La Palabra de Dios al encuentro

de la Palabra del hombre.

Daniel Kerber

10 de marzo de 2004

 

Introducción.

En 1874, celebrándose la festividad de la Anunciación, el metropolita de Moscú, Filaret, pronunció un sermón en el que manifiesta una intuición muy profunda acerca de la Palabra y dice así:

“En los días de la creación del mundo, cuando Dios pronunció su vivificante y poderoso "Hágase", la palabra del Creador introdujo criaturas en el mundo. Pero el día , sin precedentes en la historia del mundo, en que María pronunció su breve y obediente : Hágase", apenas me atrevo a decir lo que sucedió, porque la palabra de la criatura introdujo al Creador en el mundo”.[1]

La reflexión que sigue toma como punto de inspiración estas palabras del patriarca de Moscú, y quiere trazar una línea de pensamiento partiendo  de la Palabra creadora de Dios, que sale al encuentro de la palabra del propio Hombre. En este sentido, se considerarán particularmente los dos textos: de la creación, en el Génesis y en la Anunciación en Lucas y se trazarán algunas líneas de relación entre ambos y luego se proyectarán algunas perspectivas  más hacia delante.

1.  La Creación.

1.1. La Palabra creadora de Dios en Génesis 1. “Hágase”

El primer capítulo del Génesis narra en un esquema bastante estructurado la creación del mundo por parte de Dios. En esta creación, la palabra tiene un lugar preponderante. Toda la obra de Dios comienza con su palabra:

“Y Dios dijo: “haya luz”, y hubo luz” (1,3).

Antes del “haya luz”, el narrador indica el sujeto: Dios, y la acción de ese sujeto: dijo: ~yhil{a/ rm,aYOw: .

Cada uno de los seis primeros días de la creación va a comenzar con la potente palabra creadora: “Y dijo Dios” (v.3.6. 9.14.20.24). Pero no son sólo estas las comparecencias del “y dijo Dios”, por otras cuatro veces va a agregar el mismo sintagma: v.11.26, luego, con una pequeña variante aparece en el v.28 ~yhil{a/ ~h,l' rm,aYOw:, (y Dios les dijo)  y finalmente en el v. 29.  De esta manera, el primer capítulo de Génesis narra la creación del mundo a través de diez intervenciones de la palabra del Señor.  Ya los antiguos judíos habían percibido la dimensión simbólica de estas ‘diez palabras’, ‘deca-logoi’, y en el ‘Pirqé Abot’ de la Mishná dice: “por diez palabras fue creado el mundo”. “La naturaleza, el mundo están organizados por diez palabras, lo mismo que toda la vida de la humanidad creyente está bajo la ley del Sinaí, ¡una ley en diez palabras!”. [2]

La voz potente que con cadencia rítmica de diez palabras hizo la creación, más tarde, también con diez palabras va a establecer la Alianza entre Dios y su pueblo.  A través de esta analogía, se da a entender de manera simbólica que la alianza es una nueva creación, re-crea, da un inicio nuevo, da forma a algo que antes no existía. Por otro lado, en esta relación se puede interpretar retroactivamente también a la creación en categoría de Alianza: si en el Sinaí Dios hizo alianza con su pueblo con diez palabras, con las primeras diez palabras, Dios estableció la alianza primordial que es la propia creación.

El esquema en el que se encuadra el primer relato de la creación está marcado por tres frases que se repiten en cada día: [3]

“Y dijo Dios”, “y vio Dios”,  “pasó una tarde pasó una mañana...”

 

1° día

2° día

3° día

4° día

5° día

6° día

7° día

Y dijo Dios

v.3

v.6

v.9.11

v.14

v.20

v.24.26.(28). 29

 

Y vio Dios

v.4

 

v.10b.12b

v.18b

v.21b

v.26b.v.31

 

Pasó una tarde...

v.5b

v.8b

v.13

v.19

v.23

v.31b

 

La palabra poderosa de Dios inaugura toda su obra creadora, y abre cada día con un nuevo resonar de su voz: “y dijo Dios”. Luego, el autor, siguiendo con una ulterior antropomorfización de Dios, le hace ver cada una de sus obras y las considera buenas, hermosas  `bAj-yKi  ~yhil{a/ ar>Y:w: ; “y vio Dios que era bueno-bello”;  finalmente, cada uno de los días cierra con su marca temporal: “Pasó una tarde, pasó una mañana, día...”.

“La totalidad está compuesta por la acción simultánea de dos principios numéricos: el número diez, de las veces que Dios ‘dice’, y que se reparte en dos piezas de cinco; el número siete de los días, con puestos clave para el primer día, la luz, para el cuarto o central, día de sol y luna que miden el tiempo, para el séptimo, santificado por el descanso de Dios.

Así resulta decisivo el principio temporal. El esquema es artificial, su significado es sugestivo.  Al dominar el tiempo, se supera el estatismo de otras concepciones; además el tiempo es sucesión, historia; finalmente en el tiempo penetra la acción de Dios y establece una sacralizad del reposo”.  [4]

Este ritmo diario marcado por las tres locuciones se enmarca a su vez en una estructura que tiene su origen en la cosmogonía hebrea de la época.  El orden de la creación no es fortuito y la correspondencia entre cada día de la obra creadora parece seguir un plan elaborado.  La creación comienza por una sucesiva separación que tiene lugar los primeros tres días.   Este inicio de la creación por separación podría tener alguna relación con la dimensión sacra de esta obra.  El verbo utilizado para separar, badal, ldb es el mismo verbo utilizado para la separación-consagración de los sacerdotes (Nm 16,21; 1Cro 23,13; Esd 8,24), como también para expresar la idea de elección, de fuerte carga teológica en el AT.[5] En este caso de la creación por separación, si esta conlleva su dimensión sacra, no se refiere exclusivamente al elemento separado.  Toda la creación es sagrada, porque todo es obra de las manos de Dios, y “todo estaba muy bien”, Gn 1,31.

“El [redactor sacerdotal] P hace comenzar la serie de actos creadores por la penetración de la luz en el caos; lo que supone un depurado saber cosmológico. La luz es la primogénita de las criaturas porque es el ‘más sublime de los elementos’,  ‘la más fina de las potencias elementales’. Sin luz no hay creación, sólo ella hace surgir los contornos de las criaturas, difuminados por la tiniebla”. [6]  Esta Luz es separada de las tinieblas (1,4), siguen luego la separación de las aguas superiores de las aguas inferiores por medio del ‘firmamento’, siguiendo la cosmogonía de la época. El tercer día se da la última separación, las aguas (inferiores) de la tierra.   Luego, la creación sigue con el ‘ornato’; a los espacios creados por la obra de separación, se los llena con los elementos propios de cada uno de estos espacios.

Esquemáticamente se lo podría representar de la siguiente manera:

Día

Separación

Día

Ornato

1

Luz              (Día)

Tiniebla       (Noche)

4

Sol

Luna y estrellas

2

Firmamento (Cielo)

Aguas (de abajo)

5

Aves

Peces

3

Tierra

Agua

6

Animales y hombre-mujer

Si bien el relato se desarrolla estructuralmente en siete días, lo creado en cada uno de esos días no cumple un mismo rol ni ocupa un lugar similar. Toda la creación se ordena a la humanidad y a su vida. [7]  La creación se va narrando gradualmente, y “en la cúspide de esta serie gradual tenemos al hombre  en absoluta inmediatez respecto a Dios. Por tanto, El mundo por entero gira en torno al hombre y en él tiene su proximidad más pura para con Dios.  La consecuencia más elemental de esta afirmación es que por tanto el hombre no puede buscar su inmediatez respecto a Dios en el mundo, en el ámbito de lo natural”. [8]

A fin de recalcar su importancia mayor respecto a todas las obras acontecidas hasta entonces, la creación del hombre va precedida por la mención de una decisión del propio Dios: “Hagamos al hombre”. Dios participó pues en esta creación de modo mucho más intimista e intensivo que en las anteriores.  En el v.27 el empleo del verbo bará en este divino acto creador sin parangón, alcanza la plenitud de su significado. Aparece tres veces en este versículo a fin de que quede claro que aquí se ha llegado a la cúspide, a la meta que se propuso toda la labor creadora de Dios desde el versículo 1. [9]

De este modo vemos que toda la obra creadora de Dios tiende a la creación del único ser al cual Él le dirige la palabra.  Dios ya ha hablado, pero hasta el sexto día no hay quien le oiga. Parece que el repetido, martillante “Y dijo Dios” estuviera pidiendo un oído que pudiera distinguir la resonancia de la voz divina. Finalmente cuando ya lo ha preparado todo, la palabra poderosa de Dios crea al hombre y la mujer, y esta palabra es dirigida en segunda persona sólo a ellos (1,28-29). [10]  Aquí es donde cambia el “Y dijo Dios”; después de tanto decir sin ser escuchado se espera la receptividad, y ésta llega: Dios ya no dice sino que les dice (v.28 ~yhil{a/ ~h,l' rm,aYOw:).  “Es la palabra de Dios que constituye al ser humano creado a su imagen y semejanza como su delegado entre los seres vivientes del cielo, de la tierra y del mar para cuidarlos.  Al fin una vez más es la palabra eficaz de Dios que en forma de bendición confirma este papel del ser humano al que es comunicado el poder de dar la vida con el mandato de llenar la tierra”. [11]

 

Quedan por hacer algunas consideraciones que surgen de la misma cadencia estructural de los ¿seis o siete días de la creación? Tanto en el primer esquema de las tres locuciones que marcan la cadencia estructural de la creación (“y dijo Dios”, “y vio Dios”, “pasó una tarde...”), como en el segundo esquema de la obra por ‘separación’ y ‘ornato’, el séptimo día queda de alguna manera fuera.

En el día séptimo falta la palabra de Dios, tampoco se hacer la referencia al ‘vio Dios’ [12], y finalmente, concluye la labor de Dios y Dios descansa (2,2) pero del mismo día séptimo no se presenta su conclusión, como había sido presentada de los seis precedentes. No hay un “pasó una tarde, pasó una mañana, día séptimo”.

Estas ausencias del séptimo día permiten hacer algunas consideraciones, si no como afirmaciones apodícticas, al menos como planteos o cuestionamientos. 

·       En primer lugar el séptimo día es distinto a los demás, sale del esquema propio de la creación. Dios concluye su obra y reposa. “El relato se eleva por así decirlo a la esfera de lo divino y atestigua que existe un reposo del Dios vivo.   Pero esta palabra, “reposo”, no tiene corte especulativo; habla de una actitud de Dios respecto al mundo.  En primer lugar atestigua negativamente –pero con bastante importancia- que el mundo no se halla ya en vías de creación.  Ni estaba ni está inacabado, sino “ultimado” por Dios.  Más aún, Dios ha “bendecido” este reposo, lo ha “santificado” –santificar quiere decir que una cosa ha sido puesta aparte para que sirva a Dios-, y ello supone que P no considera dicho reposo como algo intradivino sino como un asunto que concierne al mundo, como un tercer término existente entre Dios y el mundo.  Trátase pues de la preparación de un elevado bien salvífico.  Aún no sabe claramente el hombre nada sobre él. ¡Cómo iba a serle familiar tal misterio!  Pero cuando llegue el día en que haya una comunidad y una tienda fundacional, entonces serán obligados a guardar este reposo divino”. [13]

·       Después del ocho veces repetido “y dijo Dios”,  las últimas dos veces cambian y ya no es un ‘y dijo’ sin un interlocutor. La novena y décima vez que aparece la fórmula (modificada en el v.28 por ‘les dijo’) el contenido está formulado en discurso directo en segunda persona[14] y no en impersonal: “Hágase la luz” (v.3), “Haya un firmamento” (v.6), etc.  El séptimo día Dios calla, ya no dice.  Después de haberse dirigido al ser humano, capaz de escucharlo, el silencio reposado de Dios ¿está esperando la respuesta de su criatura, hecha a su imagen y semejanza?[15]

·       En este día Dios concluye su tarea creadora y descansa, pero este mismo día no tiene conclusión; esta ausencia ¿está abriendo al hombre a la espera, al deseo de entrar en el descanso que presentará más tardíamente la tradición de Hb 4?

1.2. El Espíritu creador.

Si el primer relato destaca la creación por ‘la palabra’, insistiendo por diez veces “Y dijo Dios”, el segundo relato va a agregar, -al crear al hombre- otra dimensión complementaria a la palabra. En Gn 2,7 se lee: “El Señor Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”.  En este relato, el aliento de vida  ~yYIx;  tm;v.nI  tiene un lugar fundamental en la creación del Hombre.

De esta manera se ve en los dos relatos cómo confluyen para la creación del hombre la palabra y el aliento, el Espíritu de Dios.

Esta conjunción de “palabra y espíritu” en la obra de la creación va a ser una constante que se va a repetir en otros lugares de la tradición bíblica. Incluso en algunos lugares ocupa puestos paralelos en los que se atribuyen actividades semejantes a ambos.[16]

“La palabra del Señor hizo el cielo,

 el aliento de su boca sus ejércitos”.  Sal 33,6

“Que te sirva toda tu creación,

pronunciaste tu palabra y todo fue hecho;

enviaste tu espíritu y todo fue creado” Jud 16,1

El “cosmos ha surgido del caos por la fuerza creadora del Espíritu de Dios, que como un aliento divino que informa y da vida, se cernía a lo largo y a lo ancho del océano primitivo. Las palabras de Dios están repletas de esta fuerza.  Por medio de la Palabra divina, el impulso creador del Espíritu de Dios es, por así decirlo, especificado y dirigido a la producción de seres netamente diferenciados.  De igual modo, nuestra palabra humana viene traída por nuestro aliento, y éste, a su vez, recibe forma por nuestra palabra. Así, Dios, desde la insondable calma de la eternidad, interviene en lo terreno. Así obra Él ad extra.” [17]

En el primer relato, la palabra de Dios es dirigida en exclusividad al hombre en clave de mandato y de bendición (1,28), en el segundo relato, el contacto de Dios con el hombre se da a través de la comunicación, no ya de la palabra, sino de su aliento: “insufló en sus narices aliento de vida” (2,7).  De este modo, en la creación, el hombre es distinguido de todas las otras creaturas por la palabra que es dirigida a él y el espíritu que le es comunicado.

1.3  Palabra y Espíritu en el hombre.

Esta ‘palabra’ y ‘espíritu’ que el ser humano recibe de parte de Dios como don exclusivo no son ‘materia muerta’.  Ambos están íntimamente relacionados con el dar la vida. [18]  Siendo así, es natural que no queden inertes en el hombre, sino que inician todo un movimiento, una dinámica que tiene en sí misma una orientación y un sentido.

La marcada dimensión concreta de la manera de pensar de los hebreos pide que a la inspiración (el soplo en las narices del ser humano) siga la exhalación.   El espíritu que el ser humano recibió al ser creado: ‘sopló en sus narices’, también debe exhalarse, entregarse, y esa es la dinámica que le es propia.

Luis Alonso Schökel desarrolla en una apretada síntesis esta dinámica del espíritu que en el hombre busca salir para entregarse: “La antropología hebrea nos habla de la presión interna del aliento = espíritu, que busca salida en forma de palabra para comunicarse. Cito y comento tres textos del libro de Job:

·       7,11 : «Por eso no frenaré la lengua, hablará mi Espíritu angustiado (rc;B. = apretado, comprimido), se quejará mi alma entristecida (o: mi garganta amarga)». El hebreo dice angostura o estrechez de viento: un viento encajonado, comprimido, que busca impetuosamente salida.

·       8,2: «¿Hasta cuándo hablarás de esa manera? Las palabras de tu boca son un huracán». Huracán es en hebreo «viento Impetuoso». Su fuerza interior lo hace salir tumultuosamente, en forma de palabra, en discursos que azotan como un vendaval.

·       32,18s: «Porque me siento henchido de palabras y su ímpetu me oprime las entrañas. Mis entrañas están como odres nuevos que el vino encerrado revienta». Ímpetu es en hebreo viento, paralelo de palabra.”[19]

En estas citas de Job se juntan nuevamente palabra-espíritu; éstos entrando en el seno del hombre piden expresarse, salir, entregarse.  En 32,20 Elihú continúa con una expresión que manifiesta plásticamente sus sentimientos: “Hablaré para desahogarme, abriré mis labios y responderé”. 

El hombre siente que el espíritu que lo colma puede ahogarlo si no lo exhala, si no lo entrega, y esta entrega se hace por la palabra[20].

Si el ‘soplo de vida’ dado al ser humano busca ser exhalado, comunicado, de modo análogo, la palabra pronunciada por Dios, dirigida por primera vez al hombre quiere entablar con éste un diálogo, y por eso  la palabra de Dios sale al encuentro de la palabra del hombre. Y si ‘la Palabra’ (el Verbo) es la revelación plena de Dios,  al salir hacia el ser humano quiere encontrarlo en su palabra, es decir en su pleno auto-decir-se. [21]

“Lo que se oye espera a su vez una respuesta.   Israel prueba que es pueblo de Dios, declarándose dispuesto a escuchar (Ex 19,7s; 24,3.7; etc.). ... Para el yavista el privilegio del hombre consiste en definitiva en que puede responder (Gn 2,18-23), y ello es posible gracias a la providente palabra de Dios: “No es bueno que el hombre esté solo”, y conforme a esa palabra se le regalan los dones del creador. [...]  Con la palabra, que es respuesta al regalo perfecto, es como el hombre se hace totalmente hombre.  Más tarde se describe al hombre, cuya vida se colma, como quien se alegra en la Torá de YHWH y se la apropia meditándola (Sal 1,2).  Sal 71,24 ve la plenitud de la vida en que “mi lengua pregona tu justicia durante todo el día””. [22] El ser humano pleno es el que, recibiendo el Espíritu y la Palabra,  los devuelve y responde, alabando y glorificando a Dios. 

Por la Palabra y el Espíritu Dios crea al ser humano; pero siguiendo su propia dinámica, no se quedan pasivamente en él, sino que generan un movimiento interno que pide expresarse, comunicarse, darse.

Esta dinámica de don recibido y tarea a realizar se va plasmando de diversa manera a lo largo de la historia salvífica.  Un paradigma en el que queda manifiesto esta dimensión son los profetas. Por ejemplo, “Ezequiel, en su experiencia profética vive en primera persona y hace explícita la íntima conexión entre espíritu y palabra. Después de su primer experiencia de encuentro con Dios en el escenario de su gloria en las orillas del río Kebar –Dios le aparece en un huracán, en una gran nube y en un torbellino de fuego sobe un carro de fuego llevado por cuatro seres vivientes- él cae con el rostro en tierra mientras oye la voz de uno que dice: “Hijo de hombre, levántate, quiero hablarte”. Después de esto, narra Ezequiel, “un espíritu entró en mí y me hizo ponerme en pie y yo escuché al que me hablaba” (Ez 2,1-2).  Esta experiencia del espíritu –identificado con la “mano” o la acción del Señor- se repite todas las veces que le es renovada al profeta la misión de hablar en el nombre de Dios.  El espíritu lo levanta y lo lleva entre los exiliados (Ez 3,12.14.22; cfr. 8,1-3: “un espíritu me levantó entre cielo y tierra...”; 11,1: “un espíritu me levantó y me transportó a la puerta oriental del templo...”, en Jerusalén; 11,5: “el espíritu del Señor vino sobre mí y me dijo...”).

La experiencia del “espíritu” en Ezequiel es colocada en paralelismo con la “palabra del Señor” que le es dirigida, o con la “mano del Señor” que se posa sobre él”. [23]

Esta palabra que el Señor dirige al profeta es experimentada en Jeremías como algo que no se puede contener, necesita decirse:

“La palabra del Señor ha sido para mí oprobio y befa cotidiana.

Yo decía: “no volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre”.

Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente prendido en mis huesos,

y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía”.  Jer 20,8-9

El Espíritu que ha consagrado a los profetas y que los habita forma en ellos la palabra que éstos deben proferir, esa es su misión y su alivio[24]. “El Espíritu es el suspiro de Dios, más penetrante que su Palabra; el Espíritu actúa para que las bocas prediquen la Palabra y los corazones se abran a ella y la entiendan y acojan. En una bella coincidencia los profetas Jeremías y Ezequiel intuyeron la importancia del corazón humano como ámbito de actuación de la Palabra y del Espíritu de Dios. En él Dios escribe su Palabra, su Ley, decía Jeremías (Jer 31,33); en él Dios derrama su Espíritu, decía Ezequiel (Ez 26,27). Se encuentra en él, co-inciden y se revelan, quienes en mutua perijóresis son la Sabiduría del Abbá: la Palabra y el Espíritu.”[25] 

 

La misma experiencia del Salmista lo hace plasmar en el Salterio su doctrina: es dichoso el que sigue el camino del Señor, y “repite su ley día y noche” (Sal 1).  La bienaventuranza del hombre comienza con el conocimiento de la ‘ley-palabra del Señor’ y su puesta en práctica en la vida.  Siendo instruido en esa vía, a lo largo del camino de 150 salmos, va a culminar su aprendizaje con el canto del ¡Aleluya! (Sal 146-150).  La bienaventuranza del hombre que ha recorrido el camino de la sabiduría manifestada a lo largo de todo el libro es el gozo de cantar la alabanza del Señor. [26]

El autor de la epístola a los Hebreos va a considerar esta sucesiva entrega de la palabra en la misma apertura de su escrito. En estos versículos también se manifiesta la doble dimensión de la palabra, como revelación y como palabra potente creadora:

“Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas...” Hb 1,1-3

La Palabra poderosa de Dios se va a hacer palabra encarnada (Jn 1,14) pero para que esto suceda, era necesario la delicada palabra de una mujer que hizo suya la primera palabra de Dios y dijo: “hágase”. [27]

2. La palabra de María en la anunciación: “¡Hágase!”.  Lc 1,26-38

2.1 El inicio del anuncio del ángel: ¡Alégrate!”

El pasaje de la Anunciación, se desarrolla literariamente como un diálogo entre María y el Ángel.  Éste abre el discurso con Cai/re, ‘alégrate’.  Si bien podría ser interpretado simplemente como el saludo corriente en el griego convencional (cfr. Mt 26,49; 28,9; Jds1,1; Flp 3,1; 4,4) el  evangelio de Lucas nunca lo utiliza en este sentido[28]; para el saludo semítico, Lucas prefiere usar Eivrh,nh: “la paz” (cfr 10,5; 24,36).  Por eso, muchos autores recientes piensan justamente que, con el término ‘Cai/re usado en Lc 1,28, el ángel dirige a María una verdadera invitación a alegrarse por la venida de Dios en medio de su pueblo. [29]  En este sentido, la interpretación del verbo está en consonancia con la teología de Lucas que le de a la alegría una relevancia particular, ya que es un don que el mundo no  puede dar, es dádiva de Dios y va inseparablemente unido al don de la salvación mesiánica por eso es signo de la presencia de Dios.[30]

Si se hace un relevamiento del verbo ‘Cai/rw en el AT griego, se verá que la conjugación en  2° persona singular del presente imperativo activo: ‘Cai/re’, se encuentra cuatro veces[31], siempre en el marco de una profecía mesiánica: la Jerusalén futura, la hija de Sión es invitada a alegrarse, y se indica explícitamente el motivo de la alegría, Dios estará presente en medio de ella:

“¡Alégrate grandemente, hija de Sión! ¡Lanza clamores hija de Jerusalén!  Regocíjate y exulta de todo corazón, hija de Jerusalén... ¡El Señor, el Rey de Israel está en medio de ti!  Sof 3,14 (cfr. Zac 9,9)

“No temas, tierra, alégrate y regocíjate...; porque el Señor ha hecho grandes cosas... y vosotros, hijos de Sión, alegraos y regocijaos en el Señor vuestro Dios. [...] y sabréis que en medio de Israel estoy yo”. Jl,2,21.23; (cfr. Is 66,10.14; Lam 4,21)

Esta interpretación de ‘Cai/re’  como una invitación a la alegría se compadece también con el contexto del evangelio de la infancia.  “Este tema constituye como un estribillo en Lc 1-2, tanto en los pasajes sobre la infancia del precursor (cfr. el anuncio a Zacarías, 1,14; y también 1,4.47.58), como en la narración del nacimiento de Jesús: “Les traigo una alegre noticia que será de gran gozo para todo el pueblo euvaggeli,zomai u`mi/n cara.n mega,lhn “””.  Sería extraño si el mismo no estuviera en nuestro pasaje, dado que justamente allí es descrito el anuncio de este nacimiento”[32].

La relación de las palabras de invitación del ángel con los textos proféticos citados y el motivo por el que se invita a la alegría: “el Señor está en medio de ti”,  deja entender que Lucas ve en María una personificación de Sión.  Esta imagen se ver reforzada cuando se considera la locución frecuente en los profetas refiriéndose al pueblo como  “la virgen, hija de Sión” (Is 37,22), “la virgen hija de mi pueblo” (Jer 14:17), o “la virgen de Israel” (Am 5,2); tomando en cuenta que en Lc 1,37 María es llamada dos veces virgen[33].  Esta vinculación de María con Sión, o con el pueblo prepara un tema que será un clásico de la tradición patrística: María figura de la Iglesia.  La esperanza de Israel se cumple en aquélla que está a punto de ser transformada en madre del Salvador.  

Sin embargo, es interesante notar que en la invitación a la alegría de Lc 1,38, hay una novedad respecto al Cai/re dirigido a Sión en el AT. En los textos proféticos, Jerusalén es invitada a alegrarse, pero no desarrolla ninguna parte activa en la venida del Señor. En cambio, el texto de Lucas es una escena de vocación: María está llamada a colaborar en esta venida; es más, su maternidad será una condición indispensable para que el Hijo de Dios pueda venir en medio de nosotros; su consentimiento es indispensable. [34]

2.2 El consentimiento de María: ¡Hágase!

Este consentimiento se da en el texto en la respuesta final de María en el v.38 que se expresa en dos esticos:

“Aquí está la esclava del Señor,

hágase en mí según tu palabra”.

María comienza declarándose ‘esclava del Señor’. Esta categoría no indica solamente sumisión, sino también pertenencia a Dios, y sentimiento de seguridad junto a él.[35]  A través de estas palabras, María se pone al servicio de Dios y expresa su perfecta disponibilidad para cumplir la misión que le es confiada por Dios.  Y “la respuesta humana se coloca en la historia (“aquí está la esclava”) y no en una ontología abstracta (“yo soy la esclava”). [36]

Las últimas palabras de María presentan ciertas dificultades de intelección e interpretación. “El influjo de la traducción latina, “fiat mihi secundum verbum tuum”, hace recordar el “fiat voluntas tua” del Padrenuestro (Mt 6,10) o de Jesús en Getsemaní (Lc 22,42); se concluye entonces que María expresa aquí sólo su sumisión, casi con resignación.  Pero el griego orienta hacia otra dirección: no tenemos aquí un verbo en imperativo, como en los dos casos citados,  sino en optativo (ge,noito), que es una forma rara: en sentido positivo se encuentra sólo aquí en todo el NT. Expresa el consentimiento gozoso de María, su verdadero deseo de ver realizarse todo el designio de Dios.  En este sentido, el ge,noito de María al fin de la narración, es casi su respuesta a la invitación formulada al inicio, en la primer palabra del ángel: “Cai/re, alégrate, llena de gracia”.  La última respuesta de María al anuncio del ángel está hecha entonces, de perfecta disponibilidad, sí, pero también de un deseo gozoso de colaborar con la acción de Dios”. [37]

 

Si el ‘hágase’ de María es la respuesta perfecta a la invitación a la alegría manifestado por el ángel, también se puede percibir otra dimensión en esta palabra de la Virgen.   Cuando le es anunciada la concepción en su vientre, María pregunta sobre el modo: “¿Cómo será esto si yo no conozco varón?” (v.34) y entonces viene la respuesta del ángel:

“El Espíritu Santo descenderá sobre ti,

y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”.   (v.35)

A través de una clásica construcción paralelística se manifiesta con dos imágenes la misma realidad: el Espíritu Santo que es el Poder de Dios (el Altísimo) llegará hasta María y la colmará[38].  Pero esta presencia no será sólo futura (como manifiestan los dos verbos, evpeleu,setai y evpiskia,sei, en referencia a la maternidad divina) sino que ya es presente.  Así lo atestiguan las palabras anteriores del ángel: “llena de gracia” (kecaritwme,nh, participio perfecto), v.28 y “has hallado gracia ante el Señor” (eu-rej, aoristo)[39].  María ya vive esa presencia del Señor que se hace más densa y se renueva totalmente por el anuncio del ángel.  Es esta presencia del Espíritu en ella que también pide una respuesta; la dinámica propia del Soplo de Dios que al llenar busca expandirse y salir, y se canaliza a través de la palabra.  La colmada por el Espíritu deja salir su palabra en el ‘hágase’[40].

La interpretación de este pasaje la expresó de modo eminente San Bernardo en su famoso texto:

“Has oído, oh Virgen el hecho, y has oído también el modo: uno y otro son admirables, uno y otro gozosos. “¡Alégrate, hija de Sión, llénate de gozo, hija de Jerusalén!  Y pues has sentido la invitación a la alegría y al gozo, queremos escuchar también nosotros de tu boca la respuesta de tu alegría, que nosotros deseamos...

El ángel está aguardando tu respuesta... También nosotros esperamos, oh Señora... Mira que está en tus manos el precio de nuestra redención... Responde pronto, oh Virgen. Pronuncia, Señora, la palabra que la tierra y hasta el cielo esperan...  Di una palabra y recibe al que es la Palabra, pronuncia tu palabra humana, y concibe al que es la Palabra divina, profiere una palabra transitoria y recibe en tu seno al que es la Palabra eterna.

Abre, Virgen santa, tu corazón a la fe, tus labios al consentimiento, tu seno al Creador.   Mira que el deseado de todas las almas está junto a tu puerta y llama. ... Levántate, corre, abre.  Levántate por la fe, corre por el amor, abre por el consentimiento.  Aquí está –dice la virgen- la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. [41]

En esta respuesta de María que dice gozosamente “¡Hágase!”, resuena la primer palabra de Dios, que fue justamente “Hágase”.  María responde a la palabra de Dios con su propia palabra.[42]  Pero el segundo “Hágase”, no es como el primero; confluyen en él la palabra de Dios que es la que tiene toda la iniciativa y que ha salido, -a través del anuncio del ángel- al encuentro de María,  y la palabra humana, que es justamente respuesta a la Palabra divina.  Nada fue necesario para el primer “Hágase”, pero para el segundo es necesaria la iniciativa del primero y también el libre consentimiento de la voluntad humana.

Dios habla, y el hombre (María) escucha y escuchando aprende a hablar, y cuando el hombre habla, Dios también escucha.  Es la firme constatación de los Salmos; “si el afligido invoca al Señor, él lo escucha”;  Sal 34,7, “Él me invocará y yo lo escucharé”, Sal 91,15 (Cfr. Sal 69,34; 77,2...).  Ante la escucha, Dios responde, y la respuesta de Dios es su Palabra, y esta vez, respondiendo al “¡hágase!” de María, la Palabra se hace carne (Jn 1,14).

Esquemáticamente se podría expresar de la siguiente manera.

  Dios habla

è hágase

è el hombre escucha

 

 

    $

aprende à  responde

     $

Dios escucha  ç

hágase ç

El hombre habla

   $

Dios responde

 

 

       m

Y el Verbo se hizo carne[43]

l

 

Se vio hasta ahora la tensión que existe entre la primer palabra de Dios, su poderoso “hágase”, y la respuesta de María, que también profiere su humilde y gozoso “hágase”. Esta reflexión recogía la intuición original del sermón de Filaret de Moscú, en la fiesta de la Anunciación, en 1874.  Pero se puede correr el riesgo de ir un poco más adelante, y si se comenzó en los orígenes, con el Génesis, y se prestó particular atención al ‘centro de los tiempos’, como le gustaba a Conzelmann llamar la obra de Lucas[44], se proyectará ahora una línea hasta el fin, el Apocalipsis.

3 El Espíritu habla y la novia responde: “¡Ven!”

La voz de mujer, que se escuchó en la boca de María como respuesta al anuncio del ángel,  va a resonar nuevamente en los labios de otra ‘mujer’, la “Iglesia-novia” del Cordero en el Apocalipsis. 

A lo largo de toda la trama del libro, el Espíritu  habla e invita a la escucha.  En las cartas de  apertura del libro “siete veces recorre la frase “el tenga oído que escuche lo que dice el Espíritu a las Iglesias”.  Se toma conciencia del hecho que el Espíritu de Cristo dirige continuamente su mensaje –habla le,gei presente continuo- a las Iglesias en general – tai/j evkklhsi,aij - y no sólo a la iglesia a la que es dirigida la carta particular”[45].

El Espíritu del Señor habla a la Iglesia, y ésta, amada por Cristo, en sus miembros ha acogido el evangelio.   Nace así, entre Cristo y la Iglesia una reciprocidad de amor que se desarrolla in crescendo.  Después de la liberación radical obtenida mediante el bautismo, Cristo continúa purificando a su Iglesia mediante el camino penitencial que encontramos expresado en cada una de las siete cartas.  Purificándola, Cristo manda a la Iglesia ‘amar ardientemente’, haciéndola así capaz de un amor que tenga y conserve la frescura óptima del primer amor.

Se trata de un amor de noviazgo. En la reciprocidad entre Cristo y la Iglesia, se realiza la reciprocidad entre Dios y su pueblo percibida por Oseas.  En esta situación de reciprocidad, la Iglesia es capaz tanto de descifrar el lenguaje del Espíritu como de ser victoriosa con Cristo.

Pero todavía estamos en camino. La Iglesia, propiamente, es la novia, todavía no es la esposa. El nivel de nupcialidad perfecta es esencialmente escatológico: será alcanzado solo en la fase final de la historia de la salvación. Entonces tendrán lugar las bodas del Cordero.[46] 

Al final del libro del Apocalipsis, el epílogo (22,6-21)  que tiene la estructura de un diálogo litúrgico, “nos volvemos a encontrar en la asamblea litúrgica, que se siente de nuevo en su situación de ‘novia’ que aspira a la plenitud de la esposa .

Es una tensión que compromete a la asamblea y cada uno de sus miembros bajo un perfil de crecimiento del amor.  ... Hay tantos vacíos de Cristo en la historia que la asamblea ha aprendido a leer y a interpretar, practicando la escucha del Espíritu.  Dondequiera que hay violencia, injusticia, dolor, muerte, falta la presencia de Cristo. La asamblea litúrgica, animada por el Espíritu que la guía en el discernimiento de los hechos y de los signos de los tiempos, aspira a esta presencia total de Cristo también en la misma historia.  Será justamente esta presencia actuada –la asamblea lo sabe- que determinará los cielos nuevos y la tierra nueva.  La nostalgia de una reciprocidad total entre Cristo y ella, a estos dos niveles, no le da tregua:

“El Espíritu y la novia dicen: “ven”. (22,17)

La experiencia compleja que ha visto el grupo de escucha, comprometido en el aprendizaje personal del amor a Cristo en la primera parte del Apocalipsis es lanzado, siempre en el contexto de un amor creciente, a colaborar en la venida de Cristo en la historia, culmina así un eje de amor: el de la novia que quiere a cualquier costo transformarse en esposa”. [47]

Vemos que aquí, al final de toda la trama que teje el Apocalipsis, ya no es sólo el anhelo de la Novia, también el Espíritu se asocia a la voz de la novia para clamar juntos, y es tan atractivo ese “¡ven!” que todos los que escuchan están invitados a decirlo: “El que oiga, diga: “¡ven!” (22,17). Esta unión de ambas voces alcanza una armonía tan perfecta en el llamado del Esposo que éste ya no se puede retrasar.

Finalmente, al unirse las dos voces, el Espíritu y la Novia, manifestando juntas el anhelo, el que da testimonio responde definitivamente: “Sí, vengo pronto. ¡Amén!”, y confirma así la realización del deseo.   Se da el desposorio, en el que –en categorías bíblicas- los dos son una sola carne (Gn 2,24). 

Para esa plenitud de unión Pablo va a hablar de “Dios todo en todos” (1Co 15,28), Pedro, de “participar en la naturaleza divina” (2Pe 1,4), en definitiva, diversas imágenes que intentan aproximarse a aquello que ‘ni el ojo vio ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman” (1Co 2,9), la definitiva y gozosa comunión de amor de Dios con su pueblo.

Siguiendo el esquema que se hizo sobre la relación entre el ‘Hágase’ de Dios en Gn y el de María, se podría continuar con el Apocalipsis de la siguiente forma:

 

 

Gn

 

Dios  è

 

¡Hágase!

Creación

Ser humano

 

 

Espíritu m

 

 

 

 

Acción    k aliento de vida (Gn2,7)

del Espíritu

               mel ES sobre ti (Lc1,35)

 

Ap

 

 

 

¡Ven!

 

¡Sí, vengo pronto!

Dios todo en todos

Lc

María  è

¡Hágase!

Verbo Encarnado

 

Novia     k

 

 

 

Si Bernardo, ante el misterio de la Anunciación invitaba premurosamente a la Virgen a responder, a dar su sí al “deseado de todas las almas que está junto a tu puerta y llama”, cuánto más la novia ante la palabra constante del Esposo que la llama: “¡Ven, hermosa mía!” (Cant 2,10), debe apresurarse a armonizar su voz con el Espíritu y unirse en el “¡Ven!”, para así reconocer la voz del que la ama y le dice: “Sí, vengo pronto  ¡Amén!”

 

 

 


 

[1] Citado por Jim Forest, Orar con los Iconos, Ed. Sal Terrae, Santander. 2002, p.84

 

[2]  Cfr. Francois Castel, Comienzos, Los once primeros capítulos del Génesis, Verbo Divino, Estella, 1987.p. 9.

[3] Solamente falta la referencia a la segunda frase de la secuencia: “Y vio Dios...” en el segundo día.  Por otra parte, como se verá, el día séptimo escapa de la estructura del esquema.

[4] Luis Alonso Schökel, Pentateuco, I, Génesis, Éxodo, (Los libros sagrados), Cristiandad, Madrid, 1970, p.21-22

[5] cfr. B. Otzen, bdl, en J. Botterweck, H. Ringgren, Theological Dictionary of the Old Testament, V.II, Eerdmans, Grand Rapids, rep.1988, p.1ss. “El verbo bdl es usado predominantemente en la literatura Sacerdotal (P) y usualmente se refiere a cosas sagradas. Si un autor desea describir una separación en un contexto puramente secular, normalmente usa el sinónimo paradh”. p.1. 

[6] G. Von Rad, El libro del Génesis, Sígueme, Salamanca, 1977, p.61

[7] Nicoló M. Loss, Historia de los orígenes: Gn 1-11, en R. Fabris (ed.), Problemas y perspectivas de las ciencias bíblicas, Sígueme, Salamanca, 1983, p.180

[8] G. Von Rad, El libro del Génesis, Sígueme, Salamanca, 1977, p.79.

[9] G. Von Rad, El libro del Génesis, Sígueme, Salamanca, 1977, p.69.

[10] Cfr. H. W. Wolf, Antropología del Antiguo Testamento,  Sígueme, Salamanca, 1975, “Es sintomático que al asignárseles a hombres y animales la alimentación respectiva, a aquellos se les habla (v.29) mientras que a los animales se refiere en tercera persona (v.30)”.  p.132.

[11] R.Fabris, “Lo ‘Spirito’ e la ‘Parola’”, en http://www.suffragio.it/suffragio/sanguesale/san3.htm (consultada el 15/I/04).

[12] De hecho, en el día sexto, cuando se hace esa referencia, cambia con respecto a los días anteriores; ya no es la locución habitual “y vio Dios que era bueno”, sino que se le agregan dos características que dan cierta dimensión de culminación. Ya no dice “y vio Dios” sino que agrega “todo lo que había hecho”, y luego al juicio que hasta entonces había proferido agrega me’od, traducido por ‘muy’, y que conlleva el matiz de excedentemente, abundante, grande...

[13] G. Von Rad, El libro del Génesis, Sígueme, Salamanca, 1977, p.74.

[14] La primera vez que Dios habla con el ser humano, destacan sobremanera la cantidad de verbos en imperativo: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra, sométanla, manden sobre los peces...”  Después de tanto decir sin alguien que lo reciba, parece que ahora se desahoga en su necesidad de dirigirse a ‘alguien’.

[15] Hay que considerar que una de las características que destacan de Dios en este relato es justamente su palabra, su función hablante. Al hablar del ser humano creado a imagen y semejanza, ¿se puede dejar de considerar esta dimensión?

[16] La relación existente entre espíritu y palabra no es exclusiva de la tradición bíblica, “en el origen de la relación entre ‘espíritu’ y ‘palabra’ está la experiencia fonética. De la emisión del soplo a través de la cavidad bucal con la articulación de la laringe, de la lengua, los dientes y los labios, derivan los varios y múltiples sonidos que están en la base del lenguaje entre los seres humanos.  Por eso el espíritu no es sólo signo de vida- aliento o soplo viviente- sino que evoca el mundo de la comunicación simbólica propia del género humano”, R.Fabris, “Lo ‘Spirito’ e la ‘Parola’”, en http://www.suffragio.it/suffragio/sanguesale/san3.htm (accedido el 15/I/04).

 

[17] H. Renckens, Creación, paraíso y pecado original, Guadarrama, Madrid, 1969, 62-63.

[18] Para la relación palabra-vida, cfr. Sal 119,107, dame vida con tu palabra; Sal 119,25; Jn 6,63; Hb 4,12. Las referencias del Espíritu en relación a la vida son muy numerosas, ver entre otras: Job 33,4 “El Espíritu de Dios me hizo; el aliento del Todopoderoso me da vida”, y sobre todo el cap. 37de Ezequiel (v.5.6.9.10.14)

[19] Luis Alonso Schökel, La palabra inspirada, en http://www.mercaba.org/Fichas/biblia/131-1.htm (consultada el 15/1/04).

[20] Esta secuencia de ser colmado por el Espíritu y entregar la palabra se ve manifiesta claramente en el texto de Pentecostés: “quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar...” (Hch 2,4).

[21] Los estructurlistas van a definir al hombre por su capacidad de lenguaje; cfr. M. Bierwisch, Strukturalismus en J. Ihwe (ed.) Literaturwissenschaft und Linguistik I (1971)71: “Por claros indicios se puede confirmar que el aprendizaje de la lengua está condicionado por disposiciones biológicas no limitadas en modo alguno a los órganos externos, sino que llega a estructuras profundas neurofisiológicas.  En primer lugar la aptitud de aprender lenguaje es una propiedad de la especie de los homínidas. Ningún otro ser vivo está en disposición de aprender siquiera partes de una lengua natural.  La capacidad ligüística está, pues, ligada con las características especiales de la naturaleza humana”.  Cfr. A.S.Gimate-Welsh, Introducción a la lingüística, Modelos y reflexiones actuales, Fondo de Cultura Económica, México, 1994, al hablar sobre la obra de E.Sapir (1884-1939) va a decir que “el hombre está en cierto sentido predestinado para hablar”, p.71, o cuando cita a Von Humboldt: “La producción del lenguaje es una necesidad interna del hombre, no sólo un vehículo externo para la conservación de la comunicación, sino una necesidad indispensable que subyace en la naturaleza del hombre”, p. 96-97.

[22]  H.W. Wolf, Antropología del Antiguo Testamento,  Sígueme, Salamanca, 1975, 110-111.

[23] R.Fabris, “Lo ‘Spirito’ e la ‘Parola’”, en http://www.suffragio.it/suffragio/sanguesale/san3.htm (consultada el 15/I/04).

[24] Esta es la misma experiencia de Pablo. Al ser alcanzado por la Palabra del Señor, su tarea como portador del mensaje no es sólo algo accesorio: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Co 9,16)

[25]  Jesús Paredes, “Vocación y espíritu”, http://ciudadredonda.org/caminos/religiosos/confer/ ponenciaXto.htm  (Consultada el 15/01/04)

[26] Si bien los Salmos ‘aleluyáticos’ comienzan en el 104; al final del salterio se da una verdadera concentración de ‘aleluyas’. Los cinco salmos finales están enmarcados por el grito de ¡Aleluya! Que los abre y cierra en una inclusión reforzada por la repetición.

[27] En Gn 1,3, Dios dice “Hágase la luz” genhqh,tw fw/j (imper aor pass 3° pers sing de gi,gnomai) (LXX); María cuando le responda al ángel le dirá: “Hágase en mí según tu palabra”, ge,noito, moi kata. to. r`h/ma, souÅ (optativo, aor medio, 3° pers sing,  de gi,gnomai).

[28] En los Hechos el verbo aparece dos veces utilizado como saludo (15,23; 23,26), sin embargo, en estos pasajes, Lucas estaría citando cartas escritas en griego y adaptó su estilo al contexto griego. En toda la obra de Lucas, de 18 veces que se utiliza el verbo, sólo estas dos se reconocen como un mero saludo; en las restantes, el sentido es claramente alegrarse; solamente en Lc 1,38 es posible encontrar superpuestos los dos sentidos.

[29] De la Potterie, “L’annuncio a Maria, (Lc 1,26-38)”, ParSpV 6(1982)60, el autor hace referencia a S. Lyonnet, “Chaire kecharitomene”, Bib 20(1939)131-141, y más recientemente S.Zedda, “Il ‘chaire’ di Lc 1,28 alla luce di un triplice contesto anticotestamentario”, in Parola e Spirito. Studi in onore id Settimio Cipriani, Brescia, 1982. Cfr. también R. Brown, que si bien no es de la opinión de que jarie deba ser interpretado como ‘alégrate’, concede en The Birth of the Messiah,  Doubleday, New York, 1993, 319 “Mc Hugh ciertamente lleva la razón al ver la respuesta de María como gozosa y entusiasta.  La “palabra” a la que responde afirmativamente es una palabra de salvación, como dice en el Magnificat: “Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador”.

[30] Cfr. Aguirre Monasterio y Rodríguez Carmona, Evangelios sinópticos y Hechos de los Apóstoles, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1998, p. 339. De hecho, en el relevamiento estadístico, el verbo jairo aparece 6 veces en Mt, 2 en Mc y 10 veces en Lc.

[31] No se considera en este recuento la comparecencia en Os 9,1, donde justamente se utiliza pero con negación: “No te alegres, oh Israel; no te regocijes como otros pueblos, porque te has prostituido apartándote de tu Dios”, cfr. también Prov 24,19 donde también es utlilizado con negación.

[32] De la Potterie, “L’annuncio a Maria, (Lc 1,26-38)”, ParSpV 6(1982)61.  No se desconocen las dificultades que presenta esta interpretación de jaire y la consiguiente relación de María con la Hija de Sión, sostenidas originalmente por S. Lyonnet, “Chaire kecharitomene”, Bib 20(1939)131-141(cfr. R.E. Brown, et alii, María en el Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca, 1982, p.129ss), sin embargo, como los mismos autores de las dificultades sostienen, la posibilidad de la tesis de Lyonnet se mantiene, más allá de lo poco probable que pueda ser, cfr. p.133-134.

[33] Cfr. R. Brown, The Birth of the Messiah,  Doubleday, New York, 1993, 320.

[34] De la Potterie, “L’annuncio a Maria, (Lc 1,26-38)”, ParSpV 6(1982)61-62.

[35] Cfr. el tratamiento que el salterio hace de la categoría doulos; ver  Sal 18,12; 29,6; 30,17... 86,16: “¡Vuélvete, Señor, ten compasión de mí! Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava”

[36] F. Bovon, L’Evangile selon Saint Luc, 1-9, Labor et Fides, Genève, 1991, 79.

[37] De la Potterie, “L’annuncio a Maria, (Lc 1,26-38)”, ParSpV 6(1982)72.

[38] La relación del Espíritu Santo con el ‘Poder’ es propio de Lc (cfr. Lc 1,17; 4,14; Hch 1,8; 6,5.8; 10,38).  Este estico estaría en paralelo con el primer anuncio del ángel, en el v.28, cuando le dice: “el Señor está contigo”. Cfr. la estructura que presenta De la Potterie, “L’annuncio a Maria, (Lc 1,26-38)”, ParSpV 6(1982)58-59.

[39] Lucas va a relacionar estrechamente la ‘gracia’ con el ‘Espíritu’ y con el ‘poder’ (cfr. Hch 6,8.10;  4,33).

[40] Más tarde extenderá esa palabra como respuesta al don del Espíritu en el cántico del Magnificat, 1,46-55.

[41]Homilía 4,8-9”, Opera omnia, Edición cisterciense, 4(1966)53-54

[42] Así como el niño aprende el lenguaje por repetición, así también María, la ‘pequeña’ (cfr. Lc 1,48) aprende repitiendo la primera palabra de Dios, y por su palabra, la Palabra se hace carne.

[43] Si la Palabra de Dios, el Verbo,  ante la escucha de la palabra humana se hace carne, también la palabra del hombre –en cuanto expresión del hombre- está llamada a encarnarse ante la escucha de la palabra de Dios.

Cuando el escriba se acerca a preguntar cuál era el primer mandamiento, responde Jesús: “Escucha Israel...” lo primero es escuchar, porque la palabra de Dios fue pronunciada, -Dios se manifestó- y habiendo escuchado y aprendido, es capaz de atender a lo que sigue: “amarás...”. (Mc 12,28ss).   El hombre, recibiendo la palabra por la escucha, está llamado a responder con su palabra, con su acción, con su amor. Aquí entra la doble dimensión de palabra, dabar, como palabra dicha, realidad, cosa.

 

[44] H. Conzelmann, Die Mitte der Zeit, Studien zur Theologie des Lukas, Mohr Siebeck, 1954.

[45] U.Vanni, L’Apocalisse, ermeneutica esesgesi, teologia,Dehoniane, Bologna, 1988, p.64.

[46] U.Vanni, “Lo Spirito e la sposa (Ap 22,17)”, ParSpV 13(1986)197-198

[47] U. Vanni, “Lo Spirito e la sposa (Ap 22,17)”, ParSpV 13(1986).p204