AMBIENTE Y ÉTICA EN LATINOAMERICA

LA BÚSQUEDA DE UNA UTOPÍA

Eduardo Gudynas

Cuadernos Franciscanos, Chile, 1989 Nº 86

INTRODUCCIÓN

Muchas voces han denunciado varios aspectos de los problemas ambientales de Latinoamérica. Así, entre varios temas, se ha alertado sobre la deforestación, la extinción de especies, la polución urbana, y la pobreza. En respuesta a esta clase de problemas, muchas personas han sumado sus esfuerzos en la búsqueda de soluciones y de esta manera se han desarrollado varios grupos conservacionistas, ecologistas o ambientalistas. De hecho, el movimiento ambientalista está creciendo sustancialmente, aunque también se ha diversificado.

Debe reconocerse que existen desde hace tiempo discusiones sobre qué conservar, y cómo hacerlo. Pero actualmente una nueva pregunta está emergiendo: ¿Por qué conservar? Esto está resultando en las primeras evaluaciones sobre la dimensión ética del trabajo ambientalista en Latinoamérica. Pero esto es también motivo de controversia. Considero que la causa principal de este estado de cosas es que los objetivos últimos del movimiento ambientalista no son claros, y existen diversas posturas, compartidas únicamente en un grado limitado por los grupos. Únicamente se está trabajando a un nivel inmediato y superficial. Aun más, esto no parece ser una característica aislada del movimiento ambiental, sino un síntoma social generalizado. En este análisis se sugiere que esta ausencia de fines últimos se debe a la ausencia de un proyecto utópico compartido, y esa será la línea central que se analizará. Primeramente, describiré brevemente los fundamentos éticos del movimiento ambientalista latinoamericano; seguidamente presentaré un breve ejemplo de nuestro trabajo en ecología social en el CIPFE, y concluiré con algunas puntualizaciones generales.

DIMENSIONES ÉTICAS DEL MOVIMIENTO AMBIENTALISTA LATINOAMERICANO

Reconozco dos tendencias principales en el movimiento latinoamericano. Por supuesto que esta clasificación es esquemática, pero resulta útil a los efectos del análisis.

1. Administradores ambientales.

Se incluye aquí a los grupos que toman posturas conservacionistas estrictas. Estos tratan de llevar adelante una mejor administración de los estilos de desarrollo actuales, reduciendo a un mínimo el impacto ambiental. Se subraya el componente técnico en relación con el ambiente. No se cuestionan los estilos presentes de desarrollo, y no consideran que el movimiento ambiental es una herramienta para producir cambios históricos. Su relación con otros grupos sociales es tenue. Finalmente, la reflexión ética es reducida.

2. Movimientos contrahegemónicos.

En este conjunto incluyo una gran variedad de grupos, como por ejemplo, aquellas personas políticamente motivadas pero desilusionadas de los partidos políticos tradicionales, los grupos religiosamente motivados (especialmente los grupos católicos de base), los grupos de minorías (por ejemplo feministas y anarquistas) y las personas esencialmente interesadas en el ambiente. Estos grupos tienen una relación más estrecha con otros movimientos sociales. Mantienen un gran interés en las reflexiones éticas, y sustentan cuestionamientos básicos a los estilos de desarrollo actuales, buscando caminos alternativos. Presentan un interés limitado en cuestiones técnicas. Las personas en estos grupos tratan de comportarse en la vida diaria siguiendo sus posturas éticas, y consideran que debe admitirse que en la coyuntura actual ambos tipos de tendencias son muy necesarias, e incluso existen experiencias de apoyo mutuo.

LA DIMENSIÓN SOCIAL DE LOS PROBLEMAS AMBIENTALES

Han sido particularmente los grupos contrahegemónicos los que han subrayado la dimensión social de los problemas ambientales en Latinoamérica. Esta relación ha sido señalada claramente en varias ocasiones, en particular desde los años setenta. Tan sólo a manera de ejemplo mencionaré algunos problemas actuales:

1.   La relación entre los niveles de pobreza y el impacto ambiental, no sólo a nivel de los asentamientos rurales sino también en los urbanos.

2.   El acceso a la tierra y su distribución, que va desde minifundios que desembocan en problemas de manejo como la intensa erosión, a grandes establecimientos, que desarrollan extensas deforestaciones.

3.   La guerra, especialmente en Centroamérica, donde no sólo hay víctimas humanas, sino que el intenso bombardeo y uso de sustancias químicas, están alterando drásticamente el ambiente.

4.   La tecnología nuclear, ya que existen reactores funcionando o en proyectos avanzados en Brasil y Argentina; ya ha ocurrido un accidente grave en Brasil; existe un proyecto de un basurero nuclear en Argentina sobre la frontera con Chile.

Temas como éste justifican el creciente interés en los problemas éticos de parte de los grupos ambientalistas. La actual evolución de estos grupos, y estas nuevas preocupaciones, llevan a subrayar algunas características emergentes del movimiento, que son particularmente útiles a considerar en este análisis:

1.    Una situación reciente es que la mayoría de los gobiernos, y las agencias gubernamentales relacionadas, están ahora hablando públicamente sobre conservación de recursos naturales. Sin embargo, esto no quiere decir que estén desarrollando acciones efectivas.

2.    El movimiento ambientalista, cualquiera sea su tendencia, es aún una fuerza social menor en la región. Considerando este punto, y el anterior, surge la pregunta sobre si el tema ambiental está integrándose al aparato ideológico del Estado (tema actualmente en estudio).

3.    De cualquier manera, el movimiento ambiental latinoamericano, es saludable, y está en crecimiento. Además, es precisamente entre sus integrantes donde se pueden esperar nuevas ideas, especialmente entre los grupos contrahegemónicoss.

4.    Sin embargo, el movimiento continúa siendo muy diversificado, y no está coordinado. Las relaciones con otras grandes fuerzas sociales, es aún muy débil en muchos países. Tal vez una excepción fueron los movimientos de Causa‑R en Venezuela, o la participación ambientalista durante el retorno democrático de Brasil. También en muchos casos continúa existiendo una fractura entre lo que se dice, especialmente en público, y lo que se hace cada día.

ETICA SUPERFICIAL Y ETICA PROFUNDA

Estas posturas, y sus características me han llevado a reconocer, siguiendo la idea de A. Naess, entre las posturas éticas:

1. Ética superficial.

Restringe los valores únicamente a los humanos. Mantiene la distinción entre la práctica y los valores (esto es entre la ecología y la ética, la economía y la ética, etc.). Mantiene una visión parcial de la realidad, y considera a la Naturaleza al servicio del hombre, o que, los humanos pueden. desarrollar una «administración sabia» de la Naturaleza.

2. Ética profunda.

Los valores incluyen no sólo el dominio humano, sino también a las demás cosas, vivas o no vivas. Esta postura mantiene una aproximación holística de la realidad, reconociendo en ella complejas interrelaciones e interdependencias. Se reconoce una responsabilidad histórica del hombre, y se subraya la dimensión social de los comportamientos humanos.

Luego de este breve análisis parece necesario moverse a terrenos más concretos, y ejemplificar cómo es posible el tránsito desde una ética superficial a una ética profunda, más globalizadora. Considero que ese tránsito está estrechamente relacionado con nuestra concepción de la comprensión del mundo (especialmente la ciencia), y la manera de enseñar a comprender ese mundo (especialmente la educación). Seguidamente daré algunos ejemplos en este sentido.

LA ECOLOGIA SOCIAL

En el CIPFE se han desarrollado en el pasado programas de educación ambiental, que esencialmente se inspiraron en los promovidos por el WWF‑US. Los resultados de estos programas fueron muy pobres, en especial porque fuimos incapaces de comprender la complejidad de la vida diaria de las personas a las cuales nos dirigíamos. Tras esa experiencia se desarrolló un nuevo programa de trabajo, que caracterizamos como interactivo, y que desembocó en nuestra concepción actual de Ecología Social9. Las características principales del programa interactivo residen en permitir conocer cómo las personas perciben su ambiente, cómo interaccionan con él, cómo proponen manejarlo. Esto demuestra claramente que el trabajo ambiental es también un trabajo social.

Actualmente podemos resumir los postulados básicos de la ecología social, tal cual se está trabajando en el CIPFE, como:

1.    No puede haber un estudio científico natural sin un estudio científico social interrelacionado. Esto se basa en que el estudio de los ecosistemas también implica estudiar sus componentes sociales.

2.    Se deben estudiar procesos, y no hechos estáticos. La perspectiva histórica es fundamental: los ecosistemas tienen una historia, donde también participa el hombre.

3.    El trabajo ambiental es también trabajo social. La promoción de relaciones hombre‑ambiente‑alternativas necesariamente implica actuar a nivel del hombre, y consecuentemente en sus comportamientos y relaciones.

4.    El trabajo ambiental y social es con la gente, y no para la gente.

Esto es tan sólo el resultado de aproximaciones iniciales sobre estos problemas. De cualquier manera, sí se puede señalar que la situación actual de los movimientos ambientalistas latinoamericanos permite comprender que no existen objetivos últimos compartidos. Las metas aún no están claras. Sin embargo, situaciones de este tipo están emergiendo en varios otros campos, como por ejemplo en la economía y en la política. Así, se están enfrentando diversas escuelas que intentan recuperar un desarrollo a escala humana, y que plantean intensas discusiones que denuncian la separación entre la práctica y la ética. Esto apoya la idea de que los problemas enfrentados por los movimientos ambientalistas son síntomas de una enfermedad social más profunda.

Si sinceramente deseamos cambiar nuestras relaciones con la Naturaleza, esto necesariamente afectará al hombre, y consecuentemente modificará las relaciones de los hombres entre sí. Esto nos lleva al último punto del análisis.

LA DIMENSIÓN UTÓPICA

Es así que actualmente nos enfrentamos a una paradoja: en este tiempo presente sabemos que una utopía es posible; tenemos el conocimiento, la fuerza tecnológica y los recursos humanos para llevarla adelante, pero no tenemos un proyecto utópico a nuestro alcance, y carecemos de la fe esencial en la utopía. Creo que situaciones de este tipo explican la separación actual entre economía y ética, ecología y ética, política y ética, etc..

La utopía tiene el valor de mostrarnos, desde una realidad presente, el futuro imposible, indicándonos la dirección que debemos tomar. La utopía es la expresión de nuestros deseos y aspiraciones, reprimidos en la vida diaria. Aun más, si deseamos descubrir lo que es posible hacer, debemos también descubrir lo que es imposible. Aún no existe un proyecto utópico globalizador que sea al menos compartido por la mayoría de los grupos sociales, incluyendo a los ambientalistas. Lamentablemente no puedo presentar un proyecto de utopía, y sólo puedo sugerir algunos puntos que me parecen fundamentales en esa búsqueda: libertad, práctica democrática cotidiana y un nuevo orden social. Concibo la práctica democrática como acciones cotidianas, y no el mero voto de tiempo en tiempo. Por otro lado, resulta obvio que es imposible tratar temas ambientales si existen restricciones a la libertad. Creo que la ecología social puede dar respuestas más concretas en este camino, en tanto parte de la totalidad dinámica de la realidad. Así, se propone un trabajo integrado de una práctica, investigación y enseñanza, lo que puede desencadenar borradores de un proyecto utópico. Cualquiera de estos puntos, en la medida que alteran las relaciones entre los hombres, pueden permitir avanzar por un nuevo estilo de desarrollo, a escala humana y ambiental. Aquí continúa residiendo el desafío de nuestras ideas, y está en nosotros la búsqueda de esa utopía.