Viña.

Hay pocos cultivos que dependan tanto corno la viña a la vez del trabajo atento e ingenioso del hombre y del ritmo de las estaciones. Palestina, tierra de viñedos, enseña a Israel a laborear los frutos de la tierra, a poner todo su empeño en una tarea prometedora, pero también a esperarlo todo de la generosidad divina. Por otra parte la viña, tan preciosa, tiene algo misterioso. Su madera carece de valor (Ez 15,2-5) y sus sarmientos estériles sólo son buenos para el fuego (Jn 15,6); pero su fruto regocija “a dioses y a hombres” (Jue 9,13); la viña oculta por tanto un misterio más profundo: si lleva alegría al corazón del hombre (Sal 104, 15), hay también una vida cuyo fruto es el gozo de Dios.

1. La viña, alegría del hombre.

Noé, el justo, planta la viña en una tierra que Dios ha prometido no volver ya a maldecir (Gén 8,21; 9,20). Y la presencia de viñedos en nuestra tierra es una señal de que la bendición de Dios no quedó totalmente destruida por el pecado de Adán (Gén 5,29). Dios promete y da a su pueblo una tierra rica en viñas (Núm 13,23s; Dt 8,8). Pero los que oprimen al pobre (Am 5,11) o son infieles a Yahveh (Sof 1,13) no beberán el vino de sus viñas (Dt 28,30.39); éstas serán devoradas por la langosta (Jl 1,7) o quedarán convertidas en abrojos (Is 7,23).

Gravemente injusto es el rey que toma las viñas de sus súbditos; de este abuso predicho por Samuel (1Sa 8,14s) se hace culpable Ajab (1Re 21,1-16). Pero bajo un buen rey cada cual vive en paz bajo su viña y su higuera (1Re 5,5; 1Mac 14,12). Este ideal será realizado en los tiempos mesiánicos (Miq 4,4; Zac 3,10); entonces la viña será fecunda (Am 9, 14; Zac 8,12). Imagen de la sabiduría. (Eclo 24,17), imagen de la esposa fecunda del justo (Sal 128, 3), la viña que echa brotes simboliza la esperanza de los esposos, que en el Cantar de los cantares celebran el misterio del amor (Cant 6,11; 7,13; 2,13.15; cf. 1,14).

2. Israel, viña infiel a Dios.

El Dios de Israel, esposo y viñador, tiene su viña, que es su pueblo. Para Oseas es Israel una planta fecunda que da gracias de su fecundidad a otros que no son Dios, ese Dios que por la Alianza es su esposo (Os 10,1; 3,1). Según Isaías, Dios ama a su viña; ha hecho todo por ella, pero en lugar del fruto de justicia que él esperaba, le ha dado la agria vendimia de su sangre derramada; Dios va a entregarla a los devastadores (Is 5,1-7). Para Jeremías es Israel una planta escogida, que ha degenerado y se ha vuelto estéril (Jer 2,21; 8,13), que será arrancada y pisoteada (Jer 5,10; 12,10). Finalmente, Ezequiel compara con una viña fecunda, luego seca y quemada, unas veces a Israel infiel a su Dios (Ez 19,10-14; 15,6ss), otras al rey infiel a una alianza justa (17,5-19).

Día vendrá en que la viña prosperará bajo el cuidado vigilante de Dios (Is 27,2s). Por eso Israel invoca el amor fiel de Dios: ¡salve a esta viña que trasplantó de Egipto a su tierra y que ha debido entregar a la devastación y al fuego! En adelante le será fiel (Sal 80,9-17). Pero Israel no será quien mantengaesta promesa. Jesús, volviendo a la parábola de Isaías, resume así la historia del pueblo elegido: Dios no ha cesado de aguardar los frutos de su viña; pero los viñadores, en lugar de escuchar a los profetas que él ha enviado, los han maltratado (Mc 12, 1-5). Rebosante de amor envía ahora a su Hijo muy amado (12,6); como respuesta, los jefes del pueblo van a llegar al colmo de su infidelidad matando al Hijo, cuya herencia es la viña. Por eso serán castigados los culpables, pero la muerte del Hijo abrirá una nueva etapa del designio de Dios: la viña, confiada a viñadores fieles, dará finalmente su fruto (12,7ss; Mt 21,41ss).

¿Quiénes serán estos viñadores fieles? Las protestas platónicas no sirven de nada: se requiere un trabajo efectivo, único que aprovecha (Mt 21,28-32). Para cosechar su vendimia recibirá Dios a todos los obreros: trabajando desde la mañana o contratados a última hora, todos recibirán la misma recompensa. Porque el llamamiento al trabajo y la oferta del salario son dones gratuitos y no derechos que pudiera reivindicar el hombre: todo es gracia (Mt 20,1-15).

3. La verdadera viña, gloria y gozo de Dios.

Lo que Israel no ha podido dar a Dios, Jesús se lo da. Él es la viña que produce, la cepa auténtica, digna de su nombre. Él es el verdadero Israel. Él fue plantado por su Padre, rodeado de cuidados y podado, a fin de que llevara fruto abundante (Jn 15,1s; Mt 15, 13). En efecto, lleva su fruto dando su vida, derramando su sangre, prueba suprema de amor (Jn 15,9.13; cf. 10,1Os.17); y el vino, fruto de la viña, será en el misterio eucarístico el signo sacramental de esta sangre derramada para sellar la nueva alianza; será el medio de comulgar en el amor de Jesús, de permanecer en él (Mt 26,27ss p; cf. Jn 6, 56; 15,4.9s).

Él es la viña y nosotros somos los sarmientos, como él es el cuerpo y nosotros somos los miembros. La viña verdadera es él, pero también lo es su Iglesia, cuyos miembros están en comunión con él. Sin esta comunión no podemos hacer nada: sólo Jesús, verdadera cepa, puede llevar un fruto que glorifique al viñador, su Padre. Sin la comunión con él somos sarmientos desgajados de la coa, privados de savia, estériles, buenos sólo para el fuego (Jn 15,4ss). A esta comunión son llamados todos los hombres por el amor del Padre y del Hijo; llamamiento gratuito, pues Jesús mismo elige a los que han de ser sus sarmientos, sus discípulos; no son ellos los que le eligen (15,16). Por esta comunión se convierte el hombre en sarmiento de la verdadera cepa. Vivificado por el amor que une a Jesús y a su Padre, lleva fruto, lo cual glorifica al Padre. Comulga así en el gozo de Jesús que está en glorificar a su Padre (15,8-11). Tal es el misterio de la verdadera viña: expresa la unión fecunda de Cristo y de la Iglesia, así como su gozo que permanece, perfecto y eterno (cf. 17,23).

MARC-FRANÇOIS LACAN