III. ORÍGENES Y PRIMEROS DESARROLLOS DEL RITO ROMANO

 

 

Para ilustrar históricamente la formación y constitución del rito romano, se hace referencia a los nombres de san Dámaso (366-384), el papa Inocencio I (401-417), san León Magno (440-461), san Gelasio (492-496), el papa Vigilio (537-555) y san Gregorio Magno (590-604). Tendremos que distinguir los diversos modos según los cuales cada uno de estos seis personajes contribuyó a la formación del rito romano y a su caracterización en relación con los demás ritos.

 

1. DE SAN DÁMASO A SAN LEÓN MAGNO. La noticia del Liber Pontificalis según la cual san Dámaso habría dispuesto que se emplease el latín en la liturgia de Roma hay que colocarla en el contexto de toda la obra de san Dámaso: sus inscripciones poéticas destinadas a decorar las tumbas de los mártires y la obra de revisión de la versión latina de la Escritura que san Dámaso encomendó a san Jerónimo,

 

Dámaso era de origen hispano. Las iglesias de España estaban más vinculadas a la iglesia de Cartago que a la de Roma. En tiempos de san Cipriano (249-258) tenía ya una liturgia latina. No se ha de excluir, por tanto que, en la decisión de adoptar el latín para la liturgia de Roma, Dámaso se haya visto impulsado por la experiencia vivida en España, que le había revelado las ventajas de una liturgia latina en una sociedad latinizada.

 

Nunca podremos determinar hasta qué punto el impulso inicial que imprimió san Dámaso prefiguró las características de la futura escuela eucológica romana de los siglos V y VI. Sin embargo, el hecho es que las estructuras sumamente sintéticas de las oraciones romanas responden perfectamente al estilo damasiano de los orígenes -lenguaje noble, formas epigramáticas.

 

Entre la plegaria eucarística que san Ambrosio (339-397) reproduce en su De sacramentas (IV, 5, 21-22; 6, 26-27) y el canon romano, de factura leoniana (que luego encontraremos en los sacramentarlos), hay una evolución que no es meramente lingüística. Admitimos, sin embargo, con Ch. Mohrmann que uno de los aspectos más interesantes de tal evolución consiste precisamente en la progresiva adopción de un lenguaje sagrado latino -terminología y expresiones provenientes del latín de los ritos paganos- en la plegaria eucarística de la iglesia de Roma.

 

La carta del papa Inocencio I al obispo Decencio de Gubbio, escrita el 19 de marzo del 416, afirma que los nombres deben enunciarse ínter sacra mysteria. Este testimonio hay que ponerlo en relación con el hecho de que el canon romano insertó, entre el prefacio y la narración de la institución, los dípticos por la iglesia, por la jerarquía eclesiástica, por los oferentes y para la memoria de los santos. Ésta es una peculiaridad exclusiva del rito romano.

 

Una frase de la misma carta ("prius ergo oblationes sunt commendandae, ac tunc eorum nomina quorum sunt edicenda") puede referirse a la presentación de los dones, que luego fue integrada en el Te igitur del canon "... uta accepta habeas et benedicas haec dona, haec munera..."), pero podría también representar un precedente de lo que pasará a ser un texto variable típicamente romano: la oración super oblata.

 

2. DE SAN LEÓN AL PAPA VIGILIO. Una importante colección de la producción eucológica romana de este período se ha conservado providencialmente en el códice LXXXV de la Biblioteca Capitular de Verona, en el cual, entre finales del s. VI y comienzos del VII, alguien transcribió los libelli missarum del archivo papal que se habían compuesto desde la mitad del s. V hasta la mitad del VI. Reprodujeron el códice, Bianchini (1735) y Muratori (1748) como Sacramentario leoniano; Mohlberg (1956), como Sacramentarium veronense. Le faltan los primeros cuadernos. Con las debidas cautelas críticas, es preciso recuperar, al menos en parte, los textos correspondientes a epifanía, cuaresma y pascua tomándolos del Gelasiano, primer intento romano de codificación.

 

No se puede excluir que antes de san León Magno alguien haya compuesto textos que luego, a su vez, sirvieron a León como un modelo inmediato. Pero lo que es cierto es que la obra litúrgica de san León, por su genialidad, originalidad y grandeza, fijó de una vez para siempre las características esenciales del rito romano.

 

Nos encaminamos hacia la composición de textos variables -distintos para cada celebración-, que se colocarán en diversos puntos del esquema de la celebración eucarística. Una misa completa comprende cinco oraciones -primera y segunda colecta, super oblata, postcommunio y super populum- y el prefacio.

 

La máxima novedad consiste en la variabilidad del prefacio. Representa una verdadera revolución dentro de la historia de la plegaria eucarística. También la adopción de oraciones variables, breves pero densas de contenido, que insertan en el esquema de la celebración eucarística la temática del año litúrgico, constituye una novedad absoluta, que tendrá gran repercusión en la formación y desarrollo de los ritos latinos.

 

Hay que recordar que la obra literaria más importante de san León Magno es el conjunto de sus sermones, destinados a exponer su doctrina sobre la actuación del misterio de Cristo mediante las fiestas cristianas. San León era sin duda consciente de la originalidad e importancia de su contribución: una síntesis teológica de la obra de la salvación, fruto de su búsqueda personal en la contemplación de las diferentes fases del año litúrgico, síntesis que iba elaborando progresivamente para responder a las exigencias de su deber pastoral de predicar durante la celebración de la eucaristía.

 

Si no hubiera existido la tentativa de introducir con mayor claridad e insistencia la teología del año litúrgico dentro de la celebración eucarística, probablemente no se habría llegado nunca al sistema romano de la variabilidad de las oraciones y del prefacio. El año litúrgico, que hasta aquel momento había irradiado la luz de la presencia del misterio de Cristo sólo a través de las lecturas y el comentario de las lecturas, ejercitará su fuerza sacramental también por medio de la eucología.

 

La rica capacidad creativa que san León Magno desplegó en la exposición de la teología del año litúrgico sirviéndose de los textos eucológicos, lo conduce a otras novedades estructurales del rito romano: el conjunto eucológico inserto entre las lecturas del AT de la vigilia pascual (conservado en el Gelasiano, ed. Mohlberg, nn. 431-442), conjuntos eucológicos análogos para las vigilias de la ascensión (Veronense, nn. 169-173), de pentecostés (Veronense, nn. 187-190; 200-201).y del sábado de los grandes ayunos estacionales (Veronense, nn. 192-195; 916-921).

 

San Gelasio y Vigilio compondrán nuevos textos aceptando los modelos dejados por san León. Mantendrán el principio de una distribución de textos variables en torno a un canon fijo. Las normas estructurales para la composición de las oraciones, consagradas con la obra genial de san León, permanecerán en vigor.

 

Una novedad que trata de introducir san Gelasio -quizá él compone la parte central del prefacio en forma deprecativa (cf Veronense, nn. 376 y 623)- no será imitada ni seguida por Vigilio. Otra invención de san Gelasio -referirse, dentro de los textos eucológicos, a hechos contingentes que atañen a la iglesia o a la población de Roma- la aceptará Vigilio, aunque con las debidas restricciones. Gelasio polemizaba contra los abusos de las lupercalia, abusos en que incurrían también ciertos cristianos (cf Veronense, nn. 620625). En los textos del papa Vigilio se refleja la angustia de la población durante un asedio sufrido por la ciudad, y la sensación de respiro que experimentaron los romanos cuando se alejaron los invasores.

 

San Gelasio y Vigilio divergen profundamente en el modo de tratar los acontecimientos contemporáneos: el tono de Gelasio es áspero, agresivo y a veces inconveniente; por el contrario, las reflexiones de Vigilio son moralizantes y espiritualistas. Sin embargo, debemos considerar como muy digno de destacarse el hecho de que ambos expresaron en los textos eucológicos inquietudes derivadas de situaciones muy concretas de su iglesia local. Es simbólico el ejemplo del prefacio, que hace referecia al malestar experimentado por los romanos al ver, desde lo alto de los muros, cómo los asediantes recogían el trigo que los mismos romanos habían sembrado y cultivado (Veronense n. 446). La cuestión resulta mucho más importante si se considera que la temática fundamental del prefacio es la historia de la salvación: se dan gracias a Dios porque ha salvado a su pueblo. En este momento se ve cómo también hechos contemporáneos que atañen a la comunidad cristiana de un determinado tiempo pueden verse y considerarse como páginas de la historia de la salvación.

 

3. CODIFICACIÓN DEL SACRAMENTARIO ROMANO. Pocos años después del pontificado de Vigilio debía producirse el primer intento de compilación del sacramentario romano, llegando así al llamado Gelasiano.

 

San León, san Gelasio y el papa Vigilio no se habían limitado a llenar unos formularios preestablecidos. En todo caso, la composición de los nuevos textos llevaba consigo la invención de estructuraciones celebrativas, de géneros literarios y de argumentos todavía inéditos. El carácter experimental, de verdadera búsqueda, que ha quedado impreso en sus textos explica que los autores mismos hayan considerado los propios textos como algo provisional. La evolución de León a Gelasio y Vigilio, por la que la eucología se convertía cada vez más en el espejo de los problemas contingentes de la iglesia local romana, era una evolución natural basada en el carácter contingente de los textos.

 

El momento histórico de la compilación del Gelasiano es de capital importancia. Probablemente se trata del primer caso en la historia, en que se ha llegado a una compilación litúrgica plenamente codificada.

 

La idea de un liber totius anni circuli revela la conciencia de que el año litúrgico está ya sustancialmente constituido. El año litúrgico que, todavía en fase de formación, había impulsado a san León a la composición de los textos, ahora, al convertirse en realidad lograda, conduce a la creación del primer sacramentario. Los textos destinados a la celebración eucarística y a la administración de los demás sacramentos se ordenan sobre la base del calendario de las fiestas y de los tiempos del año. Se pasa, pues, de los libelli a un libro bien estructurado, que trata de recoger toda la eucología, comprendidas las series de oraciones compuestas para la liturgia de las Horas.

 

En el contexto de la codificación gelasiana hay que colocar algunos repertorios eucológicos menos originales que los otros, que podríamos llamar textos eucológicos de autor. Por ejemplo, alguien compone las oraciones para la vigilia de pentecostés (Gelasiano, nn. 618-623) imitando el conjunto leoniano compuesto para la pascua (ib, nn. 431442). Remitiéndose a menudo a textos preexistentes, se llenan las casillas correspondientes a la octava de pascua (ib, nn. 463-515).

 

Se establece así un método de composición de textos litúrgicos que puede haber tenido precedentes en las sucesivas reelaboraciones de las anáforas antiguas, pero que ahora se fija un objetivo nuevo: ampliar los repertorios para llenar todas las secciones previstas en la estructuración global del libro litúrgico.

 

La compilación gregoriana del sacramentario encontrará allanado el camino. El experimento de la codificación gelasiana ha hecho posible la decisión de san Gregorio Magno de emprender un trabajo de gran envergadura: una nueva codificación del sacramentario tras una revisión de toda la eucología romana.

 

Naturalmente, los principios de tal revisión los han dictado las tendencias personales del mismo san Gregorio. Los textos -oraciones y prefacios- de san León eran quizá muy breves (cf Veronense, nn. 183 y 1250; Gelasiano, nn. 458 y 462); otras veces, por el contrario, eran muy desarrollados (cf Veronense, nn. 416; 428; 530). El estilo de Vigilio había sido más regular, con una clara propensión a la concisión, tanto en los prefacios como en las oraciones (cf Veronense, nn. 533-549; 553-568; 610-619; 626-670).

 

La primera impresión puede ser que el estilo de san Gregorio es bastante semejante al del papa Vigilio. Las oraciones gregorianas son casi siempre de la misma longitud, breves, estructuralmente muy sencillas. Pero, por una tendencia personal del autor, el tema de las oraciones gregorianas es mucho más abstracto; además la profunda cohesión estructural que exhibían las oraciones de los autores precedentes.

 

Algunos repertorios mas típicamente gregorianos contienen textos que pueden considerarse joyas de la eucología romana, aunque no son parangonables a los textos de la tradición antigua (cf Gregoriano, ed. Deshusses, Ha, nn. 42; 175; 435; 474). Pero Gregorio, quizá por querer unificar demasiado el estilo de todo el sacramentario y rehacer personalmente todo el cuerpo eucológico, cayó a menudo en el defecto del formulismo: en el Sacramentario gregoriano, un mismo texto se repite, idéntico o con poquísimas variantes, para celebraciones muy diversas.