Carta de Juan Pablo II sobre la Inquisición
Al publicarse las «Actas del Simposio Internacional» celebrado en Roma en 1998
CIUDAD DEL VATICANO, martes, 15 junio 2004 (ZENIT.org).-
Publicamos la carta dirigida por el Papa Juan Pablo II al cardenal Roger
Etchegaray con motivo de la publicación de las «Actas del Simposio Internacional
"La Inquisición"».
Al venerado hermano
señor cardenal Roger Etchegaray
antiguo presidente del Comité para el gran jubileo del año 2000
* * *
1. He recibido con vivo aprecio el volumen que recoge las «Actas» del simposio
internacional sobre la Inquisición, organizado en el Vaticano entre los días 29
y 31 de octubre de 1998 por la Comisión histórico-teológica del Comité para el
gran jubileo del año 2000.
Este simposio respondía al deseo que expresé en la carta apostólica «Tertio
millennio adveniente»: «Es justo que... la Iglesia asuma con una conciencia más
viva el pecado de sus hijos recordando todas las circunstancias en las que, a lo
largo de la historia, se han alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio,
ofreciendo al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores
de la fe, el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas
de antitestimonio y de escándalo» (n. 33).
Ante la opinión pública la imagen de la Inquisición representa de alguna forma
el símbolo de este antitestimonio y escándalo. ¿En qué medida esta imagen es
fiel a la realidad? Antes de pedir perdón es necesario conocer exactamente los
hechos y reconocer las carencias ante las exigencias evangélicas en los casos en
que sea así. Este es el motivo por el que el Comité pidió la consulta de
historiadores, cuya competencia científica es universalmente reconocida.
2. La insustituible contribución de los historiadores constituye, para los
teólogos, una invitación a reflexionar sobre las condiciones de vida del Pueblo
de Dios en su camino histórico.
Una distinción debe guiar la reflexión crítica de los teólogos: la distinción
entre el auténtico «sensus fidei» y la mentalidad dominante en una determinada
época, que puede haber influido en su opinión.
Hay que recurrir al «sensus fidei» para encontrar los criterios de un juicio
justo sobre el pasado de la vida de la Iglesia.
3. Este discernimiento es posible precisamente porque con el paso del tiempo la
Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, percibe con conciencia cada vez más viva
cuáles son las exigencias de su conformación con el Esposo. De este modo, el
Concilio Vaticano II ha querido expresar la «regla de oro» que orienta la
defensa de la verdad, tarea que corresponde a la misión del Magisterio: «la
verdad no se impone de otra manera sino por la fuerza de la misma verdad, que
penetra suave y fuertemente en las almas» (Dignitatis humanae, 1. Se cita esta
afirmación en «Tertio millennio adveniente», n. 35).
La institución de la Inquisición ha sido abolida. Como dije a los participantes
en el Simposio, los hijos de la Iglesia deben revisar con espíritu arrepentido
«la aquiescencia manifestada, especialmente en algunos siglos, con métodos de
intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad» («Tertio
millennio adveniente», n. 35).
Este espíritu de arrepentimiento comporta el firme propósito de buscar en el
futuro caminos de testimonio evangélico de la verdad.
4. El 12 de marzo de 2000, con motivo de la celebración litúrgica que
caracterizó la Jornada del Perdón, se pidió perdón por los errores cometidos en
el servicio a la verdad recurriendo a métodos no evangélicos. La Iglesia debe
realizar este servicio imitando a su Señor, manso y humilde de corazón. La
oración que dirigí entonces a Dios contiene los motivos de una petición de
perdón, que es válida tanto para los dramas ligados a la Inquisición como para
las heridas en la memoria que han provocado: «Señor, Dios de todos los hombres,
en algunas épocas de la historia los cristianos a veces han transigido con
métodos de intolerancia y no han seguido el gran mandamiento del amor,
desfigurando así el rostro de la Iglesia, tu Esposa. Ten misericordia de tus
hijos pecadores y acepta nuestro propósito de buscar y promover la verdad en la
dulzura de la caridad, conscientes de que la verdad sólo se impone con la fuerza
de la verdad misma. Por Cristo nuestro Señor».
El bello volumen de las «Actas» del simposio se enmarca en el espíritu de esta
petición de perdón. Dando las gracias a todos los participantes, invoco sobre
ellos la bendición divina.
Vaticano, 15 de junio de 2004
IOANNES PAULUS II
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]
ZS04061503
La Historia y los escándalos de hijos de la Iglesia,
según el teólogo del Papa
El cardenal Cottier presenta las «Actas del Simposio Internacional "La
Inquisición"».
CIUDAD DEL VATICANO, martes, 15 junio 2004 (ZENIT.org).-
Publicamos la intervención que pronunció este martes el cardenal Georges Cottier
o.p. al presentar a la prensa en el Vaticano las «Actas del Simposio
Internacional "La Inquisición"» celebrado en 1998 para preparar el gran jubileo
del año 2000.
* * *
Al interrogarse al inicio de su actividad sobre las tareas que le competían, la
Comisión histórico-teológica del Comité para el gran jubileo del año 2000
comprendió inmediatamente la importancia de los números 33 y 36 de la carta
apostólica «Tertio millennio adveniente» (1994).
Leemos: «Así es justo que, mientras el segundo Milenio del cristianismo llega a
su fin, la Iglesia asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos
recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se
han alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo al mundo, en
vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo
de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de
escándalo».
«La Iglesia, aun siendo santa por su incorporación a Cristo, no se cansa de
hacer penitencia: reconoce siempre como suyos, delante de Dios y delante de los
hombres, a los hijos pecadores. Afirma al respecto la "Lumen gentium": "La
Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre
necesita de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación"».
Este mensaje había sorprendido hasta tal punto por su novedad y audacia que
muchos se habían quedado desconcertados. Obliga a hacer una profundización
teológica.
¿Qué significa la paradoja: la Iglesia santa comprende en su seno a los
pecadores? ¿Cuál es el sentido del testimonio evangélico como dimensión de la
existencia cristiana y de los comportamientos antitéticos de antitestimonio y de
escándalo?
Para responder a estas preguntas, parece oportuno por tanto preguntarse qué es
lo que constituye un verdadero escándalo y dónde está. El campo de investigación
que se propuso a los investigadores es amplio, y forma parte de ese marco que el
Santo Padre ha llamado la purificación de la memoria, pues la memoria
histórica, es decir la imagen que nos hacemos del pasado, no carece de
deformaciones y prejuicios.
Es obvio que una petición de perdón sólo puede afectar a hechos verdaderos y
reconocidos objetivamente. No se pide perdón por algunas imágenes difundidas a
la opinión pública, que forman parte más del mito que de la realidad.
No es casualidad el que la Comisión haya sido llamada histórico-teológica. La
contribución de los historiadores, de hecho, era indispensable.
Un primer simposio afrontó las «Raíces del antijudaísmo en ambiente cristiano»
(1997). Basándose en un fundamento histórico serio, constituyó un examen de
conciencia y de reflexión por parte de teólogos de cara a una teología de
Israel. Las actas fueron publicadas en el año 2000.
El volumen que presentamos contiene las «Actas» del segundo simposio
internacional celebrado en el Vaticano entre el 29 y 31 de octubre de 1998 sobre
la Inquisición.
Fue fundamentalmente un coloquio entre historiadores, escogidos en virtud de sus
competencias científicas, teniendo en cuenta una participación de carácter
internacional.
Un comité científico, compuesto por los profesores Guy Bedouelle, OP., Agostino
Borromeo y Jean-Pierre Dedieu, orientó la elección de los invitados.
El profesor Agostino Borromeo, a quien doy las gracias por su trabajo, se ocupó
de la publicación de las Actas. Estamos apenados por el retraso con el que sale
este volumen. Se ha corrido el rumor, según el cual, la publicación había sido
frenada por la oposición de alguien. Quiero desmentirla categóricamente. El
retraso se ha debido a una serie de problemas de salud.
Doy las gracias sobre todo a la Biblioteca Apostólica Vaticana, representada por
su eminencia el cardenal Jean-Louis Tauran, bibliotecario de Su Santidad, y por
don Farina, prefecto, por haber publicado estas Actas en la prestigiosa
colección «Studi e Testi» («Estudios y textos»).
Doy las gracias, además, a todos los participantes en el simposio, y a quienes
colaboraron en su éxito, en particular a la señora Pierrette Rombis, quien fue
una decisiva colaboradora en la presentación del simposio y en su desarrollo
ordenado.
Por último, el hecho de que el Santo Padre haya enviado el mensaje leído en la
apertura de esta sesión, es una prueba más del interés que siente por la
iniciativa y de la importancia que le atribuye. El simposio, de hecho, se
enmarca en la preparación del importante acontecimiento de la celebración
litúrgica de petición de perdón, el 12 de marzo de 2000.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]
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