Noé.

La figura de Noé, sea lo que fuere de sus remotos orígenes, representa a los diversos niveles de la Escritura el tipo del hombre justo que se libra del castigo y se beneficia de la salvación. En medio de la iniquidad que destruye el mundo, emerge como principio de una humanidad nueva y. viene a ser así una prefiguración de Cristo.

1. Las tradiciones del Génesis.

Si la explicación popular relaciona el nombre de Noé (Noah) con el verbo naham (consolar), es quizá por alusión al viñador Noé (Gén 9,20), cuyo vino consuela a los hombres de su penoso trabajo (5,29). En realidad, la consolación de Noé viene de las palabras por las que Dios, después del diluvio, se compromete a no maldecir ya a la tierra (Gén 8,21). A pesar de la benevolenvia divina, el hombre puede todavía fallar, como un Noé embriagado, padre de un Cam de malas costumbres (Gén 9,20-25). A través de Cam se condena a Canaán: sus cultos licenciosos, asociados a la embriaguez, se oponían a la vigilancia, cuyo modelo debía ser Noé. Noé, en tanto que héroe del diluvio, aparece como el justo por excelencia. Gracias a su justicia logra escapar de la ruina de un mundo condenado, y reconciliar con Dios a la tierra y a sus habitantes. La tradición sacerdotal vio en esta reconciliación una alianza de amplitud universal (Gén 9), extendida al conjunto de los descendientes de Noé (cf. Gén 9,1; 10,32).

2. Los profetas y los sabios acentúan diversamente el valor ejemplar de los rasgos de Noé. Si bien éste aparece como testigo de una responsabilidad estrictamente personal delante del juicio (Ez 14,14), sin embargo, su alianza con Dios, es la prenda de una misericordia paciente (Is 54,9s). Más allá de los juicios temporarios, habrá siempre un resto, al que se preservará para garantizar la continuación del designio de salvación. Noé es el tipo de este resto (Eclo 44,17), que constituye el pueblo justo y estará finalmente representado en la sola persona del Mesías. El Justo salvará al mundo como Noé en tiempos del diluvio cuando “la esperanza del universo se refugió en un frágil esquife... y dejó en el mundo el germen de una generación nueva” (Sab 14,6; cf. 10,4s).

3. En el Nuevo Testamento es Noé, según el Evangelio, un modelo de vigilancia; contrariamente a sus compañeros despreocupados, vivió en la espera de un juicio de Dios (Mt 24,37ss p). Todavía más claramente, la carta a los Hebreos lo presenta como el testigo de la fe frente a la incredulidad; cl justo que creyó con la sola garantía de la palabra de Dios (Heb 11,7). En las cartas de Pedro aparece Noé bajo aspectos nuevos. No sólo es justo en sí mismo, sino también heraldo de la justicia divina que anuncia a los hombres la inminencia del juicio (2Pe 2,5; cf. 3,5). Este juicio sólo pesa sobre el mundo malo. Noé emerge de él como el tipo del hombre salvado en Cristo, puesto que la salvación que le es otorgada prefigura la salvación por las aguas del bautismo (1Pe 3,20s).

LADISLAS SZABÓ