Martes

24ª semana del
Tiempo ordinario


LECTIO

Primera lectura: 1 Corintios 12,12-14.27-31a

Hermanos: 12 del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, por muchos que sean, no forman más que un cuerpo, así también Cristo. 13 Porque todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos recibido un mismo Espíritu en el bautismo, a fin de formar un solo cuerpo, y todos hemos bebido también del mismo Espíritu. 14 Por su parte, el cuerpo no está compuesto de un solo miembro, sino de muchos. 27 Ahora bien, vosotros formáis el cuerpo de Cristo y cada uno por su parte es un miembro. 28 Y Dios ha asignado a cada uno un puesto en la Iglesia: primero están los apóstoles, después los que hablan en nombre de Dios, a continuación los encargados de enseñar, luego vienen los que tienen el don de hacer milagros, de curar enfermedades, de asistir a los necesitados, de dirigir la comunidad, de hablar un len-guaje misterioso. 29 ¿Son todos apóstoles? ¿Hablan todos en nombre de Dios? ¿Enseñan todos? ¿Tienen todos el poder de hacer milagros 30 o el don de curar enfermedades? ¿Hablan todos un lenguaje misterioso o pueden todos interpretar ese lenguaje? 31 En todo caso, aspirad a los carismas más valiosos.


Tras haber tratado sobre los sacramentos del bautismo y de la eucaristía como acontecimientos centrales en la vida de los primeros cristianos de Corinto, Pablo dedica tres capítulos de esta carta suya a la problemática de las relaciones entre los carismas y los ministerios en el interior de la misma comunidad.

Al comienzo del capítulo 12, Pablo afirma que la autenticidad de los carismas depende de la pureza de la profesión de fe: «Nadie que hable movido por el Espíritu de Dios puede decir: "Maldito sea Jesús". Como tampoco nadie puede decir: "Jesús es Señor", si no está movido por el Espíritu Santo» (v 3). Existe, por tanto, una pluralidad de carismas, pero su fuente es una sola: la divina Trinidad (vv. 4-6). Inmediatamente después, afirma el apóstol que la manifestación del Espíritu Santo a través de los diversos carismas ha sido dada a cada uno para la utilidad común, o sea, para el bien de toda la comunidad. En este punto se inserta el discurso más exquisitamente teológico: Pablo quiere hacer comprender que los dones que recibimos y los servicios que estamos llamados a prestar tienen su fundamento en la gracia que recibimos por medio de los sacramentos, en virtud de los cuales formamos un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Todos, en efecto, «hemos recibido un mismo Espíritu en el bautismo» y «todos hemos bebido también del mismo Espíritu» para formar un solo cuerpo (v 13).

La unidad no suprime la diversidad de los miembros, de los dones y de los ministerios; al contrario, la garantiza y la exalta reconduciéndola a su fuente divina (dicho con mayor precisión, trinitaria) y la orienta a su destino comunitario (dicho de modo más exacto, eclesial).

 

Evangelio: Lucas 7,11-17

11 En aquel tiempo, Jesús se marchó a un pueblo llamado Naín, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. 12 Cerca ya de la entrada del pueblo, se encontraron con que llevaban a enterrar al hijo único de una viuda. La acompañaba mucha gen-te del pueblo. 13 El Señor, al verla, se compadeció de ella y le dijo:

-No llores.

14 Y acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se para-ron. Entonces dijo:

-Muchacho, a ti te digo: levántate.

15 El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. 16 El temor se apoderó de todos, y alababan a Dios diciendo:

-Un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios ha visitado a su pueblo.

17 La noticia se propagó por toda la región de los judíos y por toda aquella comarca.


Este fragmento es exclusivo de Lucas, y por eso podemos analizarlo con la intención de recoger algunas características típicas del tercer evangelista. Es una tarea que no resultará difícil.

Los exégetas señalan que a Lucas le gusta relacionar a Jesús con el profeta Elías (c f. 1 Re 17,10-24) y también con el profeta Eliseo (2 Re 4,18-37): en ambos casos se nana la resurrección de dos hijos únicos de madres viudas. Sabemos asimismo que Lucas presta una atención particular a las mujeres, tanto en el tercer evangelio como en los Hechos. También aquí la figura de la madre viuda que ha perdido a su único hijo produce un impacto en Jesús, el cual «al verla, se compadeció de ella y le dijo: No llores» (v 13). En esta atención particular de Jesús no debemos reconocer sólo un rasgo de su psicología, sino también, desde un punto de vista histórico, la opción realizada por él en favor de los débiles y de los marginados, y está fuera de toda duda que la mujer, en aquella sociedad, pertenecía a esta categoría de personas.

Por último, Jesús es aclamado como profeta; más aún, como «un gran profeta» (v 16): según Lucas, este título tiene una peculiar carga de significado. Jesús es profeta no sólo por lo que «dice», y lo ha manifestado desde el primer gran discurso pronunciado en la sinagoga de Nazaret (4,14ss), sino también por lo que «hace» (acciones, gestos, amenazas) y, sobre todo, por el modo como se comporta (siente compasión, o sea, se con-mueve por dentro compartiendo el sufrimiento de aquella madre). De este modo se manifiesta Jesús como un profeta en el sentido más cabal del término: no sólo por-que lleva la Palabra de la revelación de parte de Dios, sino también porque se pone completamente de parte de los hombres.

 

MEDITATIO

Quien lea completo el capítulo 12 de la primera Carta a los Corintios podrá captar el pensamiento de Pablo en toda su extensión y genialidad. Como ya hemos señalado, el primer pensamiento de Pablo tiene que ver con la relación entre los carismas y los ministerios, por un lado, y la ortodoxia de la fe, por otro. Esta debe ser el punto de referencia de la ortopraxis.

En segundo lugar, el apóstol considera indispensable probar la relación entre los carismas recibidos y su origen trinitario. Seguimos estando en el ámbito de la fe, pero es evidente que Pablo habla aquí no de una Trinidad abstracta o hiperuránica, sino de la Trinidad «económica», esto es, considerada en relación con nuestra vida y con la vida de la comunidad. El paso posterior que establece Pablo tiene que ver con la relación entre la dimensión personal y la dimensión comunitaria de los carismas particulares: obviamente, para acabar con toda pretensión de privatizar el don divino y constreñirlo a intereses individuales o de categoría.

Tras la relación entre carismas-ministerios y vida sacramental (de lo que ya hemos hablado en la lectio), Pablo ilustra ulteriormente su pensamiento con un doble apólogo: en el primero, haciendo hablar a los miembros del cuerpo humano, hace comprender que la belleza y la armonía de una comunidad se basan en la variedad de sus miembros, todos solícitos en contribuir al bienestar de la misma comunidad. De este modo se expresa el principio de la complementariedad en orden a la unidad.

En el segundo apólogo, el apóstol ilustra otra ley, típica del cuerpo humano y de toda auténtica comunidad, incluida la cristiana. Se trata del principio de la subsidiariedad, por el que todos los miembros, incluidos los más nobles, tienen necesidad de los otros, hasta de los más humildes. En consecuencia, no puede haber división en la comunidad, del mismo modo que no debe haber división en el cuerpo humano (12,15-26).


ORATIO

Con la vida, Señor, nos has confiado a cada uno de nosotros una misión para que la llevemos a término, pero una misión que también hemos de defender contra quienes, por ignorancia o por interés, intentan imponernos otra. ¡Oh Señor, haznos fuertes!

Con la vida, Señor, nos has otorgado cualidades únicas e irrepetibles que nos hacen idóneos para llevar a cabo nuestro servicio, en el mundo y en la Iglesia, para tu gloria, para nuestra realización y para el bien de los hermanos. ¡Oh Señor, haznos disponibles!

Con la vida, Señor, nos has sumergido en el mundo que cada uno de nosotros, con su nota característica, debe contribuir a mejorar, conscientes de que notas diferentes conducen a una bellísima armonía y resultan indispensables para la realización de tu único designio de salvación. ¡Oh Señor, haznos solidarios!

Con la vida, Señor, nos has hecho partícipes de tu vida: iconos vivientes de tu vida de amor y de comunión, señores de lo creado para tu gloria. ¡Oh Señor, danos un corazón agradecido y humilde!


CONTEMPLATIO

Además, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al Pueblo de Dios por los sacramentos y los ministerios, y lo enriquece con las virtudes, sino que «distribuye sus dones a cada uno según quiere» (1 Cor 12,11), reparte entre los fieles de cualquier condición incluso gracias especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia según aquellas palabras: «A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Cor 12,7).

Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo.

Los dones extraordinarios no hay que pedirlos temerariamente, ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos de los trabajos apostólicos, sino que el juicio sobre su autenticidad y sobre su aplicación pertenece a los que presiden la Iglesia, a quienes compete sobre todo no apagar el Espíritu, sino probarlo todo y quedarse con lo bueno (cf. 1 Tes 5,19-21) (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 12).


ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

«Vosotros formáis el cuerpo de Cristo y cada uno por su parte es un miembro» (1 Cor 12,27).


PARA
LA LECTURA ESPIRITUAL

Señor, a nosotros nos resulta más fácil reconocer tu presencia en la hostia consagrada que en los miles de hermanos y hermanas miserables que sufren y penan por las calles y en los arrabales de todo el mundo. ¿Cómo podemos pasar por las calles de la ciudad con el pan, signo de tu presencia y de tu deseo de un mundo nuevo y en el que se comparta, indiferentes a los niños y a los adultos que yacen abandonados por nosotros? Concédenos la gracia de adorar tu presencia en el pan eucarístico de modo que reconozcamos y honremos tu presencia en todo ser humano, sobre todo en los hermanos y en las hermanas más marginados...

Si te presentas en una «favela» distribuyendo alimentos y vestidos, todos te aclamarán como un benefactor, pero si, en cambio, te aventuras a poner el dedo en la llaga y denuncias las causas de tanta miseria, entonces te acusarán de subversivo, de «comunista».

Si revolución es sinónimo de cambio radical y profundo, entonces yo soy un revolucionario, porque deseo reformas de base sin más pérdida de tiempo. ¡Ya llevamos un siglo de retraso! Forma parte de nuestro deber intentar lo posible y lo imposible para poner fin al escándalo del siglo XX: dos tercios de la humanidad se encuentran sumergidos aún en una situación de miseria y de hambre (Dom Hélder Cámara).