CARTA A LOS ROMANOS

            

Este artículo está  traducido del libro: The One Volume Bible Commentary de varios autores, editado por J. R. Dummelow de Queens’ College, Cambridge, en 1908.

Hemos elegido este texto, por darnos una amplia y balanceada visión de cada uno de los libros de la Biblia seguido, en muchos casos, del parafraseado de los textos bíblicos.

No creemos, bajo ningún concepto, que estos puedan substituir a los textos originales, sino más bien viene a ser una herramienta, para mejor ayudarnos a entender el contexto de cada uno de ellos.

Hermano Eloy García

 

ROMANOS

Introducción

1. Lugar en las Escrituras.

 Esta carta a pesar de no ser de las primeras ni de las más simples del noble grupo de las atribuidas a Pablo, como muchas de las otras, escrita debido a una necesidad local, es situada la primera de toda la serie. El libro de los Hechos de los Apóstoles, en su profecía referente a Pablo que encontramos en 23:11 Y la noche siguiente, presentándosele el Señor, le dijo: Confía, Pablo; que como has testificado de mí en Jerusalén, así es menester testifiques también en Roma, termina con una vívida imagen de él como prisionero en Roma.

La primera de las epístolas sigue dramáticamente con la descripción de lo que tenía en su mente al momento de su libre visita a Roma.

Es su escrito más importante además de ser el más largo, es la más característica y comprensible de todas sus cartas, la mejor de todas para servir de introducción a sus enseñanzas y un epítome a sus pensamientos.

Es de hacer notar que la más importante carta del Apóstol de los Gentiles, es la que dirigió a la iglesia que se encontraba en la capital del mundo de los gentiles y ésta es razón suficiente para preceder al resto de las otras en el orden de su publicación.

2. Lugar en la vida y escrituras de Pablo

No es posible poner fecha a los eventos ocurridos en la vida de Pablo con una precisión absoluta, pero la narrativa del libro de los Hechos, junto con la información que encontramos en sus propios escritos, nos permiten arreglar cronológicamente su secuencia.

Si aceptamos la cronología de C. H. Turner, que se aproxima bastante a la de Ramsay y que constituye un punto intermedio entre Harnack y Lightfoot, la conversión de Pablo tuvo lugar en el año 36 DC o 6 años después de la crucifixión de Cristo; el primer viaje misionero en el año 47 DC; el Concilio de Jerusalén en el 49 DC; el segundo viaje entre los años 49 y 52 DC; el tercer viaje, del 52 al 56 DC; su arresto en Jerusalén es fechado en el 56 DC; su encarcelamiento en Cesárea del 56 al 58 DC; su llegada a Roma el 59 DC y su martirio y muerte en el 65 DC.

Si colocamos en orden cronológico las trece epístolas de Pablo, estas caerían en estos grupos:

I.                  1 y 2 a los Tesalonicenses, durante su segundo viaje, año 51 DC.

II.               1 y 2 a los Corintios, Gálatas y Romanos durante su tercer viaje 52 al 56 DC.

III.            Filipenses, Efesios, Colosenses y Filemón, durante su encarcelamiento en Roma entre los años 59 y 61 DC.

IV.            1 y 2 de Timoteo y Tito después de su libertad.

En cuanto a doctrina en el tiempo, hay una marcada distinción en esos cuatro grupos, debido, principalmente, a diferencias en logros espirituales y necesidades de los recipientes; en parte también, debido a la constante e incansable reflexión del autor sobre la fe que con tanto anhelo proclamaba.

En el grupo primero, sus descripciones doctrinales son breves, simples y prácticas; recibe especial atención la segunda venida de Cristo

En el segundo grupo la verdad de la salvación de Dios en Cristo es presentada en su totalidad y es definida. Todo se hace por medio de interrogantes sucesivos, la controversia y la oposición legalista de los judíos, llegando a un esquema de gracia universal donde sus principios y fundamentos son enumerados y aplicados.

En el tercer grupo, los pensamientos maduros del apóstol referente a la exaltación de la persona de Cristo y la verdadera naturaleza de la Iglesia como su Cuerpo, se recogen y contemplan en calmada meditación.

En el cuarto y último grupo no encontramos una continua exposición de doctrina, en su lugar encontramos sugerencias y detalles prácticos acerca de la vida de la Iglesia.

La epístola a los Romanos es el corazón de las enseñanzas del apóstol, su mejor trabajo literario en el momento más activo y en el que posee los mayores poderes de su vida.

Arrojado de Jerusalén, lugar donde por nacimiento, orgullo y educación había puesto, en primer lugar, su mirada, se vuelve hacia la Roma imperial, cuyos habitantes son en verdad, el mundo en miniatura, la simiente de Adán, si no la de Abraham, no sin ley de conciencia aunque sin comparación ante la ley judaica, sino responsables ante Dios por sí mismos bajo castigo de condenación.

Detrás y más allá de los cristianos de Roma, él ve en su mente los millones de seres no salvos que habitan el mundo gentil. Al igual que los judíos, ellos conocen y poseen una ley moral y reconoce su inhabilidad de guardarla. Hacia ellos, también él dirigirá su apostolado.

3. Lugar y fecha de su composición.

Comparando la epístola con Hechos, señala a Corinto como el lugar donde la escribió y el 56 DC como su fecha, es decir a finales de su tercer viaje, cuando estaba próximo a regresar a Jerusalén con las dádivas de las iglesias griegas.

Después de haber estado más de tres años en Éfeso… Hechos 19:21 Y acabadas estas cosas, se propuso Pablo en espíritu partir á Jerusalén, después de andada Macedonia y Acaya, diciendo: Después que hubiere estado allá me será menester ver también á Roma.; y cuando llegó a Jerusalén era portador de la generosidad de las iglesias de Grecia para la atribulada iglesia de aquella ciudad. Hechos 24:17 Mas pasados muchos años, vine á hacer limosnas á mi nación, y ofrendas; en la misma carta él dice que en varias ocasiones ha querido predicar en Roma (1:13 y 15:23), pero lo había postergado debido a su sentido de servicio prioritario hacia otros gentiles que aún no habían recibido el evangelio, restringiendo sus viajes en un circuito que comprendía desde Jerusalén hasta Ilirico (15:19 – 22).

En Romanos 15 25 Mas ahora parto para Jerusalén á ministrar á los santos. 26 Porque Macedonia y Acaya tuvieron por bien hacer una colecta para los pobres de los santos que están en Jerusalén. 27 Porque les pareció bueno, y son deudores á ellos: porque si los Gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos servirles en los carnales. 28 Así que, cuando hubiere concluido esto, y les hubiere consignado este fruto, pasaré por vosotros á España. Esto es por tanto el verano de los años 55 – 56 DC. Está en Acaya, de hecho en Corinto; puesto que Gayo, su anfitrión cuya casa es la iglesia local, (16:23) fue bautizado por él en aquel lugar (1Co 1:14). Erasto, quien envía saludos, es el tesorero de la ciudad (16:23; 2Tim 4:20) y Febe la portadora de la carta, es diaconisa de la iglesia que está en Cencreas: (16:1).

Es un momento solemne en la vida del apóstol y su espíritu se mueve en la medida que reflexiona sobre su misión hacia los gentiles de Grecia y Asia Menor.

Amarga oposición, controversia y falsa representación han tomado parte a la vez de su éxito maravilloso (2Co y Gál).

El orgullo de los judíos, prejuicios y legalismo le habían perseguido y levantado enemistad contra él.

Su apostolado hacia los gentiles, en la medida que recaudaba dádivas para la iglesia judía, habían expandido las fronteras de su predicación más allá de los límites acostumbrados por los judíos y había recaído sobre él la sospecha de su fidelidad hacia las escrituras hebreas y su tradición. Había profundizado sobre su nacionalidad romana y su entendimiento de la naturaleza humana. El imperio del Este como el del Oeste debían recibir a Cristo. Ya existe una iglesia en Roma, él la reforzaría y seguiría hacia el oeste, hasta España.

En esta epístola encontramos a un espíritu heroico, un punto de vista universalista, una nota de triunfo sobre la controversia y la falsa presentación, un instinto imperialístico y un profundo conocimiento de la naturaleza humana, unirse para inspirar una pasión intensa y darle un poder único a la misiva.

4. Ocasión y propósito

Al igual que las otras epístolas de Pablo es en verdad una carta y no un tratado epistolar. Su contundencia y comprensión se deben a la grandeza e imprevisión de la situación por la que es llamada y por el asunto en el que se desenvuelve y trata. Tanto Jerusalén como Roma, están en sus pensamientos, el malestar de los gentiles y judíos levanta la necesidad de un Salvador en la medida que progresa en su escritura. En respuesta a este proceso, el esquema divino de la redención por medio de Cristo toma forma en su mente como nunca antes lo había hecho. Pensando en ello el revive la angustia espiritual de la crisis existente en su propia vida (Cap. 7 y 8). Su experiencia de libertad, él un fariseo de los fariseos, ciudadano de Roma, hijo de la cultura de Tarso, tenía que ser proclamado con orgullo en Roma. Allí, en la sinagoga judía y en la iglesia de los gentiles, la ley rendirá su soberanía de prohibición al evangelio de la gracia de Dios en Jesucristo, de la misma forma que se hizo en su propia persona en el camino a Damasco.

La carta encuentra su ocasión formal cuando se aproxima la oportunidad, por tanto tiempo esperada, de visitar Roma. Es principalmente una carta de presentación a una iglesia para él desconocida, con objeto de preparar a sus miembros para su visita. Tiene muchos amigos entre ellos. Ha escuchado muchas cosas de ellos, de su fe, su obediencia, sus divisiones, sus dificultades y sus tentaciones (1:8; 12 y 16) y también puede ser que ellos al igual que otros hayan recibido un mal reporte de su predicación y enseñanzas.

De cualquier manera no piensa quedarse mucho tiempo con ellos, sino hace de Roma la base de su evangelización hacia el Oeste ya que su trabajo había terminado en el Este. Ellos le darán la fuerza en la medida que él espera llenarles a ellos con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo. (1:12 15:29)

Pero hay un propósito mucho mayor que se refleja en su verbosidad doctrinal. Es como si pudiera prever en Roma la mezcla de todas las influencias contras las que su conflictiva vida, interior y exterior, tendría que bregar ya que tarde o temprano todos los seres vivientes convergen en Roma.

Con su imaginación característica anticipa su llegada; las compuertas de su alma se abren y sus pensamientos más personales, hasta ahora contenidos, rehusan detenerse y se derraman torrencialmente. La carta es una honesta prueba de la promesa para repartir con vosotros algún don espiritual, para confirmaros;(1:11) del evangelio que predicaría también a vosotros que estáis en Roma.(1:15).

Los cristianos de Roma están capacitados de tal manera que podáis amonestaros los unos á los otros.(15:14); su objetivo es el de que se encuentren con él para ser amonestados por la gracia que de Dios me es dada, 16 Por ser ministro de Jesucristo á los Gentiles (15:15 – 16). A pesar de que es extranjero y ellos son los gentiles él tiene un apostolado hacia los gentiles.

Esta carta es más que una contribución controversial, apología personal o un tratado; es una narración apostólica y por tanto, autoritaria deliberación dirigida a encontrarse con sus necesidades conocidas y presumidas. Desde los labios del apóstol, no se espera más que salga el Evangelio y esta epístola tomó la forma en la medida en que fue escrita.

5. Destinatarios

Tal como se muestra, la carta está claramente dirigida a todos los habitantes de Roma, amados de Dios, llamados a ser santos y llamados a ser de Jesucristo. ¿Son judíos o gentiles? Podemos presumir que es para todos los cristianos, ambos inclusive (en el capítulo 9:24 leemos los cuales también ha llamado, es a saber, a nosotros, no sólo de los Judíos, mas también de los Gentiles) Muchos pasajes se refieren o son aplicables, solamente a los gentiles (1:5 – 6; 1:13; 11:13; 15:15 – 16). El argumento que leemos en los capítulos 9 – 11 es para los gentiles solamente y en él, a los judíos los trata como gente aparte, cuando muchos de los pecados contra los que él predica eran típicamente pecados a los que los gentiles eran adictos (6:12 – 17; 13:13). Por otro lado, se asume una cierta familiaridad y simpatía hacia los judíos por parte del escritor y los lectores.

En el capítulo 2:1 se dirige a todo el mundo: oh hombre, cualquiera que juzgas. Pero poco después se dirige a los judíos en segunda persona (2:17 – 27) para finalmente en 2:28 y 3:1 dirigirse a él en tercera persona. Por otro lado la referencia hecha en 4:1 acerca de "nuestro padre Abraham" le traiciona al indicar que el apóstol de los gentiles es hebreo.

Varias de las personas mencionadas en la carta tienen nombres hebreos pero la mayoría tiene nombres gentiles de procedencia griega, como es natural.

Es digno de mencionar que mientras los tesalonicenses, coríntios y gálatas no son mencionados colectivamente como "iglesia", en 16:5 se hace una especial distinción a "la iglesia de la casa". Es de presumir que en Roma existían un número de círculos y lugares de reunión. En general, es bastante convincente el pensar que los cristianos de Roma a los que va dirigida la carta, eran un entretejido cuerpo formado, principalmente, por gentiles y otras personas interesados en la religión del Antiguo Testamento bien fueran gentiles o judíos, preocupados como Cristianos de ajustar sus relaciones dentro de un mismo marco espiritual, moral y ceremonial.

6. Historia de la Cristiandad en Roma

Los judíos

Existía una fácil comunicación entre Jerusalén y Roma debido a que la bota militar romana se había firmemente asentado en territorio judío y en consecuencia, el suave hilo del comercio judío y su misma religión pudieron ser escuchados por el empedrado de las calles romanas. Tan pronto fue conquistada Grecia, el captor fue preso por la fuerza de su literatura, arte y cultura. También la conquistada Israel caminaba con exitosos avances en el terreno de la ética y la religión, que venían encofradas por una literatura eterna.

En el siglo 2 AC los judíos ya se encontraban en Roma en sus embajadas y en el año 63 AC, conquistada Jerusalén por Pompeyo trajo a la ciudad imperial muchos judíos, libres y esclavos. Los judíos fundaron una sinagoga y un "ghetto" encontrando protección y favor bajo los primeros emperadores, llegaron a juntarse miles de ellos.

Tiberio y Calígula les retiraron el favor imperial. Bajo el reinado de Claudio, muchos de ellos fueron expulsados (52 DC), entre ellos se encontraban Aquila y Priscila, debido a unos desordenes provocados por la predicación de Cristo entre ellos.

Prosperaron no obstante, bajo el reinado de Nerón.

Los cristianos

Existe la evidencia y la probabilidad, de que las noticias sobre Jesús, su vida y ministerio, fueron llevadas a Roma poco después de su muerte. Para el judío romano en visita a Jerusalén (Hechos 2:10) era sumamente interesante la vida y las enseñanzas del Profeta de Nazaret además de la fe de sus seguidores sobre su resurrección y luego más tarde la conversión de Saúl; todo esto constituía un episodio en la historia judía que ninguno de ellos podía suprimir y mucho menos ignorar.

La expulsión en el reinado de Claudio de Priscila y Aquila, quienes informaron a Pablo sobre la iglesia en Roma, sugiere que la predicación del Evangelio se encontraba con una fuerte oposición, primero por los judíos y más tarde, debido a los altercados civiles, por la autoridad imperial. La llegada del apóstol Pablo, narrada en Hechos 28:15 – 28, sugiere que fue recibido por la hermandad de los gentiles y prueba que las autoridades judías no ignoraban la nueva "secta de la que todos hablan en contra" quienes, como cuerpo, se mantenían contrarios, si bien algunos, individualmente, no mantenían esa actitud. En Roma, al igual que en otras partes, probó ser más fácil recibir las nuevas enseñanzas por parte de los gentiles que por los judíos. Como anticipándolo, Pablo principalmente se dirige a ellos en su epístola.

La conexión del cristianismo de Roma con Pablo y Pedro

Dicho simplemente, Pablo no tuvo nada que ver con la introducción del cristianismo en Roma. No obstante es conocedor de lo que allí ocurre y conoce a bastantes de sus profesores tanto judíos como gentiles.

La tradición recibida acerca de que Pedro fue el fundador de la iglesia de Roma es incompatible con la total ausencia de referencias hacia él sobre todo en el capítulo 15, puesto que de haber sido el fundador y el principal de la iglesia de Roma, no podía haber estado ausente algún tipo de salutación.

En la iglesia de Roma no existe indicación alguna de un origen apostólico.

Se hicieron los cimientos, se menciona a Cristo (15:20), existían iglesias en las casas (16:5), pero no existía una iglesia unida. Esta base apostólica es lo que va a ser presentado en primer lugar por esta carta, Es como si la carta fuera un suspiro de consagración en la ausencia del apóstol. Ya que el cristianismo le había precedido en Roma, sus integrantes, judíos y gentiles, no estaban fundidos en una sola iglesia hasta la presencia del genio de Pablo, que pudo leer el corazón de ambos, por sus escritos y la palabra que emanaba de su fuego sagrado.

7. La epístola

Autenticidad e integridad

Pocas dudas existen sobre la autenticidad de su autor. Son enormes las evidencias, internas y externas. Es la suprema autorevelación del apóstol. Que la epístola, tal como la tenemos, es una coherente unidad, ha sido puesta en duda basada en su substancia pero sin llegar a una base conclusiva. La doxología que marca el cierre de la epístola después de 16:24, en el criterio de la mayor parte de los eruditos, se encuentra en otros lugares, después de 14:23, o en ambos lugares en otros. Además, aparte de su masiva e impresionante doxología, existen otros pasajes, en los que da su bendición, entre 14:28 y 16:24, que parecen como terminaciones de la epístola. Tales son 15:33, 16:20 y 16:24. En un manuscrito importante el nombre de Roma no se menciona y algunas de las personas nombradas eran originarias de éfeso, lo que ha sugerido esa ciudad como la destinataria original de ese capítulo. No se considera imposible que esta carta, en una forma más corta o más larga, haya circulado por algún tiempo por varios grupos de lectores, pero la unidad de la epístola en su forma presente no puede ser desaprobada o seriamente cuestionada. De cualquier manera, no existe otro documento que pueda compararse a lo completo de sus enseñanzas.

Estilo

Como las otras cartas del apóstol, esta también fue dictada a un amanuense (16:22), hecho que ayuda a explicar las irregularidades del lenguaje y sus pensamientos en la medida que fluyen en un incontenible torrente del alma del apóstol. El fabricante de tiendas y organizador de iglesias, tiene poco tiempo para pulir sus sentencias y ponderar sus frases. Es muy probable que su mano fuera mucho más ágil con la aguja que con la pluma. Su estilo es un espejo de sí mismo. No la carta, sino el espíritu; no lo que se ve y superficial, sino lo invisible y escondido; no una parte, sino el todo; no los lindos detalles del argumento, sino el amplio despliegue de verdad, esa es su preocupación. Sin lugar a dudas, eso unido a la forma y manera de su plática, a la vez que la vehemencia de su moral intelectual y poder espiritual fue lo que le hizo dictar sus cartas ahora en nuestras manos, probablemente mejor que su predicación en el libro de los Hechos.

Uso e interpretación del Antiguo Testa­mento

El escritor exhibe una gran familiaridad con cada porción del Antiguo Testamento.

La ley, la historia, los salmos y la profecía son una parte integral de su argumento en una forma que recuerda a la escuela rabínica: pasajes parecidos de la escritura presentados en forma paralela, las alegorías siendo trazadas dentro de la narrativa, acompañados de una maestría en el conocimiento e interpretación del espíritu profético, además del sentimiento cristiano de su completo cumplimiento en Jesucristo (3:10 – 18; 9:25 – 33; 10:16 – 21).

Para algunos las referencias al reino universal del pecado y la necesidad de la gracia, el poder salvador de la fe, la soberanía de la voluntad divina, el juicio a la incrédula Israel y el llamado a los gentiles, son confirmaciones de la preparación de la verdad universal en Cristo.

En lenguaje legal y por medio del mensaje de la Escritura, lo legal es obsoleto y en su lugar está la gracia.

La maltratada conciencia del judío, al encontrarse bajo la ley, queda sanada con la esperanza de Israel en Jesucristo.

Su relación con las enseñanzas de Cristo

Como maestro, el apóstol, a pesar de su autoridad, difiere bastante de la del Maestro, quien no enseñaba "como los escribas". La forma y manera de su forma general de enseñar no puede ser más distante que la de Él; pero es imposible leer los capítulos 12 – 14 sin comprender la identidad ética de los ideales de ambos. Es la misma vida cristiana la que ambos luchan por ver lograda. Podemos decir que el apóstol comparte la misma característica actitud del Maestro acerca del abrumador peso que conlleva la ley farisaica y extiende la misma invitación a sus exhaustos portadores del yugo para acercarse a él en su descanso. Entre las enseñanzas de Jesús y de Pablo los dos grandes hechos que toman parte son el de la muerte redentora y la triunfante resurrección, y estos dos hechos, por los que Pablo fue arrojado al suelo y luego levantado, cegado y dado una nueva visión, le hicieron morir y vivir de nuevo. Necesariamente la propia relación de Pablo con la Cruz, como perseguidor farisaico en el nombre de la ley y su experiencia como converso y su poder regenerador, fusionó toda su concepción del Evangelio de Cristo.

A pesar de que Jesús en el Evangelio puede asegurar al hombre el perdón de Dios sin considerar Su muerte, Pablo no tiene experiencia alguna de tal perdón inmediato.

La muerte y reaparición del Señor fue suficiente para encontrarse de repente la total enormidad de su culpa y su enemistad hacia el bien y la irresistible suficiencia de la voluntad de Dios para perdonarle y salvarle por medio de Cristo. Si en las palabras del Señor del Evangelio podemos encontrar algo del evangelio de Pablo, no solamente nos podemos dirigir a la parábola del Hijo Pródigo sino también a la institución de la Cena Sacramental en la tarde del sacrificio del Señor.

¿Podríamos decir con toda seriedad que la concepción de Pablo de la unión entre el Salvador y los salvos es la misma que la del Señor?

Todo lo que podemos decir es que en tanto la simple y comprensible verdad de Dios se encuentra en Jesucristo y eso fue lo que él vio y proclamó, cuando lo hacía, no era un evangelio original lo que él predicó, sino que él vio la verdad con sus propios ojos y la declaró en su propio lenguaje.

Ninguno del grupo de los apóstoles podía ver la verdad de Cristo separada de Él; esto se debe a su nacimiento en la dispersión, su educación como rabino, su ciudadanía romana y su casa greco — cilicia. Era la obligada consecuencia de su propio desarraigo lo que le permitía a Pablo ver la verdad en la vida de Cristo y su Persona, en una forma tan independiente, universal y con una perspectiva tan clara, que hacía su manera de enseñar, su vocabulario y su modo de pensar, aparecer de una manera completamente diferente, a la de su Maestro.

Pero en la medida que estudiamos la totalidad de sus enseñanzas y en la medida que pacientemente comparamos su pesada carga y su espíritu con el de Jesús, más cuenta nos damos de la justicia que la cristiandad le hizo, al considerarle el más grande y verdadero Cristiano, haciendo a la vez también justicia, a la propia forma de describirse a sí mismo como un sirviente de Jesucristo.

Su contenido

Tal como hemos dicho, esta epístola es una verdadera carta personal dando testimonio y exhortando a través de toda ella.

Capítulo 1:1 – 17. Contiene a quién va dirigida y el preámbulo.

Capítulos 1:18 – 11:36. Contiene un preámbulo del "don espiritual" que es lo que el apóstol quiere impartir a los cristianos de Roma (1:11), es decir una razonada explicación del Evangelio que está "listo para predicar" a ellos y del cual no se avergüenza, puesto que es el poder de Dios para la salvación de todos los creyentes y en el que está revelada la justicia de Dios comenzando en la fe y terminando en la fe. A pesar de lo profundo del pensamiento, la enseñanza en esta sección, no es un tratado sino una instrucción personal dirigida una y otra vez a los hermanos. En ella abundan los "yo" los "tú" y los "nosotros".

Capítulos 12:1 – 15:13. Contienen exhortaciones prácticas naturalmente sugeridas por la presentación del apóstol de la verdad en Cristo, exhortaciones que son universalmente aplicables a todos los cristianos (Cap. 12 y 13) y exhortaciones especialmente dirigidas al círculo de sus lectores (Cap. 14 y 15).

Capítulos 15:14 – 16:27 contienen una variedad de detalles personales como son los motivos por los que el apóstol escribe, sus planes de viaje, presentación de Febe, saludos personales, amonestación sobre los maestros que causan errores y distensión y una solemne doxología final.

8. Las enseñanzas de la Epístola

Lo que sigue es un resumen del pensamiento que envuelve la epístola en especial en los capítulos 1 al 11 en la que declara su Evangelio más como conquista que exposición y que constituye la substancia de la totalidad del mensaje.

Para llegar a construir un compresivo sumario de sus enseñanzas, el lector tiene que complementarlo con el estudio de otras epístolas paulinas en muchos otros detalles importantes, ya que la mente del apóstol está en constante movimiento, expandiendo, enriqueciendo y madurando en muchas de sus convicciones. Cada una de sus epístolas tiene una distintiva contribución al sumario de la verdad cristiana. Si queremos completar sus enseñanzas, por ejemplo: La persona de Cristo y su relación al cristiano, a la iglesia, el ministerio, los sacramentos, sin contar otros muchos temas, no tenemos más remedio que utilizar otras epístolas. Sin embargo, este resumen del pensamiento de la más grande de sus obras, puede servir como introducción o una mirada superficial a la totalidad de sus enseñanzas.

El Preámbulo

Pablo escribe, no solo como el siervo de Jesús, sino también como el mensajero de las, por tanto tiempo esperadas, buenas nuevas de Dios. La promesa hecha sobre la venida del Hijo de David, de acuerdo a la carne, al fin se había cumplido al haber vivido entre nosotros; por medio de la resurrección Él había probado ser el Hijo de Dios, de acuerdo al Espíritu. El misterio encubierto desde tiempos eternos (16:25). Es un deber sagrado el revelar estas buenas nuevas tanto a los griegos como al resto del mundo. Es el evangelio del cual podemos estar orgullosos; puesto que cada uno, sea judío o griego, que lo acepte en fe recibirá de Dios, no una teórica salvación, sino el poder salvador. Revela una nueva justicia, no humana sino divina, puesta en manifiesto por medio de la fe viviente.

(A) La necesidad de la palabra

La humanidad está en total necesidad de esas buenas nuevas y de esa fe que nos hace justos conduciéndonos a la salvación. Tanto los gentiles como los judíos, ambos, se encuentran bajo la ira de Dios; quien descubre su ira ante toda injusticia y falta de religiosidad. Todos han pecado. Ninguna excusa es válida

(a) Piense, en primer lugar, acerca del mundo de los gentiles. A pesar de ser menos favorecido que el de Israel, los gentiles no han estado sin revelación. Ellos han sido capaces de discernir desde la simple observación de la naturaleza el eterno poder y divinidad del Dios invisible. En sus mentes tienen el conocimiento de Dios. Pero ahí residía todo, han tratado con la verdad, locamente razonado y caído en todo tipo de idolatrías, adoración y servidumbre hacia las criaturas en lugar de al Creador. Su sabiduría, su filosofía, ha terminado en fracaso. Han sido desagradecidos y no han glorificado a dios. Ante Él no tienen excusa. Merecidamente Él les ha abandonado en la indulgencia de sus impurezas y lascivia, al abuso de sus cuerpos, el deshonor del sexo, el cultivo de una mente reprobada. Por sus actos y propio consentimiento han sido culpables de todo tipo de pecado social, doméstico y personal, contra Dios y el hombre. Son auto­condenados, puesto que están prontos a condenarse los unos a los otros, en pleno conocimiento que en sus actos el pecado es pecado y en su justo juicio hacia los demás, recae sobre ellos mismos. ¿Cómo es que el hombre es tan ciego para no ver esto, abusando de la paciencia de Dios? de lo contrario, si fueran capaces de verlo, les llevaría hacia el arrepentimiento aliviando su remordimiento. Con toda seguridad Dios colocará a cada hombre de acuerdo a lo que haga. A aquellos que por paciencia y buen hacer buscan la gloria y el honor de la vida eterna Dios le proveerá con lo que necesite en su tarea; mas para aquellos rebeldes y desobedientes, solo obtendrán angustia bajo Su indignación (1:18 – 2:16).

(b) ¿Acaso son mejores los judíos? Ellos también se encuentran envueltos en el mismo caso de juicio mutuo. En verdad son los primeros en tener privilegios, pero también son los primeros en su condenación. Dios no muestra parcialidad: su justicia es repartida por igual. Si el gentil, que nunca ha tenido el privilegio de la ley judía y de la revelación, es condenado por sus pecados contra su poco conocimiento, Dios no puede permitir que el privilegiado judío peque con impunidad. La misma justicia que aplica el severo castigo al gentil fuera de los límites de la ley y la revelación puesto que peca contra la inédita ley escrita en su corazón, demanda aún una más severa sentencia sobre el judío que quebranta una ley superior. Hay gentiles que, por naturaleza, cumplen con las exigencias de la ley, a pesar de su desconocimiento de Moisés y los profetas: esto se convierte como si fuera su propia ley, puesto que muestran el trabajo de la ley escrito en sus corazones, su conciencia es testigo de esta manera y sus reflexiones de unos con otros, acusándose o absolviéndose, dejan en vergüenza a muchos de los judíos.

En verdad es gran cosa pertenecer a la raza judía, ser heredero de los oráculos de Dios, de la ley, las promesas, las sagradas ordenanzas y los ritos del pueblo adoptado y elegido por Dios. Así mismo lo es el tener la sangre de Abraham en sus venas, el ser de la misma carne del Cristo que regresará ( 2:17 – 3:2; 9:3 – 5). Pero el haber nacido judío, ser circuncidado como judío, recibir el nombre judío, no es suficiente. Para Dios el corazón del hombre es mucho más que su carne y sangre y su conducta mayor que sus ceremonias. Porque no es Judío el que lo es en manifiesto; ni la circuncisión es la que es en manifiesto en la carne: Mas es Judío el que lo es en lo interior; y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra;… porque no todos los que son de Israel son Israelitas Ni por ser simiente de Abraham , son todos hijos. No son los que son hijos de la carne los que son hijos de Dios. La historia hebrea muestra innumerables casos en los que solamente por poseer la ley les garantizaba su obediencia; cada uno de los mandamientos era diariamente quebrantado; y en lugar de ser la gloria de Dios, Israel ha sido, en incontadas ocasiones reprochada por Dios delante de todas las naciones. No es más verdad que la ley es el orgullo de Israel como la nación de naciones, que la ley es, para el judío, su propia condenación. (2:17—3:8; también cap. 9 y 11).

Es aparente que el griego o los gentiles son juzgados por esa ley no escrita de la conciencia, de la misma forma que el judío lo es por su ley. Todos están bajo el pecado. No hay nadie justo, ninguno que sus trabajos puedan cumplir los requerimientos de la ley divina bajo la que vive. De nada sirven las palabras. Donde la ley tiene la última palabra, todos, absolutamente todos, estamos condenados. (3:9—20)

(B) La imposibilidad de salvación por la ley.

(Capítulo 7) La persistencia del pecado bajo el dominio de la conciencia de los gentiles y le ley hebrea, es una prueba fehaciente de lo inadecuado de la ley para la salvación y por el contrario es muy apta para condenar. La ley puede: enseñar, amenazar y amonestar pero no puede inspirar ni dar fuerza.

En verdad, para un hombre que se encuentra caído, la ley solamente sirve para agravar el mal que denuncia. Por ella conocemos el pecado – de lo contrario nuestras vidas serían inocentes como las de los bebés o las bestias. La obediencia, el sentido del deber, presupone un mandamiento o prohibición, esta es la esencia de la ley. La insistencia de la ley es una constante provocación a la tentación y a la desobediencia. Las mismas palabras de "no harás" esto o aquello, suscita al sentido de libertad del hombre a preguntarse "¿por qué no?". Fuera de la ley el pecado está muerto e inaplicable; por medio de la ley el pecado encuentra su oportunidad de penetrar en el corazón del hombre en su fatal deambular.

¿Es entonces la ley pecaminosa puesto que nos encamina al pecado? ¡No! puesto que no hay pecado en la ley, nosotros somos los pecaminosos pues de esa manera respondemos a su confrontación. Por sí misma la ley es cosa de justicia; es la voz de Dios, tanto si se manifiesta con un susurro en la conciencia o enarbolada en el monte Sinaí; es buena en su totalidad. De hecho es el mejor instrumento para mostrar al pecado en su verdadero carácter y desnuda perversidad. El pecado muestra su peor cara como enemigo del hombre cuando hace sucumbir la verdadera ley de Dios para su propio uso. La ley difícilmente nos conduce a la vida: "obedece y vivirás"; esto es una carga; por otro lado el pecado nos seduce y su seducción nos conduce a la muerte. Al indicarnos la forma de vida, la ley tiene que, sin darse cuenta, mostrarnos los otros caminos que fácilmente nos conducen a la muerte.

El pecado, una vez que nos hemos familiarizado con su camino de muerte, lanza sobre nosotros su control sobre nuestra forma de ver las cosas y con seductor encanto decora el camino que nos lleva hacia el abismo.

Pero el pecado no está en la ley como tampoco está en Dios, solamente puede estar en nosotros.

Existe en nosotros un principio de maldad, nuestra naturaleza carnal, una clase de ley baja. La mente de la carne es contraria a Dios y se rebela en contra de su ley: es la muerte (8:6—7).

En nuestra vida moral estamos conscientes de la división y el desacuerdo que existe en nosotros.

En presencia del nuestro yo interno, nos deleitamos en la ley de Dios, odiamos lo malo, deseamos obedecerla y hacer el bien, pero a pesar de todo no lo logramos. El bien que queremos hacer, no lo hacemos; y por otro lado generalmente hacemos el mal que no queremos hacer. Se convierte en algo como si hubiera una ley en nosotros que nos obliga a pecar. Estamos poseídos del pecado. Otra ley más baja que habita en nuestros miembros, en nuestra carne, presenta la batalla a la ley que se encuentra en nuestra mente y esclavizándonos a ella.

En agonía y desesperación el alma del hombre grita: ¡Miserable hombre de mí ! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?

(C) Se prevé la necesidad de un nuevo camino de salvación.

La historia y la experiencia nos indican la necesidad del hombre por su salvación. El hombre ha de ser liberado del pecado, de su condenación, de la baja ley que controla su cuerpo y hasta cierto punto de la revelada ley a Israel bajo la alianza. El hombre ha probado la imposibilidad de lograr la salvación por sí mismo inclusive cuando es guiado por una explícita ley y es alentado por providencias especiales y maravillosas promesas. ¿Quiere esto decir que se encuentra perdido y sin esperanza? La sabiduría de los gentiles y el privilegio de los judíos se encuentran humillados y condenados por sí mismos.

A no ser que Dios intervenga en su salvación, esta estará fuera de su alcance y con ello, el divino fin de la creación quedara truncado.

Con un verdadera y profética inspiración, San Pablo discierne el propósito divino en esta humillación de la humanidad. Así humillado, el hombre se prepara a mirar hacia arriba en busca de su salvación y se mantendrá humillado hasta que Dios se digne el salvarle. Y la última necesidad del hombre es la gran oportunidad de Dios (... mas cuando el pecado creció, abundó la gracia 5:20). La conciencia y la ley se han mostrado ser inadecuadas para la completa salvación del hombre, pero aún más por motivos de ser incompletas no han podido profundizar en el sentido de la necesidad del hombre para seguir adelante hacia la providencia de Dios de una ley superior y una completa revelación. El decir con el judío que o la ley nos salva o nos perderemos es como echar a perder o desestimar la bondad de Dios, haciéndola más grande que Él. El gentil y el judío tenían razón, ambos estaban obligados a buscar la salvación honrando su conciencia y su ley, buscando su luz y no han quedado sin su premio; pero estuvieron equivocados al cerrar los ojos y los corazones a las limitaciones y la parcialidad de los métodos antiguos y lo inadecuadamente penoso de sus resultados. Sus fallos deberían haberlos hecho volverse hacia Dios con una mayor humildad y esperanza, de quién solamente puede proceder su salvación. La incredulidad del hombre no puede anular la fidelidad de Dios.

El nuevo camino no carece de similitudes con la Antigua Dispensación (compare con el cap. 4).

Los hijos de Abraham podían haber recordado que la justicia de Dios nunca se ejecutó de una manera automática: que sus favores no siempre eran adquiridos o ganados, sino que podían ser dados gratuitamente y frecuentemente otorgados en el momento menos pensado. ¿Quién podría decir que la posición de Israel como un pueblo peculiar de Dios ha sido, o nunca ha sido, merecida? (comparar capítulos 9 – 11). La historia de Abraham, el padre de los creyentes, prueba que la relación que sostenía Dios con él tenía otras bases otras que la simple justicia legalista. La recompensa dada por Dios por hacer el bien es mucho mayor por la merecida legalmente por el hombre. Eran algo más que actos virtuosos los que hacían a Abraham el encomendarse a Dios y daban valor a su vida.

Romanos 4 13 Porque no por la ley fué dada la promesa á Abraham ó á su simiente, que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.

El mérito supremo de Abraham fue su fe en Dios: era por medio de su fe inquebrantable lo que hizo a Abraham obedecer el llamado de abandonar su casa y su familia y amigos, como el entregar a su propio hijo en sacrificio y firmemente creer que a pesar de su avanzada edad y la infertilidad de su esposa Sara, Dios le daría un hijo que le haría cumplir Su promesa de que se convertiría en el padre de muchas naciones. La verdadera simiente de Abraham y herederos, son aquellos que alimentan su fe en Dios: pues de la misma manera serán ellos padres de muchas naciones cuando los gentiles entren en la fe. Es la circuncisión del corazón, el verdadero rendirse a Dios, lo que hace la marca del verdadero hijo de Abraham, el verdadero heredero de la fe que en Abraham floreció antes de haber circuncidado su carne y antes de recibir las promesas que estaban fuera de proporción si las comparamos a sus hechos.

Los profetas de aquel tiempo buscaban más allá de los actos humanos y los méritos de los hebreos, para encontrar la salvación de Israel y enseñaban que la mirada de Dios estaba puesta en el corazón que mueve la mano. El corazón debe ser recto, firme en Dios, debe estar mirando a Él para encontrar el poder que haga levantar la mano y la sabiduría para guiarla en su trabajo. ¿No es acaso, la promesa misma de un Mesías, una prueba concluyente de que el hombre era capaz de salvarse por sí mismo? La esperanza mesiánica era por tanto una precursora de la nueva justicia, que no descansaba en las obras del hombre, sino que lo hacía en la gracia de Dios que permitiría llevar a cabo las buenas obras – una justicia del corazón, una conciencia clara no por méritos humanos sino por medio del perdón y la renovación divinos.

Esto significa que tenemos que tomar un nuevo punto de vista acerca de la historia de Israel, su privilegio y vocación, sus sacramentos y su Mesías, su justo Dios que juzga no como el hombre juzga, sino que mira al corazón y puede leer sus secretos. El orgullo de la raza, la presunción del favor de Dios, ha de ser, de una vez por todas, dejado a un lado. La meta de Dios no es el engrandecimiento de Israel, sino la santificación y unión universal del hombre a Él. La elección de Israel es para que todas las naciones puedan compartir sus bendiciones. Por tanto la venida del Mesías, no tiene otro significado que la venida del reino de santidad universal y eterno de Dios, lo más grande que le puede suceder a la humanidad. La conciencia y la ley, a la par que el Mesías, tienen ambos a la justicia como meta. La conciencia y la ley son los maestros que nos educan y encaminan hacia Cristo. El hecho de su venida, testifica el cumplimiento y por tanto la reivindicación de ambos (3:31), el logro de la justicia por medio de un método que anteriormente era totalmente inalcanzable.

Ahora Dios es mostrado en su verdadero carácter, no como un soberano caprichoso mostrando su superioridad por provecho propio, no como un juez cruel administrando una sombría ley sobre la que no tiene control, sino como un santo y amoroso Padre que celosamente requiere justicia para sus hijos, por beneficio de ellos mismos, y haciendo todos los esfuerzos posibles para que ellos puedan llegar a cumplir todo lo bueno.

Romanos 8 19. Porque el continuo anhelar de las criaturas espera la manifestación de los hijos de Dios. 20. Porque las criaturas sujetas fueron á vanidad, no de grado, mas por causa del que las sujetó con esperanza, 21. Que también las mismas criaturas serán libradas de la servidumbre de corrupción en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22. Porque sabemos que todas las criaturas gimen á una, y á una están de parto hasta ahora.

De una gracia sin retribución, Su mano benefactora, provee al hombre y a las naciones con variados talentos para que puedan llevara cabo su mayordomía, ya que por méritos propios no tendrían alguno, y al final del día les premia mucho más de lo que sus obras se merecen.

De una gracia sin retribución, Él otorga en unos mayores obligaciones que a otros. De una gracia sin retribución Él reparte su supremo regalo de justicia hacia la salvación el cual, el hombre, jamás podría haber ganado ni alcanzado, y que sí ha de prepararse para recibirla en humilde penitencia por los pecados cometidos y su corazón ha de estar hambriento y confiado, en una palabra, su corazón tiene que tener una fe plena de que por medio de ella y solamente de ella, Dios salva.

Romanos 11 33. ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos! 34. Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿ó quién fué su consejero?  35. ¿O quién le dió á él primero, para que le sea pagado?  36. Porque de él, y por él, y en él, son todas las cosas. A él sea gloria por siglos. Amén.

(D) La salvación de Dios en Jesús Su Cristo (3:19 – 31, 5, 8)

Aquello que la justicia y la ley no pudieron hacer, puesto que son débiles en la carne, Dios lo ha logrado, enviando a Su único Hijo en forma de hombre envestido de la carne del pecado. Él ha liberado al hombre de la esclavitud que le ataba a la lujuria de la carne, del pecado y de la ley que puede condenar a muerte pero no puede salvar a la vida. Esto lo hace por medio de una ley superior o el principio del Espíritu de Vida en Jesucristo. Esta liberación no es simplemente revelada sino también mediada y llevada a cabo por medio de Jesús, pues Él purifica y renueva el corazón a la vez que abre los ojos.

Jesús es el Cristo, el prometido Salvador de los pecados. Él es el verdadero y único Hijo; Su representante en la tierra, llevando a cabo Su trabajo, mostrando Su poder, revelándonos Sus pensamientos, compartiendo Su espíritu, reconciliando al hombre con el Padre como sus verdaderos hijos. Él vino por el "pecado".

Su vida y muerte fue una constante condenación al pecado demostrándonos que bajo el poder del Espíritu Divino, el hombre podría salir triunfante de él. Esto implica la destrucción del pecado, rompiendo su poder sobre el hombre, revelar su maldad y perversidad y reconciliarnos con el Padre Celestial que de sí nos había apartado. Jesucristo era un hombre igual que Adán. Su trabajo de Gracia demuestra su obra por el bien en la misma manera que el pecado de Adán lo hizo por el mal. Él es el segundo Adán, deshaciendo el mal que el primero hizo (5:12 – 21).

Por medio de la caída de Adán, el pecado y la muerte hicieron su aparición en el mundo y reinó sobre el hombre. "Porque como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores".

De la misma manera, por medio de Jesús en su vida de obediencia, Su sumisión en su muerte en justicia por la injusticia, Su gracia salvadora reinará eternamente y los muchos serán hechos justos a pasar de que ellos no habrán podido llegar a obtener tal obediencia. El pecado, la condenación y la muerte forman parte de la herencia de Adán por medio de la carne; sin embargo, por medio de la santidad de Cristo, la santidad, justificación y vida, son nuestras, un regalo obtenido gratis por medio de la gracia de ser portadores de Su Espíritu Santo, lo que de esta manera no hace co-herederos de Dios juntamente con Él.

De acuerdo al antiguo régimen, un hombre tenía que perecer para la expiación de sus pecados.

Romanos 6 7. Porque el que es muerto, justificado es del pecado.

En Cristo se lleva a cabo algo mucho más importante que una muerte física de justificación, sin necesidad de llegar a ella. Si por medio de la gracia de Dios un hombre se une a Cristo, entrelazado a Él en espíritu, pasa espiritualmente por la experiencia de nuestro Salvador en Su muerte y resurrección. En Cristo, él muere a su antigua forma de vivir, al pecado. En espíritu, él es crucificado con el Señor. Su parte carnal desaparece, en la misma manera que en la muerte, la carne cae y se desploma del espíritu: la muerte y el pecado son dejados a un lado, enterrados; y el espíritu, el verdadero ser de uno, se convierte en hijo de Dios, resucita a una nueva vida de la misma forma que resucitó Jesús; muerto al pecado pero vivo junto a Dios en Cristo Jesús.

La vida y obra de Jesús como el Cristo de Dios es, de esta manera, no solo el instrumento de salvación y una definitiva revelación al hombre acerca de la personalidad de Dios y él mismo, sino que también todo el alcance universal que ello conlleva. Es mucho más que una simple lección objetiva de la experiencia cristiana puesto que es, sobre todo, el instrumento supremo de su propia salvación.

Desde la Cruz hasta el abierto sepulcro, cada uno tiene que encontrar su peregrinar en el desierto, su éxodo, de la esclavitud a la libertad. Es el camino prescrito. Cada alma tiene una muerte que morir y una resurrección para recibir, una vida para apartarse del mundo y aferrarse a Dios y con ello recibir el sello de aprobación y su propia regeneración. Nosotros ahora no solamente sabemos esto por medio de Cristo, sino que lo vemos en Él, y lo experimentamos con Él. Él muere y vive de nuevo en nosotros o de otra manera nosotros morimos y vivimos de nuevo en Él. Somos uno con Él en el Espíritu. Y si por medio del apóstol sabemos de la muerte de Cristo y Su resurrección de entre los muertos, y también sabemos que su muerte es una consecuencia de nuestros pecados, y Dios lo acepta por nuestra seguridad y nuestra justificación por medio de la fe que descansa en Su resurrección, esto sirve de prueba para Dios de la aceptación de Su muerte por los demás, si tenemos fe y comprendemos esto, eso nos hace conocer la plenitud de Cristo. Su muerte y resurrección son un resumen y consumación de Su propia vida. Conocerle a Él por ello es conocerle a Él completamente y no solamente a Él, sino también el amor de Dios demostrado en Él, pues fue por su amor lo que hizo que Dios le enviara. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Y es el mismo amor divino el que... el amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado.

Por medio de Cristo hemos venido a conocer que aquél conocimiento que teníamos acerca del Dios justo y reivindicador de la inflexible ley, es una figura que ha comenzado a desaparecer en nuestro conocimiento de Su tierno amor, ese mismo amor que le hizo a Jesús amar la muerte que sufriría por nosotros en la tierra y que aún preserva como nuestro constante e incansable intercesor a la diestra de Dios, un amor del cual estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Inspeccionando este divino trabajo de salvación , el Apóstol distingue con claridad ciertas actividades por parte de Dios, cuya secuencia no tiene por qué considerarse estrictamente temporal dentro de la voluntad divina. El propósito de redención del amor divino envuelve la siguiente secuencia de la gracia. Dios conoce individualmente a cada uno de Sus hijos; los prepara para que fuesen hechos conformes á la imagen de su Hijo, luego los llama para que cumplan su cometido; a continuación los justifica, es decir, les perdona sus pecados y les infunde nueva justicia cuando en fe responden a Su llamado y finalmente los glorifica.(Romanos 8:29 – 30).

Por medio de la santificación los trae a la consumación de sus propósitos de vida y a la realización de ellos mismos.

En cada etapa del proceso, la imagen del Hijo está presente, en cada una de ellas el Cristo participa; nuestra elección, nuestra vocación, nuestra justificación, nuestra adopción, nuestra santificación y nuestra glorificación, de ninguna manera pueden separarse de Él.

(E) La nueva justicia: La vida en el Espíritu.

Capítulos 5, 6, 8, 12 – 15.

Con singular plenitud y conocimiento íntimo, el Apóstol describe la substancia y el secreto de la salvación como una experiencia del alma humana.

La epístola es una revelación de las riquezas espirituales descubiertas por medio de su propia experiencia a la vez de una magistral delineación del ideal universal. Nunca su trazo es más firme ni su explicación más fuerte, que cuando nos presenta al desnudo, en sincera búsqueda interna, el significado de las alegrías, las esperanzas y las responsabilidades de la nueva vida en Cristo. Cualquiera sea el punto de vista que tomemos acerca de la fidelidad de los otros elementos que encontramos en sus enseñanzas, y usando las mismas palabras de su Maestro, ninguno puede seriamente alegar que la concepción del Apóstol sobre la vida regenerada, o de la misma manera, su práctica investidura, difiere en cualquier forma material de aquello que es contenido en el Sermón de la Montaña y el resto de los evangelios.

Las palabras podrán ser diferentes; la forma didáctica del maestro, quizá no sea la misma; pero sin ninguna duda el mismo Espíritu respira en ambos y la misma visión une a los dos puntos de vista.

(1) En relación a Dios el cristiano lleva una vida de hijo. Todo lo que un hijo debe hacer en cuanto a forma de pensar, palabras y obras, todo ha de ser hacia Dios. Una perfecta libertad de acceso al Padre, comunión ininterrumpida, confianza total, como la de un niño, esperanza firme y amor espontáneo, son algunas de estas características. La interrelación con Él y el servicio, son sus fuentes principales de alegría; el crecimiento en Su semejanza es el mayor premio. Agradecido él reconoce su total dependencia del Padre para el perdón y la reconciliación por la justicia y por todas sus dádivas. El glorificarle a Él es el resumen del deber y la sumisión de la ambición. El cristiano es un hijo y por tanto un heredero de Dios, heredero junto a su hermano mayor, el primogénito entre muchos otros hermanos: Jesucristo. La esclavitud y el miedo hacia Dios han desaparecido: ¡ABBA, PADRE! Es su grito.

(2) En relación a Cristo. No hay palabras que puedan exagerar la intimidad existente en la unión entre el creyente y Cristo. Él Pertenece a su Señor; tanto en la vi­­da como en la muerte, su cara está siempre mirándole, a aquel que murió por él (14:8). Se siente inseparable de Su amor (8:35). Él está en Cristo Jesús, bautizado en Él, en Su muerte – crucificado, muerto, enterrado y resucitado con Él. No es solamente el hombre Jesús, bueno, obediente, puro y verdadero hasta la muerte, sino Jesús el Eterno Hijo de Dios – Cristo a pesar de su crucifixión, Cristo porque resucitó de entre los muertos, subió al trono del Padre y vive por siempre.

"Porque el Señor es el Espíritu" (1Cor 3:17), sabido no por la carne, sino que es visible solamente por los ojos de la fe. No es tanto como el deliberado deseo de imitar o seguir a Jesús como hombre, sino fe en Él como el Hijo de Dios, es la primera exigencia, puesto que es por fe por lo que podemos seguirle, – la fe debe preceder a lo que no podemos ver. Debemos ponernos a Jesús. Sirviéndole a Él, agradamos a Dios y seremos aprobados por los hombres (15:18).

De acuerdo al apóstol, entonces la fe es el eslabón que nos une a Cristo en el eterno mundo desconocido, el principio que une nuestra vida a la Suya de manera que podamos llegar a ser uno en Él, en la misma manera que Él es uno con el Padre en su unión espiritual. La fe es nuestra respuesta al amor redentor de Dios; sin ninguna duda él da por hecho esa contestación de amor, puesto que él ya ha recibido esa muestra del poder de ese amor y en ocasiones pudo elevar su adoración a un lugar más alto que su fe y habla del amor de Dios como algo que es derramado sobre nuestros corazones. (5:5) Probablemente él ha sido inducido a creer en Jesucristo después del incidente ocurrido en su camino a Damasco antes de haber estado consciente de su apasionado amor por Él y por tanto pone énfasis en la prioridad de la fe. El le amó puesto que vio en Él al sufrido y triunfante Cristo de Dios; no fue simplemente que le amó porque creyó que Él era el Cristo. El amor sigue a la fe y cuando aquel surge ensalza a esta. Se aferra a la fe, como una viviente confianza en un Dios viviente, un descanso personal en nuestro salvador Jesucristo como una simple base de nuestro comienzo del vivir cristianos, el instrumento del progreso Cristiano. Por medio de esta conexión en la forma de vivir, el yo desaparece, el mundo retrocede y el cuerpo se sitúa en su verdadera posición como soporte y alimento de una vida superior. Como el amor, la fe toma poder de todo el hombre, transformándolo, no de una manera ciega y poco inteligente sino que confía puesto que sabe y tiene la experiencia, posee la llave de la obediencia, como y este es el poder sobre el surgimiento de las acciones morales y entonces, "todo aquello que no es de fe, es pecado" (14:28).

El Cristianismo es la vida de la fe.

(3) En relación con el espíritu. Si en su parte humana, la vida de un Cristiano está basada en la fe, en su lado divino es la vida en el Espíritu de Dios, en el Espíritu de Cristo, en el mismo Espíritu Santo quien con sabiduría habla en profecía, en escrituras y en conciencia. El Espíritu es el poder motivador de la vida del Cristiano, afinándole en sus percepciones y agudizándole sus facultades, llenándole el corazón con el amor de Dios, identificándose con el espíritu del creyente dando testimonio que él es un verdadero hijo de Dios Padre, al traer a Cristo en su alma para hacerle compañía. "Como muchos son dirigidos por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios" (8:14); "Si un hombre no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él" (8:9). Los más altos instintos del hombre pertenecen al Espíritu, y son Divinos; el reino de Dios en la tierra "no es comer y beber, sino justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo" (14:17). Las virtudes del cristiano son los frutos del Espíritu que habita en él. El trabajo de la gracia está en su incesante actividad.

(4) En relación con la sociedad. En los capítulos 12 al 15 el apóstol se abre y deja fluir del tesoro de su experiencia y reflexión, preceptos éticos y exhortaciones que se presentan como joyas en sus brillantes destellos espirituales. Cada aspecto del carácter del cristiano, cada fase de su vida en Cristo, es reflejado. En el poder del Espíritu, en la justicia que obtenida por medio de la fe, el Cristiano ha de ser modesto, humilde, sincero, paciente, alegre, comprensible, misericordioso, generoso, hospitalable... (c. 12). Recordando cómo el Señor murió por todos, él no vivirá para sí, sino que se sacrificará por los demás, se negará a sí mismo de los inocentes placeres y derechos legales antes de conducir a un hermano más débil a la tentación o de constituirse en una piedra de tropiezo en su camino (c. 14). No se dejará vencer por el pecado, ni tratará de vencer al mal con el mal. Se tragará su ira y su venganza, bendecirá a sus perseguidores y alimentará a su enemigo. (c.12). Como ciudadano, él lealmente reconocerá y obedecerá a los poderes gobernantes elegidos por la ley y por Dios que reprimen a los malvados y alientan el bien; él no les negará los impuestos, los requerimientos y el honor (13:1–7). Como miembro de la Iglesia, el cuerpo de Cristo, cumplirá su cometido diligentemente, con el ferviente deseo de servir al Señor; ejercitará sus dones espirituales y respetará los dones de los demás, tanto si son de profecía, ministerio, enseñanza, exhortación, dirección o la temporal colaboración a las necesidades de la Iglesia (12:6–8). Él ayudará a sus hermanos con todos los medios que disponga a su alcance, los amará por el amor en Jesucristo, les ayudará a sobrellevar sus tribulaciones (15:1), será lento en juzgarlos (14:10–13), vivirá en paz y armonía con ellos, evitará toda causa de tropiezo y división tanto en doctrina como en práctica (16:17).

(5) En relación con uno mismo. El Cristiano se honrará a sí mismo y se mantendrá puro. Recordando que Cristo murió por él y sus pecados, presentará su cuerpo como sacrificio vivo, santo y aceptable a Dios en servicio razonable (12:1). Él controlará su naturaleza carnal constantemente; guardará los mandamientos; firmemente cultivará el lado espiritual de su naturaleza, incluso a expensas de su cuerpo; entrará en la vida de Cristo, aborreciendo el mal y aferrándose al bien. Luchará por no parecerse al resto del mundo, sino en ser transformado por el poder renovador del Espíritu en la imagen del Hijo de Dios, probando así la bondad de Dios y Su voluntad perfecta (12:2). Como conocedor de que un día estará frente al juicio de Dios (14:10) y que se acerca la consumación del trabajo de salvación de Dios y que la noche precede al gran día aún está por llegar, pondrá el descanso lejos de él y se apartará de las obras de las tinieblas vistiéndose la armadura de luz. (13:11–14). Bajo dificultades, tendrá coraje, con la seguridad de que todo se compone para aquellos que aman y tienen fe en Dios (8:28). Él es Cristo; él tiene el Espíritu viviendo en él; él es el hijo del Padre en los cielos. Él no puede olvidar estas cosas – su vida está forjada por ellos, guiada por el Espíritu.

Resumen de la epístola

El tema de la Epístola es el sentido y poder del Evangelio: El mensaje de Dios al hombre, tanto judíos como gentiles, acerca de su salvación por medio de la fe en Jesucristo.

I. Capítulos 1 – 8. El camino divino para ser aceptado por Dios.

1:1 – 7. Después de una introducción destinada a centrar la atención y simpatía de los Cristianos de Roma, (1:1–15) el Apóstol, prepara el tema de la epístola. Es el Evangelio quien hace un trabajo de milagro moral entre los hombres al proclamar su estado de aceptación con Dios, aceptación que es ofrecida a todos como un regalo, sin espera de retribución, bajo la condición única de la fe (1:16).

1:18 – 3:20. El Apóstol muestra que todos los hombres necesitan de la salvación. Todos los hombres, tanto judíos como gentiles, han pecado ya que Dios les ha dado una ley de vida y cada uno será juzgado de acuerdo a la suya (1:18 – 2:29). A pesar de los privilegios, el judío necesita de la salvación al igual que los gentiles, tal como se demuestra en su condición moral (3:1–20).

3:21–26. La necesidad del hombre pecador se ha encontrado con el amor de Dios. Cristo derramó su sangre como una ofrenda a Dios por la redención del hombre. De ahí viene y se manifiesta el gran rechazo que Dios siente por el pecado y todos aquellos que se rinden en fe en Jesucristo son recibidos por Dios y colocados en un estado de aceptación por Él.

4:1 – 5:21. Las razones por las que el hombre debe estar contento de esta forma de salvación son estas:

(1) Está en armonía con la forma de obrar de Dios en el pasado. Toda la aceptación por parte de Dios siempre ha sido basada en la fe (4:1–25).

(2) Pone al hombre en paz, alegría y una seguridad duradera (5:1–11).

(3) Cuando pasamos a relacionarnos con Cristo, ocurre algo más que simplemente abolir los efectos malignos del pecado y la muerte que nos conducirían en nuestra antigua relación con Adán (5:12–21).

6:1 – 8:30.

El poder del evangelio. No solamente nos provee contra las consecuencias del pecado. Por su fe en Cristo el creyente es cambiado. Se convierte en una unión tan vital con Cristo en Su vida y muerte que el hombre que solía ser, muere y su corazón se une a Cristo en total plenitud de comunión con Dios (6:1–28). Ninguna otra cosa puede lograr esto. Tan pecaminosa es la naturaleza humana que hasta la ley santa solo puede enfatizar que el hombre no es más que un esclavo del pecado (7:1–23). Pero el hombre que tiene fe en Cristo es libre de la esclavitud por un poder más grande que él. El Espíritu de Cristo ha entrado en él y es el Espíritu el que vence al pecado en la carne y le convierte en hijo de Dios y heredero de Su Gloria. De esta manera en todas sus tribulaciones, el cristiano está asegurado en el divino amor de Jesucristo (8:1–39).

II. Capítulos 9 – 11. La reivindicación por medio de la aceptación del camino de Dios.

El apóstol presiente que alguien puede disentir – El Mesías y las promesas de Su reino fueron hechas por Dios a Israel. Pero Israel, en general, ha rechazado a Jesús y se ha situado fuera de Su reino. Por consiguiente, si Jesús era el Mesías, Dios ha roto su promesa a Israel; cosa que no puede ni pensarse.

Su contestación es que Dios nunca se ató a Israel como raza. Él siempre se ha reservado para Sí el derecho de elegir a algunos descendientes de Abraham para ser utilizados como Sus instrumentos de la misma manera que ha rechazado a otros (9:1–21). No obstante, Él ha sido misericordioso con Israel quienes han caído y separado a sabiendas (9:22 – 10:21). Sin embargo la caída de Israel es temporal y parcial, la desobediencia tanto de los judíos como de los gentiles fue considerada dentro del plan de Dios y finalmente Él traerá a los judíos a Su reino (11:1–36).

III. Capítulos 12 – 16. La vida práctica aceptable a Dios.

En los capítulos 12 y siguientes, el apóstol describe la vida de amor y obediencia que es el verdadero sacrificio del cristiano y la que hará aceptable el cristianismo para el pueblo de Roma y para los dirigentes del imperio.

En el capítulo 14 y siguientes él conjuga el amor y la tolerancia entre los judíos y los gentiles que conformaban la iglesia de Roma (14:1 – 15:13). Espera visitar Roma después de la visita que haría a Jerusalén la que él hace en conformidad por la unidad (15:14–29), por la que él solicita sus oraciones (15:30–33).

Capítulo 16. En medio de sus despedidas finales, surge una advertencia (16:17–20) contra los maestros hostiles, probablemente judíos, que él espera que estén o eventualmente aparezcan en Roma.

PARAFRASEANDO LA EPíSTOLA

CAPITULO I

EL PODER DEL EVANGELIO Y LAS NECESIDADES DE ESTE MUNDO. LA CULPABILIDAD DE LOS INFIELES.

En su saludo, el apóstol enfatiza su comisión y la grandeza de la persona a quien sirve y el cual es el centro del mensaje. (1 – 7). Después de expresar su deseo de visitar a los romanos (8 – 15), él declara el propósito de su epístola: la aceptación de Dios por medio de la fe en Jesucristo (16 – 17) y se prepara a desarrollarlo mostrando que nadie ha sido capaz de lograr por sus propios medios la aceptación de Dios. Comienza haciéndolo probando esto en los gentiles (18 – 30).

1 – 7 El saludo

Parafraseado (1)Yo, Pablo, el que escribe, soy un esclavo de Cristo, separado por Dios como apóstol para proclamar el mensaje de las buenas nuevas (2) que fueron prometidas por Sus profetas. (3) El tema de este mensaje es Su Hijo, del linaje de David por parte de su descendencia humana, (4) pero, refiriéndonos a su parte espiritual, (declarado) mostró ser el Hijo de Dios por el poder divino ejercitado sobre Él en la resurrección. (5) Y puesto que por Cristo fui acogido en la gracia de Dios, y comisionado para ser el apóstol de los gentiles (6) y como vosotros, en Roma, sois gentiles; (7) es por esto por lo que os escribo, orando para que Dios os otorgue sus bendiciones.

Comentarios.

I. Sirviente.

Un título utilizado en el Antiguo Testamento para aquellos que se dedicaban a un trabajo especial por Dios; comparar con Josué 24:29, Jeremías 7:25; Daniel 9:11; Zacarías 3:8. El apóstol está reclamando para sí un puesto similar en el Nuevo Testamento.

Sirviente de Jesucristo. Comparar con la expresión del Antiguo Testamento de "sirviente de Dios"; una de los muchos testimonios del apóstol de su creencia en la divinidad de Cristo; compare 9:5 con 10:2.

Llamado. Es decir, elegido por Cristo. Él toma gran cuidado en enfatizar esto debido a que un grupo de judíos cristianos, opuestos a la doctrina de la salvación por medio de la fe y predicadores de que la circuncisión era un mandamiento perpetuo, negaban su apostolado. Comparar con 1 Corintios 9:1 y Gálatas 1:1.

Separado. Comparar con Hechos 13:2 y Gálatas 1:15.

3. David. Cumpliendo así las profecías, tales como las de Isaías 11:1 y las expectativas de los judíos (comparar con Marcos 12:35 y Juan 7:42) de que el Mesías sería del linaje de David. Comparar con Mateo 1:1 –17 y Lucas 3:23–32.

4. Gracia. En el libro de los Hechos y en las Epístolas, esta palabra generalmente significa, en primer lugar, el inmerecido favor de Dios mostrado en el perdón y nuestra salvación, tal como podemos ver en 3:24 y en Efesios 1:7, en contraposición a una deuda contraída por un trabajo...

Romanos 11

6 Y si por gracia, luego no por las obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por las obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.

Efesios 2

8 Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios:

... o por la ley

Gálatas 2

21 No desecho la gracia de Dios: porque si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

En segundo lugar, en el llamado a los gentiles

Efesios 3

2 Si es que habéis oído la dispensación de la gracia de Dios que me ha sido dada para con vosotros, (los gentiles)

En tercer lugar, en los dones especiales del llamado y en preparación para la obra del cristiano.

Romanos 12

6 De manera que, teniendo diferentes dones según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme á la medida de la fe;

Romanos 15

15 Mas os he escrito, hermanos, en parte resueltamente, como amonestádoos por la gracia que de Dios me es dada,

I Corintios 3

10 Conforme á la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima: empero cada uno vea cómo sobreedifica.

Gálatas 2

9 Y como vieron la gracia que me era dada, Jacobo y Cefas y Juan, que parecían ser las columnas, nos dieron las diestras de compañía á mí y á Bernabé, para que nosotros fuésemos á los Gentiles, y ellos á la circuncisión.

Efesios 4

7 Empero á cada uno de nosotros es dada la gracia conforme á la medida del don de Cristo.

8 – 15 DESEO DEL APÓSTOL DE VISITAR ROMA

Parafraseando. (8) Doy gracias a Dios porque vuestra fe es de todos conocida (9) y constantemente oro por vosotros (10) pidiéndole que pronto me permita ir a veros. (11)Para poder compartir con vosotros y entregaros algún don espiritual que os beneficie, (12) de hecho, para ambos, vosotros y yo, nos podamos beneficiar recíprocamente con la fe de cada uno. (13) Con frecuencia he planeado ir a visitaros, pero hasta ahora por unas cosas u otras no me ha sido posible hacerlo y poder obtener frutos como los he obtenido de otros gentiles (14) sin importar quienes fueran y a los que todos me debo. (15) Así pues, por lo que a mí respecta, estoy listo para ir a predicaros el evangelio.

9. Sirvo. La palabra griega utilizada significa "adoración a Dios por el pueblo o el sacerdote". La forma en que el apóstol llevaba a cabo su trabajo de predicación era un servicio de sacerdocio en el que él se ofrecía a los gentiles como un sacrificio a Dios.

10. Un próspero viaje. Él sabía que su viaje no iba a ser fácil, pero lo que no suponía es que su visita a Roma sería como prisionero.

Hechos 27

24 Diciendo: Pablo, no temas; es menester que seas presentado delante de César; y he aquí, Dios te ha dado todos los que navegan contigo.

11. Don Espiritual. El término es utilizado algunas veces como un atributo especial que acompañaba a los que recibían el Espíritu Santo.

I Corintios 12

7 Empero á cada uno le es dada manifestación del Espíritu para provecho.

8 Porque á la verdad, á éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; á otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;

9 A otro, fe por el mismo Espíritu, y á otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu;

10 A otro, operaciones de milagros, y á otro, profecía; y á otro, discreción de espíritus; y á otro, géneros de lenguas; y á otro, interpretación de lenguas.

Pero el significado que se le da en este verso es el que el apóstol espera que los romanos crezcan en fe y amor por medio de sus enseñanzas e influencia.

12. En este versículo el apóstol no trata de mostrar superioridad.

Mateo 23

11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo.

14. Griegos. Los cristianos de Roma hablaron griego por 250 años. Para el griego y el romano, el resto del mundo eran "bárbaros".

16 – 17 EL PUNTO PRINCIPAL DE LA ESPISTOLA. – LA JUSTICIA POR LA FE.

Parafraseando.

(16) No tengo vergüenza predicar el mensaje de Cristo ni siquiera en la gran Roma, pues es el poder divino por el que Dios trae la salvación a todos aquellos que tienen fe en Cristo. (17) Pues en ello se revela que Dios acepta al hombre como justo solamente bajo la condición de la fe, tal como es mostrado en el Antiguo Testamento.

17- La justicia de Dios. Un estado de justificación o de aceptación por parte de Dios, el cual no puede ser obtenido solamente por medio del hombre, sino que Dios le imparte por medio de Su gracia. Por fe y para la fe. Esta expresión circular la da el apóstol para indicar que solamente Dios la da a los que tienen fe y el resultado es un fortalecimiento mayor de la fe. "El justo por la fe vivirá" el apóstol toma esta frase de Habacuc 2:4 quién se estaba refiriendo a la preservación de las calamidades de la invasión Caldea. El principio que el apóstol nos quiere dar es que es la fe lo único nuestro que puede ganar la aprobación de Dios.

18 – 32. Brevemente, el apóstol ya ha mencionado la oferta de justificación hecha por Dios en el mensaje cristiano. Ahora procede a mostrar que todos los hombres han fallado en su intento de lograr, por otros medios, la aceptación divina. En primer lugar habla de los gentiles. Ellos se encuentran bajo la ira divina por sus injusticias. Ellos pueden haber tenido el conocimiento de Dios, pero han optado por la idolatría y como consecuencia se han hundido en la corrupción moral.

Parafraseando. (18) Es evidente este método de salvación si consideramos que la humanidad siempre ha suprimido la verdad y se ha entregado a la maldad. Puesto que en él se revela la ira y no la justicia. (19) Es evidente que han cono­cido a Dios puesto que lo que saben solo Él se lo puede ha­ber revelado (20) puesto que Su poder y divinidad están tan claramente impresos en todo lo visible de la creación que no pueden clamar ignorancia. (21) Ellos han tenido la reve­lación de Dios, pero en lugar de adorarle, se han envuelto en un sin fin de inútiles especulaciones acerca de Su natura­leza que han perdido el sentido de lo bueno y lo justo. (22) Sus rebuscadas concepciones les han arrastrado a una ne­cedad idólatra (23) que llegan a considerar cualquier ima­gen, sea de hombre o animal, como si fuera la apropiada re­presentación de la majestad de Dios. (24 – 27) Por tanto Dios los entregó a la degradación que trae como conse­cuencia su apostasía. (28 – 31) Su rechazo a la verdadera idea de Dios les ha precipitado a la depravación de todo tipo de pecado. (32) Tan grande es su maldad que a pesar de que son conocedores de la maldad de todos y cada uno de sus pecados, no solamente los comenten sino que permiten que otros los cometan igual.

CAPITULO II

EL FALLO DE LOS JUDIOS

En capítulo I el apóstol muestra cómo los gentiles se encontraban bajo el juicio de Dios por cuenta de sus pecados. Ahora se vuelve hacia los judíos. En primer lugar afirma que el juicio de Dios caerá sobre todos los pecadores, cada hombre será juzgado de acuerdo a sus obras. El privilegio y el conocimiento de los judíos solamente agravan la pena, por su clara desobediencia; la circuncisión no les protegerá pues Dios mira a la vida y al corazón del hombre.

1 – 11. El judío estará de acuerdo en condenar los pecados mencionados en el capítulo primero, pero él, no obstante, no está sin falta de pecado y por tanto deberá ser juzgado por sus obras, al igual que los gentiles, tanto si son buenos como si son malos.

Nota. No existe aquí una contradicción con la doctrina de la justificación por la fe, puesto que el apóstol está hablando

1. De hombres apartados del Evangelio

2. "La fe se encuentra en todo hombre en un estado rudimentario en cualquier acto de avance o aspiración que el hombre tiene" (Hort).

3. Las buenas obras son los frutos y evidencia de la fe.

Parafraseando. (1) Quizá condenes a tales pecadores. Pero al hacerlo te estás condenando a ti mismo, puesto que también eres culpable. (2) Sabemos que el juicio de Dios para con todos los que hacen el mal es imparcial. (3) ¿Acaso piensas que eres tú diferente a ellos y por ello exento de juicio? (4) o ¿crees que Dios es demasiado bueno para castigarte y no entiendes que esa misma bondad le obliga a Él a juzgarte para que surja en ti el arrepentimiento? (5) pues viendo que no te arrepientes, diariamente incurres en un mas severo juicio. (6) Pues Dios juzgará a cada hombre por sus obras. (7 – 10) tanto si es judío como si es gentil, dando la vida eterna a aquellos que obran el bien y su ira caerá sobre todos aquellos que persistan en el pecado; (11) pues el juicio de Dios es imparcial.

12 – 16. Todos los hombres se encuentran bajo algún tipo de ley, tanto si es revelada como si es a la luz de lo natural; y bajo cada una de esas leyes que el hombre viva, este será juzgado.

Parafraseando.-

(12) Digo que Dios es imparcial puesto que Él castigará a cada hombre que peque contra la ley, en el caso de los gentiles, será la ley de la conciencia, o en el caso de los judíos, la ley revelada. (13) Y esto no es porque el hombre tiene una ley, sino porque guarda y hace todo lo que ha de ser justificado. (14) Esto aplica a ambo, judíos y gentiles. Puesto que los gentiles llevan consigo una ley natural, como se muestra en sus buenas obras, (15) que da testimonio de un sentido y conocimiento de los que está bien y lo que está mal; en su conciencia se muestra igual de esa manera; y eso demuestra el hecho de que entre ellos se aprueben o desaprueben sus acciones. (16) Por esta ley serán juzgados.

12. Sin ley. El apóstol se está refiriendo a la ley revelada, la ley de Moisés.

15. Conciencia. Es la facultad mediante la cual nosotros meditamos sobre el carácter de nuestras acciones.

Esta podrá mostrarse de una manera más o menos clara, como podemos apreciar en...

I Corintios 8

7 Mas no en todos hay esta ciencia: porque algunos con conciencia del ídolo hasta aquí, comen como sacrificado á ídolos; y su conciencia, siendo flaca, es contami­nada.

8 Si bien la vianda no nos hace más aceptos á Dios: porque ni que comamos, seremos más ricos; ni que no comamos, seremos más pobres.

9 Mas mirad que esta vuestra libertad no sea tropezadero á los que son flacos.

10 Porque si te ve alguno, á ti que tienes ciencia, que estás sentado á la mesa en el lugar de los ídolos, ¿la conciencia de aquel que es flaco, no será adelantada á comer de lo sacrificado á los ídolos?

O puede estar corrupta por medio del pecado...

Tito 1

15 Todas las cosas son limpias á los limpios; mas á los contaminados é infieles nada es limpio: antes su alma y conciencia están contaminadas.

O no existir en absoluto...

Mateo 6

23 Mas si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Así que, si la lumbre que en ti hay son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?

Por tanto el que un hombre apele a su conciencia no tiene valor alguno a no ser que se haya tomado el trabajo de mantenerla pura.

17 – 24. En primer lugar, aquí se dirige a los judíos. Ellos descansan en el favor de Dios y en su conocimiento de la Su voluntad. No obstante su maldad era de todos conocida. (El apóstol habla en general y por supuesto habrá importantes excepciones).

Parafraseando. (17) Ahora me dirijo al judío, orgulloso de su superioridad religiosa, (18) y del conocimiento de la voluntad de Dios y de los grandes ideales de conducta que se derivan de la Ley de Moisés, (19 – 20) pensando que ellos están en la luz y el resto del mundo en las tinieblas. (21 – 23) ¡Qué vergonzoso es ver que su conducta es totalmente contraria a lo que profesan (24) y que trae tal deshonor sobre el nombre de Dios entre los paganos!

25 – 29. El judío pensaba que por haber sido circuncidado, es decir, pertenecer al grupo del pueblo elegido, estaban convencidos del favor de Dios. Pero la circuncisión im­plicaba una vida de entrega y sumisión, que es la única for­ma aceptable para Dios.

Parafraseando. (25) Tú confías en al circuncisión e indu­dablemente es bueno el ser judío; pero si desobedeces a la ley de Dios, no eres mejor que los paganos incircuncisos, (26) pues en tanto que un pagano, de acuerdo a su enten­dimiento hace aquello de lo que tu ley dice, es aceptado por Dios aunque sea incircunciso, (27) y estará en una posición superior a ti, viendo que, a pesar de todas tus ventajas, tu rompes la ley. (28) Pues el verdadero pueblo de Dios son aquellos que hacen lo que Él quiere, no por raza o profesión solamente, (29) sino por obediencia del corazón y el comportamiento en sus vidas. Ellos no serán llamados judíos, pero sí serán ensalzados por Dios.

CAPITULO III

LA NUEVA FORMA DE ACEPTACION DE DIOS

En los capítulos 1 y 2 el apóstol ha mostrado que ambos, los judíos y los gentiles han pecado deliberadamente y por tanto se encuentran bajo la condenación de Dios. Ahora em­pieza a argumentar acerca de las objeciones judías acerca del evangelio que, sin lugar a dudas, él había escuchado en las sinagogas (v. 8). Regresando al tema principal, sitúa al judío en su verdadero lugar, dentro de las Escrituras y concluye diciendo que todo el mundo se encuentra bajo el juicio de Dios (v 9 – 20).

Habiéndonos mostrado de esta manera que el hombre es pecaminoso y está perdido, él ahora comienza a presentar el evangelio. Dios ha provisto de un medio mediante el cual la aceptación, partiendo del amor de Dios y asegurado por el trabajo redentor de Cristo, se les garantiza a toda aquella persona que tenga fe en Cristo. De esta manera la aceptación depende de la fe, no de los méritos humanos y además está abierta y al alcance de todos. A la vez, la fe, conduce a la verdadera obediencia.

1 – 8. Contestando a las objeciones judías.

Parafraseando. (1) Tu puedes decir si solamente son pueblo de Dios aquellos que lo son interior y espiritualmente, ¿qué ventaja tiene el ser judío? (2) Y mi contestación es: Mucha. En primer lugar porque la Palabra de Dios con sus preciosas promesas fue confiada a ellos. (3) Y puesto que es así, ¿acaso Dios romperá su promesa porque algunos han demostrado su deseo de rechazar a Cristo? (4) ¡Imposible! Todo podrá estar equivocado pero la verdad se encuentra en Dios, Sus promesas serán justificadas y su conducta demostrada. (5) Tu podrás decir: Si esto es así, nuestro pecado de rechazar a Cristo ha hecho clara la fidelidad de Dios ante Su promesas y será injusto para Él castigarnos (hablando en términos humanos). (6) Y yo les contesto: ¡Horrible! En vuestro argumento ningún pecado será castigado. (7) Pero si dices: Esto es un caso excepcional. Mi pecado ha glorificado a Dios mostrándome como Él guarda Su palabra: (8) ¿por qué no puedo ser aceptado por Él junto con otros cristianos que dicen, como yo digo, hagamos el mal para que el bien venga? Yo solo puedo contestar: Este principio ha de ser condenado e imputado a nosotros como mentira.

9 – 20. Las escrituras judías testifican el pecado de los judíos.

Parafraseando. (9) ¿Qué viene luego? Nosotros los judíos tenemos ventaja sobre los gentiles ¿pero acaso somos mejores que ellos? ¡de ninguna manera! Mi acusación es para ambos, los judíos y los gentiles puesto que ambos se encuentran bajo el poder del pecado. (10 – 18) La Escritura hace el mismo cargo y tanto el salmista como los profetas hablan de la corrupción mundial. (19) Estos pasajes excluyen autojustificación por parte de los judíos y prueba la culpabilidad de la humanidad frente a Dios. (20) Esto ha de ser siempre así; el hombre débil y pecador nunca podrá obtener la aceptación de Dios por medio de la obediencia a la ley; y una ley que nunca es cumplida tampoco puede asegurarnos la justificación y lo único que puede hacer es demostrar nuestra culpabilidad como pecadores.

21 – 26. La forma de ser aceptados, de acuerdo al mensaje cristiano, es totalmente independiente de la ley, puesto que es un regalo de Dios por medio de nuestra fe en Cristo y que fue hecha posible por medio de la muerte redentora de Cristo.

Parafraseando. (21) Hemos visto que nadie puede obtener la aceptación de Dios por medio de la obediencia a la ley, puesto que nadie lo ha logrado. Ahora se nos ha revelado una forma de ser aceptados por Él y que no tiene nada que ver con la ley, de la que dan testimonio la Ley y los Profetas. (22) Dios acepta, sin distinción, a todos aquellos que han dedicado su corazón a Jesucristo. (23) Repito, todos, y ese deseo es universal. Puesto que todos han pecado y se han alejado de Dios. (24) Pero el favor dado por la gracia de Dios es tal, que Él acepta a todos sin méritos ni reproches, perdonando nuestros pecados y levantándonos la deuda de pago contraída por ellos, al aceptar como retribución el trabajo de salvación de Cristo, gracia que recibimos al estar unidos a Él. (25) Puesto que en la cruz Él ofreció Su vida, para volver al favor de Dios a todos aquellos que, por medio de la fe, participan en esta ofrenda. Y en el horrendo espectáculo Dios manifiesta su justo desprecio hacia el pecado, prohibiéndonos que le impute­mos indiferencia ante los pecados cometidos antes de la venida de Cristo, exigiendo el castigo adecuado por todos ellos. (26) Y digo yo que en la muerte de Cristo Él muestra Su juicio contra el pecado para que ahora la perfecta santidad de Su carácter es restablecida y Él pueda aceptar a todos aquellos que tienen fe en Jesús.

27 – 31. Y como la salvación es por medio de la fe, implica automáticamente que no se puede hacer reclamo alguno basado en lo méritos humanos, tanto para los judíos como para los gentiles, y de esta manera la ley al fin la ley es cumplida.

Parafraseando. (27) Entonces está muy claro que el camino de salvación por medio de la fe, mostrado en el evangelio no permite lugar alguno para privilegios ni méritos (28) pues el hombre es aceptado por su confianza en su Salvador y no en sí mismo. (29) El evangelio deja también muy claro que tanto el judío como el gentil se encuentran, ante Dios, en la misma posición, (30) pues solamente hay un Dios para todos y Él acepta a todos los hombres bajo los mismos términos, es decir por su fe. (31) Al llegar a este punto algunos podrán decir que al predicar la salvación por medio de la fe, estamos aboliendo la ley. Y yo les digo: todo lo contrario. Puesto que afirmamos que la voluntad de Dios ha de ser llevada a cabo en bases más firmes.

CAPITULO IV

LA ACEPTACION POR MEDIO DE LA FE ENSOMBRECE LA ANTIGUA DISPENSACION

En el capítulo 3 versículo 24, el apóstol se prepara para lanzar la gran verdad de la aceptación por medio de la fe. Los judíos podrían objetar que eso era algo nuevo y por tanto no verdadero. Pero el apóstol, adelantándose a ellos, les dice que tanto en la ley como en la fe, los principios morales y religiosos son los mismos, y que se desarrollan más completamente y pueden cumplirse mucho mejor por medio de la fe.

Ahora se vuelve al pasado y les muestra que la aceptación por medio de la fe no es una idea nueva. Abraham fue aceptado por fe y no por obras ni por obedecer la ley. La historia muestra la naturaleza de la fe que es aceptada por Dios, en nuestro caso, es igual que la de Abraham.

1 – 8. Por fe fue aceptado Abraham.

Parafraseando. (1) Tomemos por ejemplo el caso de Abraham. Sus descendientes deberán estar prestos a aceptar el peso de la evidencia, mostrando que la aceptación por medio de la fe no es un caso nuevo. (2) Si hubiera sido aceptado por sus obras, él hubiera tenido algo de qué orgullecerse ante los humanos. Y, en efecto, nosotros le honramos con razón. Mas, sin embargo, el no podía haber reclamado mérito alguno ante Dios. (3) Puesto que la Escritura dice que fue por cuenta de su fe el que le fuera contado por justicia. (4) No encontramos ninguna referencia a premio otorgado a sus obras. No hay favor alguno en pagar lo que se debe. (5) Esa expresión "le fue contado por justicia" es solamente utilizada con aquel que no reclama por el trabajo hecho, sino por su fe en Dios. (6 – 8) Tomemos nota también del rey David cuando define la felicidad del hombre y él mismo, habiendo cometido grandes pecados, simplemente porque Dios le perdonó, le fue contado por justicia.

Abraham. Ver Santiago 2:23 quien también se refiere a Génesis 15:6 y ver y estudiar la diferencia del planteamiento.

9 – 12. Las bendiciones no solamente dependen de la circuncisión, lo que solamente significa admitir pertenecer al pacto que Dios hizo con los judíos y sobre el que ellos le dan gran importancia.

Parafraseando. (9) De nuevo diremos que las bendiciones son independientes de la circuncisión. (10) Puesto que en el tiempo en que la fe de Abraham le fue contado por justicia, él no estaba circuncidado (11) Su circuncisión no fue más que una muestra o señal con la que Dios selló la aceptación de él como un hombre creyente. En consecuencia, todos los gentiles que creen son sus hijos espirituales y les será reconocida su justicia. (12) Y aquellos judíos que son sus hijos, no lo son por ser circuncisos, sino porque creyeron como él creyó.

13 – 17. La promesa fue independiente de cualquier sistema legal.

Parafraseando. (13) Por tanto, la promesa hecha a Abraham y toda su descendencia no venía como consecuencia por su obediencia a la ley. (14) Puesto que si la herencia fuera para aquellos que cumplen la ley, entonces la fe no tenía valor alguno y la promesa ya no sería válida. (15) Puesto que los efectos de la ley, que revela los requerimientos de un Dios justo, es el traer al hombre, no a sus bendiciones, sino a tener conciencia del pecado y esperar en él la ira de Dios; ya que la trasgresión no puede existir sin haber sido rota alguna ley. (16) Por tanto la aceptación tenía que ser hecha por la fe, que procede de la abundante gracia de Dios y no por nuestros propios méritos para que todos los descendientes de Abraham puedan estar seguros de recibir la promesa. Y por sus descendiente yo me estoy refiriendo, no a los judíos solamente, sino a todos aquellos que tienen la misma fe que el tuvo. (17) Pues a pesar de su avanzada edad, creyó plenamente en la promesa hecha por Dios sobre su descendencia y es por esto por lo que Dios le hizo, en ese momento, padre de todos aquellos que creen en Jesucristo.

18 – 22. La fe en Dios de Abraham fue tan inconmovible, que le fue contado por justicia.

Parafraseando. (18) La confianza en la fe, cuando era contrario a cualquier probabilidad humana el cumplimiento de la promesa de tener un hijo, hizo precisamente que la promesa se cumpliera (19) No le falló la fe ante la aparente imposibilidad (20) pues poniendo sus ojos en la promesa de Dios, recibió su juventud, demostrando con ello el poder de Dios y Su verdad (21) de una manera total y absoluta. (22) Y puesto que su fe era inamovible Dios lo aceptó como si fuera en justicia.

23 – 25. La fe de Abraham es un ejemplo para la nuestra.

Parafraseando. (23) Así pues, la historia de la justificación de Abraham nos enseña el principio sobre la forma de proceder de Dios. (24) Pues en la misma forma que Abraham confió en Dios, trayendo a Isaac de entre los muertos, si fuera necesario, para cumplir Su promesa, a nosotros también, si creemos en Él, quien levantó a Jesús de entre los muertos para cumplir Su propósito, nuestra fe será aceptada. (25) Puesto que Cristo, quien murió por nuestras ofensas, fue resucitado para poder lograr nuestra aceptación.

CAPITULO V

LA SALVACION DE DIOS Y EL RESULTADO DE SU ACEPTACION

El apóstol completa su exposición de aceptación divina por medio de la fe señalando sus efectos benditos. A continuación él compara el pecado y aceptación, pues como ha demostrado que todos los hombres han pecado, ahora muestra como la aceptación está abierta a todos y declara la causa de su universalidad. El pecado es universal puesto que todos descendemos de Adán. Pero contrario a Adán, Cristo ha entrado en nuestra raza como una nueva cabeza; y partiendo de Él parte la vida y la justicia, que es lo único que puede vencer al pecado y la muerte.

1 – 11. La aceptación nos trae una triunfante esperanza y gloria, las cuales son garantizadas por el amor de Dios.

Parafraseando. (1) Benditos efectos siguen a la aceptación, y debemos darnos cuenta de ellos. Tal como es la reconci­liación con Dios (2) y la admisión de Su gracioso favor que nos trae una esperanza de triunfo en la gloria futura. (3) Más allá de esto, también debemos triunfar sobre las tribulaciones, puesto que ello nos ayuda en el perfecciona­miento de nuestro carácter (4) dotándonos de una mayor paciencia y esperanza en la gloria futura (5) y esta expectación se confirma por el sentido del amor de Dios que nos implanta el Espíritu Santo. (6) Estamos acertados en confiar totalmente en tal amor revelado por Dios en la muerte de Jesucristo. (7) Es probable que alguien muera por otro y lo es más cuando ese otro es bueno. (8) Pero este no es el caso de Cristo, puesto que Él murió por nosotros malos y pecadores, demostrando con ello el amor de Dios. (9) En vista de esto, tenemos que confiar en Él para ser salvos al final (10) Puesto que si Dios es capaz de sacrificar a Su Hijo por Sus enemigos, con toda seguridad salvará a Sus amigos. (11) Y por tanto, reconciliados con Él somos continuamente triunfantes y nos gloriamos en Jesucristo, quién con su muerte, fue responsable de nuestra recon­ciliación.

12 –14. Así pues Cristo es la cabeza y representante de la humanidad y de Él obtenemos la aceptación y la vida en la misma manera que el Antiguo Testamento nos muestra que obtuvimos de Adán la muerte y el pecado.

Parafraseando. (12) Así pues existen dos cabezas de donde se originan la herencia del ser humano, de Adán heredamos la herencia pecaminosa, que se pone en manifiesto hasta llegar a la muerte. (13) Pues cuando no existe la ley, no puede haber castigo, pero también tenemos que darnos cuenta que antes de que la ley viniera (14) la muerte era universal y a pesar del hombre no haber roto algún mandamiento específico, todos morían. Por tanto el pecado y la muerte provienen de Adán; y en este respecto, Cristo, de quién, por medio de la unión con Él, obtenemos la justificación y la vida, se constituye en su contraparte.

15 – 21. Pero nuestra herencia de Cristo hace mucho más que reparar la ruina que constituyó la caída del hombre.

Parafraseando. (15) Pero la herencia de Adán y de Cristo difieren en calidad y cantidad. Puesto que si la caída de Adán fue tan poderosa como para echar a perder el favor de Dios, cuando lo vemos a través de Jesucristo tiene mucho más poder para el bien. (16) Una vez más quiero decir que el pecado es tan terrible que uno solo de ellos trajo consigo la condenación del hombre. Pero el favor de Dios es mucho mayor, puesto que ofrece el perdón a todos los pecados. (17) Tan grande es, que en la manera que sabemos que el pecado de Adán trajo la muerte, es mucho más fácil de comprender que aquellos que con agrado reciben la bondad de Dios, obtendrán la gloria y la vida por medio de Cristo. (18) En suma, un pecado trajo condenación a todos, pero sobre todo esto, un veredicto de perdón ha puesto la aceptación y la vida al alcance de todos. (19) Puesto que la obediencia a la segunda cabeza de la humanidad invierte el efecto causado por la desobediencia de la primera. (20) La ley tiene su lugar determinado: se hizo para que el pecado inconsciente de la humanidad se convirtiera en clara y fragante trasgresión, para que el hombre pueda aprender cuán lejos se encuentra de llegar a hacer la voluntad de Dios. Pero el favor de Dios fue tan grandioso que llegó a abrumar a tan enorme cantidad de pecados, (21) para que mediante el poder de su favor de gracia, pueda prevalecer sobre el pecado y traer al hombre, por medio del trabajo de Cristo, a la aceptación y a la vida eterna.

CAPITULOS 6 – 8

El apóstol ha terminado su exposición acerca de la justificación del hombre (3:19 – 5:21), ahora se prepara para describir la santificación. En otras palabras, una vez que ha mostrado cómo el creyente ha sido salvado del remordimiento del pecado, pasa ahora a demostrar como es, de la misma manera, liberado de su poder.

En el capítulo 6 muestra al cristiano viviendo en unión con el Cristo resucitado por medio del poder de la fe.

El séptimo describe el fracaso total que el hombre experimenta si vive una vida alejada de Cristo.

El octavo, muestra a Cristo habitando en el cristiano por medio del poder del Espíritu Santo.

CAPITULO VI

LA NUEVA VIDA EN UNION CON CRISTO

Comienza repitiendo una objeción que probablemente habrá escuchado frecuentemente de sus adversarios judíos, y que es sugerida en 5:20 cuando dice "pero la ley se introdujo para que el pecado abundase". La objeción se manifiesta de dos maneras: en el versículo primero dice "¿qué pues diremos? ¿Perseveremos en el pecado para que la gracia abunde?" la segunda la encontramos en el versículo 15 "¿qué pues? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? De ninguna manera".

El apóstol no solamente contesta a sus oponentes, sino que demuestra estar más interesado en traer a sus lectores hacia una vida de santidad. Contrapone a la objeción el hecho de la unión del creyente a Cristo. Fe en Cristo significa una devoción hacia la persona de Cristo. El cristiano está tan unido a Cristo que está, con Él, muerto al pecado y resucitado con Él a un nuevo estado en el que el pecado no tiene cabida ni lugar. El apóstol entonces presenta la misma verdad en una manera más fácil de entender. Viniendo a Cristo, el cristiano ha experimentado un cambio de servicio: él está libre de pecado y sumiso a servir en justicia.

1 – 14. Se dice que "justificado por la fe" se incita al hombre a pecar, ya que cuanto mayor es el pecado, mayor ha de ser la oportunidad para manifestarse el perdón de Dios cuando por su amor perdone a los pecadores. (2) Pero nuestro bautismo implicó el deshacernos de nuestra antigua vida de pecado que puede ser comparado al estar muertos a él. Por tanto el decir que un cristiano puede vivir en el pecado es una contradicción. (3) Pues nuestro bautismo significa una identificación de nuestro corazón y nuestra voluntad con Cristo, lo que trae como consecuencia a una verdadera unión con Él, de tal manera que, cuando observamos Su muerte como la base de nuestra aceptación, también nos identificamos con contraponemos al pecado del mundo que fue el responsable de Su crucifixión. Siendo esta la etapa necesaria para que entrásemos en una vida nueva. (4) Por tanto la inmersión bajo las aguas del bautismo significa la muerte y entierro con Cristo de la vida de pecado de este mundo. Pero no es solamente Su muerte la que hacemos nuestra. Sino que al emerger del agua, de la misma manera que Él salió de su tumba, estamos comenzando una nueva vida en una nueva condición animada, alimentada y fortalecida por Su muerte que es la nuestra. (5) Y esta consecuencia es necesaria, puesto que si fuimos unidos a Él en la muerte, tenemos de la misma manera estar unidos a Él en la nueva vida, moral y espiritualmente ahora y físicamente más tarde. (6) No os engañéis, con Su muerte, Cristo selló finalmente su perpetuo odio y rechazo al pecado y mostró a sus seguidores que obligatoriamente ellos tienen que hacer lo mismo. Por tanto nosotros, siendo del mismo pensar que Él, por medio de nuestra fe en Él, también repudiamos el pecado en el momento de nuestro bautismo, sacrificando y enterrando nuestra antigua y pecaminosa personalidad. En consecuencia, nos damos cuenta que de una vez por todas se dio termino a vivir una vida controlada por el pecado, reinando sobre nuestra naturaleza terrenal. (7) de la misma manera que la autoridad del amo cesa sobre el esclavo muerto. (8) Así continúa la vida con Cristo, (9) porque somos uno en Él, y Él vive una vida en la que la muerte no puede existir. (10) Esto es cierto puesto que cuando murió terminó para Él el estado terrenal en el que la muerte es recuerdo del pecado, y Su vida ahora es de una constante e inseparable comunión con Dios. (11) Así pues, ahora, veos a vosotros mismos como muertos respecto al pecado, pero vivos ante el amor y la presencia de Dios con las consecuentes bendiciones que traen vuestra unión con Cristo. (12) Por tanto, inclusive tratad a vuestros cuerpos como redimidos del pecado y no sujetos a la lujuria (13) que utilizará las partes y poderes de vuestros cuerpos para conquistaros de nuevo para el pecado. Por el contrario, dedicaros a Dios de una vez por todas, como si hubierais resucitado de entre los muertos y dejad que el poder de todas las partes de vuestro cuerpo se conviertan en armas para dar una buena pelea en el servicio de Dios. (14) No tengáis miedo a fallar. El poder que el pecado tiene sobre los que están bajo la ley, no existe en la atmósfera de vida recibida por el amor redentor de Dios en la cual vosotros habitáis.

2.- Hemos muerto. Se está refiriendo al bautismo. La carta está dirigida a adultos conversos. Su bautismo fue un acto de definitiva unión a Cristo y una total separación de la vida de pecado. A pesar de que el crucificar los deseos pecaminosos y egoístas es doloroso, el cristiano lo hace alegremente puesto que están inspirados a imitar a Cristo por la perfecta belleza y bondad de Su sacrificio. Ellos tiene Su misma forma de pensar en ellos. Esto es parte del significado interno del bautismo, es el espíritu en el que el verdadero cristiano vivirá su vida.

14. Bajo la ley. En el lenguaje del apóstol, significa el evitar el pecado por miedo a las penalidades que contrae el pecado de acuerdo a la ley quebrantada. Este principio de miedo, no es lo suficientemente fuerte para mantener al hombre en el camino del deber. Solamente la unión con Cristo puede darle al hombre el poder para vencer al pecado.

15 – 23. El cristiano debe de mirar al pecado como un amo de quien la muerte le ha liberado. Ahora es siervo de la justicia.

Parafraseando.

(15) Algunos afirman que si ya no están bajo la ley pueden vivir en el pecado (16) ¡Imposible! Una de dos, o perteneces a Dios o perteneces al pecado; no puedes pertenecer a ambos. (17) Y a pesar que en otro tiempo fuiste siervo del pecado, ahora has tomado la enseñanza cristiana como tu guía de vida (18) cambiando el servicio al pecado por el servicio a la justicia. (19) La ilustración es inadecuada, puesto que sois mejores que esclavos: sois hijos de Dios. Pero quiero que veáis y os deis cuenta que tenéis que dedicar vuestros cuerpos a la justicia y santificación tan devotamente como anteriormente lo hicisteis para la impureza y la conducta licenciosa. (20) Anteriormente solamente servíais al pecado (21) y el único premio que podías tener era la muerte eterna. (22) Ahora solamente servís a Dios, un servicio que lleva a la santificación, con la vida eterna en perspectiva. (23) No os llaméis a engaño. Aquellos que sirven al pecado, recibirán la muerte que se merecen. Pero Dios da a sus sirvientes aquellos que por ellos mismos no pueden obtener: la vida eterna unidos a nuestro Señor Jesucristo.

CAPITULO VII

LA IMPOSIBILIDAD DE SALVACION POR MEDIO DE LA LEY

1 – 6 El apóstol ha hablado de la ley en un sentido que puede ser ofensivo para muchos judíos creyentes. En esto, él demuestra que la ley es divina en su carácter y beneficiosa para su trabajo, pero inútil para liberar al hombre del poder del pecado. En verdad, si bien no es la causa, si marca la ocasión del pecado. Por esto en su primera parte del capítulo y en la afirmación del versículo 6, al decir que los cristianos no están bajo la ley, se refuerza y explica esta idea. La ley que gobierna un estado o forma de vida, no es siempre aplicable a la otra. La ley del matrimonio es un ejemplo de ello. Y el cristiano, por la muerte de su antigua personalidad, ha pasado a otro estado o forma de vida en la cual la ley no tiene fuerza ni cabida.

Parafraseando.- (1) ¿Acaso alguien duda de lo que digo sobre que el "hombre no se encuentra bajo la ley"? Permitidme recordaros que el poder de toda ley que pesa sobre el hombre termina con la muerte. Y nosotros hemos muerto con Cristo a la vieja forma de vida en la que la ley es aplicada y con Él hemos resucitado a una nueva. (2) ¿O es que acaso quieren comparar nuestra condición a la de una mujer vuelta a casar después de la muerte de su marido? Por ley, todas las ataduras que la unían al difunto se rompieron en el momento de su muerte; (3) y ahora esa ley no tiene poder para condenarla por su segunda unión, si bien lo hace mientras el segundo marido viva. (4) De la misma manera la ley que nos aplicaba a nosotros cuando estabamos unidos a nosotros mismos no tiene ahora aplicación alguna una vez que hemos sido crucificados con Cristo. Ahora estamos libres para unirnos al Cristo resucitado, para que de esta unión podamos dar los frutos para Dios nuestro único amo y señor. (6) Pero en la misma forma en que la ley ha dejado tener efecto sobre nosotros, eso no quiere decir que tengamos libertad para pecar, pues ahora servimos a Dios por un propio impulso interior en lugar de ser instruidos por la ley a hacerlo.

7 – 13. A pesar de que, para poder servir a Dios en verdad, era necesario librarnos de la ley, eso no quiere decir que la ley sea mala. Por el contrario, la ley hace el trabajo de Dios, pues detecta la maldad escondida en el alma del pecador y la expone en su verdadera forma para poder ser apreciada.

Parafraseando.-

(7) ¿Acaso podemos decir que la ley es mala? De ninguna manera: La ley saca al pecado hacia la luz. Por ejemplo, el décimo mandamiento me hace consciente del pecado de la codicia. (8)Y no solamente eso, sino que mi pecado se pone en actividad cuando existe una ley que obedecer, pues lo que antes no podíamos definir como codicia ahora, al existir la ley, nos dice lo que codicia es además de decirnos que está prohibido. Es por esto por lo que sin la ley, el pecado está oculto y aparece como no existente. (9) Eso me ocurrió a mí; mi conciencia no tenía problema alguno hasta que pude darme cuenta del mandamiento, entonces el pecado tomó vida y me di cuenta que me encontraba muerto ante Dios. (10) ¡Qué increíble la consecuencia de un mandamiento que estaba hecho para la vida y para mí, al descubrirlo, me resulto para muerte! (11) Pues fue el pecado mismo ¡no fue la ley! El que me persuadió a amar aquello que yo sabía la ley me había prohibido. Esto no es culpa del mandamiento (12) ni de la ley que demuestran que su enseñanza es justa, buena y beneficiosa para el propósito de Dios. (13) De esta manera me di cuenta de la excesiva maldad del pecado que habitaba en mí, puesto que no solamente me condujo a la muerte, sino que lo hizo previniendo al beneficioso mandamiento de tener otro efecto en mí que no fuera el de despertar mi resistencia a su cumplimiento.

14 – 25. El apóstol toma su caso como uno típico y aplicable a cualquier persona y en él muestra que la muerte espiritual se debe, no a la ley, ni por la libre elección de sí mismo que en esencia aprueba la ley, sino al mismo poder que dentro de sí tiene el pecado. Al así hacerlo, dibuja un cuadro de conflicto en el cual, él sin desearlo, hace el mal y no es capaz de hacer el bien que él desea. Su personalidad está compuesta de dos partes: "carnal" – el hombre de naturaleza animal – y la "mente" – u hombre interior – la parte que piensa y razona. La "mente" reverencia la ley de Dios pero generalmente es conquistada por la "carne" que es dominada por el pecado. Él necesita alguien que le libere.

Describe su presente estado como aquel que despierta para aclamar la ley de Dios y odiar al pecado, pero que no se encuentra bajo el poder del Espíritu de Cristo. Es probable que esta descripción explica la experiencia del apóstol en la que por cierto tiempo vivió, antes de su conversión.

Parafraseando.

(14) La ley es aceptada por la naturaleza espiritual del hombre y es por esto por lo que no puedo guardarla, puesto que la naturaleza carnal, que es dominada por el pecado, es la que predomina en mí. (15) Soy como el esclavo que trabaja haciendo los deseos de su amo, per sin compartirlos. No hago lo que quiero hacer sino lo que odio hacer, (16) y con ello hasta reconozco la excelencia moral de la ley cuando la quebranto. (17) Como consecuencia, el pecado que habita en mí es el verdadero responsable de las cosas malas que hago. (18) Pues sé que nada bueno habita en mi naturaleza carnal, porque el bien que deseo hacer no lo hago (19) y por el contrario, siempre termino haciendo el mal que no quiero hacer. (20) Y es por esto, por lo que concluyo de que si hago algo en contra de mi voluntad alguien debe conducirme a hacerlo y ese alguien es el pecado que habita en mi. (21) Por tanto no soy libre. Puesto que a pesar de querer hacer el bien, el pecado por otro lado me dice "no puedes hacer el bien, tienes que hacer el mal" y me siento obligado a obedecer. (22) Mi razonamiento y mi conciencia, se deleitan en la ley de Dios (23) pero la ley del pecado que gobierna mi cuerpo lucha contra los dictados de mi razón y mi conciencia y me quita mi libertad. (24) Necesito alguien que me libere del reino que el pecado hace de mi cuerpo (25) y ese solamente puede ser Cristo por el que doy gracias a Dios, mientras yo, dividido en dos, sirvo a la ley de Dios con mi razón y mi conciencia y por otro lado sirvo a la ley del pecado en mi naturaleza humana.

CAPITULO VIII

LA NUEVA VIDA EN CRISTO EN RELACION A DIOS Y AL ESPIRITU

En el capítulo 5 el apóstol nos mostró cómo la condenación por la penalidad del pecado había sido substituida por la justificación por medio de la fe en Cristo. Inmediatamente surge la pregunta sobre el poder del pecado, y esta es contestada con la doctrina de la santificación en los capítulos 6 – 8. En el capítulo 6 se afirma que la unión del cristiano a Cristo es una nueva condición que involucra el morir con Él al pecado y resucitar a una nueva vida con Él. En el capítulo 7 deja claro y definitivamente establecido que no existe poder en la ley para quebrantar el poder del pecado. Ahora en el capítulo 8, el apóstol presenta la verdad de la cohabitación con el Espíritu Santo que acompaña nuestra unión con Cristo conquistando al pecado y a la muerte para el cristiano y proclamándole hijo y heredero de Dios. Como consecuencia de tan grande esperanza de gloria él puede sobrellevar los sufrimientos, en los que el Espíritu le ayuda intercediendo y haciéndole sacar las buenas obras que son el propósito de Dios, haciéndole tener plena seguridad del triunfo final.

1 – 11. El cristiano es santificado a la vez que justificado. En Cristo recibe el Espíritu que le libera del poder del pecado y de la muerte. La razón de la muerte de Cristo no solamente fue para traer el perdón a los hombres, sino también producir en él el verdadero carácter y la debida conducta. Esto es esencial y ocurre con la cohabitación del Espíritu en él. El cambio significa vida, de espíritu ahora y del cuerpo más adelante.

Parafraseando.

(1) La salvación que antes dijimos, para aquellos que están unidos a Cristo (2) viene como consecuencia del poder del Espíritu, recibido en el momento de nuestra unión con Él, el cual libera al hombre del poder del pecado y de la muerte. (3) La ley no podía haber vencido al pecado, porque la naturaleza humana del hombre no puede responder a sus demandas. Pero Dios, por medio de la encarnación y trabajo redentor de Su Hijo, canceló la pena de muerte que existía contra el hombre por su pecado carnal, (4) con objeto de producir en nosotros el carácter y la conducta que necesita la ley, permitiéndonos vivir una vida bajo las reglas de una renovada naturaleza espiritual. (5) Existen dos estado en la vida y sus diferencias son enormes. El hombre, dependiendo quien gobierna su vida, si es el poder carnal o el poder espiritual, crece en ellas tanto carnal o materialmente como espiritualmente; (6) ambas se encuentran separadas de Dios, pero su fin es diferente, en el primer caso termina en muerte tanto física como espiritual, pero en el segundo, lo hace en una alegre comunión con Dios y en un sentimiento de feliz reconciliación con Él. (7) La muerte es la parte de la mente que está puesta en las cosas materiales, porque esa mente se encuentra en un estado de hostilidad con Dios al ser rebeldes a Su ley. (8) Ellos por tanto, sobre los que la naturaleza carnal reina, no pueden ser aceptados por Dios. (9) Pero no ocurre lo mismo contigo que estás en Cristo. Puesto que sobre ti reina la naturaleza espiritual y no la material, si es que el Espíritu de Dios habita en ti. Y si es que no lo tienes, entonces no eres de Cristo, pues es mediante el Espíritu por el que Cristo viene a ti. (10) Pero si Cristo habita en ti, a pesar que tu cuerpo tiene que morir por causa del pecado, tu espíritu ya ha resucitado a una nueva vida, puesto que has sido aceptado por Cristo. (11) Y el Espíritu que habita en ti, es una garantía para que Dios haga que vuestros cuerpos también participen en la resurrección de Cristo.

3. Condenó al pecado en la carne. Esto nos da entender tres cosas:

1. Cristo probó, al llevar una vida humana sin pecado, que este no es necesario para la vida humana.

2. Cristo, con su muerte, pagó como expiación, por todos nuestros pecados.

3. Cristo hace posible que nosotros muramos con Él al pecado y resucitemos también con Él a una nueva vida, unidos en amor a Él por medio del poder del Espíritu Santo.

12 – 17. Vivamos de acuerdo a la alta estima que el Espíritu testifica en nosotros, es decir, que somos hijos de Dios y herederos de la gloria de Cristo.

Parafraseando.

(12) Este destino involucra la obligación (13) de dar muerte a los impulsos de la naturaleza carnal sometiéndonos a nuestra renovada naturaleza espiritual. Si lo hacemos, viviremos eternamente, (14) un destino increíble de ser hijos de Dios. Pues tú muestras que eres hijo de Dios cuando sigues la pauta que te marca el Espíritu Santo, (15) y por el testimonio de tu propio espíritu, el cual cuando nos convertimos en cristianos, Dios nos quita el temor de esclavos que es producido por el peso de la ley, pues recibimos un claro conocimiento de que somos hijos de Dios y la oración que sale de nuestro corazón proclama "a nuestro Padre". (16) Y este claro conocimiento es causado por el mismo Espíritu Santo, el cual, unido a nuestro espíritu, da testimonio de que somos hijos de Dios. (17) Y por tanto si somos hijos de Dios somos también herederos de Su gloria la cual compartiremos con Cristo más tarde, si ahora compartimos con Él los sufrimientos.

14. Hijos. Esta palabra denota la descendencia directa y por tanto la "dignidad de la herencia".

17. Herederos. Bajo la ley romana no se permitía que un testamento dejara sin herencia a los hijos.

18 – 25. La gloria que ha de venir sobrepasará con mucho los sufrimientos que tenemos que soportar ahora. Toda la creación se mueve por un camino de dolor hacia la nueva redención, nuestra esperanza de la cual es tan cierta, que con paciencia la aguardamos.

Parafraseando.

(18) Digo que tenemos que sufrir con Cristo. El sufrimiento pertenece a esta fase que ahora aquí vivimos, pero no es ni siquiera digno de considerar pensando en la gloria que recibiremos (19) y que es revelada a los hijos de Dios. Hasta la naturaleza, tanto la animada como la inanimada ansiosamente esperan ese bendito futuro. (20) Puesto que Dios la sujetó a la imperfección y descomposición con objeto de completar su propósito, y esta sujeción no ha de ser para siempre. Él le dio una certera esperanza (21) de ser liberada de las leyes de la corrupción para compartir, libres de todo mal, la gloria que disfrutarán los hijos de Dios. (22) En verdad la naturaleza gime quejidos indecibles porque llegue un orden mejor de todas las cosas. (23) Y hasta nosotros los cristianos, a pesar de poseer el Espíritu como para saborear de antemano las bendiciones que habremos de recibir, gemimos también bajo la imperfección y debilidad de nuestros cuerpos; esperando la completa redención y herencia como hijos de Dios, cuando nuestros cuerpos sean librados de la muerte. (24) Cuando nos convertimos a Cristo miramos al futuro de la perfecta felicidad; no podemos esperar recibirla ahora. (25) Pero también tenemos una certera esperanza de recibirla y es por esto por lo que esperamos y resistimos.

19, 20, 21. Creación. El apóstol está hablando de la creación en una forma poética, la cual siente dolor e insatisfacción por lo que pasa en la mente del hombre, ya que esta, desde el principio, fue puesta bajo él. Al pecar el hombre, ahora la creación tiene que esperar a que sea restaurado después de su redención. Existe una expectación general entre los judíos, basados en pasajes como Isaías 65:17, que en el tiempo mesíanico habrá un tipo de renovación de la naturaleza. Esta expectación es tomada en el Nuevo Testamento en pasaje tales como: Hechos 3:19, Colosenses 1:20, 2 Pedro 3:13 y Apocalipsis 21:1.

26 – 30. En tanto el cristiano sobrelleva sus sufrimientos en esperanza, el Espíritu que habita en él ora por él; indicando que es mejor que el Espíritu ore por él que él mismo lo haga. Entre tanto él sabe que sus sufrimientos están ayudando a lograr un grande y buen propósito, en cumplimiento del cual Dios le ha llevado al estado de salvación.

Parafraseando.

(26) Así ambos, gemimos y esperamos. No podemos orar porque nuestros sufrimientos desaparezcan, puesto que no sabemos cual es lo mejor. Pero el Espíritu ora por nosotros con anhelo inexpresable, (27) el cual Dios entiende y los cuales estan de acuerdo a Su voluntad (y probablemente nuestras palabras no lo estarían). (28) Y esto sí lo sabemos, que todas las cosas, hasta nuestros sufrimientos, ayudan a cumplir el plan por el cual Dios está trayendo el bien a todos los que le aman. Esto lo sabemos puesto que fue el cumplimiento de Su propósito el ser llamados por Él para convertirse en cristianos; (29) y que todo el proceso de su salvación se debe a Su propósito; por medio del cual Él los considere con Su favor y los elija para obtener la semejanza de Su Hijo, para que Él pueda ser el mayor dentro de su gloriosa familia, (30) y ser llamados Suyos, aceptados como justos y llevados a la gloria.

28. De acuerdo a Su propósito. El apóstol no dice cual es el propósito de Dios al salvar a unos y rechazar a otros, sino que nos indica en 11:32 "tener misericordia de todos". En el logro de Su propósito, primero los judíos y luego los cristianos, en especial los gentiles cristianos, fueron llamados a guardar y esparcir el conocimiento divino. Entre los que habían sido llamados, se encontraban aquellos a quien la epístola estaba dirigida. El apóstol les da aliento en sus pruebas con el pensamiento de que Dios no abandonará a aquellos que han sido por Él llamados y que estarían seguros de obtener el favor de Dios. Por otro lado él no dice que ellos podrían rebelarse contra Dios y abandonarle. Por el contrario, le previene contra pensamientos de presunción (11:20).

31 – 39. Y ya que el cristiano es objeto del amor y obras divinos no tiene por qué tener miedo al mal.

Parafraseando.

(31) Por tanto nosotros podemos enfrentarnos al futuro con la seguridad del triunfo, puesto que Dios está en nuestro lado, (32) y el amor con que sacrificó a Su propio Hijo no nos escatimará nada. (33) Los elegidos de Dios no tienen por qué temer al acusador. Puesto a los que Él ha perdonado, (34) nadie los podrá condenar. Ya que Cristo, con Su muerte, resurrección y gloria ha probado Su amor por nosotros (35) ni el sufrimiento ni la muerte nos pueden apartar de ese amor. (36) Y aunque seamos martirizados, como los fieles antiguos, (37) Su amor hará del martirio una inigualable victoria. (38, 39) En pocas palabras, ningún poder del universo podrá separarnos del divino amor que Cristo tiene por nosotros.

CAPITULOS 9 – 11

Era obvio que la Iglesia de Cristo estaba llamada a ser una iglesia de gentiles y que los judíos, en su mayoría rehusaban aceptar a Jesús como su Mesías.

Los judíos argumentaban el hecho de que el cristianismo no podía ser verdad. Puesto que si la iglesia cristiana era en realidad el cumplimiento de la promesa del reino mesiánico, y si los judíos eran apartados de ella, entonces las promesas que Dios había hecho a los judíos en el Antiguo Testamento se habrían quebrantado, algo que para ellos era inimaginable.

En los capítulos 9 al 11 el apóstol se aferra a esta idea, la que presenta las siguientes objeciones:

(1) Apunta que en previas épocas, Dios ha ido poco a poco limitando su elección, haciendo una selección nueva entre aquellos que ya habían sido elegidos y podría volver a hacerlo de nuevo.

(2) Dios es supremo. Puede escoger Sus instrumentos como le plazca y nosotros no tenemos derecho alguno a criticarlo.

(3) Si los judíos fallaron, fue a causa de su incredulidad.

(4) Después de todo, puede ser que haya más judíos creyentes de lo que se piensa, tal como ocurrió en la época de Elías.

(5) Viendo la recepción con los que los gentiles acogieron a Cristo, debería ser esto una motivación a creer para los judíos. Dios no ha olvidado a nadie, ni a ellos ni las promesas que les hizo y, ante todo, su propósito de gracia no será vencido.

Debemos notar que en estos capítulos la selección de Dios de naciones e iglesias es tratada como funciones y responsabilidades espirituales. No tiene nada que ver con la predestinación de los individuos para la salvación o condenación y el argumento cierra con la frase diciendo que lo que Dios ha hecho no ha sido más que tener misericordia para con todos.

En tanto en estos capítulos leemos que Dios elige sus instrumentos los cuales nosotros no podemos imaginar y los que son totalmente independientes de los méritos humanos, de nacimiento y nacionalidad, al mismo tiempo indica que hay ciertas condiciones que han de ser cumplidas por el hombre. Aquellos que han sido elegidos están libres de alejarse si así lo desean; este es el caso de la nación judía y lo mismo pueden hacer en el caso de la iglesia gentil. Solamente pueden retener su posición de elegidos por medio de la fe, es decir, sometiéndose al propósito de Dios.

CAPITULO 9

EL RECHAZO DE ISRAEL CON EL DESPRECIO Y DESAPROBACION DEL EVANGELIO

El apóstol se lamenta sobre la exclusión de Israel, pero su salida no representa ninguna ruptura de las promesas hechas por Dios, puesto que Él siempre hace una selección, inclusive entre los miembros que pertenecen a la familia de los elegidos. Esto no puede ser injusto puesto que Dios ha indicado que esta es su manera de hacer (versículos 14 – 18). No tenemos ningún derecho a levantar objeción alguna, hasta si Dios pareciera tratarnos severamente. Pero Él nos ha tratado con misericordia e Israel ha caído por su poca fe.

1 – 5. Es con gran pena que el apóstol ve cómo los judíos se sitúan fuera del reino, puesto que él los ama como sus hermanos y les recuerda sus privilegios.

Parafraseando. (1) Es la solemne verdad (2) que mi corazón se duele (3) sobre mis hermanos de Israel que hasta sería capaz de dar mi alma por su salvación. (4) Cuán terrible es la caída de aquellos que tienen de Dios tan grandes privilegios, (5) y son descendientes de los patriarcas de quienes, en la parte humana provino el Mesías ¡Aquel todopoderoso y divino!

6 – 13. Los oponentes judíos argumentan que los privilegios que fueron mencionados en la última parte, les fueron dados a ellos como nación, a no ser que Dios rompa su palabra. El apóstol les contesta que Dios no se ata a una nación. Desde el principio existió un proceso de selección, por la que algunos fueron rechazados. El mismo proceso de selección está ocurriendo ahora.

Parafraseando.

(6) No llegamos a la conclusión que las promesas de Dios han fallado porque algunos le han rechazado. La herencia no recae solamente en los descendientes naturales y directos de Jacob. (7) Consideren el caso de Abraham. Ismael era su primer hijo, no obstante Isaac fue elegido para ser el padre de la raza elegida; (8) lo que muestra que, con Dios, una posición de privilegio no es un asunto de accidente o nacimiento, sino de una promesa especial y de elección (9) De hecho Isaac nació con el propósito de heredar la promesa. (10) Tomemos otro ejemplo más simple: Esaú y Jacob tenían los mismos padres y hasta eran mellizos; (11) y en su caso una vez más Dios mostró que Él lleva a cabo Su propósito seleccionando a quien elige, puesto que hasta antes de su nacimiento, (12) Él otorgó a Jacob la línea de privilegio, (13) tal como lo reconoce Malaquias.

11.- El propósito. Se está refiriendo al propósito existente en Dios desde antes de la creación: ver Romanos 8:28; Efesios 1:9; II Timoteo 1:9. De acuerdo a la elección. Este es el método que Dios utiliza en la selección de individuos o naciones para que sean sus instrumentos. Así pues, los judíos fueron seleccionados para preservar el conocimiento de Dios en el mundo y preparar el llamado de los gentiles. La selección no asegura la salvación, sino solamente el privilegio de ayudar a traer el plan de salvación de Dios al mundo.

14 – 18. Es objetado que la libertad de elección, la cual el apóstol atribuye a Dios, podría ser considerada injusta. Esto no puede ser, puesto que en Antiguo Testamento, Dios proclama la misma libertad. Y si lo hace entonces, ¿por qué no lo puede hacer ahora?

Parafraseando.- (14) El objetor arguye que esa arbitraria selección podía parecerle injusta. No es así. (15) El judío admite que Dios hace lo justo; aquí hay dos pasajes en los que Dios demuestra su libertad de elección. En la primera, Él le dice a Moisés, líder del pueblo elegido, que ni siquiera él podía proclamar como derecho el favor que iba a recibir. (16) Por tanto, el deseo y las obras del ser humano no son la causa para la elección de Dios sobre nadie, sino de su soberanía y misericordia nada más. (17) En segundo lugar, las palabras dirigidas al faraón muestran que Dios no le castigaba porque era un egipcio, sino por otras razones. (18) Entonces, de esta manera, podemos ver a Dios mostrando misericordia o endureciéndose de acuerdo a su propia voluntad.

19 – 29. Ahora es objetado de que, si la voluntad de Dios es irresistible, Él no puede ser culpado por los judíos. La contestación se debe, en primer lugar a que es presuntuoso por parte del hombre criticar a su Creador y en segundo lugar, Él ha sido muy paciente con los judíos, a la vez de misericordioso con los gentiles.

Parafraseando.

(19) Otra objeción. Si aquellos que resisten la voluntad de Dios lo hacen porque Él se ha endurecido con ellos para de esta manera llevar a cabo Su propósito, ¿cómo pueden considerarse culpables? (20) La contestación tiene dos partes. En primer lugar nosotros no podemos, bajo ningún motivo, criticar a nuestro Hacedor. (21) Es su derecho modelar a cada nación para el propósito que Él decida. (22) En segundo lugar y de hecho, Dios no ha sido arbitrario. A pesar de Su decisión de castigar el pecado, cuando los judíos se han mostrado incapaces para Su alto propósito, Él los ha soportado; (23) no solamente por su propio bien sino que por este medio Él pueda mostrar Su misericordia a aquellos que estuvieron preparados desde un principio (24) hasta nosotros mismos, llamados de acuerdo a su misericordia, tanto gentiles como judíos. (25, 26) Su palabra lo confirma: el llamado a los gentiles fue predicho por Hosea, (27 – 29) y el hecho de que solamente una parte de Israel entrará en el reino, fue profetizado por Isaías.

30 – 33. Los judíos han sido rechazados porque buscaron la aceptación de Dios en sus propios términos por conducto de sus propias obras. Ellos no poseen esa fe que los pondría a escuchar atentamente la voluntad de Dios y por esta razón no pueden cumplir Su propósito. Estereotipados en una religión convencional, les fue imposible, por falta de una fe viviente, recibir al Mesías.

Parafraseando.

(30) Concluimos que los gentiles, los cuales no buscaron la aceptación de Dios, ganaron esa aceptación y les fue dada a aquellos que tenían fe, (31) en tanto Israel, que busca ser aceptado por sus meritorias obras, ha fallado. (32) La razón es que en lugar de vivir por fe en Dios, es decir, en lugar de esperar por Dios y conocer Su voluntad para con ellos, centraron su atención en observaciones. De esta manera rehusaron al Mesías, haciendo cumplir la profecía de Isaías en la que la piedra, la fuerza de aquellos que deberían haber tenido en Él, sería la razón de la caída del no creyente.

CAPITULO X

ISRAEL ES RECHAZADO POR SU FALTA DE FE

En la defensa del Evangelio hecha por el apóstol en el capítulo 9 al haber sido éste totalmente rechazado por los judíos, nos enseña cómo Dios, en ningún momento muestra haberse atado a la raza de los judíos, sino por el contrario, siempre se mantuvo libre de escoger Sus instrumentos. En el capítulo 10 nos viene a demostrar que Israel ha logrado ser rechazada por haber dejado de reconocer los métodos de Dios y su constante rebelión a pesar de la paciencia de Dios y Su amor por ellos.

1 – 15. El celo de los judíos es nulo pues siguen sus propios caminos en lugar de los de Dios, a pesar de que el camino de salvación de Dios es fácil, está abierto a todo el mundo y se ha hecho conocer a todos.

Parafraseando. (1) Mi oración es para la salvación de mi gente, (2) puesto que son celosos del Señor a pesar de faltarles entendimiento tal (3) que son ciegos a Su libre oferta de salvación y vanamente tratan de encontrar la aceptación por sus propios medios, (4) donde la fe en Cristo ha tomado el lugar de la obediencia a la ley como motivo de inspiración y poder llevar una vida que condicione la aceptación Divina. (5) El antiguo sistema por medio de las obras llamaba a una obediencia que, al hombre, se le hacía imposible cumplir. (6)Pero Su aceptación, por medio de la fe en Cristo, no hace demandas que no sean practicables. Chisto se ha acercado a nosotros y es puesto a nuestro alcance por medio de la Encarnación, la cual le hizo hombre entre los hombres, (7) y por Su Resurrección que nos lo devolvió a nosotros para siempre; (8) así pues la fe, pedida en el evangelio, es algo muy simple. (9) Puesto que se limita solamente a reconocer públicamente que Jesús es el Señor y realmente creamos en su Resurrección. (10) Todo lo requerido puede hacerse en el corazón del hombre y por medio de sus labios, (11) hasta Isaías promete seguridad completa para cada uno que tenga fe en Cristo. (12) La promesa es para todos, puesto que el señorío de Cristo se extiende sobre todas las razas de la tierra y Él tiene amor suficiente para todos los que le adoran (13) tal como Joel testifica; (14, 15) y Dios ha hecho Su oferta conocida por medio de los que los que predicaron y predican para que los judíos no tengan excusa y, con ello, demostrar su incredulidad.

6. Dice así. Las palabras que siguen las selecciona el apóstol de Deuteronomio 30:11, donde estas se refieren a la accesi­bilidad de la ley pero las aplica ahora al evangelio, en oposición a la ley, no como una mención formal de la Escritura sino tratando de utilizar un lenguaje para todos familiar.

16 –21. Los judíos han tenido todas las oportunidades posibles y su caída ha sido consecuencia de su obstinada forma de ser.

Parafraseando.

(16) No es argumento contra el mensaje decir que se ha logrado parcialmente, puesto que Isaías se lamentaba de que los judíos no escucharían, (17) en palabras que implican que habría un divino mensaje acerca de Cristo, queriendo decir un llamado de fe. (18) Tampoco alguien puede decir que no escuchó el mensaje, ni que no ha sido predicado por todas partes. (19) Ni tampoco puede decirse que la nación que recibió las Escrituras no conocía que los gentiles serían incluidos en el favor de Dios. Hasta en tiempos de Moisés fueron advertidos que así sería; (20) e Isaías utiliza un lenguaje claro y sencillo. (21) No excusa se les puede hacer. Su caída se debe al mismo tozudo rechazo hacia el incansable amor de Dios que Isaías pudo ver en su día.

CAPITULO XI

EL RECHAZO A ISRAEL NO ES FINAL

AMONESTACION A LOS GENTILES

En este capítulo el apóstol pone fin a su gran exposición del trato de Dios con los judíos. Mostró en el capítulo 9 que Dios es libre de escoger o rechazar individuos o naciones como instrumentos de Su propósito; en el capítulo 10 muestra que los judíos se han merecido Su rechazo. Ahora declara que, a pesar de todo esto, Dios no ha alejado de Sí a su pueblo. Él ha visto necesario, en Su misericordia, preservar una porción de los fieles para Sus propios deseos y el resto aún son amados por Él. Al haber caído de su favor por un tiempo le ha dado la oportunidad de convertirse a los gentiles. Cuando los gentiles sean reunidos en Su reino, los judíos se conmoverán con su ejemplo y regresarán a Dios.

1 – 12. Dios no rechazó totalmente a los judíos como nación, su fallo ha sido parcial y, en los últimos días, habrá un remanente que le será fiel; su fallo es utilizado para bien por Dios y es solamente temporal.

Parafraseando.

(1) ¿Podemos continuar diciendo que Dios finalmente ha rechazado a aquellos que Él hizo Su pueblo? Yo, que me siento orgulloso de ser uno de ellos, no lo puedo creer. (2) Y es imposible pues Él los marcó para ser Sus instrumentos por toda la eternidad y porque Él no cambia. No son más rechazados que lo fueron en los días de Elías, (3) cuando, a pesar de la rebelión de Israel, (4) Dios preservó a Sus fieles seguidores. (5) De la misma manera ahora están sus seguidores, entresacados del resto por el inmerecido favor de Dios, (6) no por méritos propios. (7) Así, una selecta porción de Israel, teniendo sus mentes abiertas a la voluntad de Dios, al creer en Cristo, obtendrán la aceptación, que el resto ha perdido sl andar en busca de su propia justificación, cayendo después en el endurecimiento que alimenta su propia voluntad (8) Esa era la gran sordera y ceguera que Isaías percibió, (9) la ruina que causó el mal uso de las bendiciones (10) de la cual David habló. (11) Pero a pesar de haber tropezado la mayoría, no han caído para siempre. Su rechazo a Cristo ha traído como consecuencia una más pronta predicación a los gentiles y esta ha sido la manera de traerles salvación, y a su vez, está dirigido a incentivar a los judíos a aceptar a Cristo y con ello ganar su antiguo privilegio. (12) De esta manera aún son utilizados por Dios, puesto que su fallo ha traído la bendición del mundo y muchas más grandes bendiciones traerán como resultado el día de su completa conversión.

13 – 24. Ahora el apóstol se dirige a los gentiles. Ellos deben esperar por la restauración de Israel por las bendiciones que traerá a todo el mundo y porque Israel aún lleva el nombre de Dios. No deben despreciar a Israel ni vanagloriarse por la preferencia adquirida puesto que si son infieles caerán pero los judíos serán restaurados si dejan a un lado su incredulidad.

Parafraseando.

(13) En lo que escribo, no me olvido de mi misión hacia vosotros los gentiles y sabéis que mi corazón está puesto en la obra que hago entre vosotros los gentiles. (14) Puesto que siempre estoy esperando que vuestra conversión sirva para inspirar a los judíos y añoren el recibir de nuevo sus privilegios perdidos. Y esto no es solamente por que yo sea uno de ellos, (15) sino porque estoy seguro que de la misma manera rechazo os trajo a Dios a vosotros, su restauración llenará a todas las naciones de la tierra con gran vida espiritual. (16) Y esa restauración ha de ser esperada en verdad, puesto que la nación todavía conserva las consagraciones recibidas en los patriarcas. (17) Y a pesar de que vosotros habéis tomado el lugar de alguno de ellos en el reino, (18) no os sintáis por ello superiores. Recordad que vosotros habéis sido admitidos en el reino de ellos, no ellos en el vuestro. (19) Si Dios los rechazó a ellos por vosotros, no fue con ello que os prefería. (20) Su incredulidad les hizo perder el puesto y solamente la fe os preserva a vosotros. (21) Los hechos no os garantiza una complacencia en vosotros mismos, sino todo lo contrario os previene contra ella. (22) De esta manera vemos en Dios ambas cosas, bondad y severidad. Su bondad está sobre vosotros, pero solamente mientras permanezcáis fieles. Su severidad recayó sobre los judíos, (23) a pesar de todo, si dejan a un lado su incredulidad, Él los recibirá de nuevo. Y su restauración es muy posible, (24) puesto que ellos tienen más en común con el reino que vosotros los gentiles.

25 – 26. Que Israel se convertirá ha sido ya revelado por Dios. El propósito de favorecerlos no ha cambiado. Su desobediencia solo ha hecho retrasar el plan de Dios de misericordia para con los judíos y los gentiles. Esta forma de obrar de Dios nos debe llamar a maravillarnos y a darle alabanza.

Parafraseando.

(25) Aprended pues, en humilde silencio, la voluntad de Dios que nos ha sido revelada. Ha sido permitido a Israel un temporal y parcial endurecimiento. Pero cuando todos los gentiles hayan entrado en el reino, (26) Israel también será aceptada por el Mesías. Eso fue dicho por Isaías, que el Redentor removería su incredulidad, (27) que sus pecados les serían perdonados y que la alianza de Dios con ellos se llevaría a cabo. (28) A pesar de que son apartados de las bendiciones del Evangelio que vosotros recibís, son aún amados por Dios debido a los patriarcas que Él mismo escogió, (29) puesto que Dios, quien en un principio les otorgó Su favor, no ha cambiado Su forma de pensar, (30) pero Él, habiendo utilizado su desobediencia para traerte a ti de la desobediencia a la misericordia, (31) quiere hacer lo mismo con ellos para que al ser conmovidos por la misericordia que vosotros habéis adquirido puedan dejar a un lado su desobediencia y encontrar ellos la misericordia también. (32) Por esta razón uno no puede jactarse sobre el otro. Al darle al gentil y al judío las leyes de la conciencia y la revelación, respectivamente, Dios, obligó a la naturaleza pecadora de ambos a salir a la luz en forma de desobediencia, para que ambos puedan recibir Su misericordia como la causa única de su salvación. (33) Así pues estamos obligados a maravillarnos por la maravillosa sabiduría y el profundo amor de Dios en compañía del misterio de Su obra. (34) Nadie puede entrar en Sus pensamientos, nadie comparte con Él el desarrollo de Su plan. (35) Su generosidad es inmerecida. (36) Él es el origen, la guía y la meta de todas las cosas.

25. Misterio. Entre los griegos un ‘misterio’ significaba un secreto de religión revelado solamente a los iniciados. El apóstol utiliza esta palabra para hablar sobre una verdad que antes estaba escondida pero ahora ha sido revelada por Dios. (I Corintios 2:7, 10; Efesios 1:9, 3:4)

29. Las promesas de Dios son inmutables, puesto que Él no podría hacer algo de lo que más tarde tendría que arrepentirse. En al Antiguo Testamento algunas veces se utiliza la palabra "arrepentir" (Génesis 6:6; Joel 12:13). No es que estos pasajes se quiera decir que Él cambió sus propósitos o principios, puesto que ellos son inmutables, sino que Él cambió Su acción o métodos en la medida que el hombre cambiaba su forma de proceder. El lenguaje del Antiguo Testamento, es simplista y utiliza un lenguaje paralelo al de la vida real en la que cuando un hombre cambia su forma de actuar comúnmente se dice que cambió su forma de pensar. Analizándolo profundamente nos damos cuenta que hasta un hombre puede cambiar su forma de proceder sin que esto afecte su forma de pensar.

CAPITULO XII

LA VIDA CONSAGRADA

LA LEY DEL AMOR

Acaba de terminar la parte doctrinal de la epístola. El apóstol ahora se vuelve hacia una exhortación práctica. La misericordia de Dios mostrada en los evangelios ha sido presentada en los capítulos precedentes y llama a un sacrificio por nuestra parte para hacer Su voluntad, para humillarnos y hacer uso de nuestros dones espirituales y todo en amor.

Parafraseando.

(1) El amor redentor de Dios ha de ser contestado con un verdadero sacrificio y un espiritual servicio, manteniendo una vida pura de auto renuncia, llevando a cabo el trabajo que Dios nos ha encomendado. (2) No siguiendo las modas y costumbres de la sociedad del mundo que os rodea, sino dejando que vuestra forma de pensar sea cambiada por el Espíritu Santo de tal forma que constantemente estéis buscando y reconozcáis la voluntad de Dios y améis llevarla a cabo. (3) Así pues, en tanto que el mundo no valúa la humildad, como apóstol de Dios, yo os exhorto a que cada uno de vosotros se conforme haciendo en la iglesia la obra que Dios le ha señalado hacer de acuerdo a sus condiciones. (4, 5) La sociedad cristiana es como un cuerpo; cada individuo tiene una función en particular y el bienestar de todos depende de cómo cada uno lleva a cabo la suya. (6) Aprendamos todos, de acuerdo a nuestros diferentes dones, cual es la voluntad de Dios la que tenemos que cumplir. Si tu don es el de hablar, habla aquello que Dios en persona te ha enseñado (7, 8) y cualquiera sea tu don, utilízalo lo mejor que puedas. (9) En cuanto a otros asuntos de conducta, deja que tu amor sea sincero, muestra en tu vida fuertes principios morales (10), como parte de la familia de Cristo, ser cariñosos unos con otros, considerar a los demás más preparados para recibir honores que vosotros mismos; (11) sed diligentes, dedicados a la obra del Señor, (12) esperando con alegría la gloria futura, bravos en la aflicción, incansables en la oración, generosos y hospitalarios. (14) Bendecir a vuestros perseguidores (15) simpatizad unos con otros, tanto en los pesares como en las alegrías; (16) adentraos en los deseos y metas de cada uno; no busquéis colocaros en un lugar preponderante, sino contentaros con los humildes trabajos que se presentan ante vosotros. (17) Nunca busquéis la venganza. Evitad hasta la apariencia de una conducta reprobable. (18) Vivir en paz unos con otros, en tanto esté en vuestras manos el mantener la paz. (19) Si algún hombre te hace el mal, deja que Dios le castigue. (20) Haz el bien a tu enemigo para que él se sienta avergonzado de su enemistad. (21) No permitáis que la maldad de los demás produzca en vosotros pasiones malignas, sino conquistad su maldad haciéndoles el bien.

CAPITULO XIII

LA OBLIGACION DEL CRISTIANO HACIA EL ESTADO Y SUS VECINOS

El apóstol ahora pasa a enumerar las obligaciones del cristiano para con el estado. En 12:19 él había condenado la venganza pero ahora aquí afirma que el estado puede con razón castigar, como si fuera un agente divino en asuntos temporales. Enfuerza la obediencia al gobierno. No da instrucciones acerca de lo que ha de hacerse cuando hay un conflicto con la autoridad civil. En general, nuestro comportamiento para con los hombres ha de ser siempre regulado en base al amor. La proximidad de la venida de Cristo es una razón para llevar una vida de perfección.

1 – 14. Parafraseando.

(1) Obedecer a vuestros gobernantes civiles, puesto que ellos han sido ordenados por Dios (2) puesto que Dios castiga la desobediencia. (3, 4) Ellos hacen el trabajo de Dios, premiando lo bueno y castigando lo malo. (5) Por tanto obedeced, no solamente por miedo al castigo sino porque está bien hacerlo (6) es así mismo implicado que los cristianos han de pagar sus impuestos. (7) En resumen, dad a las autoridades lo que se les debe. (8) No debáis nada a nadie sino el amor que os debéis los unos a los otros pues esta deuda nunca se acaba de pagar, (9) puesto que el amor es la suma e incluye todos los mandamientos, (10) y al pagar vuestra deuda de amor, los cumplís todos. (11) Que el pensamiento del retorno de Cristo esté siempre presente en vuestras mentes para que os despierte a esas obligaciones. (12, 13) Apartémonos de todos los malos caminos y sea nuestra forma de conducta como miembros pertenecientes al reino de la luz. (14) Proveamos a nuestra naturaleza espiritual invistiéndonos con la semejanza y el poder de Cristo, no prestando atención a los equivocados deseos de nuestra naturaleza carnal.

CAPITULO XIV

EL DEBER DE LA SIMPATIA Y LA TOLERANCIA

En el capítulo 13:12 el apóstol ha instado a sus lectores, por medio de la esperanza del retorno de Cristo, el evitar ser licenciosos e inmorales como los paganos. Ahora se vuelve al extremo opuesto y trata con el escrupuloso ascetismo de algunos cristianos.

Bajo la ley judía, existía una distinción sobre las carnes limpias e impuras. Esta distinción, que perpetuaba la separación entre los judíos y los gentiles, fue abolida por Cristo (Marcos 7:19) y fue más tarde revelada a Pedro (Hechos 10:28) y decidida en el Concilio de Jerusalén (Hechos 15:28). El Concilio, sin embargo, instruía a los gentiles cristianos de Antioquía, Siria, y Cilicia, a abstenerse de comer carnes que hubieran sido ofrecidas a los ídolos o que no habían sido desangradas debidamente, de acuerdo a la forma judía y en consideración a estos, con objeto de mantener la unidad. Más tarde surgió la pregunta en Corinto sobre cuán lejos podrían ir en este aspecto los gentiles cristianos cuando compartían las comidas con sus amigos paganos, en los que las carnes habían sido ofrendadas a los ídolos. El apóstol decidió que las carnes eran un regalo de Dios y podían ser consumidas, sin embargo aquellas que eran claramente conocidas de haber estado involucradas en servicios de idolatría, los cristianos debían abstenerse en comerlas, por miedo a que este hecho podría molestar la conciencia de otro cristiano si pensaba que era equivocado hacerlo.

Parece ser que en Roma, una minoría de cristianos evitaban compartir en comidas en las que se consumía carne y se bebía vino. Probablemente eran judíos cristianos, ya que estas prácticas ascéticas eran mantenidas por algunos judíos en extremo religiosos. El apóstol no aprobaba estos escrúpulos. Él llamó a estos cristianos "débiles en la fé", es decir, sin aquella clara convicción de la libertad del cristiano que él mantenía estar de acuerdo con la verdad. Pero esos hermanos tenían que ser bienvenidos y ser permitidos mantener sus convicciones; y si existía algún peligro que podía herir sus conciencias, los hermanos que eran "fuertes" deberían contenerse en base al amor cristiano.

A pesar de que el apóstol urge a la tolerancia, no obstante, cuando un principio vital puede ser derribado, no permite términos medios. (I Corintios 5; 11:16; 15:12; Gálatas 1:8)

1 – 2. El "fuerte" y el "débil" han de tolerarse mutuamente en amor, recordando que Cristo es el Maestro de ambos y que ambos han de ser juzgados por Dios.

13 – 23. Es mucho más aconsejable que el "fuerte" deponga su derecho si el ejercicio de este va a herir al hermano.

Parafraseando.

(1) Algunos cristianos no han llegado a comprender aún los principios de la aceptación de Dios basados solamente en la fe y en consecuencia son escrupulosos con la observación de cosas que no son esenciales. Admitirlos en cristiana hermandad y absteneros de criticar sus escrúpulos. (2) Por ejemplo, un hombre tiene confianza de que puede comer todo tipo de alimentos, cuando otros se abstienen de comer carne. (3) No permitáis que el que come de todo trate de supersticioso al que no come carne ni al que come carne condene al otro como poco espiritual y mundano, puesto que Dios no ha impuesto regla alguna de alimentos sobre él. (4) No eres tú la persona que tiene que decir lo que Cristo permite a sus siervos indicando lo que es peligroso para ellos; el Maestro los cuidará. (5) De nuevo, un hombre observa la distinción judía acerca de los días y otro no. Dejad que cada hombre sea fiel a su propia conciencia, (6) y reconoced que la meta de ambos es el agradar a Cristo. (7, 8) Puesto que Su voluntad es nuestra ley en esta vida y en la de los muertos, (9) pues está bien el observar y reconocer que Él es el Señor en ambos estados de nuestra existencia. (10, 11) No es apropiado que todos aquellos que han de pasar por la silla del juicio de Dios, se juzguen los unos a los otros. (12) La cuenta que cada uno tendremos que dar de nosotros mismos es suficiente preocupación para cada uno de nosotros. (13) Por tanto, en lugar de juzgarse los unos a los otros, tome la decisión de no entorpecer a su hermano en su vida de cristiano. (14) Pues si en cuanto a él ningún alimento es pecaminoso, no lo es para él, pero sin embargo es pecado para aquellas conciencias que se lo prohiben, (15) y por tanto, el insistir sobre tu decisión puede herir a tu hermano, lo que constituye una falta de amor hacia él. Si Cristo dio la vida por tu hermano, ¿acaso no puedes dejarle pasar su decisión sobre los alimentos? (16) No traigas el reproche hacia los demás acerca de la verdad que posees, (17) haciendo parecer que es más importante para ti una mesa bien puesta que la unidad y las gracias espirituales (18) pues es la práctica de esas gracias lo que hacen el servicio a Cristo ser aprobado por Dios y los hombres. (19) Que sea nuestra meta el traer la paz y el bienestar a la comunidad cristiana. (20) Sería monstruoso destruir la Iglesia de Dios por una discusión sobre los alimentos. El comer un alimento en particular no tiene nada de malo; pero lo es, si al hacerlo, hieres a tu hermano; (21) por tanto es una causa noble el abandonar nuestros derechos en beneficio de nuestros hermanos. (22) Valora y aprecia tus convicciones, pero no busques el imponérselas a cada uno de los que te rodean. Tu tienes una gran bendición al poseer una conciencia firme, quédate satisfecho con eso (23) y no tientes a otro a comer cuando el hecho de no estar seguro de estar haciendo el bien le puede condenar; pues siempre es pecaminoso para un hombre el hacer aquello que su conciencia no aprueba.

5. Diferencia entre día y día. Esta referencia es sin duda dirigida a la observación judía (Gálatas 4:10; Colosenses 2:16). El principio es que la salvación no depende de la observación de ciertos días y estaciones. Esos son indiferentes de por sí, aunque el separar ciertos días en especial, pueda ser prácticamente beneficioso. El apóstol probablemente hubiera incluido el guardar el sábado o el domingo. Pero hubiera dicho que un día no tiene diferencia sobre el otro puesto que todos han de ser hechos santos por nosotros, no porque en sí los días lo sean. Es decir que si consideramos guardar el domingo, el resto de los días de la semana debemos considerar hacerlos similar al domingo y no al revés. De aquí viene como consecuencia el inestimable valor que tiene el guardar ese día de la semana llevándolo a un nivel espiritual lo más alto posible.

CAPITULO XV

AMBOS, EL JUDIO Y EL GENTIL SON OBJETO DEL AMOR DE DIOS.

LOS PLANES DEL APOSTOL

1 –13. Continúa el tema del capítulo 14. Se ha de demostrar "fortaleza" al ayudar al "débil" siguiendo el ejemplo de Cristo. Que ambos estén unidos para gloria de Dios, dándose la bienvenida, de la misma forma que Cristo se la dio a ellos. En cuanto a la divergencia de puntos de vista originados por la existente diferencia entre el judío y el gentil, que ambos tengan presente el hecho de que Jesús de hizo judío para la salvación de ambos.

Parafraseando.

(1) Por tanto que el débil puede ponerse en peligro fácilmente, el fuerte debe ser paciente con los escrúpulos de aquél y no entregarse ante él a la libertad que posee. (2) Cada uno debe ser muy cuidadoso con los sentimientos de su vecino y siempre estar buscando su bienestar, (3) siguiendo el ejemplo de Cristo y los descritos en el Antiguo Testamento, (4) que debemos leer para aprender las lecciones de paciencia y recibir aliento que nos ayude a mirar con confianza al futuro en el que encontraremos la gloria. (5) Que Dios os enseñe esas lecciones, permitiéndoos sobrellevaros los unos a los otros y que estéis tan unidos en metas, esperanzas y sentimientos en la forma y la medida de Cristo (6) para que os unáis en un solo cuerpo en alabanza a Dios. (7) Por tanto, que ambos grupos se acojan mutuamente en la misma manera que Cristo acogió a ambos. Una iglesia unida en hermandad traerá como resultado una mayor gloria a Dios. (8) Que el gentil, en especial, recuerde que Cristo se convirtió en judío para asegurarles el cumplimiento de las promesas de Dios, (9) y para dar la bienvenida a los gentiles por medio de Su gracia, (10, 11, 12) para que el judío y el gentil puedan unirse en alabanzas tal como fue predicho por el salmista y los profetas. (13) Que Dios conceda que tu fe en Cristo pueda llenarte de tal alegría y paz que busques por la gloria de Cristo con la triunfante confianza de aquellos que son poseídos por el poder del Espíritu Santo.

14 – 21. Su tono de autoridad está garantizada por su comisión de apóstol de los gentiles y por la forma en que Cristo ha estado presente y bendito su obra.

Parafraseando.

(14) No creáis que pienso os falta bondad o conocimiento de los principios cristianos. (15) Pero os he recordado abiertamente estas cosas porque Dios me eligió (16) apóstol de los gentiles para traéros a Él. (17) Hablo por tanto con autoridad, no por mí mismo, sino porque soy ministro de Jesucristo (18) y puesto que Él ha trabajado por medio de mí (19) con milagros y poderes espirituales, de tal forma que he predicado el evangelio abiertamente (20, 21) siempre buscando el honor de predicar a Cristo donde antes nunca había sido predicado.

22 – 33. Espera, después de su viaje a Jerusalén y en su paso a España, visitar Roma y les solicita sus oraciones.

Parafraseando. (22) Mi trabajo no me ha permitido estar con vosotros, (23) pero ahora que mi trabajo está terminado espero visitaros cuando vaya a España. (25) Entre tanto me estoy dirigiendo hacia Jerusalén, (26) para llevar a los cristianos pobres de allá las contribuciones recibidas de los hermanos de Macedonia y Acaya, (27) las cuales son un reconocimiento de los gentiles hacia los judíos por haberles hecho partícipes de sus bienes espirituales. (28) Después de esto, marcharé a España, (29) y estoy seguro que mi visita a vosotros ha de ser causa de muchas bendiciones. (30) No descanséis de orar, (31) para ser pronto liberado de los rebeldes que hay en Judea y porque los Judíos cristianos acepten en paz las ofrendas que les traigo, (32) para que con gran alegría pueda venir a vosotros y encontrar descanso. (33) ¡Que Dios les bendiga y les otorgue su paz!

CAPITULO 16

DESPEDIDAS Y AMONESTACIONES

1 – 16. Recomendaciones y saludos

Observemos el gran número de mujeres a las que el apóstol envía sus saludos. Este hecho es muy significativo en el cambio traído y la posición de las mujeres dentro del evangelio y el lugar de honor por ellas ocupado dentro de la iglesia cristiana. Observemos también la diferencia de nacionalidades que sus nombres indican. El apóstol, un hebreo, envía saludos a griegos, romanos y probablemente asiáticos, muchos de los cuales son probablemente esclavos, marcando con ello la universalidad del evangelio.

17 – 20. Advierte contra los falsos maestros, probable­mente judíos, cuyas doctrinas, el apóstol ya ha mencionado y tratado en la epístola. Probablemente aún no habían aparecido en Roma. (Comparar con Filipenses 1:15 escrita desde Roma)

21 – 23. Saludos de los acompañantes del apóstol.

25 – 27. Conclusión de la doxología (fórmula de alabanza a Dios) y resumen de los puntos principales de la epístola.