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EVANGELIO
DOMINGO DE RAMOS
13 de Abril de 2003
El
primer acto de la Pasión de Jesús es la negación de Jesús como
superhombre: él se angustia mortalmente ante la perspectiva de la Pasión.
Solamente cede, tras una larga oración en la que acepta la muerte como
voluntad de Dios. El masoquismo -ni siquiera el heroico- tiene nada que
ver con la mística cristiana. La
pasión y muerte de Cristo tiene su sacramento en la Eucaristía. Su
celebración nos manifiesta cómo Jesús fue capaz de ir hasta la muerte
por salvar a sus hermanos. Su vida aparece en la cruz como «la sangre de
la alianza derramada por todos para el perdón de los pecados».
Pasión
de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos 14,1-15,47. [Faltaban.
dos días para la Pascua y los Acimos. Los
sumos sacerdotes y los letrados pretendían prender a Jesús a traición y
darle muerte. Pero decían: S.
-No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo. C.
Estando Jesús en Betania, en casa de Simón,
el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume
muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza.
Algunos comentaban indignados: S.
-¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más
de trescientos denarios para dárselo a los pobres. C.
Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó: +
-Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien.
Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos
cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que
podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os
aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio,
se recordará también lo que ha hecho ésta. C.
Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó
a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. A1 oírlo, se alegraron
y le prometieron dinero. El andaba buscando ocasión propicia para
entregarlo. El
primer día de los ácimos, cuando se
sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: S.
-¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? C.
-El envió a dos discípulos diciéndoles: +
-Id a la ciudad, encontraréis un hombre que
lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al
dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a
comer la Pascua con mis discípulos?» Os
enseñará una sala grande en el piso de arriba, arregladla con divanes.
Preparadnos allí la cena. C.
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les
había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue él con los
Doce. Estando a la mesa comiendo dijo Jesús: +
-Os aseguro, que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo
conmigo. C.
Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro: S.
-¿Seré yo? C.
Respondió: +
-Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo
del Hombre se va, como está escrito, pero, ¡ay del que va a entregar al
Hijo del Hombre!; ¡más le valdría no haber nacido! C.
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió
y se lo dio diciendo: +
-Tomad, esto es mi cuerpo. C.
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos
bebieron. Y
les dijo: +
-Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro,
que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino
nuevo en el Reino de Dios. C.
Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Jesús
les dijo: +
-Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán
las ovejas.» Pero
cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea. C.
Pedro replicó: S.
-Aunque todos caigan, yo no. C.
Jesús le contestó: +
-Te aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces,
me habrás negado tres. C.
Pero él insistía: S.
-Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. C.
-Y los demás decían lo mismo. C.
Fueron a una finca, que llaman Getsemaní, y
dijo a sus discípulos: +
-Sentaos aquí mientras voy a orar. C.
Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y
angustia, y les dijo: +
-Me muero de tristeza: quedaos aquí velando. C.
Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era
posible, se alejase de él aquella hora; y dijo: +
-¡Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta
de mí ese cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres. C.
Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro: +
-Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para
no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil. C.
De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los
encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían
qué contestarle. Volvió y les dijo: +
-Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el
Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos,
vamos! Ya está cerca el que me entrega. C.
Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los doce, y
con él gente con espadas y 'palos, mandada por los sumos sacerdotes, los
letrados y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles: S.
-Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto. C.
Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo: S.
-¡Maestro! C.
Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los
presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al
criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo: +
-¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un
bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis.
Pero, que se cumplan las Escrituras. C.
Y todos lo abandonaron y huyeron. Lo
iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le echaron
mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo. Condujeron
a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos
sacerdotes y los letrados y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos,
hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los
criados a la lumbre para calentarse. Los
sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús,
para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban
falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos,
poniéndose de pie, daban testimonio contra él diciendo: S.
-Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré este templo, edificado por
hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres.» C.
Pero ni en esto concordaban los testimonios. El
sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús: S.
-¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan
contra ti? C.
Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de
nuevo preguntándole: S.
-¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito? C.
Jesús contestó: +
-Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la derecha
del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo. C.
El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo: S.
-¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decís? C.
Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirlo, y
tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían: S.
-Haz de profeta. C.
Y los criados le daban bofetadas. Mientras
Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al
ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo: S.
-También tu andabas con Jesús el Nazareno. C,
El lo negó diciendo: S.
-Ni sé ni entiendo lo que quieres decir. C.
Salió fuera al zaguán, y un galló cantó. La
criada, al verlo, volvió a decir a los presentes: S.
-Este es uno de ellos. C.
Y él lo volvió a negar. Al
poco rato también los presentes dijeron a Pedro: S.
-Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo. C.
Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar: S.
-No conozco a ese hombre que decís. C.
Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las
palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos
veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.] Apenas
se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados y el
sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo
llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato
le preguntó: S.
-¿Eres tú el rey de los judíos? C.
El respondió: +
-Tú lo dices. C.
Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato
le preguntó de nuevo: S.
-¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan. C.
Jesús no contestó más; de modo que Pilato
estaba muy extrañado. Por
la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel
un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en
la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato
les contestó: S.
-¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? C.
Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero
los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la
libertad de Barrabás. Pilato
tomó de nuevo la palabra y les preguntó: S.
-¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos C.
Ellos gritaron de nuevo: S.
-Crucifícalo. C.
Pilato les dijo: S.
-Pues ¿qué mal ha hecho? C.
Ellos gritaron más fuerte: S.
-Crucifícalo. C.
Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les
soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que
lo crucificaran. Los
soldados se lo llevaron al interior del palacio -al pretorio- y reunieron
a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de
espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo: S.
-¡Salve, rey de los judíos! C.
Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las
rodillas, se postraban ante él. Terminada
la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para
crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene,
el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y
llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La Calavera»),
y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y
se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba
cada uno. Era
media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación
estaba escrito: EL REY DE LOS JUDIOS. Crucificaron con él a dos bandidos,
uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que
dice:- «Lo consideraron como un malhechor.» Los
que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: S,
-¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate
a ti mismo bajando de la cruz. C.
Los sumos sacerdotes se burlaban también de él diciendo: S.
-A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el
rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos. C.
También los que estaban crucificados con él inaultaban. Al
llegar el mediodía toda a región quedó en tinieblas hasta la media
tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: +
-Eloí, Eloí, lamá
sabaktaní. (Que significa: Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?) C.
Algunos de los presentes, al oírlo, decían: S.
-Mira, está llamando a Elías. C.
Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una
caña, y le daba de beber diciendo: S.
-Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo. C.
Y Jesús, dando un fuerte grito expiró. El
velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que
estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: S.
-Realmente este hombre era Hijo de Dios. [C.
Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María
Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de José y Salomé, que
cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas
que habían subido con él a Jerusalén. Al
anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino
José de Arimatea, noble magistrado, que también
aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato
y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato
se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le
preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado
por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana
y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro,
excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo ponían.]
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COMENTARIO
No te voy a hacer ningún comentario. Si has leído despacio la narración de la Pasión del señor, te invito a que te pares un poco, guardes silencio, contemples la escena, y le des gracias a Dios por todo lo que hizo, y hace, por ti. Que vivas muy bien la Semana Santa, que no es una simple semana de vacaciones. Saludos de tu amigo Juan
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