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EVANGELIO
DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO 16 de Febrero de 2003
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La
acción de gracias, que consiste en proclamar abiertamente el beneficio
recibido, es manifestación de que vivimos en el reino. Alabamos al Padre
porque nos sentimos curados de la lepra que nos margina y nos impide vivir
en fraternidad universal.
Lectura
del santo Evangelio según San Marcos 1,40-45. En
aquel tiempo se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: -Si
quieres, puedes limpiarme. Sintiendo
lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo: -Quiero:
queda limpio. La
lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. El
lo despidió, encargándole severamente: -No
se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y
ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés. Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
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COMENTARIO
Estimado
amigo; te invito a que hoy te sientas LEPROSO. Es decir, con tu alma
llagada por el pecado y necesitada de urgente curación. Los leprosos eran
muy mal vistos por la gente. Eran impuros legales, no podían vivir con
los demás, eran marginados, excluidos de la sociedad. O sea, como unos
MUERTOS OFICIALES. Y todo aquel que tocaba a un leproso, o tenía trato
con él, adquiría también una impureza legal. Algo terrible, una
desgracia de las más lamentables. Pero aquel leproso le pidió al Señor
la curación, y El se ACERCÓ Y LO TOCÓ, y dijo: QUIERO CURARTE, QUEDA
LIMPIO. Pero le rogó que no lo fuera diciendo a la gente, porque el Señor
no buscaba la publicidad. Pero el enfermo recién curado no se lo puso
callar, y lo fue divulgando. Tenemos que acercarnos al Señor como
enfermos de esa terrible enfermedad del pecado grave para que El nos sane.
Y después debemos manifestar, con todo gozo, que estamos contentos porque
hemos recibido la salud del alma por medio de la gracia de Dios. Te
recomiendo que te acerques al Sacramento de la Penitencia y confieses tus
pecados al sacerdote, que es Cristo perdonando, curando la lepra del alma.
Te sentirás feliz.
Saludos de tu amigo Juan
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