GRACIA
"El
cristiano no es obra de
la humana persuasión, sino de la grandeza de la gracia. (S.
Ignacio, en la Epístola. a los Rom., sent.
3, adic., Tric. T.
l.p.339.)"
"Las gracias celestiales
no se parecen a los beneficios de los hombres, pues estas no tienen
límites ni términos,
y cuando no las detiene obstáculo
alguno, corren sus aguas con inundación por todas partes: sólo requieren
que nuestro corazón esté
sediento y se
abra para recibirlas, entonces
lloverán a proporción de nuestra fe. (S. Cipriano, Carla I.ª a Donato, senl. 1, Tric. T. I,
p. 295.)"
"Como una mujer
conoce que esta en cinta cuando advierte
que se mueve el niño, del mismo modo un cristiano
verdadero siente que ha recibido el Espíritu
Santo en el Bautismo, por los movimientos
secretos de su
corazón, y por la impresión de una alegría interior que experimenta
principalmente en los días (estivos, en el
tiempo de las solemnidades y en la recepción del sagrado cuerpo y sangre de
Jesucristo. (S. Atanasio, ad
antioch. Principen!.,
sent. 10, Tric. T. 2. p. 173.)"
"El Espíritu
Santo sopla en donde le place, cuando quiere y
cuanto quiere. (S. Gregorio
Nacian., Oral, 44, sent.
53, Tric. T. 3, p. 361.)"
"Para inclinarse al
mal, no necesita el hombre de asistencia alguna:
porque el pecado por si mismo, impele nuestra
voluntad: mas para volverse a Dios, tiene
la voluntad necesidad de los divinos auxilios. (S. Greg.
de Nisa, Orat. 4,
sent. 10, Tric. T. 4. p. I 14.)"
"La razón
puede moderar la concupiscencia, mas no quitarla del todo, no es
el espíritu dueño de
las pasiones, sino gobernador que tiene el
freno, y es moralmente imposible que
un hombre inclinado naturalmente a la ira no
sienta movimientos de este vicio; mas "puede
moderarlos y reprimirlos según lo que dice el
Profeta: "Irascimini,
et nolile peccare".
Permite lo que es propio en la naturaleza, y prohibe
lo que ya es pecado. (S. Ambrosio de Jacob., et vit.,
beata, iib, E, senl. 19, Tric.
T. 4, p. 316.)"
Para que los Santos no atribuyesen a sí mismos y a
su propia virtud el bien que había hecho en ellos la divina gracia, ha
permitido Dios algunas veces que caigan en alguna falta, para que reconozcan
por su propia experiencia, que necesitan de la asistencia divina, y se
vean precisados a pedir que los gobierne para llegar a la salvación. Por otra
parte vemos que un San Pablo se gloria en sus Flaquezas, porque sabía que
muchos Sanios que confiaban en la excelencia (ir su virtud habían caído sin
volver en sí. (S. Ambrosio. Apolog. David,
c. 2, sent. 29, Tric. T. 4, p. 3! 9.)"
"Nosotros, Señor, cuanto mayores han sido
nuestros pecados, más grandes bienes espirituales hemos recibido; porque
vuestra gracia nos ha hecho más felices que muestra inocencia. (S. Ambrosio, in P.salm..., 37, sent.. 4°, Tric. T. 3,
y. 323.)"
"Señor, vivificadme según vuestra
misericordia. Necesitamos -. de una continua misericordia de Dios, para que
nuestra alma, mientras permanece en este cuerpo mortal, reciba continua vida,
y para que el justo pueda lodos los días vivir para Dios y morir, por
consiguienifí, al pecado. (S. Ambrosio, in Psalm. 1 18,
senl. 63, Tric. T.
4, p. 325.)'
"E! santo rey David nos hizo ver en su persona
que ninguno debe confiar en su propia virtud; porque todos tenemos a la frente
un enemigo muy poderoso, al que no podemos resistir, si no nos sostiene la
gracia de Dios. (S. Ambrosio, Iib. 3, in c.
5, sent. 78, Tric. T. 4, p. 329.)"
"No hay bueno sino lo que es verdaderamente
honesto: y solamente se llalla la felicidad en el que esta exento de pecado,
lleno de inocencia y sujeto en lodo a la gracia y amistad
de Dios. (S. Ambro-sio, tih. 2, c. 3, senl.
130, Tric. T. 4, p. 340.)"
"Somos incapaces de caminar por nosotros
mismos por la recta senda de la vida, de recibir
la palabra de
Dios. y abrirnos la entrada al reino de los ciclos, el
que desde el tiempo de Juan Bautista
se gana con violencia: si antes de! último de nuestros
días no nos descargamos de todas las cosas que ocupan nuestra afición y
cuidado, o si estas nos detienen
en el camino de este mundo, y después no combatimos esfuerzos
de nuestras buenas obras y santos deseos
de llegar a Jesucristo y estar tan estrechamente unidos a su amor, que jamás
nos separemos, así como Jacob abrazaba al Angel, hasta
que como por fuerza le hayamos arrancado la divina bendición. (S. Paulino, Ep. 24, ad
Se-ver., sent. 2, Tric. T. 5, p. 329.)"
"Convertir al hombre es obra de Dios, porque El
solo puede restablecer lo que
hizo. (S.
Paulino, Ep. 38, ad Apr., sent. 18, Tric. T. 5,
p. 332.)"
"Cuando el Espíritu Santo bajó sobre los
Apóstoles, se oyó un ruido de un viento violentísimo y apareció en lenguas
de fuego: si ahora no vemos las
mismas señales, recibimos, no obstante, las mismas gracias, figuradas en
estas señales. (S. Juan Crisósl., Homl.
11, c. 3, sent. 40, Tric. T. 6, p. 307.)"
"No sólo tenemos necesidad del
auxilio de Dios en los peligros que exceden a
nuestras fuerzas, sino también en aquellos que
nos parecen que no son mayores y que podremos resistir
con el valor y constancia que debemos. (S. Juan Crisóst.,
serm. 62, ¡n Paralyt.,
sent. 237, Tric. T. 6, p. 348.)"
"Cuando veis
alguna acción honesta y útil que excede
las leyes y fuerzas
de la naturaleza,
debéis inferir que ha sido hecho con la virtud y la asistencia de
Dios. Ahora, pues, no hay duda que unos simples pescadores,
oficiales de tienda de campaña, los publícanos,
los ignorantes, los ¡diotas, fueron los que vencieron a los oradores, a los
sabios y filósofos, y aun los vencieron en poquísimo tiempo entre una
infinidad de peligros, a pesar de la resistencia
de los reyes y pueblos, de la oposición de la naturaleza,
de la larga posesión, de la antigüedad, de la
fuerza, de la costumbre y la violencia de los
demonios, que todo lo movieron por oponerse. (S. Juan Crisóst.,
Homl.
3, sent. 301, Tric. T. 6, p. 363.)"
"Dios distribuye la recompensa, no a proporción
del buen éxito de nuestras empresas buenas,
sino según el espíritu y la intención
con que obramos en ellas. (San Juan Crisóst., ihid.,
sent. 302, Tric. ibid-, p. 364.)"
"Así como necesitamos
continuamente de la respiración, así también
leñemos necesidad del auxilio de Dios, pero si
queremos, fácilmente
le podremos atraer. (San Juan Crisóst.,
Homl. 2, c. 1, Malth.,
sent. 3, adic., Tric. T. 6, p. 451.)"
"Aunque tan pobres y necesitados,
llegad como c! mendigo a la puerta de vuestro
Dios; llamad con instancia y no dudéis que os abrirán. (S. Agust.,
Psalm. 39, sent. 56, Tric. T. 7, p. 459.)"
"Yo os he criado una vez, y ahora os crío de
nuevo: yo os he formado y os reformo: yo os he hecho y os vuelvo a hacer: si
no fuisteis poderosos para haceros, ¿cómo lo
habéis de ser para reformaros? (S. Agustín, Psalm.
45, sent. 62, Tric. T. 7, p. 460.)"
"Cuando erais aún impíos o pecadores os buscó
el Señor para redimiros: ¿cómo después de haberos rescatado os había de
abandonar para perderos? (S. Agust.,
Salm. 66, sent. 106, Tric. T. 7, p. 464.)"
"Nunca toméis consejo del hombre sin considerar
principalmente al que ilumina al hombre. (S. Agust., Salm. 75, sent. 121, Tric. T. 7, p.
466.)"
"El agua de la gracia entra en el valle de la
humildad y no puede detenerse en la altura de la vanagloria. (S. Agust.,
Salm. 77, sent. 122, Tric. ibid., ihid.)"
"Señor, considerad
en mí vuestra obra, y no la mía, porque si miráis a lo que yo he hecho, sin
duda me condenareis, pero mirando vuestra obra me salvaréis. (S. Agust., Salm. 134, senl.
162, Tric. T. 7, p. 469.)"
"¿De qué me sirvo
yo sin ti, sino de guía para el precipicio? (S. Agust. Conl., lib. 4, c.
I, sent. 3, adic. Tric. T. 7, p. 4^0.)"
"Cuando Jesucristo esta en nosotros, duerme, digámoslo
asi, la cruel ley de la carne que está en nuestros miembros, y despierta y se
aviva la piedad y amor de Dios: amortigua las pasiones borrando las faltas en
que hemos incurrido, y sanándonos como a enfermos. (S. Cirilo Alejand., Commenl. in Joan., p. 365, sent.
9, Tric. T. , p. 99.)"
"Por mas que el alma atienda a dirigir las
acciones exteriores, entre los mismos cuidados y medidas que loma para sustentar
y refre-nar su carne, siempre tiene muy cerca la tentación. ¿Quién habrá que
de lal modo se guarde del deleite y del dolor del cuerpo, que no llegue el alma
a resentirse de lo que exteriormente lisonjea o atormenta? Así el gozo como la
trisleza son inseparables, lodo en el hombre se enciende con la ira y se disipa
con el contento, y lodo lo envenena la melancolía. ¿Quién podra huir del
pecado cuando una misma pasión afecta al alma que ruje y al cuerpo que es
gobernado? Con razón, dijo el Señor: El espíritu esta pronto, pero la carne
está enferma. Mas para que no caigamos por desesperación en la torpe desidia,
nos promete Dios lo que es imposible a! hombre, atendiendo a la flaqueza propia,
será posible con la virtud divina. No hay duda que es angosto y estrecho el
camino que guía a la vida, y ninguno daría un paso ni pondría los pies en él,
si el mismo Jesucristo, haciéndose camino, no abriese la difícil entrada; de
tal suerte, que el Autor del camino es la posibilidad del que le anda; porque el
mismo Señor que nos introduce al trabajo, nos lleva al descanso. En Aquel que
es nuestra esperanza de la vida eterna, está el modelo de nuestra paciencia: y
si padecemos con El,
reinaremos en su compañía: porque como dijo el Apóstol: El que dice que vive
en Cristo, debe andar como El anduvo. De lo contrario, sólo tenemos la
apariencia de una falsa profesión, siempre que no seguimos los preceptos de
aquel Señor de cuyo nombre nos gloriamos. Sus preceptos no serían penosos,
antes nos librarían de todos los peligros, si solamente amásemos lo que nos
manda amar. (S. León, Papa, Serm. 90, c. 1, p. 351, sent. 69, Tric.
T. », p. 400.)"
"Es verdad, como se explica la Escritura, que
Dios hace que de algún modo escuchen nuestros oídos el soplo de su ruido
sordo, cuando secretamente se introduce en los oídos de nuestra inteligencia
por infinitos modos. Porque algunas veces toca nuestros corazones con un
sentimiento de amor, y otras con un movimiento de temor: algunas veces representándonos
la nada de los bienes presentes, eleva nuestros deseos al amor de los eternos, y
otras dándonos a sentir con anticipación el gusto de los bienes eternos, nos
inspira el desprecio de todo lo temporal. Algunas veces también nos descubre
nuestras mismas miserias y nos excita a compadecernos de las ajenas. (S. Greg.
el Grande, -lib. 5, c. 29. p.
161-, sent. 10, Tric.
T. 9, p'. 233.)"
"Es preciso notar con
todo cuidado estas palabras de la Escritura: Vos visitáis al hombre desde la mañana,
e inmediatamente le probáis. Porque así como Dios perfecciona nuestro corazón
cuando se acerca a El, así también cuando se aleja le deja expuesto a las
tentaciones. A la verdad, si después de haber recibido de Dios muchas gracias y
virtudes no se padeciera tentación alguna, habría riesgo de gloriarse de estos
favores, como si por sí mismo los hubiera merecido; para que cuando Dios nos da
estos divinos dones, reconozcamos nuestra misera y nuestro poco poder.
Inmediatamente que la gracia nos ha elevado a las cosas celestiales visitándonos,
se retira, al parecer, para que con una favorable experiencia conozcamos lo que
somos por nosotros mismos. (S. Greg. el Grande, -lib. 8, c. 19, p. 265-, sent. 36, Tric. T. 9, p. 242.)"
"Implorad en todas vuestras acciones el auxilio
de Dios; atribuidlo todo a la gracia y a la liberalidad de Dios. y nada a
vuestros propios méritos; evitad la presunción y no contéis con vuestra frágil
virtud. (S. Anselmo, Exhort. ad
contemplum temporahum, sent. 25, Tric. T. 9, p. 345.)"
"No hay cosa tan dura que no ceda a otra que
todavía sea más fuerte. (S. Bernardo, 4, de Com., sent.
4, Tric. T. 10, p. 322.)"
"El que corre sin la luz de la discreción,
tropieza. (S. Bern., Serm. de Circumc.,
sent. 58, Tric. T. 10, p. 325.)"
"La privación de la gracia es argumento de la soberbia. (S. Bern., Serm. 54, in Can!.. sent. 66, Tric. T. 10,
p. 326.)"
"Siempre es agradable al hombre la luz; pero más
al que sale de las tinieblas. (S.
Bern., Serm. 6S, in Cant., sent. 70, Tric. T. 10, p. 326.)"
"El día aclara lo que la noche oculta. (S. Bern., Serm. 75, in Cant., sent. 72, Tric. T. 10,
p. 326.)"
"Con mucho descanso
nada aquél a quien le sostienen la cabeza. (Serm. 42, in Cant., n. »,
senl. W, Tric. T. 10, p. 327.)"
"¡Oh Señor, que
iluminas mi lampara con la que veo, y me horrorizan mis tinieblas! Dios mío,
ilumina a mis propias (¡tinieblas, para que vea y me alegre de que la caridad
esté en mi ordenada, sabiendo y amando lo que merece mi amor; y cuanto, y para
qué se ha de amar, no queriendo que me amen, sino en ti, y en cuanto debo ser
amado. (S. Bern.,
Ep. 85, ad Will. Ahbat. S. Theodor.-, senl. 16, Tric. T. 10, p. 350.)"