Nuevos hallazgos sobre las cruzadas (I)
Thomas Madden, historiador estadounidense, desenmascara los mitos

SAN LUIS (Missouri) , lunes, 25 octubre 2004 (ZENIT.org).-Los cruzados no eran ávidos depredadores o colonizadores medievales, como afirman algunos libros de historia, afirma un experto al concluir un estudio con nuevas revelaciones.

Thomas Madden, profesor asociado de la Facultad de Historia de la Universidad de San Luis (Estados Unidos) y autor de «A Concise History of the Crusades» («Breve Historia de las Cruzadas»), sostiene que los cruzados representaban una fuerza defensiva que no aprovechaba las propias empresas para ganar con ello riquezas terrenas o territorios.

Madden ha recorrido con Zenit los mitos más difundidos sobre los cruzados y los nuevos descubrimientos históricos que los privan de fundamento.

--¿Cuáles son los errores historiográficos más comunes sobre las cruzadas y sobre los cruzados?

--Madden: Algunos de los mitos más comunes y las razones de su falta de fundamento son los siguientes:

Mito número 1: Las cruzadas eran guerras de agresión no provocadas contra un mundo musulmán pacífico.

Esta afirmación es completamente errónea. Desde los tiempos de Mahoma, los musulmanes habían intentado conquistar el mundo cristiano. E incluso habían obtenido éxitos notables. Tras varios siglos de continuas conquistas, los ejércitos musulmanes dominaban todo el norte de África, Oriente Medio, Asia Menor y gran parte de España.

En otras palabras, a finales del siglo XI, las fuerzas islámicas habían conquistado dos terceras partes del mundo cristiano. Palestina, la tierra de Jesucristo; Egipto, donde nace el cristianismo monástico; Asia Menor, donde san Pablo había plantado las semillas de las primeras comunidades cristianas. Estos lugares no estaban en la periferia de la cristiandad sino que eran su verdadero centro.

Y los imperios musulmanes no acababan allí. Siguieron expandiéndose hacia Occidente, hacia Constantinopla y más allá llegando hasta los mismos confines de Europa. Las agresiones provenían por tanto de la parte musulmana. Llegados a un cierto punto, la parte que quedaba del mundo cristiano no tenía más remedio que defenderse, si no quería sucumbir bajo la conquista islámica.

Mito número 2: Los cruzados llevaban crucifijos pero lo único que les interesaba era conquistar riquezas y tierras. Sus intenciones piadosas eran sólo una cobertura bajo la que se escondía una avidez rapaz.

Hace tiempo, los historiadores afirmaban que en Europa se había producido un aumento demográfico que llevó a un número excesivo de nobles segundones, adiestrados en las artes de la guerra caballeresca pero privados de la herencia de tierras feudales. Las cruzadas por tanto eran vistas como una válvula de escape que impulsaba a estos hombres guerreros a salir de Europa, hacia tierras por conquistar a expensas de otros.

La historiografía moderna, con la ayuda de la llegada de las bases de datos computerizadas, ha destruido este mito. Hoy sabemos que eran más bien los primogénitos de Europa los que respondieron al llamamiento del Papa en 1095 y a la consiguiente Cruzada.

Ir a una cruzada era una operación muy costosa. Los señores se veían obligados a vender o hipotecar las propias tierras para conseguir los fondos necesarios. Muchos de ellos, además, no tenían interés en constituir un reino de ultramar. Más o menos como los soldados de hoy, los cruzados medievales se sentían orgullosos de cumplir con su deber, pero al mismo tiempo deseaban volver a casa.

Tras los éxitos espectaculares de la primera cruzada, con la conquista de Jerusalén y de gran parte de Palestina, prácticamente todos los cruzados volvieron a casa. Sólo una mínima parte se quedó para consolidar y gobernar los nuevos territorios.

Asimismo el botín era escaso. Aunque los cruzados hubieran soñado con grandes riquezas en las opulentas ciudades orientales, prácticamente casi ninguno logró ni siquiera recuperar los gastos. Sin embargo, el dinero y la tierra no eran el motivo para lanzarse a la aventura de una cruzada. Iban a expiar los pecados y ganarse la salvación mediante las buenas obras en una tierra lejana.

Afrontaban gastos y fatigas porque creían que, yendo a socorrer a sus hermanas y hermanos cristianos en Oriente, habrían acumulado riquezas donde ni el orín ni la polilla las corroen.

Eran bien conscientes de la exhortación de Cristo, según la cual, quien no toma su cruz no es digno de Él. Recordaban también que «nadie tiene un amor más grande que quien da la vida por los amigos».

Mito número 3: Cuando los cruzados conquistaron Jerusalén, en 1099, masacraron a todos los hombres, mujeres y niños de la ciudad, hasta inundar las calles de sangre.

Esta es una de las historias preferidas por quien quiere demostrar la naturaleza malvada de las cruzadas.

Ciertamente es verdad que muchas personas en Jerusalén encontraron la muerte después que los cruzados conquistaran la ciudad. Pero este aspecto se debe considerar en el contexto histórico.

El principio moral aceptado en todas las civilizaciones europeas o asiáticas premodernas era que una ciudad que se había resistido a la captura y había sido tomada por la fuerza, pertenecía a los vencedores. Y esto no incluía sólo los edificios y los bienes, sino los habitantes. Por esta razón, cada ciudad o fortaleza tenía que sopesar cuidadosamente si podía permitirse resistir a los sitiadores. Si no, era más sabio negociar los términos de la rendición.

En el caso de Jerusalén, se intentó la defensa hasta el último momento. Se calculaba que las formidables murallas de la ciudad habrían detenido a los cruzados hasta la llegada de una fuerza proveniente de Egipto. Pero estaban en un error. Y cuando la ciudad cayó, fue saqueada. Se dio muerte a muchos habitantes pero otros muchos fueron rescatados o liberados.

Según el criterio moderno, esto puede parecer brutal. Pero un caballero medieval podría hacer notar que un número mucho mayor de hombres, mujeres y niños inocentes mueren cada día mediante las modernas técnicas de guerra, comparados con el número de personas que podían caer bajo la espada durante uno o dos días. Hay que observar que en las ciudades musulmanas que se rindieron a los cruzados, la gente no fue atacada. Se incautaban sus propiedades y se les dejaba libres de profesar la propia fe.

Mito número 4: Las cruzadas eran una forma de colonialismo medieval revestido de oropeles religiosos.

Es importante recordar que, en la Edad Media, Occidente no era una cultura poderosa y dominante que se aventuraba en una región primitiva y retrasada. En realidad quien era potente, acomodado y opulento era el Oriente musulmán. Europa era el Tercer Mundo.

Los Estados Cruzados, fundados tras la primera cruzada, no eran nuevos asentamientos de católicos en un mundo musulmán, semejantes a las colonizaciones británicas en América. La presencia católica en los estados cruzados era siempre muy reducida, en general inferior al 10% de la población. Eran gobernantes y magistrados, comerciantes italianos y miembros de las órdenes militares. La gran mayoría de la población de los estados cruzados era musulmana.

No eran por tanto colonias en el sentido de plantaciones o fábricas, como en el caso de la India. Eran puestos de avanzadilla. La finalidad última de los estados cruzados era defender los santos lugares en Palestina, especialmente Jerusalén, y proporcionar un ambiente seguro para los peregrinos cristianos que visitaban aquellos lugares.

No había un país de referencia de los Estados cruzados con el que pudieran mantener relaciones económicas, ni los europeos obtenían beneficios económicos de estos estados. Por el contrario, los gastos de las cruzadas para mantener el Oriente latino gravaban fuertemente sobre los recursos europeos. Como posiciones de vanguardia, los Estados cruzados tenían un carácter militar.

Mientras los musulmanes combatían entre ellos, los estados cruzados estaban a salvo pero, cuando los musulmanes se unieron, fueron capaces de derrumbar las fortificaciones, tomar las ciudades, y en 1291 expulsar completamente a los cristianos.

Mito número 5: Las cruzadas se hicieron también contra los judíos.

Ningún Papa ha lanzado jamás una cruzada contra los judíos. Durante la primera cruzada, una numerosa banda de malhechores, no pertenecientes al ejército principal, invadieron las ciudades de Renania y decidieron depredar y asesinar a los judíos que allí residían. Esto se produjo en parte por pura avidez y en parte por una errónea concepción por la que los judíos, en cuanto responsables de la crucifixión de Cristo, eran objetivos legítimos de la guerra.

El Papa Urbano II y los Papas sucesivos condenaron enérgicamente estos ataques contra los judíos. Los obispos locales y los otros eclesiásticos y laicos trataron de defender a los judíos aunque con poco éxito. De modo parecido, durante la fase inicial de la segunda cruzada, un grupo de renegados asesinó a muchos judíos en Alemania, antes de que San Bernardo lograra alcanzarlos y detenerlos.

Estas desviaciones del movimiento eran un indeseado subproducto del entusiasmo de las cruzadas pero no eran el objetivo de las cruzadas. Para usar una analogía moderna, durante la segunda guerra mundial algunos soldados estadounidenses cometieron crímenes mientras se encontraban en ultramar. Fueron arrestados y castigados por tales crímenes pero el motivo por el que habían entrado en guerra no era el de cometer crímenes.


Nuevos hallazgos sobre las cruzadas (II)
Habla el historiador estadounidense Thomas Madden

SAN LUIS (Missouri), martes, 26 octubre 2004 (ZENIT.org).- La actual tensión entre Occidente y los países musulmanes tiene muy poco que ver con las Cruzadas, dice el historiador Thomas Madden, profesor asociado de la Facultad de Historia de la Universidad de San Luis (Estados Unidos) y autor de «A Concise History of the Crusades» («Breve Historia de las Cruzadas»).

Afirma que, desde la perspectiva musulmana, a las Cruzadas no se les dió tanta importancia. La cosa cambió cuando, en el siglo XIX, los revisionistas empezaron a reconsiderar las Cruzadas como guerras imperialistas

--¿Piensa que la lucha entre Occidente y el mundo musulmán es en cierto modo una reacción a las Cruzadas?

--Madden: No. Puede parecer una extraña respuesta si consideramos que Osama Bin Laden y otros islamistas a menudo se refieren a los estadounidenses como «Cruzados».

Es importante recordar que durante la Edad Media, en realidad hasta finales del siglo XVI, la superpotencia del mundo occidental era el Islam. Las civilizaciones musulmanas gozaban de gran bienestar, eran sofisticadas e inmensamente poderosas. Lo que hoy llamamos Occidente era atrasado y relativamente débil.

Hay que hacer notar que, con la excepción de la Primera Cruzada, prácticamente el resto de las Cruzadas lanzadas por Occidente --y hubo centenares-- no tuvieron éxito.

Las Cruzadas pueden haber frenado el expansionismo musulmán pero de ningún modo lo detuvieron. El imperio musulmán continuó expandiéndose hacia territorios cristianos, conquistando los Balcanes, gran parte de la Europa del Este e incluso la mayor ciudad cristiana del mundo, Constantinopla.

Desde la perspectiva musulmana, no tuvieron tanta importancia. Si usted le hubiera preguntado a alguien del mundo musulmán por las Cruzadas en el siglo XVIII, no sabría nada del tema. Eran importantes para los europeos porque fueron esfuerzos masivos que fracasaron.

Sin embargo, durante el siglo XIX, cuando los europeos empezaron a conquistar y colonizar países de Oriente Medio, muchos historiadores --especialmente escritores franceses nacionalistas o monárquicos-- empezaron a denominar a las Cruzadas como el primer intento de Europa por llevar los frutos de la civilización occidental al mundo musulmán atrasado. En otras palabras, las Cruzadas fueron transformadas en guerras imperialistas.

Estas historias se enseñaban en las escuelas coloniales y se convirtieron en el punto de vista normalmente aceptado en Oriente Medio y más allá. En el siglo XX, el imperialismo fue desacreditado. Islamistas y algunos nacionalistas árabes asumieron la visión colonial de las Cruzadas, denunciando que Occidente era responsable de su miseria porque había depredado a los musulmanes desde las Cruzadas.

Se dice a menudo que la gente en Oriente Medio tiene una memoria duradera; es verdad. Pero en el caso de las Cruzadas, tiene una memoria reconstruida, fabricada por sus conquistadores europeos.

--¿Hay semejanzas entre las Cruzadas y la actual guerra contra el terrorismo?

--Madden: Junto al hecho de que los soldados de ambas guerras deseaban servir a alguien más grande que ellos mismos y que deseaban volver a casa en cuanto acabaran, no veo otras semejanzas entre los cruzados medievales y la guerra contra el terror. Las motivaciones de la sociedad secular de después de la Ilustración son muy diferentes a las del mundo medieval.


--¿En qué se diferencias las Cruzadas de la yihad islámica o de otras guerras de religión?

--Madden: El objetivo fundamental de la yihad (guerra santa) es extender el «Dar al-Islam» (la Morada del Islam). En otras palabras, la yihad es expansionista, busca conquistar a los no musulmanes e imponerles el régimen musulmán.

A quienes son conquistados se les da una sola posibilidad. Para los que no son del Pueblo del Libro --en otras palabras, los que no son cristianos o judíos-- la única opción es convertirse al Islam o morir. Para los que pertenecen al Pueblo del Libro, la opción es someterse al régimen musulmán y a la ley islámica o morir. La expansión del Islam, por tanto, estaba directamente ligada al éxito militar de la yihad.

Los cruzados eran otra cosa. Desde sus inicios la Cristiandad ha siempre prohibido la conversión forzada de cualquier tipo. La conversión por la espada, por consiguiente, no era posible para la Cristiandad. Al contrario de la yihad, el objetivo de los Cruzados no era extender el mundo cristiano ni ensanchar la Cristiandad mediante conversiones forzadas.

Los cruzados eran una respuesta directa y relacionada con los siglos de conquistas musulmanas de tierras cristianas. El acontecimiento que hizo estallar la Primera Cruzada fue la conquista turca de toda Asia Menor de 1070 a 1090.

La Primera Cruzada fue convocada por el Papa Urbano II en 1095 en respuesta a una urgente petición de ayuda del emperador bizantino de Constantinopla. Urbano hizo un llamamiento a los caballeros de la Cristiandad para que acudieran a ayudar a sus hermanos de Oriente.

Asia Menor era cristiana. Formaba parte del imperio bizantino y fue en primer lugar evangelizada por San Pablo. San Pedro fue el primer obispo de Antioquia. Pablo escribió su famosa carta a los cristianos de Éfeso. El credo de la Iglesia fue redactado en Nicea. Todos estos lugares están en Asia Menor.

El emperador bizantino suplicó a los cristianos de Occidente ayuda para recuperar estas tierras y expulsar a los turcos. Las Cruzadas fueron esta ayuda. Su objetivo, sin embargo, no era sólo reconquistar Asia Menor sino recuperar otras tierras antiguamente cristianas perdidas a causa de las yihads islámicas. Incluida la Tierra Santa.

En pocas palabras, por tanto, la mayor diferencia entre Cruzada y yihad es que la primera fue una defensa contra la segunda. Toda la historia de las Cruzadas en Oriente es una respuesta a la agresión musulmana.

--¿Tuvieron algún éxito los cruzados en convertir al mundo musulmán?

--Madden: Quiero hacer notar que en el siglo XIII algunos franciscanos iniciaron una misión en Oriente Medio para tratar de convertir a los musulmanes. No tuvieron éxito, en gran parte porque la ley islámica castiga la conversión a otra religión con la pena capital.

Este intento, sin embargo, era una cosa distinta de las Cruzadas que no tenían nada que ver con la conversión. Y fue un intento de persuasión pacífico.

--¿Cómo asimiló la Cristiandad su derrota en las Cruzadas?

--Madden: De la misma manera que los judíos del Antiguo Testamento. Dios negó la victoria a su pueblo porque era pecador. Esto llevó a un movimiento devocionista de gran escala en Europa, cuyo objetivo era purificar totalmente la sociedad cristiana.