LA TEOLOGIA EN EL CONO SUR ANTE EL HECHO Y LA IDEOLOGÍA DE LA GLOBALIZACIÓN

Juan Carlos Scannone S.I

Hoy en día se habla mucho de ideología en contexto o “contextuada", porque, según la hermenéutica, el contexto influye intrínsecamente en el sentido de  texto, sin traicionarlo, pero sí ubicándolo en una situación desde dónde comprenderlo y, por ello, dentro de un determinado horizonte de comprensión.

El tema de nuestro Segundo Encuentro de Sociedades e Institutos Teológicas del Cono Sur pone a la teología en un doble contexto: primeramente, el geográfico o, mejor, geocultural o geopolítico, pues se trata de la teología "en el Cono Sur" de nuestra América. El segundo está claramente explicitado como contexto histórico actual (no sólo económico sino también social, político y cultural), a saber, el de la globalización.

Para abordar mi tema desde esa doble contextualidad seguiré tres pasos. 1) En primer lugar, diré algo acerca del contexto más amplio señalado en último término: la globalización, considerada tanto como hecho cuanto como ideología; aunque la enfocaré ya atendiendo a su impacto en el Cono Sur, a fin de confrontarlo con la fe que la teología reflexiona. 2) Luego me detendré en el segundo contexto, el geopolítico y geocultural (con especial mención del Mercosur), en cuanto desafía a la teología que aquí se elabora en contexto de globalización. 3) Finalmente, en una tercera parte, completaré lo dicho en las dos primeras acerca de la teología del Cono Sur en su doble contexto. Y me detendré en una de las tareas que le competen, a saber, el discernimiento teológico de los signos de los tiempos ( sobre todo, positivos) referentes a la globalización en el Cono Sur; por último, esbozaré otra tarea pendiente: completar desde lo anterior el círculo hermenéutico teológico a partir de la nueva experiencia cristiana que está emergiendo.

Por supuesto que en esta ponencia no trataré de todo lo que la teología en el Cono Sur está llamada a hacer o plantear en cuanto es teología, sino solamente de algunos desafíos que le nacer del contexto de la globalización, especialmente en cuanto ésta es un signo de los tiempos.

1. Globalización y universalización

Como ya lo enuncié, distingo el hecho de la globalización o universalización (que aquí tomo como sinónimos), por un lado, y por otro, la ideología que frecuentemente lo interpreta. Esa distinción me ayudará luego para comprender mejor la lógica que acompaña al mencionado hecho y las distintas posibilidades ético-históricas de practicarla, que no se reducen a la que su comprensión ideológica intenta imponer como la única históricamente viable.

La globalización o universalización implica obviamente fenómenos económicos, como son la globalización de los mercados, las empresas y las finanzas. Sin embargo ‑ según Anthony Giddens ‑no es un fenómeno meramente económico, sino que está sobre todo relacionada con la transformación del espacio y del tiempo.

1.1. El hecho de la globalización

En ese sentido es ante todo un hecho social y cultural, que a él le gusta llamar: “acción a distancia”. Pues la acción e interacción en el espacio (económico político, social, cultural) ya no es meramente local sino mundial. Es decir que lo local está ahora influido por lo que ocurre en distintas partes del mundo, no pocas veces, en las antípodas, y, a su vez, tiene consecuencias universales. Por otro lado, esa interacción se da en forma instantánea, influyendo en un nuevo sentir de la temporalidad. Tal achicamiento de la distancia espacial y del transcurso del tiempo ha sido hecho posible gracias a las nuevas tecnologías, los medios de comunicación mundial instantánea y el transporte de masas.

Pero la extensión del campo de acción es acompañada por una intensificación de la misma. Pues ‑ según Carlos Alberto Floria ‑ no sólo las actividades políticas, sociales, económicas, intelectuales y espirituales cruzan el globo y suelen tener una significación inmediata para individuos y comunidades distantes en el sistema global, sino que también se intensifican las interacciones, las interconexiones y la interdependencia entre los Estados y las sociedades que constituyen la comunidad universal.

Con todo, al mismo tiempo que la universalización, se da e] movimiento inverso de la localización, el énfasis puesto nuevamente en la gestión local, el recrudecimiento de los nacionalismos y el renacer consciente de las diferencias y las identidades locales, étnicas y culturales. De acuerdo al mismo Giddens se trata de la contrapartida dialéctica de la globalización, como reacción y, a veces. como oposición a ella.

1.2. La ideología de la globalización

Estimo que hay que distinguir el hecho de la globalización de su interpretación ideológica, que intenta imponerse en todas partes, también en el Cono Sur. Ella reduce el hecho no sólo a sus solos aspectos económicos y financieros, sino, más aún, a un único modo de comprenderlos (el así llamado "pensamiento único"). Así es como se afirma que la forma actual neoliberal de globalización, cuyos motores son la liberalización, la privatización y la desregulación totales, es la única forma de universalización posible y la única alternativa histórica viable. Y, en ese sentido, forma parte del así llamado "fin de la historia" (Francis Fukuyama).

Pero la experiencia nos dice que esa ideología y las políticas económicas y culturales que ella inspira provocan o agudizan nefastas consecuencias sociales, como son el desempleo estructural y la expulsión del sistema (económico, político, educativo...) global, de grandes mayorías de hombres y mujeres, y aun de países y regiones enteras del planeta (como Africa negra). Entonces, más que de verdadera universalización habría que hablar de la "globalización de la exclusión". Aún más, la crisis de los mercados asiáticos, incluido el del Japón, y la de Rusia, parecen mostrar que el mercado financiero, sin ninguna regulación (como lo propugna dicha ideología), acaba en crisis y, quizás, en catástrofe, de los mismos mercados, con imprevisibles consecuencias para la economía real, la sociedad y los hombres y mujeres concretos.

En el Cono Sur tenemos ya la amarga experiencia de que a la opresión se ha ido añadiendo la exclusión, la cual por otro lado, agrava la primera. Pues, por ejemplo, el desempleo no sólo afecta a quienes no tienen ni encuentran trabajo, sino que aumenta la precarización y la inseguridad del trabajo que ya se tiene.

Ahora bien, la ideología es un fenómeno cultural y de enmascaramiento de relaciones de poder éticamente enjuiciables, aunque está condicionada por el plano económico‑social, en el que se enraiza y, a su vez, lo influye fuertemente. Por ello es que su acción corrosiva no se queda sólo en este último plano, sino que también tiende a corromper la cultura y condiciona las relaciones ético‑sociales.

Pues bien, la exclusión y la desintegración sociales que trae dicho modo ideológico de vivir y pensar la globalización, tienen también su nefasta cara cultural: se trata, entre otros fenómenos, de la tendencia a la homogenización y uniformización culturales (la "cultura" de la Coca Cola y los Mac Donalds), del consumismo y del economicismo eficientista, de la reducción de todo a la razón instrumental, del individualismo competitivo con la consecuente mengua de la solidaridad, etc. Todo ello afecta y condiciona las relaciones éticas, tanto las personales e interpersonales como las institucionales y estructurales y, por consiguiente, desafía a la fe cristiana y a la teología que está a su servicio

1.3. La lógica de la globalización

La distinción arriba mencionada entre el hecho y la ideología, nos posibilita plantear que la lógica ‑ de alguna manera neutra y prácticamente ineludible ‑ de la globalización, incluye distintos modos éticos de llevarla a cabo, que abren un abanico de posibilidades más o menos negativas o positivas, según sean las respuestas humanas libres ante el hecho y su lógica. Ya Blondel había afirmado acerca de toda "lógica de la acción", que, dentro del marco de un "tertium commune" puede darse éticamente en forma de opciones positivas o negativas. Las primeras llevan a la humanización del hombre que actúa y las segundas, a su cada vez mayor deshumanización. Tales afirmaciones reciben aún más luz desde una teoría de la acción como la de Paul Ricoeur, quien inspirándose en Georg von Wricht distingue la intervención de la libertad humana del proceso causal que ella puede desencadenar en las cosas, el cual tiene su propia lógica.

Por ello, aunque la globalización sea un hecho que marca nuestro futuro inmediato en el Cono Sur, y que no podemos soslayar, sino que hemos de contar con él, debido a la historia que ya hemos vivido y estamos viviendo, con todo ella puede ir dándose en formas más o menos humanizadoras o deshumanizantes, dentro de un abanico más o menos negativo o positivo de posibilidades ético‑históricas. Esto desafía a la libertad humana y a la teología que debe iluminar y orientar su camino a la luz de la Palabra. Claro está que el abanico de posibilidades futuras está fuertemente condicionado ‑pero de ningún modo determinado ‑ por la situación actual, fruto de muchas opciones y condicionamientos pasados.

Si usamos la distinción entre tres dimensiones de la globalización, a saber: la económica (de los mercados), la social (de la sociedad civil) y la política (del estado y las relaciones entre Estados), también nos ayudará a nuestra reflexión caer en la cuenta de que en las tres dimensiones la lógica de la globalización se da en formas y con finalidades diferentes.

Pues, los mercados ‑ si prescinden y abstraen de los otros planos ‑, tienden a tener como único motor – en nuestro contexto capitalista actual ‑al máximo lucro. Por su lado, la sociedad civil busca de distintas maneras la felicidad, vivida éticamente como "vida buena" (en su sentido aristotélico), y los Estados, en cambio, pretenden el poder, que puede ser enfocado éticamente como servicio del bien común. (De paso digamos que también en la dimensión económica se están dando contrapartidas positivas, por ejemplo, el surgimiento de mercados comunes y la creciente conciencia en importantes sectores de economistas, empresarios y financistas como el Grupo de Lisboa, de que es necesario ponerle "límites a la competitividad", aun por razones estrictamente económicas).

Pues bien, a continuación señalaré un hecho que se ubica principalmente en la dimensión política de la lógica de la globalización, como una de las formas históricas posibles de afrontarla, a saber, la creación del Mercosur, pues se inscribe en la búsqueda de mayor poder de negociación para el conjunto de países que lo integran. Luego, al tratar de discernir teológicamente los actuales signos positivos de los tiempos, me referiré a algunos aspectos positivos de la lógica de la globalización en su dimensión socia] y cultural. Pues ‑ según mi opinión ‑, ya se están esbozando la creación de una sociedad civil internacional y un nuevo imaginario y nuevos paradigmas culturales.

2. La teología en el Cono Sur y el contexto del Mercosur

Al hablar de la globalización ya fui aludiendo tanto a su impacto en el Cono Sur como a sus desafíos a la teología conosureña. Sin embargo pienso que para ésta es importante el contexto geopolítico que de hecho se está dando entre nosotros como uno de los modos de afrontar la globalización sobre todo económica, pero que puede y debería servir para afrontar ‑ también teológica y pastoralmente ‑la universalización en sus distintos niveles, incluido el cultural y pastoral. Claro está que dicho contexto geopolítico implica un contexto sociocultural y aun eclesial.

Me refiero al "nuevo escenario" geoeconómico y geopolítico proporcionado por el Mercosur. Pues, en ambos niveles, intenta ser una respuesta a la globalización. Es un modo ético‑histórico de ir afrontándola, entre otros modos realmente posibles; pero asimismo hay distintas maneras posibles de plantearlo y practicarlo, por ejemplo, sólo en el nivel de mercado común o también en cuanto verdadera comunidad de naciones (como la europea) también en los niveles político, cultural y aun pastoral.

Es función de la teología influir ‑ a la luz de la comprensión cristiana del hombre, la sociedad y la historia ‑ en las opciones, sobre todo políticas, culturales y pastorales, no sólo acerca de la promoción e intensificación del Mercosur, sino también acerca de los niveles más o menos amplios y profundos de su ser comunitario. Aún más, podrá inspirar su ampliación, por ejemplo, a toda América del Sur o a toda América Latina, etc. Y, dado el mutuo influjo entre las dimensiones interestatal, social y económica, el avance de la colaboración y la comunión en uno de los niveles, puede influir en los demás: la teología deberá evangelizarlos a todos, pero probablemente lo haga preferencialmente a través de la evangelización de las personas, la cultura y la sociedad.

En el libro Los límites de la competitividad. Cómo se debe gestionar la aldea global, publicado por Riccardo Petrella y el ya citado Grupo de Lisboa, no sólo se afirma que la lógica de la globalización dirigida por una competitividad total, la maximización incontrolada del lucro y un capitalismo absolutamente incontrolado está ya tocando sus límites (ecológicos, sociales, éticos y, quizás, aun económicos), sino que se muestran escenarios futuros realmente posibles cómo puede vivirse la globalización (que corresponden, en parte, al abanico de opciones ético‑políticas dentro del hecho de la globalización) de las que hablé más arriba. Las dos opciones fundamentales serían las que se dan por la lógica de la fragmentación o por la lógica de la integración (que podríamos llamar quizás con el Papa la "globalización de la solidaridad"), aunque, claro está, ambas lógicas se combinan de facto más o menos según se den las opciones de los sujetos históricos. Según mi terminología, desintegración y colaboración son dos modos ético‑históricos de practicar la lógica de la globalización.

Según Petrella hay seis escenarios futuros posibles. Los dos primeros llevan al extremo una de las dos lógicas (de la fragmentación o de la integración) y no se ven como viables para los próximos 20 años. Los dos que los siguen se inspiran en la primera lógica, la de la competencia; y los dos últimos, en la de la colaboración. Dichos seis escenarios son 1) el "aparthéid global” total de unos (los excluidos), con respecto a los otros (los superdesarrollados): no parece viable en los próximos decenios no en ultimo lugar debido al fenómeno de las migraciones; 2) la integración global, que a los problemas y riesgos globales respondería con una concertación global: por ahora aparece como utópica; 3) la búsqueda de supervivencia de cada individuo, grupo, empresa y nación, en la competencia con los demás: es en gran parte realidad y amenaza con concretarse aún más en el futuro cercano, pero ya está haciendo tomar conciencia de sus límites intrínsecos, provocando así reacciones según la lógica contraria; 4) la hegemonía concertada entre los tres grandes factores de poder económico y político: los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón (el libro se escribió antes de la crisis asiática) ‑ lo que los autores llaman la pax tríadica ‑; 5) el escenario GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio), que supone un mercado único mundial, coherente con la filosofía que ya inspira al GATT y a las actuales corrientes desreguladoras: no parece demasiado probable en lo inmediato; 6) el del sistema global regionalizada, en el cual se dan dos niveles de colaboración: uno ad intra de las regiones (como la Unión Europea, el ALCA, el CEI [o antigua Unión Soviética], el Mercosur, etc.), y otro, entre las mismas, ya más fortalecidas para entablar un diálogo, colaboración y competencia, si no entre iguales, por lo menos, entre menos desiguales.

Está claro que, al menos en principio, la lógica de la colaboración (como se da, por ejemplo, en el sexto escenario) está más de acuerdo con la visión evangélica del hombre que la de la desintegración y aun que la de la competencia, aunque puede servirse de ésta, desabsolutizándola y transformándola. Usé la la expresión "al menos en principio", porque cada paso deberá ser discernido, a fin de ir midiendo la gradualidad del avance en la dirección que, de suyo, parece correcta.

Para iluminar la acción cristiana a la luz del Evangelio, la teología necesitará del trabajo interdisciplinar no sólo con la filosofía (en especial, de la acción y de la historia) sino también y sobre todo con las distintas ciencias humanas y sociales.

3. La teología conosureña en el contexto de la globalización

3.1. Desafíos y tareas para la teología del Cono sur

De acuerdo a lo dicho, tanto el hecho como la ideología de la globalización interpelan a la fe y caridad cristianas y, por consiguiente, a la teología del Cono Sur de América. Por un lado, la universalización no puede dejar indiferente a la fe en un Dios único y Salvador universal y a la Iglesia que se llama, es y quiere ser católica. Por otro lado, la misma concepción de universalidad y catolicidad fundadas en la comunión y en la unidad de los diferentes, iluminadas por el Misterio trinitario y por el cristológico (de unión sin confusión) y el eclesiológico arraigados en él, fundamentan la crítica teológica de toda globalización que sea homogeneizante y excluyente. Pues una errada concepción de lo global y universal no sólo implica una falsa concepción teórica del hombre y de la humanidad, sino que, llevada a la práctica, conduce a conculcar la dignidad de los hombres y mujeres concretos: los excluidos y oprimidos, imágenes e hijos del mismo Dios universal.

Además, la teología está llamada a juzgar y a denunciar proféticamente, a la luz del Evangelio, la injusticia y la perversión ética, no sólo en el plano individual de las personas sino también en el social de las instituciones y estructuras: las así llamadas "estructuras de pecado", entre las cuales se destacan las provocadas por la ideología del pensamiento único.

La teología del Cono Sur, heredera ya de una tradición eclesial de opción preferencial por los pobres (Medellín, Puebla, etc.) y de una tradición teológica corta pero fecunda, que considera a dicha opción como lugar hermenéutico, no puede quedar indiferente ante esa manera ideológica de practicar y concebir la globalización y ante sus consecuencias que afectan a tantos hombres y mujeres. Pues precisamente forman parte de su breve tradición teológica en el Cono Sur la teología de la liberación, la teología de la cultura y pastoral popular, (en cuanto se distingue de la anterior), la búsqueda de la inculturación (sobre todo en las culturas indígenas y afroamericanas), así como los intentos de renovar y actualizar interdisciplinariamente, en el nivel local, la doctrina social de la Iglesia en cuanto disciplina teológica.

En muchos de esos casos se trató de la lectura pastoral y teológica de los signos de los tiempos, inspirada en Gaudium et Spes y en el método "ver, juzgar, actuar", así como del uso teológico, instrumental, pero intrínseco, no sólo de la filosofía, sino de las distintas ciencias humanas, aunque a veces se pusiera el énfasis más en el análisis socioestructural o en el históricocultural, usando con preferencia ciencias más analíticas o más hermenéuticas. Todo eso también forma parte de nuestro rica contexto eclesial, pastoral y teológico.

Pero sobre todo forma parte del mismo la convicción ‑ nacida de la opción por los pobres ‑ de que éstos son la cl ave para confirmar el discernimiento; pues su mayor humanización y liberación integral o lo contrario, son como el test para confirmar el discernimiento teológico. Hoy, como lo decíamos, la figura histórica de los pobres, sin dejar de ser la de los oprimidos, pasa a ser también la de los excluidos. Pero en éstos, sin embargo, será quizás posible discernir la novedad de gérmenes de liberación.

De ahí que la teología mercosureña ha de discernir nuestra realidad histórica actual y sus posibilidades reales, no sólo las negativas, sino especialmente las positivas. Así podrá iluminar la praxis cristiana, a fin de que trate de evitar las primeras y aun de redimirlas, y de fomentar las segundas. En especial, porque no sólo se trata de meras posibilidades ético‑históricas de humanización, sino de la lucha del pecado y la gracia en nuestra historia. Y es en los pobres y excluidos (en los crucificados) ‑ los cuales entre nosotros crecen cada día en número ‑ que esa lucha y el correspondiente discernimiento cobran mayor relevancia.

Por ello, entre las tareas de la teología postconciliar, en especial, en América Latina y el Cono Sur, se da la del discernimiento de los signos de los tiempos Deberá descubrir la presencia del pecado, por ejemplo, en la absolutización ideológica arriba señalada, o en toda idolatrización, v.g. la del mercado o del poder, o en la exclusión de las mayorías, que es consecuencia de ambas. Y, por otro lado, deberá saber también y sobre todo discernir, en dichas circunstancias de muerte, los gérmenes de vida nueva, de humanización y de salvación en la historia, que de hecho ya se están dando en el proceso de globalización en general y como es afrontado en el Cono Sur.

Pues, como bien lo dice Walter Kasper: "siempre donde surge algo nuevo, siempre donde se despierta la vida y la realidad tiende a superarse extáticamente a sí misma..., se muestra algo de la eficacia y la realidad del Espíritu de Dios. El Concilio Vaticano II ha visto esa eficacia universal del Espíritu no sólo en las religiones de la humanidad sino también en la cultura y en el progreso humanos' (Der Gott Jesu Christi, Mainz, 1982, pp. 279 ss.). Dichos signos son como desafíos e invitaciones a la libertad y a la praxis cristianas, que la teología debe saber detectar y ayudar a responder.

Las tendencias negativas del proceso de globalización, cuando es conducido según la ideología arriba mencionada y, por consiguiente, la presencia en ellas del pecado, ya quedaron afirmadas más arriba y son más conocidas y estudiadas: allí las he resumido en las palabras: exclusión ( en los niveles social, económico y político) y homogenización (en el nivel cultural).

Por ello no volveré a detenerme en esos signos negativos. Por el contrario, trataré de indicar los signos positivos de los tiempos, los gérmenes de vida y la presencia del Espíritu de Dios que aparecen en el contexto de la globalización.

3.2. Discernimiento de gérmenes y de acción del Espíritu

Ahora me voy a detener en algunos de los signos positivos de vida que el Espíritu de Dios está promoviendo en el proceso de globalización. Me fijaré sobre todo en los que se están dando en la sociedad civil, pues la pastoral y la teología pueden más fácilmente influir en ella que en los ámbitos del mercado y de los Estados. Sin embargo, según quedó dicho, cada uno de esos tres ámbitos tiene su propia lógica y comportan sus propias opciones ético‑históricas, a las que la teología debe estar atenta en su discernimiento a la luz de la Palabra de Dios.

Pues bien, gracias a Dios el proceso negativo de exclusión y homogenización, descrito más arriba, no es el único proceso social y cultural hoy en curso. También se dan, tanto en la sociedad global como en el Cono Sur, verdaderos signos de los tiempos e indicadores de posibilidades reales de mejores tiempos. Entre ellos se pueden enumerar los siguientes: el movimiento de las conciencias y las instituciones hacia una cada vez mayor democratización; la reacción activa de la sociedad civil ante la crisis del Estado Providencia y ante la absolutización del mercado; el neocomunitarismo de base; los nuevos movimientos sociales; el fortalecimiento del Tercer sector (ONGs, etc.) y de sus redes de solidaridad, aun mundial; el nuevo imaginario cultural y el éthos de los derechos humanos, a los que los fenómenos recién citados dan cuerpo social; la formación de comunidades de naciones para enfrentar mejor la globalización, de lo cual ya hemos hablado, etc. Todo ello parece responder a un nuevo paradigma cultural que pide, por consiguiente, un paradigma renovado de comprensión teórica tanto en el nivel de la filosofía y las ciencias humanas y socia]es, como en el de la teología.

Todos esos fenómenos no se distinguen adecuadamente unos de otros, pues están íntimamente interenlazados. Quizás puedan ser caracterizados en general como una eclosión de lo social comunicativo. Precisamente la comunión y la comunicación se enraízan, para la fe cristiana, en el mismo Misterio Trinitario y deben inspirar las relaciones entre los hombres, no sólo dentro de la Iglesia (sacramento de comunión y comunicación) sino también en la sociedad, aun en la sociedad global.

Asimismo hay que tener en cuenta que dicha eclosión implica una nueva relación de lo social con lo político (y también con lo económico); lo cual exige, a su vez, una recomprensión de cada uno de esos ámbitos, en especial, del político, así como una iluminación nueva de todos ellos a partir de la comprensión cristiana del hombre, la sociedad v la historia.

3.2.1. Democratización y éthos de los derechos humanos

En gran parte del mundo, pero ciertamente en América Latina y en su Cono Sur, las dolorosas experiencias de regímenes autoritarios (especialmente militares); del fracaso del comunismo, los nacionalismos fascistoides y los populismos; así como la lucha entre el terrorismo guerrillero y el represivo, o terrorismo de Estado, han logrado que la conciencia ciudadana opte por la democracia, aún la así llamada "formal” Y que, de hecho, las instituciones se hayan ido democratizando, aunque en forma a veces todavía frágil y no en todos los niveles. Todo ello implica entre nosotros una transformación profunda de la sociedad civil y la exigencia de refundación genuinamente democrática de la praxis política.

A dicha opción social y cultural por la democracia corresponde, tanto en el nivel universal como en el regional y el nacional, un éthos de los derechos humanos, que no defiende solamente los derechos cívicos y políticos, sino que se hace cada vez más sensible a ]os socioeconómicos, sociales y culturales. Está como en búsqueda de la democratización total, incluida la económica, que no implica el rechazo del mercado sino por el contrario un ambiente de mercado que sea genuinamente democrático.

Estimo que se trata de un proceso global (de democratización), y de un éthos cultural global, que alientan la refundación democrática de la política y de la economía, también en el Cono Sur. La Iglesia, sobre todo desde Pío XII, alienta ese proceso de democratización, con tal que no se limite sólo a lo representativo, sino que se extienda también a lo participativo, y que no se detenga sólo en los procedimientos formales, sino que llegue a lo substancial humano comunicativo.

3.2.2. Nueva emergencia de la sociedad civil

Por diferentes razones, el Estado de bienestar ( Welfare State) está en crisis, pero el mercado autorregulado ha mostrado que es incapaz de responder a ésta con su "mano invisible". De ello tenemos experiencia también en el Cono Sur. De ahí que se esté dando actualmente un fenómeno nuevo: la emergencia de la sociedad civil, como distinta del Estado y del mercado, la cual intenta responde r a dicha crisis.

Ese fenómeno continúa en un nivel mundial, la reacción que la misma sociedad civil y/o la sociedad política habían iniciado en décadas anteriores, ya sea en favor de los derechos civiles (v.g., en USA: los de la población de color) o contra los autoritarismos. Son ejemplos de reacción contra estos últimos: el movimiento Solidaridad en Polonia y otros de Europa Oriental (Hungría, la República Popular Alemana, etc.), la resistencia civil en Filipinas, o distintos movimientos por la democracia o los derechos humanos en América Latina, especialmente en el Cono Sur, durante las dictaduras militares.

Pero ahora, ya terminados los regímenes autoritarios, dicho protagonismo de la sociedad civil se sigue prolongando, con altibajos, en el nuevo contexto de democracia formal. Me refiero sobre todo al neocomunitarismo y a otros movimientos sociales, como son los orientados, respectivamente, al fortalecimiento de lo local, y del así llamado "tercer sector'. De ellos hablaré a continuación.

3.2.3. El neocomunitarismo de base

Ese nuevo comunitarismo o neoasociacionismo se está dando, más o menos, con avances y retrocesos en distintos países, en todas las dimensiones de la vida social. Con respecto a la dimensión religiosa, ya Medellín y Puebla señalaban el surgimiento de las comunidades eclesiales de base en América Latina, a las que habría que añadir distintos grupos pastorales (de jóvenes, de hombres, de mujeres, mixtos, que muchas veces reemplazan la antigua Acción Católica), grupos carismáticos de oración, círculos bíblicos, los nuevos movimientos religiosos, etc. Ellos evidencien un fuerte protagonismo laical y femenino, muestran un fuerte sentido de comunidad, no pocas veces generan compromiso social, en ocasiones, hasta con repercusiones políticas. Tal nueva actitud religiosa se transfiere, además, fácilmente a otros campos de la vida y convivencia, convirtiéndose así en una manera espontánea de evangelizar la cultura en sus distintas dimensiones, aun la política. Aunque los nuevos acontecimientos (la caída del muro de Berlín, el neoliberalismo, la globalización...) a veces han puesto en crisis esas organizaciones, con todo, reside en ellas un enorme potencial de vida y una memoria histórica que la teología debe saber apreciar, fomentar y relanzar, quizás con formas nuevas.

En lo económico el pueblo no pocas veces reacciona en forma comunitaria y autogestionaria ante la situación creada por políticas neoliberales: microemprendimientos comunitarios, pequeñas empresas de trabajadores, pro-cooperativas, huertas comunitarias, "comprando juntos", distintos tipos de comités de desocupados, etc. Algunos científicos sociales, como el chileno Luis Razeto, detectar en dichas organizaciones populares no sólo una estrategia de subsistencia para los pobres sino también una base para formar un sector de la macroeconomía, y aun para replantear ‑ a partir del factor "C" (o factor "comunidad") ‑, la misma ciencia y la praxis económicas.

Además hay también que mencionar, como formando parte del mencionado nuevo comunitarismo, fuera de dichas asociaciones de base, también a otras multisectoriales, como las de usuarios, consumidores y otros afectados por el sistema, que reaccionar contra éste.

Por último, en lo social y cultural se trata, respectivamente, de otras instituciones libres del pueblo ‑ como son las sociedades barriales de fomento, las cooperadoras escolares, los comedores infantiles, etc. ‑, así como de nuevos tipos de educación formal e informal; programas de alfabetización, radios barriales y populares de frecuencia modulada, etc.

Pues bien, podría parecer que tales cambios en las actitudes y organizaciones populares religiosas, económicas, sociales y culturales no tienen nada que ver con la refundación de lo político. Sin embargo no es así, pues ahí se está dando el germen de una nueva actitud ‑ crítica, solidaria, comunicativa, participativa, autogestionaria ‑, transferible también a la vida política en sentido estricto y a las organizaciones políticas, si éstas quieren enraizarse en la sociedad civil, confiriéndole una adecuada mediación política. Pues sin ésta (a través de partidos, parlamento, etc.), aquélla no podrá mostrar toda su eficacia histórica.

En cambio, pareciera que en lo estrictamente político se nota menos esa "explosión de lo social", debido a la desconfianza ciudadana en los partidos tradicionales y los políticos profesionales. Sin embargo no sólo se da entre nosotros el fenómeno de partidos vecinales, sino también el de nuevos liderazgos políticos, nacidos de organizaciones populares, como en Brasil, o de otros ámbitos de la cultura, como el artístico, el deportivo o el del movimiento por los derechos humanos, por ejemplo, en la Argentina. Pero sobre todo aquí y allá parece estar surgiendo "un nuevo modo” de hacer política , que corresponde al paradigma cultural participativo que, según dijimos, comienza a darse en la sociedad civil.

Por otro lado, las redes de organizaciones sociales, cuando se hacen bien amplias y conscientes de sí mismas, así como algunos movimientos sociales que son fuertemente conflictivos (como algunos de los que trataré en seguida), van adquiriendo un indudable peso político que es posible hacer valer.

3.2.4. Los nuevos movimientos sociales

El hecho de los nuevos movimientos sociales no es privativo de nuestro Continente. En el Primer mundo se han hecho famosos el ecologista, el pacifista, el feminista. En algunos casos, como en Alemania, el primero ha tomado importancia política partidista: Los "verdes". Ultimamente en Francia el movimiento de los desocupados hizo sentir su enorme potencia y jaqueó al poder político. Todos esos movimientos surgen de la sociedad civil que reacciona ante el Estado y el mercado, en interrelación conflictiva y reivindicativa con los mismos. La mayoría de ellos tiene una composición social policlasista y multisectorial. Y, como ya se dijo del comunitarismo, también en ellos ‑ no sólo en el feminista ‑ se redescubre el rol social fundamental de la mujer.

En nuestra América y el Cono Sur, dicho neocomunitarismo, que se está agrupando en redes, puede considerarse uno de esos movimientos, aunque más bien de base. En varios de nuestros países se dan además otros tipos de movimientos: de autovaloración de las etnias y culturas indígenas, de Acción ciudadana (v.g. en Brasil), o, por ejemplo, en la Argentina, por los derechos humanos (las madres y abuelas de Plaza de Mayo), por la justicia (exigiendo el esclarecimiento de crímenes, como el de María Soledad, que hizo caer al gobierno provincial de Catamarca, o el del periodista Cabezas, de gran repercusión en la política nacional y en la provincial de Buenos Aires), movimientos de desocupados o de jubilados, contra el retraso en el pago de los sueldos, contra la corrupción, en favor de los espacios verdes, etc., etc. La sociedad civil lucha entonces por intereses universalizables, que tienden a mediarse a través de la sociedad política. Pero no pocas veces se trata ya de una política inspirada en la sociedad civil y usando nuevos procedimientos. Así se nos señala entonces el camino hacia una recomprensión de lo político.

En los últimos tiempos han cobrado vigencia no sólo social, sino también política, el movimiento de los sin tierra en el Brasil y el movimiento zapatista de liberación nacional, lejos del Cono Sur, en México.

Al parecer, comenzó siendo un movimiento indigenista local y adoptó formas militares (el Ejército Zapatista), pero actualmente se va extendiendo, como movimiento, a todo el territorio mexicano y a los distintos estratos sociales, no adoptando métodos violentos sino políticos. Así es como propugna el arriba mencionado "nuevo modo de hacer política", no según la practican en América Latina frecuentemente los partidos tradicionales, sino desde abajo, en forma dialogal y participativa, a través de una extensa red de comités, intentando llevar a la práctica el principio de "mandar obedeciendo". Si esto es de hecho así ‑ según ellos mismos se autointerpretan ‑, se estarían refundando allí la razón y la praxis políticas; y si no fuera realmente así, ya el mismo planteo que están haciendo parece indicar pistas en la dirección de un paradigma nuevo. Este puede servir de inspiración, aunque no de imitación servil, también en nuestro Cono Sur.

Parece como si fuera el intento de poner en acción la comprensión comunicativa del poder y de su origen, que influyó en la independencia iberoamericana a través de la doctrina de Francisco Suárez, uno de los padres de la democracia moderna, y que hoy cobra nueva relevancia gracias al humanismo político de Hannah Arendt y a su interpretación comunicativa de parte de Jürgen Habermas. Según mi opinión, esa concepción teórica es apta para interpretar el nuevo paradigma sociocultural y para refundar desde un genuino espíritu democrático la razón. la actividad v la ciencia políticas.

3.-.5. Tercer sector y sociedad civil global

Otro fenómeno social que muestra el surgimiento de la sociedad civil es el del voluntariado y de las redes de agrupaciones voluntarias nacionales e internacionales, que suelen identificarse con el tercer sector, a saber, la enorme cantidad de asociaciones sin fines de lucro, de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) de todo tipo, y de distintas formas de redes más o menos informales en el nivel internacional. Muchas de esas organizaciones están promovidas por las Iglesias cristianas, han logrado una representación ante las Naciones Unidas y han ayudado a promover conferencias internacionales como las de Copenhage, Río o Pekín. Aunque pareciera que el influjo político real de esas conferencias en los Estados ha sido mínimo, sin embargo ya. no hay que subestimar su influencia cultural en la opinión y sensibilidad públicas.

De ese modo se está creando lo que los ya citados Riccardo Petrella y Grupo de Lisboa llaman: la "sociedad civil internacional" y su conciencia colectiva propia. Por consiguiente, se trata verdaderamente de globalización, pero ya no de los mercados, sino de la misma sociedad civil y de ciertos valores fundamentales mínimos, la cual ‑ sin embargo ‑ preserva las diferencias culturales. Según creo, esos valores están centrados en la dignidad del hombre y en el que se puede llamar "éthos de los derechos humanos", que, aunque se interpreten a veces en formas muy distintas, apuntan a un núcleo de coincidencias éticas básicas, reproduciendo de alguna manera el jus gentium de la escuela española, y estando en coincidencia de principio con la enseñanza social cristiana.

Así es como la sociedad civil internacional que está surgiendo y reafirmándose, está como a la espera de estructuras e instituciones políticas supraestatales que le sirvan de mediación y la representen ante los riesgos y desafíos mundiales y la globalización de las finanzas y los mercados. En un nivel intermedio, sería tarea del Mercosur proporcionar tales estructuras políticas de regulación de lo económico, en orden a lograr equidad y justicia para todos, en especial, para los más débiles.

El peligro reside en que los Estados quieran lavarse las manos, poniendo todo el peso del cuidado de lo social en el tercer sector. En gran parte ése es el enfoque que a veces se propugna desde Norteamérica, no sin influjo de la ideología neoliberal, aunque parezca contradecirla en su individualismo. Por el contrario, el tercer sector, aunque tiene su propio radio de acción pública ineludible según el principio de subsidiaridad, con todo, no puede suplantar la responsabilidad social propia y subsidiaria de los Estados. Pero puede servir para promover y controlar el cumplimiento de su rol de parte de éstos, no en último lugar gracias a una sana opinión pública, en la cual deben influir evangélicamente la iglesia y la teología

3.1.6. Hacia la gestión local

Pero el proceso de emergencia de la sociedad civil se muestra sobre todo en el nivel local, aunque a través de redes tienda a globalizarse. Se trata de un fenómeno mundial que toma en Latinoamérica y en el Cono Sur características culturales propias, arraigadas en nuestra tradición comunitaria.

Pues, quizás como contrapartida a la globalización, se está también dando el fenómeno de "localización" y "regionalización", y movimientos que ponen su énfasis en éstas. Todos esos son índice de la actual crisis del Estado‑nación moderno. Según ya se dijo más arriba, se subraya el papel de las nacionalidades, las culturas particulares y las etnias; se disuelven ‑ al menos parcialmente ‑estados multiétnicos; se acentúan los regionalismos y localismos; se redescubren las culturas y lenguas diferentes y/o aborígenes, Injustamente preteridas (aymara, quechua, guaraní...); cobran nuevo incremento el desarrollo y la gestión locales, las ciudades, los municipios o grupos de los mismos.

Ahora sólo quisiera anotar algunas de las implicancias de esos fenómenos relacionadas con la emergencia de nuevos sujetos sociales y con la recomprensión más democrática de lo político. Así es como muchas veces se va logrando una articulación nueva entre lo privado, lo público no estatal y lo estatal municipal, dando u~ papel público a las organizaciones intermedias, poniendo así en práctica la participación activa, la libre asociación y la subsidiaridad. En ese mismo espíritu se tiende a descentralizar las competencias: educación, salud, vivienda, seguridad, confiándolas más al nivel municipal o intermunicipal (de municipios conectados según ejes culturales o económicos)

Se insinúa entonces una visión no partidaria de la política, que tiene en cuenta las redes existentes en la sociedad civil, la participación ciudadana y comunitaria, y la formación de un consenso no ideológico sino basado en intereses comunes y universalizables, y en un proyecto común de ciudad o de región. De ese modo se debilitan las motivaciones partidarias o sindicales, dando lugar a otros intereses: económicos, culturales y sociales. Se crean nuevos liderazgos locales. Se va progresivamente pasando, en el nivel local, de una racionalidad burocrático‑administrativa a otra que podríamos denominar gobernativo‑gerencial y comunicativa. Los valores buscados provienen entonces "desde abajo", es decir, desde la sociedad civil y su cultura, y no "desde arriba", desde quienes tienen poder de coacción (cf. la obra compilada por Daniel García Delgado, Hacia un nuevo modelo de gestión local. Municipio y Sociedad civil en Argentina, el número dedicado al tema, de la revista chilena Persona y Sociedad, o los trabajos sobre municipios en Brasil del Sud, presentados recientemente en Universidades argentinas).

Además, en países o regiones donde hay tradición indígena (Bolivia, Chiapas) se vincula el gobierno municipal con los "usos y costumbres" comunitarios ancestrales y con la interculturalidad. Claro está que no se trata, ni siquiera en lugares privilegiados, de hechos totalmente consumados, sino de una megatendencia. Por otro lado, existe el peligro de que la distribución espacial de esa democratización local no sea equitativa, si el Estado, subsidiariamente, no la promueve también donde la sociedad civil todavía no tiene la suficiente iniciativa o los recursos necesarios para llevarla a cabo.

3.2.7. Un nuevo imaginario cultural

Por consiguiente, tanto en el nivel local, como en el nacional, regional e internacional, la emergencia de la sociedad civil está dando cuerpo social a un imaginario cultural nuevo, distinto del revolucionario y socialista del fin de los sesenta y los setenta, pero también diferente del imaginario neoliberal individualista y consumiste. Pedro Trigo lo vincula con el futuro de la teología de la liberación, en continuidad profunda, pero también en cierta ruptura con el que esa teología había contribuido a crear en buena parte de los cristianos latinoamericanos.

Ese imaginario nuevo se ubica en la vida cotidiana, pero no considerada como privada, sino en sus dimensiones sociales y públicas; no lo espera todo del Estado, de los políticos o de la toma del poder, ni tampoco del mercado, sino que tiende a valorar la iniciativa personal, comunitaria y solidaria, la autogestión, la comunicación y la coparticipación; es democrático; prefiere una coordinación flexible en forma de redes a toda forma de subordinación piramidal, pero también al individualismo competitivo; se basa en lo voluntario y el consenso, y no tanto en relaciones tradicionales de parentesco. compadrazgo o vecindad ni tampoco en relaciones utilitarias o meramente funcionales. Muchos de sus elementos constitutivos han sido influenciados por la concepción cristiana de la vida o están en profunda consonancia con ella. Pueden, además, ofrecer la base cultural para la deseada refundación democrática de la razón y praxis políticas, tanto en el nivel local como en el nacional en el continental v en el mundial.

3.2.8. Cambio en el paradigma de comprensión

Todos los fenómenos socioculturales arriba mencionados están mostrando el surgimiento o la posibilidad de surgimiento de un nuevo paradigma cultural, signado por la comunicación. De hecho los filósofos hablan hoy del " linguistic turn", o giro hacia el lenguaje, que sería comparable con el "giro copernicano" ("kopernikanísche Wende") hacia la subjetividad moderna, que señaló el paso de la premodernidad a la modernidad. Ahora se estaría pasando del centramiento en el sujeto individual (el Ego cogito moderno) hacia la "comunidad de comunicación", que es ética, social y pública desde el vamos: hecho fundamental para la refundación de lo ético, lo social y lo político, y que tiene una íntima relación con el sentido comunitario y personalista de la vida, como lo inspira la comprensión cristiana del hombre. No en último término se trata de una reacción humana y humanista ante el individualismo competitivo de la ideología neoliberal.

Ese hecho ha sido teorizado, por ejemplo, por la actual escuela de Frankfurt, con Habermas y Karl‑Otto Apel, con numerosos seguidores en España y América Latina, incluido el Cono Sur. Esos pensadores redescubren la racionalidad comunicativa, plantean una ética comunicativa que exige tener en cuenta a todos los afectados por la acción, y ‑ reasumiendo desde la filosofía política de Hannah Arendt,  la teoría estratégica del poder según Max Weber, que es la actualmente vigente ‑ desarrollan una concepción comunicativa del poder político.

Según ese planteamiento, el poder se origina en el actuar juntos y querer juntos, y a eso se subordina el uso estratégico del mismo (es decir, la relación mando‑obediencia y la lucha por el poder), aunque estos aspectos sean también concebidos como constitutivos de lo político.

Como lo dije de paso más arriba, así se retoma sin saberlo, en el nivel de la conciencia filosófica y política actual, la teoría democrática de Francisco Suárez, y su distinción entre el contrato social ("actuar y querer juntos" como origen y principal constitutivo del poder) y el pacto constitucional o de gobierno (que corresponde a la relación mando‑obediencia). Pues bien, la teoría suareciana está en la base de muchos planteos de los padres de la independencia latinoamericana, como Simón Bolívar, los próceres de la Revolución de mayo en el Río de la Plata, del Alto Perú, de Chile etc. Y da la base filosófica al principio mencionado de “mandar obedeciendo''. Por ello su  relectura puede servir para iluminar una praxis nueva de acuerdo con la comprensión cristiana del hombre según el Evangelio.

3.3. Otra tarea pendiente

No quiero terminar esta exposición sobre la teología en el Cono Sur en un contexto de globalización sin aludir a la otra fase del círculo hermenéutico teológico. Es decir, después de la lectura de los signos de los tiempos (en este caso, el de la globalización) a la luz de la Palabra de Dios, será posible releer dicha misma Palabra y la tradición teológica viva que en ella tiene su fuente, desde la experiencia nueva de ese mismo proceso de globalización. Antes, este debe haber sido debidamente iluminado y discernido, especialmente en sus rasgos positivos, en los que ‑ según parece - ya está obrando el Espíritu de Dios. Así es como todo lo dicho más arriba sobre la eclosión de lo social comunicativo podrá servir para repensar los grandes Misterios teológicos de comunión (Trinidad, Espíritu, Cristo, Iglesia, etc.), que sirven para interpretar dichos signos de los tiempos a la luz del Evangelio.

Según mi parecer, esa reflexión pondrá el acento en ciertos enfoques, entre los cuales, vislumbro al menos los siguientes: una eclesiología de comunión en las diferencias (Pentecostés) y de participación activa y comunitaria del laicado (con ulteriores incidencias en la teología de la gracia y los sacramentos, y en el derecho secundario de la Iglesia), una pneumatología de la creación la recreación (con consecuencias trinitarias, cristológicas y soteriológicas), una antropología comunitaria del hombre nuevo(con influjos en la teología moral), una profundización en la teología de la comunión, distinción y pericóresis intratrinitarias y de la Trinidad económica, etc.

Desde ahí se plantean, en la teología pastoral, la promoción de comunidades eclesiales vivas (como ya lo indica el documento de Santo Domingo N 54 ss. ) , una red flexible de comunidades intermedias solidarias de todo tipo (retomando el principio de subsidiaridad, de la doctrina social de la Iglesia) , y la activa colaboración de ésta en la conformación de una internacional de la vida que vivifique la incipiente sociedad civil internacional. Varias de esas reflexiones teológicas e iniciativas pastorales ya están en curso, pero se trata de fomentarlas, ampliarlas y profundizarlas, poniéndolas al servicio de la nueva evangelización.

Por otro lado, pienso que ambas fases de un círculo hermenéutico teológico que parta de la nueva realidad de la globalización iluminada por los misterios cristianos de comunión, se moverán dentro del nuevo paradigma cultural al que hice alusión más arriba. Este ha superado y asumido, trasformándolos, los paradigmas filosóficos y culturales anteriores, a saber el de la ontología de la sustancia y el de la subjetividad autoconsciente. Pues conceptos como los de alteridad, diferencia, historia (de salvación), teodramática, comunión, comunidad, diálogo, "nosotros", praxis, amor, intellectus amoris, "estado dinámico de estar enamorado", gratuidad, conversión, Promoción de la justicia, opción por los pobres, seguimiento, etc. ‑ que son clave en la teología contemporánea, incluida las de la liberación y la cultura popular, como se dan entre nosotros ‑, son indicios del nuevo paradigma. Pues bien, ellos se ven ahondados y reforzados con los enfoques teológicos mencionados más arriba. Pues corresponden, en el nivel de la reflexión teológica y/o de la acción pastoral, al imaginario cultural y al tejido social neocomunitarios, emergentes en la sociedad civil, sobre todo, entre los pobres.

Aún más, dichos enfoques teológico‑pastorales no olvidan el conflicto social, aun internacional, y el pecado estructural que se ha agudizado en la sociedad actual neoliberal, cuya expresión histórica es la oposición "incluidos‑excluidos". Pero la metanarrativa que les sirve de horizonte y marco de comprensión, no es ya la del conflicto, como en la Ilustración (liberal, positivista c dialéctica) sino la de la paz y la comunión, inspirada en el mensaje, la vida, la convivencia y la praxis cristianas. Así se redescubre la relevancia pública, política, social y cultural de dicha metanarrativa, pero ahora en un ámbito de libertad, participación y respeto de la heterogeneidad y las diferencias, asumiendo y trascendiendo aportes importantes de la Ilustración y la post-ilustración.

4. A modo de conclusión

Como se ve, los desafíos y las tareas que el nuevo contexto de la globalización plantea a la teología en el Cono Sur son múltiples y urgentes, sobre todo porque se trata del mayor servicio de Dios en sus hijos e hijas que sufren y que ‑ mayoritariamente creyentes ‑ abrigan fuertes esperanzas, aun contra toda esperanza. Pero eso mismo nos pide que sigamos adelante en la breve tradición teológica ya iniciada entre nosotros, como servicio al Señor, a su Iglesia, a nuestras Iglesias locales y a los hombres y mujeres que forman norte de las mismas.