Vergüenza.

1. LAS SITUACIONES DE LA VERGÜENZA.

El vocabulario de la vergüenza no tiene exactamente el mismo sentido en el lenguaje de las Escrituras y en el nuestro. Se acerca mucho a la noción de frustración, de decepción. Caer por el suelo, estar desnudo, retroceder, ser inútil, son para todos situaciones típicas de la vergüenza, pero en la Biblia este sentimiento se extiende a todo sufrimiento. Así la prueba misma del hambre (Ez 36,30) se formulará en términos de oprobio. Para el hombre bíblico, todo sufrimiento se vive bajo las miradas ajenas, acarrea por parte de los otros un juicio y, por tanto, se relaciona con la vergüenza. Por eso con frecuencia van juntas las nociones de vergüenza y de juicio, siendo el juicio el momento que, tanto en el transcurso de esta vida como en su término, revela ante los otros y a la luz divina la inanidad o la justeza de una esperanza.

1. Vergüenza y derrota.

A sabiendas de todos se apoyaba uno en un auxilio exterior, en un plan, en un arma que se sustraen o que se revelan inoperantes. Cayendo, “se pierde la cara”; se presta uno a las risas. La noción de vergüenza está, pues, asociada antitéticamente a la de apoyo (Sal 22,4ss: hebr. fiarse), de esperanza, de fe confiada, lo cual explica su extensión. Es sabido que el justo se apoya en Dios; si esto se revelara ineficaz, tendría vergüenza. De ahí su reiterada oración: “ne conf undar, ne erubescam...” (Sal 25, 2s; 22,6...; cf. Is 49,23). Viceversa, cuando los falsos apoyos, como el faraón (Is 20,5; 30,3ss) o los ídolos, cedan haciendo ver, en un juicio, su nada, los insensatos se ruborizarán confundidos (Is 1,29). “Retrocederán en la vergüenza” (Is 42,17; Sal 6,11; 70,4). Su humillación consistirá con frecuencia en ver triunfar al que pensaban haber visto (Sab 2, 20; 5,1ss) o ver algún día humillado (Sal 35,26).

2. Vergüenza y desnudez.

La vergüenza de verse sin vestidos (Gén 9, 23) forma parte de los hechos misteriosos que el relato del paraíso hace remontar al primer recado. Es el hecho de asomarse a la conciencia una soledad que proviene del desorden. Dejarlas desnudas será una vergüenza infligida como castigo a las muchachas de Israel o de otras partes (Ez 23,29; Is 47,1ss).

3. Vergüenza y esterilidad.

El que no justifique con algún fruto su existencia ante los otros se halla en situación de oprobio. Éste es ante todo el caso de la que no da a luz (Lc 1,25; Gén 30,33), como también de la que se queda sola, sin marido (Is 4,1).

4. Vergüenza e idolatría.

“Vergüenza” es casi un nombre propio del ídolo (de Baal: 2Sa 2,8 heb.). En efecto, éste es frágil e ilusorio, mentira y esterilidad (Sab 4,1; Is 41, 23s; 44,19), mientras que la mirada al rostro de Yahveh salva de la vergüenza (Sal 34,6).

II. EL JUSTO SALVADO DE LA VERGÜENZA.

1. Por Dios, por Cristo.

El justo es atacado por la vergüenza: las gentes le vuelven la espalda (Is 53,3; Sab 5,4; Sal 69,8), se le identifica con la vergüenza (Sal 22,7; 109,25). Pero él pone el rostro de piedra (Is 57,7; cf. Lc 9,51). Con frecuencia se halla en el NT el empleo de la expresión “no avergonzarse” u otras análogas en un sentido que implica una voluntad activa de creer, por tanto de obrar y de hablar, sin temer la vergüenza. El creyente debe contar con el oprobio (Mt 5,lls), pero no debe avergonzarse de Jesús ni de su palabra (Lc 9,26). San Pablo (Rom 1,16; cf. 2Tim 1,8) no se avergüenza del Evangelio: aun cuando todavía aguarda el juicio que dará plena verificación a su esperanza, se atiene firmemente a esta esperanza obrando y hablando en conformidad con ella. Esta actitud en la purresía (gr.) o seguridad de sí (otros traducen orgullo) en el lenguaje y en la acción de un hombre liberado de la vergüenza por la fe. En la fe en Jesús se desecha la vergüenza: “esto me prometo de mi ardiente esperanza: nada me confundirá; por el contrario, conservaré toda mi seguridad y... Cristo será glorificado en mi cuerpo...” (Flp 1,20). En efecto, Jesús despreció el primero la vergüenza (Heb 12,2).

2. Por la caridad fraterna.

El vocabulario paulino de la vergüenza es asombrosamente rico y atestigua su importancia en la sensibilidad del apóstol Pablo, como los hombres del AT, siente el aspecto social de sus pruebas (1Cor 4,13); gracias a ellas experimentará la caridad de los que no se avergonzarán de él (Gál 4,14); la Iglesia es un cuerpo, ninguno de cuyos miembros debe avergonzarse de otro (1Cor 12,23): Pablo lleva en sí el oprobio de Cristo (Heb 11,26), que llevó el nuestro y no se avergonzó de llamarnos hermanos (2,11): tal es la base de esta concepción de la caridad. La misma servirá de regla para con los que uno se vería tentado a despreciar (Rom 14,10).

PAUL BEAUCHAMP