Prólogo a La esencia
de la concepción católica del mundo

Antonio Gómez Robledo *

 

Ofrecemos el prólogo que dedicó el humanista mexicano Antonio Gómez Robledo al escrito de Romano Guardini "La esencia de la concepción católica del mundo". Consideramos que varias observaciones que se realizan en este escrito son aún pertinentes para tener una mejor comprensión de este importante escrito de Guardini. Apunta Gómez Robledo: «Con la misma intrépida sencillez, "sin espíritu polémico", pero llevado de la misma tranquila convicción, establece Guardini la más perfecta sinonimia entre "cristiano" y "católico", y ve en la Iglesia Católica, por ende, "la depositaria de la visión de Cristo sobre el mundo"».

 

En el movimiento filosófico y teológico de la Alemania contemporánea ocupa Romano Guardini una posición de señalada importancia. A lo largo de una vida extraordinariamente fecunda, ha explorado multitud de temas en forma sugestiva y brillante, que no es, por lo demás, sino el ropaje artístico de una mentalidad educada sólidamente en las más severas disciplinas. Todos esos temas, por otra parte, no son sino diversos aspectos de lo que para él constituye su tema dominante, su preocupación central: explicitar la concepción cristiana del mundo y de la vida de la manera más viviente y personal; y para ello contrastarla —sea que el contraste acuse una refracción o incluso un antagonismo— con las grandes obras y figuras de la literatura, de la filosofía y de la cultura en general. Para el lector menos avisado es patente este proceder en obras como Pascal y la conciencia cristiana, El universo religioso de Dostoievski y otras más, ampliamente conocidas del público de habla castellana.

Tomando pues en cuenta esta orientación general de su pensamiento, hemos juzgado de interés ofrecer esta traducción de lo que en la vasta bibliografía de Romano Guardini constituye acaso, después de sus meditaciones sobre la vida y el mensaje de Cristo (El Señor), la expresión más compendiosa de lo que, a beneficio de inventarío, podríamos llamar su filosofía. Dicha expresión, a nuestro juicio, podríamos hallarla en La esencia de la concepción católica del mundo (Vom Wesen katholischer Weltanschauung); escrito que reproduce, como lo declara el propio autor, la lección inaugural del curso sobre Filosofía de la religión y concepción católica del mundo, profesado por Guardini en la Universidad de Berlín el año de 1923.

Más de treinta años han pasado desde entonces, y aún conservan estas páginas un singular valor de actualidad; valor que les viene no tan sólo del hecho de sustentarse esta cosmovisión en un punto de apoyo ajeno a la dimensión temporal, sino de que los -mismos supuestos histórico-culturales, con ser hoy indudablemente otros que los de hace tres décadas, son con todo de tal naturaleza que responden aún adecuadamente, y por ventura con mayor apremio, al enfoque del problema en aquella ocasión. Así lo ha hecho ver Heinrich Fries en el interesante epílogo que ha escrito para la actual edición alemana, [*] y por nuestra parte querríamos hacer lo propio de la manera más sucinta posible.

Desde los tiempos de Diltbey por lo menos cobró gran prominencia en el pensamiento filosófico, y en las ciencias del espíritu en general, el tema de la Weltanschauung: concepción, imagen o visión del mundo. En el afán metafísica por ir al fondo de todo, al Urgrund de toda realidad y en todas sus conexiones, creyóse encontrar en la llamada concepción del mundo una estructura más primitiva, más rica, más original, si bien quizá más informe, que la articulada, en una elaboración posterior, por la reflexión filosófica. Ella, en efecto, parecía responder a la actitud primaria y aún virgen del espíritu; y en ella intervenían, al lado de datos propiamente racionales, intuiciones primigenias, sentimientos, valoraciones, todo el complejo, en suma, de las fuerzas psíquicas y espirituales del hombre. Retroceder a ella significaba, pites, dar razón acabada del fondo último común a la filosofía y a las ciencias del espíritu. Para todas estas disciplinas la teoría de la concepción o concepciones del mundo parecía ofrecer perspectivas ilimitadas. A esta empresa y en pos de este Urgrund lanzóse con todo su entusiasmo una mentalidad tan admirablemente dotada para la metafísica como la mente alemana. Mucho y muy bueno fue sin duda lo que se recogió; y Romano Guardini, sin ir más lejos, es el primero en hacerse eco fiel de aquel brillante empeño, asumiendo de propia cuenta las conquistas más sólidas logradas en este terreno.

Las altas ambiciones de la Weltanschauungslehre fracasaron, sin embargo —en Dilthey mismo—, en la consecución de lo que debería haber sido su meta suprema, o sea la constitución de una teoría de tal naturaleza que a su luz hubieran podido agruparse coherentemente las categorías universalmente válidas para toda concepción del mundo. Dilthey habría querido ser el Kant de las ciencias del espíritu; pero lo que Kant pudo hacer con la naturaleza, pareció imposible hacerlo con la vida y la historia. En este terreno no cabe aparentemente erigir un sujeto trascendental cuyas categorías puedan dar razón cumplida de la experiencia. ¿Cómo operar aquí la deducción trascendental, ni cómo decidir entre una y otra concepción del -mundo, cuando todas sin excepción reclaman cada una validez incondicional?

Fue así como, siguiendo un proceso mental bien conocido y sobre cuyas etapas no es menester demorarnos aquí, la teoría de la concepción del mundo acabó siendo más modestamente, y ya en la obra de su propio fundador, riña tipología y claudicación de las principales concepciones del mundo. Describir y ordenar estas Hauptformen, sin tornar partido por ninguna de ellas, era lo único posible. En punió a la verdad de cada una, a lo más que pudo llegar Dilthey fue a declarar que cada concepción del mundo es verdadera, pero parcial, ya que sólo descubre un aspecto de la verdad y de la realidad, según sea la situación histórica en que se encuentre. Es la bien conocida doctrina del perspectivismo, popularizada después entre nosotros por Ortega. La teoría de la concepción del mundo nació así bajo el signo de un relativismo del que parecía imposible escapar.

Bajo el mismo signo la vemos en pensadores posteriores como Ernst Troeltsch, para el cual, y con referencia concreta a la concepción cristiana del mundo, "no puede encontrar lugar en 70 historia ninguna religión absoluta, como tampoco ninguna personalidad absoluta". En la misma corriente está Karl Jaspers. En su Filosofía de las concepciones del mundo encarece el carácter de totalidad que tiene toda concepción del mundo: todo el hombre proyectado sobre todo el mundo —aspecto tan destacado asimismo por Romano Guardini—; pero es la totalidad no es para Jaspers sino una idea regulativa en el sentido kantiano del término, y no un objeto o resultado del conocimiento. Por su parte, Max Scheler, de acuerdo con su posición de los últimos años expresada en obras como la Sociología del saber, subordinó asimismo a un perspectivismo de carácter sociológico toda concepción del mundo. De manera especial la cosmovisión cristiana, así como su organización institucional en la Iglesia Católica, le parecía estar de tal modo condicionada por la historia y la sociedad europea, que llegó aun a tenerlas por contrarias a "formas más altas y puras de religiosidad".

Estos antecedentes permiten entender acabadamente, según creemos, el sentido general y ciertos pasajes en particular de esta conferencia de Romano Guardini, y darnos cuenta de por qué o con respecto a tales o cuales antagonistas tácitos, insiste reiteradamente en estos o aquellos puntos de vista. Lo que aquí dice Guardini, en suma, representa la posición del creyente que quiere a la vez estar a la altura de su tiempo; la posición de quien endosa la descripción neutra de una concepción del mundo, pero que a la vez va a defender la suya como expresión pura y simple de la verdad. Para esta verdad y para lo absoluto quiere rescatar lo que parecía irremediablemente aquejado de relativismo. Este es el alto interés que para todos tienen estas páginas, por más que no para todos puedan tener igualmente la misma fuerza de convicción.

De sus precursores acepta Romano Guardini plenamente los caracteres descriptivos de toda auténtica concepción del mundo: su carácter de totalidad por parte del objeto y del sujeto, y la posición que por esto mismo toma el sujeto frente al mundo, por más que la cosmovisión en sí misma sea un acto de pura contemplación. Todo esto distingue la concepción del mundo tanto de la vida instintiva como de la ciencia y del puro filosofar. Mas una vez andado este camino en común, Guardini sostiene por su parte y sin cejar un punto, que no es posible Tina genuina visión del mundo sino merced a la concurrencia de dos condiciones: la primera, que haya entre el contemplador y el mundo una distancia suficiente para permitir una visión dominadora y libre; y la segunda, que esta distancia no sea tal que haga imposible toda relación entre ambos términos. Ahora bien, y como diría Aristóteles en el principio de la Metafísica, Dios sólo puede tener, can respecto a su creación, esta distancia a la par tan distante y tan inmediata: esta aparente antinomia que la Escuela expresó tan bien al decir que de Dios a la criatura no hay ninguna relación real, sino sólo a la inversa, relación esta vez de dependencia absoluta en todos los órdenes. De este privilegio suyo Dios ha querido hacer en cierta medida, partícipes a los hombres por la revelación; y el creyente, por tanto, se coloca, por decirlo así, en el punto de vista de Dios mismo, y puede así participar de la única auténtica y plenaria visión del mundo.

Este lenguaje, que es el de Romano Guardini, parecerá arrogante a muchos filósofos, pero un creyente no se expresaría de otro modo consecuentemente; un hombre que tiene la convicción de que Dios ha hablado positivamente a los hombres —y nada menos que por su propio Hijo—, y de que, por tanto, el hombre que adhiere a esa Palabra adhiere a la verdad total. Por otra luirte, y como para guardarse del ataque de arrogancia, el autor hace suficiente hincapié en que tanto la revelación como la fe misma son dones absolutamente gratuitos de Dios, por lo cual no tiene el hombre nada que arrogarse por sí misino. Por último, la visión de la fe, aunque inconmoviblemente cierta, no es la visión de Dios mismo, sino una visión, como dice San Pablo, "en espejo y enigma". Hubiéramos querido que Romano Guardini precisara más este punto, pero a él alude sin duda cuando habla de la oscuridad de la fe, este saber tan único, tan sui generis, que es al propio tiempo, como dijo San Juan de la Cruz al definir la fe, "un hábito del alma cierto y oscuro". Con todas estas salvedades, empero, queda en pie la afirmación de que la cosmovisión cristiana es la visión del mundo comunicada a los hombres por Dios hecho hombre.

Con la misma intrépida sencillez, "sin espíritu polémico", pero llevado de la misma tranquila convicción, establece Romano Guardini la más perfecta sinonimia entre "cristiano" y "católico", y ve en la Iglesia Católica, por ende, "la depositaría de la visión de Cristo sabré el mundo". No entra en la demostración de este aserto, pues como él mismo dice, no está haciendo apologética. Pero aquí también, una vez más, no puede expresarse de otro modo quien encuentra en el Evangelio la fundación de una sociedad visible y jerárquica a la cual ha vinculado Cristo su mensaje y la dispensación carismática.

Par todo ello, y oponiéndose en este punto resueltamente a Dilthey y su escuela, sostiene Guardini una y otra vez que la concepción católica del mundo no es un "tipo" de visión al lado de otras, sino que abraza todas las posibilidades típicas y las trasciende, por estar sustentada, del modo que queda dicho, en el plano de lo absoluto.

Lo anterior no impide al autor reconocer que aun dentro de la concepción católica del mundo, unitariamente concebida, se dan matices bien diferentes, de acuerdo con el temperamento, la situación histórica y demás factores bien conocidos. ¿Cómo podrá ser la misma, nos dice Guardini con todo acierto, la visión del mundo de Tomás de Aquino e Ignacio de Loyola? En este sentido, bien podría hablarse de "tipos" de cosmovisión católica; y si el autor rehuye el uso de este término, creemos que es por acentuar su diferencia con respecto al relativismo diltheano. Todo lo humano y lo histórico tienen pues amplia cabida en la cosmovisión católica; su diferencia de las demás está en postularse como participante de algo divino y eterno.

Este trabajo de Romano Guardini está en la misma línea de otros muchos de la escolástica moderna, especialmente la alemana, consagrados a poner en su punto y en la relación armónica que deben guardar, términos y conceptos como historicidad y verdad. Los títulos mismos de las obras publicadas sobre estos temas por escolásticos como Welte (Wahrheit und Geschíchtlichkeit) y Lotz (Von der Geschichtlichkeit der Wahrheit) lo indican suficientemente. El tema es en sí mismo apasionante para todo filósofo, cualquiera que sea su escuela o tendencia, y por esto también hemos juzgado de interés para todos dar a conocer en nuestro idioma esta conferencia del ilustre teólogo y filósofo germánico.

En esta versión, por último, hemos optado por traducir Weltanschauung por "concepción del mundo", siguiendo el ejemplo del malogrado Eugenio Imaz en su traducción de Dilthey, por la razón de que en ella entran también elementos conceptuales al lado de otros intuitivos: Begrifflichkeit mit geistiger Schau, como dice Fries. "Imagen" o "visión" del mundo hubiera sido acertado también, si no fuese porque en estas expresiones sobresale aun en demasía el elemento sensible. En cuanto al término " cosmovisión", que acaso sería el preferible, tiene la desventaja, sobre su carácter híbrido, de no encontrarse aún suficientemente acreditado en nuestro léxico filosófico. En lo futuro, sin embargo, será probablemente el que prevalecerá, y por esto no tenemos inconveniente en usarlo citando hablamos de propia cuenta y sin estar coartados por la uniformidad lexicográfica que necesariamente impone toda traducción.
______________________

* Humanista y filósofo mexicano. Dedicó varios ensayos y libros a la filosofía griega: Platón, Aristóteles; la filosofía medieval, así como a autores del mundo moderno como Edith Stein o Pascal. Fue traductor de obras clásicas como Ética nicomaquea, Ética Eudemia de Aristóteles, o bien, La República de Platón para la colección bilingüe BIBLIOTECA SCRIPTORVUM GRAECORVM ET ROMANORVM MEXICANA. Asimismo, escribió libros sobre literatos como Dante, Mauriac, entre otros.

 

Notas

[*] Romano Guardini, Vom Wesen katholischer Weltanschauung, Nachwort von Heinrtch Fries,

Hess Verlag, Basel, 1953.

Fuente: Romano Guardini, La esencia de la concepción católica del mundo, Prólogo y traducción de Antonio Gómez Robledo, México, 1957, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.