Palabra de Dios
"En los juicios,
en las oraciones de los tribunales, hágase ambiciosa ostentación de las
riquezas de la elocuencia. Mas cuando se habla de Dios, la pura sinceridad de
las palabras no estriba en las fuerzas de la elocuencia para los argumentos de
la fe, sino en las cosas. Toma no sentencias discretas, sino fuertes; no las
adornadas con expresiones cultas para halagar los oídos del pueblo, sino
verdades desnudas y sencillas para predicar la benignidad divina. (S. Cipriano, Epist. 1, ad Donat.,
sent. 1, adict., Tric. T. 1, p. 378.)"
"Así
como el cuerpo no podría vivir sin alimento, también el alma necesita alimento
espiritual, por lo cual es preciso sustentarlo con la palabra de Dios, el rezo
de los salmos, la lectura de la Escritura Sagrada, ayunos, vigilias, lágrimas,
esperanza y meditación de los bienes futuros. (S. Efrén, de comp. et salut.
anim., sent. 154, Tric. T.3, p. 79 y 80.)"
"No se
ha de anunciar la palabra de Dios por ostentación o por interés; es necesario
enseñarla puramente por la gloria del Señor, como si le viéramos presente
entre los que nos oyen. (S.
Basilio, Reg. 70, c. 23, sent. 48, Tric. T. 3, p. 198.)"
"No
debemos esperar el buen éxito de nuestra predicación, del trabajo o de la
fuerza de la elocuencia, sino de la pura gracia de Dios. (S. Basilio, ibid., c. 27, sent.
49, Tric. T. 3, p. 198.)"
"Si me
preguntan cómo deben ser aquellos a quienes está sometida la predicación del
Evangelio, respondo, que han de ser como los Apóstoles, como verdaderos
ministros de Jesucristo y fieles dispensadores de sus misterios, que deben
seguir únicamente en todas sus acciones y palabras lo que el Señor les ha
encomendado, como la regla y forma de piedad, por lo cual los que siguen al Señor,
se deben gobernar en el camino recto, instruyéndose en el conocimiento de la
depravación de todos los que se retiran en la menor cosa de su imperio; como
padres y madres que llenos de ternura hacia sus hijos, y penetrados de la
caridad de Jesucristo, siempre estén prontos, no sólo para comunicarles el
Evangelio, sino para dar la vida por su salud; como coadjutores de Dios,
entregados del todo a su obra, sin otro fin que el de su gloria. (S. Basilio, Reg. 80, sent. 57, Tric. T. 3, p. 199.)"
"La
palabra de Dios es toda de fuego: esto se entiende de tres modos: porque unos
purifica, porque nos abrasa y porque nos ilumina. (S. Ambrosio, in Psalm. 118,
sent. 68, Tric. T. 4, p. 326.)"
"Purifica
la divina palabra y purifica nuestra confesión: aquella, cuando se oye, y ésta,
cuando se profiere. Purifica el buen pensamiento y las honestas operaciones,
como también la frecuencia de la buena conversación. (S. Ambrosio, in Psalm. 50, sent.
30, adic.. Tric. T. 4, p. 402.)"
"Es
preciso despreciar todo aquel arte de retórica y toda aquella elegancia pueril
que sólo consiste en las palabras y no sirve sino para granjeamos los vanos
aplausos del pueblo; y recurrir a la santa gravedad de las divinas Escrituras,
en las cuales hallaremos los verdaderos remedios de nuestros males y el sólido
alivio en nuestros dolores. (S. Jerón., Ep. ad Jul. 118, sent. 32, Tric. T. 5, p.
244.)"
"Así
como el apetito es buena señal de la salud para el cuerpo, así también el
gusto y amor a la palabra de Dios, es grande señal de la salud de nuestra alma.
(S. Juan Crisóst., Homl.
15, ibid., sent. 93, Tric. T. 6, p. 316.)"
"Si un
predicador adelanta alguna cosa sin apoyarla en la Escritura, titubean los espíritus
de sus oyentes, y se quedan en la incertidum-bre
de lo que deben creer; ya les viene el pensamiento de desecharla, como frivola,
y ya el de recibirla como probable. Pero desde luego que prevalece la autoridad
de la Escritura, el entendimiento del predicador y el de la gente, no tienen la
menor duda, y se hallan sólidamente firmes en la verdad. (S. Juan Crisóst., in
Psalm. 95, sent. 132, Tric. T. 6, p. 324.)"
"No
asistamos a la lectura de los santos Evangelios como por cumplir: estemos de
pie, y recibamos aquellas divinas palabras con mucha atención y respeto, sin
cansamos, sin estar sentados y sin distraemos a parlar con los que están a
nuestro lado. (S.
Juan Crisós-tomo, Serm.
in illud "attendite
ne eleemosyn".,
sent. 250, Tric. T. 6, p.351.)"
"Así
como el apetito de comer es señal de la buena salud del cuerpo, así el deseo
de las pláticas espirituales arguye la sanidad del alma. (S. Juan Crisóstomo,
Homl. 2, in Isaiam, sent. 13, adic.,
Tric. T. 6, p. 455.)"
"La virtud del
pregonero es seguir con toda verdad lo que le han confiado que publique, sin añadir,
quitar ni mudar en cosa alguna. Si se ha de predicar, pues, se ha de ejecutar
con toda fidelidad y constancia; de lo contarlo,
no será virtud el predicar. (S. Juan Crisóst., Actit., Homl. 1, sent. 21, adic.,
Tric. T. 6, p. 460.)"
"SÍ
el predicador no está inflamado, es difícil que inflame a los oyentes. (S. Agust., Psalm. 103, sent.
148, Tric. T. 7, p. 468.)"
"El
siervo de Dios más debe querer escuchar, que hablar: debe poner su alegría en
oír la palabra de Dios, y sola la necesidad le debe precisar a hablar. (S.
Agustín, Psalm. 139, sent. 164, Tric. T. 7, p.
469.)"
"Un
sermón es como un espejo en que cada uno debe ver sus defectos sin enojarse
contra el predicador: así como una señora que consulta a su espejo, no le
quiebra porque le manifieste alguna mancha en el rostro, o algún desaliño en
el vestido. (S. Cesáreo de Arles, Serm. Aug., sent. 21, Tric. t. 9, p. 47.)"
"Los jóvenes,
aunque sean sabios, no se deben arrojar temerariamente al ministerio de la
predicación; pues nos dice la Escritura, que en lo hombres de madura edad está
la sabiduría, y que la prudencia está en los que han vivido mucho tiempo. (S.
Greg. el Grande, lib. 11, c. 6, p. 369, sent. 54, Tric. t. 9, p. 251.)"
"La
palabra divina, así como es digna de ocupación de los prudentes, por razón de
los misterios que encierra, así también con lo más superficial es el consuelo
de las almas sencillas. Con lo público alimenta a los pequeñuelos; con lo más
secreto, admira y suspende los entendimientos sublimes. Es como un río que en
unas partes va somero, y en otras muy profundo, en el que pasa el cordero, y
nada el elefante. (S. Gregorio el Grande, lib. Job., c. 4, sent. 1, adic., Tric. T. 9, p. 378 y 379.)"
"Muchas
son las señales que manifiestan el corazón de los oyentes: la principal, es el
que alaben lo que oyen, no siguiendo lo que alaban. (S. Greg. el Grande, lib. 20, c. 12, sent. 3, adic.. Tric. T. 9, p. 379.)"
"Más
se debe instruir a los pueblos con la buena vida, que con los discursos,
procurando cada uno hacerse más amable con la mansedumbre y bondad, que temible
con una justicia tan severa que a ninguno perdone. (S. Anselmo, Epist. 71, lib. 1,
sent. 51, Tric. t. 9, p.356.)"
"Oigo con gusto la voz de un Doctor que no solamente mueve al aplauso, sino también al llanto. (S. Bern., Serm. 65, in Cant., n. 3, sent. 23, Tric. T. 10, p. 323.)" "El ejemplo de las obras es un sermón vivo y eficaz: fácilmente persuade lo que se dice el que muestra que es factible lo que persuade. Vive, pues, persuadido a que de estos dos preceptos, el de la palabra y el del ejemplo, depende en suma tu obligación, en cuanto a la seguridad de tu conciencia. Pero si eres prudente, añadirás el tercero, esto es, la aplicación a la oración, para cumplir con aquellas tres repeticiones de Cristo en el Evangelio acerca de apacentar sus ovejas. Conocerás que en ninguna cosa has defraudado el sacramento de esta Trinidad, si las apacientas con la palabra, con el ejemplo y con el fruto de tus santas oraciones. Tres cosas son estas, la palabra, el ejemplo y la oración, pero la mayor de ellas es la oración; porque si la obra es la virtud de la voz, pero la oración es la que merece la gracia y la actividad para la voz y la obra. (S. Bern., -Ep. 201, ad Bald. AbL, Reantin. Mon.,-sent. 28, adic., Tric. T. 10, p. 355 y 356.)"