Escándalo

 

"Si aun cuando en las cosas permitidas, y en las que nos es libre hacer o no hacer, causamos escándalo a los débiles o ignorantes, incurrimos en una vigorosa condenación, según dijo el Salvador con estas palabras. Me|or le sería que se arro|ase en el mar con una piedra de molino al cuello, que escandalizase a uno de estos pequeñuelos: si Dios, vuelvo a decir, nos ha de juzgar con tan terrible rigor sobre las cosas permitidas, ¿qué sucederá en las cosas que son prohibidas? (S. Basilio, Quaest 10, sent. 25, Tric T. 3, p. 195.)"

"La aprensión de escandalizar a nuestro prójimo debe algunas veces obligarnos a ejecutar cosas que, a no ser esto, no serían necesarias. (S Basilio, Reg. 33, c. 4, sent. 39, Tric. T. 3, p 197.)"

"He conservado en el secreto de mi corazón vuestras palabras, temiendo pecar contra Vos: porque no solamente hay peligro en decir lo que es falso, sino también en decir la verdad, cuando se dice a los que no se debe. (S. Ambrosio, ¡n Psalm. 118, sent. 55, Tric. T. 4. p. 323.)"

 

"Sólo hemos de ejecutar lo que no desagrada a Dios ni escandaliza a nuestro hermano: porque, aunque una cosas sea permitida, si esta escandaliza al prójimo, es desagradable a Dios, porque quiere el Señor que atendamos a la salud de los otros. Procuraremos, pues, no hacer cosa alguna que no sea buena, así delante de Dios, como delante de los hombres, si solamente hacemos las cosas permitidas cuando a ninguno escandalizan. (S. Ambrosio, in c. 12, sent. 96, Tric. T. 4, p. 332.)"

 

"Si vuestro ojo, vuestro pie o vuestra mano es motivo de escándalo, y de caída, separadlos de vosotros. A nada perdonéis por perdonar a vuestra alma: esta que parece crueldad es una acción piadosa. (S. Jerónimo, Ep. ad Rust. 125, sent. 10, Tric. T. 5, p. 240.)"

 

"Si el ojo derecho te sirve de escándalo, arráncale, y arrójale de ti. No entendió Dios esto de los ojos del cuerpo, porque es el Señor incapaz de hacernos mal, cuando nuestro espíritu se conserva sano y vigoroso: quiso hablar de nuestros mayores amigos, que nos parecen tan preciosos como nuestros miembros; y nos encomienda que si nos sirven de escándalo, dejemos su amistad para asegurar nuestra salvación. (S. Juan Crisóst., Homl. in Psalm. 4, sent. 120, Tric. T. 6, p. 322.)"

"No me digáis, esto o aquello está prohibido, ni que está permitido, siempre que habléis de alguna cosa que escandaliza a los demás; porque, aunque la permitiera el mismo Jesucristo, si advertís que alguno se escandaliza, absteneos, no uséis del premio que os ha dado. De este modo procedió el grande Apóstol, no queriendo tomar cosa alguna de los fieles, no obstante que el Señor lo había permitido a los Apóstoles. (S. Juan Crisóstomo, Homl. 21, c. 9, sent. 305, Tric. T. 6, p. 364.)"

"Muchas veces nace en el corazón de un siervo de Dios el deseo de la soledad, por causa de las muchas tribulaciones y escándalos de este mundo. (S. Agustín, Salm. 54, sent. 74, Tric. T. 7, p. 461.)"

"Debe notarse que tenemos obligación de evitar en cuanto nos sea posible el escándalo de los prójimos; pero si de la verdad reciben escándalo, mejor es permitir que este nazca, que desamparar la verdad. (S. Greg. el Grande. Homl. 7, sent. 22, adic., Tric. T. 9, p. 386.)"

 "De buena gana me privaré de cualquier ganancia espiritual, si esta no puede adquirirse sino con el escándalo. (S. Bern., Ep. 62, sent. 114, Tric. T. 10, p. 329.)"

"Ten presente que no debemos atender a toda especie de escándalo. según aquella respuesta del Señor, que dijo: Dejadlos, que son ciegos, y gobiernan a otros ciegos. Más vale que nazca el escándalo, que el que quede desamparada la verdad. (S. Bern., Ep. 34, ad Dro-gon. Mon., sent. 12, adic., Tric. T. 10, p. 349.)"

"Dice este mismo Santo Padre: Habiendo dado Jesucristo su propia sangre como precio de la redención de las almas, ¿no os parece evidente que sufre mucho más que de los judíos, que derramaron su sangre, de aquel que por una sugestión maligna, por un ejemplo dañoso, por el escándalo que da extravía las almas redimidas? Es un sacrilegio horrible que parece mucho más inicuo que el crimen de los que pusieron sus sacrilegas manos sobre el Señor de majestad. (S. Bern. Scrm de coners. S. Pauli, Barbier, T. 2, p. 135 y 136.)"

"Se dice que el célebre Judas Macabco se levantó, auxiliado de su hermanos, y combatió con alegría por la defensa de Israel. Judas dio nuevo lustre a la gloria de su pueblo, y revistióse la coraza cual gigante: ciñóse sus armas para combatir, y protegía con su espada lodo su campamento. Parecía un león en sus acciones, y se semejaba a un cachorro cuando ruge sobre la presa. Y persiguió a los impíos buscándoles pro todas partes, y abrasó en las llamas a los que turbaban el reposo de su pueblo. Y el temor que infundía su nombre, ahuyentó a sus enemigos, y todos los malvados se llenaron de turbación, y la salud del pueblo fue obra de su brazo. Sus acciones eran la alegría de Jacob, y su memoria, será para siempre bendita. Recorrió las ciudades de Judá, exterminando de ellas a los impíos, y apartó la cólera celestial lejos de Israel. Y su nombradía llegó hasta las extremidades de la tierra. (1. Machb., 3, Barbier. T. 2, p. 132.)"

"Lo que Judas Macabco hizo para el bien, el escandaloso lo hace para el mal. El escandaloso se levanta, combate con una fuerza que puede más bien llamarse furor mezclado de alegría diabólica, para debastar el campo del Señor. Extiende su ignorancia sobre sus semejantes; viste la coraza del crimen como un gigante; está cargado de armas producidas por el infierno, armas templadas en la sangre de sus hermanos. Semejante a un león en sus obras de muerte, ruge buscando almas para hacerlas presa suya. Persigue a los buenos, y los maltrata: las almas piadosas se asustan y huyen. Tiene la muerte en sus manos; derrama la tristeza y el desconsuelo; el rumo de sus escándalos se propaga a lo lejos, y su nombre acaba por pesar como una maldición sobre la comarca que habita. (Barbier., T. 2, p. 132 y 133.)"

"El verdugo, al darse la lúgubre señal, parte, llega a la plaza pública cubierta de una muchedumbre apiñada y conmovida, se apodera de su víctima, la sujeta, la ata al instrumento del suplicio, luego levanta el brazo, y entonces sucede un silencio horrible, y no se oye mas que el crujido de los huesos oprimidos por la argolla, y los aullidos de la víctima. Ha concluido su tarea, su corazón palpita, pero de alegría, y se aplaude diciendo para sí: Nadie ejecuta mejor que yo. Este cuadro que un sabio escritor —M. de Maistre en sus veladas de San Petershurgo- hace del verdugo de los cuerpos, ¿no puede igualmente aplicarse al escandaloso verdadero verdugo de las almas? El infierno da una señal lúgubre a los escandalosos: su corazón corrompido y cruel comprende esta señal, y parte para seducir y asesinar. Encuentra a un inocente, y lo convierten en criminal: encuentra a un hijo sumiso y lo convierte en parricida. Lo mismo que el verdugo coge a su víctima y la ata en el cadalso de su escándalo, levanta el brazo para matarle, y no se oyen más que los gritos y aullidos de desesperación de la víctima y de su familia deshonrada... Ya ha acabado de matar aquella alma, arrebatándole la inocencia, su salvación, el cielo, su corona, su gloria y su Dios, su corazón palpita, pero no es de remordimiento ni de pena, es de alegría, de la maligna alegría de los demonios, se aplaude y dice para sí, y también públicamente: Nadie ejecuta mejor que yo; nadie asesina mejor las almas; nadie mata tanto como yo. A todas partes llevo la muerte. "Stans replevit omnia morte. Sap. XVIII, 16. (Barbier. T. 2, p, 133 y 131.)"