LOS POBRES MUESTRAN

 

EL ROSTRO DE JESÚS

 

Fr. Juan Antonio Lahiguera Hoyo, ofm cap.

 

Orihuela (Alicante)

Memoria para la obtención del Bachillerato en Teología

Director: Dr. P. Alfonso Esponera Celdrán, op.

Presentada en la Facultad de Teología "San Vicente Ferrer" de Valencia (España) 

en enero de 2002.

 

 

INTRODUCCIÓN

Me gustaría empezar este trabajo con unas palabras del Santo Padre Juan Pablo II en la Carta Apostólica Novo Millenio Ineunte en el número 49:

“Ateniéndonos a las indiscutibles palabras del Evangelio, en la persona de los pobres hay una presencia especial suya, que impone a la Iglesia una opción preferencial por ellos”

La motivación que me ha llevado a realizar este trabajo académico ha sido la preocupación por los pobres que ha envuelto mi vida y de manera muy especial mi consagración religiosa y ordenación presbiteral.

La actual sociedad sigue apostando por los triunfadores, con aquellos que pueden competir en un solo campo, a saber, el económico. Por eso mi apuesta va en contra de lo que la sociedad quiere imponer “el super (millonario) hombre”. El trabajo quiere apostar por los mismos que apostó Jesús, los que no contaban en su sociedad, los que hoy no cuentan para una gran mayoría. Pero que a los ojos de Dios son los preferidos, simplemente porque su amor es así.

Por todo ello, los diversos temas que se tratan van en una sola dirección, Jesús y los pobres, por ello creo que es una apuesta más por la opción preferencial del cristiano por el pobre. Mi simple y sencilla aportación a un mundo más justo y solidario con los representantes de Cristo pobre.

En primer lugar trataremos de la cristología, particularmente de la opción de Jesús por los excluidos de su sociedad, haciendo hincapié en la gran causa de Jesús: el Reino de Dios. Después veremos el tratado de eclesiología, en el que apostaremos por una Iglesia pobre y Buena Samaritana, saliendo y descentrándose de sí misma para ir a los pobres. En un tercer momento nos trasladaremos al ámbito sacramental de la vida de la Iglesia para ver como los pobres son también sacramento de Dios, recordando lo que dice Mt 25, lo que a uno de estos pequeños hicisteis a mí me lo hicisteis. Después veremos como esos pobres son portadores de unos derechos, porque Dios quiere la vida y la vida abundante, unos derechos como exigencia de un mínimo básico para vivir con dignidad. Y por último trataremos la escatología viendo como el reino prometido por Jesús hará justicia a todos, especialmente a los empobrecidos.

Por ultimo quisiera dedicar este trabajo a esos que nunca lo van a leer, me refiero a los pobres que, me hubiera encantado no haber tratado esta temática pero por desgracia siguen habiendo pobres y empobrecidos. Es a ellos a los que el Reino les pertenece con más propiedad. Ellos sin duda alguna son un reflejo, un sacramento del amor de Dios y la Iglesia lo vive y celebra de esa manera.

Es una decisión moral lo que me ha llevado a trabajar las siguientes páginas.

 

CAPÍTULO I

DIOS ENCARNADO: JESÚS, EL REINO Y SUS PREFERENCIAS

1. Y la Palabra se hizo carne (Jn 1,14). La Encarnación.

“La Encarnación del Verbo de Dios es por sí misma, de manera radical y esencial, el empobrecimiento de Dios”[1]

Dios se ha hecho uno de nosotros[2]. El mismísimo Dios trasciende a la inmanencia, se hace tangible. Y se hace tangible por amor. No duda en dejarse tocar todo un Dios. Se convierte en pobre. Se hace sencillo como las demás criaturas. Se vacía de sí para poder estar a nuestra altura: “Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo” (Filp 2,7).

El Hijo se despoja de su gloria que le pertenecía para ser uno de nosotros. Se abandona a la voluntad del Padre y de esta forma “ El no será el hombre para sí, sino el-hombre-para-los-demás, el desposeído”[3] Se convierte en el servidor por antonomasia. Cambia la estructura: “Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). Jesús es el que sirve a la humanidad en pobreza y sin pretensiones de gloria.

La encarnación nos da la posibilidad de ver a Dios cercano, es más, la de tocar al Hijo de Dios. Sus contemporáneos tuvieron esa suerte:

“El Hijo de Dios se hizo en realidad hombre, es decir un espíritu humano que habita de manera visible en nuestro mundo por una corporeidad que le es propia”[4]

La corporeidad del Hijo de Dios nos dice mucho de su plan histórico-salvífico. La salvación pasa por la corporeidad. Lo que significa que Dios apuesta por el hombre, confía en él porque es obra de su creación. El hombre es creado a imagen y semejanza de Dios y en Jesús está el espejo para poder contemplarnos como hijos de Dios. El hombre no está solo, Dios le acompaña:

“Dios no está lejos del hombre, es su máxima profundidad... Por eso, cada hombre recuerda al hombre que fue Jesús.”[5]

Jesús es nuestro espejo donde poder mirar nuestra divinidad de hijos de Dios. Si esto es así, Jesús nos va mostrando como ser hijos de Dios, tan sólo hay que ver sus actitudes y forma de vida. Su llegada al mundo nos manifiesta la forma que tiene Dios de hacerse presente, hacerse presente en las realidades sencillas como un establo. Todo un Dios naciendo en un establo. Anonadamiento hasta las últimas consecuencias.

“No carece de significación profunda... el hecho de que la condición social asumida por el Verbo de Dios haya sido la de un pobre”[6]

Dios ha querido que asuma la condición de pobre, para así derrocar a los fuertes de este mundo.

2. Jesús y la opción por los pobres.

Jesús anuncia el Reino y lo hace presente con su misma persona. En su persona trae el Reino en forma de Buena Noticia a los pobres. No duda en ir a comer con los pobres, con los que no contaban en aquella sociedad. Por puro amor se pone al lado de los más pequeños:

“Se colocó al lado de los más pequeños de la sociedad: los endemoniados, las rameras, los leprosos, los que no tienen hogares.”[7]

Se pone al lado de los excluidos de la sociedad religiosa de entonces. No cabe pensar que Dios no los quiera cuando son sus preferidos. Jesús comprende la situación de los pobres y por ellos y su salvación asume ser pobre. Todo un Dios hablando tranquilamente con la gente prejuzgada desde las conciencias “santas” y buenas. No, Jesús no tiene miedo de que se le juzgue y por eso mismo actúa con naturalidad y sin reservas ni esquemas cerrados religiosos, rompe la estructura. No valen esquemas sagrado- profano. Por lo menos así nos lo manifiesta la universalidad de Cristo.

Al acercarse a los pobres, Jesús, quiere ser como ellos y así catapultarlos hacia la dignidad de hijos de Dios. Con su pobreza quiere levantar a los pobres y enriquecerlos, que nunca más sean llamados “malditos de la ley”:

“Mediante su pobreza, Jesús optó por el enriquecimiento de quienes estaban sumidos en la pobreza. La riqueza resultante no sería ya una riqueza que diferenciara a los ricos de los pobres, sino justamente la igualdad de todos”[8]

Jesús trae la Buena Noticia a todos los hombres y mujeres de todas las razas, pero principalmente anuncia el Reino a los pobres, aquí se ve cómo opta por los pobres, porque a ellos se les anuncia el Reino de Dios:

“El Reino de Dios que está llegando por la vida y acción de Jesús se dirige, principalmente, a los pobres, a los «anawin» de Dios, esto es, a todos los sectores de gente despreciada, oprimida y aplastada. Para todos ellos Jesús manifiesta una «opción preferencial» que constituye una declaración a su favor por parte de Dios”[9]

Como dice Dupois “manifiesta una opción preferencial” hacia los que carecen de medios para la vida. Una opción libre y decidida contra los que regentan la religión, que veían en estos últimos una maldición de Dios. Jesús borra esa maldición y los convierte en bendición, como el árbol de la cruz. Dios toma parte y se “instala en el mundo” al lado de los más desfavorecidos.

Jesús ve en los pobres los preferidos de Dios, por el amor que el Padre les tiene. Son los excluidos quienes nos llevan la delantera en el Reino de los cielos. Por todo esto Jesús toma una decisión tajante para toda su vida, hace lo que se la dado en llamar la opción preferencial por los pobres, sabiendo que la opción preferencial no es excluyente sino inclusivista, que incluye a todos. Pero con una nota de amor preferencial hacia los excluidos:

“Este pobre de Yavé que es el pobre más grande de toda la historia del Pueblo de Dios, manifiesta un amor preferencial a los pobres y a los oprimidos. Tanto, que les concederá un título especial: ser sus representantes, sus delegados, sus presencias en la calle y en el mundo”[10]

La opción que realiza Jesús con su vida entera lo hace por la Causa del Reino. Ella es la que le lleva a tomar esa decisión. Su conducta está ligada a la voluntad del Padre:

“Hacia el final de su vida lo hayamos de nuevo en oración..., pidiendo una vez más al Padre la luz y la fuerza necesarias para identificarse totalmente con ese Reino en la fase más aguda de la Causa por la que había optado.”[11]

Porque el Padre lo había planteado así, Jesús asume el proyecto del Padre con todas las consecuencias. Los evangelios nos muestran las actitudes de Jesús en relación con su opción por la Causa del Reino, ese Reino que viene en forma de Buena Noticia. Y es a raíz del Reino que hace su opción por los más desfavorecidos. Contemplar la vida de Jesús ante los pobres sin relación al Reino no tiene cabida.

Jesús es consciente de la opresión que tienen los pobres y asume también esa opresión en su vida. No quiere que su gloria le salve del sufrimiento sino asume su encarnación totalmente. Es en la Cruz donde muestra hasta qué punto está decidido en su opción por el Reino y por los pobres. La muerte de Jesús no es dulce sino cruenta como la de muchos pobres que no tienen una cama donde morir porque son ejecutados o asesinados:

“ La cruz de Jesús es el argumento más claro para mostrar que Jesús hizo una opción por los pobres y el carácter conflictivo de la opción”[12]

3. ¿Parcialidad de Jesús?

Pero, ¿podemos llegar a alguna conclusión acerca de la parcialidad de Cristo con los pobres?

Antes que nada aclaramos que el pobre no es un ángel. Se ha entendido muchas veces a la hora de la caridad que el pobre además es “pobrecito”, y ha habido algo de “literatura fantástica” acerca de ello. El pobre es un necesitado, alguien que carece de algo, al que le falta sustento, ropa, amor etc. La realidad es que por ser pobre no tiene ninguna característica especial que le haga un ángel. También es una falacia el considerar al pobre como una persona mala a la que no hay que acercarse:

“El pobre no es considerado como si fuese por eso mismo mejor que el rico. Los publicanos y prostitutas son tan pecadores como los fariseos y escribas. Jesús se ha puesto a su lado no porque sean mejores, sino porque son «publicanos y pecadores», es decir, porque están «fuera», y eso es la bondad de Dios”[13]

La cercanía de Jesús es a todos pero en especial hacia los que no cuentan dentro de la sociedad. Y por eso mismo de estar “fuera” es por lo que les tiene un gran cariño. La Redención pasa por ellos, por los pobres, como por otros sacramentos. Como hemos dicho es un cariño preferencial para incluir a los excluidos. De alguna manera toma parte al querer incluir a los pobres y contar con ellos. Jesús se mancha al comer con ellos, al estar cerca de los pobres, según los judíos, cuando justamente él había venido a eso, a las ovejas descarriadas de Israel[14]. La sociedad de entonces no ayudaba mucho a las prácticas que ofrecía Jesús para sus discípulos, los grupos relevantes rechazaban esto y así eran tachados de locos y de insurrectos. A Jesús le trae sin cuidado porque lo que viene a instaurar tiene unos privilegiados, y por ellos tomará parte:

“La práctica de Jesús es además partidaria, es decir, tiene como destinatarios a los pobres, por ser ellos precisamente los destinatarios del reino de Dios”[15]

Su amor es universal, pero de alguna manera muestra una preferencia por lo que no cuenta. Su forma de tratar a la mujer es liberadora. Le ofrece la cercanía, la salvación, cosa que para los judíos la mujer era como un instrumento. El no duda en hablar y mostrarles su cariño y su amor. Su mensaje de salvación es universal, y no solamente para los buenos. Su praxis también va encaminada a la salvación no sólo de los buenos, ya que no ha venido a llamar a los justos, a los que no necesitan nada. Y todo esto porque para Jesús todos tienen la misma dignidad y con ello da una oportunidad para ser hombres[16].

Su forma de actuar libera a los oprimidos de la sociedad, los que eran excluidos por el sistema. La sociedad no admitía esto, porque representaba una blasfemia:

“Estos eran los que no conocían la ley y eran tenidos por malditos (Jn 7,49): las mujeres y los niños, los recaudadores de impuestos, los que practican profesiones despreciables (pastores, barberos, etc.), los enfermos y pecadores públicos. Cristo toma abiertamente partido por ellos”.[17]

Estos malditos también son actuales y nos los encontramos en la calle. No dudamos en calificar de impuro a un enfermo de SIDA o un homosexual o un toxicómano o un extranjero como los de antaño. De esta forma nos convertimos en jueces de nuestros hermanos, cosa que ni el mismo Dios hizo. La Buena Noticia que trae Jesús es parcial. Su mensaje es universal pero la predisposición para ese mensaje es parcial. Digo que la predisposición es parcial porque los pobres cuentan con un plus a la hora de la salvación. Llevan en su corazón, aun sin percibirlo ellos mismos, germen del Reino prometido. En parte están predispuestos a la salvación por voluntad propia del Creador.

Jesús trae un mensaje de liberación para los que no tienen futuro, por tanto aunque es un mensaje para todos, tiene unas preferencias: los que no tienen futuro. Dios apuesta siempre a caballo perdedor, pero con la ventaja de que serán los primeros. El amor misericordioso y compasivo de Jesús le hace tomar parte en algunas decisiones. Su compasión libera:

“Jesús se compadece al ver que la gente pasa necesidad, sufre mil enfermedades, y se ve aquejada por tantas violencias. Sus acciones tienen siempre una intención liberadora”[18]

El amor de Jesús a los excluidos les hace llevar la delantera en ser los primeros receptores de este mensaje de salvación, “el reino de Dios es parcial”[19]

4. El Reino de Dios, la causa de Jesús.

Conviene que analicemos un dato muy importante en cristología y en la vida de los cristianos, hablamos sin duda, del Reino de Dios. Este va a ser quien configure la actuación y anuncio de Jesús:

“El núcleo del mensaje de Jesús es un ´evangelion´, es decir –y en esto se diferencia de Juan-, una buena noticia de Dios: «el reino de Dios está cerca»... El Reino de Dios es el mensaje central de Jesús, con igual énfasis en su llegada y en su proximidad”[20]

En esto están casi todos los autores de acuerdo en formularlo. El centro de toda actividad de Jesús es el Reino:

“Es indiscutible que el centro de la predicación de Jesús lo constituía el reinado de Dios (basilea tou theou).” [21]

Una vez descubierto que el centro de la predicación y obrar de Jesús es el Reino nos podemos preguntar cómo llegó a esa conclusión. Claro está que el Espíritu Santo lo va iluminando desde el bautismo, pero él tiene que parar y reflexionar sobre su obrar. La oración fue la que lo iba guiando y la que lo trasformaba y empujaba a trabajar por el Reino. Se puede decir que así su obra queda bendecida por Dios. Por esto Jesús

“Tiene una actitud permanente de discernimiento para descubrir en cada situación cómo hacer presente el Reino. De ahí también que en multitud de ocasiones los evangelistas nos refieran que se retiró a orar.”[22]

Jesús hace que el Reino esté ya presente en su persona y en la persona de cada uno: “el Reino de Dios ya está entre vosotros” (Lc 17, 21). Por tanto, por una parte tenemos que Jesús no se predica a sí mismo. Por otra, que su presencia es también el Reino, y su persona lo hace presente.

Todo esto quiere decir que Jesús piensa en que también está aquí el Reino de Dios, que aunque no esté de modo completo, una parte del Reino ya está aquí. Hablamos del “ya, pero todavía no” que desarrollaremos más adelante (capítulo V)[23].

El Reino como hemos dicho actúa en el presente y lo hace en las acciones que la Iglesia y los cristianos hacen por sus hermanos los excluidos, al igual que Jesús que no solamente va diciendo que vendrá un reino de justicia sino que hace patente y “subraya además su cercanía inminente, su actuación y presencia ya en medio de nosotros”[24]. El “todavía no” hace referencia a su plenitud, cuando se haya instaurado en este mundo y en el venidero la justicia.

El “todavía no” del Reino que Jesús nos trae, nos quiere hacer caer en la cuenta de que todavía existe mucha opresión, mucho mundo excluido en el Reino, no se puede hacer presente. El futuro del Reino, que será su extensión total, no anula el trabajo presente, porque la luz del Reino se vislumbra aquí y ahora:

“Aunque su reino sea futuro, aparece ya en la luz resplandeciente del «Bienaventurados vosotros», repetido muchas veces, y penetra desde ahora en las oscuras tinieblas de la existencia del oprimido.”[25]

Por eso Jesús se acerca a los excluidos para anunciarles que el Reino les pertenece. Muchos no lo creen, sus contemporáneos se asustan de tal hecho, se rasgan las vestiduras. Jesús se siente cercano a los que la sociedad excluye, y quiere comer con ellos, aunque encuentre obstáculos a la hora de acercarse, no piensa en los prejuicios de la gente, es más se enfrenta a ellos y los llama “sepulcros blanqueados”. Su manera de acercar el Reino a los pobres es la acogida:

“Jesús acoge a publicanos, borrachos, prostitutas, etc., a aquellos que por su condición no podían esperar ninguna salvación, ni de sus conciudadanos, ni del mismo Dios si éste los juzga según sus obras. Por eso no aceptan el Reino los fariseos, porque ellos esperaban una salvación en continuidad con su realidad presente, como premio a sus obras.”[26]

El Reino que Jesús proclama y que instaura con su presencia se hace patente en los encuentros con Jesús según los Evangelios: él se compadece de los pobres y siente compasión por ellos. Es Dios quien siente compasión por los que no cuenta hasta el punto de morir, y con muerte de cruz:

“Dios mismo interviene en la historia humana tan llena de sufrimiento que nuestra naturaleza humana no puede poner ningún remedio. Así, Jesús proclama «de parte de Dios» el rotundo no que Dios mismo da a la historia humana de sufrimiento.”[27]

El Reino no entiende de sufrimiento humano, no es que ignore el sufrimiento, lo que no puede hacer es aliarse con el sufrimiento. Este sufrimiento, provocado por el pecado. Un pecado por el que el hombre, de una manera consciente, se opone a Dios. Desde entonces el hombre se esconde de Dios (Gn 3, 8).[28] Jesús en su vida pública lo vemos siempre rodeado de pecadores anunciándoles su Reino (Mc 1,15). La llegada de su Reino contrarresta al pecado. Su Reino es gracia. Jesús es el regalo divino para con los hijos desobedientes. Jesús, la Gracia divina, borra todo lo que nos impedía ser herederos del Reino. Es más, los pobres siguen siendo los privilegiados del Reino. Donde abundó el pecado, sobre abundó la gracia, Jesús y su Reino.

Por lo dicho, se desprende que no ha llegado a su plenitud, cosa que queda clara si miramos a nuestro alrededor. El Reino de Dios no puede hacer la vista gorda con todo el dolor del mundo, con toda explotación. El Reino que Jesús instaura es de justicia y libertad, en la que la ley que rige es el amor.

El seguimiento de Jesús trata de hacer llegar este amor que es el Reino. Seguir sus huellas conlleva la denuncia del anti-reino por doquier, y lleva, también, a seguir hasta las últimas consecuencias, incluso si llega, la misma de Jesús. El seguimiento de Jesús nos hace llegar al Reino y así encontrar al mismo Dios, y viceversa. González Faus lo dice muy expresivamente: “curiosamente, encontrar a Dios es encontrar su Reino"[29]. Por tanto cuando encontramos a Dios en los pobres también encontramos el Reino en los pobres. Estos son los privilegiados del Reino, en quienes Jesús tuvo complacencia y los llamó bienaventurados:

“Según los sinópticos, es evidente que los primeros destinatarios del Reino son los pobres. No por alguna cualidad personal, moral o religiosa que tengan, ni porque la pobreza posibilite por sí misma una apertura a Dios o porque sean mejores que los ricos. Y la razón de tal opinión es porque así es Dios.”[30]

La centralidad del Reino para Jesús es lo que hace que los pobres sean los que nos lleven la delantera, y es lo que hace derivar para Jesús la parcialidad hacia los pobres y excluidos[31].

La centralidad del Reino también debe de ser para el cristiano su opción fundamental. El seguidor de Cristo tiene una misión muy especial y es hacer llegar ese Reino de justicia e igualdad y en sus manos tiene una gran tarea a seguir realizando, y una gran herramienta: la solidaridad.

“El único camino y procedimiento para hacer presente el Reino es absolutamente nuevo: ni reducir, ni seducir, ni dominar, sólo solidaridad.”[32]

 

CAPÍTULO II

LA IGLESIA: SAMARITANA Y POBRE

1. Introducción.

La Iglesia tiene en Jesús su mejor reflejo para actuar. El Vaticano II nos ayuda a reconocer el modo de participar en la obra de Cristo:

“Pero como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres”1

Tenemos, por una parte, que el horizonte de comprensión de la Iglesia es Jesús, y por otra, que pobreza y persecución son el camino a recorrer por ella como lo fue para Jesucristo.

Pobreza y persecución van a ser dos adjetivos que definan a la Iglesia, o en caso contrario que no la definan, con lo querido y vivido por Jesús. Como comenta Sobrino: “lo que surgió después de la Resurrección, la Iglesia, no está vinculado solamente a un símbolo de plenitud, sino que hace una referencia concreta y expresa a una vida vivida para los demás, una vida solidaria con los pobres. Hace referencia a toda la vida de Jesús de Nazaret”2. La Iglesia es, o debe ser, un espejo de la actuación y misión de Jesús, un espejo de la cercanía de Jesús con lo que no cuenta. La Iglesia es el fiel reflejo de Jesús.

Un problema con el que nos podemos encontrar es el averiguar cual es el lugar donde realizar su misión:

“Es problema fundamental para la Iglesia el determinar cuál es su lugar... El ejercicio de la misericordia es lo que pone a la Iglesia fuera de sí misma y en un lugar bien preciso: allí donde acaece el sufrimiento humano, allí donde se escuchan los clamores de los humanos... El lugar de la Iglesia es el herido en el camino -coincida o no este herido, física y geográficamente, con el mundo intraeclesial-”.3

Una cosa nos debe de quedar bien clara, que Jesús fue un hombre misericordia para los demás donde los haya. De igual forma, pero con la novedad que nos dan los tiempos nuevos, la Iglesia camina desde un lugar bien preciso: desde el sufrimiento del hombre. Es allí donde ejerce la misericordia porque ella misma ha encontrado misericordia con su Señor.

2. Iglesia de los pobres.

La Iglesia camina al lado de los pobres y es allí donde también se puede encontrar con Jesús. La Iglesia va con Jesús al encuentro de los pobres y vuelve habiendo encontrado a Jesús entre los pobres. De ahí que entre las misiones de la Iglesia cabe destacar una muy fundamental y que la define como seguidora real de Jesús. Hablando de las misiones de la Iglesia dice lo siguiente la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal española:

“¿Cual es aquella que debe ser para ella primordial, permanente, general e irrenunciable? Según todo lo que venimos diciendo, parece que esa misión es ser la Iglesia de los pobres, en un doble sentido: en el de una Iglesia pobre, y una Iglesia para los pobres”4

 

Entiendo por una “Iglesia pobre” aquella que no posee más que lo necesario, que no ostenta el poder ni se junta con los grandes para enriquecerse. Una Iglesia, también, que comparte las mismas causas que los pobres. “Iglesia para los pobres” sería aquella que tiene su primer llamado hacia los pobres, que anda como una madre intentando reunir a sus hijos más desfavorecidos. Una Iglesia que su camino es el servicio.

La Iglesia reconoce que Jesús trabajó por y con los pobres, por eso ella quiere ser una Iglesia pobre y de los pobres. La Iglesia camina junto a los pobres y marginados porque ella se siente pobre, y cuando no es así no está siendo fiel a su fundador, está saboteando la intuición fundante de Jesús, como dice un pastor de la Iglesia:

“Me disgusta ver que la Iglesia no se pone del lado de los marginados, de los inmigrantes, de los derrotados. Dios está siempre con los perdedores. Cuando la Iglesia hace está opción prioritaria por los pobres, los obispos se transforman.”5

Dios se ha decantado en el ajusticiamiento de un inocente en extramuros. Aunque quieran verlo de otra forma, Dios ha dicho un sí a los derrotados de este mundo. Es ahí donde la Iglesia quiere más que nunca a sus hijos malheridos, ellos son el espejo de su Señor. Hay visiones derrotistas que inclinan su balanza al no hacer nada. Pero hay sectores de la Iglesia que se mueve a trabajar por los más desfavorecidos. El Espíritu Santo, que no se le puede encerrar entre cuatro muros de ninguna parte, es el que anima a los cristianos a vivir una Iglesia pobre y de los pobres.

Habrá que tomar las respectivas precauciones para evitar malos entendidos. Cuando hablamos de una “Iglesia de los pobres”, no queremos proponer nada que pueda parecerse a una Iglesia paralela. Creo que la Iglesia es universal y como tal no necesita de nada que se le interponga, porque, gracias a Dios, tiene diversos ministerios y carismas para seguir siendo ella misma una y múltiple en sus carismas. Cada miembro de la Iglesia es la Iglesia misma, y sus acciones concretas manifiestan a la Iglesia universal. Por tanto, no hay que fijarse solamente en lo que hacen los obispos y los sacerdotes, cada cristiano es Iglesia. Cada cristiano que opta por los pobres, que ve en los excluidos la imagen de su Señor, que cree en la Iglesia de los pobres es la Iglesia universal la que lo hace.

Hemos dicho que no es una Iglesia paralela, pero sí que es una nueva eclesiología, que tiene su fundamento en las reflexiones que se han ido haciendo en la teología de los pobres y desde esa misma pobreza:

“Se trata de la Iglesia de los pobres, propuesta por Juan XXIII, por Juan Pablo II (LE nº8) y por Puebla (nº 263). No se trata de una nueva Iglesia, sino de un nuevo modelo de Iglesia: La Iglesia que nace del pueblo de Dios, por la que optan los pobres y la que hace una opción preferencial por los pobres”6

 

Esta nueva eclesiología nos enseña que el camino a escoger es el de Jesús, su opción y su persona:

“En cuanto pobre, la Iglesia realiza la forma de la salvación de Cristo: Cristo llevó a cabo la salvación identificándose en la kénosis con la realidad cotidiana y abdicando así del poder”7

3. La comunidad Eklesial como Buen Samaritano.

Una característica de la Iglesia es la de ser buena samaritana. La Iglesia es buena samaritana porque ha visto como su fundador ha hecho de Buen Samaritano con los caídos en el camino. Siempre ha habido momentos en la Iglesia a lo largo de su vida en los que ha optado inconfundiblemente por los excluidos de los caminos y la Iglesia se ha aproximado a ellos:

“La historia de la Iglesia demuestra que la fe siempre ha sido sensible a los humildes y ofendidos. Como buen samaritano, la institución de la Iglesia (obispos, sacerdotes, religiosos y organizaciones laicas) se ha inclinado sobre los millones y millones de caídos en los caminos de la vida”8

En la época de Jesús hablar de los samaritanos significaba contar con lo que no cuenta “sin embargo, Jesús habla de los samaritanos con mayor benevolencia (Lc 10,33 ss; 17,16; Jn 4, 4-48)”9 Al preguntar Jesús quién le parece que fue prójimo del que cayó, el otro responde “El que practicó la misericordia con él” (Lc 10,37), siendo así que el que practicó la misericordia en la parábola era un samaritano. Este se hizo “prójimo” del necesitado porque se aproximó.

 

De esta forma la Iglesia tiene que continuar con aquella función de samaritana y aproximarse, y de esta forma estar al lado de todo el que lo necesita, montar en su cabalgadura a todos los destrozados de la historia y llevarlos a buen puerto, con el fin de practicar lo que hizo el de la parábola: ser misericordioso.

A la hora de trabajar por el Reino y ejercer de buen samaritano, la Iglesia no elige quién es su prójimo por ser de una religión u otra, etc. Aquí surge algo desbordante:

“Prójimo fue el samaritano que se aproximó al herido y lo hizo su próximo. Prójimo, como se ha dicho, no es aquel que yo encuentro en mi camino, sino aquel en cuyo camino yo me pongo. Aquel a quien yo me acerco y busco activamente”10

Prójimo es aquel en cuyo camino me pongo, me acerco a él, lo busco activamente. ¿Cómo lo debe hacer la Iglesia?

No es la Iglesia quien decide cual es su prójimo. El mismo Señor desconcierta a la Iglesia haciéndose el encontradizo en los excluidos del presente, en los desheredados de la historia. La Iglesia interpreta las parábolas de Jesús, sabiendo que aunque tienen un contexto histórico, hoy también tienen algo que decir11:

“La Iglesia, en cuanto Iglesia, debe releer la parábola del buen samaritano con la misma expectativa, con el mismo temor y temblor con que la escucharon los oyentes de Jesús... Muchas otras cosas deberá ser y hacer la Iglesia; pero, si no está transida -por cristiana y por humana- de la misericordia de la parábola, si no es antes que nada buena samaritana, todas las demás cosas serán irrelevantes” 12

La Iglesia es enviada al mundo con una misión encomendada por el mismo Señor “id al mundo entero y proclamad el evangelio”, y que por tanto tiene un significado que es el ayudar, el servir:

“La misión de la Iglesia significa siempre un servicio a los hombres, especialmente a los hombres como el de la parábola: caídos y medio muertos”13

No es un servicio cualquiera, es el servicio que Jesús realizó a sus contemporáneos. Lo que pretende la Iglesia es seguir los pies de su maestro, afirmar que el amor a los necesitados, ir en su auxilio es nota fundamental de la Iglesia que quiere ser fiel a su fundador. Es concretamente la parábola del buen samaritano la que nos enseña el desde dónde debemos vivir y trabajar la misión.14

4. “Descentramiento” de la Iglesia.

El Espíritu Santo ilumina a la Iglesia y la dirige desde siempre. Porque la presencia del Espíritu es la misma presencia de Jesús. La comunidad eclesial, el pueblo de Dios, debe seguir esperando el encuentro con su Señor. No me refiero al encuentro definitivo al final de los tiempos, sino al encuentro que cada día se hace en el pobre:

“El Señor sigue revelándose y mostrándose en aquel lugar donde él dijo que estaba, y a la Iglesia se le ha concedido la gracia de verlo. En los pobres Cristo se ha aparecido a la Iglesia”15

Esto no es teoría sino realidad práctica. Jesús sigue presente aunque de forma misteriosa en el que sufre, en el que tiene dolor. El pobre se convierte para la comunidad en un lugar privilegiado para el encuentro con el Señor. La comunidad será los brazos de Cristo para ese pobre y el pobre será el corazón de Cristo para esa comunidad. El trabajo con los pobres no es un capricho:

“La Iglesia de Dios, habitada y movida por su Espíritu, debe avivar en ella su amor misericordioso hacia los pobres, escuchando su llamada y prestando su voz a los que no tienen voz”16

Se plantea un cambio de lugar a la hora de trabajar por el Reino. Se pide un cambio, un descentrarse de uno mismo para salir al encuentro del otro. Esto lo asume la Iglesia: se descentra para ir al centro en el que esta Dios escondido, que son los pobres. Ese cambio de lugar trae consigo un esfuerzo por no creerse uno el centro. Los pobres que están, o no están, en nuestras comunidades nos denuncian constantemente cual es nuestra posición. Si miramos nuestras comunidades y no vemos la presencia de los pobres es mal síntoma:

“La presencia real de los pobres en la Iglesia, como sujeto histórico activo, se convierte en una llamada a la Iglesia universal para que toda ella se reestructure desde su verdadero centro que son los pobres”17

5. El Reino que acoge a la Iglesia.

Esta “Iglesia descentrada” busca seguir trabajando por su Señor. El trabajo que ella realiza es el anuncio de la Buena Nueva. Es trabajo suyo el despertar los corazones dormidos y la ayuda desinteresada por los que no cuentan. Podríamos decir que la Iglesia es la Gran trabajadora del Reino18. La Iglesia lucha por hacer llegar ese Reino de Dios que de alguna forma ya está aquí pero que no se ha logrado definitivamente:

“Por esto la Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y observando fielmente sus preceptos de caridad, humildad y abnegación, recibe la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino”19

Hay que decir que la Iglesia no quiere usurpar nada que no le corresponda, de esta forma:

“como primera afirmación fundamental podemos decir que la Iglesia no es el reino de Dios”20

Es mejor que no demos cabida a malas interpretaciones al decir que la Iglesia no es el Reino. La Iglesia, que es animada por el Espíritu Santo, realiza su misión con el horizonte puesto en el Reino. Ella sabe que a quien debe de anunciar es al Reino de Dios y no a ella misma: “La Iglesia está efectiva y concretamente al servicio del Reino”21. De la misma manera que hacía Jesús, que no se predicaba a él sino que su predicación constante era el Reino de Dios:

“Jesús une constantemente en su vida el anuncio del Reino y la anticipación concreta de éste en la historia, comenzando por los desamparados (Lc 7,22). De manera análoga, la Iglesia, al mismo tiempo que prolonga la espera proclamada por Jesús, la realiza con actos de liberación de la opresión, de solidaridad con los débiles y de reactivación de todas las energías de bondad y superación del egoísmo.”22

La Iglesia también trabaja por anticipar en la tierra el Reino de Dios, que es un reino de justicia y libertad. La Iglesia proclama el Reino y lo hace presente en las acciones históricas de liberación de los desheredados de la historia y, también, en las acciones histórico salvíficas que son los sacramentos. La pastoral de la Iglesia va en ese camino de liberación de los oprimidos, y se aproxima al caído para ir con él las leguas que hagan falta. Se dice en los evangelios que hay que hacerse pequeño para entrar en el Reino de Dios. De la misma manera la Iglesia se hace pequeña para entrar en el Reino, se hace pequeña para caminar con el pequeño. Por ello la Iglesia no se confunde con el Reino y sabe que el que tiene que venir no es ella sino el Reino, ella es anunciadora de ese Reino sin máscara:

“Una Iglesia, empero, que se da constantemente cuenta de que no es ella, sino el reino de Dios, el que ha de venir «con poder y gloria» halla en su pequeñez su verdadera grandeza”23

6. La Iglesia y su misión.

El Reino de Dios va ligado a la misión de la Iglesia, al quehacer de la misma. Ir tras el Reino es trabajar, trabajar en la Iglesia es su misión. No es sólo una misión cúltica la que tiene la Iglesia24, sino también una misión profética, aun con el fin que esto suele tener, que es el martirio. No cabe, pues, dejar la opción por los pobres de lado. La misión de la Iglesia tiene mucho que ver con ello y con ellos:

“Porque hablar de la Iglesia y, sobre todo, de la misión de la Iglesia -y la Iglesia debe ser definida fundamentalmente desde su misión- sin hacer referencia explícita a la opción preferencial por los pobres, sería una deficiencia de tal categoría que podría hablarse de herejía”25

Los pobres juegan un papel muy importante en la Iglesia. Tal es así que Jesús los proclama bienaventurados. La comunidad eclesial tiene que ver en ellos a Jesús. Tanto en cuanto lo vea, ella se descubrirá como mensajera de la Buena Noticia a los pobres, y se sentirá enviada por el mismo Señor que actúa en ella. En ella está el Señor y en los pobres también.

La Iglesia hace su opción por los pobres por mandato del mismo Jesús:

“La Iglesia considerada institucional y globalmente, las distintas comunidades cristianas, los creyentes personalmente considerados, tienen que optar inequívocamente por los pobres y marginados, asumiendo con ellos su causa”26

Dentro de la misión de la comunidad eclesial está la opción por los pobres como nota muy característica, no como nota marginal. En ellos, los pobres, los que no cuentan, se encuentra la credibilidad de la comunidad, aunque no lo parezca. No es que se crea por lo que se hace, que sería un error, sino que se cree porque en ellos dijo Jesús que se encontraba. Porque Jesús se hace uno con ellos, hasta tal punto se identifica, que muere como un malhechor. La comunidad quiere seguir los pasos de su Señor y llegar a donde haga falta.

Asumir su causa y llegar hasta el martirio, como muchos hermanos han llegado a lo largo de la Historia, es una de las consecuencias de la preferencia del anuncio de Dios salvador a los pobres. Asumir sus causas es estar con ellos en los momentos de sufrimiento, no solamente en los momentos festivos de celebraciones litúrgicas. Es, en suma, estar caminando con ellos, día tras día, ser los compañeros de viaje en todas las situaciones. Así será más creíble la Iglesia y los cristianos.

“Sólo una Iglesia que se acerca a los pobres y a los oprimidos, se pone a su lado y de su lado, lucha y trabaja por su liberación, por su dignidad y por su bienestar, puede dar un testimonio coherente y convincente del mensaje evangélico. Bien puede afirmarse que el ser y el actuar de la Iglesia se juegan en el mundo de la pobreza y del dolor, de la marginación y de la opresión, de la debilidad y del sufrimiento”27

 

CAPÍTULO III

LA SACRAMENTALIDAD DEL POBRE

1. Sacramentalidad: “un puente sobre la lejanía”.

Cuando hablamos de sacramentalidad de la Historia de la Salvación, o de la sacramentalidad de las diversas realidades, no queremos decir ni afirmar un pansacramentalismo. No. Nuestro esfuerzo es querer descubrir que Dios sigue saliendo al encuentro del hombre1, utilizando una metodología que el hombre puede alcanzar de forma más fácil: la creación, lo creado. No queremos coger la parte por el todo, como si una “piedra fuera Dios”, Pero sí el descubrir la huella de Dios en las realidades, que es cosa distinta.

Ver “un puente sobre la lejanía”, como dice Schillebeeckx, es vislumbrar la gracia de Dios, es ver y salir al encuentro. Descubrir y saborear el rostro de Dios en las realidades, que sólo es posible por la gracia de la fe. El está ahí solamente hace falta descubrirle, como el artista cuando encuentra un tronco de madera e inmediatamente descubre la imagen que hay detrás de la corteza, solo le hace falta esculpir, o la fe en nuestro caso.

La sacramentalidad nos hace posible que veamos en el pobre el rostro de Cristo. Amplia horizontes de forma inclusivista, por tanto es legítimo decir que no sólo esta Cristo en los siete sacramentos, que lo está de una forma real, sino que sus fronteras se abren a modo de vendaval que de forma envolvente deja sus huellas en los pobres:

“La noción de sacramentalidad, por ejemplo, deja de ser la categoría interpretativa de sólo los siete sacramentos y pasa a ser una clave de lectura de los mayores y más fundamentales acontecimientos de la salvación.”2

El pobre, tras esta realidad sacramental que Cristo posibilita, es una huella real del Señor, aunque en un primer encuentro sea algo amargo, pero que se va volviendo dulce con la mirada puesta en Jesús. El pobre es uno de los acontecimientos que Dios se vale para la salvación. La búsqueda de la justicia no es otra cosa que buscar a Cristo en los pobres y desahuciados. Esta búsqueda de la justicia es también sacramental porque trata, solamente, de descubrir a Cristo que sale al encuentro en el pobre.

Cuando un barco se acerca al puerto y divisa la costa se alegra porque ya ve cercana la tierra. El marinero aun no ha tocado tierra pero algo le dice que ahí está. La sacramentalidad nos hace vibrar al ver la tierra y nos hace regocijarnos por saber que en ese rostro está Cristo.

2. Encarnación: punto culminante de la sacramentalidad.

Jesús de Nazaret nos va diciendo a través de su vida cual es su postura frente a las realidades. Si hubo un tiempo en el que la esperanza vacilaba, Jesús nos recuerda que todo tiene sentido en él y por él, y a partir de él todas las cosas son nuevas, el pobre tiene a alguien que abogue por él. El hombre tiene un plus en Jesús:

“La encarnación devuelve a la materia y al hombre su sacramentalidad fundamental”3

Cuando partimos de la encarnación como punto culminante de la sacralidad venimos a decir que todo pasa por Jesús. Dios Padre que desde la creación nos va mostrando que camina junto-con el hombre cumple su promesa y se hace uno de nosotros, tan cercano y palpable. El, Jesús, se convierte en puente hacia el Padre. Dios ha apostado por el hombre, ha confiado en él de tal manera que su propio Hijo viene como uno de nosotros. Jesús viene y como una catapulta eleva a la humanidad a sacramento. Además Jesús se convierte en interlocutor directo con el Padre. En relación directa con la encarnación está la vida que prosiguió Jesús y su actitud ante los pobres y marginados. De tal manera que si negamos la opción por los pobres estamos negando la vida de Jesús4

Existe un momento en la Historia en el que las cosas cambian. Es el momento. Jesús viene a ser como el mapa de unos expedicionarios, los cuales van a encontrar pautas existenciales para el camino. Jesús de Nazaret, la máxima revelación de Dios, es el punto culminante de nuestras Historia5 . En él se da lo que un día todo hombre alcanzara, por la misericordia de Dios:

“El hombre Jesús es el sacramento original porque fue destinado por Dios a ser, en su humanidad, el acceso único de los hombres a la realidad sorprendente de la salvación”6

Jesús es el sacramento original, de él desembocarán, como un río en el mar, los demás aspectos sacramentales. El aspecto sacramental de la Historia de la Salvación7 tiene en él su punto de referencia, destinado así por Dios, para que en él los hombres encuentren un camino más cercano de conducirse con Dios.8

3. Jesús, punto de referencia de la sacralidad del pobre.

Tras rastrear la sacralidad reinante en las diversas realidades existenciales que han marcado a los hombres y mujeres de nuestra historia de fe, nos toca ahora ir al punto central de nuestro apartado: la sacralidad del pobre. En primer lugar vamos a ver que ésta deviene por la misma opción de Jesús de Nazaret.

Si decíamos que en el arco de la salvación, que empieza en la creación y culminará en la parusía, venía imbuido por momentos y realidades sacramentales que desbordaban a los hombres, ahora topamos con otra realidad existencial que es portadora de sacramentalidad: la realidad del pobre.

Por tanto:

“Desde la fe cristiana, el pobre se nos presenta no sólo como hermano, sino como sacramento por excelencia del mismo Dios, pues el propio Jesús se identifica con él (Mt 25, 40).9

Una referencia expresa, a demás de la vida de Jesús, es Mt 25. “cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más péquenos, a mí me lo hicisteis” Jesús se identifica sin ningún tapujo y de forma clara con el pobre. Su Padre y el se hacen presentes en esa realidad. Claro está que no es cosa fácil de ver, tan solo con la fe es posible. Aun así podemos preguntarnos ¿cómo aparece el Señor en el sacramento de el pobre?

Dios está presente el pobre con su pobreza. Un lugar para ver esa pobreza es el himno de Filipenses, en concreto 2, 7-8, donde nos habla del modo de la encarnación. Según la Biblia de Jerusalén kenosis viene de un verbo griego que significa vaciar. El Hijo de Dios no quiere venir con la gloria propia de un rey sino que quiere asumir nuestra situación, es más, haciéndose siervo. Dios se manifiesta en el pobre no de una forma espectacular sino con su pobreza, como un verdadero Dios pobre. Podemos decir que el Señor se manifiesta en el pobre como “un sacramento amargo de recibir”10

Al encontrar a Cristo pobre en su estado kenótico, vemos la manera que tiene Dios de manifestarse, que entraría en la llamada pedagogía divina, que es la manera que tiene Dios de ir revelándose a su modo:

“En Jesús apareció Dios de un modo concreto, asumiendo nuestra condición humana. Por eso es por lo que cada uno de los hombres recuerda al hombre que fue Jesús. Aceptar al pobre en cuanto pobre es aceptar a Jesús pobre”11

De la misma manera que Jesús apareció en estado kenótico, así también sigue apareciéndose y revelándose en ese estado de vaciamiento. Para llegar a la resurrección, Jesús, tuvo que pasar por la cruz, y no es que sea la única manera de llegar a la resurrección sino que fue por ser consecuente con su opción de vida lo que le llevo a la cruz. De esta forma el pobre es acceso a la salvación por que en él, Jesús, asume su causa y su vida y la eleva, le da sentido. Jesús hace justicia y el pequeño es elevado a hijo y sacramento, de la misma manera que Dios Padre hizo con su Hijo. Ahora de forma análoga lo hace con los pequeños y los enaltece (Mt 25), “Por eso el hombre constituye la principal manifestación no sólo de Dios, sino también de Cristo resucitado, en medio del mundo”12

Porque Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes hace con los pobres uno de los sacramentos de la salvación, teniendo que tomar parte con ellos para que su reinado13 se vaya haciendo presente en nuestro mundo:

“Los pobres pueden ser llamados, analógicamente pero verdaderamente, sacramentos del reino, ya que ellos son una profecía viva del reino en cuanto denuncia del anti-reino, anticipación del juicio escatológico de Dios y anuncio de la misteriosa presencia del Crucificado”14

Jesús que busca la perla preciosa y quiere comprar ese terreno para encontrarla, se hace presente de forma misteriosa en el pequeño, en el pobre; pero sabe muy bien que esos pequeños son muy grandes. Su reino que es como una semilla de mostaza también se hace presente en el sacramento del pobre, que es lo más pequeño pero muy valioso a los ojos de su Padre. A ellos está destinado, de forma especial, el Reino.15 Tal actitud es el de una vida vivida para ellos y por ellos, y sólo así se puede explicar esa relación tan intima de Jesús con los pobres. Esto es así porque:

“No existe separación o distancia entre Cristo y el pobre. No es que Cristo remita al pobre, como si estuviera fuera de él. No; en el pobre se encuentra el Señor. Conviene que captemos aquí la inmediatez de la relación: lo que se le hace al pobre se le hace a Cristo. El pobre es mediación viva del Señor, su expresión real y no solamente un intermediario”16

4. La Iglesia al encuentro de la sacramentalidad del pobre.

Los sacramentos son los “gestos simbólicos” de la Iglesia que se encaminan a la realización del Reino de nuestro Dios, siempre en continuidad con las acciones salvíficas de Yahvé en el Antiguo Testamento y de Jesús en el Nuevo. Son en los siete sacramentos de la Iglesia donde se encuentra su máxima expresión simbólica.

Sus discípulos buscan el reinado de Dios. Ya han saboreado algo de él pero saben que tienen que trabajar para que esa misión se vaya haciendo cada día más presente.

Lo primero que hay que hacer es preguntarnos por la misión que tiene la Iglesia. Una vez descubierta esa misión habrá que tener en cuenta quienes son los principales agentes que van a recibir esa misión y por qué son ellos los primeros en recibir tal misión, o lo que es lo mismo: anunciarles el reinado de Dios.

A la hora de descubrir esa misión irrenunciable que la Iglesia tiene, un texto iluminador nos puede dar algunas pistas de acción:

“Según todo lo que venimos diciendo, parece que esa misión es ser la Iglesia de los pobres, en un doble sentido: en el de una Iglesia pobre, y una Iglesia para los pobres”17

Al confrontarnos de con este texto muchas dudas surgen y la primera de ellas es esta que expreso en forma de pregunta ¿Se refiere a nuestra Iglesia cuando habla de una Iglesia pobre? Según que entendamos por pobre nos dará un resultado u otro; por que si entendemos por pobre la practica pastoral puede ser que sí, pero si por Iglesia pobre se entiende la vida de la Iglesia y más en concreto los que la formamos, no sabría que decir. Una Iglesia pobre es la que yo quiero, una Iglesia que sepa comprometerse con sus preferidos, una Iglesia formada por cristianos sin miedo al compromiso. Esta es nuestra Iglesia, que denuncia y anuncia, por una parte la injusticias y por otra la salvación.

Esta Iglesia pobre es además una Iglesia para los pobres. Sus preferidos deben ser los pobres. A ellos tiene la obligación de anunciar la salvación por los medios que hoy tenemos a nuestra disposición. Una Iglesia para los pobres capaz de sufrir sus mismas causas: hambre, desnudez, persecución, sin tierras..., aunque ello le lleve a la muerte. Una Iglesia que no se alinea con los grandes de la tierra, sino con los pequeños. Una Iglesia que abrace a todos de forma inclusivista pero atendiendo al mandato del Señor de hacerse pequeños para entrar en el reino de los cielos; por que si de lo contrario nos alineamos con los grandes de la tierra puede ser que tengamos la dificultad de no “caber” todos, aunque sea de forma metafórica, al pasar por el ojo de la aguja.18

La Iglesia, que es Cristo resucitado en todos sus miembros, ha sabido llevar a cabo la gran tarea de anunciar a los pequeños la salvación. Esta Iglesia:

“La Iglesia de Dios, habitada y movida por su Espíritu, debe avivar en ella su amor misericordioso hacia los pobres, escuchando su llamada y prestando su voz a los que no tienen voz” 19

Ella que es madre siente la necesidad de acoger en sus senos a sus hijos más desprotegidos, de amamantar con sus pechos a sus hijos desnutridos, de vestir con sus ropas a sus hijos sin vestido, de llenar su casa de sus hijos sin techo, de estar en la cárcel con sus hijos presos, de llorar el luto por sus hijos muertos, de alegrarse por saber que serán glorificados.

La Iglesia, en su conjunto, es la voz de los que no tienen voz. Ella revela que los pobres son el rostro de Cristo en la tierra, que en ellos Jesús se encuentra de forma sorprendente, de tal forma que son un sacramento de Dios, son el espejo de su Hijo, y manifestaciones del Espíritu Santo:

“En los pobres se manifiesta el Espíritu y por ello son cauces estructurales para encontrar la verdad de la Iglesia, la dirección y contenido de su misión”20

Decíamos que se encontraba Cristo en ellos de forma sorprendente. Y es que nada puede sorprender más que Dios mismo se haya hecho cercano a nosotros, en primer lugar en su Hijo, haciéndose uno de nosotros, y en segundo lugar en los pequeños. Es a ellos donde también debemos mirar para encontrar a Cristo. Siendo esto así la Iglesia, comunidades y creyentes tienen que optar sin remedio por los pobres y asumir su causa.21

Todo esto tiene un porqué: Dios no creo el mundo por mero azar. Desde la creación Dios anda saliendo al encuentro de las personas y va a su encuentro de forma progresiva: “Dios habló a nuestros padres en distintas ocasiones y de muchas maneras por los profetas.”22 Desde el comienzo nuestra historia es Historia de Salvación, por tanto no están puestas las realidades por que sí, sino por que tienen sentido. Podríamos decir que las realidades nos hablan de Dios, es más, las realidades tienen un toque sacramental. Ellas nos desvelan un sentido querido por Dios, que a veces es difícil de ver. He ahí que sólo pueden ser vistas por la fe.

Al hablar de Historia tenemos que partir del arco que se abre en la creación y que culminará en la parusía. Es ahí donde Dios nos va mostrando la estructura sacramental de las diversas realidades, o lo que es lo mismo, la manera de hacerse presente en nuestra historia regalándonos la salvación. Todo ello pasando por Cristo “ Porque en el fueron creadas todas las cosas.”23 Podemos afirmar que la historia tiene una estructura sacramental:

 

“Creación y encarnación son los dos hitos articulantes de una presencia histórica de Dios entre los hombres para la salvación. Son los dos ejes de la estructura sacramental de la historia”24

Dios sale al encuentro del hombre en cada realidad, en cada persona. De forma progresiva sigue invitando al hombre a que se deje envolver por Dios, a que vea que ellos mismos son portadores de salvación porque de forma envolvente Dios sigue estando en la historia y en las realidades creadas. Dios se revela en lo sencillo, si se muestra en un trozo de pan y un poco de vino, ¿no se va hacer presente en las personas, en concreto en los pobres?

La Iglesia, madre delos sin techo, hace posible, por el Espíritu Santo, que los pobres puedan ser los sujetos directos de la misión, porque ella misma ve el los pobres a Jesús que viene a hospedarse en su casa, al igual que hizo con Zaqueo.

5. Los cristianos ven a su Señor en los pobres

La fe del cristiano hace que descubra en el pobre el rostro de Dios. La comunidad reunida que celebra a Cristo reconoce que la salvación también se opera por el camino del pobre. De esa celebración compartida y vivida en fraternidad y soralidad sale la comunión de bienes. Esta comunión no sólo recae sobre la comunidad sino que se amplía a los necesitados, y esto es por que descubre en ellos la sacramentalidad de la que están constituidos.

La opción por los pobres, actitud existencial de todos los cristianos, viene constituida por una confrontación con la vida de Jesús. Dicha opción tiene fundamento porque ve en el pobre la huella de Cristo, su sacramentalidad, sino no dejaría de ser un humanismo como tantos otros, que son válidos, pero no tienen su fundamento en un Dios vivo que hace maravillas. Al confrontarnos con Cristo vemos que vivió de una forma descentrada de sí, fue el “hombre para los demás”, así el cristiano para acceder al sacramento del pobre tiene que vivir descentrado de sí.25

Viviendo descentrado el cristiano sabe una cosa:

“está llamado a descubrir y amar al sacramento que es todo hombre, poniendo en juego y viviendo su misma realidad sacramental”26

Quizá nos pasamos por alto algunas veces el verbo amar. No abría que andar tan deprisa. El amor, realidad sacramental, es parte integrante de la opción por los pobres. Nuestra opción no es a nivel teórico, sino que parte de las entrañas. Es ahí en el corazón donde Dios habla, donde descubrimos, por la fe, que el pobre es un sacramento del amor de Dios para los cristianos.27

Esta sacramentalidad nos ofrece la posibilidad de salvarnos como comunidad, tiene para nosotros un valor de condenación o salvación. Todo esto según nuestra opción de compromiso o de quedarnos parados.28 La opción por los pobres, la que lleva al compromiso de los cristianos, es una opción por la búsqueda de la justicia capaz de cambiar la realidad. Cambia la realidad por que es el mismo Señor quien recibe dicha opción cuando a uno de estos se lo hacéis, y esto es así porque:

“Los cristianos, además, sabemos que en cada uno de esos niños y ancianos, jóvenes y adultos, varones y mujeres que viven en la miseria, podemos descubrir el rostro de Cristo, el Hijo de Dios y hermano de los hombres, que sufre en todos ellos y pide nuestra ayuda en cada uno de ellos”29

Cuanto hemos dicho de la sacralidad del pobre o de otras realidades sacramentales mencionadas tendrán sentido cuando trabajamos por trasformar la realidad. Dios no se hace presente en el pobre por que sí. Dios se hace presente porque quiere nuestra ayuda, quiere que nos “mojemos”. Los sacramentos trasforman las realidades, lo que era pan ahora es el Cuerpo de Cristo. Lo que era un pobre desahuciado tiene que ser ahora, tras reconocer en él al Señor, cuerpos glorificados, trasformados. De lo contrario nos quedamos en un puro ritualismo que no conlleva a nada. El pobre será contemplado por que en él está Cristo, pero también será trasformado porque es Cristo quien pide ayuda, porque no aguanta más esa situación de miseria, miseria que lleva a la muerte.

 

CAPÍTULO IV

LOS POBRES, MORALMENTE UNA INJUSTICIA

1. Vida y vida en abundancia

“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Cundo nos confrontamos con este texto de las Escrituras notamos inmediatamente que el mensaje de salvación en la tierra no alcanza a todos. Jesús nos trae la vida eterna a la que todos estamos invitados. Pero Jesús, además de darnos la vida eterna, también quiere darnos vida aquí. En el plan de Dios está la salvación integral de la persona y de las personas, por tanto, no se conforma con la vida eterna solamente, sino que la amplía a la que se abrió en el marco creacional y terminará con la llegada de la Parusía. Jesús quiere que la vida de aquí sea “vida y en abundancia”. Pero ¿qué está ocurriendo que no hay vida?

"Las desigualdades económicas en nuestro mundo son escandalosas... Si distribuyéramos la «tarta» que produjimos en 1995 -es decir, el Producto Mundial Bruto- en 4 trozos, cada uno de ellos para el 25% de la población mundial, resultarían tan desiguales… Al 25% más rico de la población mundial (donde está incluida España) le corresponde el 89,02% del Producto Mundial Bruto, mientras que el 25% más pobre le queda tan sólo el 1,43% del Producto Mundial Bruto. Lo más grave es que esas diferencias, en vez de disminuir, se agrandan"1

Por lo que se desprende de esto existe un mal reparto de la riqueza que lleva a un gran número de personas a hundirse en la miseria. Miseria que lleva a la muerte:

"Las Naciones Unidas calculan que casi la mitad de la población mundial sufre algún tipo de desnutrición y cada año mueren literalmente de hambre entre 14 y 18 millones de personas"2

La gran división separa la Tierra en dos mitades: Sur -Norte. De esta forma los miembros de los países ricos funcionan con sus estructuras del comercio internacional

"... y se mueven según su propia lógica y según sus propios intereses, que van en dirección opuesta al de los países pobres, con lo que año tras año se está consolidando y agrandando el abismo entre el Norte y el Sur."3

Parafraseando el texto podríamos decir que el rico "arrima el ascua a su sardina", con lo cual no se deja otra opción al pobre que la de seguir empobrecido. Nuestra opción, sin duda cristiana, a favor del pobre y siempre contra la pobreza "se basa fundamentalmente en el Dios de nuestra fe"4 No se trata de una simple moda, sino que, se trata de la voluntad de Dios al hacernos semejantes a él y proponiéndonos un plan junto-con él: nuestra vocación de hermanos.

Por tanto, nuestra opción es por el pobre, por el que no tiene vida, lo que nos llevará a ir en contra de la pobreza injusta:

“Sus destinatarios son los realmente empobrecidos o desposeídos, cuya pobreza es fruto de la injusticia social, de la distribución desigual de los bienes creados por Dios y destinados a satisfacer de forma equitativa las necesidades de todos.”5

Hay unos destinatarios concretos en esta opción preferencial que se descubre en los Evangelios al hablar sobre la actitud de Jesús; hasta tal punto que:

“ El mismo destino de Jesús sólo se explica históricamente a partir de su solidaridad con esas mayorías pobres y a partir de su activa defensa y ataques a sus opresores”6

Siendo esto así y partiendo de que el mensaje de salvación es universal decimos que la opción preferencial es inclusivista, para dejar al margen alguna posible mala interpretación que habla de la opción preferencial por los pobres de forma exclusivista.

¿Qué puede, pues, hacer el cristiano para colaborar en la tarea evangélica de dar vida y en abundancia? Ante todo ser coherente con lo que cree y después:

“al igual que la caridad, también la opción de preferencia por los pobres -muy directamente relacionada con ella- constituye una de las actividades fundamentales recomendadas a los cristianos en su vida social. Y así, se reclaman mutuamente la justicia que incluye los derechos del hombre y la caridad, que implica la opción de preferencia por los pobres”7

En nuestro afán de fundamentar nuestra opción vamos a ver si los derechos del hombre son universales. Me explico: si los derechos fundamentales se aplican a todos y si se va tras su consecución todo está resuelto; pero si, por el contrario, en unos se aplica más que en otros, algo está fallando. De este modo no tenemos “vida en abundancia”.

2. Derechos fundamentales para todos: una opción justa

“Todos los esfuerzos teológicos en torno a la dignidad y a los derechos humanos … tienen su base en una antropología que expresa la creación y la redención en su relación mutua interna en un sentido concreto de la historia de la salvación“8

A la hora de fundamentar la dignidad y los derechos fundamentales de la persona es necesario pasar por esa relación entre creación y redención. En la creación Dios se fija en el hombre y sobre él realiza su proyecto. Esta es la base que dignifica al hombre. Desde esta instancia se abre un marco de igualdad a todas las personas.

A esto hay que sumarle la obra de la redención. Jesús viene a ayudarnos a que sigamos, de alguna manera, la culminación del marco creacional: El reinado de Dios. Ese puente que se abre entre la creación y la Parusía, al que estamos invitados aquí y en la otra vida. Ante todo sabemos que el motivo de la venida de Jesús fue el amor. Una herramienta de trabajo del amor es la justicia, buscar esta justicia lleva a la opción por los pobres.

La Iglesia ha sido y es consciente de la dignidad de la persona que Dios le ha otorgado. Esta dignidad va unida a unos derechos fundamentales que hacen posible una vida digna.

“Crece al mismo tiempo la conciencia de la excelsa dignidad de la persona humana, de su superioridad sobre las cosas y de sus derechos y deberes universales e inviolables”9

Los derechos de las personas no son notas marginales, sino posibilidades de continuar la dignidad, de continuar, en suma, el reinado de Dios, son exigencias. Juan XXIII dice al respecto en la encíclica Pacem in terris:

"Puestos a desarrollar, en primer término, el tema de los derechos del hombre, observamos que éste tiene un derecho a la existencia, a la integridad corporal, a los medios necesarios para un decoroso nivel de vida, cuales son, principalmente, el alimento, el vestido, la vivienda, el descanso, la asistencia médica y, finalmente, los servicios indispensables que a cada uno debe prestar el Estado..."10

El derecho a la vida es “principio de posibilidad” de otros derechos, porque si la persona muere pocos derechos le quedan que aplicar. Derecho a la vida, pero no en cualquier forma sino como vida digna, capaz de subsistir con la ayuda de los hermanos, porque como sabemos el hombre no puede vivir alejado de sus semejantes. El hombre es un ser social11 , perteneciente a una comunidad, en la que no es un simple ser gregario, sino sujeto de comunidad, que llegará a tomar autonomía en su desarrollo personal. Los discípulos de Jesús eran personas sociales, no cabría en su forma de ser el individualismo y la solitariedad. Si nos remontamos un poco más atrás, es Dios quien llama a un pueblo, a un conjunto de seres que caminan en grupo12 .

Es necesario que el hombre social llegue a tomar cierta autonomía13 , como ser irrepetible de la creación, pero una autonomía que no quiebre las relaciones sociales y las ayudas que van entrelazadas con éstas. La persona tiene que llevar a cabo el plan que Dios le ha propuesto: ser en libertad -realizándose, para un diálogo con él. Pero no podemos caer en la trampa de que la realización como personas autónomas sea lo que da dignidad a la persona. Porque entonces ¿qué pasaría con la persona que está postrada en un hospital en coma profundo o con cualquier otra parálisis, que le hace no ser independiente en los mínimos movimientos?. La dignidad está en el don que Dios nos da en la vida.

La dignidad la da Dios:

"Creado a imagen y semejanza de Dios, el hombre es señor y centro de toda la creación de donde se derivan la dignidad y los derechos de la persona."14

Por tanto, la dignidad de ser persona está en Dios, que al enviar a su Hijo, nos muestra que nos ha creado a imagen y semejanza de él. Jesús es como un “espejo” de Dios en el que se mira la humanidad entera. No somos seres extraños, sino que reconocidos en él, somos portadores de una identidad. La persona concreta no está al margen (marginación) sino en el centro de la creación. A partir de ahí tiene sentido el vivir, sabiendo que no somos seres aleatorios sino que somos creados por Dios para vivir con sentido. Otra cosa será el por qué no todos, de hecho, viven así.

Hay un abismo de diferencia entre margen y centro. Ésta es nuestra denuncia y se formula de la siguiente manera: ¿Por qué todos los seres humanos no pueden ver cumplidos sus derechos fundamentales? Sabiendo que la dignidad la da Dios, ¿por qué rebajamos hasta la miseria a tantas personas? Es un dato claro que los derechos se respetan más en el Norte que en el Sur de la Tierra. Incluso en el Norte también hay lugares en los que, unos más que otros, ven cumplidos sus derechos.

Si somos creados a imagen y semejanza de Dios, Dios es Trinidad15 , es comunidad. Nuestro Dios es Dios-comunidad. Al ser creados a su imagen, nos está queriendo decir que no vamos como islas frías (ensimismadas), sino que marchamos como comunidad. Por tanto, nuestra reflexión sobre los derechos fundamentales, no puede basarse en la individualidad pura y dura, sino como seres comunitarios. Al respecto un texto iluminador:

"El individuo no puede ser considerado como un ser separado del conjunto de la sociedad; los derechos de la persona no pueden ser definidos en contra de los derechos de la sociedad; los derechos individuales deben estar en consonancia con los derechos sociales"16

Este aspecto comunitario-social de los derechos nos ayudará a plantearlos y reivindicarlos en todas las partes de la Tierra. Si los derechos personales (en relación a la persona) son universales, de igual manera lo son los derechos comunitarios-sociales que abarcan a los grupos y etnias de todo el mundo. Un tanto a nuestro favor en la lucha por los derechos fundamentales, ya que se requerirá que en todos los grupos haya igualdad de existencia digna con su diversidad que le es propia, pero que en ningún caso es injusticia. Porque "la condición de este pueblo es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios"17

Pero este pueblo tiene, lamentablemente, diferencias injustas. Por ello nos urge un camino a hacer.

3. Derechos de los pobres: Exigencias de un mínimo básico para vivir con dignidad.

 

" A partir de los pobres se hace evidente y urgente la necesidad de establecer un orden de prioridades entre los derechos humanos; y la primera prioridad corresponde al derecho a la vida y a los medios de vida"18

Creo que es honesto subrayar este aspecto, ya que no es lo mismo reclamar unos derechos desde aquí, desde mi posición, para mí, que reivindicarlos desde abajo, para quienes el alimento escasea. Si el don de la vida es lo fundamental, habrá que sustentarla, por que de lo contrario hay muerte. Y muerte prematura por ésta causa es lo contrario a la no vida.

Desde este contexto se aboga por la opción preferencial por el pobre, ese pobre al que le hace falta lo más básico, lo imprescindible para seguir el proyecto de Dios: la vida digna. Derechos básicos para el somalí, el peruano y el que vive en las masas marginales de los países más desarrollados19 (¿económicamente?).

Para sorpresa de muchos hay que decir que:

" ha sido en el seno de la Iglesias donde ha tomado cuerpo una educación sistemática respecto de los derechos básicos de la vida y una valiente defensa de la dignidad del pueblo"20

Esto nos señala que el cristiano ha ido reflexionando sobre el destino de los bienes, y se ha dado cuenta que no están repartidos de la misma manera, con lo cual los derechos más fundamentales de los desechados son pisoteados. El pobre es apartado de sus derechos para que otros puedan disfrutar de los derechos del pobre, ¿no es esto una condena a la esclavitud?21 La Iglesia se preocupa y opta por devolver a las personas su dignidad, sabiendo de antemano que hay una dignidad que nadie se la puede quitar, que es la de ser hijo de Dios.

Entonces, si lo natural es la igualdad, desde la creación, lo antinatural será la desigualdad. De esta forma los llamados a la igualdad son todos los seres humanos. Este apartado quiere subrayar que lo antinatural es la desigualdad injusta, por ello reivindicamos unos derechos del pobre.

Si Dios nos ha creado iguales no puede permanecer impasible ante tanta injusticia que desiguala (parcialidad de Dios). La iglesia universal y cada cristiano toma una exigencia fundamental ante las grandes injusticias que van provocando tales desigualdades:

"... la pobreza que se tolera en medio de la abundancia es una grave injusticia social. De la misma manera, luchar por la justicia supone para la Iglesia en general y para cada uno de los cristianos en particular una exigencia fundamental y una opción preferencial en favor de los pobres y de los oprimidos"22

Por tanto, no es una mera moda la llamada "opción preferencial por los pobres", su base es evangélica y por lo tanto eclesial:

"Quien con obediencia a Cristo busca ante todo el reino de Dios, encuentra en éste un amor más fuerte y más puro para ayudar a todos sus hermanos y para realizar la obra de la justicia bajo la inspiración de la caridad"23

Qué es la obra de la justicia sino el reconocimiento de la igualdad fundamental de seres creados. Habrá que dar lo que corresponde: "Cumplir antes que nada las exigencias de la justicia, para no dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia."24 Por tanto, habrá que buscar qué injusticias existen para posteriormente denunciarlas y dar una alternativa de salida, dentro de nuestras posibilidades.

4. El pecado que mata.

Al caminar por estas sendas de injusticia nos topamos con una realidad que envuelve a las personas y no les deja avanzar en el desarrollo integral de ellas. A esta realidad se le ha denominado de diversas formas en el marco teológico: situación de pecado, estructuras de pecado, pecado social, pecado estructural25 . Sea cual sea el término utilizado, ante todo somos conscientes de que se trata de una realidad. Una realidad que mata a mayorías.

Juan Pablo II dice lo siguiente al respecto: “ Hablar de pecados sociales quiere decir, ante todo, reconocer que en virtud de una solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible como real y concreta, el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los demás”26 . Por consiguiente, el daño causado no es solamente a Dios sino que la ofensa va contra mi prójimo. El que está próximo a mí recibe el daño.

Esta es una realidad que hay que tener clara, pero profundizando un poco más nos damos cuenta que el responsable es la persona misma, que en su egoísmo quiere ser un dios:

“de este modo contribuye por su parte a la creación de estas estructuras de explotación y de servidumbre, que por otra parte, pretende denunciar.”27

 Estas estructuras28 , o lo que es lo mismo el “fruto de una acumulación de pecados personales”29 , puede ser la acción de crear injusticias de unos contra otros; también puede ser la omisión, al no ser capaces de romper con esa cadena de pecados que aterran a grandes mayorías. De esta forma, unos mandan sobre otros, con lo que el mandato de servicio y del amor del Señor no tiene espacio ¿Dónde se encuentra la vida y vida en abundancia?. No son entes invisibles, son las acciones concretas las que dan cuenta de las estructuras de pecado. Estas estructuras tienen dimensión personal, local, nacional y mundial.

Para darnos cuenta de la dimensión mundial que tienen “hay que destacar que un mundo dividido en bloques, presididos a su vez por ideologías rígidas, donde en lugar de la interdependencia y la solidaridad dominan diferentes formas de imperialismo, no es más que un mundo sometido a estructuras de pecado”.30

La opción por los pobres nos compromete a luchar contra estas estructuras de pecado, a luchar contra este genocidio sin escrúpulos que es capaz de mandar felicitaciones por Navidad.

Quizás son frases muy impersonales pero mirando a mi persona no andan tan lejos de ponerle un nombre concreto. También pudiera parecer que siempre nos referimos a países que se encuentran bastante distantes del nuestro, pero no es así. Las estructuras de pecado se encuentran también en mi barrio, en mi comunidad o provincia, "a la vuelta de la esquina."31

 

CAPÍTULO V

UNA ESCATOLOLOGÍA QUE HAGA JUSTICIA

1.¿Qué es la escatología?

¿Qué es la escatología?

“La escatología es la reflexión teológica que, basándose en el misterio pascual de Cristo, ve en él el prototipo de la condición final de la humanidad como coronación del plan divino de creación y de salvación del hombre”1

Por una parte tenemos que la escatología tiene correlación con la espera. “Dios mismo es «el Dios de la esperanza»2. Lo que sucedió a Cristo después de muerto es lo que nos sucederá a nosotros después de morir, porque hemos dicho que él es el prototipo de lo que esperan los creyentes. La esperanza constituye al creyente y le da una característica que sin la cual no sería creyente. La esperanza dice algo sobre la posibilidad del futuro:

“La esperanza se funda justamente en la diferencia entre lo que ya es y lo que todavía no es, pero es posible; entre el presente y el futuro que puede hacerse presente”3

Una espera en la culminación de la creación. Una espera en algo que no ve ni se puede figurar, pues la muerte acontece más allá de la historia, es metahistórica o transhistórica. Pero también una espera en algo no distinto del todo:

“La escatología se refiere al hombre redimido, tal como es ahora; partiendo de él, comprende lo futuro como lo bienaventuradamente incomprensible, que debe aceptarse libremente”4

Es importante tener en cuenta que lo que suceda tiene que tener algo de conexión con lo que la persona es en el presente histórico. La escatología no es una reflexión sobre lo totalmente desconocido, sino que parte de un hecho concreto que es la resurrección de Cristo.

2. La dimensión social y comunitaria de la escatología.

Reflexionando sobre la otra vida, la vida eterna, son muchos los interrogantes que se plantean en cuanto a la salvación. En especial no son pocos los que tienen cierto miedo a plantearse una vida eterna sin los seres que durante su vida los han acompañado. Ruiz de la Peña, observando estas cuestiones opina que:

“La vida eterna confirmará que vivir en la plenitud es con-vivir, convivencia, comunión; que la esperanza cristiana es co-esperanza; que el yo esperante no puede esperar para sí sin esperar para los otros, con todos los otros. El gozo solo puede ser total cuando abraza a la totalidad de los hermanos”5

La plenitud de la vida debe de llevar los anhelos con los que viví siendo persona en la tierra, en el tiempo histórico. Además nuestra esperanza se fundamenta en un pueblo, el de Israel. Todo un pueblo que es convocado a salir de la esclavitud y entrar así en la tierra de promisión. Es importante destacar que la vida eterna tiene una dimensión social y comunitaria, la fraternidad universal:

“La dimensión social de la vida eterna viene a refrendar que no puede darse una auténtica consumación del hombre al margen de la consumación de la humanidad, y viceversa”6

Tan importante es esta dimensión social que la voluntad de Dios ha querido constituir en la tierra una comunidad de creyentes que vivan en comunidad, y para ello instituyó la Iglesia. El hombre es un ser comunitario, como vimos en otro capítulo, y su futuro no discrepa de este en cuanto a su ser comunitario y fraternal. No somos ni seremos entelequias solitarias:

“Como enseña Pablo, resurrección es un concepto comunitario, corporativo. La carne que resucita, ha sido amasada en el molde de la socialidad. La salvación que se promete y confiere con la resurrección no es el salvamento del náufrago solitario, sino la reconstitución de la unidad originaria de toda la familia humana”7

El ser social del hombre, que le compromete desde el nacimiento, no anula su libertad sino que le da, si cabe, mayor relevancia. Esta libertad le acompaña también toda su vida, para bien o para mal. Podríamos decir que su ser comunitario tiene una pausa en el momento de la muerte cuando a cada uno le toca vivir la suya o morir la suya.

3. Reino de Dios y escatología.

La escatología se fundamenta en lo expresado y vivido por Jesús. El tiene la clave de la escatología. Sus dichos y hechos apuntan hacia lo futuro: la salvación del hombre en su integridad. De esta manera nos encontramos con la noción de Reino de Dios que es la que jalona toda la vida de Jesús de Nazaret, como vimos en el capítulo de cristología. Ahora vamos a tratar el Reino desde la perspectiva de la escatología.

El concepto de Reino de Dios si se divide en diversas dimensiones sólo es por metodología. Tal concepto forma una unidad de la que no se puede separar si no es para abarcar un conocimiento más amplio en los distintos tratados de teología .

Dicho lo cual, pasamos a observar como el Reino de Dios tiene una dimensión de futuro. Anuncia un cielo nuevo y una tierra nueva, algo que está por llegar. Sin duda que se está hablando de la “escatología”, palabra que seguramente no dijo Jesús, y que se resume en el Reino que él anunció. El Reino es la palabra clave para entender la escatología. Y en esto hay unanimidad en afirmarlo:

“Teólogos y exegetas de las diferentes confesiones cristianas convienen en afirmar que el Reino de Dios constituye la clave de la escatología cristiana, así como el centro y el marco de la vida, praxis y predicación de Jesús”8

Este Reino anunciado por Jesús viene en su persona, con él ya llega el Reino de Dios, él mismo es el Reino. Esto nos tiene que hacer pensar que la espera inminente a la llegada del Reino no era una espera a un cambio tan radical mientras los hombres viviesen.

Si hemos dicho que con Jesús llega el Reino, aunque no se manifieste de forma absoluta para los creyentes en el tiempo histórico, en parte si que ya ha llegado. La espera inminente se convierte en una espera esperanzada positiva, sabiendo que lo que ocurrió en él sí que es la forma total del Reino. Me estoy refiriendo a la resurrección.

Mientras Jesús anduvo en la Historia, el Reino se hacía presente en su persona y en sus actos. Eran como anticipos de lo que tenía que venir. Al pasar más allá de la historia, en el momento de la resurrección, el Reino ha llegado en toda su plenitud. Con Jesús hay un antes y un después referente a la escatología. Todo el tiempo se concentra y se inaugura un tiempo distinto y nuevo:

“Para el NT, Jesús de Nazaret termina la historia; con él, el tiempo histórico alcanza su punto final, ha llegado el reino escatológico de Dios.”9

Este Reino anunciado por Jesús nos quiere comprometer a todos a la salvación, no a la perdición. Esta salvación ofrecida a lo largo de su vida es gratuita, Dios la da por puro amor suyo. Jesús es consciente de la gratuidad del Reino de su Padre. Un Padre amoroso y no vengador. Lo que propone Jesús es un Reino distinto al anunciado por otras personas. Y aquí, Jesús, es radical. No tiene parecido al reino anunciado por Juan el Bautista, un reino con ira y castigo. La escatología cristiana es la que se deduce del mensaje de Jesús, no del mensaje de Juan el Bautista:

“Jesús realiza un cambio radical en el mensaje del reino si se compara a Juan. Omite, deja de lado el juicio de Dios como ira venidera, como amenaza escatológica en base a la conversión (...) y en cambio anuncia en primer plano el reino de Dios, es decir, la gracia, el amor y el perdón escatológicos ya desde ahora a los pecadores y la salvación a los enfermos del cuerpo y del espíritu y a los pequeños y perdidos”10

4. El “ya” pero todavía “no” afecta a los pobres.

Entre esta vida y la futura tiene que haber algún nexo de unión. Tiene que haber alguna participación de esta vida con la que viene después, si no fuera así no habría resurrección, sería otra cosa distinta:

“La idea de resurrección implica la identidad del hombre resucitado con el hombre histórico. Es el mismo yo que ha muerto el que resucita de entre los muertos. Ahora bien, para que tal identidad sea real, y no meramente verbal, tiene que haber en ese yo algo que sobreviva a la muerte, que sirva de nexo entre las dos formas de existencia, sin la cual no habría resurrección sino creación de la nada”11

Si se encuentra esa unión, que no llega a separar totalmente lo que había de lo que hay, se hace justicia a toda muerte injusta y temprana. Es más, de está forma la otra vida da la posibilidad de desarrollar lo que aquí se cortó de forma drástica y dramática. “Que me cortan la trama, Señor, sal fiador por mí”, comentan los salmos, y el Señor saldrá fiador sin duda para todos aquellos a los que se les ha cortado la vida. Son muchos los que han muerto de forma atroz, pueblos masacrados, niños asesinados. Jesús asumió en su muerte a todos estos que han muerto de forma precipitada:

“El morir de Jesús, es una respuesta también con respecto a la muerte de los que mueren “sin morir”. Jesús murió desconsolado y desamparado, sin el calor de unas palabras de cariño y de esperanza, sin poder llevar a cabo internamente su vida y su obra...Dios puso de manifiesto que él también asiste a la muerte de todos aquellos que, sin haber logrado su madurez y perfección de vida, tienen que sufrir la trivial, casual y absurda muerte repentina.”12

La plenitud del Reino de Dios aporta algo más que la justicia terrena. Aquí, en la vida presente, a un muerto la justicia no puede restituirle la vida, en el Reino esa vida será restituida en abundancia. Y será la persona que fue pero en plenitud y con capacidad de seguir desarrollándose.

Mientras tanto, mientras que no se va manifestando personalmente la resurrección en el Reino de Dios, el presente tiene mucho de futuro, o dicho de otra forma, el presente afecta totalmente al futuro, siendo dos tiempos distintos. Es la esperanza, comentada más arriba, la que se encarga de no poner trabas al asunto. Esta misma esperanza es la que nos hace gozar de ese «ya» pero «todavía no»:

“Decir esperanza es decir presente pero también futuro. Es gozar de un “ya” presente en la expectativa de que se revele plenamente porque “todavía no” se ha comunicado en totalidad.”13

El “ya” pero todavía “no” tiene una carga fuerte de espera y esperanza, como hemos visto. En primer lugar porque el “ya” se puede vivir en el presente con fe. Y en segundo lugar porque el “todavía no “ nos deja con un cierto hambre que se soluciona con la esperanza. Ambos: “ya” y “todavía no” se tocan por los extremos, ese extremo es Jesús de Nazaret, que en su vida se dio por completo el “ya pero todavía no”:

“La vida de Jesús demuestra que el “presente” y el “futuro”, aunque distintos, están esencialmente unidos: Jesús anuncia la salvación futura y la hace presente con su praxis”14

5. La parusía.

La confianza y la esperanza de que todo no acaba aquí tiene su punto de encuentro en la parusía, porque ella “cierra la historia, la concluye consumándola”15. La parusía nos enseña la parte final de la historia, una historia llena de risas y lágrimas, en la que hay mucho que alabar y mucho que callar. Un final que de forma misteriosa lo vamos construyendo entre todos. El final de la historia no lo crea la nada ni el libre arbitrio de las cosas, es el hombre quien lo va fraguando y Dios será el que acontecerá en la parusía. La parusía nos vuelve a empujar hacia la esperanza:

“Quien confiese su fe en la parusía está manifestando su esperanza en un mundo y una humanidad donde la justicia, la libertad y la vida no son promesas vacías ni verdades a medias, sino gloriosa realidad que va a ser realizada y que por ende es ya realizable; que siendo ya hacedora, hay que ir haciendo”16

El cómo va a llegar y cuando, son cuestiones que creo que no entran dentro de la reflexión en la que estamos. Querer llegar a ciertas conclusiones es querer abarcar un dato que se escapa y que correspondería, más bien, a una ciencia futurista o algo similar.

Lo importante para nosotros es saber que la parusía cierra el tiempo histórico o cronológico. Y que así como cierra, también es la puerta a la llegada de la vida del Reino o el envío a la vida eterna:

“La humanidad, el mundo, no son aún lo que llegarán a ser, según la promesa incluida en la resurrección de Cristo. La parusía, más que ser una venida de Cristo al mundo, es una ida del mundo y los hombres a la forma de existencia gloriosa de Cristo resucitado”17

Es un cambio de perspectiva lo que propone Ruiz de la Peña al decir que la parusía será la ida a Cristo glorioso. El mismo autor propone un concepto nuevo que expresa en sí una gran riqueza:

“La parusía, pues, en cuanto último acto de la historia de salvación, es lisa y llanamente la pascua de la creación, su paso a la configuración ontológica definitiva mediante la anulación del desfase aún vigente entre Cristo y su obra creadora.”18

No se trata tanto del día final como un caótico final del mundo sino la trasformación y envío a Cristo redentor. El día final vendrá, pero quizá no como lo ha imaginado la literatura, que lo más parecido era el fondo de un volcán. El fin de la historia es claro, todos sabemos que la tierra no es eterna, que como principio que tuvo tendrá un final y la parusía nos lo dice:

“La primera conclusión que nos impone la fe en la parusía es muy simple: el devenir histórico es un proceso limitado, no indefinido, no interminable. La fe en la creación implica ya un límite temporal en el punto-alfa de historia (un comienzo absoluto); la esperanza en la parusía marca un límite en el punto-omega (un término absoluto)”19

 

CONCLUSIONES

 

Al finalizar el trabajo nos proponemos sacar unas conclusiones de todo el conjunto de la memoria.

Decíamos al principio que Dios confía en el hombre de tal forma que envía a su Hijo para que asuma nuestra misma condición, por ello la encarnación es clave para entender la historia salvífica. La salvación que Dios nos propone pasa por la corporeidad de Jesús, su Hijo. Para conseguir esto Dios se pone a nuestra misma altura y, a partir de ahí, ahora para estar con Dios no hará falta estar mirando al cielo, porque lo tendremos en al mismo Hijo de Dios en horizontal. Además, su encarnación tiene unas características de pobreza y sencillez, que lo van acompañar durante toda su vida.

Esas características que amputábamos hacen que indudablemente, Jesús, opte decididamente por los excluidos de su sociedad. Su opción va a ser radical y le llevará hasta la muerte. Desde esa bondad innata de Dios, su vida es inclusivista y tiene un carácter preferencial por los pobres, los llamados “malditos de la ley”.

Jesús, desde esa vida inclusivista, apuesta por los que están fuera. Su amor incondicional al hombre le hace desplazarse hacia lo más pequeño. De ahí que, Jesús, haya escogido a los pobre para que podamos acercarnos más a Dios (Mt 25). Indiscutiblemente toma parte por los pobres, y tanto es así que podemos decir que los excluidos son un reflejo de Jesús. Las mismas relaciones de Jesús con los excluidos son liberadoras del temor a la maldición, Dios está con ellos, por tanto no puede haber maldición. La explicación es fácil: “porque Dios es así”.

Por tanto, el Reino de Dios va a configurar toda la vida y actividad de Jesús de Nazaret. Y aunque no se anuncia a sí mismo, conectar con Jesús es conectar con el Reino, y conectar con los pobres es conectar, también, con el Reino. Encontrar a Dios en los pobre y trabajar por su liberación es encontrar el Reino de Dios. Así, buscar el Reino de Dios, que también está en los pobres, es una de las misiones que tiene el cristiano.

Por otra parte, al hablar de la Iglesia acentuamos claramente que cuando ella opta por los pobres, no hace sino que obedecer al mismo mensaje de Cristo, a saber, el de seguir su huellas. Así como Cristo trabajó y lucho por la liberación de los pobres de su tiempo, la Iglesia lo hace también siguiéndole en esa pobreza propia con la que vivió su Señor. Y el camino que recorre la Iglesia en esta tarea de buscar el Reino de Dios es desde el sufrimiento del hombre.

Si Jesús estuvo con los derrotados de este mundo, la Iglesia también tiene que estar con los derrotados de la misma manera, y no le vale ninguna excusa. El tiempo corre y lo que no haga ella nadie lo va hacer. De ahí que sea importante que se siga tomando la opción por los pobres desde la Iglesia como una urgencia, porque en ello nos va mucho de nuestro futuro y credibilidad, que más bien escasea en nuestros tiempos. Los derrotados nos darán la pista para seguir a Jesús.

Para ello, la Iglesia que es fiel a la misión de anunciar el Reino actúa con misericordia como su Señor. La Iglesia tiene una función específica que es obrar con misericordia, al igual que el buen samaritano. Ella es la buena samaritana que no duda en caminar hacia el pobre y acogerlo, llevarlo en sus brazos de madre y estar con él.

Cuando va al encuentro del necesitado en forma de samaritana, la Iglesia, se descentra para que el Otro sea el centro. El Otro es el mismo Cristo, que en boca del evangelista Matea serían los pequeños. La Iglesia se descentra de la sociedad en cuanto a valores que ofrece ésta, tales como la competitividad y el consumo, y se centra en el que no cuenta, así aporta los valores propios del Reino.

Paradójicamente la Iglesia vive descentrada para poder ir al centro, que es Jesús. La Iglesia no es el centro, sino que el centro es lo que predicó Jesús de Nazaret. El centro es el Reino. Ella es una parte de ese Reino, germen del Reino, al igual que cada uno de nosotros somos parte de ese Reino que ya está pero todavía no en su verdadera plenitud. La Iglesia que es conocedora de ello, es servidora del Reino y se postra a sus pies para trabajar por los pobres que nos llevan la delantera en el mismo Reino. Y asís la Iglesia se hace pequeña para poder entrar en el reino de Dios.

La Iglesia tiene mas misiones que la del culto. Porque, a veces, parece que no hace otra cosa. La misión profética y de martirio también ocupan un lugar muy destacado en la Iglesia. La Iglesia celebra también la cercanía de Dios con los que no cuentan, celebra la inversión de los valores que cuentan para la sociedad del consumo y bienestar.

Por otra parte, la fuerza creativa de Dios, que nos envuelve, nos sale al paso con diversas realidades que nos hablan de él. El septenario sacramental nos da fe de ello y la Iglesia lo ha constatado a lo largo de los siglos. Pero además de este septenario hay otra realidad, a saber, la sacramentalidad, esta es la huella de Dios en esas diversas realidades y personas. Y hace que nos mantenga en contacto con Dios, a través de su Hijo, para que no olvidemos su huella en nuestras vidas y circunstancias. La realidad sacramental nos abre un abanico de posibilidades de encontrarnos realmente con Jesús a través del pobre.

La encarnación también nos revela algo de la sacramentalidad porque nos revela a Dios cercano. A un Dios que camina junto-con el hombre, que no le importa rebajarse a su realidad de criatura. Es la puerta de acceso de los hombres a Dios de una forma nueva, tras la cual se hace presente de forma cercana en el pobre. Y es Jesús con su estilo de vida el que nos va diciendo cual es su forma de presentarse. Su carta de presentación está en Belén, en un estado un “poco lamentable” para todo un Dios, su estado kenótico. Su identificación con los más desfavorecidos nos hace entrever cual es su misión que pasa inexcusablemente por Mateo 25, no hay distancia entre él y el pobre. Existe una inmediatez entre Jesús y el pobre que no es solamente teoría.

Así, la Iglesia proclama el reinado de Dios y ve en los pobres la figura de su Señor. Ella quiere ser una Iglesia de los pobres y para los pobres, por eso les anuncia su salvación. Y es en la Iglesia donde toma sentido el que los pobres sean sacramentos vivos. Ella es portadora de voz de los que no tienen voz y no teme seguir las mismas consecuencias de los sin derechos.

Por eso, los cristianos celebran la presencia del Señor en los pobres, hasta el punto de llegar a la comunión de bienes entre sus “cristos” necesitados. Intentan vivir como su maestro, descentrados quieren seguir las huellas de Jesús, sin miedo a ser crucificados buscan la justicia del reino, porque ven en los pobres al Señor. El cristiano hace una opción por los pobres porque es consciente de que el ámbito sacramental, la sacramentalidad, que tienen.

Por todo ello, Dios nos propone un plan conjunto: hacer llegar su reinado. Dios confía en la persona, apuesta por ella, por eso quiere que tenga vida y vida abundante. Pero algo se interpone en el proyecto que no le deja avanzar por el camino deseado, a saber, las desigualdades. Las desigualdades injustas y el amor caritativo nos lleva a una opción, la misma que hizo Jesús. Al apostar por esto observamos que la vida abundante que trae Jesús se la están apropiando indebidamente.

Vemos que, a través de la historia, numerosas voces se han alzado para denunciar las desigualdades injustas. Junto a estas voces surge una idea común: derechos fundamentales de la persona. La Iglesia se embarca en esta tarea porque cree que la voluntad de Dios es la dignidad de toda persona reconocida universalmente. La persona es el centro y no el margen, aunque una mayoría esté en el margen.

Entonces, la opción preferencial por el pobre es igual a unos derechos de los pobres. El cristiano tiene la obligación moral de optar por los pobres y fundamentar con su vida sus derechos. Todo esto porque existe una realidad que no deja caminar por los senderos de la creación. Una realidad que mata con la ayuda de casi todos, por acción u omisión, y se llama pecado. La opción por los pobres nos lleva a romper con estas estructuras de pecado para que tengan vida y la tengan en abundancia.

Por otra parte, lo que constituye al creyente en un ser con prolongación más allá de la muerte es la esperanza. Esa esperanza en ser idénticos a Cristo glorificado no rompe totalmente con el presente de la persona, o sea , con lo que la persona es. El hombre espera en comunidad y su salvación la acoge como comunidad. La otra vida no se encarga de recoger a náufragos, sino que los quiere como comunidad. Allí será la plenitud del ser social de la persona.

El Reino constituye la clave de la escatología. Lo que Jesús anuncia anima a la esperanza de los derrotados. Porque a ellos se les anuncia el Reino de Dios. El que haya un nexo de unión entre esta vida y la siguiente hace justicia a tanta calamidad de la Historia. La escatología nos confirma que hasta un muerto al que le han arrebatado la vida le será restituida con plenitud. La parusía no vendrá, sino que iremos a Cristo, el cual nos regala el billete de ida porque de vuelta ya no hay.

 

 

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SOBRINO, J. La Iglesia samaritana y el Principio -Misericordia. Sal Terrae 10 (1990) p. 672-673;

SOBRINO, J. Comunión, conflicto y solidaridad eclesial, en Mysterium Liberationis II. Trotta, Madrid 1994 ²

SOBRINO, J. La promoción de la justicia como exigencia del mensaje evangélico. Estudios Eclesiásticos 55 (1980), p. 222

STANCATI, T. Escatología en Diccionario Teológico Enciclopédico. Verbo Divino, Estella 1996 ²

TAMAYO-ACOSTA, J.-L. Para comprender la Escatología Cristiana. Verbo Divino, Estella 1993

TAMAYO-ACOSTA, J. J. Hacia la comunidad. 1. Trotta, Madrid 1993

VATICANO II, DOCUMENTOS. Bac Minor 1, Madrid 1991

VELASCO, R. Iglesia en Conceptos fundamentales de Pastoral. Cristiandad, Madrid 1983

 

INDICE

Introducción...............................................................................................1

Capítulo I: Dios encarnado: Jesús, el Reino y su preferencias. ...............3

1.Y la Palabra se hizo carne (Jn 1,14). La encarnación. .....................3

2. Jesús y la opción por los pobres.............................................5

3. ¿Parcialidad de Jesús?.......................................................................8

4. El Reino de Dios, la causa de Jesús.............................................11

Capítulo II:La Iglesia: Samaritana y pobre.............................................16

1. Introducción.................................................................................16

2. Iglesia de los pobres.....................................................................17

3. La comunidad Eklesial como Buen Samaritano......................20

4. “Descentramiento” de la Iglesia..............................................22

5. El Reino que acoge a la Iglesia..........................................................23

6. La Iglesia y su misión......................................................................25

Capítulo III: La sacramentalidad del pobre..............................................28

1. Sacramentalidad: “un puente sobre la lejanía”...............................28

2. Encarnación: punto culminante de la sacramentalidad .............29

3. Jesús, punto de referencia de la sacralidad del pobre .................31

4. La Iglesia al encuentro de la sacramentalidad del pobre..............34

5. Los cristianos ven a su Señor en los pobres.................................38

Capítulo IV : Los pobres, moralmente una injusticia ................................41

1. Vida y vida en abundancia. ..........................................................41

2. Derechos fundamentales para todos: una opción justa. ..............44

3. Derechos de los pobres: Exigencias de un mínimo básico para

vivir con dignidad ............................................................................48

4. El pecado que mata ..........................................................................50

Capítulo V:Una escatología que haga justicia ...........................................53

1. ¿Qué es la escatología?....................................................................53

2. La dimensión social y comunitaria de la escatología .................54

3. Reino de Dios y escatología..........................................................55

4. El “ya” pero todavía “no” afecta a los pobres ..............................57

5. La parusía .........................................................................................59

Conclusiones ......................................................................................................62

Bibliografía más utilizada.................................................................................67

Indice ................................................................................................................72

 


 

[1]COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad en la vida de la Iglesia. Edice, Madrid 1994, p. 52.

[2]Cf. “La cuestión cristológica radica, pues, en que un hombre concreto, Jesús de Nazaret, tiene una importancia absoluta para la comprensión de Dios y para la del mismo hombre”. BUSTOS SAIZ, J. R. Conceptos fundamentales del cristianismo. Trotta, Madrid 1993, p. 462.

[3]COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad..., op. cit. p. 52.

[4] SCHILLEBEECKX, E. Cristo, sacramento del encuentro con Dios. Dinor, San Sebastián 1966, p. 24. Gracias a esta corporeidad nuestro Dios es un Dios cercano en su Hijo, y así, nos da la oportunidad de conocer nuestra divinidad que nos otorga en la encarnación, que es el punto de encuentro con Dios: “En la unicidad de su persona encarnada, él es para el hombre a la vez la revelación del hombre y la revelación de Dios. En Cristo, se revela y se realiza al mismo tiempo la vocación del hombre.” SESBOÜE, B. Historia de los dogmas I. Secretariado Trinitario, Salamanca 1995, p. 375.

[5] BOFF, L. Jesucristo y la Liberación del Hombre. Cristiandad, Madrid 1981, p. 228.

[6]PIXLEY, J. - BOFF, C. Opción por los pobres. Ediciones Paulinas, Madrid 1986, p. 128. Más adelante dice: “La pobreza concreta no es en Cristo una determinación accidental... Al contrario, la condición de pobreza de Cristo forma parte del misterio de su humillación y anonadamiento.”( pp. 128-129); esto quiere decir que el plan de Dios pasa por ahí. Otro autor también señala algo parecido: “Con la cueva no hay escapatoria: no tiene ningún significado espiritual como puede tenerlo el desierto. No expresa más que la miseria y la falta de otro lugar... En paralelismo con la marginación de su origen, la muerte de Jesús tiene lugar también «fuera de la ciudad» (Heb 13,12)... Jesús dice de sí mismo que no tiene dónde reclinar la cabeza (Mt 8,20 par.), frase que todo el mundo suele considerar auténtica y que parece expresar una existencia desinstalada, más o menos errante y marginal.” GONZALEZ FAUS, J. I. La humanidad nueva. Sal Terrae, Santander 1984 , pp. 86-87.

[7] PIXLEY, J. - BOFF, C. Opción por... op. cit., p. 87.

[8] PIXLEY, J. - BOFF, C. Opción por... op. cit., p. 86.

[9] DUPOIS, J. Introducción a la Cristología. Verbo Divino, Estella 1994, p. 72. No cabe ninguna excusa para el que dice que Dios no opta por el pobre. La opción de Jesús no puede dejar indiferente a nadie, si él es nuestro maestro, sus seguidores en el servicio no le cabe otra opción. Por lo menos así nos lo van diciendo las Escrituras y comentarios exegéticos: “Como muestran los evangelios, quienes se benefician de la ayuda de Jesús son siempre las personas al margen de la sociedad, los hombres que a causa de su destino, de sus faltas o de los prejuicios corrientes, son seres marcados y rechazados.” BORNKAMM, G. Jesús de Nazaret. Sígueme, Salamanca 1975, p. 85.

[10]COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad..., op. cit, p. 52.

[11] ESPONERA, A. “Reflexiones sobre el Reino de Dios y la España de los 90” en Teología Espiritual XXXVIII (1994) 58

[12] SOBRINO, J. Opción por los pobres en Conceptos fundamentales del Cristianismo. Trotta, Madrid 1993, p. 891.

[13] GONZALES FAUS, J. I. La nueva humanidad. Sal Terrae, Salamanca 1984 , p. 101.

[14] Cf. SCHILLEBEECKX, E. Jesús. La Historia de un Viviente. Cristiandad, Madrid 1981, p. 192.

[15] LOIS, J. Cristología en la Teología de la Liberación en Mysterium Liberationis.I. Trotta, Madrid 1994 ², p. 236-237.

[16] Cf. KÜNG, H. Ser cristiano. Cristiandad, Madrid 1978 , p. 334. A la hora de hablar de esa conexión entre los pobres y Jesús, que va referida a la palabra y acción de este último, Julio Lois nos habla del significado cristológico de los pobres: “La vida y misión de Jesús están tan estrechamente referidas al mundo de los pobres y a él pertenecen de forma tan esencial, que sin esa referencia o pertenencia o con su incorrecta comprensión, queda desvirtuado el mismo Jesús en su condición de salvador de todos los hombres”. LOIS, J. Teología de la Liberación. Iepala, Madrid 1988 ², p. 158.

[17] BOFF, L. Jesucristo y la Liberación del Hombre. Cristiandad, Madrid 1981, p. 260.

[18] ESPEJA, J. Hemos visto su gloria. San Esteban, Salamanca 1994, p. 129.

[19] SOBRINO, J. Jesús de Nazaret en Conceptos fundamentales de pastoral. Cristiandad, Madrid 1983, pp. 486-487; “La primera preocupación del nuevo rey al introducir su reinado refleja una clara preferencia por todos aquellos que, buenos o malos, han sido objeto de desprecio, injusticia y marginación”. SEGUNDO, J. L. El hombre de hoy ante Jesús de Nazaret. II/2. Cristiandad, Madrid 1982, p. 379.

[20] SCHILLEBEECKX, E. Jesús. La Historia de un Viviente. Cristiandad, Madrid 1981, pp. 127-128.

[21]GNILKA, J. Jesús de Nazaret. Herder, Barcelona 1995 ², 109. Jesús proclama siempre el Reino y lo hace para su Padre. Este es uno de los sentidos que tiene cuando se dice que el anuncia algo distinto de sí o que no se anuncia a sí mismo. También es cierto que él también es el Reino. Esto nos da para pensar a quién anunciamos nosotros, no sea que estemos anunciándonos a nosotros mismos o incluso a la Iglesia, que como hemos dicho no se predica a sí misma sino a Jesús y el Reino. Cf. KÜNG, H. Ser cristiano... op. cit., p. 265; CASTILLO, J. M. – ESTRADA, J. A. El proyecto de Jesús. Sígueme, Salamanca 1985, p. 34; SOBRINO, J. Jesucristo Liberador. Trotta, Madrid 1991, p. 95; BOFF, L. Jesucristo y... op. cit., p. 126.

[22] ESPONERA, A. “Reflexiones sobre...” op. cit, p. 58-59

[23] “La pregunta por la venida del reino ya no se responde con un allá o un entonces, sino con el ahora de la presencia física, tangible, de Jesús. De ahí que él hable del reino como nunca se había hecho antes, ni cualitativa ni cuantitativa: porque él es el reino”. RUIZ DE LA PEÑA, J. L. La pascua de la creación. BAC, Madrid 1988².

[24] LOIS, J. Jesús de Nazaret, el Cristo liberador. Hoac, Madrid 1995, p. 69.

[25] BORNKAMM, G. Jesús de Nazaret. Sígueme, Salamanca 1975, p. 82. Como se puede ver Jesús quiere hacer y lo hace el reino aquí: “Lo peculiar de Jesús no consiste en proclamar que el reino vendrá, sino en afirmar que, por su presencia y su actuación, el reino ya ha llegado ( Mc 1,15) y «está en medio de vosotros» (Lc 17, 21)”. BOFF, L. Jesucristo y... op. cit., p. 26.

[26] ESPONERA, A. “Reflexiones sobre...” op. cit, p. 60.

[27] SCHILLEBEECKX, E. Jesús. La Historia... op. cit., p. 161.

[28] “El pecado, ruptura entre el hombre y Dios, introduce igualmente una ruptura entre los miembros de la sociedad humana” León – Dufour, X. Vocabulario de Teología Bíblica. Herder. Barcelona 1996 17. p.661.

[29] GONZALEZ FAUS, J. I. Cristología elemental. Cristianisme i Justicia, Barcelona 1988, p. 14.

[30] ESPONERA, A. “Reflexiones sobre...” op. cit, p 61

[31] GONZALEZ FAUS, J. I. Cristología elemental... op. cit., p. 15. Que de la centralidad del Reino se desprenda la parcialidad hacia los pobres no es cosa que tenga un fundamento especial, sino porque “Dios es así”: “Por lo que toca al «misterio»de Dios, la vida justa de los pobres nos introduce eficazmente en un Dios distinto al pensado, pues la razón de que el reino sea para los pobres es simplemente que así es Dios. SOBRINO, J. Jesucristo Liberador... op. cit., p.177. El subrayado es mío.

[32] ESPONERA, A. “Reflexiones sobre...” op. cit, p. 63.

1 Lumen Gentium 8

2 Cf. SOBRINO, J. Resurrección de la verdadera Iglesia. Sal Terrae, Santander 1981, p. 105.

3 SOBRINO, J. La Iglesia samaritana y el Principio -Misericordia. Sal Terrae 10 (1990) p. 672-673; “Una luz para ver cual es el lugar social de la Iglesia la encontramos en Jesús. El clima ambiente en su tiempo era de fuerte marginación en sus diferentes aspectos: socioeconómicos y políticos, sexual, religioso, étnico. Y, en este clima, Jesús es un marginado también, vive como marginado, se relaciona con marginados y muere como marginado.” TAMAYO-ACOSTA, J. J. Hacia la comunidad. 1. Trotta, Madrid 1993, p. 61.

4 COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad en la vida de la Iglesia. Edice. Madrid 1994, p. 54.

5 GAILLOT, J. Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada” Sal Terrae, Santander 1991 ², p.121.

6 RICHARD, P. en Conceptos fundamentales del cristianismo. Trotta, Madrid 1993, p. 1042. “La Iglesia de los pobres es aquella que, antes de pensar en la comunión intraeclesial, se vuelca en la comunión con los pobres de este mundo, y también aquí se cumplen las palabras de Jesús: «El que busca ganar su vida la pierde, pero el que la pierde la gana.» SOBRINO, J. Comunión, conflicto y solidaridad eclesial, en Mysterium Liberationis II. Trotta, Madrid 1994 ², p. 236.

7 BEINERT, W. Mysterium Salutis. IV/1. Cristiandad, Madrid 1973, p.313.

8 BOFF, L., Y la Iglesia se hizo pueblo. Sal Terrae, Santander 1986, p. 21.

9 BORN, A.- SAULNIER, C. Samaritanos en Diccionario Enciclopédico de la Biblia. Herder, Barcelona 1993, p. 1389.

10 GUTIERREZ, G. Teología de la Liberación. Sígueme, Salamanca 1990 ¹, p 237-238.

11 “Las parábolas no remiten a un mundo distinto del presente, sino a una nueva posibilidad dentro de este mundo: una posibilidad real de ver y vivir la vida y el mundo de un modo distinto del usual. Según el criterio convencional el samaritano misericordioso se pasó de bueno. Sin embargo, lo que interesa al narrador es precisamente la desbordante misericordia del «Buen Pastor». SCHILLEBEECKX, E. Jesús, la Historia de un viviente. Cristiandad, Madrid 1981, p. 143. Y como muy bien dice un autor: “La parábola es nueva cada vez que se anuncia.” OTERO, H. Parábolas para una nueva sociedad. PPC, Madrid 1999, p. 13.

12 SOBRINO, J., La Iglesia samaritana..., op. cit., p. 672.

13 BOFF, L., Teología desde el lugar del pobre. Sal Terrae, Santander 1986 ², p. 46.

14 BOFF, L., Teología desde..., op. cit., p. 46.

15 SOBRINO, J., Resurrección de la verdadera Iglesia. Sal Terrae, Santander 1981, p. 101.

16 COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad..., op. cit., p. 42. Si esto es así la Iglesia debe de salir en busca de ellos no sea que mucho hablemos de los pobres y no hagamos nada. Hay que descentrarse al igual que Jesús de Nazaret: ”Cuando la Iglesia sale de sí misma para ir al camino en el que se encuentran los heridos, entonces se des-centra realmente y, así, se asemeja en algo sumamente fundamental a Jesús, el cual no se predicó a sí mismo, sino que ofreció a los pobres la esperanza del Reino de Dios y sacudió a todos, lanzándolos a la construcción de ese Reino” SOBRINO, J. La Iglesia samaritana..., op. cit., p. 673.

17 VELASCO, R. Iglesia en Conceptos fundamentales de Pastoral. Cristiandad, Madrid 1983, p. 461.

18 “El tema clásico «Iglesia y Reino de Dios» es un tema central para la autocomprensión de la Iglesia y de su misión, así como para su transformación permanente. No es, pues, un tema puramente académico. Porque si el Reino de Dios no puede concebirse adecuadamente al margen de la Iglesia que ayuda a realizarlo, mucho menos puede concebirse la Iglesia cristiana al margen del Reino de Dios.” ELLACURÍA, I. Conversión de la Iglesia al Reino de Dios. Sal Terrae, Santander 1884, p. 7.

19 Lumen Gentium 5.

20 SOBRINO, J. Resurrección de la verdadera Iglesia. Sal Terrae, Santander 1981, p. 217. Cf. “La Iglesia no es el reino de Dios pero ella lo otea, lo aguarda o, mejor dicho, peregrina hacia él como pueblo caminante y lo predica como su heraldo al mundo.” KUNG, H. La Iglesia. Herder, Barcelona 1968, p. 118.

21 REDEMTORIS MISSIO, nº 20; Cf: “Hoy también es necesario unir el anuncio del Reino de Dios (el contenido del «kerigma» de Jesús) y la proclamación del evento de Jesucristo (que es el «kerigma» de los Apóstoles). Los dos anuncios se completan y se iluminan mutuamente”

22 BOFF, L. Teología desde el lugar del pobre. Sal Terrae. Santander 1986 2. p. 50.

23 KUNG, H. La Iglesia. Op. cit, p. 123. La Iglesia en este sentido es el germen del Reino: “Al apelar a la predicación de Jesús y a la historia de Jesús como fundamento eclesial, la Iglesia se descubre como germen del reino, como puesta al servicio del reino. Servicio que habrá que realizar en el seguimiento de Jesús, en la asunción de su práctica mesiánica.” QUIROZ, A., Eclesiología en la Teología de la Liberación en Mysterium Liberationis I. Trotta, Madrid 1994 ², p. 22-263.

24 Cf. “La Iglesia es, además, un pueblo convocado por Dios y peregrino en el desierto de esta historia. Como es sabido, la designación «pueblo de Dios» proviene de la «asamblea» del pueblo de Israel (qahal Yahvé), que los Setenta traducen por ekklesía. Se trata de la asamblea convocada para realizar la misión histórica asignada por Dios, no meramente congregada para el culto (pues en esta caso el vocablo usado en el Antiguo Testamento es más bien ´edah, que los Setenta traducen como synagoge). Por tanto, la Iglesia es sacramento en cuanto pueblo convocado por Dios, para una tarea histórica, no meramente para una sesión cúltica”. GONZÁLEZ FAUS, J. L. Nueva evangelización, nueva Iglesia. Sal Terrae, Santander 1992, p. 8.

25 ELLACURÍA, Y. Conversión de la Iglesia al Reino de Dios. Sal Terrae, Santander 1984, p. 85. Como decíamos no podemos dejar a los pobres de lado porque esta es su comunidad: “La Iglesia es la comunidad de los que se saben pobres ante Dios y ante los demás, la de aquellos que comienzan siempre su culto confesando sus pecados y su pobreza espiritual, la de los que no tienen oro ni plata sino sólo el testimonio y la vida de Jesús Nazareno”. ESTRADA, J. A. Pueblo de Dios en Mysterium Liberationis II. Trotta, Madrid 1994², p. 187.

26 LOIS, J. Jesús de Nazaret, el Cristo liberador. Hoac, Madrid 1995, p. 96.

27 COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad..., op. cit., p. 43.

1 Según Schillebeeckx: “La sacramentalidad es como un puente sobre la lejanía o la desproporción que existe entre el Cristo celestial y la Humanidad no glorificada, y hace posible el encuentro humano recíproco entre Cristo y los hombres después de la Ascensión, si bien de una manera especial” SCHILLEBEECKX, E. Cristo, sacramento del encuentro con Dios. Dinor, San Sebastián 1966 ³, p.57-58. Para ver como se ha aplicado esta sacramentalidad a otras realidades: “El Vaticano II ha utilizado la expresión sacramento en un sentido más originario, implicándola a Cristo, a la Iglesia, y en un sentido más difuso al cristiano, a todo hombre, a las realidades creadas...” BOROBIO, D. La celebración en la Iglesia, I. Sígueme, Salamanca 1985, p. 372.

2 RUFFINI, E. en Diccionario Teológico Interdisciplinar IV. Sígueme, Salamanca 1983, p. 257. Así Borobio dice: “La realidad sacramental plena no queda suficientemente expresada si se reduce al septenario sacramental. Existen otros centros de sacramentalidad que, lejos de oponerse o disminuir el valor de los siete sacramentos, constituyen el marco propicio para su comprensión, celebración y realización en la vida.” BOROBIO, D La celebración..., op. cit, p. 371.

 

3 MALDONADO, L. Sacramentalidad evangélica. Sal Térrea, Salamanca 1987, p. 151. Además Borobio dice lo siguiente: ”Se da pues un proceso creciente de concentración sacramental desde la creación hasta Cristo, pasando por Israel. La encarnación es la sacramentalización radical y culminante de la presencia preexistente de Dios en medio de los hombres.” BOROBIO, D. La celebración..., op. cit, p. 377.

4El misterio de la encarnación y la opción por los preferencial por los pobres son dos aspectos de una misma práctica de fe. Si uno niega la encarnación, jamás podrá descubrir a Dios en la creación, en la historia, en los pobres en el dolor humano, en la cruz.” RICHARD, P. - ELLACURÍA, I. en Conceptos fundamentales del cristianismo. Trotta, Madrid 1993, p. 1041.

5 Ese punto culminante es una gracia de Dios, una acción de su benevolencia: “La comunión personal con Dios no es posible sino en y por un acercamiento benévolo de Dios a nosotros.” SCHILLEBEECKX, E. Cristo, sacramento del encuentro con Dios. Dinor, San Sebastián 1966 ³, p. 12.

6 CASTILLO, J. M. Símbolos de libertad. Sígueme, Salamanca 1981³, p. 431.Cf. SCHILLEBEECKX, E. Cristo, sacramento..., op. cit, pp. 22 ss.

7 “la fuente, el sentido y el centro de la referencia de dicha sacramentalidad se encuentra en Cristo.” BOROBIO, D. La celebración..., op. cit, p. 377.

8 En este camino que conduce a Dios no podemos olvidarnos de la Iglesia, sacramento de Cristo, en la que los convocados trabajan por hacer llegar su reinado. La Iglesia “es algo más que la sociedad de los bautizados; es el sacramento de Cristo resucitado, haciéndose presente en la historia” BOFF, L. Los sacramentos..., op. cit, p. 43.

9 OLLER, M. D. en AAVV. Religiones de la tierra y sacralidad del pobre. Sal Térrea, Santander 1997, p.178.

10 Cf. PIXLEY, J. - BOFF, C. Opción por los pobres. Paulinas, Madrid 1986, p.132-133. Verdaderamente la expresión es de una dureza extrema, porque no es tan fácil y tan creíble que Dios se manifieste en la miseria, en la basura, el lo que huele mal y tiene mala vista, en lo roto, lo prostituido, lo sacrilegado como es la dignidad de una persona que es explotada. El pobre es un sacramento amargo de recibir.

11 BOFF, L. Jesucristo el Liberador. Sal Terrae, Santander 1983 ², p. 230.

12 BOFF, L. Jesucristo el..., op. cit, p. 230.

13 Cf. “Al comenzar Jesús su sermón inaugural con la bienaventuranza de los pobres (Mt 5, 3; Lc 6, 20) quiere hacer que se reconozca en ellos a los privilegiados del reino que anuncia”. ROY, L. en Vocabulario de Teología Bíblica. Herder, Barcelona 1976, p. 699.

14 CODINA, V. Sacramentos en Misterium Liberationis II. Trotta, Madrid 1992 ², p. 281.

15 Hay una clara relación entre el reino, que les es anunciado a los pobres, y la identificación que tiene Jesús con los pobres: “Dios no sólo se compromete asumiendo en sí mismo la situación del pobre de espíritu, sino que se dirige con preferencia a los pobres a quienes está destinado su reino y él proclama bienaventurados (Mt 5,3; Lc 6, 20)... Constituye una característica del misterio de Jesús la de dirigirse a los desheredados, a los oprimidos y a los infelices (Mt 11, 4 ss; Lc 4, 18-21) hasta el extremo de identificarse con ellos (Mt 26, 11). VALLACCHI, E. Pobres en Diccionario Enciclopédico de Teología Moral. Paulinas, Madrid 1980, p. 841.

16 PIXLEY, J. - BOFF, C. Opción por..., op. cit, p. 131-132. “El Juez Soberano hace solemne declaración de que ha sido hecho a El mismo todo lo que se ha hecho al prójimo, principalmente al necesitado” LARRABE, J. L. El sacramento como encuentro de salvación. Ediciones Fax, Madrid 1971, p. 319. “Mt 25, 31-46 ha trasformado provocadoramente esa afirmación: el Dios de Jesucristo, Hijo del Hombre, se identifica de manera pasiva solamente con los pobres, los pequeños e impotentes de este mundo; ellos son, precisamente, los que expresan su rostro en nuestra tierra” PIKAZA, X. Hermanos de Jesús y servidores de los más pequeños. Sígueme, Salamanca 1984, p. 426.

17 COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad en la vida de la Iglesia. Edice, Madrid 1994, p. 54.

18 Al hablar de sustancia eclesial Sobrino dice lo siguiente: “Es, pues, una Iglesia descentrada de sí misma hacia el reino de Dios, convertida por lo tanto, para no buscar su propia vida y la de la institución, sino la del mundo sufriente, una Iglesia que se encarna en el mundo de pecado, carga con él, sufre las consecuencias de cargar con él, es atacada, perseguida y martirizada y acaba como Jesús en la cruz. Y es una Iglesia resucitada.” SOBRINO, J. Comunión, conflicto y solidaridad eclesial en Mysterium LiberationisII. Trotta, Madrid 1994, p. 224.

19 COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad..., op. cit, p. 42.

20 SOBRINO, J. Resurrección de la verdadera Iglesia. Sal Terrae, Santander 1981, p. 111.

21 LOIS, J. Jesús de Nazaret, el Cristo liberador. HOAC, Madrid 1995, p. 96.

22 Dei Verbum, 4

23 Col. 1, 16.

24 BOROBIO, D. La celebración en la Iglesia, I. Sígueme, Salamanca 1985, p. 373. Según Boff “ Para la tradición judeo-cristiana la historia es el lugar privilegiado del encuentro con Dios, es la historia de salvación o de perdición. La historia de salvación que va desde Adam hasta el último elegido, es considerada Sacramento” BOFF, L. Los sacramentos de la vida. Sal Térrea, Santander 1981, p. 106-107.

25 La descetralización no es una alienación, sino que es un camino para no caer en el egocentrismo. “La opción por los pobres es salvación porque es amor y es un amor que descentra al ser humano... Ese amor realmente descentrado que exigen y posibilitan los pobres es, en último término, lo que hace que la opción por ellos pueda ser salvación” SOBRINO, J. en Conceptos fundamentales del Cristianismo. Trotta, Madrid 1993, pp. 887-888. Esta comunidad que celebra sabe que: “Podríamos decir que Jesús nos dejó como dos sacramentos de su presencia: uno, sacramental, al interior de la comunidad: la Eucaristía; y otro existencial, en el barrio y en el pueblo, en la chabola del suburbio, en los marginados, en los enfermos de Sida, en los ancianos abandonados, en los hambrientos, en los drogadictos...Allí está Jesús con una presencia dramática y urgente.” COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad..., op. cit, p. .52. De forma que estos sacramentos salvan.

26 BOROBIO, D. Sacramentos en comunidad. Desclée De Brouwer, Bilbao 1984, p.14.

27 Así “sepan que están especialmente unidos a Cristo, paciente por la salvación del mundo, aquellos que se encuentran oprimidos por la pobreza, la enfermedad, los achaques y otros muchos sufrimientos, o los que padecen persecución por la justicia. A ellos el Señor, en el Evangelio, los proclamó bienaventurados” LUMEN GENTIUM, 41; Celano nos cuenta que el Pobre de Asís al ver a un pobre veía al mismo Señor: “El Santo le dijo: Hermano, cuando ves a un pobre, ves un espejo del Señor y de su madre pobre” Segunda vida de CELANO, 85. San Francisco de Asís. Bac, Madrid 1993 , p .28.

28 COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad..., op. cit, p. 43.

29 COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL, La caridad..., op. cit, p. 42.

1GONZÁLEZ CARVAJAL, L. Entre la utopía y la realidad. Sal Terrae, Santander 1998, p. 135-136.

2GONZÁLEZ CARVAJAL, L. Entre la utopía …,op. cit, p. 137.

3COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL La caridad en la vida de la Iglesia. Edice, Madrid 1994, p. 57.

4GUTIÉRREZ, G. Pobres y opción fundamental en Mysterium Liberationis I. Trotta, Madrid 1994 ², p. 310.

5LOIS, J. en Conceptos fundamentales de ética teológica. Trotta, Madrid 1992, p.651.

6SOBRINO, J. La promoción de la justicia como exigencia del mensaje evangélico. Estudios Eclesiásticos 55 (1980), p. 222. “En clara ruptura con el desprecio de los grupos dominantes, Jesús afirma que el Espíritu del Señor le ha ungido “para anunciar a los pobres la buena noticia” de la llegada del reino de Dios (Lc 4, 18); e incluso hace de la opción por los pobres el destino de su misión”. GONZALEZ-CARVAJAL, L. Con los pobres contra la pobreza. San Pablo, Madrid 1991 , pp. 60-61.

7CALVEZ, J-Y. La enseñanza social de la Iglesia. Herder, Barcelona 1991, p. 75.

8BÖCKLE, F. - HÖVER, G. en. Diccionario de conceptos teológicos I. Herder, Barcelona 1989, p 236.

9Gaudium et spes, 26. Bac Minor 1, Madrid 1991.

10JUAN XXIII. Pacem in terris, 11. Bac M. 39, Madrid 1992, pp. 745 ss. Entre los números 11-27 formula los derechos del hombre.

11LIBERTAD CRISTIANA Y LIBERACIÓN. Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ppc, Madrid 1986, n 32 “Dios no ha creado al hombre como un -ser solitario-, sino que lo ha querido como un -ser social-... ”

12Gaudium et spes. 12.

13“Debe, sin embargo, lograrse que este movimiento quede imbuido del espíritu evangélico y garantizado frente a cualquier apariencia de falsa autonomía” Gaudium et spes, 41.

14COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad...,op. cit, p. 76.

15"El Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno ( Io 17, 21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puedeencontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás" (GS 24).

16BOFF, L. Teología desde el lugar del pobre. Sal Terrea, Santander 1986, p. 68.

17Lumen gentium, 9.

18BOFF, L. Teología desde..., op. cit, p. 69.

19Se califica el "mundo" según una posición. A mi entender solo existe un Mundo, al que se le llama Tierra. Por tanto, la clasificación numérica se deberá a algún interés, espero que no sea solamente el económico, porque me parecería un reduccionismo radical. Por otra parte, al hablar de desarrollo se está calificando al desarrollo económico, que no tiene nada que ver con un desarrollo más humano.

20BOFF, L. Teología desde..., op. cit, p. 70.

21Un tema concatenado al del mal uso de la economía es el del uso de los bienes. Estos, llamémoslos, en principio, materias primas, se encuentran también y de forma abundante en los países del Sur. Sin embargo, son estos los que menos provecho sacan de ellos, siendo otros los que explotan esos bienes materiales y a muy bajo coste, quizá el de condenar a millones de niños al trabajo forzoso (llámese esclavitud). “La deuda de los países no desarrollados se multiplica. La explotación indiscriminada de la naturaleza, resultado de un economicismo incontrolado, pone en peligro el equilibrio ecológico y también el económico. Las tremendas desigualdades entre personas, pueblos, y naciones, fruto en parte de la injusticia, amenaza la paz de un modo permanente.” COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad...,op. cit, p. 10.

22COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. La caridad..., op. cit, p. 70.

23Gaudium et spes, 72.

24Apostolicam Actuositatem, 8.

25El marco donde se inició esta nomenclatura fue en los Sínodos latinoamericanos de Puebla y Medellín. Tras haber hecho un análisis sobre la realidad latinoamericana acuñaron estos términos teológicos: ”Siempre la enseñanza de ambas Asambleas parece quedar resumida en esta sencilla frase circular: el hombre, al pecar, crea estructuras de pecado, las cuales, a su vez, hacen pecar al hombre” GONZÁLEZ FAUS, J. L. Pecado en Mysterium Liberationis II..., op. cit, p. 99.

26JUAN PABLO II, Reconciliatio et paenitentia. n° 16. Ediciones Paulinas, Madrid 1984.

27LIBERTAD CRISTIANA..., op. cit, n° 42.

28“Aunque son necesarias, tienden con frecuencia a estabilizarse y cristalizar como mecanismos relativamente independientes de la voluntad humana, paralizando con ello o alterando el desarrollo social y generando injusticia”. LIBERTAD CRISTIANA..., op. cit, n° 74.

29 GONZÁLEZ CARVAJAL, L. Entre la realidad …, op. cit, p. 175.

30JUAN PABLO II. Sollicitudo Rei Socialis. n° 36,Ediciones Paulinas, Madrid 1988.

31Un dato más que curioso: Reflexionando sobre las estructuras de pecado y otras cosas observé que a tan solo tres metros del asfalto se encontraba todo un mundo diferente al de arriba. ¿Qué les ha podido llevar allí? -me pregunto- Seguro que diversas causas, pero una es la injusticia del reparto de oportunidades de trabajo, otra puede ser la de provenir de barrios marginales, etc. Ellos siguen allí abajo en el "Viejo Cauce del Turia". Y muchos continuamos arriba, unos manipulando, otros pasando.

1 STANCATI, T. Escatología en Diccionario Teológico Enciclopédico. Verbo Divino, Estella 1996 ², p. 313.

2 BOFF, L. Hablemos de la otra vida. Sal Terrea, Santander 1979 ², p. 150.

3 BOFF, L. Hablemos de..., op. cit, p. 150.

4 RAHNER, K. Escatología en Sacramentum Mundi. Herder, Barcelona 1972, p. 658.

5 RUIZ DE LA PEÑA, J. L. La pascua de la creación. Bac, Madrid 1998 ², p. 218.

6 RUIZ DE LA PEÑA, J. L. La pascua..., op. cit, p. 250.

7 RUIZ DE LA PEÑA, J. L. La muerte destino humano y esperanza cristiana. Fundación Santa María, Madrid 1983, p. 54 .

8 TAMAYO-ACOSTA, J.-L. Para comprender la Escatología Cristiana. Verbo Divino, Estella 1993, p. 111.

9 NELIS, J .T. –LACOCQUE, A. Escatología en Diccionario Enciclopédico de la Biblia. Herder, Barcelona 1993, p. 526.

10 TOURÓN, E. Escatología en Diccionario Teológico. Secretariado trinitario, Salamanca 1992, p. 417.

11 RUIZ DE LA PEÑA, J. L. La muerte..., op. cit, p. 61.El mismo autor hablando del futuro humano llega a decir: “Este sólo será tal si en él se dan cita dos elementos dialécticamente referidos y armónicamente conjugados: el elemento continuidad y el elemento novedad”. RUIZ DE LA PEÑA, J. L. La pascua..., op. cit, p. 5.

12 GRESHAKE, C. Hacia una teología del morir en Concilium 94 (1974) p. 94. Tamayo-Acosta comentando sobre la muerte injusta dice algo al respecto impactante: “Los pobres no mueren colmados de años como los viejos patriarcas bíblicos, sino en la infancia, en la flor de la vida.” TAMAYO-ACOSTA, J.-J. Para comprender..., op. cit, p. 188.

13 BOFF, L. Hablemos de..., op. cit, p.150.

14 SCHILLEBEECKX, E. Jesús. La Historia de un Viviente. Cristiandad, Madrid 1981, p. 139.

15 RUIZ DE LA PEÑA, J. L. La pascua..., op. cit, p. 134.

16 RUIZ DE LA PEÑA, J. L. La pascua..., op. cit, p. 142.

17 RUIZ DE LA PEÑA, J. L. La otra dimensión, Sal Térrea, Santander 1986 , p.174.

18 RUIZ DE LA PEÑA, J. L. La pascua..., op. cit, p. 139.

19 RUIZ DE LA PEÑA, J. L. La pascua..., op. cit, p. 133.