INTRODUCCIÓN

 

1. Cristo, N. S., centro de la moral cristiana

El centro, norma y finalidad de la Teología moral cristiana es Cristo.

Cristo en persona es la verdadera y auténtica ley del cristiano, puesto que es Cristo su único señor y salvador. Por Él y en Él tenemos la vida: por Él y en Él tenemos la ley de esta vida. Para comprender todas las exigencias de la vida cristiana, no basta considerar los términos del decálogo; ni siquiera es suficiente mirar sólo lo que la voluntad de Dios impone y exige; lo primero que se ha de pesar es el amor que Dios nos profesa, lo que nos exigen sus amorosos dones. Ahora bien, Dios nos lo dio todo en Cristo; en Él nos reveló las últimas profundidades de su amor. En ese amor de Cristo y por ese amor nos pide un amor recíproco, esto es, nos pide una vida "cristiana" de veras, cristiforme. La vida cristiana se nos presenta así como una imitación, como un "seguimiento" de Cristo; mas no una imitación o seguimiento puramente exterior, ni una copia externa, aunque fuera por amor y obediencia; no, la vida cristiana es, ante todo, una vida en Cristo Jesús.

La presente Teología moral ha nacido, como la de Magnus Jocham, de la consideración de los "misterios de los hijos de Dios", de nuestra real incorporación en Cristo por medio de los santos sacramentos que depositan en nuestra alma la vida divina.

Al hombre histórico y real sólo podemos comprenderlo mirándolo a la luz de Cristo, puesto que es Cristo el modelo a cuya imagen fue formado y reformado. La moralidad cristiana sólo puede comprenderse y realizarse a la luz de estas dos obras capitales: la creación por el Verbo de Dios y la redención por Cristo, segunda creación. Así comprendida, la moralidad viene a ser vida que saca toda su fuerza y vigor de la victoria de Cristo sobre el pecado, y de la esperanza de la perfecta revelación de esa victoria en el último día.

Pero estar en Cristo es esencialmente ser miembro de su cuerpo místico, prisionero glorioso de su reino; es vivir y sentir con la Iglesia : la moral cristiana tiene que hacer resaltar, en todas sus partes, el carácter solidario de la salvación y el carácter apostólico del cristiano, ya que los miembros de la Iglesia "han de tener la misma solicitud los unos de los otros" (1 Cor 12, 25).


2. Finalidad de la obra presente

El autor sabe perfectamente que el tesoro de las verdades de la fe es inagotable, y que, por lo mismo, son muy variados los puntos que pueden tomarse como base para el orgánico des-arrollo de la teología moral católica. Lo que él ha pretendido, por su parte, es presentar una verdadera teología, mostrando, en la mejor forma que le fuera posible, el fundamento bíblico de las verdades más centrales. Es un ensayo entre muchos otros, que no se excluyen, sino que se completan.

Un texto o manual de teología moral se dispone según el fin que se persigue. Quien se propone darle al confesor una amplia y sólida instrucción que lo habilite preferente o exclusivamente para su oficio de juez en el sacramento de la penitencia, escribirá una teología moral distinta de la del teólogo que quiera presentar la vida cristiana en su carácter peculiar, a saber, como vida implantada en el hombre por la gracia y la verdad divinas. Éste escribirá una auténtica "moral kerigmática" I. El autor de la presente obra está lejos de adoptar una actitud polémica o despectiva frente a otros tipos de teología moral. Se dará por satis-fecho si, con la ayuda de Dios, realiza su propósito con igual acierto que los autores de morales casuísticas.

El presente ensayo intenta conciliar diversos tipos de teología moral:

1) Por una parte presentará el ideal de la vida cristiana: vida en Jesucristo y con Jesucristo, seguimiento radical de Cristo; es la doctrina de las virtudes cristianas.

2) Pero señalará también la valla de la ley, más allá de la cual se extiende el reino de la muerte y perece la vida en Cristo. Pero esta parte no irá tampoco dispuesta como una moral lega-lista : la valla, el límite entre lo permitido y lo vedado irá seña-lado por dentro, indicando lo que se opone a la vida en Cristo, lo que imposibilita el seguimiento de Cristo. La ley será descrita como una realidad establecida por la creación. y la redención, domo el reverso del amor de Dios, como ' el límite que no sólo protege contra el abierto abismo de la muerte, sino que muestra el hito radiante del amor, que, cual la aurora, ha de ir subiendo siempre.

Y con esto queda dicho que la doctrina sobre las virtudes y la que señala los preceptos de la divina ley no pueden, en una moral cristiana, estar separados, como si fueran algo estático y sin vida. La moral cristiana es vida y vida que crece.

Por consiguiente, esta teología moral mostrará :

3) Cómo el bien tiende su arco radiante desde el límite de lo estrictamente impuesto por la ley hasta las cimas de la perfección. El carácter dinámico de la moralidad no será exclusivo del capítulo sobre la conversión, que colocamos entre el de los pecados y el de las virtudes. La dinámica del crecimiento y de ese algo incompleto que se encuentra siempre en todo cristiano que se halla aún a prueba — homo viator y que aspira a perfeccionarse, aparecerá siempre, tanto en los artículos que estudian el límite prohibitivo, como en los que tratan de la perfección.

3. Destinatarios

El subtítulo de la obra, tomado de J. M. Sailer, indica suficientemente que ésta no se dirige sólo a los teólogos de profesión, sino también a los seglares cultos. No por ello abandonaremos el método científico, propio de la teología, ni descuidaremos del todo el lenguaje tradicional de la escolástica. Mas el fin a que tendemos es expresarnos en un lenguaje acomodado a la teología kerigmática, comprensible para el seglar, y que facilite, al mismo tiempo, al predicador y al confesor la presentación de la verdad eterna de un modo apropiado a nuestro tiempo.

Si una teología moral logra, por la manera de tratar el asunto y por el lenguaje, interesar aún a los no teólogos, creemos que esto es suficiente para hacerla recomendable a los teólogos y a los pastores de almas. Al benévolo parecer de los lectores abandona el autor el juicio sobre si ha alcanzado, al menos en parte, el ambicioso fin que se propuso.

La teología moral pregona la verdad eterna, mas para su tiempo. Por lo mismo debe hacer la radioscopia de los problemas y asuntos de su tiempo con la luz de la eternidad. Además, pretende servir para la práctica de la vida : es un servicio en el reino de Dios. La presente moral quiere ayudar también a los seglares a comprender rectamente su oficio de cristianos que viven en el mundo, a ver los problemas de su vida privada y pública con la amplitud y seriedad que exige el seguimiento de Cristo, que es el deber fundamental de la vida cristiana.

El autor espera que el teólogo encontrará en esta teología la materia apropiada para la predicación de la moral cristiana. Mas la formación del confesor no será descuidada. El oficio del confesor no es únicamente el de juez. Su deber es, ante todo, pregonar a cada alma en particular el Evangelio, anunciarle la buena nueva del reino de Dios, anuncio que incluye el llama-miento a volverse completamente a Él, abandonando el pecado. Como maestro debe instruir y dirigir las almas por los senderos de la vida cristiana, señalándoles las cumbres.

El autor desea muy de veras evitar un equívoco: si en esta moral se proclama el ideal de la vida cristiana con todas sus exigencias y en toda su extensión, no se deberá sacar de ahí la justificación del rigorismo en la administración de la penitencia. Cuando se trata de negar la absolución, hay que interpretar la ley lo más ampliamente posible y de igual modo hay que apelar siempre que se pueda a la máxima benignidad.

Mas debemos prevenir otro error no menos funesto : cuando los más indulgentes autores de manuales para confesores ordenan ir hasta el último extremo de lo permitido por la ley, se dirigen al confesor como a juez, mas no pretenden trazarle con ello una regla invariable de conducta a la que haya de atenerse en todos los casos que se le ofrecen en el confesionario. Este último engaño difícilmente podría apoyarse en las enseñanzas de la presente moral.

4. Plan general de la obra

La disposición es la tradicional: moral fundamental o general, y moral especial. La moral fundamental se divide en seis grandes partes. Nos ofrece la primera el panorama histórico de la teología moral y la idea madre que orienta la presente teología y que es la responsabilidad ante el llamamiento de Dios:

Parte primera : El problema de la moral.

La segunda estudia al hombre llamado al seguimiento de Cristo : es la antropología cristiana o teología del hombre. Parte segunda: El sujeto moral.

La tercera presenta la forma cómo se intima al cristiano al divino llamamiento. Esta forma se concreta en la ley.

Parte tercera: Deberes del discípulo de Cristo. El objeto moral.

La cuarta muestra al hombre rebelde al llamamiento de Dios por el pecado.

Parte cuarta : El abandono del seguimiento de Cristo. El pecado.

La quinta, casi absolutamente nueva en los manuales de moral, muestra cómo se reanuda el seguimiento de Cristo: Parte quinta : La conversión.

La sexta, por último, muestra el coronamiento del seguimiento de Cristo por las virtudes :

Parte sexta : Las virtudes cristianas.

La moral especial presenta la vida real del hombre en su trato con Dios y con las criaturas.

La primera parte estudia la vida propiamente religiosa del hombre; las pulsaciones del amor divino, de aquel vivir y estar en Cristo que se traducen en la fe, la esperanza, la caridad y la religión.

Primera parte : La vida en comunión con Dios.

De esta vida propiamente religiosa dimana la estrictamente moral, que se actualiza por la caridad con el prójimo y por los deberes que cubren los diversos ámbitos de la vida terrena y que concretamos en este epígrafe :

Segunda parte: La responsabilidad humana bajo el signo del amor.

Para más pormenores, véase el índice.

El haber tratado las virtudes cardinales antes de las teologales podría parecer, a primera vista, un abandono de la pro-funda concepción teológica de santo Tomás, quien coloca el tratado de las virtudes teologales antes que el de las cardinales (cf. ST 11-11). En realidad, la disposición escogida pedía que se hiciera resaltar con la mayor claridad el lugar preeminente que corresponde a la vida de la gracia y de las virtudes teologales; por lo mismo teníamos que tratar en la moral fundamental de las virtudes cardinales, que no constituyen más que la disposición fundamental y general para seguir a Cristo.

A quien leyere el libro no será necesario advertirle que el hilo conductor no son los preceptos del decálogo, sino la vida en Cristo. Pensamos que aun así tendrá su utilidad práctica.

5. Moral y derecho canónico

De propósito hemos evitado entrar en explicaciones concernientes al derecho canónico o civil, para no dar, ni siquiera en apariencia, la impresión de que identificábamos el derecho con la moral, o de que convertíamos la teología moral en un tratado jurídico. Era, sin embargo, necesario mostrar la moralidad del derecho. Estudiamos, por lo mismo, los fundamentos teológico-morales del derecho, tanto eclesiástico como civil, y en especial los límites entre la moral y el derecho, mostrando así cómo la ley humana, sobre todo la ley de la Iglesia, encaja perfectamente con la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús (Rom 8, 2).

El lector advertirá fácilmente las repeticiones : no vaciló el autor en dejarlas, pues intentó insistir hasta la evidencia en las verdades fundamentales de la teología moral para grabarlas profundamente en el espíritu. Cree el autor que enfocando las verdades particulares a la luz del conjunto, se iluminarán mejor unas a otras.

Con la bibliografía abundante que hemos añadido a cada parte henos querido servir no sólo al especialista, sino también al pastor de almas y al seglar que pudiera interesarse. Por lo mismo hemos aducido no sólo los estudios estrictamente científicos, sino también aquellos que podían pasar por serios estudios de teología kerigmática. La bibliografía se limita generalmente a los trabajos de los últimos veinticinco años. En cuanto a las obras más antiguas, sólo aduciremos algunas: las verdadera-mente trascendentales. Para lo que faltare, remitimos a los manuales de AERTNYS-DAMEN, NOLDIN, MAUSBACH, SCHILLING y TILLMANN. Por lo general, la cita expresa sólo se hará cuando el autor sea especialmente deudor de algún tratado especial. Por lo demás, todo manual lleva una bibliografía con la que cada cual podrá orientarse fácilmente.

El autor dará gracias a Dios si su trabajo presta algún servicio a los estudiantes de teología, a los pastores de almas y a los intelectuales seglares, y llega así a ocupar un modesto sitio junto a los grandes maestros de moral. La obra propia del autor es pequeña en comparación con lo que a otros debe. Se reconoce el autor especialmente deudor de SAN AGUSTÍN, SAN CIRILO DE JERUSALÉN, SANTO TOMÁS DE AQUINO y SAN ALFONSO DE LIGORIO; y de entre los modernos, de SAILER, HIRSCHER, SCHILLING, TILLMANN y STEINBÜCHEL.

BERNHARD HÄRING
LA LEY DE CRISTO I
Herder - Barcelona 1961
Págs. 29-35

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1. Sabido es que el kerigma es un pregón vibrante y solemne. La palabra se ha usado últimamente para designar las verdades fundamentales de salvación, anunciadas en el mensaje de Cristo (Véase A. Retif, S. I., Foi au Christ et Mission, c. 1). "Moral kerigmática» será, pues, aquella que por su contenido y su forma es una solemne y vibrante predicación de las verdades centrales del mensaje cristiano. (Nota del tr.)