Discurso desde la Suma de Santo Tomás.

MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO b) (30)                                                               

VIDA, PASION Y MUERTE DE CRISTO.

JESUS MURIO CRUCIFICADO.     

                                              

Después que santo Tomás ha meditado y reflexionado sobre la vida oculta de Cristo, su nacimiento, su manifestación a los pastores y a los magos y su circuncisión en las cuestiones 36 y 37 de la tercera parte, y en la 38, 39; después de estudiar la vida pública con el Precursor del Señor y con su Bautismo, a partir de la cuestión 40, profundiza en la vida del Salvador, en las tentaciones de Cristo, en sus enseñanzas y milagros, en la transfiguración, en la pasión, y en la muerte de cruz y sepultura del Señor. Cuando en el Jordán, tras el forcejeo verbal con Juan, es bautizado Jesús, desciende sobre El el Espíritu Santo en forma de paloma, la voz del Padre desde el cielo proclama que él es "mi Hijo amado" (Mt 3, 13). Esta es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios, en que aparece entre los pecadores, como el Siervo Paciente (Is 53, 12), y como "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", con lo que ella anticipa el "bautismo" de su muerte sangrienta y se somete, por amor, al designio del Padre.

           

TENTACIONES DE JESUS EN EL DESIERTO

Para prepararse a la vida pública, Jesús, impulsado por el Espíritu, va al desierto, donde es tentado por el diablo, para poner a prueba su fidelidad a Dios. Jesús rechaza las tentaciones, que resumen las de Adán en el paraíso y las de Israel en el desierto, y construyen, con su victoria ante el tentador, la fidelidad en tercera instancia, y anticipan la definitiva victoria en la cruz, del hombre nuevo. Cristo manifiesta cómo va redimir al mundo por la obediencia al Padre, y no con gestos espectaculares, como después enseñará a sus discípulos que, con Pedro, se escandalizarán de la cruz. Los milagros de Jesús, por los que libera a algunos hombres de los males terrenos del hambre, de la injusticia, de las enfermedades y de la muerte, son signos mesiánicos, que profetizaban la liberación de la esclavitud del pecado. "El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían." Marcos 1,12. Literalmente en esta región del desierto del Jordán viven todavía bestias salvajes: víboras, cabras silvestres, gacelas y águilas, e incluso por la noche se oyen los aullidos de hienas y chacales; y en tiempo de Eliseo había en los bosques desde Jericó a Betel, osos rugientes (Re 2,24). Marcos alude a los cuarenta años del desierto. Israel creía que la acción del Mesías se desarrollaría en el desierto y que allí se repetirían las experiencias—tenta­ciones—del éxodo. De ahí la relación de que Jesús vivió entre bestias salvajes, que rima con las serpientes que atacaron a los israelitas en el desierto y con la alimentación prodigiosa del maná, en este caso servido por los ángeles, designado así en el libro de la Sabiduría, como  «pan de los ángeles». Típicamente, como Cristo, el Mesías, anuncia una creación nueva, se explica también la pacificación del reino animal, como rasgo evocador de la victoria mesiánica. Tanto más, cuanto que la Escritura van unidos el anuncio de la nueva creación y la del nuevo éxodo, Por eso Marcos alude a la restauración de la paz paradisíaca, describiendo a Jesús viviendo en compañía de las fieras, sin tenerles miedo, como una confirmación del salmo 91 que, aunque se aplica al hombre que domina fácilmente el mundo inferior cuando vive en amistad con Dios y triunfa del mal moral, es más propio del Mesías, que, cuando fue bautizado por Juan, oyó la voz del Padre: "Tú eres mi Hijo, el amado, en tí me complazco" (Mc 1,11).

           

CRISTO CRECE EN EDAD, EN SABIDURIA Y EN GRACIA

 Si Jesús ha ido creciendo en edad, en sabiduría y en gracia, éste es un momento de un gran crecimiento. Mientras Juan lo bautizaba, ha oído la afirmación del Amor del Padre. Ha oído que el Padre se complace en El. Ha experimentado que el cariño de su Padre por él es inmenso e infinito, torrentera plena de felicidad, e inefable, porque si siempre es costoso e imposible describir los sentimientos personales, la impotencia aumenta cuando éstos provienen del cruce gratuito de la infusión mística. Las palabras de amor del Padre confirman sus interrogantes, le afirman en su vocación, le hacen más disponible, pues también su disponibilidad ha ido creciendo, porque es gracia, y "ha ido creciendo en gracia" (Lc 2,52).

Todos sicológicamente, necesitamos ver afirmada y reafirmada nuestra vocación, aceptadas nuestras cualidades, reconocida nuestra actividad, garantizada y autentificada nuestra empresa. Y si el reconocimiento procede de una persona cualificada, o de la entera comunidad, o del grupo de nuestros amigos, experimentamos seguridad, crecemos en entrega, y nos dedicamos a ella con mayor ilusión y empeño. El reconocimiento potencia y multiplica la dedicación y la entrega. Así como la falta del reconocimiento la frena y la paraliza. Y más cuando esas palabras son de cariño generoso, auténtico y verdadero, nada menos que de un padre.

Jesús, apenas ha escuchado estas palabras del Padre, empujado por el Espíritu, se ha ido al desierto a contemplarlas, como cuando un Superior nos ha dicho alguna palabra trascendental, deseamos meditarla, rumiarla, saborearla, medir su trascendencia y hasta su tono. Que resuene de nuevo. Necesitamos estar solos.

Jesús ha sido empujado por el Espíritu al desierto, a la soledad, para contemplar las Palabras del Padre: "Tú eres mi Hijo", "el Amado", "el Padre se complace en mí". Soy su Hijo querido, se Amado, sus Delicias, no puede vivir sin Mí. Jesús es dócil al empuje, a la moción del Espíritu. Y se va con El solo, a rumiar sus palabras que le resuenan como un eco celestial, y a planear cómo se lo transmitirá a sus hermanos, los hombres, a quienes lleva tatuados en su corazón y por quienes ha descendido del cielo, para compartir con ellos la felicidad del Amor del mismo Padre. Nosotros debemos también ser dóciles al Espíritu que nos llama al Exodo, al desierto, al recogimiento, a la escucha de la Palabra, a la oración.

 

EL ESCENARIO DE LAS TENTACIONES

Con este impulso interno del Espíritu Santo que acababa de descender sobre él en su bautismo, Jesús se retiró al desierto llamado hoy el Monte de la Cuarentena, situado a unos 500  metros sobre el valle de Jericó. Hoy se pueden seguir los pasos de Jesús desde el río Jordán hasta el Qarantal, trepando media hora por un sendero pedregoso y bordeando profundos barrancos, donde no hay ni un árbol, ni un solo matorral. Jesús va a comenzar su actividad de apóstol y está decidido a actuar con plena normalidad. Después de la preparación remota de largos años de oscuridad, humildad y pobreza, en el ámbito de una familia totalmente normal, la preparación inmediata en el desierto de Judea, a donde se dirige desde el Jordán, cerca de Jericó, montaña arriba, escarpada e inhóspita. Me encanta imaginar a Jesús trepando por aquella empinada  y abrupta ladera con el esfuerzo parecido al que a nosotros nos supondría la subida, sudando, -el monte está a mas de 1000 m bajo el nivel del mar-, y sentir el jadeo de su respiración. Y oir el rodar de las piedras desprendidas por sus pies hasta las profundidades de la sima, y escuchar el eco de su rebote. Una vez en la cumbre, Jesús busca un lugar donde vivir durante cuarenta días, y comienza su oración intensa, concentrada y silenciosa, en aquella soledad, sin comer ni beber nada. Hoy sólo hay rocas y grutas donde se retiraron en otros tiempos muchos anacoretas. Allí en la ladera existe un convento de monjes greco-ortodoxos, y una gruta donde, según la tradición, vivió Jesús durante los cuarenta días de su Cuaresma. Desde la cumbre de ese monte se divisa un extenso panorama: las lejanas montañas de Galaad y de Moab, y los valles del Jordán y del mar Muerto.

 

DIFERENTES SENSIBILIDADES DE LOS EVANGELISTAS

 Marcos narra las tentaciones de Jesús telegráficamente. Mateo y Lucas, concretarán las circunstancias y los temas. A Marcos le ha interesado más subrayar el retiro de Jesús como preparación a su vida activa, como se nota en otros lugares de su evangelio. Se descubre la catequesis del pastor Pedro, preocupado por la actuación de los corderos y de las ovejas: “Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia”. Quiere poner de relieve que Jesús antes de ir al encuentro con el pueblo, se retira en el desierto buscando la intimidad con el Padre. Intencionadamente destaca estos retiros de Jesús “al desierto” como lugar de comunicación íntima con el Padre, condición indispensable para los pastores. Cuando expuso la jornada de Cafarnaúm, anotó que después de aquel día agotador, Jesús “se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar”, y que desde allí emprendió su primera gira por Galilea (Mc 1,39). Otro día invitó a sus discípulos a retirarse con él a un lugar apartado (Mc 6,31) no sólo en busca de reposo necesario, sino como medio de recuperar fuerza en tranquila comunicación con el Padre (6,46). Y esta actitud es un programa esencial.           

 

ELECCIÓN DE LOS DISCÍPULOS

Jesús eligió discípulos, a quienes formó y amó y transmitió sus poderes. Confió a Pedro el poder de las llaves del Reino de los cielos y la misión de apacentar las ovejas, como signo del Buen Pastor. Cuando, después de la confesión de Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo", "comenzó a decirles a los discípulos que él debía subir a Jerusalén, y ser desechado y sufrir y ser condenado a muerte y ejecutado y resucitar al tercer día", Pedro se resistió (Mt 16 22). Y, para animar a sus discípulos que, ni entendían ni querían entender, porque tenían mentalidades mesianistas, y porque amaban a Jesús y también, por lo que a ellos les podía tocar, Jesús se transfigura ante Pedro, Juan y Santiago. El Padre le avala, le proclama su Hijo, su elegido, y les manda que le escuchen. Durante un instante, Jesús ha manifestado su divinidad y ha probado que, para entrar en su gloria, es necesario pasar por la cruz, en Jerusalén. El Doctor Angélico, que reflexiona detenidamente en la Suma los Misterios, al llegar a este punto, citando a san Lucas 24, 26, "Era preciso que Cristo padeciese todo esto para entrar en su gloria", termina diciendo con san Beda: "Piadosamente proveyó que, mediante la breve contemplación del gozo eterno, se animasen a tolerar las adversidades". "Era necesario que el Mesías padeciera".

 

OBEDIENCIA DE CRISTO

Los hombres hemos desobedecido a Dios, Cristo contrarrestará con su obediencia nuestra desobediencia. Así lo escribe San Pablo: "Como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos" (Rm 5, 19). El amor de Jesús hasta el extremo confiere su valor de redención y de reparación, de expiación y de satisfacción, a su propio sacrificio. Ningún hombre era capaz de tomar sobre sí los pecados de todos y de ofrecerse en sacrificio por todos. Unicamente Cristo, Persona divina y por tanto con valor infinito en sus actos, porque estos se atribuyen a la persona, siendo también perfecto y verdadero hombre, y Cabeza de todos los hombres, ha podido ofrecer su sacrificio, como Redentor del hombre.

           

LA “KENOSIS” DE CRISTO

El enorme teólogo Von Balthasar, uno de los pocos que han tratado a fondo la "kenosis" de Dios, pues desde 1500 no se ha profundizado teológicamente este misterio, cita a Isaías 24, 17-23, al evocar la muerte de Dios. Si Dios muere, todo muere; si la palabra de Dios calla, todo el mundo calla (Mysterium Salutis III, II). ¿Para qué se derramó tanta sangre?, pregunta san Gregorio Nazianceno. Sin el pecado, Jesús no hubiera muerto. Y si la muerte de Jesús es la finalidad de la manifestación de Dios, entonces el pecado es necesario para esta manifestación. ¡Feliz culpa que nos mereció tal Redentor! El misterio de la Pasión es la revelación de Dios que se anonada. Cuando Dios sirve, cuando lava los pies a sus criaturas, revela su íntimo ser.

Pedro se rebela y protesta frente a la humillación de Cristo, porque no comprende, y tuvo que ser especialmente formado por Jesús, para poder llegar a conocer a Dios y a sí mismo, pues había de ser pastor. Pedro se ve deslumbrado por el hecho inconcebible de la Pasión. Veámoslo. Cuando Jesús caminaba sobre las aguas, Pedro le dijo: "Señor, mándame ir a tí sobre las aguas. "Ven", le dijo Cristo (Mt 14, 28). Caminar sobre las aguas, es una acción propia de Yahvé. Pedro pudo pensar: ¿Acaso no nos ha comunicado Cristo sus poderes para expulsar demonios y curar enfermos? Pedro querría participar de la potencia de Jesús, pero no sabe que eso significa participar en sus pruebas, es decir, soportar el viento y el furor de las olas encrespadas-. Le pareció fácil caminar sobre el agua. Pero cuando arreció el viento, gritó, y se hundía. Presumía porque no se conocía, y se consideraba capaz de participar de la debilidad de Dios.

           

LA MUERTE DESHONROSA

Cuando Jesús se dirige con los discípulos al huerto de los Olivos: "Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas"(Mt 26, 31), le dice Pedro: "Aunque tuviera que morir contigo, no te negaré" (Ib 35). La idea que los discípulos tenían de Dios era totalmente veterotestamentaria. Porque nadie tiene la idea verdadera de Dios, hasta que no ha conocido al Crucificado. Pedro habla de morir, pero lo entiende de una manera heroica, la muerte del mártir con la espada en la mano, como los Macabeos, pero no entiende morir humillado, en silencio, en el escarnio público. Pedro y los demás se duermen. Aunque Dios se les está revelando, no están maduros para aceptar su revelación: Sienten miedo ante Jesús que se asusta. Tienen los ojos cargados. Jesús tiene que orar solo. Le ven la cara tan asustada, angustiada, y aparece la duda - ¿pero éste es el Mesías? ¿Cómo puede Dios manifestarse en un hombre tan pobre? -Este Jesús que se humilla, que parece un guiñapo, que camina con inseguridad, los desconcierta cada vez más, derrumba su esquema mental, su idea de cómo Dios debe manifestarse y debe salvar a un hombre que le ha sido fiel, que es su Cristo. Este titubear de Pedro se viene abajo cuando llega Judas y besa a Jesús. Pedro hizo el último intento de morir como un héroe: sacó la espada. Y Jesús le desautorizó. ¿Por qué no vienen ahora esas legiones de ángeles? ¡Jesús no reacciona! Y Mt 26, 56 dice: "todos le abandonaron". Pedro lo seguía de lejos. Pedro negó. Cantó el gallo (Ib 70). "Jesús se volvió, miró a Pedro y Pedro se acordó de la palabra del Señor y lloró amargamente" (Lc 22, 61). Reflexionaría Pedro: Jesús lo sabía todo. Luego ese es el plan de Dios. La mirada de Jesús engendra a un Pedro nuevo, que comienza a intuir, entre lágrimas, que Dios se revela en Cristo abofeteado, insultado, negado por él, y que va a morir por él, cuando era él el que quería morir por Jesús. Así es como Pedro entra, por medio de esta laceración y humillación, en el conocimiento del misterio de Dios a través de la ignominia de la cruz.

           

EL MISTERIO DEL SUFRIMIENTO

Hay que aceptar la debilidad de Dios y la Pasión como manifestación del amor de Dios, como la obra de Dios por excelencia. Hay que meditar la Pasión y la Muerte del Hijo de Dios en toda su terribilidad. Contemplando la Pasión en su dimensión trinitaria, aparece la revelación definitiva de Dios. Hasta la Pasión, la revelación del misterio de Dios era incompleta. El Dios del A. T. es verdad, pero no toda la verdad completa. La verdad plena de Dios es ver a Dios que se hace débil, Dios vida que entra en la muerte. El Padre que entrega al Hijo y el Hijo entregado, traicionado por los hombres y entregado por el Padre a los hombres.

Es el misterio del abandono, de los hombres y del Padre y toda la desolación interior, que los hombres que aman a Dios sufren a veces larga y amargamente. San Juan de la Cruz, lo vive y lo describe como "Noche oscura", con sus grados, hasta el puro infierno. Isaac de Nínive habla de un infierno mental, de gustar el infierno, de situación de abandono: "Un hombre en esa situación cree que no puede cambiar ya su vida, ni que algún día pueda encontrar la paz. La esperanza en Dios y el consuelo de la fe desaparecen completamente de su alma, y se encuentra continuamente llena de duda y angustia".

           

LA RECONCILIACION POR EL DOLOR DEL AMOR

Los Místicos de Occidente, desde San Bernardo, "con el abandono de la esposa", comentando el Cantar de los Cantares, hasta Angela de Foligno y Rosa de Lima, quien a diario se veía visitada por terribles tinieblas del espíritu y del sentimiento, que la angustiaban hasta el extremo de que no sabía si estaba en la tierra o en el infierno y sollozaba bajo el tremendo peso de las tinieblas. Su voluntad tiraba hacia el amor, pero se quedaba quieta y paralizada como el hielo. Su memoria se esforzaba por recordar sus anteriores consuelos, pero en vano. Se adueñaban de ella terror y angustia, y gritaba, Dios mío... ¿por qué me has abandonado? Pero nadie respondía... Y lo peor es que parecía que sus males iban a durar eternamente, que no se vislumbraba el final de sus miserias y que un muro de bronce le imposibilitaba salir del laberinto. Ignacio en Manresa, sufrió la tentación de tirarse al pozo por el horror de la desolación, y analiza este estado, en sus EE, 317. Santa Teresa en las moradas sextas roza vivencias de infierno. Teresita se ve en el túnel...de una noche que desemboca en la nada. De Raïsa escribe su esposo el filósofo Maritain: "Durante todo ese tiempo fue implacablemente destruida, como a hachazos, por ese Dios que la amaba a su manera terrible y cuyo amor sólo es dulce a los ojos de los santos o de los que no saben lo que dicen".

           

EL ABANDONO DE CRISTO VIVIDO POR LOS MIEMBROS MAS VIVOS

A través de estas experiencias, se puede intuir algo del misterio del abandono de Cristo. Esta noche oscura suele proceder de una ofrenda generosa, como la Ofrenda de Teresita al Amor. En el A. T. existen las experiencias de abandono de Dios que encontramos en muchos salmos. Pero sólo quien ha experimentado al Dios de la Alianza, sabe lo que significa sentirse abandonado por El. No se puede expresar con palabras, pero algo intuimos siguiendo la vía trinitaria en la contemplación de la Pasión. Pueden estas intuiciones convertirse en realidad muy dramática en la oración personal y comprendemos que muchos estados de ánimo de los que no lográbamos darnos cuenta, son en el fondo experiencias de abandono, a través de los cuales Jesús nos pide que entremos en un conocimiento más vivo de su Pasión.

           

ANTE LA PARADOJA, LA METANOIA. DEL DIOS FUERTE AL DIOS DEBIL

Desde el Génesis y el Exodo, Dios es un Dios fuerte, que hace lo que quiere, para quien nada es imposible, capaz de exterminar a los Egipcios, devorar con el fuego a los pecadores, que arranca los cedros del Líbano, que hace temblar las montañas como cabritos que saltan en los prados. El AT educa según una fuerza irresistible de Yavé. ¿Quién podrá resistir ante El? Del AT se desprende que esta fuerza es característica de Dios, Dios no puede renunciar a ella sin renunciar a ser Dios, porque es el fuerte, el poderoso, lo es por su naturaleza. En el AT se manifiesta la ira de Dios. Dios odia y destruye el mal. Su fuerza ante el mal se convierte en la ira de Dios. Ante estas verdades del AT aparece Jesús, tan difícil de asimilar por los Apóstoles, el Hijo amadísimo, el predilecto, es pobre y débil, se retira ante los fariseos, deja que crezca su odio contra El. Jesús no se hace propaganda. Sus hermanos le decían: "Muéstrate al mundo". El no sabe hacerse de valer. Esto hacía vacilar a sus discípulos. Por eso en la pasión ellos están pensando que este hombre no es fuerte, que les obliga a ceder, a alejarse. Les ha dicho que quiere hablar al mundo, pero no emplea los medios. Isaías había escrito: "No gritará, no levantará la voz, no disputará, ni gritará, ni se oirá su voz en las plazas". No usará los medios para impresionar a las multitudes. Es manso, no es prepotente, sino tímido. He aquí la paradoja de la fuerza de Dios, que se manifiesta débil, que viene para destruir el mal, pero parece tener una voz tan débil que puede ser sofocada por el mal. Dios se revela en él. Pero el misterio sigue: Dios tiene poder para destruir el mal, sin embargo aquí tenemos a un hombre, Jesús, que no es capaz de hacerse valer, que no quiere imponerse, que tolera a sus enemigos y que no los derrota; que no combate la injusticia aplastándola, al contrario, se retira y permite que prevalezca la injusticia, y que sea ella la que alce la voz. "No romperá la caña cascada", pero él sí será roto, por esta debilidad suya; "no apagará la mecha humeante", pero otros le apagarán a él por no haberse impuesto. Este Dios que se manifiesta aquí, deja que le insulten, le escupan, se burlen de El y que le desafíen: "Si eres el Hijo de Dios, sálvate a tí mismo" (Mt 27, 40). Aquí entramos en la paradoja misteriosa, en la que vivimos en este mundo: triunfa el injusto, y el justo es oprimido, vejado, humillado, postergado y escarnecido.

 

TAMBIEN NOSOTROS VIVIMOS LA PARADOJA DE LA DEBILIDAD DE DIOS

Nosotros mismos vivimos el misterio de la debilidad de Dios. La debilidad de Dios manifestada en la parábola de la viña Mt 21, 33. El amor y el deseo de promover a los labradores pierden al amo de la viña. El Padre entrega a su Hijo a los labradores, porque quiere darles confianza hasta el fondo. Pero el dueño no es débil: Cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores? Les impondrá dura muerte. La cruz pues no es sólo poder de Dios, es también juicio terrible, pero puede serlo precisamente porque es la prueba de que Dios quiere libres a los hombres y de que quiere darles la posibilidad de expresar su propia libertad en su servicio. Al darles esa libertad, les da también la posibilidad de rebelarse. 

Cuando se lee el sermón de la montaña, resulta casi inconcebible tener que entregarse inermes al enemigo. ¿Cómo puede llegarse a eso? He ahí al Padre que entrega a su Hijo al enemigo, no como enemigo, sino esperando que comprendan, "respetarán a mi Hijo".

Santa Teresa, que había leído y meditado intensamente la vida y la pasión y muerte de Cristo, al tiempo de escribir sus obras, la resume toda en el amor que el Padre nos tiene para entregarnos a su Hijo, que culmina en la Pasión y en la muerte, y su magisterio de oración lo resume en ir siguiendo paso a paso los misterios de la Redención, lo que el Señor pasó por nosotros, su gran anonadamiento e ignominia, su tortura y su amor: "Pensando en la sagrada pasión, pensamos muchas más cosas de fatigas y tormentos que allí debía de padecer el Señor de las que los evangelistas escriben". "¡Oh, Jesús mío! Cuán grande es el amor que tenéis a los hombres... pues con tanta sangre vemos demostrado el amor tan grande que tenéis a los hijos de Adán". Y este amor es la causa de la debilidad de Dios que muere por los hombres y quiere encarnarse en los pequeños y en los débiles, en la Iglesia, en la comunidad y en la historia.

JESUS MARTI BALLESTER