¿Todavía la opción por los pobres?

Hna Carmelita de Freitas

Aparición original: , de la Confederación Latinoamericana de Religiosos, diciembre 1995, y , Madrid 2027(03.02.1996)8-11.

 

Existe hoy una generalizada preocupación con lo que se viene designando "los nuevos, rumbos" de la Iglesia en América Latina, bajo el impacto de las tendencias, neoconservadoras: y, sobre todo, del neocapitalismo liberal, con sus leyes implacables. En ese contexto emerge con frecuencia la pregunta por el sentido y la actualidad de la opción por los pobres. ¿No estaría esa opción de la Iglesia latinoamericana en crisis, o no habría perdido su razón de ser?

El mundo ha cambiado en las dos últimas décadas. La humanidad se acerca a transponer los umbrales del tercer milenio. Se habla no sólo de una época de cambios, sino de un cambio de época, con todo lo que esto lleva consigo de mutaciones radicales y de perplejidad. Se tiene la impresión de vivir la era "post": post-moderna, post-industrial, post-comunista, post-guerra fría, y de no saber exactamente hacia dónde caminamos. No es ésta, de hecho, una época de muchas certezas y seguridades, sino más bien una época que carece de una visión clara del futuro o, lo mismo, de un ideal utópico. La duda, el cuestionamiento, la búsqueda de nuevos paradigmas y mediaciones se hacen imperativas en una tal situación. Se impone el discernimiento la capacidad de lucidez frente a los nuevos "signos de los tiempos" y sus ineludibles interpelaciones. Pero se impone, igualmente, la capacidad de ir a las raíces, de vivir de las raíces.

En esa perspectiva de cambios y perplejidades la opción por los pobres, particularmente de la vida religiosa de América Latina, tiene que ser leída y releída, en el intento de captar sus nuevos desafíos y su nuevo alcance, pero sobre todo, su ineludible actualidad.

Actualidad vigente

Como escribe José María Vigil, "la opción por los pobres nunca fue una moda pasajera, ni una simple teoría ultrapasada (...) cuanto más reflexionamos teológicamente sobre el tema y profundizamos en la Palabra de Dios, más surgen nuevos fundamentos, insospechados, que hablan de la veracidad bíblica, teológica y pastoral de la opción por los pobres"(1).

En ese mismo sentido, advierte Juan Pablo II en su carta apostólica sobre la preparación para el jubileo del año 2000: "En esta perspectiva, y recordando que Jesús vino a "evangelizar a los pobres" (Mt 1 1,5; Lc 7, 22), ¿cómo no subrayar con más decisión la opción preferencial de la Iglesia por los pobres y los marginados? Más bien, es preciso afirmar que el empeño por la justicia y por la paz en un mundo como el nuestro, marcado por tantos conflictos y por insoportables desigualdades sociales y económicas, es un aspecto cualificativo de la preparación y de la celebración del jubileo"(2).

A su vez, la VI Conferencia Interamericana de Religiosas y Religiosas (marzo de 1994) constataba: "Por todas partes, las fuerzas sin barrera de una economía de mercado están generando un empobrecimiento creciente en nuestros países, se amplía la brecha entre Norte y Sur(...). La opción preferencial por los pobres no ha perdido significado y sigue siendo inspiración de una espiritualidad que lucha por una vida en solidaridad y gratuidad. Nos reconocemos llamados a una acción transformadora de la realidad, que ofrezca al mudo un mensaje renovado del Evangelio"(3).

La simple constatación de que la pobreza crece en asustadoras proporciones en el mundo postmoderno, estructurado bajo las leyes de la economía de mercado, conduce a la percepción del enorme desafío que se presenta para la conciencia cristiana. En tal situación, la vida religiosa -como seguimiento radical de Jesús- es cuestionada en su autocomprensión y en sus prácticas.

Como escribe João B. Libanio, "ningún movimiento social, ninguna coyuntura eclesial puede poner en cuestión y aún pretender, honestamente, eclipsar la opción por los pobres. No hay ninguna razón evangélica para tal, puesto que ella pertenece al mismo núcleo de la predicación de Jesús"(4).

No es mero modernismo

Es cierto que la experiencia eclesial de América Latina, en el postconcilio queda profundamente marcada con ese sello inconfundible de la opción por los pobres. Estamos aquí frente a uno de los componentes más decisivos de la nueva identidad histórica de una Iglesia que, creyendo en la presencia del Espíritu en su historia, acogió el desafío de emprender el éxodo hacia la periferia del sistema vigente, o sea, hacia los pobres y marginados. No, ciertamente, sin ignorar los riesgos y las consecuencias de una tal intuición, por lo demás, genuinamente evangélica.

Todo ello hace que no se pueda comprender hoy la Iglesia de América Latina sin ese rasgo constitutivo de su identidad histórica, que Medellín intuyó y legitimó, Puebla incentivó clara y decididamente, y Santo Domingo mantuvo, aun en contra de tendencias opuestas. En el fondo, lo que está en juego aquí, es la propia comprensión de Iglesia y de misión. De Iglesia que pasa a autocomprenderse desde el desplazamiento hacia los pobres, y de misión entendida como envío a esos pobres.

Pero, aun reconociendo todo eso, es preciso admitir también que la opción por los pobres constituye hoy un desafío que atañe a toda la Iglesia y su misión, a nivel mundial.

Efectivamente, en el Congreso Internacional promovido por la Unión de Superiores Generales en preparación al Sínodo de los Obispos sobre la vida consagrada (1993) la opción por los pobres fue una constante en las reflexiones y discusiones. El informe sobre la realidad de la vida religiosa en Estados Unidos constata que "para muchos religiosos, una de las expresiones singulares del testimonio profético es un compromiso con los pobres" y que "los religiosos más jóvenes se manifiestan más decididos que los mayores a trabajar con los pobres"(5).

A su vez, el informe presentado por el Departamento de Investigación Sociológica de los Religiosos (DIS), basado en una investigación de nivel internacional, destaca la centralidad de la opción por los pobres, en diferentes contextos geográficos y eclesiales: "La misión profética de la vida religiosa se ha visto enriquecida, en muchas congregaciones, con la opción preferencial por los pobres, una de las constantes evangélicas que aparece con nuevo vigor en la vida religiosa en los últimos decenios. Los/as religiosos/as, personal e institucionalmente, han hecho esa opción preferencial por los pobres, es decir, se han sentido llamados a situarse del lado de los pobres, los marginados y los débiles de la sociedad y del mundo como lo hizo Jesús(...) Los datos indican que la gran mayoría se mueve por este ideal: en los países en vías de desarrollo viven comprometidos con los pobres y junto a ellos; en los países desarrollados, de hecho, unos están comprometidos por los pobres en su medio, el 25% de los religiosos y el 35% de las religiosas; desean comprometerse más, el 20% de los religiosos y el 25% de las religiosas; y, finalmente, se sienten solidarios con los pobres, desde lo que están viviendo como misión de la congregación actualmente, el 50% de las religiosas y el 35% de los religiosas.

En los institutos religiosas son muy bajas las proporciones (5% o menos) de los que no son sensibles, de una u otra manera, a la opción por los pobres" (6).

Si es cierto que la visión presentada por ese informe puede parecer demasiado optimista, lo es también que esos datos demuestran que la opción preferencial por los pobres ya no es hoy monopolio de ninguna Iglesia particular, ni de ninguna congregación, sino que permea la conciencia eclesial.

Juan Pablo II insiste en ese carácter de urgencia de la opción por los pobres para toda la Iglesia. En su encíclica Sobre la solicitud social de la Iglesia escribe: "Los pobres, infelizmente, en vez de disminuir, se multiplican, no sólo en los países menos desarrollados, también en los que están más desarrollados(...) Hoy, dada la dimensión mundial que la cuestión social asume, ese amor preferencial (por los pobres), con las decisiones que él nos inspira, tiene que abarcar las inmensas multitudes de hambrientos, de mendigos, sin-techo, sin asistencia médica y, sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor: no se puede dejar de tener en cuenta la existencia de esas realidades"(7).

Desde Jesús

Como observa, Jorge Pixley, "la expresión 'opción por los pobres' es, en realidad, moderna. Pero la realidad que se designa con tal expresión está en el propio corazón de la Biblia"(8).

En este sentido, la confesión de fe del pueblo de Israel, contenida en el libro del Deuteronomio (26, 5-10), es extremadamente expresiva. Se trata de un texto que resume la historia de Israel y su relación con Yaveh, y que el israelita piadoso repetía con profundo sentimiento religioso. Según ese texto, oriundo de las antiguas fuentes del Pentateuco, el actuar fundamental de Yaveh en la historia, sobre el cual se construye todo lo demás, es la sanación de los pobres de las manos del opresor, y eso a partir del clamor (Ex 3, 7-9; 2, 23) de los pobres.

No se trata aquí del pobre individualmente considerado, sino de los pobres, y su pobreza está relacionada con un sistema social y económico que tiene que ser radicalmente transformado.

En toda la historia de la revelación Dios y de la sanación del pueblo de Israel hay una vertiente que va definiendo cada vez con más ímpetu y fuerza: Yaveh se revela poderoso en la flaqueza de los pobres, es el Dios de los pobres y los excluidos, de los que no tienen voz en la sociedad.

Ese Dios que se hace defensor del pobre, del huérfano, del extranjero, la viuda, de los esclavos (Ex 22, 20-26; 23, 6; 11, 12; Dt 15, 7-18; 14, 28-29), el Dios vivo y verdadero, el que se va a revelar de manera todavía más escandalosa en la historia de Jesús.

Efectivamente, en la sinagoga de Nazaret Jesús se presenta como el Mesías que viene a realizar las esperanzas de los pobres, suscitadas y alimentadas por los profetas a lo largo de los siglos: "El espíritu del Señor esta sobre mi, porque él me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor" (Is 61, 1-2).

De esa manera, los pobres, puestos el margen de la sociedad por un sistema social injusto, están en el mismo centro del anuncio del Reino hecho por Jesús anuncio que se vuelve así descentrado en relación a la organización social vigente y, por eso mismo, amenazado para aquellos que lo sostienen.

Si las prácticas de Jesús son normativas para sus seguidores (cristianos y cristianas de todos los tiempos) entonces, hay que reconocer que, sin la opción por los pobres, sin asumir su causa y comprometerse con su liberación, le faltará algo constitutivo a nuestra pretensión de ser seguidores de Jesús.

La opción por los pobres pide hoy nuevas formas históricas de expresión. En las décadas del 70 y 80, en obediencia a los "signos de los tiempos", la opción por los pobres en América Latina condujo paulatinamente a la vida religiosa del Continente a una forma alternativa de vivir el proyecto religioso: inserción en los medios populares, búsqueda de la inculturación.

Nueva imagen

El potencial profético-evangelizador de ese proceso es hoy incuestionable. Ayudó a moldear una nueva imagen vida religiosa y constituye un elocuente testimonio del Evangelio, no pocas veces sellado con la experiencia del martirio. La validez del camino recorrido no se pone en duda. Sin embargo, en medida en que el sistema neoliberal vigente engendra nuevas formas de pobreza y exclusión, el Espíritu nos desafía a encontrar nuevas mediaciones paradigmas para seguir llevando adelante la opción por los pobres en lo que tiene de más genuinamente evangélico y teológico: la pasión de Dios por los excluidos, con miras a su liberación.

Efectivamente, bajo el dominio del modelo económico y político neoliberal, la sociedad es cada vez más excluyente. En tal coyuntura, el amor preferencial a los pobres está llamado a ser raíz y fuente inspiradora de nuevas formas de compromiso capaces de articular un proyecto de solidaridad y de justicia, que den nuevo rostro y nuevas manos a la evangélica opción por los pobres y hagan transparente la veracidad del seguimiento de Jesús en la vida religiosa hoy.

Las prácticas de Jesús registradas en los textos del Nuevo Testamento, dejan claro que Jesús se relacionaba de modo diverso con las personas, según su condición social y religiosa. Compasivo con los excluidos, a los cuales se acercaba, a los cuales llegó a identificarse, Jesús fue, sin embargo, severo con los que excluían, de los cuales exigía la conversión a la práctica de la justicia, estableciendo así que el entrar en el Reino supone el amor y la solidaridad con excluidos.

En su predicación, Jesús "presenta los excluidos como los actuantes y los futuros jueces de la realización del Reino. Los despreciados, los ancianos: los niños abandonados que vagan por las calles de las grandes ciudades, el enorme contingente de personas que viven su vida, deteriorada velozmente, bajo los puentes, los desempleados... son lo que nos dicen si estamos o no viviendo la dinámica del Reino. Los que ahora excluyen serán excluidos" (cfr Mt 25, 31-46).

En un mundo en donde se imponen las reglas del mercado como valor supremo; en una sociedad que proclaman "fuera del mercado no hay salvación" hemos llegado al "final de la historia" la vida religiosa es urgida a confrontar sus prácticas concretas y sus decisiones corporativas con las prácticas y el mensaje de Jesús. Cada vez más, en ese mundo, la opción por los pobres va tomando el nombre y la práctica de opción por los excluidos.

Por tanto, ya no caben las obstinadas discusiones sobre quiénes son los pobres. Hoy, se sabe clara y concretamete quiénes son y cómo viven (o sobreviven) los excluidos. Y eso tiene un peso indiscutible a la hora de los discernimientos y búsqueda de respuestas nuevas a las nuevas situaciones históricas.

Como opina José María Vigil, "es urgente continuar proclamando que, incluso en el caso de que hubiese sido verdad el 'final de la historia' y la inviabilidad del pueblo como sujeto de su proyecto histórico, aun en ese caso, se mantendría firme e irrevocable e incluso reforzada, la opción por los pobres. Habría que cambiar de mediaciones e inventar nuevas fórmulas, porque todas ellas son relativas y accidentales, pero seguiría siendo esencial lo que es esencial y absoluto: la opción por los pobres como dimensión que es del Reino de Dios"(12).

La actual crisis de paradigmas teóricos y de los análisis socio-políticos no puede, por sí sola, invalidar un camino de Evangelio cual es el de la opción de la Iglesia de América Latina por los pobres reales y concretos, cuyos rostros sufridos son la más patética expresión de una situación radicalmente contraria a la propuesta de Jesús de Nazaret, condensada en el anuncio del Reino. El mensaje paulino del esperar contra toda esperanza adquiere aquí una actualidad singular. Una solidaridad que no se cansa ni pierde de vista la utopía de Jesús, parece ser la actitud fundamental de esa hora difícil y ambigua de nuestra historia de seguidores de Jesús, en el hoy conturbado de nuestro Continente.

Notas:

• 1. VIGIL, José María, Opço pelos pobres hoje, São Paulo 1992,.p. 5

• 2. JUAN PABLO II, Tertio Millenio Adveniente, 1994, n. 51

• 3. VI CONFERENCIA INTERAMERICANA DE RELIGIOSAS Y RELIGIOSOS, Santo Domingo, 26 de febrero al 3 de marzo, 1994, Mensaje final.

• 4. LIBANIO, João Batista, Missão da vida religiosa no momento atual, en CONVERGENCIA 251(abril 1992)163.

• 5. UNION DE SUPERIORES GENERALES, Carismas en la Iglesia para el mundo. La vida consagrada hoy, Madrid 1994, p.32.

• 6. Ibidem, p. 104-105

• 7. JUAN PABLO II, Sollicitudo rei socialis 1986, p.77-78.

• 8. PIXLEY, JORGE. A opcão pelos pobres e o Deus biblico, en VIGIL, José María (org.), Opção pelos pobres hoje, São Paulo 1992, p.21.

• 9. NELRFZLING, Inácio, El Reino de Deus e os pobres, São Paulo 1986, p.18.

• 10. Cf. FELLEP, Vitor Galdino, A revelação de Deus a partir excluidos, Paulus, São Paulo 1995, p.58.

• 11. LIBANO, J. Batista, art. cit., p.155.

• 12. VIGIL, J.M., 0 que fica da opção pelos pobres?, en PERSPECTIVA TEOLOGICA 69(maio-agosto 1994)207.