Amor a Dios

 

"Permitidme que vaya a ser pasto de las fieras, y a volar por ellas a Dios: dejad que me deshagan entre sus dientes las fieras, como trigo de Dios para ser pan puro de Jesucristo. (S. Ignacio, carta a los Rom. n. 4, Tric. T. 1, p. 32, sent. 3.)"

"Vengan sobre mi el fuego, los patíbulos, las fieras, la dislocación de los huesos, la separación de los miembros, la destrucción de todo el cuerpo y cuantos tormentos pueda excogitar el furor del enemigo, todos me serán soportables por conseguir a Jesucristo. Nada me serviría el domino del ámbito de la tierra ni el imperio del universo; me tendré por más feliz mil veces en morir por Jesucristo. Busco a Aquel que murió por nosotros; quiero al que por nosotros resucita; no hay para mí otro tesoro. (S. Ignacio, cara a los Romanos, n. 5 y 6, Tric. id. id., sent. 4.'y 5.)"

"Mi amor está crucificado, el fuego que me abrasa. no apetece agua material: una agua viva me habla interiormente, y me dice: Ven a tu Padre; yo no tengo gusto en los manjares corruptibles, ni en los deleites de esta vida, quiero el pan de Dios, que es Jesucristo, hijo de Dios, de la estirpe de David. (S. Ignacio, carta a Policarpo, sent. 6, Tric. id. id. id.)

"Os suplico que no me miréis con benevolencia intempestiva; dejadme ser pasto de las fieras, pues por ellas he de conseguir ver a Dios. Yo soy trigo de Dios y he de ser molido entre los dientes de las fieras para verme hecho limpio pan de Dios; antes bien, halagad a las fieras para que sean mi sepulcro y nada dejen de mi cuerpo, para no ser molesto a nadie después de muerto. Pido que roguéis por mi a Jesucristo que me haga hostia de Dios por vuestra súplicas. (S. Ignacio, carta a los Rom., Tric. T. 1, p. 339, sent. IV.)"

"Ojalá llegue yo a gozar de las fieras que me tienen preparadas, y que ya deseo vengan con más velocidad contra mí. Yo las halagaré para que me traguen cuanto antes y no suceda lo que a otros que no se atrevieron a tocarles: pero si a mi, por más que lo deseo, no quieren venir, yo las obligaré por fuerza. Perdonadme, pues yo sé lo que me conviene: el fuego, la cruz, la concurrencia de las fieras, el rompimiento de mis huesos, el destrozo de mis carnes, el desmenuzamiento de todo mi cuerpo, y aun los malos tormentos del Diablo vengan sobre mi, solo con la condición de que yo consiga a Jesucristo. (S. Ignacio, ídem. sent. V.)"

"Perdonadme hermanos, y no me sirváis de impedimento queriendo que no muera, para que así no viva; cuando deseo ser de Dios, no me separéis por este mundo, ni me seduzcáis con las cosas materiales; dejadme beber la pura luz, que en estando allí seré hombre. Permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios; si otra cosa os pido cuando esté presente no me obedezcáis. Creed entonces a lo que ahora os escribo, porque os escribo en esta vida; pero suspirando por morir; mi amor está crucificado; el fuego que hay en mí no quiere agua, es un fuego vivo que habla en mí, y me dice interiormente: Ven al Padre, no me contenta alimento corruptible, ni las delicias de esta vida; quiero el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, de la estirpe de David. (S. Ignacio, id. id., sent. VIL)"

"No son compatibles el amor de Dios y el del mundo, así como no es posible subsistir la luz con las tinieblas ni Jesucristo con Belial. (Orígenes, T. 19, de los Coment. sobre S. Juan, Tric. T. 1, p. 249.)"

"El que solo medita en la Ley de Dios y los premios que nos ha prometido Jesucristo, nada quiere sino lo que Dios dispone, y su voluntad es la del Señor; y en este caso ya no vive la vida de este siglo, sino la celestial del siglo venidero. (S. Cipriano, carta 15 a Maximino, sent. 4, Tric. T. 1, p: 296.)"

"Hay grande diferencia en que alguno pretenda merecer con los hombres o con Dios. Si se agrada a los hombres, Dios es ofendido: pero si toda nuestra diligencia y cuidado se emplea en agradar a Dios, es preciso despreciar las afrentas y maldiciones humanas. (S. Cipriano, Epist. 35 ad Concel., sent. IV, Tric. T. 1, p. 379.)"

"Amaréis al Señor vuestro Dios con todo el corazón: El que dice con todo el corazón no admite división alguna que pueda apartar la menor parte: porque cuanta afición se pone a las cosas inferiores, otra tanta se quita de la que se debe a Dios. (S. Basilio, in Psalm. 44, sent. 9, Tric. T. 3, p. 192.)"

"Nada concilia y une con tanta fuerza los espíritus de los que sirven a Dios con afecto sincero, como la conformidad de sentimientos y doctrina en lo perteneciente al Señor: al contrario, nada divide tan fácilmente los espíritus, como la diferencia de opiniones sobre esta materia. (S. Gregorio Nacianc., Orat. 12, sent. 23, Tric. T. 3, p. 355.)"

"No hay cosa en el mundo tan grande como la que el menor de los hombres pueda ofrecer a Dios: y así entregaos vosotros mismos a Dios. (S. Gregorio Nacianc., Orat. 40, sent. 49, Tric. T. 3, p. 360.)"

"La perfección consiste en temer sólo una cosa, que es verse apartado del amor de Dios, por sólo el cual creo que es perfecto el hombre. (S. Gregorio de Nisa, sent. 3, Tric. T. 4, p. 118.)"

"El tiempo de amar a Dios es toda la vida. (S. Gregorio de Nisa, in Eccles, n. 8, sent. 5, Tric. T. 4, p. 113.)"

"Debéis amar a Dios con todo vuestro corazón, con toda vuestra alma, potencia y sentidos; a vuestro prójimo como a vosotros mismos, y a vuestra mujer si vive con piedad, como Jesucristo ama a su Iglesia: si su vida es más común, y no está desprendida de las pasiones, siempre debéis amarla como a vuestro mismo cuerpo, según lo ordena el Apóstol. (S. Gregorio de Nisa, in Can. Cant. n. 3. 4, sent. 6, Tric. T. 4, p. 113 y 114.)"

"Aquel se aparta de Dios que no se une a el con la oración. (S. Gregorio de Nisa, de orator, sént. 7, Tric. T. 4, p. 114.)"

"Los que con el espíritu y el corazón se entregan a las cosas del mundo, y ponen todo su cuidado y aplicación en agradar a los hombres, no pueden cumplir el primero y el mayor de los preceptos, que es: Amar a Dios con todo su corazón y con todas sus fuerzas, porque, ¿cómo ha de amar a Dios con todo su corazón aquel que sólo aplica una parte de él y da la otra a todas las cosas del mundo, y robándole la afición al que únicamente se le debe, gasta todo su amor en las pasiones humanas? (S. Gregorio de Nisa, de Virg., c. 9, sent. 30, Tric. T. 4, p. 119.)"

"Lo que tienen de penoso los Mandamientos de Dios, es dulce para los que le aman. (S. Gregorio de Nisa, de perfet. Christ., sent. 39, Tric. T. 4, p. 120.)"

"El que ama verdaderamente a Dios debe conservar inviolablemente este amor en cualquier estado que se halle. Ama un padre verdaderamente a su hijo, y así no deja de amarle, aun cuando le reprende y le castiga. Porque, según lo advierte la Escritura: Castiga el Señor a los que recibe en el número de sus escogidos. Por lo que en el mismo castigo debéis amar al Señor que os corrige: pues lo hace así para colocaros en el número de sus hijos. Cierto que sería muy poco amor el que solo durase el tiempo que Dios os colma de toda especie de beneficios. (S. Ambrosio, in Psalm. 1, sent. 40, Tric. T. 4, p. 321.)"

"Cualquiera que es infiel a Dios, no puede ser fiel a su amigo. (S. Ambrosio, lib. 3, c. 16, sent. 133, Tric. T. 4, p. 340.)"

"Yo meditaba en tus Mandamientos porque amé mucho. Ninguno cumplirá los preceptos divinos si no ama; y no solo ha de amar; ha de amar mucho. (S. Ambrosio, in Psalm. 118, sent. 33, adic. Tric. T. 4, p. 403.)"

"Nada perjudica a los que aman a Dios el no saber pedir; porque Dios que sabe el deseo de su corazón, y su ignorancia, no les imputa que pidan lo que no les conviene; sino que les concede lo que debe dar a los que le aman. (S. Ambrosio, in Epist. ad Rom., c. 7, sent. 110, adic. Tric. T. 4, p. 405.)"

"El amor de Dios y el temor del infierno rompen con facilidad los lazos que nos tienen atados a nuestros parientes. (S. Jerónimo, Epist.. ad Heliod, 14, sent. 2, Tric. T. 5, p. 239.)"

"Nada parece duro a los que aman; nada es difícil cuando se vence por llegar a lo que se desea. Considerad cuántos trabajos padeció Job por conseguir a Raquel. Job, dice la Escritura, sirvió por Raquel siete años, y estos le perecieron pocos días respecto de su amor. Amemos a Jesucristo y procuremos con fervor unirnos con El, y las cosas más difíciles nos parecerán muy fáciles, y todo lo que ahora es largo, se nos hará muy corto. (S. Jerónimo, Epist. ad Eustoch., c. 22, sent. 24, Tric. T. 5, p. 242.)"

"Ordenad en mí la caridad. En todos nuestros afectos, es necesario el buen orden. Después de Dios amad a vuestro padres, a vuestra madres, y a vuestros hijos. Si llega la ocasión en que sea preciso poner en balanza el amor de Dios y el amor de nuestros padres, de tal suerte, que sea imposible conservar los dos amores; entonces el aborrecimiento a los padres es piedad para con Dios. No nos prohibe, pues, el Señor que amemos a nuestros padres; lo que solamente nos prohíbe es amarlos más que a el. (S. Jerónimo, in c. 10. Matth, sent. 95, Tric. T. 5, p. 255 y 256.)"

"Solamente en Dios pongamos nuestra esperanza; no digamos: ¿en dónde hallaré, cuando sea anciano, con qué vivir? Si enfermo ¿quién me sustentará? ¿Tenéis a Jesucristo y tembláis? Este Señor da de comer a las avecitas, y ¿dudáis que os alimente? El diablo parece que sustenta a los que son suyos, y ¿no creéis que Jesucristo dará a los suyos el sustento? El diablo está proporcionando a los suyos oro y piedras preciosas, y ¿no podrá Jesucristo daros pan? Arrojemos, pues, de nuestro corazón toda solicitud, y digamos con el profeta: Nosotros haremos en nombre de Dios acciones llenas de fortaleza; porque El será nuestra fuerza. El será nuestro sustento, y El será nuestro guía. (S. Jerón., in Psalm. 10, sent. 113, Tric. T. 5, p. 258.)"

Abrasadnos sin cesar ¡oh mi Jesús, y mi Divino Maestro! con aquel sagrado fuego: para que nuestros sentidos se iluminen en tu ley, y nuestros vicios se consuman con su ardor, pues solo ese divino fuego es capaz de resistir al fuego eterno. (San Paulino, Epist.. 44, ad. Apr. de Amand., sent. 19, Tric. T. 5, p. 332.)"

"Grande fuerza alcanza el verdadero amor y el que es perfectamente amado, se apodera de toda la voluntad del amante: nada manda tanto como la caridad. Nosotros, si de veras amamos a Cristo, si nos acordamos de que estamos redimidos con su sangre, ya no debemos querer, ni hacer sino lo que sabemos que El quiere. (S. Paulino, in Append. sent. XVI, adic. Tric. T. 5, p. 362 y 363.)"

"Dios nos da esta vida para servirle, y vosotros la consumís inútilmente. Y después de esto preguntáis, y ¿qué pérdida es esta? Si disipáis inútilmente la menor cantidad de dinero, lo tenéis por grande perjuicio; y cuando pasáis los días enteros en diversiones vanas y en obras del demonio, os parece que nada habéis perdido: pero el tiempo jamás vuelve, y solo con muy grandes dificultades nos podemos reintegrar. (S. Juan Crisóst., Homl. 57, c. 9, Joann., sent. 83, Tric. T. 6, p. 315.)"

"De nada nos servirá ayunar, orar, dar limosna y practicar otras buenas obras, si todo esto no lo hacemos por sólo Aquel que conoce las cosas ocultas, y penetra lo más secreto de los corazones. (S. Juan Crisóst., Homl. 8. in Génesim, sent. 90, Tric. T. 6, p. 316.)"

"Cuando el hombre está muy penetrado del amor de Dios, y aspira al Señor con toda la extensión de sus deseos, no repara en las cosas visibles, y tiene continuamente delante de los ojos de su alma, de día y de noche, al acostarse y al levantarse, la imagen de aquel objeto amado que quiere y deseas. (S. Juan Crisóst., Homl. 23, c. 6, in Génesim, sent. 95, Tric. T. 6, p. 317.)"

"Un hombre poseído del amor profano, quisiera morir mil veces por la persona a quien ama, siendo así que nada puede esperar de ella después de su muerte. Hagamos nosotros lo mismo, y sin considerar nosotros el premio de la otra vida, y la esperanza de los bienes del cielo, suframos todos los trabajos puramente por el amor de Dios. (S. Juan Crisóst., Homl. in Psalm. 7, sent. 123, Tric. T. 6, p. 323.)"

"Amamos a Dios por ser quien es, y no sólo por los bienes que de El nos vienen. (S. Juan Crisóst., Ibid., sent, 124, Ibid, Ibid.)"

"Los preceptos, no tanto son difíciles por su naturaleza, cuanto por la pereza y cobardía de los hombres; de suerte, que todos los que trabajan con cuidado y diligencia para observarlos, los hallarán suaves y fáciles, según aquellas palabras de Jesucristo: Mi yugo es suave y mi carga ligera. (S. Juan Crisóst., in Psalm. 111, sent. 135, Tric. T. 6, p. 325.)"

"Porque Dios nos ama mucho, permite que seamos afligidos en este mundo, con el fin de unirnos más perfectamente consigo. Y así como las madres que tienen niños que no quieren estarse con ellas suelen precisarles a volver, haciéndolos que los asustan con alguna máscara, no para causarles mal, sino para que no se aparten de sus brazos, del mismo arbitrio con corta diferencia se vale Dios, por el ardiente amor que nos tiene, cuando para unirnos más estrechamente consigo, permite que estemos reducidos a la necesidad de recurrir continuamente a su gracia, de invocarle sin cesar, y de abandonar todos los cuidados para ocuparnos en la oración, y decirle a cada instante: Señor, libertad mi alma. (S. Juan Crisóst., in Psalm. 114, sent. 137, Tric. T. 6, p. 325.)"

"Todo aquel que está verdaderamente poseído del divino amor, vive como si no hubiera en la tierra sino él sólo, y no se le da cuidado de las ignominias ni de la gloria. Tampoco le inquietan las tentaciones ni los trabajos que Dios le envía, como si los sufriera en un cuerpo extraño: en cuanto a las cosas agradables que se presentan en esta vida, se burla de ellas y no tienen más afición que la que un cuerpo difunto tiene para otro cadáver. (S. Juan Crisósto., Homl. 52, c. 26, sent. 282, Tric. T. 6, p. 358.)"

"Un siervo fiel y reconocido, todo lo debe hacer por Jesucristo, aunque no hubiera otra recompensa. Porque solamente por obligarnos a amarle nos amenaza con las penas del infierno y nos tiene prometido su reino. Amémosle, pues, ya que es tan justo que le amemos. Esta es nuestra mayor recompensa; este es el reino celestial; estos son nuestros placeres, nuestra delicia y nuestra honra; esta es nuestra gloria, nuestra luz; y por último, esta es nuestra suprema felicidad. (S. Juan Crisóst., Homl. 5, sent. 285. Tric. T. 6, p. 359.)"

"¿Qué hay en el cielo para mi, y qué es lo que quiero yo en la tierra fuera de Vos? es como si dijera este Santo Profeta: Yo no deseo cosa alguna de cuantas hay en el cielo y en la tierra, sino sólo a Vos. En Dios está mi único amor, y si yo amo dignamente este divino objeto, miraré como nada lo presente y lo futuro en comparación de su amor. (S. Juan Crisóst., Ibid. sent. 286, Tric. Ibid. Ibid.)"

"Solo una cosa es necesaria, que es: amar a Dios con amor sincero y con este nos vendrán todas las demás. (S. Juan Crisóst., Homl. 15, c. 8, sent. 288, Tric. T. 6, p. 360.)"

"Amar a Dios es el Reino del cielo, es el verdadero placer, y es la verdadera felicidad: no puedo yo decir de este amor cosa tan grande que pueda expresar su excelencia; pues solo los que lo experimentan pueden conceptuar cual es su precio. Esto hizo decir al Profeta Rey: Poned en el Señor vuestra alegría. Y en otra parte: Gustad y ved cuán suave es el Señor. Estemos, pues, muy persuadidos de esta verdad; pongamos todo el placer y delicias en el amor divino; de este modo haremos una vida de Angeles, y aun viviendo sobre la tierra no la cederemos a los mismos que habitan en el cielo. (S. Juan Crisósto., Homl. 22, sent. 293, Tric. T. 6, p. 361 y 362.)"

"Puso Dios en nosotros los ojos, la boca y el oído, para que todos nuestros miembros le sirviese; para que oigamos las cosas de Dios, hablemos de lo que pertenece a Dios, y obremos siempre lo que es de Dios. (S. Juan Crisóst., Homl. 2, c. 1, Matth. sent. 1, adic. Tric. T. 6, p. 451.)"

"No es dichoso en este mundo sino aquel que ama lo que debe amar, y no lo es el que posee lo que ama. (S. Agust., Psalm. 18, sent. 7, Tric. T. 7, p. 454.)"

"Todo cuanto no es Dios, nada tiene de amable para mi; me conformo con que nada me conceda de lo que me puede dar, con tal que se me dé a sí mismo. (S. Agust., Psalm. 26, sent. 9, Tric. T. 7, p. 454.)"

"Si hallaréis alguna cosa que sea más grande, más excelente y más amable que Dios, os permito desearla. (S. Agust., Psalm. 26, sent. 10, Tric. T. 7, p. 455.)"

"El verdadero amor no puede estar ocioso: no hallaréis amor que no esté siempre obrando. (S. Agustín. Serm. 30, sent. 21, Tric. T. 7, p. 456.)"

"No permita Dios que yo os diga que no amáis, porque sin amor estaríais torpes, perezosos y como muertos. Amad, pues, pero cuidado con lo que debéis amar. El amor de Dios y el del prójimo se llama caridad, y el amor del mundo concupiscencia. Reprimid la concupiscencia en vuestra alma, y encended en ella la caridad. (S. Agust., Ibid., sent. 22, Tric. Ibid., Ibid.)"

"Aquel tiene verdadera fortaleza que pone toda su fuerza en Dios, y no en sí mismo. (S. Agust., Ibid., sent. 23. Tric. Ibid., Ibid.)"

"Aquel agrada a Dios, a quien solo Dios agrada. (S. Agust., Psalm. 32, sent. 26, Tric. T. 7, p. 456.)"

"Jamás os separáis de Dios, si siempre queréis lo que Dios quiere. (S. Agust., Ibid., sent. 27, Tric. Ibid., Ibid.)"

"Nada nos debe agradar tanto como aquel Señor que hizo todas las cosas que agradan en este mundo. (S. Agust., Ibid., sent. 28. Tric. Ibid., Ibid.)"

"Sea Dios vuestra esperanza, y sea vuestra fortaleza; sea el cumplimiento de todo vuestros deseos: sea vuestra única alabanza: sea el único fin en donde halléis el reposo y la paz; sea el Señor vuestra asistencia en vuestros trabajos. (S. Agust., Ibid., sent. 30, Tric. Ibid., Ibid.)"

"El frío de la caridad es el silencio del corazón; el ardor de la caridad es el clamor del corazón. Si conserváis siempre la caridad, siempre estáis clamando a Dios; y si no cesáis de clamar no hay duda, que siempre lo deseáis. (S. Agust., Psalm. 37, sent. 42, Tric. T. 7, p. 458.)"

"Dios equivale a todo cuanto podéis desear: aprended, pues, a amar a Dios, en la criatura, y al soberano Autor en sus mismas obras: no os dejéis arrastrar del amor a lo que Dios ha hecho, ni abandonéis aquel Señor que os hizo a vosotros mismos. (S.Agust., Psalm. 39, sent. 52, Tric. T. 7, p. 459.)"

"Dios es generalmente el Dios de todos los hombres; pero propiamente se llama Dios de los que le aman, de los que no se separan de El, de los que le poseen, le sirven y le honran. (S.Agustín, Salm. 54; sent. 78, Tric. T. 7, p. 461.)"

"Amemos a Dios de tal suerte, que nada amemos fuera de El. (S. Agust., Idem., sent. 79, Tric. Ibid., p. 462.)"

"Dios cuenta por hecho cuanto queréis hacer por su amor, si no podéis ejecutarlo. (S. Agustín, Salm. 57, sent. 81, Tric. T. 7, p. 462.)"

"Conservad la caridad, que es como un sello espiritual que junta nuestra alma con Dios; pero de tal modo, que Dios vaya delante y vosotros le sigáis; pues querer andar por donde Dios no va, es querer vivir según su propia voluntad, y no seguir sus divinos preceptos. (S. Agustín, Salm 62, sent. 97, Tric.T. 7, p. 463.)"

"Lo que se ama, es lo que propiamente se honra y se sirve; pues como Dios es mayor y mejor que todo, para servirle bien, es preciso amarle sobe todo. (S. Agust., Salm. 77, sent. 123, Tric. T. 7, p. 466.)"

"Nada nos ocupará en el cielo sino el amor de Dios y sus alabanzas. (S. Agust., Salm. 78, sent. 125, Tric. T. 7, p. 466.)"

"Aunque todavía viváis en la tierra, si amáis a Dios, ya estáis en el cielo. (S. Agust., Salm 78, sent. 132, Tric. T. 7, p. 466.)"

"Si amáis a Dios, aun cuando calláis, es vuestro mismo amor una voz poderosa que llega hasta el Señor, es un nuevo cántico que llega hasta sus propios oídos. (S. Agust., Salm. 95, sent. 142, Tric. T. 7, p. 467.)"

"Sirvamos y honremos a Dios por ser quien es, y Él solo sea el premio del culto que le demos: amémosle en sí mismo; amémosle también en nosotros; amémosle en nuestro prójimo, a quien debemos amar como a nosotros mismos. (S. Agust., Salir. 116, sent. 156, Tric. T. 7, p. 468.)"

"¿Quién es aquel que agrada a Dios? Es aquel a quien Dios agrada. Haced de modo que os agrade para que de este modo le agradéis; mas sabed que jamás os gustará, si no os disgustáis a vosotros mismos. (S. Agust., salm. 116, sent. 159, Tric. T. 7, p. 469.)"

"Vuestra lengua solo a ciertas horas puede alabar a Dios; alábele, pues, siempre vuestra vida. (S. Agustín, Salm. 146, ser. 168, Tric. T. 7, p. 469.)"

Cantamos en voz alta para excitarnos a nosotros mismos, y cantamos de corazón para agradar a nuestro Dios.
"Alabad a Dios con todo cuanto sois: cante sus alabanzas la voz, cante la vida y canten las acciones. (S. Agust., salm. 148, sent. 175,. Tric. T. 7, p. 470.)"

"No es otra cosa vivir bien, sino el amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo el entendimiento. (S. Agust.: de morib,. Ecc., c. 25, sent. 8, adic. Tric. T. 7, p. 483.)"

"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón: lo mismo dijo Jesucristo por estas palabras. Ninguno puede servir al mismo tiempo a dos Señores. Lo cual significa que no debe dividirse nuestro amor entre Dios y las riquezas, ni entre Dios y la mujer, o los hijos y amigos; sino que debe estar enteramente consagrado al Criador, y que solamente después de Dios y por Dios hemos de amar a los que tenemos obligación, como son los padres, la esposa, los hijos, los hermanos y los amigos. (Teodoreto, Quaset. 3, sobre el Deut., sent. 2., Tric. T. 8, p. 262.)"

"Cuanto más versada está una persona en las cosas de Dios, más se abrasa a si misma, y a los otros en las llamas del amor divino. (Teodoreto, Orat. de Char., sent. 10, Tric. T. 8, p. 264.)"

"Tenga presente el hombre, que el primer amor se debe a Dios; el segundo al prójimo, y que por esta regla ha de dirigir todos sus afectos, para que ni falte al culto del Señor, ni a la utilidad del prójimo ¿Cómo daremos a Dios el debido culto, sino queriendo lo que el quiere, sin que jamás se aparte de su imperio ninguno de nuestros afectos? Porque si queremos lo que El quiere, ya deseamos que nuestra flaqueza reciba el valor de Aquel de quien recibimos esta misma voluntad. Dios, a la verdad, dice el Apóstol, es el que obra en nosotros al querer y el perfeccionar, según la buena voluntad. (S. León Papa, Serm. 19, c. 3, sent. 12, Tric. T. 8, p. 385.)"

"El que ama a Dios, se contenga con agradar a su amado, y no hay que desear mayor premio que el mismo amor; porque de tal modo es de Dios la caridad, que el mismo Dios es caridad, y el alma devota y casta se alegra tanto de verse llena de Dios, que no desea deleitarse con otra cosa que no sea el Señor. Es grande verdad lo que este dijo: En donde está tu tesoro, allí estará tu corazón. (S. León Papa, Serm. 92, c. 3, sent. 75, Tric. T. 8, p. 402.)"

"Muchos podrán excusarse con sus enfermedades de ayunar y velar, por ser obras superiores a sus fuerzas; mas no hay excusa legítima para no amar a Dios y al prójimo, supuesto el precepto de la Ley. (S. Cesáreo de Arlés, Serm. 51, sent. 11, Tric. T. 9, p. 45.)"

"Nuestro corazón no es verdaderamente santo, cuando de ningún modo le inflaman los dardos del amor de Dios; cuando no siente la infelicidad de su destierro; cuando no se conduele del mal del prójimo. Pero este mismo corazón está herido para sanar cuando al tiempo, que estaba como insensible, le penetra Dios saludablemente con los tiros de su amor, y cuando así se le hace sensible con el ardor de su caridad. (S. Greg. el Grande, lib. 5, c. 25, p. 200, sent. 23, Tric. T. 9, p. 236.)"

"En el libro de los números se ordena que la púrpura que entonces se ofrecía en los sacrificios estuviese dos veces teñida, para significar que nuestra caridad debe parecer a los ojos de nuestro Juez interior, como teñida con el lustre del amor de Dios y del prójimo: de suerte, que el alma verdaderamente convertida a Dios, no desee con tanta ansias el reposo en que vive por su amor, que desprecie el cuidado de la salud de su prójimo, ni debe estar tan ocupada en el servicio y caridad de su prójimo que abandonado del todo el santo reposo de la meditación, deje apagarse en su espíritu las llamas del divino amor. Cualquiera, pues, que se ha ofrecido a Dios en sacrificio, debe necesariamente, si quiere llegar a estado más perfecto, no solamente adelantar en la carrera de las buenas obras, sino también elevarse a lo sublime de la contemplación divina. (S. Greg. el Grande, ib. c. 37, p. 207, sent. 24, Tric. T. 7, p. 237.)"

"Si el alma se aficiona a Dios con todo el fervor de que es capaz, todas las amarguras de esta vida le parecerán dulces y agradables. Hallará en la aflicción su descanso; deseará la muerte para llegar a una vida más perfecta; no pensará sino en abatirse a las cosas más bajas de la tierra, para poderse mejor elevar a las que son verdaderamente sublimes. (S. Greg. el Grande, lib. 7, c. 15, p. 219, sent. 27, Tric. T. 9, p. 238.)"

"En el primer libro de los Reyes leemos, que aquellas vacas que tiraban del carro en donde estaba el Arca del Señor, iban bramando de sentimiento de no ver a su costado los ternerillos que les habían encerrado; pero no por eso dejaban de caminar; arrojaban de lo profundo de sus entrañas grandes bramidos, mas no por esto se apartaban del camino derecho; sentían en sí mismas los movimientos de ternura hacia sus ternerillos, pero no por eso volvían la cabeza. Así deben caminar los que, sujetos al yugo sagrado de la ley de Dios, llevan, por decirlo así, el Arca del Señor en la divina ciencia de que están llenos; porque muchas veces se ven precisados a compadecerse de las necesidades de sus prójimos; pero siempre sin separarse del derecho camino de la virtud en que han entrado. (S. Gregorio el Grande, lib. 7, c. 30, p. 232, sent. 29, Tric. T. 9, p. 239.)"

"Nada se puede entender mejor bajo el nombre de ley de Jesucristo, que la ley de la caridad; y entonces verdaderamente la cumplimos cuando sufrimos las flaquezas y defectos de nuestro prójimo con el sentimiento de un amor sincero. Dice la Escritura, que esta ley en su grande extensión abraza muchas ramas, porque se comunica a todas las acciones de virtud. Empieza por los dos principales preceptos, que son el amor de Dios, y el del prójimo: después se extiende a las demás voluntades de Dios, que son innumerables. Tres cosas pide el amor de Dios, pues nos manda que le amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas. Sobre lo cual debe advertirse, que cuando la palabra de Dios nos intima su amor, no solamente nos manda que le amemos sino también cuando debemos amarle, diciendo con todo, para que conozcamos, que si le hemos de agradar perfectamente, nada reservemos de nosotros mismos. (S. Greg. el Grande, lib. 9, c. 6; p. 344, sent. 48, Tric. T. 9, p. 249.)"

"El amor es fuerte como la muerte. Se compara la fuerza de la caridad a la de la muerte, porque mata el deseo de los placeres de esta vida, y a proporción que el alma está más insensible al temor de los males del mundo, tiene más fortaleza y elevación. (S. Greg. el Grande, lib. 9, p. 357, sent. 50, Tric. T. 9, p. 250.)"

"La caridad es paciente. Luego cuando no es sufrida, no es caridad. Con este vicio de la impaciencia, se disipa la misma doctrina que cría y nutre las virtudes. (S. Greg. el Grand., Past. 3, sent. 12, adic. Tric. T. 9, p. 382.)"

"Aquel tiene verdadera caridad que ama al amigo en Dios, y al enemigo por Dios. (S. Greg. el Grande, Homol. 7, sent. 27, adic. Tric. T. 9, p. 388.)"

"La prueba del amor es la manifestación de la obra. (S. Greg. el Grande, Ibid., sent. 28, Tric. Ibid., Ibid.)"

"¡Ay de mi! ¡Cuánto debiera yo amar al Señor, mi Dios, que me crió cuando yo no tenía ser, y me redimió cuando yo me había perdido! Yo no era, y Dios me hizo de nada; no me hizo para ser una criatura irracional; esto es, no quiso que yo fuese un árbol, una ave o un animal de cualquiera especie, sino que quiso que yo fuera hombre y criatura dotada de inteligencia y de razón. Me dio con el ser la vida, el sentir y la razón. Yo estaba ya muerto, y descendió el Señor hasta la bajeza de nuestra mortalidad. Siendo inmortal, se sujetó a la muerte, se hizo pasible; realmente padeció, y venció a la muerte, y de este modo me redimió. Así es: de este modo me ha prevenido en todo y siempre su misericordia y su gracia. Se hizo mi Libertador; de muchos males me ha salvado, y de muchos peligros me ha libertado. Cuando yo iba perdido, me redujo al redil; cuando yo estaba ciego y sepultado en la ignorancia, me iluminó y me instruyó, cuando yo estaba en la muerte del pecado. El mismo me dio la mano y me sacó del sepulcro; cuando yo estaba sepultado en una negra tristeza, me comunicó mil divinos consuelos; cuando yo estaba reducido a la funesta desesperación, me aseguró y me confortó; cuando caí me dio la mano y me levantó; cuando me sostuve, El era mi apoyo; cuando caminé, El era mi guía, y cuando volví a El, me recibió en los brazos de su misericordia. Todos estos bienes y otros mil me ha hecho mi Señor Jesucristo; siempre será mi dulce y útil ocupación pensar en ellos, y darle gracias por su bondad, para poder amarle y alabarle sin cesar como corresponde al exceso de sus bondades. Porque, ¿qué otra cosa podré yo dar por tantas gracias y beneficios, sino todo el amor que cabe en mi corazón? A la verdad, lo que se da por amor, no se puede reconocer ni recompensar sino con el amor. (S. Anselmo, 7ª. Meditat., sent. 45, Tric. T. 9, p. 352 y 353.)"

"En el cielo habrá un amor tan grande entre Dios y los bienaventurados, y en cada uno de ellos recíprocamente, que todos se amarán entre sí como a sí mismos. Mas todos amarán a Dios más que a sí mismos. De aquí proviene, que los que tienen el corazón lleno de amor de Dios y del prójimo, solamente quieren lo que Dios quiere y lo que quiere su prójimo, si este no pretendiese cosa alguna contra la ley de Dios. De aquí nace, que gustan mucho de orar, conversar y de ocuparse en las cosas de Dios; porque les es muy dulce el desear a Dios, y hablar y pensar en Aquel a quien mucho aman. Por esto se alegran con los que están alegres; lloran con los que derraman lágrimas; se compadecen de las necesidades de sus hermanos, y dan con gusto a los pobres, porque aman a los otros hombres como así mismos. Por esto también desprecian las riquezas, las Magistraturas y los deleites, no pretendiendo las honras ni las alabanzas. (S. Anselmo, ep. 22, lib. 2, sent. 53, Tric. T. 9, p. 357.)"

"En vano oye o lee el cautivo del amor el que no ama. (S. Bern., Serm. 70 in Cant. n. 1, sent. 31, Tric. T. 10, p. 324.)"

"El corazón frío no percibe las palabras que están llenas de fuego, así como el que no sabe el griego no entiende al que habla en esta lengua. (S. Bern., Ibid., sent. 32, Tric. T. 10, p. 324.)"

"Aquello que cualquiera ama sobre todas las cosas, se demuestra, si no es Dios, en lo que se ha propuesto en lugar de Dios. (S. Bern., Trac. de cont., Mendi, ad Clerc. c. 5, n. 17-, sent. 38. Tric. T. 10, Ibid.)"

"El que ama parece muchas veces loco a los que no saben amar. (s. Bern., Praef. Lib. de Consid. sent. 50, Tric. T. 10, p. 325.)"

"La medida que se ha de guardar en amar a Dios, es amarle sin medida. (s. Bern., -Tract. de dilig. Deo, c. 16,-sent. 51, Tric. T. 10, p. 325.)"

"Al que gustó las cosas del espíritu es preciso que le sean insípidas las de la carne. (S. Bern., Ep. 3, sent. 64, Tric. T. 10, p. 326.)"

"El verdadero amor tiene su premio, y este es lo que se ama. (S. Bern., -Tract. de dilig. Deo, n. 17, sent. 123, Tric. t. 10, p. 329.)"

"El verdadero contento es el que proviene del Criador, y no de la criatura. (S. Bem., Ep. 144, sent. 125, Tric. T. 10, p. 329.)"

"A la verdadera caridad no le falta el premio; no obstante, que no es interesada. (s. Bern., -Tract. de Dilig. Deo, n. 17,- sent. 129, Tric. T. 10, p. 329.)"

"Lo primero, se ama el hombre por sí mismo por ser carne, y no poder saber a otra cosa que a sí mismo. Cuando ve que por sí no puede subsistir, empieza a buscar y amar a Dios por medio de la fe, porque le contempla necesario. en el segundo grado, pues, ama a Dios; mas no por el mismo Dios, sino por su propia utilidad; pero empezando a venerarle por su propia necesidad, y a tratarle, pensando en El, leyendo, orando, obedeciendo, se le va dando Dios a conocer poco a poco, con semejante familiaridad: por consiguiente se la hace dulce; y gustando de este modo cuán suave es el Señor, pasa al tercer grado, hasta amar a Dios: no ya por su propio interés, sino por el mismo Dios. A la verdad, en este grado se para y no sé si algún hombre en esta vida ha llegado a otro cuarto grado, en el que se ame el hombre solamente por Dios. (S. Bern., -Epist. II, ad Guig. Prio. Carth.,- sent. 8, adic. Tric. T. 10, p. 347 y 348.)"

"Ninguno que ama ya, desconfió de ser amado. El amor de Dios, que previene al nuestro, le sigue gustoso. Pues, ¡cómo es posible que se detenga en amar a los que amó, cuando no le amaban! Los amó, vuelvo a decir. Tienes por prenda del amor al Espíritu Santo. ¡Oh doble firmísimo argumento del amor que Dios nos tiene! Muere Cristo y merece ser amado: el Espíritu Santo nos da el afecto y nos hace amar. Aquel hace motivos de ser amado, y éste, que le amemos. Aquel recomienda en nosotros su mucho amor; éste nos le da. En Aquel miramos las cosas que debemos amar; de éste tomamos virtud para amarlas. Aquel, pues, nos dio la ocasión: éste el afecto: ¡O, qué confusión es ver con ingratos ojos al Hijo de Dios que muere! Pero, ¡Qué fácilmente sucede si falta el espíritu! (S. Bern., Ep. 107, ad. Thom. Praep., sent. 20, adic. Tric. T. 10, p. 352 y 353.)"