ORACIÓN POR LA VIDA
del Papa Juan Pablo II

Oh María,
aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos, la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo
como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo
con solícita constancia,

para construir,
junto con todos los hombres

de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.

 


Nota de la Subcomisión Episcopal
para la Familia y Defensa de la Vida
C E A S

"BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE"

Jornada por la Vida (6 de febrero de 2000)

 

1.- El Hijo de Dios comienza su existencia humana en el seno de una madre.

La celebración del Jubileo conmemorativo de los 2000 años del nacimiento del Hijo de Dios nos ofrece la oportunidad de glorificar y alabar a Dios que se ha dignado venir a nuestro encuentro, asumiendo y dignificando nuestra vida humana. El Hijo del Dios altísimo quiso iniciar su existencia humana en el seno de una madre. El es el "fruto bendito del vientre" de la Virgen María (Lc 1, 42). Y, como El, todos los concebidos aún no nacidos son "frutos benditos" de Dios, ya que El les ha dado la existencia en el seno materno. El profeta Jeremías pone en boca de Dios estas palabras: "Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado" ( Jr 1,5). Todos hemos recibido la vida humana como un don de Dios, como un bien, que siempre debemos defender, promover, respetar y amar.

2.- La maternidad es un bien de Dios y una fuente de alegría.-

Cuando Santa Isabel proclama "bendita tú entre las mujeres" (Lc 1, 42) dirigiéndose a la Virgen María en el momento de su encuentro, lo hace con la conciencia de que la Virgen María ha sido agraciada por Dios con el don de la divina maternidad. Dios la ha hecho Madre de su Hijo Jesucristo por obra del Espíritu Santo. Porque es Madre, es "bendita" y, por ello, debe ser feliz y tener gozo, sabiendo que Dios la ama. La Virgen María dice en el Magnificat: "Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador porque ha mirado la humildad de su sierva" (Lc 1, 47-48). La maternidad es siempre una buena noticia. El nacimiento del Hijo de Dios en Belén es anunciado como una noticia gozosa: "Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2, 10-11). "El nacimiento del Salvador produce ciertamente esta "gran alegría"; pero pone también de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano, y la alegría mesiánica constituye así el fundamento y realización de la alegría por cada niño que nace" (EV 1).

Causa tristeza que la maternidad sea presentada y percibida hoy como un mal, como un peligro para la mujer y lo que debería ser fuente de gozo y de acción de gracias a Dios se convierte en ocasión de tristeza y angustia. De aquí que se presente el aborto como un progreso, como un logro positivo en favor de la mujer. Se dice que ella, en uso de su libertad, debe elegir la opción que más le favorezca: respetar o no la vida del recién concebido que lleva en su seno. Las ventajas, que ella, encontrándose quizás en una situación difícil, percibe en la opción por el aborto, pueden cegarla. Son ventajas aparentes, falsas e ilusorias, fruto de un oscurecimiento de la conciencia, a la cual le cuesta cada vez más percibir la distinción entre el bien y el mal en lo referente al valor fundamental de la vida humana. Porque nunca puede considerarse como positiva la opción por la muerte de un hijo. Ni la muerte de nadie nunca puede ser una opción de un futuro con ilusión y esperanza. Sólo la opción por la vida dignifica y produce el gozo del corazón. Por ello todos debemos ayudar a las mujeres embarazadas que se encuentran en una difícil encrucijada. Una proximidad acogedora, un buen consejo, una ayuda oportuna y eficaz pueden dar a entender que la opción por la vida es la positiva, la que dignifica a la mujer, a pesar de las posibles dificultades que pueda presentar esta decisión. Cuando se opta por la muerte, el criterio propio de la dignidad personal -el del respeto, la gratuidad y el servicio- se substituye por el criterio de la eficacia, la funcionalidad y la utilidad.

3.- Exaltación individualista de la libertad de la mujer.-

Puede favorecer un comportamiento insolidario de la madre para con su hijo no nacido una visión y un ejercicio erróneo de la libertad. No puede exaltarse la libertad de manera absoluta, como si sólo estuviera al servicio del individuo. La libertad debe favorecer el ejercicio de la solidaridad, de la plena acogida y del servicio del otro. La libertad es el gran don del Creador, que ha ponerse al servicio de la persona y de su relación con los demás mediante el don de si mismo y la acogida del otro. Sin embargo, cuando la libertad es absolutizada en clave individualista, se vacía de su contenido original y se contradice en su misma vocación y dignidad. La libertad de la madre debe estar al servicio de la acogida generosa de la nueva vida que lleva en su seno.

4.- "Mujeres, reconciliad a los hombres con la vida"

La Virgen María y su prima Santa Isabel, que tuvieron una misión importante en la historia de la salvación por el don de su maternidad, pueden ser un ejemplo para que todas las mujeres valoren y agradezcan su vocación a la maternidad y promuevan un cambio cultural en favor de la vida. El mensaje conclusivo del Concilio Vaticano II les hace una llamada apremiante: "Vosotras, las mujeres,...estáis presentes en el misterio de la vida que comienza...Reconciliad a los hombres con la vida" (Mensajes del Concilio a la humanidad. A las mujeres - 8 diciembre 1965). Las mujeres están llamadas a testificar el significado del amor auténtico, del don de uno mismo y de la acogida del otro. La experiencia de la maternidad favorece en ellas una aguda sensibilidad hacia las demás personas y, al mismo tiempo, les confiere una misión particular: "La maternidad conlleva una comunión especial con el misterio de la vida que madura en el seno de la mujer...Este modo único de contacto con el nuevo hombre que se está formando crea a su vez una actitud hacia el hombre - no sólo hacia el propio hijo, sino hacia el hombre en general -, que caracteriza profundamente toda la personalidad de la mujer"( Juan Pablo II. Carta ap. Mulieris dignitatem - 15 agosto 1988, n.18). En efecto, la madre acoge y lleva consigo otro ser, le permite crecer en su seno, le ofrece el espacio necesario, respetándole en su alteridad. Así, la mujer percibe y enseña que las relaciones humanas son auténticas si se abren a la acogida de la otra persona, reconocida y amada por la dignidad que tiene por el hecho de ser persona y no de otros factores, como la utilidad, la fuerza, la inteligencia, la belleza o la salud. Esta es la aportación fundamental que puede ofrecer la mujer a nuestra sociedad. Y es la premisa insustituible para un auténtico cambio cultural (cf. EV 99).

La conmemoración jubilar de la Encarnación del Hijo de Dios nos estimula para reafirmar nuestras convicciones en favor de la vida. Jesucristo, asumiendo nuestra vida humana, nos anunció las riquezas del Evangelio de la vida. Que todos sepamos, con ayuda de la gracia de Dios, acogerlo como un don siempre nuevo, celebrarlo con alegría y gratitud y anunciarlo con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo!

Mons. Braulio Rodríguez Plaza, Presidente de la CEAS
Mons. Juan Antonio Reig Plá, Presidente de la Subcomisión de Familia y Vida
Mons. Francisco Javier Ciuraneta, obispo de Lerida.
Mons. Javier Martínez, obispo de Córdoba