50. El examen de conciencia

El examen es un género de oración. El verdadero examen de conciencia no es una mera reflexión psicológica, ni un ejercicio de terapia, ni una contabilidad de nuestros fallos, ni una técnica al servicio de nuestro perfeccionismo. Es ante todo un momento de comunicación con Dios, de diálogo, de apertura a la gracia. El P. Arrupe decía que "el verdadero examen de conciencia debe ser la actitud constante de buscar la voluntad de Dios por un contacto ininterrumpido con él".

San Ignacio nos aconseja que examinemos nuestra conciencia dos veces diariamente, a mediodía y por la noche al acostarnos. Nos invita a empezar nuestro examen pidiendo "gracia para conocer". San Ignacio nos sitúa en la órbita de la gracia, no de la simple introspección. Pide la luz de la revelación divina. No se trata de mirarnos al ombligo, sino de mirarnos en el espejo de los ojos de Dios. Llegaremos a conocernos de verdad no en virtud de nuestra capacidad de análisis y autocrítica, sino en virtud de la luz divina que ilumina lo que está escondido en nosotros.

Esta petición de luz para discernir la propia vida es una petición típicamente bíblica. Ya los salmos nos enseñan a decirle a Dios: "Muéstrame, Señor, tus caminos, y guíame por el camino recto" (Sal 27,11). "Enséñame tus sendas, Señor, para que yo camine en tu verdad, unifica mi corazón en el temor de tu nombre" (Sal 86,11).

Es también una de las peticiones preferidas de San Pablo: "Lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo discernimiento, con que podáis aquilatar lo mejor" (Flp 1,9-10). En la carta a los colosenses les pide "que lleguen al pleno conocimiento de su voluntad, con toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que vivan de una manera digna del Señor, agradándole en todo" (Col 1,9-10).

La carta a los efesios nos insta repetidamente a examinar la propia conciencia: "En otro tiempo fuisteis tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz" (Ef 5,8-10) "Mirad atentamente cómo vivís" (Ef 5,15) "No seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor" (Ef 5,16-17).

A esta luz del Espíritu, San Ignacio nos propone que examinemos no sólo nuestra conciencia moral de una forma legalista y culpabilizante, sino sobre todo que examinemos nuestra conciencia espiritual, "cómo Dios nos va afectando y moviendo" en lo hondo de nuestra conciencia, y cómo experimentamos esa atracción del Padre (Jn 6,44).

Deberíamos analizar en el examen las mociones de atracción y de rechazo que hemos sentido ante diversas propuestas y proyectos que se nos han ocurrido durante el día. Hay que preguntarse de dónde nacen esas mociones, si vienen del buen espíritu o del mal espíritu. Hay que pegarles una etiqueta con su marca de origen.

En las personas que habitualmente son dóciles al Espíritu llega a crearse una cierta connaturalidad con la voz de Dios. Hay como un sexto sentido que nos hace presentir cuál es la voz de Dios y cuál es la voz del extraño. El evangelio de Juan dice que las ovejas "le siguen porque conocen la voz del Pastor; pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él porque no conocen la voz de los extraños" (Jn 10,4-5).

La vida es un continuo proceso de elección. Elegimos aquello que nos atrae y rechazamos aquello que nos repugna. Pero en ocasiones la realidad es más compleja. Hay realidades que a la vez nos atraen y nos repugnan. Tenemos que elegir cosas que a la vez deseamos y tememos. El tiempo de examen es un tiempo para analizar a la luz de Dios esos deseos y temores. ¿Quién está detrás de ese deseo? ¿Es Dios que me atrae hacia él? ¿Quién está detrás de ese temor o de esa repugnancia? ¿Es Dios que me quiere alejar de algo que puede hacerme daño?

En el examen debo hacer una lectura espiritual de mi jornada seleccionando los puntos más significativos y descubriendo las líneas de fuerza que se van diseñando. Así compruebo cómo se manifiesta en mí la acción de la gracia o cómo se materializa mi propia resistencia a la gracia.

El libro del Apocalipsis contiene una sección sobre lo que el Espíritu dice a las siete Iglesias de Asia menor (Ap 2-3). En esta sección hay una serie de mensajes que contienen a la vez palabras de felicitación y de reproche.

Unas veces el ángel reconoce todas las cosas buenas que hay presentes en cada Iglesia, sus fatigas y su paciencia (Ap 2,3), su fidelidad (2,13), su espíritu de servicio (2,18)… Otras veces el ángel reprocha a cada Iglesia algunas cosas que suceden en ella que no son conformes a la voluntad de Dios: la pérdida del amor primero (2,4), las ambigüedades (2,15.20), la tibieza (3,15).

Unas veces el ángel avisa de los males que pueden venir a la Iglesia si no enmienda su conducta. Usa para ello un lenguaje poético: el candelero de la Iglesia será cambiado de lugar (2,5), les herirá la espada de la boca del Señor (2,16), vendrá el Señor a ellos como un ladrón a la hora en que menos se piensen (3,3), los vomitará de su boca (3,16). Otras veces el Espíritu les anima con promesa de premios si saben perseverar en las buenas obras, y les promete comer del árbol de la vida (2,7), la corona de la vida ( 2,10), una piedrecita blanca con un nombre nuevo grabado (2,17), el lucero de la mañana (2,28), vestiduras blancas (3,5), ser columna en el santuario (3,12), cenar en la intimidad (3,20).

El tiempo del examen es un tiempo para escuchar cuáles son las palabras que el Espíritu nos dirige a cada uno a propósito de la jornada que termina. ¿Por cuales de las cosas que hemos hecho nos felicita el Espíritu? ¿Qué cosas nos reprocha? ¿Cuáles son las consecuencias malas que pueden tener nuestros errores si no los corregimos? ¿Cuáles son los premios que el Señor nos promete si somos fieles?

Pero, sobre todo, el examen es un tiempo para renovar nuestros compromisos de cara al próximo trecho de nuestro camino, escuchar la palabra de aliento que el Señor nos dirige por medio de su Espíritu: "No temas, mantente fiel" (2,10). "Reanima lo que te queda, ponte en vela" (3,2). "Vengo pronto" (3,17).

¡Cómo cambiaría el tiempo de examen de conciencia si se convirtiera en una oportunidad para escuchar lo que el Espíritu que habla a las Iglesias me dice a mí en concreto sobre esa jornada que examino!