ABRIENDO CAMINOS

 

Arturo Grigsby,

entrevistado por María López Vigil

 

 

En América Latina, en estos últimos diez años, los pobres se han hecho cada vez más numerosos. Y a la vez, esa multitud es cada vez más pobre. También son cada vez más los que coinciden en este diagnóstico. Informes institucionales conservadores y denuncias testimoniales revolucionarias comparten lo obvio: las calles y los caminos de nuestro continente están atestados de pobres, niños lavacarros, mujeres prostitutas, desempleados vende cualquier-cosa y ancianos mendigos. Todos excluídos del "nuevo" liberalismo económico, que les ha quitado la escuela, el empleo, la salud y las esperanzas.

Diagnosticar esta dolorosa evidencia es sencillo; bastan los ojos. Y prácticamente ya no es riesgoso. Hasta los mismos causantes de esta creciente avalancha de pobres, los organismos financieros internacionales y los gobiernos nacionales, sus aliados, lo reconocen. Y a veces lo lamentan. Pero..."no hay otra alternativa", afirman. Y ante la marejada del pobrerío, declaran: "Estamos mal, pero vamos bien", remarcando con firmeza que el camino es correcto, aunque los resultados sean devastadores. "No hay otra alternativa", se cansan de decir. Y tanto lo repiten, apoyadas sus espaldas satisfechas en los muros derrumbados del socialismo de Europa del Este, que también nosotros, confundidos, terminamos por creerles, por creer que no hay ninguna otra alternativa a este dolor.

La crueldad de este capitalismo mercantilista de fin de siglo, que ya no siente la necesidad de ponerse ni rostro ni máscara humanas para disimular su voracidad, puede estarnos sobrepasando, logrando así su máxima victoria: quitarnos la esperanza de que podemos y debemos enfrentarlo y de que somos capaces de organizarnos para lograr vencerlo.

Con o sin esperanzas, la realidad es que seguimos alzando diariamente la bandera de la "opción preferencial por los pobres." Y no hemos dejado de batallar porque esa consigna no desaparezca de ningún documento oficial de la Iglesia latinoamericana ni de ninguno de nuestros proyectos. Tampoco de nuestro corazón.

Pero, ¿cómo concretar hoy esa opción, cuando la marea de los pobres crece tan de prisa y es parte esencial del modelo económico que nos imponen? ¿Daremos abasto? ¿Lo haremos adecuadamente, eficazmente? ¿Y cómo concretar esa opción cuando los niveles de pobreza que hoy viven los pobres hacen inviables ya métodos pastorales tradicionales, basados en la reunión, en la reflexión comunitaria, en foros de debate, en la participación política...?

Hay que pensar. Y pensar siempre duele. Y hay que seguir actuando en la misma dirección de la liberación de los pobres - porque es la del evangelio-, pero tal vez con brújulas algo más ajustadas a estos nuevos tiempos, tan difíciles.

Existen agentes de pastoral y existen instituciones cristianas que llevan ya un tiempo aceitando y rectificando brújulas. En Nicaragua -a donde a tantos cambios internacionales hay que sumar el cambio mayor de la derrota electoral del sandinismo- uno de estos centros es NITLAPAN ("semilla que se echa en tierra" en nahuatl), de la Universidad Centroamericana de Managua.

Investigan, proyectan y trabajan alternativas socio-económicas, desde la cristiana opción preferencial por los pobres. Con el economista nicaragüense Arturo Grigsby, directivo de Nitlapán, platicamos sobre la actualidad de esta opción, sus límites y posibilidades en estos tiempos del cólera y del neoliberalismo.

Pregunta- En todos los países de América Latina, con la excepción de Cuba, y en cada uno con sus variantes propias, la banca internacional ha impuesto un conjunto de recetas económicas que tienen como denominador comúm la reducción de la responsabilidad del Estado en la economía y la privatización generalizada de las propiedades estatales, e incluso del patrimonio económico naciona. ¿Hay un punto histórico donde situar el arranque de estos recetarios que han unido a nuestros países en la mismas miserias, protestas y calamidades?

Respuesta- Sí lo hay. Este conjunto de recetas neoliberales se comenzó a aplicar hace unos 15 años y en su arranque y en su acelere influyó decisivamente la crisis de la deuda externa latinoamericana, que viene de algo más atrás, pero que estalla a comienzos de los 80. Cuando México y Brasil, grandes deudores de América Latina, declararon la imposibilidad de pagar sus deudas externas, los bancos del Norte -que ya enfrentaban una recesión mundial- temblaron. Y no sólo. Sufrieron ellos mismos significativas crisis financieras. Toda esta realidad de la deuda, bastante compleja, catalizó tendencias que ya existían en el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y todos estos organismos financieros, rectores de la economía internacional. Se decidieron a implementar a fondo y pronto en todo el Tercer Mundo los planes de ajuste estructural, las recetas neoliberales.

Ellos parten de un diagnóstico: tal como van, los países del Sur, los de América Latina, no son viables. No lo son porque no pueden pagar sus deudas, porque no tienen capacidad de consumir los productos del Norte, porque no son un campo de inversión ni segura ni rentable. No son viables en el fondo -aunque esto no lo dicen así- para resolver la crisis económica por la que también atraviesa el Norte. Hay que ajustar estos países, pues, para ver de hacerlos viables. La "culpa" de toda esta inviabilidad que el Norte detecta y diagnostica en el Sur la tiene el Estado cuando regula precios, controla inversiones, subsidia productos básicos, garantiza salud y educación y lo hace ineficiente y corruptamente, endeudándose a niveles tales que después no puede pagar. El ajuste estructural promueve entonces la receta "mágica": Estados que sean más pequeños y que actuén únicamente como facilitadores del libre juego del libre mercado. Y países que abran totalmente sus fronteras a la libre competencia internacional, especializandose solamente en la exportación de productos en los que sean competitivos y desregulando cualquier traba a la inversión extranjera.

Quince años después de comenzar a implementarse estas recetas neoliberales se ha hecho evidente que su resultado es el creciente empobrecimiento de nuestros pueblos y de nuestros países. Y de seguir aplicándose las recetas, la tendencia seguirá y aún se incrementará más la pobreza. No hay luz al final de este túnel, ni a corto ni a mediano ni a largo plazo. Estamos mal y vamos mal.

P- En sus ajustes y recetas, los organismos internacionales parecen haber hecho una opción preferencial por los ricos de los países del Sur, por las minorías de cada uno de nuestros países. Esas sí "despegan", "se insertan", "se modernizan", mientras que las mayorías ya pobres y que se van empobreciendo más, aparecen como descartables. Al menos, eso es lo que se aprecia después de cada medida que se proclama como "solución" a la economía nacional, pero que no es otra cosa que la solución para determinados sectores nacionales...

R- Lo descartable -países y grupos humanos en cada país vistos como descartables-, es parte de la filosofía del recetario neoliberal. Los países del Norte tienen interés en invertir y en relaciones comerciales, pero sólo con determinados países: los que tienen mercados lo suficientemente grandes y estables como para hacer rentables sus inversiones y sus exportaciones. Es clara la "opción preferencial" por México y por Chile. En Centroamérica, si hay un preferido es Costa Rica. El resto de países, los más pequeños, los más subdesarrollados, los más inestables se miran como descartables, como no viables. Nicaragua, Honduras Bolivia, Haití, gran parte del Caribe, Ecuador también, tal como están ahora, se consideran no interesantes, descartables.

Y dentro de cada país se repite esta misma filosofía. Parte de la población -siempre es una minoría- es vista como potencial consumidora de productos del Norte y potencial exportadora de determinados productos hacia el Norte. A esas minorías es a las que beneficia el ajuste. El resto, las mayorías, es población descarteble. Son pobres no necesarios, ni siquiera como mano de obra barata. Sobran.

¿En qué sentido estos ajustes son una opción preferencial por los ricos? El principio de liberalización y privatización de las economías, parte del supuesto de que así se va a desarrollar la economía, a través de una perfecta competencia, tanto en el plano internacional entre los países, como en el plano nacional entre los sujetos económicos. Pero en la realidad, esto es falso. Ni los países son iguales ni los sujetos económicos en cada país lo son. Y ya se sabe que cuando se propicia la competencia entre desiguales, siempre ganan los más fuertes. Los ricos ganan, siempre sucede así. El esquema de ajustes estructurales los privilegia a ellos, opta por ellos y sin ningún disimulo.

P- Sin embargo, pareciera que, al menos en el discurso más último, en algunas decisiones recientes los organismos financieros internacionales dan muestras de algunas parciales o tímidas opciones por los pobres. Enrique Iglesias, el presidente del BID, declaró recientemente que en los años 90 la inversión del capital de esta institución en América Latina sería "inversión social", programas de salud y educación, programas para "superar" la pobreza... El desarrollismo de los años 60 y 70, que el Norte promovió en América Latina, buscaba frenar con "desarrollo" las revoluciones radicales y marxistas... Estos programas dirigidos a los pobres, dentro de un esquema tan claramente a favor de los ricos, ¿qué buscarían?

R- La más reciente opción por los pobres -nunca preferencial, naturalmente- de todos estos organismos financieros internacionales, que son los que dictatorialmente controlan nuestras economías nacionales, tiene dos razones.

Ya no temen a las revoluciones -saben cómo destruirlas o asfixiarlas-. Temen a las migraciones. Los últimos años, y como clara consecuencia de estos programas de ajuste, han sido de masiva migración de los pobres del Sur hacia los territorios del Norte. Migraciones económicas de empobrecidos que buscan sobrevivir con las migajas del banquete consumista del Norte. En Europa, estas migraciones van del ex-Este hacia el Oeste. Y todo eso irá en aumento si se mantiene el rígido esquema neoliberal. Hay, pues, que abrir algún espacio mayor a los pobres, en sus territorios del Sur, para que no caigan en la tentación de emigrar.

Pero hay otra segunda razón. El Norte -y Estados Unidos en particular respecto a América Latina- necesita abrir mercados a sus productos y nuestras economías permanecen estancadas -Chile y México son la excepción-, con una capacidad de compra cada vez más contraída. La inestabilidad social y económica que los ajustes están creando en toda América Latina están impidiendo que el continente en su conjunto se convierta en el mercado que la industria norteamericana necesita para salir de su crisis frente a la industria Europea y Japonesa. Porque aunque haya países más descartables que otros, Estados Unidos necesita al continente en su totalidad como mercado. En Centroamerica, Estados Unidos ve al "traspatio de México", país privilegado con el Tratado de Libre Comercio. Además, la emigración centroamericana hacia Estados Unidos es enorme -sólo de salvadoreños, hay un millón en Estados Unidos-.

Así que cualquiera de las más recientes medidas del capitalismo neoliberal que podemos calificar como "opción por los pobres" es totalmente interesada. Esto no quita que exista debate crítico sobre la inhumanidad o irracionalidad ética o ecológica del neoliberalismo también en estas instituciones internacionales, aunque se hace público. Lo que más abunda, sin embargo, no es eso. Nos tienen miedo como emigrantes o nos necesitan como consumidores. Sin embargo, estos temores y estos intereses, nos abren una brecha...

P- ¿Brecha para entrar por ella...?

R- Sí, en estos tiempos neoliberales hay que aprovechar cualquier brecha, cualquier resquicio para ver cómo entramos con la de ellos y salimos con la nuestra. Sin embargo, de entrada, existe un problema esencial en el enfoque de nosotros los cristianos cuando enfrentamos el problema de la pobreza y de los pobres. Hemos concebido casi siempre el apoyo que damos a los pobres basándolo en principios o métodos políticos o ideológicos que no incluyen los aspectos económicos. Abordamos al pobre desde su conciencia como individuo y a los pobres desde su conciencia social. Y hasta ahí. Pero con eso no tiene para salir de su pobreza. Lo más que hacemos es canalizar recursos hacia los pobres, pero sin mucho control de esos recursos, sin una exigencia de eficiencia, sin una participación de los mismos pobres. Actuamos como en el modelo socialista clásico, que es un modelo de redistribución de las riquezas desde arriba, con muy poca o ninguna participación de los pobres. La participación del pobre se limita a recibir. En eso abundó el sandinismo: el campesino recibía tierras con la reforma agraria, recibía nuevas tecnologías, subsidiadas, dizque para que se modernizara, recibía formas "superiores" de organización... El pobre visto sólo como un recipiente: es un pecado que muchos cristianos hemos compartido con muchos socialistas.

P- Si en el modelo socialista clásico el pobre lo recibe todo, en el modelo capitalista clásico, especialmente en el actual modelo neoliberal, el pobre no recibe nada, ni siquiera lo más básico, y si quiere tener algo, ¡que se las arregle y vea cómo le hace! Pura ley de la selva, ¡sálvese quien pueda!... En la actual y reciente "opción por los pobres" que emprenden interesadamente el BID y similares, ¿hay algo nuevo?

R- Si uno observa, por ejemplo, lo que ya están haciendo en Nicaragua en este sentido, no hay mucho nuevo. Aunque ellos no lo admiten, están organizando nuevas formas de subsidio para los pobres. Aquí han organizado unos fondos de crédito -aunque muy limitados- para apoyar a microempresarios. Pero al otorgar los créditos, repiten la filosofía discrimitoria del esquema neoliberal. Han creado unos filtros muy poderosos y solamente resultan elegidos los pobres más "viables" al juicio de ellos, los que tienen ya un cierto nivel de capitalización y de conocimiento del mercado. Sólo ellos. No hay libertad de oportunidades, la mayoría no tiene chance. Con el crédito que dan, que es de tipo de subsidio, va amarrado todo un paquete ideológico de cómo debe comportarse un microempresario en el mercado. La fórmula predominante, pues, no es participativa. Es de subsidio y es una vía para integrarlos al mercado tal como está estructurado hoy, desigual e injustamente regulado. No se trata de que los pobres gestionen su propio desarrollo y a partir de eso vayan humanizando el mercado. No. Es más de lo mismo.

A los "no viables" para estos programas, se les da el tratamiento de mendigos. Para ellos sólo hay - cuando los hay- paquetes de pura compensación social, trabajo por comida, etc. Los "viables", una vez subsidiados, son usados ante estos míseros como un efecto demostrativo: salen adelante porque trabajan, ¡y vos te quedás rezagado por que no trabajás! Bueno, ninguna de estas fórmulas son nuevas; son fórmulas capitalistas de siempre, readecuadas a la nueva situación económica, transnacionalizada y furiosamente competitiva.

P- Entonces, ¿qué sería "lo nuevo" para el trabajo de los cristianos, para la concreción actual de la opción por los pobres aprovechándonos de las brechas en el neoliberalismo?

R- Realmente, el BID y este tipo de instituciones internacionales no logran resolver mucho de lo que buscan enderezar con esta interesada "opción por lo pobres". En Nicaragua, por ejemplo, sus pobres "viables" son demasiado pocos y por el estilo de subsidio, sus programas no logran tener alcance. Lo que demuestra esto es que estas instituciones, al igual que los gabinetes económicos de nuestros gobiernos neoliberales, desconocen el know how del trabajo con los sectores populares. No saben cómo hacer, cómo ser eficaces con los pobres. Es por aquí por donde se nos abre un espacio a los cristianos, a las instituciones cristianas. Tenemos un gran saber acumulado, en parroquias, en organismos de desarrollo, en miles de experiencias de base con el pueblo. Sabemos, tal vez mejor que ningún otro grupo, cómo se puede trabajar mejor con los pobres. El desafío hoy es cómo traducir ese saber acumulado para que sea valorizado. En Nitlapan, a partir de algunas experiencias que emprendimos y en las que hemos demostrado cómo los pobres pueden ser transformados, participando ellos mismos, en sujetos económicos rentables y eficaces, ya nos buscan estas entidades oficiales. Preguntan por nuestro know how. Ellos no saben cómo hacer y nos necesitan. Tenemos entonces que pelear por este espacio. Ahí hay una brecha.

P-¿Y estamos capacitados para dar esa batalla y más aún para crear experiencias económicas rentables y eficientes, con ese lastre que mencionábamos, de excesiva ideología y casi ausencia de economía en nuestro casette mental y en nuestra práctica pastoral?

R- Tenemos que convertirnos, tenemos que cambiar, tenemos que meternos a aprender economía, a comprenderla, a conocer los mecanismo económicos. Para el socialismo clásico y para los cristianos de izquierda el mercado fue siempre un anatema. Y no lo es. El mercado es un fenómeno social. El dasafío es cómo hacemos una regulación social, justa y participativa del mercado. El modelo socialista que asumíamos como ideal y al que aspirábamos, tenía como objetivo suprimir el mercado, para que el estado lo sustituyera y fuera el encargado de redistribuir la riqueza a todos. El desafío que tenemos por delante en estos tiempos es cómo contribuimos a regular el mercado desde la sociedad civil trabajando en esa dirección "evangelizamos" el mercado y logramos que incluya a las mayorías pobres, que hoy son excluídas.

P- ¿Sin excluir a nadie? ¿O ésa sería una utopía irrealizable, sólo para ilusos?

R- No, incluir a todos no es algo iluso, es justo desear eso. Lo que sucede es que en la actualidad tenemos en América Latina niveles de pobreza tan profundos y masivos, que pensar en una incorporación plena de todos al mercado es prácticamente imposible, aún a largo plazo.

P- ¿Y podemos tener esperanzas de enfrentar con éxito a este omnipotente mercado internacionalizado o lo que hacemos no será más que crear pequeñas o medianas islas de sobrevivencia económica esperando tiempos mejores que talvez nunca lleguen? Esas experiencias eficientes que ha logrado Nitlapan, por más eficientes que sean, ¿no serán excepciones que confirman la regla de una ola neoliberal indetenible que terminará arrollándolo todo, también nuestras esperanzas de que las cosas cambien y de que organizados podemos cambiarlas?

R- Lo primero que tenemos que hacer es olvidarnos de éxitos de corto plazo. Estamos algo deformados históricamente por años de estar depositando nuestras esperanzas de un cambio en determinado grupo político que era afín de nuestro ideal cristiano de una sociedad igualitaria. Y pusimos todas nuestras energías en apoyar desde nuestro trabajo pastoral a ese grupo político para que creciera, para que se fortaleciera, para legitimarlo, para que llegara a tomar el poder y desde el poder cambiara las cosas.

Con todo lo que ha ocurrido, nuestra perspectiva debe ser otra: hay que ir ampliando los espacios populares, los de los pobres, desde el trabajo diario con la gente en la base. Desde un trabajo que tenga prioritariamente en cuenta lo económico. Pero esto es lento y es relativamente nuevo para nosotros. Y las condiciones macroeconómicas nos son muy adversas. Pero creo sinceramente que sólo desde esos espacios participativos, dentro de la economía del mercado -¡porque no hay de otra!-, podremos ir armando un proyecto cada vez más amplio que incorpore a los pobres y cada vez a más pobres y que a la vez produzca desarrollo económico y no sólo sobrevivencia. Es algo posible. Tenemos ya algunas experiencias concretas que nos dan pistas de cómo hacer esto y de que esto es posible.

P- ¿Una de ellas, para ser más concretos?

R- En Nitlapán empezamos hace más de dos años a trabajar con campesinos de Carazo, a los que la revolución sandinista entregó plantaciones cafetaleras de la oligarquía, que estaban muy abandonadas. Las comenzaron a trabajar como cooperativa y aunque ellos rehabilitaron algo los cafetales, nunca salían adelante con la tecnología "moderna" que les entregaba el gobierno sandinista, primero subsidiadamente y luego al precio del mercado. Estas tecnologías incluían mucho insumo importado: fertilizantes, herbicidas. Eran muy caras. Empezamos entonces a reorientarlos de nuevo hacia sus "atrasadas" pero eficaces técnicas de producción campesina, que se caracteriza por el uso intensivo de mano de obra, donde toda la familia trabaja, donde se emplea toda la mano de obra. El cuidado más intensivo y exigente de sus parcelas -dos o tres manzanas individuales y en cooperativa para la comercialización- les permitió eliminar totalmente las importaciones.

Llegaron a suprimir los agroquímicos y lograron una creciente productividad y por lo natural de su tecnología -intensiva en mano de obra y carente de químicos- han conseguido producir un café "orgánico" de alta calidad, muy valorado en el mercado internacional, que aprecia y paga cada vez mejor los productos obtenidos ecológicamente. Sin causar daño al medio ambiente. Hay ya 300 pequeños productores de café exportando a muy buenos precios y por redes comerciales alternativas este café. En esa zona hay pleno empleo, hay estímulo productivol, hay garantía de desarrollo, hay freno al desastre ecológico y entran divisas por exportación. Claro que no es un modelo generalizable a cualquier rubro productivo, pero sí es un "modelito" que nos da pistas y que ha llamado enseguida la atención de otros muchos pequeños productores, que andan quebrados con el neoliberalismo. Están interesados en entrar en esta onda para salir de esa quiebra y avanzar. Otras experiencias en las que vamos avanzando son bancos populares que garanticen el crédito a todos, viables y no viables, artesanos y pequeños comerciantes, a todos los que excluyen los ajustes. Tienen éxito.

La experiencia nos demuestra que dándoles a los pobres un pequeño capital inicial -"capital semilla" lo llamamos-, no asumido como donación o subsidio sino que deben devolverlo, aunque con grandes facilidades, -como las que se dan en los ajustes de la AID a nuestros grandes productores-, se puede catalizar un proceso más amplio de participación donde ellos ya comienzan a aportar su capital, por pequeño que sea y poco a poco eso va creciendo y afianzándose.

Los pobres tienen también su know how. tienen su saber hacer propio de ellos, creativo desde su pobreza. Las concepciones políticas vanguardistas y nuestras concepciones cristianas paternalistas no han sabido potenciar ese saber hacer. Y ahí está la clave para enfrentar el mercado desde otra onda.

P- Esta práctica de su saber hacer y el tener la oportunidad de una producción y comercialización alternativas, ¿es ya un proceso educativo en sí mismo? "¿Cada uno debe ser reforzado con algo más teórico, con algunas reuniones y reflexiones?

R- Este proceso es ya educativo, pero la propia práctica de ellos es aún insuficiente para despegar. Por un lado, existe el peligro de que el mercado en el que tienen que el jugar termine absorbiéndolos y los vuelva insolidariamente competitivos frente a otros pobres, peor situados que ellos. Es necesario, por eso, ir creando a la par mecanismos de intercambio y de coordinación de unos pobres con otros, de unas experiencias con otras, para aprender, para que se vacunen contra la insolidaridad y para ir incorporando cada vez a más pobres. Mientras más en islas nos quedemos, más riesgos corremos de que el mercado nos coopte y nos contamine de sus actuales vicios. Este es por otra parte el mismo riesgo que han corrido y que siguen corriendo los cristianos que continúan haciendo opción por los pobres con una mentalidad paternalista. Porque sus obras "de promoción" actúan en la realidad como mecanismos de compensación social que le hacen el juego al mercado injusto. Aunque ellos no lo quieran reconocer, ésa es su funciòn.

En la medida en que no contribuimos, con proyectos verdaderamente participativos, a potenciar el saber de los pobres y a difundirlo entre ellos mismos para que ellos avancen en los espacios económicos, estamos contribuyendo a consolidar el mercado que decidimos combatir.

Y hay más razones para que sean necesarias reuniones de reflexión, en las que se vaya más allá de la pura práctica. Hay un gran problema para los pobres cuando se lanzan a abrirse espacios en el mercado desde estas "islas alternativas" y es que no conocen el mercado, no tienen información sobre sus reglas, sus trucos, sus brechas. Y no se puede competir sin esta información. Uno de los mecanismos de desigualdad más grandes que existen hoy en el mundo es el control de la información que sobre el mercado ejercen los que actualmente lo dominan. Información sobre tecnologías, sobre mercado de exportación, sobre producción y productos. Esta información está monopolizada y es ocultada. Este es un espacio que los agentes de pastoral tenemos que abrir. Vincularnos a los pobres y optar por ellos es compartir con ellos esta información, abrirlos a esta información, que les està vedada. No basta con redistribuir la riqueza monetaria, hay que redistribuir todo el poder, y la información es hoy, más que nunca antes, poder.

P- Pero ayunos de esa información económica estamos también muchos agentes de pastoral, más fogueados en metafísicas y apologéticas ideológicas que en economía. Ahí sí que somos pobres con los pobres... Parece necesario entonces un reciclaje teológico más basado en conocimientos económicos que en postulados filosóficos o hermeneúticos. ¿Será que en los seminarios y noviciados y en la formación que se da en los centros para laicos habrá que empezar a compartir toda esa información económica, hoy compartimentada, para lograr después una pastoral que sea eficaz, que haga el "amor eficaz", ideal que hace casi 30 años llevó a Camilo Torres a su opción guerrillera?

R- El campo de lucha ya es otro. Y necesitamos ciertamente un reciclaje económico en serio y a fondo. Necesitamos reciclar también nuestra esperanza. Las condiciones en que viven las mayorías pobres en América Latina son tan terribles, parecen tan oscuras las perspectivas, están tan desgastadas las propuestas políticas globales y los mismos líderes políticos, que en el fondo-fondo, una gran mayoría de los agentes de pastoral que trabajan con los pobres han perdido la esperanza. Su opción preferencial por los pobres es entonces equivalente a decir: no existe forma de sacarlos adelante, pero seguiremos a su lado y los ayudaremos a sobrevivir a hacerles la vida más llevadera.

Creo que esta convicción, bastante generalizada -aunque no se exprese así-, esta desesperanza los inhibe para comenzar a dar los pequeños pasitos que podrían ir potenciando el saber hacer de los pobres para, de ahí, poco a poco, ir peleando por espacios económicos mayores. Los cristianos que decimos optar por los pobres tenemos que enfrentar este reto. Para que los pobres se puedan desarrollar tienen que administrar ellos los recursos y recursos que son colectivos. No están entrenados para eso. Están entrenados para ser explotados, para recibir, para buscar cómo sobrevivir individualmente, pero no para administrar ellos su propio proyecto colectivo. Nos corresponde a nosotros entrenarlos. Por ejemplo, es necesario entrenar para un control contable. Y tenemos que entrenarnos nostros mismos en eso.

Para algo tan sencillo, hay mucha resistencia y rechazo en los agentes de pastoral. ¡Eso no es lo nuestro!, dicen. Tienen menosprecio a entrar por los caminos económicos. No nos formaron para eso. Declaramos siempre que no queremos regalar al pobre el pescado sino entregarles la caña y enseñarles a pescar, pero a la larga, si no nos metemos a pensar económicamente y en consecuencia, a administrar los recursos para desarrollarlos y sacar más recursos -y dentro de este mercado que nos domina-, no estaremos haciendo otra cosa que regalar pescados.

P- Con las políticas de ajuste, que se basan en el desempleo masivo, con reglas de juego tan desiguales, los trabajadores están cada vez más dispersos y más débiles, con un poder de negociación a través de las huelgas -por ejemplo- cada vez más debilitado. Con menos unidad y con menos de esa fuerza que hace la unión y de ella nace. Reciclada económicamente nuestra pastoral y nosotros mismos, y con "islas alternativas", no sólo de sobrevivencia sino de desarrollo, ¿podremos los pobres tener un real poder de negociación frente a un mercado tan poderoso como cruel?

R- Repito: para el corto plazo no deben ser las esperanzas. Tenemos que ir creando condiciones, es decir, tenemos que mantener la opción por los pobres, por los no viables para el neoliberalismo, pero hay que hacerlo esperanzados. Creo que sí es posible llegar a tener poder de negociación. Si vamos conociendo el mercado, iremos descubriendo sus tremendas injusticias y también sus múltiples brechas. Hay formas de producción alternativa, hay financiamientos alternativos, hay tecnologías alternativas -siempre ecológicas- y empieza a haber cada vez más redes de exportación y comercialización alternativas.

Organismos no-gubernamentales del Norte, OXFAM por ejemplo, están empezando a servir, y con éxito, de intermediarios desinteresados entre los productores pobres del Sur y el mercado consumidor del Norte. La amplia relación y conocimiento que tienen estos ONG del tercer mundo les facilita esta nueva tarea económica, que no es simplemente testimonial, sino que tiene futuro, porque ellos son red alternativa, pero venden en el mercado en el que venden todos. También estos ONG tienen conciencia de la necesidad de un reciclaje desde la perspectiva de la economía.

Nuestro reto es pasar del nivel micro de experiencias alternativas (las "islas"), en donde lográs ser eficiente y rentable aun en medio de un mercado adverso, a luchar a nivel nacional por cambiar las reglas del juego de ese mercado para que cada vez sea menos adverso para los pobres y puedan entrar en él un mayor números de pobres. Así llegaremos a tener poder de negociación. Creo que es posible. Tal vez lo digo sesgado por estar pensando, hablando, y actuando desde Centroamérica, y concretamente desde Nicaragua. Somos tantos los pobres y son tan pobres esos tantos, que aquí en Nicaragua no funcionan las recetas neoliberales para nadie, si no se negocian con los pobres otras reglas de juego. Aquí no hay el colchón de clases medias que puede haber en Chile o en México, que aunque no sean la mayoría, son tantas y se integran también al mercado, que logran estabilizar un esquema tan injusto y logran encubrir sus injusticias.

Siempre es injusto e ilegítimo el neoliberalísmo, pero en algunos países es más posible que en otros. Aquí en Nicaragua nada puede despegar si no se incorpora y se hace viable a más gente. Descartando a tres millones y medio de los cuatro millones de nicaragüenses que somos, no puede funcionar nada. Las actuales recetas y los ritmos impuestos por el gobierno Chamorro son tan inviables que si nos ponemos las pilas tendremos poder de negociación. En esta inestabilidad creciente creada por la rebeldía o por un gran número de los descartables, se nos abre una brecha. Nuestra opción preferencial por los pobres consiste en entrar por ella y ensancharla.