II. El antiguo rito hispano y su liturgia

 

 

La vida cristiana que se ha inicia desarrollado en Hispania, tanto antes como después de la victoria espiritual del cristianismo sobre el imperio pagano de Roma, manifestará su madurez ahora al contribuir a la creación de una nueva unidad socio-cultural integradora de hispano-romanos y visigodos. Con ella nace el rito hispano.

 

FORMACIÓN. Como la mayoría de los otros ritos locales antiguos, nuestro rito conoció las tres etapas de formación, cada una de ellas con las características siguientes:

 

Fase de gestación (siglo III principios del VI). A partir de las primeras influencias eclesiales con Roma, norte de África ..., y de los intercambios cada vez mayores con otras iglesias, las iglesias de Hispania van disponiendo de una estructura litúrgica básica y común bastante bastante afín a la de las otras liturgias, especialmente las occidentales. De los hechos históricos que hemos repasado anteriormente, primeros testimonios escritos, arqueológicos,…, se deduce que no existe en Hispania desde el principio una ciudad cristiana básica para toda la Península, sino más bien zonas cristianas, fundamentales con importancia desigual en períodos sucesivos. Este hecho explica la diversidad de tradiciones litúrgicas (tradición A, tradición B) de que parte la fase siguiente.

 

Fase de creatividad (527-623). La nueva situación política, creada por la presencia especialmente de los Visigodos, posibilita, sobre todo a partir del III concilio de Toledo, el desarrollo de la creatividad litúrgica y de las grandes escuelas eucológicas (Tarragona, Sevilla y Toledo), en las que sucesivamente destacan Justo de Urge¡, Leandro e Isidoro de Sevilla, Eugenio e Ildefonso de Toledo. Durante este período se observa ya una tendencia a la unificación litúrgica.

 

• Fase de codificación (hacia finales del s. VIII). Durante ella se organizan los libros litúrgicos, quedando establecidos los principales: Oracional, Antifonario y Manual. Esta labor de codificación es realizada por san Julián, obispo de Toledo ( † 690). Casi un siglo antes se había concluido esta fase en el rito romano con san Gregorio Magno ( † 604).

 

2. LOS PADRES DE LOS CONCILIOS VISIGODOS.

 

a) San Isidoro y el IV concilio de Toledo (a. 633). La figura de san Leandro (540-600), hermano mayor y maestro de san Isidoro, abre la época de mayor esplendor de la cultura hispanovisigoda. Obispo de Sevilla, alterna su acción misionera y pastoral con la producción litúrgica; compone colectas sálmicas y cantos para la liturgia de la palabra de la misa, interviene en la conversión al catolicismo de Hermenegildo y Recaredo, visita Constantinopla, mantiene estrechas relaciones con el papa san Gregorio Magno e inspira el concilio III de Toledo (a. 589), el de mayor trascendencia histórica para la iglesia hispana y el reino visigodo. En este concilio se dan los primeros pasos hacia la unidad litúrgica de las iglesias hispanas:

 

• Proclamación del Credo, a imitación de las liturgias orientales, por parte de la asamblea en la misa antes de la comunión (c. 2).

 

• Reafirmación de las etapas del sacramento de la penitencia (cc. 11-12).

 

• Importancia del uso de los salmos en las exequias y sentido pascual de estas celebraciones (c. 22).

 

• Recuperación del sentido cristiano de las fiestas populares de los santos (c. 23).

 

Por último, con una excelente homilía, en la que Leandro da gloria a Dios por la nueva etapa que a partir de aquí comienza para la iglesia hispana, se clausura el concibo.

 

San Isidoro sucedió a su hermano en la sede hispalense. A él se atribuyen melodías litúrgicas, himnos y textos eucológicos, expresamente la bendición de la lámpara y el cirio de la vigilia pascual, pieza llena de lirismo y técnicas retóricas muy depuradas. Por otra parte, en su célebre síntesis del saber antiguo, Las Etimologías, trata del ciclo pascual y de las otras festividades. Con mucha amplitud expone los temas litúrgicos a partir de todos los vocablos usados en el culto (VI, 17-19). Escribió, además, el libro De ecclesiasticis officüs, el primer tratado de liturgia conocido, en el que proporciona datos sobre la liturgia local y otras liturgias occidentales, como de la de Milán y de las iglesias del norte de África. Pero es sobre todo en la legislación del concilio IV de Toledo donde se completa su obra litúrgica.

 

La producción disciplinar de este concilio se dedicó en primer término a la regulación de la vida litúrgica. Con la afirmación previa de que la unidad litúrgica es al mismo tiempo expresión de la unidad de fe y de la unidad del reino (c. 2), los padres comienzan por legislar a partir de la cuestión primordial de la vida de la iglesia, la pascua:

 

• Que todas las iglesias celebren la pascua en la misma fecha, anunciada ya desde epifanía (c. 5).

 

• Sobre la celebración del primer sacramento pascual, el bautismo, se reivindica la práctica tradicional hispana de una única inmersión, no tres, como se había introducido en la provincia bracarense siguiendo el rito romano (c. 6).

 

• Se introduce en todas las diócesis la acción litúrgica del viernes santo en la que se proclama la pasión del Señor y se celebra el rito penitencial de reconciliación de toda la asamblea, Indulgentia (c. 7). Se reafirma el ayuno pascual de todo ese día (c. 8).

 

• En la vigilia pascual, bendición de la lámpara y el cirio, yuxtaposición dedos tradiciones por el bien de la unidad litúrgica (c. 9).

 

• Ausencia del canto del Aleluya en toda la cuaresma y en otros días penitenciales del año, que son, por ello, de abstinencia (c. 11).

 

• Admisión en todas las iglesias del libro del Apocalipsis. Se asigna su lectura al tiempo pascual (c. 17).

Sobre la celebración eucarística:

 

• Se manda incorporar a la liturgia de la palabra de la misa en los domingos y fiestas de los mártires el cántico de Daniel (c. 14).

 

• Aclamación del Aleluya después del evangelio (c. 12).

 

• Bendición a la asamblea antes de la comunión, no al final de la misa como en el rito romano (c. 18).

 

Sobre el oficio divino:

 

• Que las horas principales concluyan siempre con la oración dominical (c. 10).

 

• Conclusión de cada salmo con el Gloria al Padre en la fórmula propia hispana, también después de ciertos responsorios (c. 16).

 

• Que se admitan los himnos de composición eclesiástica (c. 15).

 

Finalmente, otras disposiciones tratan de los ritos de ordenación de los diversos ministerios ( l6, 26, 28).

 

En todos estos cánones se contienen oportunas motivaciones pastorales; ilustradas a veces con argumentos teológicos y espirituales.

 

Con este concilio queda autoafirmado el rito y se consagra el tradicional intercambio de textos litúrgicos entre las iglesias hispanas, intercambio que a partir de ahora se realizará teniendo en cuenta una estructura ritual común.

 

Origen de la creciente producción de los obispos será la celebración misma, una celebración viva cada vez más rica y encarnada en la historia. Ellos, a su vez, así la mantendrán al ampliar el repertorio de formularios, renovándolos incluso, especialmente en el tiempo clave de pascua. Desde su experiencia personal del culto dan a la vida litúrgica pueblo una importancia pastoral de primer orden.

 

b) Otros padres. Poco antes del concilio III de Toledo había destacado por su obra litúrgica san Justo, Obispo de Urgel (principios del siglo VI). compuso colectas de salmos y publicó homilías In cantica canticorum. Participó en el concilio II de Toledo (a. 527) y en el de Lérida (a.546).

 

San Conancio, obispo de Palencia (633-638), compuso cantos y oraciones para el salterio. Participó en los concilios toledanos IV y V (a. 636), que reafirmaron la observancia de los días penitenciales (letanias) y otros aspectos de la disciplina penitencial (cc. 2,7-8), y en el VI (a. 638).

 

San Braulio, obispo de Zaragoza. (a. 585-651), participó en esos tres concilios y destacó por sus respuestas epistolares a consultas sobre cuestiones litúrgicas. Compositor de melodías y de un himno a san Emiliano.

 

Los tres siguientes obispos metropolitanos de Toledo serán, por último, los principales padres de la actividad litúrgica posterior al concilio IV de Toledo y los más representativos de la escuela eucológica toledana.

 

• San Eugenio († 657) compuso la misa del día de jueves santo, de acentos dramáticos; otra para el tiempo de pascua, las oraciones del oficio de la fiesta de san Hipólito y oraciones completuria para el oficio dominical. Compositor musical, escribió poemas y dejó muestras de su inspiración poética en la producción litúrgica. Participó en el VIII concilio de Toledo (a. 653), que exigió a los clérigos aprender de memoria el salterio, los cánticos, los himnos y el ritual del bautismo (c. 8), y presidió el X (a. 656), que estableció para todo el reino la fiesta mariana del adviento el 18 de diciembre (c. 1).

 

• San Ildefonso ( † 667) compuso las misas de la Ascensión, de los santos Cosme y Damián y una para la octava de pascua. También oraciones para los oficios de la Virgen María, de santa Leocadia y san Esperato. Se le atribuyen antífonas, responsorios e himnos. Escritor de gran sensibilidad poética, utiliza también formas retóricas. Sus textos muy elaborados, contienen una notable densidad teológica y pastoral. Además de homilías, publicó la obra De cognitione baptismi. De itinere deserti quo pergitur post baptismum. Introducción al sentido de los ritos del catecumenado y del bautismo y sobre el itinerario posbautismal, considerado como progreso del hombre hacia su fin último. De abad había participado en el IX concilio de Toledo (a. 655).

 

• San Julián (t 690), de familia judía conversa, codificó los libros litúrgicos. A él se le atribuyen una misa de difuntos y otra para un domingo del tiempo De cotidiano (tiempo ordinario). Presidió el XII concilio de Toledo (a. 681), que legisló contra los residuos del culto pagano (c. 11).

 

Las disposiciones litúrgicas de los concilios posteriores al IV de Toledo estarán destinadas a conseguir la aplicación del mismo, y aun de los anteriores, en todas las iglesias hispanas.

 

3. INFLUENCIAS EXTERNAS. El intercambio litúrgico existente entre las iglesias de la antigüedad y el hecho de que nuestra liturgia fuera una de las últimas occidentales en formarse, explican las múltiples influencias externas que en ella se detectan. Con la liturgia galicana, la liturgia geográficamente más próxima y además contemporánea, se dieron influencias mutuas. Sin embargo, por el intercambio que existió ya desde el principio entre las iglesias hispanas y las del norte de África (culto a mártires comunes, revisión latina del salterio y del resto de la Sagrada Escritura, establecimiento en la Península de comunidades monásticas africanas, etc.) podemos deducir el papel importante que, sin duda, jugó aquella tradición litúrgica en la nuestra; así, la configuración del sistema de lecturas para la misa, el orden ritual del canto del aleluya, el estilo de los textos eucológicos hispanos, por ejemplo, son otros tantos indicios. Sin embargo, esta afinidad estructural con las iglesias africanas no impidió a la liturgia hispana abrirse también a ciertos elementos de los otros ritos orientales. Del bizantino hereda el canto del credo después de la consagración y el trisagio, conservando frases en lengua griega, por ejemplo; ya anteriormente, del alejandrino había recibido la disposición interna de la plegaria eucarística. En los ritos occidentales, como el de Milán, encuentra inspiración para la ordenación del oficio divino, por poner un ejemplo, y asimila otros muchos elementos de la liturgia romana a lo largo de su formación. La liturgia hispana, una de las últimas en formarse, supo enriquecerse con las experiencias de otras liturgias anteriores sin perder por ello su personalidad.

 

4. LOS LIBROS LITÚRGICOS. Aparte del Evangeliario, libro litúrgico común a todos los ritos, los demás del rito hispano se distinguen por su nomenclatura, funciones y cantidad, respecto a todos ellos.

 

a) Plenarios. Se compilaron, por razones prácticas, a partir de fascículos que contenían los textos necesarios para la celebración completa de una fiesta.

 

• El Liber misticus (officia et missae). De mixtus, mixto. En cuatro volúmenes distribuidos según el año litúrgico. Contiene casi todos los elementos necesarios (tomados de otros libros litúrgicos) para la celebración del oficio catedral festivo y de la misa. La yuxtaposición de estos dos tipos de celebraciones revela la importancia que se le atribuye a la unidad litúrgica del día.

 

• El Liber horarum. Contiene los formularios para las horas del oficio monástico: ad completas, ad nocturnos, ad tertiam, ad sextam, ad nonam y otros once oficios menores. Estos oficios, a diferencia de los del oficio catedral, no son muy variados. Este dato se explica por el hecho de que los monasterios hispánicos, por el canon 3 del XI concilio de Toledo (a. 665), tuvieran que adoptar para los laudes y vísperas el ritual del oficio catedral.

 

• El Liber ordinum. Dos versiones: maior (precedente histórico del pontifical romano-germánico entre los que se incluyen los del triduo al completo) y menor para uso os presbíteros: contiene los cantos, himnos, oraciones y preces para la administración de los sacramentos, de los sacramentales y bendiciones.

 

b) Simples. Proceden de la compilación de fascículos homogéneos.

 

El Liber sermonum. Homilías de los santos padres para ser leídas después del evangelio.

 

El Passionarium. Narraciones de la pasión de los mártires, que se leían en el oficio matutino y en la liturgia de la palabra de la misa, ordenadas según el calendario de las fiestas litúrgicas.

 

El Liber precum. Por las noticias que nos han llegado de él, se puede deducir que se trata de un fascículo con las preces de la misa en días penitenciales y con las misserationes del oficio monástico.

 

Liber commicus (de comma, referente a los versículos). Leccionario de la misa, con textos bíblicos para las lecturas: profecía, la primera; apóstoles, la segunda; y evangelio. Unas ediciones con la distribución de lecturas según la tradición A, y otras según la tradición B.

 

Liber Manuale o Liber misarum. Análogo al Liber Sacramentorum de la liturgia romana, contiene las oraciones propias del presidente de la celebración eucarística. Estas oraciones son muy cuantiosas, dada la gran variedad de plegarias eucarísticas de que dispone esta liturgia.

 

El Antiphonarium. Contiene, musicalizados los textos que requieren canto, sobre todo las antífonas del oficio catedral festivo y de la misa. Todo el material musical queda ordenado por días y ciclos litúrgicos. Un apéndice ofrece repertorios muy variados de cantos alternativos para los domingos de cotidiano, los sacramentos, el común de los santos y celebraciones sacramentales y votivas.

 

• El Liber orationum festivus. Textos eucológicos para el oficio catedral festivo: oraciones conclusivas (completuria) del oficio matutino y de las horas menores de las ferias penitenciales y las bendiciones finales para las dos horas principales del día.

 

• Un grupo de tres libros forma el conjunto de textos necesarios para el oficio: El Psalterium, que reproduce el libro bíblico de los l salmos [supra, 2,b]. El Liber canticorum, con los cánticos del AT para los laudes matutinos del oficio catedral, para el ordo ad nocturnos y para la peculiares vigilia del oficio monástico. El Liber hymnorum, con los himnos festivos distribuidos según el calendario los himnos De quotidiano y los del oficio monástico.

 

• El Liber oratior:um Psalmographus. Sin ser propiamente un libro litúrgico, influyó de modo determinante, tanto literaria como doctrinalmente, en todos los repertorios eucológicos del oficio. Contiene, a modo de subsidio oficial facultativo, las colectas y oraciones del oficio ferial catedral que se recitaban después de cada salmo. Estas óraciones compendian la doctrina sálmica, aplicándola a la vida de la comunidad local.

 

5. SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA.

A través de los libros mencionados se nos ha transmitido el tesoro más valioso del antiguo rito, que es su liturgia en acto, centro vital de la iglesia hispana. Los santos padres la dotaron de los resortes pastorales y los medios expresivos que la hacen ejemplarmente apta para la participación activa y fructuosa de todos los miembros de la asamblea cristiana. Nuestra venerable liturgia celebra con acentos propios el memorial que hace presente la persona y la obra de Cristo, plenitud y síntesis de la ! historia de la salvación. El encuentro del hombre con su Redentor en los sacramentos le revela ya desde la iniciación en la fe, el designio salvífico de Dios sobre su historia personal y aun sobre la historia colectiva 17.

 

a) Bautismo. El Ordo baptismi contiene los ritos del catecumenado unidos a la celebración del sacramento; éste se realiza con la peculiar inmersión única, añadiendo en las palabras sacramentales: "para que tengas vida eterna". Los bautizados, tanto en la vigilia de pascua como en cualquier día del año, reciben una bendición el tercer día de su bautismo.

 

b) Confirmación. Se administra después del bautismo y de la crismación mediante la imposición de manos sobre el bautizado por parte del presbítero o del obispo celebrante. En la fórmula sacramental se intercalan varios Amén. El ritual prescribe, aunque el confirmando sea niño, que se le dé a continuación la comunión.

 

c) Eucaristía. Prescindiendo de los elementos añadidos tardíamente, ofrecemos en esquema la descripción de su celebración:

 

• Ritos iniciales: Prelegendum (introito); himno Gloria (y en las solemnidades Trisagio); oración Post gloriam. Estos ritos se omiten en las ferias y en los domingos de cuaresma.

 

• Liturgia de la palabra: Saludo del sacerdote; todos los días tres lecturas: prophetia, apostolus y evangelio. Los días de cuaresma en vez de la prophetia se leen dos lecturas: lecho sapientialis y lectio historica; los miércoles y viernes después de la lectio sapientialis se cantan, en lugar del salmo responsorial, los Threni, tomados de las lamentaciones de Jeremías. Después del apostolus se canta el psallendum (salmo responsorial); después del evangelio, el cántico aleluyático Laudes. Al final de cada lectura, la asamblea responde Amén.

 

• Transición a la acción eucarística: canto ofertorial Sacrificium mientras se preparan el pan y el vino sobre el altar; intercesiones solemnes de comunión con toda la iglesia; Oratio admonitionis, exhortación sacerdotal Oremus, aclamación Hagios, díptico por la iglesia, oración Alia, dípticos por la jerarquía, recuerdo de los santos y de los difuntos, oración Post nomina; rito de la paz: oración Ad pacem, bendición Gratia Dei patris, monición diaconal, canto Ad pacem mientras se dan todos la paz.

 

• Plegaria eucarística (varía diariamente): Illatio (prefacio), Sanctus, oración Post sanctus, relato de la institución con la fórmula fija, tomada de 1 Cor 11,23-26; oración Post pridie (epíclesis), doxología, aclamación Amén.

 

• Rito de la comunión: profesión de fe católica Credimus, fracción del pan eucarístico en partículas que se colocan en forma de cruz sobre la patena, evocando en cada una los misterios de Cristo; canto Ad confractionen mientras se realiza la fracción, introducción variable al Padrenuestro (a cada petición la asamblea responde Amén), embolismo (comunión con la oración de los cristianos de todos los tiempos), Sancta sanctis (fórmula para la mostración de las especies eucarísticas), bendición a la asamblea (variable), canto Ad accedentes durante la distribución de la comunión, antífona Post communionem, oración Completuria.

 

• Conclusión: saludo del sacerdote, y a continuación el diácono despide la asamblea.

 

6. LOS OTROS SACRAMENTOS.

 

a) Reconciliación. El Ordo poenitentiae supone vigente la práctica de la penitencia pública. A ella se podía acceder, sin merecerla, por pura devoción, para obtener públicamente reconciliación eclesial. El mismo San Isidoro la pidió días antes de su muerte. Sin embargo, la existencia catálogos penitenciales indica que se practicó también la penitencia privada. El Ordo poenitentiae contiene formularios para la reconciliación de quienes abandonan determinadas herejías: el arrianismo, el donatismo, etcétera. Para estos casos los formularios ofrecen una serie de interrogatorios, a imitación de los escrutinios del catecumenado, que culminan las preguntas sobre los artículos credo. La fórmula de la absolución es deprecatoria.

 

b) Unción de los enfermos. Los textos de la unción de los enfermos reflejan una concepción unitaria de la persona humana, dado que la acción sacramental va dirigida tanto al cuerpo como al espíritu del doliente. En la fórmula de la unción se nombra al Espíritu Santo, "que reina por siglos de los siglos". La bendición del óleo de los enfermos tenía lugar preferentemente en la fiesta de los santos médicos orientales Cosme y Damián, muy populares en las iglesias hispanas.

 

Cuando el agravamiento de la enfermedad hacía suponer inminente la muerte, el enfermo recibía con toda solemnidad la reconciliación penitencial, sellada con la comunión eucarística, que era recibida como viático.

 

c) Orden. El rito de la ordenación de diáconos y de presbíteros comienza con una monición introductoria de la fórmula sacramental; a ésta la sigue una oración conclusiva, en la que se pide a Dios que realice en los ordenados cuanto se le ha pedido para ellos.

 

Falta en el Liber ordinum el ritual de la ordenación episcopal laguna que se explica por el hecho de la supresión posterior del rito hispano y por el interés de los "romanizadores" a ultranza de hacer desaparecer cuanto pudiera facilitar su supervivencia. No obstante, algunos elementos de esta ordenación se han encontrado en las transcripciones de los pontificales romanos más antiguos, hechas en España.

 

d) Matrimonio. El ritual hispano del matrimonio conserva, debido a las repercusiones sociales y a las tradiciones familiares que el sacramento comporta, una gran variedad de elementos, muy ricos e interesantes también desde el punto de vista etnológico: oficio votivo desde la tarde anterior a la boda, bendición de la casa esparciendo sal por ella; en el rifo sacramental propiamente dicho: entrega de la novia al sacerdote, bendición y entrega de las arras y los anillos, imposición sobre los novios del velo de color rojo y blanco (los mismos colores tradicionales del ritual judío para el matrimonio), bendición especial para la esposa, etc.

 

La solemne bendición de los esposos es rica en contenidos teológicos y pastorales. En un canto del oficio votivo se nombra expresamente a Adán y Eva, a quienes Dios unió "para que se bendijera su nombre por los siglos de los siglos".

 

7. EL AÑO LITÚRGICO. Una de sus características principales consiste en la sabia combinación que realiza, en el caso de concurrencia, de las fiestas, aun las más solemnes, con el mantenimiento del carácter pascual del domingo.

 

a) Ciclo temporal.:

 

* Cuaresma: se inauguraba el primer domingo con el oficio festivo de despedida del aleluya; las primeras semanas centraban la atención en las grandes etapas de la historia de la salvación; a partir del tercer domingo, De mediante (por el comienzo del evangelio de ese día, Jn 7,14), comienza el tiempo De traditione, centrado en la pasión; el domingo de ramos preveía en los laudes matutinos bendición del óleo de catecúmenos y rito de la Ephetatio a los mismos, procesión de las palmas y misa. En ella se bendecía el crisma; el viernes santo: rito de reconciliación Indulgentia, indispensable para participar en la pascua, impresionante por sus numerosas súplicas de perdón, y proclamación de la pasión con textos de los cuatro evangelios combinados.

 

• Tiempo pascual: vigilia: rito lucernario con la bendición de la lámpara y el cirio, doce lecturas bíblicas, bendición del agua y administración del bautismo; misa: plegaria eucarística con sustratos muy antiguos; octava pascual, ascensión y pentecostés.

 

• Tiempo de navidad: precedía a la fiesta de navidad-Apparitio Domini =5 epifanía, un tiempo de preparación adventual: Juan el Bautista, Isaías, la fiesta mariana por excelencia del 18 de diciembre; en los textos, vestigios de la administración del bautismo en la fiesta Apparitio Domini.

 

• Domingos De cotidiano (tiempo ordinario): estos domingos están concebidos como celebraciones independientes.

 

b) Santoral. En el calendario litúrgico hispano figuran, además de las fiestas de los doce apóstoles, las conmemoraciones de mártires, confesores y vírgenes, diecinueve de Hispania y cuarenta y ocho de la iglesia universal: Roma, Africa, Galia y Oriente. Están, pues, representados con equilibrio encomiable carismas, iglesias y épocas. Muy antigua en el calendario es la fiesta de la cátedra de san Pedro. En los textos se testimonia la comunión con el ministerio de Pedro con acentos no sólo teológicos, sino también afectivos.

 

Los santos hispanos más destacados en el calendario representan las diversas provincias: Fructuoso y compañeros y Félix la tarraconense; Acisclo, Justa y Rufina, la bélica; Justo y Pastor y Leocadia, la cartaginense; Eulalia, la lusitana.

 

San Vicente es el mártir hispano celebrado desde la antigüedad por todas las iglesias orientales y occidentales.

 

Los textos litúrgicos propios de las fiestas de los santos extraen con total originalidad de los hechos de la vida y del martirio del santo, e incluso del nombre argumentos teológicos y espirituales. El santoral está ausente del tiempo de cuaresma.

 

8. LA LITURGIA DE LAS HORAS.

 

De la gran riqueza del oficio hispano, expresada tanto en su versión monástica y catedral (ésta para el clero y los fieles) como en las ferias, domingos y fiestas, destacamos las horas principales fijándonos en las de un domingo.

 

a) Vísperas. Esta hora del oficio inaugura, con la santificación de la luz y de la noche, el día del Señor. Consta de tres partes: oblación de la luz, canto y oración con resonancia de salmos vespertinos, incensación; pequeña salmodia: salmos, himno; conclusión: kiries, oración completuria, padrenuestro y bendición; procesión al baptisterio con canto.

 

La celebración de este oficios tiende hacia la celebración litúrgica matinal de alabanza.

 

b) Laudes matutinos. Consta de tres partes: pequeña vigilia, que se inicia con el himno Aeterne y está centrada en los salmos 3, 50 y 56; oficio matutino, centrado en el Cántico de Daniel y en los salmos Laudate (salmos 148-I50), seguidos de una lectura bíblica; conclusión con la oración completuria y el padrenuestro.

Este oficio mediante la alabanza conduce a la contemplación gozosa del misterio pascual y, por ello, al centro del domingo, la celebración eucaristía.

 

9. OTROS SACRAMENTALES.

Además de los sacramentales presentados, del año litúrgico y de la liturgia de las Horas, los más importes en todas las liturgias, los libros del rito hispano contienen una riqueza de bendiciones, algunas tan características como la bendición del bibliotecario y los ritos relacionados con el rey, con su unción, con su recibimiento y partida de la ciudad, etc. Bendiciones y ritos como la bendición del abad, de vírgenes y viudas, la profesión religiosa, el trascendental ritual para la celebración los concilios, son todos ellos de justificado interés; sin embargo, por su valor pastoral general nos centramos en los rituales siguientes:

 

a) Exequias. Los textos y ritos exequiales que conocemos de la liturgia hispana nos revelan ante todo una actitud profundamente cristiana ante la muerte.

 

Los textos litúrgicos se hacen interpretes del difunto, prolongando así ante la comunidad cristiana su profesión de fe; a ella se dirige solicitando intercesión: "Hermanos y hermanas, rogad por mí", e inmediatamente la asamblea responde: "Cristo redentor, concédele el perdón", súplica ésta que repetirá multitud de veces. Con el féretro ante la puerta de la iglesia dirá: "Oh Jesús bueno, perdónale tú..., borra los pecados que cometió, dale vida eterna".

 

Un rito singular se realizaba sobre la boca del obispo difunto antes de la sepultura: la infusión del crisma mientras se canta el salmo 39: "En mi boca un canto nuevo..., ¡cuántas maravillas has hecho, Señor!...; quiero proclamarlas, pero me es imposible enumerarlas todas".

 

En el ritual de exequias hispano posiblemente queden restos de prácticas paganas peninsulares muy primitivas; pero, desde luego, en todo caso profundamente cristianizadas.

 

b) Dedicación de iglesias. De este rito tan importante para la vida litúrgica de las comunidades locales sólo quedan algunos textos; probablemente el resto se ha perdido por la misma causa que el rito de la ordenación de obispos. Se sabe el rito que hacía el obispo de derramar sal por el edificio, la procesión con reliquias de los mártires y que la acción litúrgica culminante era la eucaristía.

 

En el ritual se preveían también bendiciones tanto para iglesias restauradas materialmente como para dedicarlas de nuevo al culto católico. Para todos estos casos y para los aniversarios de la consagración se disponía de un oficio votivo.

 

Los textos eucológicos se inspiran abundantemente en los libros del Antiguo Testamento, hecho que se da en toda la liturgia hispana en proporción mayor que en los otros ritos occidentales.

 

Por las antífonas de la consagración de iglesias podemos deducir el sentido teológico atribuido a este sacramental: así, a veces se encuentran interesantes motivaciones temporales, como: "El Señor le ha dicho al rey: si caminas en mi voluntad haré próspero tu reino y santificaré este lugar para que resida aquí mi nombre por siempre"; también: "Entremos en el Sancta Sanctorum para aplacar a nuestro Dios, que nos oiga y conceda la paz a nuestros días"; por último, expresiones puramente eclesiales y neotestamentarias, como el responsorio: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia".

 

10. CONTRIBUCIÓN A OTRAS LITURGIAS.

 

Aportaciones de la liturgia y rito hispanos a la liturgia y rito romanos, a las liturgias galicana y celta (Irlanda) están documentadas. El material tomado de nuestra liturgia por los carolingios, para aquellas refundiciones de las que resultó la liturgia romano-franca o romanogermana, fue considerable. El mismo Ordo ad synodum del Pontifical romano lo prueba claramente. Apreciables son también las influencias en la liturgia anglicana.

 

El hecho de que nuestra liturgia se conserve en su estado original conteniendo una cantidad extraordinaria de ritos y textos, ricos por su teología y su pastoralidad, la ha convertido en una cantera casi inagotable, aprovechada hasta nuestros días.