DISCURSO DE LLEGADA A AUSTRIA, SALZBURGO

VIERNES 19 DE JUNIO DE 1998

DISCURSO N. 1

Señor presidente:

1. Con alegría piso nuevamente la tierra de Austria y saludo de corazón a todas las autoridades públicas que me honran con su presencia. Al mismo tiempo, expreso mi saludo a todos los ciudadanos de este país tan hermoso, que tengo la oportunidad de visitar por tercera vez como Obispo de Roma.

Señor presidente, le agradezco vivamente su cordial saludo. Con sentimientos de estima fraterna me dirijo a los obispos de este país, dándoles las gracias por haberme invitado de nuevo a visitar la República austriaca.

Pax! Pax vobis! Os saludo con el deseo del Resucitado: ¡La paz esté con vosotros! ¡Paz a vuestro país! ¡Paz a la Iglesia en Austria! ¡Paz a las comunidades y a las parroquias, paz al corazón de todos los austriacos! ¡La paz esté con todos vosotros!

El patrimonio cristiano

2. La verdadera paz nace del corazón. "Tú estás en medio del continente como un corazón fuerte", dice vuestro himno federal. En los últimos años este país en el centro de Europa se ha unido a la comunidad de los que se han puesto en camino hacia una meta común: la unificación del continente. Para edificar la nueva Europa hacen falta muchas manos, y sobre todo muchos corazones, que no sólo palpiten por la carrera y el dinero, sino por el amor a Dios y al hombre. Abrigo la esperanza de que el corazón de Europa permanezca fuerte y sano. Precisamente por esto, pido a Dios que el pensamiento y la acción de todos los austriacos estén inspirados por la firme voluntad de respetar la dignidad de cada persona y de aceptar la vida sin reservas en tod as sus formas y fases. En efecto, entre las riquezas del patrimonio cristiano el concepto del hombre es lo que más profundamente ha influido en la cultura europea.

Para proyectar correctamente una casa hace falta un instrumento de medida adecuado. Quien no conoce la medida, no logra el objetivo. Los constructores de la Casa europea cuentan con la imagen del hombre que el cristianismo infundió en la antigua cultura del continente, creando los supuestos sobre los que se ha podido actuar con la creatividad que todos admiran. Por consiguiente, el concepto del hombre creado a imagen y semejanza de Dios no es una pieza de museo; por el contrario, representa la clave de bóveda de la Europa actual, gracias a la cual las múltiples piedras, que son las diversas culturas, pueblos y religiones, pueden mantenerse unidas para la construcción del nuevo edificio. Sin este criterio de medida, la Casa europea en const rucción corre el peligro de desplomarse, sin perdurar.

Unidad en la pluralidad

3. Con estos sentimientos, extiendo la mirada, más allá de las fronteras de este país, hacia toda Europa, hacia todas las naciones de nuestro continente, con su historia, desde el Atlántico hasta los Urales, desde el mar del Norte hasta el Mediterráneo. Austria, en particular, ha compartido las vicisitudes de Europa, ejerciendo un influjo decisivo. De modo ejemplar, muestra que múltiples etnias pueden convivir en un espacio reducido, con un intercambio fructuoso, colaborando creativamente para construir la unidad en la pluralidad. En el actual territorio austriaco, pequeño en comparación con otras naciones, han arraigado las características de los celtas y de los latinos, de los germanos, de los húngaros y de los eslavos, y se trata de car acterísticas que perduran en la población. Así Austria se ha convertido en el espejo y el modelo de la Europa unida que no quiere marginar a nadie, sino dar espacio a todos.

El fuego del Espíritu

4. Veni, Creator Spiritus! ¡Ven, Espíritu Creador!

Esta súplica resonará como un estribillo en los próximos días, que tendré la oportunidad de pasar en vuestro amado país. En efecto, durante los próximos tres días perteneceré a Austria.

"¡Ven, Espíritu Creador, y enciende en nosotros el fuego de tu amor!". Con esta oración quiero expresarle a usted, señor presidente, y a vosotros, queridos hermanos en el episcopado, mi viva gratitud. Mientras esperamos con alegría vivir nuestra comunión de fe y alabanza a Dios, repito a los queridos habitantes de esta tierra mi saludo: ¡La paz esté con vosotros!


HOMILÍA DE LA MISA EN SALZBURGO

VIERNES 19 DE JUNIO DE 1998.

DISCURSO N. 2

"El Señor es mi pastor: nada me falta" (Sal 23, 1).

1. Las palabras que el salmista refiere al Dios de la antigua alianza, podemos hoy dirigirlas al Verbo de Dios encarnado, nuestro pastor: "El Señor es mi pastor: nada me falta". Con gratitud contemplamos los múltiples frutos de la fe, que se ha desarrollado en esta región como árbol fuerte y ha hecho historia: "Alégrate, Juvavum, porque en las orillas de tus aguas el Señor ha plantado árboles que nunca dejarán de dar fruto" (Primera antífona del Oficio de lectura de la fiesta de San Ruperto y San Virgilio).

Aquí la luz de la fe comenzó a brillar por primera vez hacia fines del siglo V, cuando llegó a esta región el famoso misionero Severino, mientras las antiguas provincias romanas ya se estaban descomponiendo. Debían pasar más de dos siglos antes de que otro buen pastor, procedente de la ciudad de Worms, en el Rhin, encontrara el camino que llevaba a la pequeña ciudad sobre el río Salzach, en gran parte destruida: aquel obispo itinerante se llamaba Ruperto. Construyó iglesias y centros estratégicos de espiritualidad. El primer templo fue dedicado al apóstol Pedro.

En el año 739, san Bonifacio, en calidad de legado del Papa para Alemania, erigió cuatro diócesis: Ratisbona, Passau, Frisinga y Salzburgo. Hoy se encuentran entre nosotros pastores de estas antiquísimas Iglesias. Por eso, saludo en particular al arzobispo Georg Eder, que nos acoge en su diócesis; al cardenal Friedrich Wetter de Munich y Frisinga; a mons. Manfred Müller, obispo de Ratisbona, y a mons. Franz Xaver Eder, obispo de Passau.

Esta Iglesia de Salzburgo es antigua e ilustre. Como sabéis, hace 1200 años, la primera catedral, consagrada por el santo obispo Virgilio, procedente de Irlanda, fue elevada por el Papa León III a la categoría de sede metropolitana.

Los momentos destacados del pasado nos impulsan hoy, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, a entonar precisamente el Te Deum dando gracias al Señor, buen pastor, que ha llevado sobre sus hombros a Salzburgo a través de los siglos: "El Señor es mi pastor: nada me falta".

2. Este día, en que el Sucesor de Pedro tiene la oportunidad de visitar por segunda vez "la Roma germánica", no sólo está dedicado a evocar el recuerdo de un gran pasado. Quiere suscitar en cada uno el compromiso de una sincera renovación en la fe y de una generosa coordinación de las fuerzas propias con las de los demás creyentes, con vistas a la nueva evangelización.

Al decir esto, mi mirada se extiende a lo largo de todo el territorio de la región de Salzburgo. Saludo al señor Thomas Klestil, presidente de la República de Austria. Doy una cordial bienvenida también a los numerosos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio que han venido de Austria y de las naciones limítrofes, así como al cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, y a mons. Johann Weber, obispo de Graz-Seckau y presidente de la Conferencia episcopal austriaca.

A la luz de la actividad misionera de cuantos nos han precedido, tomamos nueva conciencia de que la fe no puede quedar confinada a los templos. La debemos llevar a nuestro mundo, pequeño y grande. El compromiso misionero tiene una larga tradición en esta sede metropolitana. Los obispos de Salzburgo, como buenos pastores, llevaron el mensaje evangélico hacia el este, a Bohemia, Moravia y Hungría, y enviaron sus colaboradores como misioneros hasta Maribor, en el Drava, y hasta Bressanone, Lech y el Danubio.

Hoy la diócesis madre tiene una extensión más reducida. Pero en las piedras de esta venerable catedral y en la antigua fortaleza ha quedado grabado lo que Salzburgo fue en la historia y lo que deberá seguir siendo también en el futuro: un centro misionero, que irradie su influjo más allá de los confines de la diócesis y del país.

Tú, Salzburgo, ciudad construida sobre el monte, llevas la sal en tu nombre: ojalá que tus habitantes sigan haciendo suya, en la fe, la sal del Evangelio, confirmándolo con su testimonio. Recuerda la consigna que te transmitió la historia: difundir la sal del mensaje salvífico en toda la región circundante.

Tú, sede del "Primas Germaniae", has recibido de la historia una especie de primado misionero: que tus fieles sean siempre conscientes de la responsabilidad que ese privilegio implica.

Tú tienes una misión que realizar con respecto a los hombres que buscan el camino que lleva "hacia fuentes tranquilas". Ojalá que, por el testimonio de tus fieles, encuentren a Aquel que sabe guiarlos por el camino recto hasta "descansar en verdes praderas" y reparar sus fuerzas (cf. Sal 23, 2.3). "El Señor es mi pastor: nada me falta".

3. "Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo" (Sal 23, 4). Somos conscientes de los peligros que acechan en las cañadas profundas y oscuras. La imagen geográfica refleja plásticamente ciertas situaciones del espíritu. También el alma se halla expuesta al peligro de los abismos llenos de asechanzas. Conocemos las tinieblas oscuras de las desilusiones, de los fracasos, de las dudas en la fe. Los que ponen su confianza en Dios encuentran apoyo y seguridad en la protección del buen Pastor: "Tu vara y tu cayado me dan seguridad".

No podemos menos de ver en estas palabras de la Escritura una alusión a la función magisterial encomendada por Cristo a los pastores de la Iglesia. El Magisterio no es una invención humana para ejercer dominio sobre las almas. Cristo mismo nos confió esta misión para que su palabra divina pueda ser propuesta nuevamente por labios humanos, convirtiéndose para el hombre en "vara y cayado", orientación y apoyo.

Queridos hermanos y hermanas, impulsado por la conciencia de las tareas vinculadas con el oficio de Sucesor de Pedro, he venido a Austria para traeros mi palabra de aliento y estímulo. Os agradezco vuestra presencia, que pone de manifiesto vuestra adhesión a Cristo. Como el pastor de la parábola evangélica lleva sobre sus hombres a la oveja, en los meses pasados os he llevado con particular afecto en mi corazón.

¡El corazón del Obispo de Roma late por todos vosotros! No abandonéis el rebaño de Cristo, buen pastor. No salgáis de la Iglesia. Más bien, entrad en ella, para llevar la buena nueva, capaz de iluminar incluso las tinieblas de nuestra vida: "El Señor es mi pastor: nada me falta".

4. Aprovecho de buen grado esta ocasión para expresar mi estima a todos los que trabajan incansablemente para renovar las comunidades parroquiales, pues constituyen "la Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas" (Christifideles laici, 26). Es realmente digno de elogio que, después del concilio Vaticano II, se haya desarrollado una amplia gama de servicios, a los que dedican mucho tiempo con generosidad numerosos laicos, asumiendo la corresponsabilidad que les compete en virtud del bautismo y la confirmación.

La diversidad de funciones hace a veces difícil encontrar el mejor camino para el diálogo y la cooperación. En el rebaño del buen Pastor, tener igual dignidad no significa igualdad de oficio y de actividades. Las tareas particulares del ministerio episcopal y sacerdotal no pueden simplemente pasar a los laicos. Viceversa, los pastores deben respetar el papel específico de los laicos. Por consiguiente, los laicos no deben delegar sus tareas a los sacerdotes, a los diáconos o a las personas llamadas a colaborar. Sólo si cada uno asume su misión específica el pastor podrá avanzar hacia la meta juntamente con su rebaño.

Queridos hermanos laicos, deseo expresaros mi profunda estima. Vuestro compromiso no tiene precio, que pueda medirse con dinero. Sin vosotros las comunidades parroquiales no sólo serían más pobres; también les faltaría algo esencial. Por tanto, os pido que sigáis realizando con generosidad vuestro apostolado como lectores o como ministros extraordinarios de la Eucaristía, como miembros del coro y de los grupos de oración, o como catequistas que preparan a los niños y a los adolescentes para la primera comunión y para la confirmación. Deseo animar explícitamente a los laicos a colaborar íntimamente con sus sacerdotes.

Asimismo, quisiera subrayar la importancia de los consejos parroquiales, en los que se examinan y resuelven "reflexionando en común" los problemas pastorales (cf. Apostolicam actuositatem, 10). Tened la audacia del diálogo en vuestros organismos.

No puedo por menos de mencionar los numerosos hombres, y especialmente las numerosas mujeres, que se sacrifican silenciosamente, pero con gran espíritu de abnegación en el campo de la caridad. Se ocupan de las personas ancianas, enfermas y solas. De este modo hacen que precisamente los más desafortunados en la vida puedan comprender lo que significa: "El Señor es mi pastor: nada me falta".

5. "Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos" (Sal 23, 5). Incluso cuando no hay persecuciones violentas, la tarea del testimonio de los cristianos no es fácil. A menudo, afrontan la indiferencia de la gente, tan dura como la hostilidad. Así sucede que el sacerdote y sus colaboradores preparan con celo la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, pero luego tienen la desilusión de constatar que el número de los convidados que aceptan la invitación es cada vez menor. La mesa del bienestar y del consumismo parece más atractiva. Por eso, son muchos los que hoy viven como si Dios no existiera. Se mantienen diversas formas de religiosidad popular, pero les falta el fundamento de una convicción personal. Así, corren el peligro de agostar se frente a la creciente secularización. La indiferencia con respecto a la herencia cristiana es tan peligrosa como el odio abierto.

Solamente una nueva evangelización podrá asegurar la profundización de una fe auténtica, capaz de transformar en fuerzas liberadoras las tradiciones recibidas.

?Disponemos aún de recursos suficientes para poder vivir gracias a ellos? ?Dónde están las fuentes a las que podemos acudir? Vosotros, cristianos de Austria, sabéis dónde se hallan estas fuentes.

La vieja Europa, que quiere convertirse en una familia de naciones, parece haberse secado. El continente está olvidando el mensaje que recibió desde los primeros siglos de la nueva era. Durante más de cincuenta años, en muchos países de la Europa central y oriental se impidió anunciar el Evangelio. Bajo regímenes ateos y dictatoriales, la luz de los tabernáculos se apagó. Las iglesias se convirtieron en monumentos de tiempos ya pasados.

Con todo, hoy podemos constatar que esos regímenes han fracasado, mientras siguen manando las antiguas fuentes, que mantienen toda su frescura: la sagrada Escritura, con su inagotable vena de verdad; los sacramentos de la Iglesia, en los que Cristo nos comunica el dinamismo de su presencia; la oración, mediante la cual el alma puede respirar el oxígeno regenerador de la gracia de Dios.

6. Estas fuentes están al alcance de todos, y en particular de vosotros, jóvenes, que podéis acudir a ellas. Sabed que el Papa cuenta con vosotros. Aunque a veces os sintáis un pequeño rebaño, no os desaniméis: sois el capital del buen Pastor.

Al inicio, doce hombres afrontaron el mundo. El Papa confía en vosotros, jóvenes, para dar de nuevo un rostro cristiano a la vieja Europa. Comprometeos con vuestro testimonio personal. Vosotros sois "una carta de Cristo" (2 Co 3, 3), su tarjeta de visita. Quien se encuentre con vosotros debe tener la seguridad de haber encontrado la orientación correcta.

Cumpliendo mi ministerio pastoral en las diversas regiones de la tierra, he comprobado cada vez mejor la verdad que encierra lo que escribí en la encíclica Redemptoris missio: "El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros; cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías" (n. 42). Al entrar en contacto con vosotros, vuestros coetáneos deben poder intuir que hay algo en vosotros que no saben explicar, algo que conocéis muy bien, algo que el salmo expresa así: "El Señor es mi pastor: nada me falta".

7. A las fuentes inagotables de la gracia han acudido los santos. Por eso, son verdaderos misioneros (cf. ib., 2). La historia de vuestra patria es, por consiguiente, también la historia de vuestros santos: una historia que perdura hasta nuestros tiempos.

Hace algunos meses, en Roma fueron beatificados los sacerdotes Otto Neururer y Jakob Gapp. El próximo domingo, en Viena, elevaré al honor de los altares a la religiosa Restituta Kafka y a otros dos siervos de Dios. En ellos se manifiesta lo que constituye la cima de toda existencia personal: "El buen pastor da la vida por las ovejas" (Jn 10, 11). Al evocar los capítulos oscuros de la historia, la Iglesia no quiere volver a abrir las antiguas heridas, sino sólo purificar la memoria. Los autores de la violencia han abandonado la escena; y han entrado los héroes de la caridad. Éstos han testimoniado que precisamente

en los años tristes de nuestro siglo, cuando también vuestra tierra se hallaba sacudida por el torbellino del mal, se cumplió la parábola del buen pastor. En su vida y en su muerte resplandece la esperanza: "El Señor es mi pastor: nada me falta".

8. Queridos hermanos y hermanas, vuestro pastor diocesano, el arzobispo Eder, me ha pedido que corone la estatua de Nuestra Señora de Fátima y que consagre la archidiócesis de Salzburgo, que ya tiene doce siglos de existencia, a la protección de la Madre de Dios. He aceptado con gusto su petición. Vuestra antigua e ilustre Iglesia siempre ha tributado un culto sincero y profundo a la Virgen. Estoy seguro de que María santísima acoge vuestro deseo de tenerla como patrona y guía en vuestro camino.

A ella consagro vuestra archidiócesis y a cada uno de vosotros. Que os cubra María con su manto materno: "Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios. No desoigas la oración de tus hijos necesitados...".

Bajo la protección de tu manto, oh María, nuestros anhelos y preocupaciones se serenan, y recuperamos la confianza y el valor. Contemplándote, aprendemos a consagrarnos a Dios con confianza y abandono total: "El Señor es mi pastor: nada me falta". Amén.



DISCURSO DEL SANTO PADRE AL PRESIDENTE DE AUSTRIA, SALZBURGO

VIERNES 19 DE JUNIO DE 1998.

DISCURSO N. 2 B

Al final de esta solemne celebración litúrgica, dedicada al tema de la "misión", quisiera recordar que los cristianos, a pesar de lo que los diferencia a unos de otros, están unidos por el único bautismo y por la adhesión al mismo Símbolo apostólico. Dirijo un cordial saludo a los miembros de la presidencia del Consejo ecuménico de las Iglesias en Austria, es decir, al presidente metropolita Miguel de Austria, al obispo de la Iglesia evangélica en Austria, magister Herwig Sturm, y a los representantes de la vida ecuménica a nivel local.

Les agradezco su participación en esta celebración. Expreso mi aprecio a todos los que contribuyeron de forma ejemplar a llevar a buen término la segunda Asamblea ecuménica europea, que tuvo lugar el año pasado en Graz.

Espero que se prosiga con todas las fuerzas disponibles el camino arduo de la reconciliación, para que el testimonio de los cristianos dé fuerza a todos los hombres de buena voluntad.


DISCURSO DURANTE EL ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES
Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO, VIENA

SÁBADO 20 DE JUNIO DE 1998

DISCURSO N. 3

Señor presidente federal; señor canciller federal; señoras y señores:

1. Es para mí motivo de gran honor y alegría poder encontrarme hoy con usted, señor presidente federal, así como con los miembros del Gobierno federal y los representantes de la vida pública y política de la República austriaca. Este encuentro subraya una vez más las relaciones de amistad que existen desde hace mucho tiempo entre Austria y la Santa Sede.

Así mismo, podemos experimentar de forma visible que esta concorde y fecunda relación se inserta en la larga red de relaciones diplomáticas que Austria mantiene con diversos Estados en todo el mundo. Doy las gracias a los representantes diplomáticos presentes por su participación y por el honor que de este modo me rinden y les agradezco todo lo que hacen "en el arte de la paz".

Este mismo lugar histórico es especialmente adecuado para tender la mirada, más allá de las fronteras de este país, hacia la Europa que se está unificando y hacia su inserción en la familia de las naciones de todos los continentes. Asimismo, es adecuado para contemplar los problemas que existen en Austria.

Buscar el sentido de la vida

2. Mi primera visita pastoral a Austria, en el año 1983, comenzó con las Vísperas dedicadas a Europa y celebradas bajo el signo de la cruz. En esa ocasión el cardenal Franz König dirigió a la asamblea las siguientes palabras: "En nuestro pequeño país, que marca la línea de separación de dos mundos (...), se puede y se debe hablar de Europa".

Seis años después, cuando se derrumbó el muro de Berlín y cayó el telón de acero, parecía que dejaba de existir la línea de separación entre los dos bloques. Desde entonces muchos entusiasmos se han apagado y muchas esperanzas han quedado defraudadas. No basta llenar únicamente las manos de bienes materiales, cuando el corazón del hombre permanece vacío, sin encontrar el sentido de la vida. El hombre no tiene siempre esta conciencia y a menudo prefiere distracciones superficiales, en vez de la verdadera alegría interior. Sin embargo, al final se ve obligado a constatar que no se puede vivir únicamente de pan y diversiones.

3. De hecho, la línea de separación entre los dos bloques no ha desaparecido ni de la realidad económica ni de los corazones humanos. Incluso en un país socialmente ordenado y económicamente próspero como Austria se difunden el desvarío y el miedo al futuro.

?No es verdad que se han producido insidiosas grietas incluso en la sólida y hasta hoy convalidada estructura de cooperación entre los grupos sociales, que ha contribuido notablemente al bienestar del país y a la prosperidad de la población?

?No se están difundiendo entre los ciudadanos austriacos, sólo pocos años después del referéndum, el escepticismo y la frustración con respecto a su adhesión a Europa?

Europa debe respirar con sus dos pulmones

4. En la geografía europea, Austria, que durante muchos decenios había sido un país de frontera, se ha convertido en un "país puente". Dentro de pocos días le corresponderá la presidencia de turno del Consejo de la Unión europea. Por eso, Viena, en el pasado centro focal de la historia europea, se transformará en el centro de muchas esperanzas para los países que están tramitando su entrada en la Unión europea. Espero que se den los pasos necesarios para acercar el este y el oeste del continente: los dos pulmones que Europa necesita para poder respirar.

La diversidad de las tradiciones orientales y occidentales promoverá la cultura europea y constituirá, a través de la memoria y el intercambio recíproco, una base para la anhelada renovación espiritual. Por eso, más que de una "ampliación hacia el este", se debería hablar de una "europeización" de toda el área continental.

5. Permitidme profundizar en este pensamiento. Al comienzo de mi pontificado invité a los fieles reunidos en Roma, en la plaza de San Pedro, a abrir las puertas a Cristo (cf. Homilía, 22 de octubre de 1978). Hoy, en esta ciudad tan importante desde el punto de vista histórico, cultural y religioso, repito mi llamamiento al viejo continente: "Europa, abre las puertas a Cristo".

Esta exhortación no nace de una fantasía soñadora; se funda en un realismo abierto a la esperanza. En efecto, la cultura, el arte, la historia y el presente de Europa han sido forjados, y lo siguen siendo, por el cristianismo, hasta el punto de que ni siquiera hoy existe una Europa completamente secularizada o incluso atea. No sólo lo atestiguan las iglesias y los monasterios en muchos países europeos, las capillas y las cruces plantadas a la vera de los caminos europeos, las oraciones y los cantos cristianos en todas las lenguas del continente. Más claramente aún lo confirman los numerosos testigos vivos: hombres y mujeres que buscan, preguntan, creen, esperan y aman; los santos del pasado y del presente.

Crear un espacio de libertad, justicia y paz

6. No conviene olvidar que la historia europea está íntimamente vinculada con la historia del pueblo del que procede el Señor Jesús. Al pueblo judío le han infligido en Europa inauditos sufrimientos y no podemos afirmar que todas las raíces de esas injusticias han sido arrancadas. Por tanto, la reconciliación con los judíos forma parte de los deberes fundamentales de los cristianos en Europa.

7. Los constructores de la nueva Europa deberán afrontar otro gran desafío: el de crear un espacio global europeo de libertad, de justicia y de paz, en lugar de la isla de bienestar occidental del continente. Los países más ricos inevitablemente deberán afrontar sacrificios concretos para nivelar poco a poco la brecha inhumana del bienestar existente en Europa. Hace falta una ayuda espiritual para proseguir la construcción de las estructuras democráticas y su consolidación, y para promover una cultura de la política y las condiciones justas del Estado de derecho. Para este esfuerzo la Iglesia ofrece como orientación su doctrina social, centrada en la solicitud y en la responsabilidad por el hombre, encomendado a ella por Cristo: "No se tra ta del hombre 'abstracto', sino del hombre real, concreto e histórico (...) que la Iglesia no puede abandonar" (Centesimus annus, 53).

La globalización de la solidaridad

8. En este contexto está implicado el mundo entero, que se está transformando cada vez más en una "aldea global". No por casualidad hoy muchos expertos, que se ocupan del desarrollo económico de grandes dimensiones, hablan de globalización. El hecho de que las regiones de la tierra se están relacionando económicamente entre sí no debe significar automáticamente una globalización en la pobreza y en la miseria, sino ante todo una globalización en la solidaridad.

Estoy convencido de que Austria no sólo contribuirá al proceso de globalización por motivos políticos o económicos, sino, principalmente, por los vínculos que unen su población a las otras naciones, como lo ha demostrado su ejemplar compromiso en favor de sus hermanos necesitados del sureste de Europa, así como su ayuda constante a los países en vías de desarrollo. Quisiera recordar, asimismo, la disponibilidad de Austria a acoger las poblaciones de otros países privadas de la libertad de religión, de la libertad de opinión y del respeto a la dignidad humana. También numerosos compatriotas míos os deben mucho a causa de lo que habéis hecho en el pasado por ellos. Permaneced fieles a las buenas tradiciones de vuestro país. Conservad también en el futuro la disponibilidad a acoger a los extranjeros que se ven obligados a salir de su patria.

9. Con este deseo, quiero hablar ahora de una cuestión que resulta cada vez más urgente. No sólo vosotros, que vivís en este país y sois responsables de él, debéis afrontar un problema que aflige cada vez más el corazón de las personas, de enteras familias y clases sociales. Me refiero a la creciente exclusión de muchos, especialmente jóvenes y personas maduras, del derecho al trabajo.

El mercado laboral, condicionado por la competencia económica, incluso con balances positivos, no progresa. Por eso, considero deber mío hacerme portavoz de los más débiles, subrayando: el hombre como persona es el sujeto del trabajo. También en el actual mundo del trabajo debe hacerse espacio a los débiles, los menos dotados, los ancianos y los minusválidos, así como a tantos jóvenes que no tienen la posibilidad de acceder a una formación adecuada. En la época de la técnica sofisticada no hay que olvidar nunca al hombre. En la valoración y la retribución de su trabajo deben influir, además del producto evaluado objetivamente, también el esfuerzo y el empeño, la fidelidad y la honradez.

La cultura de la vida

10. Con esto me acerco al último tema que me interesa. Uno de los objetivos de mi pontificado consiste en construir una "cultura de la vida" para hacer frente a la "cultura de la muerte" en expansión. Por eso, estoy promoviendo incansablemente la defensa incondicional de la vida humana desde el instante de su concepción hasta su muerte natural. La legalización del aborto dentro de los primeros tres meses, vigente en Austria, sigue siendo una herida sangrante en mi corazón.

Está, además, el problema de la eutanasia. También la muerte forma parte de la vida. Todo hombre tiene derecho a morir de modo digno según la voluntad de Dios. Quien piensa privar al hombre de este derecho le está quitando la vida. El valor de cada persona es tan grande que no se puede pagar con dinero. Por eso, nunca se debe sacrificar ni por una ilimitada autonomía privada ni por los condicionamientos de orden social o económico. Las personas mayores recuerdan, no sólo por los libros de historia, los capítulos oscuros escritos en el siglo XX también en este país. Si nos alejamos de la ley de Dios, ?quién nos garantiza que, en alguna ocasión, una autoridad humana no llegue de nuevo a reivindicar el derecho a decidir sobre el valor o no va lor de una fase de la vida humana?

11. Señor presidente federal; señoras y señores, los temas de las reflexiones que he querido proponeros hoy han sido: la fidelidad a la patria y la apertura a la Europa vinculada a la historia y disponible al futuro.

Evocando con gratitud y orgullo el gran tesoro del cristianismo, os pido que acojáis este patrimonio como una propuesta que la Iglesia viva quiere presentar al final del segundo milenio cristiano. Nadie pretende considerar la universalización de este patrimonio como una victoria o como una confirmación de superioridad. Profesar ciertos valores significa solamente comprometerse a cooperar en la construcción de una verdadera comunidad humana universal: una comunidad en la que no haya líneas de separación entre mundos diversos.

También de nosotros, los cristianos, dependerá que Europa, con sus aspiraciones terrenas, se cierre en sí misma, en sus egoísmos, renunciando a su vocación y a su misión histórica, o que recupere su alma mediante la cultura de la vida, del amor y de la esperanza.

A Austria corresponde una misión de puente en el corazón de Europa.

Mi reflexión sobre el hombre y esta constatación no son abstractas, sino concretas: os deseo gran entereza en el cumplimiento de vuestra misión de puente.


HOMILÍA DEL SANTO PADRE EN LA MISA CELEBRADA
EN SANKT POLTEN

SÁBADO 20 DE JUNIO DE 1998,

DISCURSO N. 4

"El Espíritu del Señor está sobre mí; por esto, me ha ungido" (Lc 4, 18).

1. Toda la vida de Jesús está bajo el influjo del Espíritu Santo. Al inicio, es él quien cubre con su sombra a la Virgen María en el misterio de la Encarnación. En el Jordán también es el Espíritu quien desciende sobre Jesús, mientras el Padre da testimonio del Hijo predilecto. Asimismo, el Espíritu es quien guía a Jesús al desierto. En la sinagoga de Nazaret Jesús afirma de sí mismo: "El Espíritu del Señor está sobre mí" (Lc 4, 18).

Cristo promete a los Apóstoles este Espíritu como garante perpetuo de su presencia en medio de ellos. En la cruz, el Hijo restituye el Espíritu al Padre (cf. Jn 19, 30). De este modo, imprime su sello a la nueva alianza, que nace de su Pascua. Por último, el día de Pentecostés, Cristo derrama su Espíritu sobre la primera comunidad para confirmarla en la fe y para mandar a los Apóstoles como testigos vivos y valientes por los caminos del mundo.

2. Desde entonces hasta hoy, el Cuerpo místico de Cristo, su Iglesia, en su itinerario a través de los tiempos, es impulsada por el mismo Espíritu. La Iglesia ilumina la historia con el fuego ardiente de la palabra de Dios y purifica los corazones humanos con el agua que brota de ella (cf. Ez 36, 25). Así, se convierte en "el pueblo unido en virtud de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (san Cipriano, De Dom. orat., 23).

En esta comunión con el Dios uno y trino, todo bautizado tiene la posibilidad de vivir bajo "la ley del Espíritu, que da la vida en Cristo Jesús" (Rm 8, 2). El cristiano, guiado por el Espíritu, entra en el "espacio espiritual" en donde se entabla el diálogo con Dios. Las preguntas que el hombre se plantea son, realmente, los interrogantes que Dios mismo suscita en su interior: ?de dónde vengo? ?quién soy? ?a dónde debo ir?

Queridos hermanos y hermanas, vosotros sois los interlocutores de Dios. Desde que sois cristianos por el bautismo, Dios os ha adoptado en Cristo como sus hijos e hijas. Sed conscientes de vuestra elevada dignidad. No dilapidéis este gran privilegio.

Dios tiene un proyecto específico para cada uno de vosotros. Sus ojos se posan afectuosamente sobre cada uno. Siempre escucha a todos. Como un padre solícito y sensible, está cerca de vosotros. Os da lo que más necesitáis para la vida nueva: su Espíritu Santo.

3. Con vuestra incorporación a la Iglesia no sólo habéis tomado el nombre de "cristianos", es decir, "ungidos"; también habéis recibido la unción del Espíritu Santo. Por eso, no basta que os llaméis cristianos; es preciso que lo seáis. El Espíritu de Dios está sobre vosotros, porque os ha ungido (cf. Lc 4, 18).

En la nueva vida que brota del bautismo y se desarrolla por la Palabra y los sacramentos, encuentran su fuente los carismas, los ministerios y las diversas formas de vida consagrada. El apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, afirma: "Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo" (1 Co 12, 4).

También hoy el Espíritu Santo hace nuevas llamadas. Es preciso crear un ambiente favorable para poder escucharlo. A este respecto, desempeñan un papel muy importante las comunidades parroquiales. Cuando en ellas se vive una actitud de verdadera fidelidad al Señor, en un clima de intensa religiosidad y de sincera disposición al testimonio, es más fácil que los llamados respondan positivamente. La vitalidad de la comunidad parroquial no se mide principalmente por la multiplicidad de sus iniciativas, sino por la profundidad de su vida de oración. La escucha de la palabra de Dios, por una parte, y la celebración y la adoración de la Eucaristía, por otra, son las dos columnas fundamentales que sostienen y consolidan la comunidad parroquial.

De nada sirve lamentarse de la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas. Las vocaciones no se pueden "construir" humanamente. Las vocaciones se obtienen de Dios con la oración. Os invito a pedir al Dueño de la mies, con fervor y constancia, nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

4. Cuando Jesús, en la cruz, restituyó al Padre su Espíritu, hizo de todos sus discípulos "un reino de sacerdotes y una nación santa" (Ex 19, 6). Los constituyó un "edificio espiritual, para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios" (1 P 2, 5). Éste es el sacerdocio común, para cuyo servicio llamó a los Doce a fin de que "estuvieran con él" (Mc 3, 14), para mandarlos luego a actuar en su nombre y en su lugar.

A través del sacerdocio ministerial Cristo prosigue ininterrumpidamente hasta nuestros días su misión salvífica. Por eso instituyó a los obispos y a los sacerdotes, que "son, en la Iglesia y para la Iglesia, una representación sacramental de Jesucristo, cabeza y pastor, proclaman con autoridad su palabra, y renuevan sus gestos de perdón y de ofrecimiento de la salvación" (Pastores dabo vobis, 15). Son enviados a anunciar a los pobres la buena nueva, a proclamar a los cautivos la liberación y a los ciegos la vista; a dar la libertad a los oprimidos (cf. Lc 4, 18). Así pues, en la Iglesia el ministerio no es una conquista humana, sino una institución divina.

Con todo el respeto y la estima por los valiosos servicios de los laicos en las comunidades parroquiales, no se debe olvidar que, en el ámbito sacramental, el laico nunca puede realizar lo que es característico del sacerdote. Sólo un sacerdote puede sustituir a otro sacerdote.

5. Quisiera, ahora, saludar al obispo, monseñor Kurt Krenn, que, juntamente con su auxiliar, mons. Heinrich Fasching, no sólo ha preparado con esmero esta fiesta de fe, sino que, además, está realizando todos los esfuerzos posibles para mandar sacerdotes, también en el futuro, a los fieles de las numerosas parroquias de la diócesis de Sankt Pölten, a él encomendada. Saludo a todos los hermanos en el episcopado, especialmente al metropolita, cardenal Christoph Schönborn, y al presidente de la Conferencia episcopal austriaca, mons. Johann Weber.

Me complace saludar también al presidente federal, señor Thomas Klestil, que participa en esta celebración. Asimismo, saludo a los representantes de la vida política y pública, que nos honran con su presencia.

Dirigiéndome a los sacerdotes y a los diáconos, quisiera expresarles mi aprecio y mi gratitud. Son sentimientos que extiendo a todos los ministros sagrados que actúan en las diversas diócesis de este país. Al igual que en Sankt Pölten, también en las otras partes de Austria son muchos los que trabajan en la cura de almas con incansable dedicación y que no se rinden ni siquiera ante la enfermedad o la edad avanzada. Asimismo, pienso con admiración en aquellos sacerdotes que, además de la parroquia que les ha sido encomendada, aceptan encargarse de comunidades cercanas, para que no falten a los fieles los medios de la salvación. También muchos religiosos están meritoriamente comprometidos en la pastoral. No quisiera olvidar tampoco a los sac erdotes procedentes de otros países -algunos de mi patria- que dan una valiosa contribución a la actividad pastoral.

Amadísimos sacerdotes, los jóvenes os contemplan. Ojalá constaten que, a pesar de que tenéis mucho trabajo, sois alegres servidores del Evangelio y que os sentís plenamente realizados en la forma de vida que habéis escogido. Que en vuestro testimonio los jóvenes vean que el sacerdocio no es un modelo de vida caducado, sino una vocación prometedora para el futuro.

6. ¡Cómo no recordar, con gratitud al Espíritu Santo, las numerosas comunidades de vida consagrada, que precisamente en la historia de esta diócesis desempeñan una función tan importante en la cura de almas! Hermanos y hermanas, os saludo de todo corazón. Viviendo según los consejos evangélicos, os esforzáis por señalar con vuestra conducta el camino que lleva al reino de los cielos. En el corazón de la Iglesia la vida consagrada representa un elemento esencial para el cumplimiento de su misión. Expresa la índole de la vocación cristiana y la tensión de la Iglesia entera que, como esposa, anhela poder unirse a su único Esposo.

7. No puedo por menos de mencionar a los esposos cristianos. También vuestra forma de vida es una vocación. Os felicito y os animo en todos los esfuerzos que realizáis por vivir la gracia del sacramento del matrimonio. Que vuestras familias sean "iglesias domésticas" donde los hijos aprendan a vivir y a celebrar la fe.

Vosotros, padres y madres de familia, sois la primera escuela para vuestros hijos. Esforzaos por cultivar en vuestro hogar la concordia, el espíritu de fe, de esperanza y de caridad, la participación asidua en la vida eclesial, la serenidad y la fortaleza en medio de las dificultades diarias. Pedid al Señor que vuestros hijos sepan un día elegir su camino según el proyecto de Dios para ellos. Si escuchan la llamada del Señor, dejadles libres para seguir a Jesucristo con radicalidad. Los hijos no son propiedad vuestra. Os han sido confiados por Dios durante cierto período de tiempo. Vuestra misión consiste en ayudarles a crecer en la libertad que se necesita para poder asumir responsablemente sus propios compromisos.

8. En las familias se decide también el futuro de la Iglesia y de la sociedad. Además de las muchas iniciativas y actividades pastorales al servicio de la familia, quisiera mencionar en particular el Instituto internacional de estudios sobre el matrimonio y la familia, que como una semilla ya ha iniciado su actividad en Gaming y que es apoyado también por los obispos austriacos. Quiera Dios que esa semilla crezca hasta convertirse en un árbol robusto, capaz de dar muchos frutos para bien del matrimonio y la familia.

9. Queridos hermanos y hermanas, "amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios" (1 Jn 4, 7). Muchos de nuestros contemporáneos han perdido a Dios Padre. Por eso, ignoran la lengua materna de la fe. Tratemos de enseñarles el alfabeto de la fe. La entrega, el servicio y la caridad forman parte del vocabulario fundamental que todos comprenden. Sobre esta base se puede construir una "gramática de la vida", que ayuda al hombre a descubrir en el Espíritu Santo el plan de Dios para él.

Vivid en la práctica lo que enseñáis con las palabras. Demostrad que también la alegría es fruto del Espíritu. En el umbral del tercer milenio, es necesario reavivar esta conciencia: de la misma manera que tiene Dios un proyecto para cada uno, así tiene también una misión para todos. No sólo sois administradores de la herencia del pasado; también sois precursores de un futuro hacia el que el Espíritu Santo lleva a la Iglesia.

Que san Leopoldo, vuestro patrono, sea vuestro modelo e intercesor. Además de padre de familia, fue padre de la patria. Su lápida, que bendije durante mi anterior visita pastoral a Austria, se encuentra hoy en este nuevo barrio gubernativo. Que constituya para todos vosotros motivo de inspiración y aliento.

Contemplemos a la santísima Virgen María, cuya vida fue un camino en el Espíritu Santo.

María, Magna Mater Austriae, te encomendamos el cultivo de las vocaciones sacerdotales y religiosas.

María, Madre de Dios, intercede ante tu Hijo por la Iglesia en Austria. Obtén para ella numerosos jóvenes dispuestos a escoger el seguimiento de Cristo y a entregarse al servicio del reino de Dios.

María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros. Amén.