega la divinidad de Cristo. Su nombre le viene de Arriano, que fue quién propagó tal doctrina), la reflexión teológica insiste en la divinidad de Cristo, pero, en cierto modo, Cristo queda desplazado de la Iglesia: La Iglesia ya no se considera como Cuerpo de Cristo, sino una especie de sociedad religiosa, dirigida por la jerarquía, que adora a Cristo.

 

2.- La vida litúrgica de esta época

 Aunque anotemos algunas formas litúrgicas que nacieron en esta época, en este punto nos fijamos más en el cambio y en la crisis que se produjo en la naturaleza de la liturgia. Bastantes elementos esenciales de la liturgia dejaron de ser considerados como tales y se introdujeron otros. Hoy día todavía perduran algunas ideas de esta época:

Pérdida de la capacidad de enseñanza de la liturgia. El Concilio Vaticano II afirma que "aunque la Sagrada Liturgia sea principalmente culto de la divina Majestad, contiene también una gran enseñanza para el pueblo. En efecto, en la Liturgia Dios habla a su Pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio" (SC 33). En este periodo dejó la liturgia su capacidad de evangelización popular. No entendían el latín.

Temor frente al amor. La obra de salvación de Cristo que se celebra en la liturgia, deja paso al terror ante la divinidad y un fuerte sentimiento de culpabilidad. Se pierde el carácter de celebrar la salvación. Se fijan más en sí mismos criaturas culpables que en el amor salvador de Dios. Esta culpabilidad hace que surja el sentimiento de temor a Dios, más que el sentimiento de amor a Dios. La Misa se llena de "apologías", es decir, de confesiones de indignidad por parte del sacerdote celebrante. Queda todavía una de estas apologías antes de comulgar, que el sacerdote debe hacerla en silencio "Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y condenación,... " (Rito de la Comunión, Preparación privada del sacerdote. Misal n. 145).

Pérdida del sentido comunitario. Se pierde, el sentido de asamblea o comunidad, por el individualismo y porque se oscurece la presencia de Cristo en la comunidad. La misa deja de ser un acto comunitario y se convierte en una devoción privada del sacerdote o de cada uno de los fieles. La devoción acentúa las misas privadas en sufragio de los difuntos, en honor de los santos y por diversas intenciones particulares. Se multiplican las misas privadas. Las iglesias se llenan de altares.

Pérdida del sentido de la Eucaristía, como Acción agradecida a Dios. Ya no domina en la celebración litúrgica la acción salvadora de Dios, sino el esfuerzo humano de tipo devocional. Se da más importancia a los aspectos sentimentales de meditar en la pasión de Cristo que a la dimensión salvadora de la fe en la resurrección. La misa es el acto más grande y con más fuerza, pero considerada dentro de las prácticas devocionales. Y por ello se reza por los difuntos, casi exclusivamente.

Pérdida de los elementos del rito romano. La liturgia romana es adaptada en el Imperio franco-germánico (siglos VIII-IX). Flexible como es el rito romano, recibe profundas influencias galicanas en los ritos y las plegarias. Y esta liturgia galicana es la que se impondrá otra vez en Roma (siglos X-XI) y de allí a todo el Occidente. Esta liturgia es la que perdurará hasta la reforma del Vaticano II.

Abandono del catecumenado. Por culpa de la generalización del bautismo de niños, se abandonó el catecumenado. No había ya proceso de conversión. No se escuchaba el anuncio para convertirse y bautizarse. Se bautiza directamente. Se suprimen las entregas del Padrenuestro, del Credo y de los Evangelios.

Sacramentos: La Confirmación se separa del bautismo por quedar reservada al obispo y se destaca más la unción que la imposición de manos. La Penitencia privada se introdujo debido al abandono de la pública por considerarla demasiado rígida y por la mentalidad individualista de los pueblos bárbaros. Esta se implantó con grandes polémicas en la Iglesia. El Matrimonio empieza a caer bajo el control jurídico de la Iglesia. Se celebra en la puerta de la iglesia, con una investigación previa. El uso germánico introduce el anillo con su simbolismo de alianza y de sujeción a la vez.

Oficio divino. Por influencia monástica se enriquece y se complica. Abarca todas las horas. Gana en longitud, pero pierde en popularidad. Comienza a considerarse como exclusivo de los monjes y de los clérigos, hasta convertirse en una obligación individual para ellos. San Francisco de Asís introduce la norma de rezar el oficio divino fuera del coro de forma totalmente individual; para ello se publican los "breviarios" . (Breviario es el antiguo nombre que se da al Libro litúrgico llamado "Liturgia de las Horas"). Aquellas asambleas que se reunían en los primeros siglos en las iglesias por la mañana y por la tarde para santificar el tiempo, se convierte en una obligación personal.

Clericalización. La liturgia se convierte en solemne y rica, pero es una especie de parafernalia sin base popular. Se clericaliza y el pueblo se convierte en sujeto pasivo. Decae la participación del pueblo, que es suplida por la simple adoración de la hostia en él momento de la elevación. Llegan épocas que los cristianos sólo se conforman con ver el momento de la elevación. Y van de una iglesia a otra para ver ese momento. Hoy día no hay elevación después de las palabras consacratorias. El misal dice que, después de tomar el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue. Y después de la consagración lo muestra al pueblo (misal n° 124). Los liturgistas se sorprenden de la audacia que supuso el introducir el rito espectacular de la elevación de la hostia. La elevación del cáliz se introdujo bastante más tarde. Una cosa, que parece que no tiene importancia, supuso un cambio de la mentalidad: el centro de atención no se ponía en la acción de gracias dada al Padre por medio de Cristo en la unidad del Espíritu, sino en la adoración a Cristo bajo las especies eucarísticas. Además era para satisfacer un deseo más bien supersticioso del pueblo. Lo que antes era asamblea, caridad, ofrecimiento y comunión se reduce ahora a la adoración de las especies eucarísticas. Así, el Corpus Christi se convierte en la fiesta más importante del año litúrgico y se desarrolla una "piedad eucarística" en un sentido muy alejado del primitivo. Ante esta situación el pueblo se alimenta de devociones privadas - rosario y vía Crucis- y esto mantiene la piedad de los cristianos.

El aprecio por la contemplación de la hostia llegó al extremo de equipararla casi con el acto de la comunión. Hasta se llegaron a ocupar en serio, con la cuestión de si no sería pecado el que un pecador mirase la sagrada forma. Desde luego se prohibió a los excomulgados que mirasen la hostia. Prohibición que indujo a los excomulgados a que hiciesen agujeros en los muros de la iglesia. Para muchos lo esencial en la asistencia de la misa era sólo ver la hostia. En las ciudades se dio el caso de que la gente corría de iglesia en iglesia para ver el mayor número de veces posible el alzar la hostia, prometiéndose abundantes frutos: no perder la vista, no sufrir hambre, no morir de repente, se perdonaban las murmuraciones., etc..

 

3.- Líneas de fuerza

Es fácil sacar una conclusión de este período medieval. Entran una serie de defectos litúrgicos graves: formalismo, confusión doctrinal,  rubricismo y clericalismo y se convierten en más perniciosas hasta el  punto de que, al final del período, se llega a una situación lamentable, marcada por supersticiones y abusos. Esta situación es la que denunciarán los reformadores protestantes y la que intentará superar el Concilio de Trento. La liturgia es considerada como una actividad de los clérigos en beneficio de los fieles, pasivos y silenciosos. Las órdenes mendicantes destacaron el intimismo, la afectividad psicológica y el creciente individualismo.


6. La obra de Trento (s. XVI)

 

1.- Cultura

La reforma protestante surge por estos dos motivos:  

Por no haberse hecho la reforma interna de la Iglesia,

Porque surgió la edad moderna.

No sólo fue un movimiento de renovación espiritual, sino un fenómeno político y económico. En su entramado global, fue un acontecimiento producido y preparado por la disolución de los presupuestos fundamentales que fueron la base de la Edad Media.

El Concilio de Trento estaba dictado de antemano por la situación misma de la Iglesia: problemas internos y por la innovación protestante. Pero además el concilio estaba fuertemente condicionado por las estrategias políticas de las diversas naciones de España, Francia, de los protestantes y de la "política pontificia": miedo por parte de la curia de que fueran recortados sus derechos. Todo esto condicionó la obra de Trento. No fue un Concilio total o general, sino condicionado por lo que los protestantes negaban. El tema de los sacramentos y de la liturgia tuvo un lugar relevante en sus trabajos. Pero, fijándose sobre todo en aquello que negaban los reformadores protestantes.

Fijándonos en el aspecto litúrgico, los reformadores acusan con razón la decadencia de la liturgia y su falta de espíritu evangélico. Exigen el uso de la lengua del pueblo, la participación del pueblo, la recitación de la plegaria eucarística en voz alta, la simplificación de muchos ritos, es decir, una serie de cosas que la Iglesia católica acabará concediendo en la reforma del Concilio Vaticano II, con cuatro siglos de retraso. 

Junto a estas peticiones, había problemas de contenido dogmático sobre la doctrina de los sacramentos: negaban el carácter sacrificial de la misa. El Concilio estudió y aclaró teológicamente este punto, afirmando el carácter sacrificial de la misa y la presencia real de Cristo en la Eucaristía. La lástima fue que, en el tratamiento teológico de la Eucaristía la doctrina se presentara en tres capítulos diferentes: la presencia real, la comunión y el sacrificio. Esta separación tuvo un efecto distorsionador en la teología sacramental posterior al Concilio de Trento y dificultó la búsqueda de una síntesis armónica de la doctrina eucarística, lo cual repercutió también en la práctica, motivando que, durante mucho tiempo, el pueblo viera como realidades separadas el altar, el comulgatorio y el sagrario.

 

2.- Abusos en la celebración litúrgica 

El estado de postración de la liturgia romana era reconocido por todo aquel que mirase los hechos con objetividad. Aunque nos fijamos en aspectos externos, éstos nos manifiestan el mundo interior. La idea que tenían los clérigos y fieles de la liturgia, revela hasta qué contrasentidos puede llegar la práctica de la liturgia cuando se pierde de vista su verdadera naturaleza. Enumeramos algunos abusos denunciados por el Concilio de Trento:

En cuanto al sentido comunitario. Dice el Concilio de Trento: "Es un abuso que, los domingos y fiestas no se digan las misas propias ordenadas por la Iglesia, y en su lugar se digan misas votivas o de difuntos. También es un abuso que se celebren simultáneamente dos o tres misas, tan cerca unas de otras que mutuamente se estorben. Otro abuso es que, mientras se canta la misa solemne se celebren al mismo tiempo otras misas privadas. Hay que considerar si no sería mejor celebrar menos misas, ya que la excesiva abundancia hace que los sacerdotes y los sacramentos se envilezcan " 

Queriendo actualizar esto a nuestras parroquias citamos a los obispos del País Vasco , que inciden en parecidos abusos: "Es conveniente reunirse habitualmente con la propia comunidad de pertenencia, que de ordinario será la comunidad parroquial " "Se evitará, deforma habitual en domingo, la convocatoria a celebraciones eucarísticas en pequeños grupos o restringidas a unos determinados participantes". "En las circunstancias actuales de sensible escasez de sacerdotes, puede ser exigencia pastoral de graves e importantes consecuencias, revisar el número de las celebraciones eucarísticas de cada parroquia o lugar. Al hacerlo, se tratará de conjugar las verdaderas necesidades de las comunidades cristianas, con las posibilidades reales de los sacerdotes y la misma calidad de las celebraciones"

 

Sobre las fórmulas sacramentales. "Es una abuso que algunos, cuando dicen la misa, no mantienen la gravedad, sino que pronuncian las palabras sagradas de una manera totalmente exagerada y, como si hicieran teatro, algunas veces levantan la voz estertóreamente y otras veces musitan en voz baja, y así recitan a trompicones unas palabras que tendrían que decirse con el mismo tono serio y mesurado. Hay otros que, cuando llegan a las palabras de la consagración acercan la boca a la hostia y al cáliz y, como si echaran el aliento sobre ellos, dicen poco a poco cada una de las palabras de la consagración y hacen con la cabeza la señal de la cruz, como si esos gestos dieran más fuerza consacratoria a las palabras del Señor" 

Hoy día destacamos más la efusión y la fuerza del Espíritu Santo para que el pan y el vino "sean el Cuerpo y Sangre de Cristo ".

 

Sobre supersticiones. "No está bien que sobre la hostia consagrada se hagan más cruces y signos de los que están establecidos, como si faltara algo a la consagración. Además, algunos, las cruces que deben hacerse sobre la hostia y el cáliz, las ejecutan de tal manera que más que hacer la señal de la cruz, parece que gesticulan, provocando así la risa de los asistentes. Otros, después de la consagración, cogen con ambas manos la hostia y, manteniendo la cabeza inclinada, la alzan llevándola hasta la nuca, tocando muchas veces los cabellos "

No es que hayan llegado hasta nosotros todos estos abusos, pero sí hemos recibido una situación fruto de esta época. Por ello, entre los principios para la reforma de la Liturgia el Concilio Vaticano II nos señaló ésta: "los ritos deben resplandecer con una noble sencillez; deben ser breves, claros, evitando las repeticiones inútiles; adaptados a la  capacidad de los fieles y, en general, no deben tener necesidad de muchas explicaciones" (SC 34).

 

Por lo que hemos leído nos damos cuenta de la situación de esta época. Por ello, una frase repetida constantemente en los siglos XIV y XV era éste: sin concilio, no hay reforma. Es decir, la reforma de la Iglesia no se puede esperar del Papa solo, ni se debe dejar en sus manos. La reforma sólo puede hacerla el concilio general, y partiendo del supuesto de que el concilio es el "órgano supremo" de la Iglesia, que puede obligar al Papa.

 

3.- La obra litúrgica de Trento

El Concilio de Trento, intentó poner remedio, pero se fijó más en el terreno dogmático que en lo práctico. No se reformaron muchas desviaciones, que tan sólo necesitaban una reforma disciplinar y, litúrgica naturalmente, no produjeron todos los buenos efectos deseados. El cambio del mundo exterior, muchas veces, es una catequesis para cambiar el mundo interior.

Por otro lado, el Concilio no quiso ceder a una serie de reivindicaciones de los reformadores protestantes, y así mantuvo el latín, continuó prescribiendo la recitación de la plegaria eucarística en secreto y no favoreció la participación del pueblo. Se quedó en buenos deseos, que no llegaron a ponerse en práctica. He aquí uno: "Aunque la misa contiene una buena instrucción para el pueblo fiel, no ha parecido oportuno a los Padres que se celebre ordinariamente en la lengua del pueblo. Pero, para que las ovejas de Cristo no pasen hambre, el Concilio manda que los pastores, durante la celebración de las misas, expliquen alguna de las cosas que se leen en la misa especialmente los domingos y días festivos"

El Concilio, pues, se centró sobre todo en aclaraciones de tipo dogmático: el carácter de sacrificio de la misa y la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Resumiendo, podemos decir que la obra del Concilio fue positiva para las aclaraciones de tipo dogmático; negativa por no aceptar muchas reivindicaciones de los protestantes y, ambivalente por reservar al Papa toda decisión en materia litúrgica: esto era una solución de emergencia en aquel caos, pero mantendrá durante cuatro siglos petrificada la liturgia romana.

Dejó en manos del Papa la publicación de los nuevos libros litúrgicos. Y Pío V editó el Breviarium romanum, (la Liturgia de las Horas) (1568), y el Missale romanum (1570). Paulo V el Rituale romanum (1614). En estos libros se ve la buena intención de volver a las fuentes genuinas de la liturgia, pero, debido a la falta de medios técnicos adecuados, lo único que la reforma tridentina hizo fue purificar el rito romano de acuerdo con la forma que tenía en tiempos de Gregorio VII (1073-1085), que como hemos dicho anteriormente no era el rito romano puro, sino el rito romano con las incorporaciones de la liturgia franco-germánica.

La gran novedad del Concilio de Trento es la uniformidad que se impone a toda la Iglesia latina. Uniformidad acompañada de una rígida fijación de fórmulas y ritos y, en adelante, no se podrá introducir en ella ninguna modificación. Y para vigilar esta liturgia fija e inalterable, el Papa Sixto V crea, el año 1588, la Sagrada Congregación de Ritos. El mismo nombre nos señala que no es para continuar con la reforma sino para guardar el cumplimiento de todas las normas establecidas. Estamos ante la "era de las rúbricas".


7. La era de las rúbricas (s. XVII - XIX) 

 

1.- Cultura de la época

El siglo XVII es el siglo del barroco. Lo grandioso, el sentimiento exaltado, el entusiasmo por la victoria y por el triunfo, expresado con todo el vigor caracteriza al barroco. Este sentimiento de euforia se encarna en la conciencia cristiana por haber salvado la fe y la Iglesia y por encontrarse en la verdad (fruto del Concilio).

Hacia finales del siglo surge la Ilustración, que va a campear durante el siglo XVIII. Toman fuerza el derecho, la conciencia individual y la razón del hombre y del ciudadano. El hombre es la medida de todas las cosas; y es por sí mismo su razón de ser y su fin. Rompe con todo el edificio antiguo, fundado en la religión revelada, la jerarquía y la autoridad.

En el siglo XIX, la Iglesia se encuentra ante una cultura arreligiosa y antieclesiástica, una cultura no cristiana. Es el siglo heredero de la Ilustración y de la Revolución francesa. Se pierden los Estados Pontificios y muchos de los bienes eclesiásticos. Esto provoca una reacción fuerte de afirmación del dogma, de la autoridad y de la tradición. Es la época del romanticismo, vuelta al pasado, en especial a la Edad Media.

La Iglesia no muestra ya esa fuerza de asimilación crítica y creadora que ha tenido en épocas anteriores. Se aísla y se amuralla y ve el mundo como negativo. El resultado: la separación entre la Iglesia y el mundo moderno.

 

2.-  Influencia en la liturgia

Las expresiones exteriores de la fe adoptan un aire triunfalista. Pero el espíritu barroco de esta época y el auténtico sentido de la liturgia no son compatibles. He aquí las consecuencias:

  La Iglesia católica acentúa los puntos negados por los protestantes y no los que son centrales en la liturgia:

• Se acentúa la presencia real de Cristo en la Eucaristía y no en la comunidad, en la Palabra. Se olvidan estas otras presencias.

• Se acentúa el sacerdocio de los ministros ordenados y no el de los fieles. Esto separa lo que hace el sacerdote en el altar y lo que el pueblo hace.

• Se prohíbe la traducción del misal (Alejandro VII en 1662), aunque se publiquen devocionarios con explicaciones de los ritos de la misa.

 

El barroco destaca aspectos periféricos de la liturgia: 

• se multiplican los altares laterales e imágenes, 

• la comunión se separa de la misa y se convierte en devoción privada,

• la homilía se convierte en sermón, sin relación con las lecturas.

 

He aquí dos muestras de la vida litúrgica de esta época:

En la época barroca se multiplicaron los altares laterales, como también las imágenes de los santos; la comunión se separó del marco de la misa y se convirtió en una devoción privada; la homilía se convirtió en sermón, es decir, salió de la celebración eucarística y de sus textos, y se desarrolló en el púlpito, convertido en cátedra sagrada; la Eucaristía se guarda, no en la sacristía o en la pared, sino en sagrarios encima del mismo altar, costumbre que no se generalizó totalmente hasta el decreto de la Congregación de Ritos del año 1863, así la mesa-altar queda reducida a la categoría de soporte; los sagrarios son cada vez más monumentales y fastuosos, con "templetes" y gradas, etc.; también se desarrolla la música sagrada: es la época de la polifonía y de los coros grandiosos, pero no orientada para servir a la liturgia, sino como concierto que tiene valor en sí mismo. Un catecismo del año 1734 decía que la misa es "una de las cinco maneras de adorar a Cristo en la Eucaristía".

Para que nos hagamos una idea del cuidado con que se llevó a la práctica esta misión, según recoge una colección publicada en Roma, entre los años 1898 y 1890 la Congregación de Ritos publicó más de 4.000 decretos. Esta casuística detallada creó en la Iglesia lo que se ha llamado "complejo rubricista ", es decir, la obsesión por cumplir escrupulosamente todas y cada una de las prescripciones rituales contenidas en los libros litúrgicos, a menudo con más fidelidad a la "letra" que al "espíritu " de la norma. De modo que las "rúbricas", (La palabra "rúbrica" viene de la palabra latina rubrum = rojo, porque en rojo aparecían escritas las normas, en contraste con el negro de las lecturas y plegarias.) que en un primer momento eran unas indicaciones sencillas de "cómo se suele " realizar un rito, se convirtieron en normas autoritarias y rígidas sobre "cómo hay que" llevarlo a cabo obligatoriamente, bajo pena de no validez del sacramento.

 

3.- Intentos de reforma

En esta situación surgen una serie de fenómenos positivos para vivir y comprender la liturgia, pero no adquieren "popularidad" y extensión en toda la Iglesia: en Alemania la costumbre de cantar cantos populares en la misa permite una participación indirecta en la liturgia y dos autores Mabillon y Muratori investigan y estudian a los Padres de la Iglesia y se descubren y se editan los antiguos libros litúrgicos romanos.

La ilustración, siglo XVIII, tiene repercusión en la vida litúrgica de la Iglesia. Fomenta el deseo de una participación comunitaria más intensa, exige más simplicidad y sencillez, evita el destacar los elementos superfluos de la liturgia y exige comprender lo que se dice y se hace en la liturgia, para que el pueblo reciba de ella ilustración y edificación.

En estos años tuvo lugar el sínodo diocesano de Pistoya (año 1786). Insistió en cosas que las tuvo en cuenta el Concilio Vaticano II: un único altar en cada iglesia, participación activa de los fieles, abolición del estipendio de la misa, reducción de procesiones, música simple y adaptada al texto litúrgico, ornamentos que no distraigan, reforma del Breviario y del Misal, publicación de un nuevo Ritual, reducir las fiestas, leer a lo largo del año toda la Biblia, etc.

Estos intentos no tuvieron el éxito esperado porque estaban imbuidos de espíritu moralizante: la ilustración no consideraba la liturgia como la acción salvadora de Cristo, sino como una función educadora y de progreso moral para el individuo.

Es de destacar durante el romanticismo el trabajo de restauración de Prosper Guéranguer (1805-1875). Propugna el retorno a la pura tradición romana, tanto en los textos, ceremonias y rúbricas, como en la música sagrada, la gregoriana. La abadía de Solesmes fue pionera en la restauración de la música gregoriana. Pero consideran la liturgia como la obra perfecta e inspirada directamente por el Espíritu, que debe permanecer inalterable, al margen de toda evolución histórica, y no subrayan la participación del pueblo.

Su actividad contribuyó a la formación de lo que se llamará el "Movimiento litúrgico" del siglo XX y a la reforma del Vaticano II.


APÉNDICE

 

Cuadro de la evolución de la misa en rito romano

 Después de analizar, por encima, las distintas etapas de la historia de la liturgia y antes de entrar en la reforma del Vaticano II, ponemos este cuadro de la evolución de la Misa. Los especialistas del Vaticano II, aquellos a quienes les encargaron la reforma, siguiendo los principios que había dado el Concilio, tenían en mente toda la historia de la liturgia. La historia nos ha dado a conocer los elementos esenciales, inmutables y el sentido de cada uno de los elementos; los cambios que se han realizado, si han sido para hacerlos más expresivos o si los cambios no sólo han sido externos, sino que incluso han cambiado el sentido.

 

 

Entrada

Liturgia de la Palabra

Preparación del altar

Plegaria Eucarística

Comunión

Final

Siglos  II y III

en griego

No hay rito de entrada. Se entra en procesión cantando y se hace una oración

Se leen las memorias de los Apóstoles. Textos de profetas. homilía. Oración universal.

Beso de la paz. Se presentan el pan y el vino con agua al celebrante.

Ya existen el diálogo. Narración. Memorial. Epíclesis. Recuerdo de los difuntos.

Fracción del pan y Comunión.

Se hacen las colectas para otras iglesias y para los necesitados.

Siglo IV

en latín

Se sigue igual que en la época anterior. Se introducen cantos de salmos entre las lecturas, el Aleluya. Sigue la homilía. Se despedía a los catecúmenos. Oración de fieles. Beso de la paz. Se presentan las ofrendas hechas por los fieles y después se presenta todo junto al pan y al vino al Señor. Sigue la Plegaria con el diálogo. Santo. Narración memorial. Epíclesis. Recuerdo de difuntos. Frección del pan. Padre Nuestro (viene de Agrica). Y se introduce la fórmula: El cuerpo de Cristo. Amén. Saludos y despedida.
Siglos V y VI

Reforma gregoriana

Se introduce el Canto de entrada. El Kyrie y el Gloria. Y se reza la oración colecta como final del rito de entrada. Se fijan tres lecturas: AT, NT y Evangelio. Salmo responsorial. Aleluya. Homilía. Despedida de catecúmenos. Oración de fieles. Procesión con las ofrendas y un canto para acompañar. Oración sobre las ofrendas. Sigue la Plegaria con+Diálogo, se multiplican los prefacios. Sigue la Narración. Memorial. Epíclesis. Recuerdo y Doxología. Se introduce el rito de comunión con el Padre Nuestro y su conclusión. Se mezcla el pan y el vino. Se bendice a los que van a comulgar. Beso de la paz y canto de comunión. Una oración. Otra oración sobre el pueblo. Despedida y Bendición.
Siglos VII y VIII

Influencia de Oriente: se ponen luces, incienso, se arrodilla, se amplía el número de vestidos litúrgicos

Canto de entrada

El celebrante llega al altar, se prosterna y lo besa.

Se termina con la oración

 

Ya se llama a la 1ª lectura epístola, Salmo, Aleluya, incienso Evangelio, Homilía Desaparece la despedida a los catecúmenos. Y desaparece la oración de los fieles

 

Ofrendas de fieles. Canto que acompaña Oración. Lavado de las manos

 

La Plegaria sigue igual, se añade el recuerdo de los vivos.

 

Sigue el Padre Nuestro con su introducción y su final. Se introduce el canto del Cordero de Dios mientras la fracción. Sigue el beso de la paz entre los que van a comulgar.

 Se introduce el limpiar el cáliz.

 

Sigue su estructura: Oración bendición y Despedida

Siglos IX-XI

Introducción de plegarias privadas: las llamadas apologías

 

Se introducen en la procesión de entrada los cirios y la cruz, que se ponen sobre el altar y unas oraciones al pie del altar: Yo confieso. Lo demás sigue igual.

 

La liturgia de la Palabra no cambia de la época anterior, únicamente se introduce el Credo.

 

Se suprime el pan ácimo. 

Lo demás sigue igual.

Se añaden a la Plegaria Eucarística alusiones intermedias a santos y presentes. Se empieza a recitarse en voz baja y se besa el altar. Siendo todo igual a la época anterior, se empieza a comulgar en la boca y para limpiar el cáliz se empiezan a recitar oraciones.

Siendo igual todo a la época anterior, la oración sobre el pueblo se hace sólo en Cuaresma.

 

Siglos XII - XIV

Plegarias y gestos de devoción

 

Se colocan las luces ya fijas en el altar. Lo demás sigue igual. La liturgia de la Palabra sigue igual a la época anterior.

Siendo igual a la época anterior, se introducen las oraciones-bendiciones para el pan y el vino.

 

La Plegaria no cambia, pero se introducen cantidad de besos al altar y cruces sobre la patena y el cáliz.

Siendo todo igual que en la época anterior, se introduce el comulgar arrodillados y se suprime el comulgar con el cáliz.

 

Siendo igual a la época anterior, se introduce el leer el prólogo del Evangelio de Juan.

 

 

CUESTIONARIO

 

1.-  Escribe los cambios más negativos que se han dado en la liturgia y los momentos (años) a los que corresponde

2.- ¿Qué elementos negativos que has visto en este capítulo perduran todavía en la liturgia?

3.- ¿Qué lección nos enseña la historia a la hora de plantearnos la celebración de los sacramentos en nuestras comunidades?

4. - Escribe los momentos más lúcidos de la Historia de la Liturgia en estos siglos. Y también los momentos más negativos.

 

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