Servir.

La palabra servicio adopta dos significados opuestos en la Biblia, según designe la sumisión del hombre a Dios o la sujeción del hombre por el hombre bajo la forma de esclavitud. La historia de la salvación en seña que la liberación del hombre depende de su sumisión a Dios y que “servir a Dios es reinar” (Bendición de los ramos).

1. SERVICIO Y ESCLAVITUD.

En las mismas relaciones humanas significa ya servir dos situaciones concretas profundamente diferentes: la del esclavo, tal como aparece en el mundo pagano, en que el hombre en servidumbre está puesto al nivel de los animales y de las cosas y la del servidor, tal como la define la ley del pueblo de Dios: el esclavo no deja de ser hombre y tiene su puesto en la familia, de modo que siendo verdadero servidor puede llegar a ser en ella hombre de confianza y heredero (Gén 24,2; 15,3). El vocabulario también es ambiguo: `avad (hebr.) y douleuein (gr.) se aplican a las dos situaciones. Sin embargo hay servicios, en los que la dependencia tiene carácter honorífico, sea el servicio del rey por sus oficiales (hebr. serat), sean los servicios oficiales, en el primer rango de los cuales se halla el servicio cultual (gr. leitourgein).

II. AT:

SERVICIO CULTUAL U OBEDIENCIA.

Servir a Dios es un honor para el pueblo con el que él ha hecho alianza. Pero nobleza obliga. Yahveh es un Dios celoso que no puede soportar rivales (Dt 6,15), como lo dice una Escritura que citará Cristo: “Adorarás al Señor tu Dios y a él solo servirás” (Mt 4,10; cf. Dt 6,13). Esta fidelidad debe manifestarse en el culto y en la conducta. Tal es el sentido del precepto, en que se acumulan los sinónimos del servicio de Dios: “Seguiréis a Yahveh, le temeréis, guardaréis sus mandamientos, le obedeceréis, le serviréis y os allegaréis a él” (Dt 13,4-5).

1. Servicio cultual.

Servir a Dios es primero ofrecerle dones y sacrificios y asumir el cuidado del templo. A este título los sacerdotes y los levitas son los que sirven a Yahveh” (Núm 18; 1Sa 2,11.18; 3,1; Jer 33,21s). El sacerdote se define, en efecto, como el guardián del santuario, el servidor del dios que lo habita, el intérprete de los oráculos que pronuncia (Jue 17,5s).

A su vez el fiel que cumple un acto de culto “viene a servir a Yahveh” (2Sa 15,8). Finalmente, la expresión designa el culto habitual de Dios y viene a ser poco a poco sinónimo de adorar (Jos 24,22).

2. Obediencia.

El servicio que exige Yahveh no se limita a un culto ritual; se extiende a toda la vida mediante la obediencia a los mandamientos. Los profetas y el Deuteronomio no cesan de repetirlo: “La obediencia es preferible al mejor sacrificio” (1Sa 15,22; cf Dt 5,29ss), revelando la exigente profundidad de esta obediencia: “Lo que yo quiero es amor, no sacrificio” (Os 6,6; cf. Jer 7).

III. SERVIR A DIOS SIRVIENDO A LOS HOMBRES.

Jesús utiliza los términos mismos de la ley y de los profetas (Mt 4,10; 9,13) para recordar que el servicio de Dios excluye cualquier otro culto y que en razón del amor que lo inspira debe ser integral. Puntualiza el nombre del rival que puede poner obstáculo a su servicio: el dinero, cuyo servicio hace al hombre injusto (Lc 16,9) y cuyo amor dirá el Apóstol, haciéndose eco del Maestro, que es un culto idolátrico (Ef 5,5). Es preciso escoger: “No se puede servir a dos señores... No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24 p). Si se ama al uno, se odiará y se despreciará al otro. Por eso la renuncia a las riquezas es necesaria a quienquiera seguir a Jesús, que es el siervo de Dios (Mt 19,21).

1. El siervo de Jesús.

El Hijo muy amado, enviado por Dios para coronar la obra de los servidores del AT (Mt 21,33... p), viene a servir. Desde su infancia afirma que le reclaman los asuntos de su Padre (Lc 2,49). El desarrollo de su vida entera está bajo el signo de un “hay que”, que expresa su ineludible dependencia de la voluntad del Padre (Mt 16,21 p; Lc 24,26); pero tras esta necesidad del servicio que lo lleva a la cruz revela Jesús el amor, único que le da su dignidad y su valor: “Es preciso que el mundo sepa que amo a mi Padre y que obro como me lo ha ordenado el Padre” (Jn 14,30).

Sirviendo a Dios salva Jesús a los hombres reparando así su negativa de servir, y les revela cómo quiere ser servido el Padre: quiere que se consuman en el servicio de sus hermanos como Jesús mismo lo hizo, Jesús que es su señor y su maestro: “El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida” (Mc 10,45 p); “Yo os he dado ejemplo... El servidor no es mayor que el amo” (Jn 13,15s); “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27).

2. La grandeza del servicio cristiano.

Los servidores de Cristo son en primer lugar los servidores de la palabra (Hech 6,4; Lc 1,2), los que anuncian el Evangelio cumpliendo así un servicio sagrado (Rom 15,16; Col 1,23; Flp 2,22), “con toda humildad”, y si es preciso “en lágrimas y en medio de las pruebas” (Hech 20, 19). En cuanto a los que sirven a la comunidad, como lo hacen en particular los diáconos (Hech 6,1-4), Pablo les enseña en qué condiciones este servicio será digno del Señor (Rom 12,7.9-13). Por lo demás, todos los cristianos por el bautismo han pasado, del servicio del pecado y de la ley, que era una esclavitud, al servicio de la justicia y de Cristo, que es la libertad (Jn 8,31-36; Rom 6-7; cf. 1Cor 7,22; Ef 6,6). Sirven a Dios como hijos y no como esclavos (Gál 4), pues sirven en la novedad del Espíritu (Rom 7,6). La gracia, que los hizo pasar de la condición de servidores a la de amigos de Cristo (Jn 15,15) les da poder servir tan fielmente a su Señor que están ciertos de participar en su gozo (Mt 25,14-23; Jn 15,10s).

CHARLES AUGRAIN y MARC-FRANÇOIS LACAN