DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Oseas 8,1-14

Contra el rey, la idolatría, las alianzas y el culto

¡Emboca la trompeta!
Que un águila se cierne sobre la casa del Señor.
Porque han roto mi alianza
rebelándose contra mi ley.

Me gritan: «Te conocemos, Dios de Israel».
Pero Israel rechazó el bien;
que el enemigo lo persiga.

Se nombraron un rey sin contar conmigo,
se nombraron príncipes sin pedirme consejo.
Con su plata y su oro se hacían ídolos para hundirse.
Tu toro, Samaria, es abominable, contra ellos arde mi cólera.

¿Hasta cuándo no podréis ser limpios, hijos de Israel?
Un escultor lo hizo, no es dios.
Se romperá en pedazos el toro de Samaria.

Siembran vientos y cosechan tempestades;
no brotan tallos; las espigas no tienen harina,
y, si la diesen, la comerían extraños.

Han devorado a Israel,
es ya entre las naciones un cacharro inútil.

Pues han marchado a Asiria como asno cimarrón.
Efraín contrata su amor;
pues, aunque lo hayan contratado con las naciones,
yo los cogeré, y empezarán a disminuir
por las cargas del Rey soberano.

Porque Efraín multiplicó sus altares para pecar,
para pecar lé sirvieron sus altares.

Cuando les escribía mi doctrina,
la consideraban extraña.

Que sacrifiquen sus víctimas
y se coman la carne, al Señor no le agradan.

Recordará sus iniquidades,
castigará sus pecados,
volverán a Egipto.

Israel olvidó a su Hacedor y construyó palacios,
Judá fortificó muchas ciudades;
pues prenderé fuego a sus ciudades
y devorará sus alcázares.


SEGUNDA LECTURA

Balduino de Cantorbery, Tratado sobre el sacramento del altar (Parte 2, 1: SC 93, 178-182)

La salvación del mundo ha sido distribuida y ordenada
en una escalonada serie de tiempos

El alimento de Cristo es la salvación del mundo. De ella tiene hambre, de ella tiene sed, pues es también su bebida. ¿Quién puede tener agua, si él no se la da? O ¿quién puede ser salvo, sino aquel a quien él salvare?

Pues bien, la salvación del mundo, de la que él está sediento, es él quien asimismo la lleva a cabo y esto mediante obras sucesivas que pertenecen unas a la preparación, otras a la reparación y otras finalmente a la suprema consumación. A la etapa preparatoria pertenecen todas aquellas cosas que ha realizado en sus elegidos desde el comienzo del mundo hasta el tiempo de su venida, como anticipo de la futura reparación. A la etapa de la reparación pertenecen todas aquellas cosas buenas que el Cristo encarnado realizó, o las duras que hubo de padecer hasta el momento de su pasión y resurrección. Finalmente, a la etapa de la consumación pertenece toda la gloria de la resurrección. De ella afirma el mismo Jesús: Hoy y mañana seguiré curando, pasado mañana llego a mi término.

La salvación del mundo ha sido distribuida y ordenada en una escalonada serie de tiempos: preparación, realización, consecución; o si se prefiere: la figura, la gracia, la gloria. En primer lugar, Dios Padre mandó la salvación a Jacob con la promesa de un salvador. En segundo lugar dio la salvación a los reyes, es decir, a todos los justos, a la llegada del Salvador. Y, finalmente, consumó el negocio de la salvación mediante la resurrección del Salvador, dando una gran victoria a su rey, teniendo misericordia de su ungido, de David y su linaje por siempre,

Esta obra de nuestra salvación Cristo la llevó a cabo comenzando desde los tiempos remotos. Toda la economía de las cosas y de los tiempos estaba dirigida, bajo su control, a este fin; y él, que es el autor de todas las cosas, se deleitó en todo cuanto conducía a este objetivo, que, en último término, era su propia gloria. Como está escrito: Renovarás la faz de la tierra: Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Y no sólo se deleitó en las cosas que hizo antes de su venida o en su misma venida, sino que al venir a este mundo aceptó gozoso el flagelo de nuestra iniquidad. ¿Debo decir gozoso o triste? Para ser más exacto, diré ambas cosas. Pues de él se escribió: Contento como un héroe, a recorrer su camino. Y él mismo dijo: Me muero de tristeza.

No sólo experimentó el dolor de la carne en la amargura de los tormentos y en la dura y laboriosa vida que asumió por nosotros, sino que sintió en el alma una auténtica tristeza, que sin embargo aceptó gustosamente. Pues él que estaba instalado en la alegría, quiso experimentar una verdadera tristeza que no estaba desprovista de gozo, porque era precisamente ella la motivación del gozo. Por eso dice: He deseado enormemente comer esta comida pascual. La obra de nuestra salvación, realizada según el programa previsto, es la voluntad del Padre; es el alimento de Cristo; es de lo que tiene hambre; es de lo que dice en la cruz: Tengo sed; ésta es la bebida medicinal; éste es el vino de la alegría; éste es el fruto de la verdadera vid, es decir, del mismo Cristo, que dice: Yo soy la verdadera vid.

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Oseas 9, 1-14

Predicción del destierro y de la esterilidad

No te alegres, Israel, no te regocijes como los paganos,
porque te has prostituido abandonando a tu Dios.

Vendiste tu amor en todas las eras de trigo;
era y lagar no los alimentarán, el vino les fallará.

No habitarán en la tierra del Señor,
Efraín volverá a Egipto,
en Asiria comerán manjar impuro.

No harán libaciones de vino al Señor
ni le ofrecerán sus sacrificios;
serán para ellos pan de duelo;
se contaminarán quienes lo coman.

Su pan les quitará el hambre,
pero no entrará en la casa del Señor.

¿Qué haréis el día de la solemnidad,
el día de la fiesta del Señor?

Pues si escapan de la catástrofe,
Egipto los recogerá, Menfis los enterrará;
ortigas heredarán su codiciada plata.
cardos crecerán en sus tiendas.

Llega la hora de la cuenta,
llega la hora de la paga,
que se entere Israel.

El profeta es un loco, el hombre inspirado desvaría;
por tu gran culpa, por tu gran subversión.

El vidente de Efraín profetiza sin contar con Dios;
es trampa de furtivo en sus caminos,
subversión en la casa de Dios.

Se han corrompido profundamente,
como en los días de Gabá.

Pero él tiene presente su culpa, castigará su pecado.

Como uvas en el desierto encontré a Israel,
como breva en la higuera descubrí a vuestros padres.

Pero ellos fueron a Baal Fegor, se consagraron a la ignominia
y se hicieron abominables como lo idolatrado.

Como pájaro emigra la gloria de Efraín:
no habrá parto ni embarazo ni concepción;
aunque críen a sus hijos, los dejaré sin descendencia,
pues ¡ay de ellos! cuando de ellos me aparte.

Efraín entrega sus hijos al verdugo.

Dales, Señor; ¿qué vas a darles?
Dales vientres que malparan, pechos secos.


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 2, 5: PG 70, 502-503)

Dichoso el hombre que confía en Dios

Fiado en una increíble inconsciencia, creyó el pueblo judío que jamás caería en manos de sus enemigos y que ni siquiera sería atacado por ellos; al contrario, pensaba que podría llevar una vida pacífica y rodeada de una profunda tranquilidad, aun cuando ofendiera a Dios y llegare hasta el no-va-más de la impiedad. De hecho, se postraron ante los ídolos y ofrecieron sacrificios a dioses falsos en los altares y en las ermitas erigidas bajo cualquier encina o álamo, ofreciéndoles libaciones, con absoluto desprecio de la gloria debida al Dios santísimo.

Efectivamente, por boca del profeta Jeremías dirige a los habitantes de Jerusalén estas palabras: No digáis: Es el templo del Señor, porque si de verdad y con seriedad no enmendareis vuestra conducta y vuestras acciones, trataré a esta casa lo mismo que traté a Siló. Los fustigó también por medio del profeta Miqueas, diciendo: Sus jueces juzgan por soborno, sus sacerdotes predican a sueldo, sus profetas adivinan por dinero:"Y encima se apoyan en el Señor, diciendo: «¿No está el Señor en medio de nosotros? No puede sucedernos nada malo». Por vuestra culpa será arado Sión como un campo, Jerusalén será una ruina; el monte del templo, un cerro de maleza.

Parece referirse aquí a la devastación que tuvo lugar en tiempos de Jeconías: reprocha ásperamente a los israelitas el que, hallándose ya en esos mismos males y rodea-dos como estaban de gravísimas e inaplazables calamidades, rehusaron hacer lo que las circunstancias requerían y lo que hubiera podido granjearles la benevolencia de lo alto. Pues lo que procedía era llorar y hacer duelo, subir a la casa de Dios, decretar días de penitencia, suplicar que se echara en olvido la culpa de quienes se habían desviado, y solicitar únicamente de él una ayuda subsidiaria.

Es lo que les enseñaba, diciéndoles por boca del santo profeta: Vestíos y haced duelo, sacerdotes; llorad, ministros del altar; venid a dormir en esteras, ministros de Dios, porque faltan en el templo de Dios ofrenda y libación. Pro-clamad el ayuno, congregad la asamblea, reunid a los ancianos, a todos los habitantes de la tierra, en el templo de nuestro Dios, y clamad al Señor: «¡Ay de este día!» Esto es lo que convenía hacer, aplacando de esta suerte al Dios irritado, que es capaz de salvar. Muy al contrario, engreídos quizá e hinchados de confianza, ni les pasó por la cabeza actuar de este modo, y contraviniendo los ritos de los padres y del país, volvieron a los altozanos. Por todas partes se oían llantos y lamentos de las mujeres y de los niños, consumidos de hambre y de sed. Pues en las ciudades asediadas, es inevitable que sucedan estas cosas.

Hubiera sido necesario llorar para conseguir el arrepentimiento, hubiera sido preciso derramar lágrimas en presencia de Dios. Mirad —dice—, antes de presentar batalla, antes de empuñar la espada, antes de planear la resistencia, la ciudad está ya llena de cadáveres. Es por tanto útil y necesario para la salvación que quien esté en situación de aplacar al Dios salvador con estas cosas, las ofrezca religiosamente, aun cuando se encuentre en gravísimas dificultades. Es lo que canta el bienaventurado David, diciendo: ¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!



MARTES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Oseas 10, 1-11, la

Serán destruidos los ídolos y su rey

Israel era una viña frondosa, y daba fruto:
cuanto más eran sus frutos, más aumentó sus altares;
cuanto méjór era la tierra, mejores monumentos erigía.

Tiene el corazón dividido, ahora lo expiará;,
él mismo destruirá sus altares, abatirá sus estelas.

Ahora dicen: «No tenemos rey, no respetamos al Señor;
el rey, ¿qué puede hacernos?»

Hablan y hablan, juran en falso, firman alianzas;
florecen los pleitos como la cizaña en los surcos del campo.

Los vecinos de Samaria tiemblan por el novillo de Betavén,
el pueblo y los sacerdotes hacen duelo a su Dios,
se revuelcan porque su gloria ha marchado al destierro:
se la llevan a Asiria como tributo a su dios.

La vergüenza se adueña de Efraín,
Israel se avergüenza de su plan.

Desaparece Samaria, y su rey,
como espuma sobre la superficie del agua.

Son destruidos los altozanos de los ídolos,
el pecado de Israel.

Cardos y abrojos crecen sobre sus altares;
gritan a los montes: «¡Cubridnos!»,
a los collados: «¡Caed sobre nosotros!».

Del tiempo de Gabá arranca el pecado de Israel;
allí me hicieron frente
¿no los sorprenderá en Gabá la guerra?

Contra los malvados he venido para aprisionarlos,
los pueblos se reunirán contra ellos,
aprisionándolos por su doble culpa.

Efraín es una novilla domesticada que trilla con gusto;
pero yo echaré el yugo a su hermoso pescuezo,
engancharé a Efraín para que are,
a Jacob para que labre la tierra.

Sembrad según justicia,
cosechad el fruto de la lealtad,
roturad un campo,
que es tiempo de consultar al Señor,
hasta que venga y llueva sobre vosotros la justicia.

Arasteis la maldad, cosechasteis crímenes,
comisteis el fruto de la alevosía.

Por confiar en tu poder, en la multitud de tus soldados,
clamor de guerra se alzará contra tu pueblo;
tus fortalezas serán arrasadas,
como arrasó Salmón a Bet Arbel
cuando la batalla, estrellaron a la madre con los hijos.

Así harán con vosotros, Betel,
por vuestra maldad consumada.

De amanecida desaparecerá el rey de Israel.


SEGUNDA LECTURA

San Ambrosio de Milán, Comentario sobre el salmo 118 (Sermón 1, 2: PL 15, 1199-1200)

Haced resplandecer para vosotros
la luz del conocimiento

Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón. ¡Qué orden tan bello, lleno de doctrina y de gracia! No dijo primero: el que guardando sus preceptos, sino: el que con vida intachable.

En efecto, hay que buscar antes la vida que la doctrina, pues una vida buena, aunque sin doctrina, es aceptable; en cambio una doctrina sin vida carece de integridad. Porque la sabiduría no entra en alma de mala ley. Por eso dice: Me buscarán los malos, y no me encontrarán; pues la maldad ciega los ojos del alma y, cuando la iniquidad oscurece la mente, no puede descubrir la profundidad de los misterios.

Así pues, lo primero que hay que hacer es ejercitarse en la milicia de la vida, enderezar las costumbres. Y cuando hayamos encauzado el universo de la conducta moral por sus debidos cauces, de modo que se instaure la corrección de las ofensas y la gracia de la pureza, entonces podremos dedicarnos, según su orden y método, al estudio de la doctrina que hemos de conocer. Primero son efectivamente los temas morales, luego los místicos. En los primeros está la vida, en los segundos, el conocimiento. De suerte que si buscas la perfección, que la vida no esté viuda de conocimiento, ni el conocimiento carente de vida: ambos se complementan recíprocamente. Por eso dice la Escritura: Sembrad justicia, vendimiad el fruto de la vida, haced resplandecer para vosotros la luz del conocimiento.

No dice primero «haced resplandecer», sino «sembrad»: ni sólo «sembrad primero justicia», sino también, «vendimiad —dice— el fruto de la vida»; y entonces haced resplandecer la luz del conocimiento, de modo que la perfección reciba el espaldarazo no sólo de los frutos sembrados, sino también de los cosechados.

En el primer salmo siguió también idéntico orden: primero se enseña a caminar por la senda, y luego a meditar la ley. En efecto, quien no sigue el consejo de los impíos, éste ciertamente no se aparta del camino de la piedad ni de la senda de la justicia. Con razón, pues, quien es proclamado dichoso por andar en el camino, y por ejercitarse día y noche en la meditación de la ley, obtiene la gracia de la felicidad.



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Oseas 11, lb-11

La misericordia de Dios es inagotable

Así dice el Señor:

«Cuando Israel era joven, lo amé, desde Egipto llamé a mi hijo. Cuando lo llamaba, él se alejaba, sacrificaba a los Baales, ofrecía incienso a los ídolos. Yo enseñé a andar a Efraín, lo alzaba en brazos; y él no comprendía que yo lo curaba. Con cuerdas humanas, con correas de amor lo atraía; era para ellos como el que levanta el yugo de la cerviz, me inclinaba y le daba de comer.

Efraín volverá a Egipto. Asur será su rey, porque no quiso convertirse. Llega la espada contra sus ciudades, y devorará sus puertas, y los consumirá en pago de sus planes. Pueblo mío, perturbado por tu apostasía; aunque invoquen a Baal, no les ayuda.

¿Cómo podré entregarte, Efraín; abandonarte, Israel? ¿Podré convertirte como Admá, hacerte semejante a Seboím? Se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín; que soy Dios, y no hombre; santo en medio de ti, y no enemigo a la puerta.

Irán detrás del Señor, que rugirá como león; sí, rugirá, y vendrán temblando sus hijos desde occidente, desde Egipto vendrán temblando como pájaros, desde Asiria como palomas, y los haré habitar en sus casas». Oráculo del Señor.


SEGUNDA LECTURA

Santa Catalina de Siena, Diálogo sobre la divina providencia (Cap 4, 13 ed. latina, Ingolstadt 1583, ff 19v-20)

Con lazos de amor

Dulce Señor mío, vuelve generosamente tus ojos misericordiosos hacia este tu pueblo, al mismo tiempo que hacia el cuerpo místico de tu Iglesia; porque será mucho mayor tu gloria si te apiadas de la inmensa multitud de tus criaturas que si sólo te compadeces de mí, miserable, que tanto ofendí a tu Majestad. Y ¿cómo iba yo a poder consolarme, viéndome disfrutar de la vida al mismo tiempo que tu pueblo se hallaba sumido en la muerte, y contemplando en tu amable Esposa las tinieblas de los pecados, provocadas precisamente por mis defectos y los de tus restantes criaturas?

Quiero, por tanto, y te pido como gracia singular, que la inestimable caridad que te impulsó a crear al hombre a tu imagen y semejanza no se vuelva atrás ante esto. ¿Qué cosa, o quién, te ruego, fue el motivo de que establecieras al hombre en semejante dignidad? Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible con el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste cautivar de amor por ella. Pero reconozco abiertamente que a causa de la culpa del pecado perdió con toda justicia la dignidad en que la habías puesto.

A pesar de lo cual, impulsado por este mismo amor, y con el deseo de reconciliarte de nuevo por gracia al género humano, nos entregaste la palabra de tu Hijo unigénito. El fue efectivamente el mediador y reconciliador entre nosotros y tú, y nuestra justificación, al castigar,y cargar sobre sí todas nuestras injusticias e iniquidades. El lo hizo en virtud de la obediencia que tú, Padre eterno, le impusiste, al decretar que asumiese nuestra humanidad. ¡Inmenso abismo de caridad! ¿Puede haber un corazón tan duro que pueda mantenerse entero y no partirse al contemplar el descenso de la infinita sublimidad hasta lo más hondo de la vileza, como es la de la condición humana?

Nosotros somos tu imagen, y tú eres la nuestra, gracias a la unión, que realizaste en el hombre, al ocultar tu eterna deidad bajo la miserable nube e infecta masa de la carne de Adán. Y esto, ¿por qué? No por otra causa que por tu inefable amor. Por este inmenso amor es por el que suplico humildemente a tu Majestad, con todas las fuerzas de mi alma, que te apiades con toda tu generosidad de tus miserables criaturas.



JUEVES

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Oseas 13, 1-14, 1

Última sentencia de reprobación

Efraín hablaba e imponía, la autoridad estaba en Israel; pero se hizo reo de idolatría y murió.

Y ahora continúan pecando: se funden imágenes, se hacen ídolos de plata con destreza, obras de pura artesanía.

En su honor inmolan corderos,
les dan a beber sangre de novillos.

Por eso serán nube matutina, rocío que al alba se evapora,
ramo arrebatado de la era, humo por la chimenea.

Pero yo soy el Señor, Dios tuyo desde Egipto,
no conocías a otro dios que a mí,
ningún salvador fuera de mí.

Yo te conocí en el desierto, en tierra abrasadora.
Yo los apacenté y se hartaron,
se hartaron y se entregó su corazón,
y así se olvidaron de mí.

Seré para ellos como leopardo,
los acecharé como pantera en el camino,
los asaltaré como una osa a quien roban las crías
y les desgarraré el pecho;
allí los devoraré como un león,
las fieras los descuartizarán.

Si yo destruyo, Israel, ¿quién te auxiliará?,
¿dónde está tu rey para salvarte?,
¿y los jueces de tus ciudades?

Tú me los pediste: «Dame rey y príncipes».
Airado te di un rey, y encolerizado te lo quito.

La culpa de Efraín está registrada, está archivado su pecado.

Cuando su madre estaba con dolores, fue criatura torpe,
que no se puso a tiempo en la embocadura del alumbramiento.

¿Los libraré del poder del Abismo, los rescataré de la Muerte?

¡Qué plagas las tuyas, oh Muerte, qué pestes las del Abismo!

El consuelo se aparta de mi vista.

Aunque fructifique entre carrizos, vendrá el solano, viento del Señor,
subiendo del desierto,
y secará su fuente, agotará su manantial;
se llevará sus tesoros, sus enseres preciosos.

Samaria pagará la culpa de rebelarse contra su Dios; l
os pasarán a cuchillo, estrellarán a las criaturas,
abrirán en canal a las preñadas.


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 3, t 1: PG 70, 571-573)

Toda nuestra esperanza está puesta en Cristo

El bienaventurado profeta Jeremías hace alusión a la vida evangélica y a la justicia en Cristo, diciendo a los amantes de la verdad: Paraos en los caminos a mirar, preguntad por la vieja senda: «¿Cuál es el buen camino?»; seguidlo, y hallaréis reposo. En efecto, las sendas y los caminos del Señor son las palabras de los santos profetas y la predicación, en sombras y figuras, de la ley de Moisés y del misterio de Cristo.

Así pues, escrutando estas sendas, acabamos por descubrir el buen camino, esto es, la institución de la vida cristiana, siguiendo la cual, encontraremos la verdadera y espiritual purificación de nuestras almas. Por eso dice que la senda del justo es recta.

¿Cómo no va a ser recta y llana, exenta de todo tipo de escabrosidades, si proclamando la palabra de la fe, somos justificados y, mediante el santo bautismo, quedamos amplia y perfectamente purificados? Pero la senda del justo es además recta por otro capítulo. Porque, una vez suprimidos los enemigos, derrocada la tiranía del diablo y superadas todas las dificultades, ¿qué es lo que en lo sucesivo puede obstaculizar o perturbar a los amantes de la piedad?

Pero considera cómo, una vez allanada la senda del justo, haya de procederse a anular los tipos y las figuras. Pues no dice simplemente: En la senda de tus juicios, Señor, es decir, no consiste en la inmolación de novillos, ni en el sacrificio de ovejas, ni en las libaciones o el incienso, sino más bien en el juicio, esto es, en la justicia. Porque la Escritura, redactada por inspiración divina, acostumbra a referirse a la justicia con el nombre de juicio, como hace, por ejemplo, el bienaventurado David: El honor del rey ama el juicio, esto es, la justicia.

Efectivamente, todo reino que ame la justicia goza de honor lo mismo ante Dios que ante los hombres. Por tanto, la senda del Señor es el juicio. Nuevamente introduce llenos de inmenso gozo a quienes han emprendido esta senda: Dice, en efecto: Te esperamos, ansiando tu nombre y tu recuerdo. Pues toda nuestra esperanza está puesta en Cristo, de quien además nos acordamos continuamente y le deseamos con ardor, pues en él hemos sido salvados.



VIERNES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Oseas 14, 2-10

Llamada a la conversión y promesa de salud

Así dice el Señor:

«Israel, conviértete al Señor, Dios tuyo, porque tropezaste por tu pecado. Preparad vuestro discurso, volved a: Señor y decidle: "Perdona del todo la iniquidad, recibe benévolo el sacrificio de nuestros labios. No nos salvare Asiria, no montaremos a caballo, no volveremos a Ramal Dios a la obra de nuestras manos. En ti encuentra piedad el huérfano".

Yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan mi cólera se apartará de ellos. Seré para Israel comc rocío, florecerá como azucena, arraigará como el Líbano, Brotarán sus vástagos, será su esplendor como un olivo. su aroma como el Líbano. Vuelven a descansar a su sombra: harán brotar el trigo, florecerán como la viña; será su fama como la del vino del Líbano. Efraín, ¿qué te importan los ídolos? Yo le respondo y le miro: yo soy como un ciprés frondoso: de mí proceden tus frutos».

¿Quién es el sabio que lo comprenda, el prudente que lo entienda? Rectos son los caminos del Señor: los justos andan por ellos, los pecadores tropiezan en ellos.


SEGUNDA LECTURA

Teodoreto de Ciro, Tratado sobre la encarnación del Señor (26-27: PG 75, 1466-1467)

Yo curaré sus extravíos

Jesús acude espontáneamente a la pasión que de él estaba escrita y que más de una vez había anunciado a sus discípulos, increpando en cierta ocasión a Pedro por haber aceptado de mala gana este anuncio de la pasión, y demostrando finalmente que a través de ella sería salvado el mundo. Por eso, se presentó él mismo a los que venían a prenderle, diciendo: Yo soy a quien buscáis. Y cuando lo acusaban no respondió, y, habiendo podido esconderse, no quiso hacerlo; por más que en otras varias ocasiones en que lo buscaban para prenderlo se esfumó.

Además, lloró sobre Jerusalén, que con su incredulidad se labraba su propio desastre y predijo su ruina definitiva y la destrucción del templo. También sufrió con paciencia que unos hombres doblemente serviles le pegaran en la cabeza. Fue abofeteado, escupido, injuriado, atormentado, flagelado y, finalmente, llevado a la crucifixión, dejando que lo crucificaran entre dos ladrones, siendo así contado entre los homicidas y malhechores, gustando también el vinagre y la hiel de la viña perversa, coronado de espinas en vez de palmas y racimos, vestido de púrpura por burla y golpeado con una caña, atravesado por la lanza en el costado y, finalmente, sepultado.

Con todos estos sufrimientos nos procuraba la salvación. Porque todos los que se habían hecho esclavos del pecado debían sufrir el castigo de sus obras; pero él, inmune de todo pecado, él, que caminó hasta el fin por el camino de la justicia perfecta, sufrió el suplicio de los pecadores, borrando en la cruz el decreto de la antigua maldición. Cristo —dice san Pablo— nos rescató de la maldición de la Ley, haciéndose por nosotros un maldito, porque dice la Escritura: «Maldito todo el que cuelga de un árbol». Y con la corona de espinas puso fin al castigo de Adán, al que se le dijo después del pecado:

Maldito el suelo por tu culpa: brotarán para ti cardos y espinas.

Con la hiel, cargó sobre sí la amargura y molestias de esta vida mortal y pasible. Con el vinagre, asumió la naturaleza deteriorada del hombre y la reintegró a su estado primitivo. La púrpura fue signo de su realeza; la caña, indicio de la debilidad y fragilidad del poder del diablo; las bofetadas que recibió publicaban nuestra libertad, al tolerar él las injurias, los castigos y golpes que nosotros habíamos merecido.

Fue abierto su costado, como el de Adán, pero no salió de él una mujer que con su error engendró la muerte, sino una fuente de vida que vivifica al mundo con un doble arroyo; uno de ellos nos renueva en el baptisterio y nos viste la túnica de la inmortalidad; el otro alimenta en la sagrada mesa a los que han nacido de nuevo por el bautismo, como la leche alimenta a los recién nacidos.



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

Del segundo libro de los Reyes 15, 1-5.32-35;16, 1-8

Reinados de Azarías, Yotán y Acaz de Judá

Azarías, hijo de Amasías, subió al trono de Judá el año veintisiete del reinado de Jeroboán de Israel. Cuando subió al trono tenía veintiséis años, y reinó en Jerusalén cincuenta y dos años. Su madre se llamaba Yecolía, natural de Jerusalén. Hizo lo que el Señor aprueba, igual que su padre, Amasías. Pero no desaparecieron las ermitas de los altozanos: allí seguía la gente sacrificando y quemando incienso.

El Señor le envió una enfermedad de la piel hasta su muerte, así que vivió recluido en casa. Su hijo Yotán estaba al frente del palacio y gobernaba la nación.

Yotán, hijo de Azarías, subió al trono de Judá el año segundo del reinado de Pécaj de Israel, hijo de Romelía.

Cuando subió al trono tenía veinticinco años, y reinó en Jerusalén dieciséis años. Su madre se llamaba Yerusa, hija de Sadoc. Hizo lo que el Señor aprueba, igual que su padre, Azarías. Pero no desaparecieron las ermitas de los altozanos: allí seguía la gente sacrificando y quemando incienso. Yotán construyó la puerta superior del templo.

Acaz, hijo de Yotán, subió al trono de Judá el año diecisiete del reinado de Pécaj, hijo de Romelía. Cuando subió al trono tenía veinte años, y reinó en Jerusalén dieciséis años. No hizo, como su antepasado David, lo que el Señor aprueba. Imitó a los reyes de Israel. Incluso sacrificó a su hijo en la hoguera, según las costumbres aborrecibles de las naciones que el Señor había expulsado ante los israelitas. Sacrificaba y quemaba incienso en los altozanos, en las colinas y bajo los árboles frondosos.

Por entonces, Razín de Damasco y Pécaj de Israel, hijo de Romelía, subieron para atacar a Jerusalén; la cercaron, pero no pudieron conquistarla. También por entonces el rey de Edom reconquistó Eilat y expulsó de allí a los judíos; los de Edom fueron a Eilat y se establecieron allí, hasta el día de hoy.

Acaz mandó una embajada a Tiglat Piléser, rey de Asiria, con este mensaje: «Soy hijo y vasallo tuyo. Ven a librarme del poder del rey de Siria y del de Israel, que se han levantado en armas contra mí». Acaz cogió la plata y el oro que había en el templo y en el tesoro de palacio y lo envió al rey de Asiria como regalo.


SEGUNDA LECTURA

Beato Elredo de Rievaulx, Sermón sobre la venida del Señor (Edit. C.H. Talbot, SSOC, vol 1, Roma 1952, 32-33)

La tierra estaba llena de la gloria del Señor

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la tierra estaba llena de su gloria. ¡Oh tiempo deseable, tiempo favorable, tiempo que anhelan todos los santos, pidiendo cada día en la oración: Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo! La tierra estaba llena de su gloria. Veo esta tierra que piso, siento esta tierra que soy yo: en ambas fatiga, en ambas gemidos, en ambas veo más bien la ira de Dios que su gloria. Todavía reina el príncipe de este mundo sobre los rebeldes. Diariamente se yergue contra los creyentes y a duras penas hallarás un santo que se vea libre de sus acometidas. Y sin embargo, la tierra está llena de su gloria.

Sé muy bien que esta tierra que piso se verá libre de la esclavitud de la corrupción y habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, y dirá el que está sentado en el trono: Ahora hago el universo nuevo. Incluso esta misma tierra que soy yo se llenará de la gloria del Señor. De momento esta tierra, maldita por culpa de Adán, me produce cardos y espinas. Es débil y enferma, indolente y perezosa, juguete de multitud de pasiones, aquejada por múltiples enfermedades. Mas, ¿por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? La tierra estará llena de su gloria.

Y ¿cuándo será esto? Ciertamente cuando se siente sobre un trono alto y elevado, cuando transforme nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa, cuando aquella gloria, que apareció en el cuerpo del Señor al transfigurarse en la montaña, apareciere también en nuestra tierra, recibiendo asimismo, después de la resurrección, la eterna inmortalidad. Entonces se cantará un cántico nuevo, y se oirán cantos de victoria en las tiendas de los justos. Ha pasado el invierno, las lluvias han cesado y se han ido, brotan flores en la vega.

Y para que podamos conocer cómo será aquella transmutación, ahora nuestra carne es mortal, más aún, está muerta. El cuerpo —como dice el Apóstol— está muerto por el pecado. Así pues, nuestra carne está muerta, inmunda, enferma, es innoble, temporal. Pero estará llena de la gloria del Señor que, muerta, la resucitará; inmunda,la purificará; enferma, la sanará; innoble, la glorificará; temporal, la eternizará. Y si tan grande ha de ser la futura felicidad del cuerpo, me pregunto: ¡cuál no será la felicidad del alma!

Motivo de nuestra alegría será la contemplación del Creador en la criatura, el amor del Creador en sí mismo, la alabanza del Creador en sí mismo y en su criatura. La orla de su manto —dice— llenaba el templo. ¿Qué templo? El templo del Señor —dice— es santo: ese templo sois vosotros. Y a pesar de que nuestros cuerpos son templos de Dios, como lo son mediante el alma, el alma es en realidad el templo especial de Dios. Este es el templo en que, mientras vivimos en este mundo, ofrecemos a Dios el sacrificio que él no desprecia: un corazón quebrantado y humillado. Este es el templo en que, terminada la corrupción de esta carne y trasladados al reino de la claridad eterna, cuando Dios haya enjugado las lágrimas de nuestros ojos, ofreceremos a Dios el sacrificio de alabanza, como dice él mismo por el profeta: El que me ofrece acción de gracias, ése me honra. Mientras tanto, Señor, que te aplaque el sacrificio de nuestra contrición, para que cuando te sientes sobre el trono alto y excelso, te honre el sacrificio de alabanza.